Audaces conquistadores que, en otro tiempo,
extendieron sus dominios más allá del Estrecho de Gibraltar, como sus
antepasados habían protagonizado diversas rebeliones contra la dominación de
romanos, vándalos y bizantinos, los hablantes zenagas (o iznayen,
en amazighe) han quedado reducidos en la actualidad a un pequeño grupo
en la costa sudoccidental de Mauritania. Pese a todo, su nombre evoca una de
las grandes ramas de la etnia y la historia amazighes, de la que
todavía se sienten herederos no pocas comunidades por toda la Tamazgha, aunque
ya muy mezcladas con otros aportes humanos, sobre todo árabes.
Del ahora agonizante dialecto zenaga, se ocupó el
autor que en esta oportunidad llega a nuestras páginas. Louis Léon César
Faidherbe (1818-1889), destacado oficial del ejército francés, sirvió en
Argelia de 1842 a 1847 y, tras un brevísimo paso por Guadalupe, regresó a la
colonia norteafricana entre 1849 y 1852, fecha en la que fue trasladado a
Senegal, donde ocupó el cargo de gobernador en dos ocasiones; la primera, de
1854 a 1861 y, la segunda, de 1863 a 1865.
Ingeniero militar, dirigió
intensas campañas de ocupación en el África noroccidental, que le permitieron
conocer con detalle las características geográficas de la región, así como la
historia y etnografía de sus poblaciones, aspecto a los que dedicó varios
estudios. A pesar del enfoque colonialista que impregna su obra, los trabajos
que realizó poseen un valor indudable, pues reúnen testimonios e informes de un
observador privilegiado e instruido. No en vano, por ejemplo, dirigió una
misión científica en el Alto Egipto, donde halló inscripciones líbicas; estudió
los materiales epigráficos numídicos y fenicios, y escribió sobre otras lenguas
senegalesas, a las que confirió un tratamiento
preferente en el Annuaire du Sénégal.
Aquí exponemos a continuación una pequeña muestra
de su interesante labor investigadora, muy poco conocida fuera de los ámbitos
especializados. La «Introducción» que volcamos al español pertenece a una pieza
fundamental en la bibliografía lingüística amazighe, ya que el general
Faidherbe compuso la primera descripción sistemática del dialecto zenaga, hoy
casi extinto, hablado por entonces, la segunda mitad del siglo XIX, en el sur
de Mauritania y en Senegal. El texto traducido, una mera aproximación
etnohistórica, muestra sin embargo con mucha sencillez unas pinceladas muy
relevantes del papel desplegado por este pueblo en algunos momentos de su
pasado.
Autor: Louis Faidherbe. Título: Le Zénaga des tribus Sénégalaises. Contribution à l’Étude de la Langue Berbère.
Edición: París, Ernest Leroux, 1877.
Fragmento: «Introduction», pp. 1-5.
Traducción del original francés: Ignacio Reyes.
Introducción
El señor Renan, en su obra publicada en 1863
sobre las lenguas semíticas [*], propuso formar una familia denominada camítica
con la lengua egipcia y sus congéneres. Dijo que futuras investigaciones
revelarían si los idiomas bereberes, formas actuales del libio, deberían ser
incluidas en la misma familia. Él sostuvo desde entonces como un hecho probado
que estos idiomas no pertenecían a la familia de las lenguas semíticas, aunque
presentaban afinidades gramaticales con éstas.
Desde ese momento, a medida que se alcanzó un
mayor conocimiento del egipcio en sus diferentes épocas y de los dialectos
bereberes, se estuvo en condiciones de comparar estas lenguas entre sí y
determinar su grado de parentesco con las lenguas semíticas.
Es lo que acaba de hacer el señor marqués de
Rochemonteix, en un trabajo presentado al Congreso Internacional de
Orientalistas de París, en 1873, y que se acaba de publicar en 1876 (1).
Sus conclusiones son que (página 75): «La raza
bereber y la raza egipcia han tenido las mismas raíces pronominales y han
empleado procedimientos idénticos para formar el plural y los pronombres
absolutos. La acción del tiempo y la índole de cada lengua sólo han aportado
modificaciones superficiales que no impiden encontrar con facilidad los mismos
elementos en los pronombres».
Añade (página 87) que «el estudio de las formas
gramaticales muestra que las dos lenguas tienen el mismo punto de partida y
emplean idénticos materiales, que tratan por los mismos procedimientos, para la
creación de los matices verbales en los substantivos y su plural».
Respecto a la comparación de los idiomas
bereberes con las lenguas semíticas, reconoce reglas comunes en la conjugación;
dice (página 98): «Estoy inclinado a creer que, tras mucho tiempo en contacto
con la raza semítica, los pueblos bereberes, iniciados en una conjugación
totalmente hecha en una lengua que se les hizo familiar, conjugación que dio a
la expresión una precisión mayor, adaptaron a su tiempo rudimentario las formas
del aoristo semítico».
Se resume diciendo (página 10) que ha constatado
la identidad de los elementos gramaticales del egipcio y del bereber.
Pero el señor de Rochemonteix declara (página 69)
que sólo ha podido interpretar los datos tomados de los dos dialectos bereberes
sobre los cuales el general Hanoteau ha publicado sendas gramáticas, a saber:
la gramática cabilia en 1859 y la gramática tuareg en 1863 [**].
Habiendo concebido la idea, después de tener
conocimiento del trabajo del señor de Rochemonteix, de comunicarle un estudio
sumario que yo había hecho en 1854 sobre el dialecto zenaga, hablado por los
bereberes de Senegal, me dijo que pensaba que la publicación de este trabajo
sería muy útil a la ciencia.
Por ese motivo me he decidido a darlo al público,
tal cual, es decir, como fue escrito en 1854, cuando aún no habían aparecido ni
las gramáticas del general Hanoteau ni la del señor H. Stanhope Freeman (1862)
[***].
Me parece oportuno ofrecer algunas nociones
históricas sobres los bereberes-zenaga en cuestión.
Sin remontarnos a los libios, de los cuales he
hablado en varios trabajos que he publicado desde 1868 (2), me contentaré con
repasar la excelente obra de Ibn Jaldún, historiador árabe del siglo XIV
[****]. «Toda el África septentrional hasta el país de los negros», dice, «ha
estado habitada por la raza bereber, y esto desde una época de la que no
conocemos ni los acontecimientos anteriores ni el principio».
Las naciones más célebres de la raza bereber
fueron los zenatas, los zenagas, después los masmudas, etc.
Los zenaga, cuyo nombre escrito por los árabes se
ha convertido en senhaya, se extendían desde las regiones del sur de Marruecos
hasta Senegal, cuyos dos ríos estaban poblados por los negros y los peul.
Nómadas bravos y feroces, recorrían estas ardientes comarcas con sus camellos,
que constituían su principal riqueza, y comerciaban con los negros, a quienes compraban
oro y esclavos a cambio de sus caballos y de la sal gema que ellos traían de
diversos puntos del Sahara.
Después del legislador Mahoma (siglo VII de
nuestra era), los árabes invadieron el África septentrional, conquistaron
Berbería a los bizantinos que la dominaban, subyugaron y convirtieron a una
parte de las tribus bereberes y se asentaron en estas bellas y vastas comarcas.
Fueron reforzados, en los siglos siguientes, por invasiones sucesivas y
terminaron por repartirse todo el país, que, antaño, no tenía, en el interior,
más habitantes que los bereberes. Entre éstos, unos se sumaron y se mezclaron
con los vencedores para emprender con ellos la conquista de España; otros se
dispersaron y fueron obligados a retroceder hasta los lugares más inaccesibles,
bien por su altitud o por su latitud; pero su huida hacia el Sur no les puso a
salvo de la persecución de los árabes, que soportaban por lo menos también como
ellos la ruda vida del desierto, y, desde entonces, los habitantes del África
septentrional, desde el litoral del Mediterráneo hasta el país de los negros,
son una amalgama de poblaciones bereberes y árabes.
En el siglo V de la Hégira (XI de nuestra era),
los zenagas, de las orillas del Senegal (río al cual hemos dado nombre y que
los escritores árabes han confundido con el Níger, bajo la denominación de Nilo
de los negros), jugaron un gran papel en el mundo.
Formaron la secta de los morabetinos,
vocablo que los historiadores europeos han convertido en almorávides y
los navegantes y comerciantes de Senegal en marabutes, e, impulsados
por el entusiasmo religioso, remontaron hacia el Norte, se nutrieron de
numerosos adeptos y fundaron, bajo el célebre Yusef Ben Tashfin el
Senegalés, de la tribu de los lemtuna, el imperio almorávide, que
comprendía toda Berbería (estados berberiscos), el Sahara, las Islas Baleares,
Sicilia y la mitad de España.
Al mismo tiempo, se dedicaron a hacer la guerra
santa por todo Senegal y Níger contra los negros fetichistas, los convirtieron
en parte, rechazaron a los que se resistían y fundaron, con aquellos que se
hicieron musulmanes, algunas colonias estables, que llegaron a ser los centros
de comercio más importantes del Sudán.
El dominio almorávide en África sólo duró hasta
el siglo VII de la Hégira (XIII de nuestra era). Desde entonces, las numerosas
fracciones en las que se dividía la nación zenaga tuvieron los destinos más
diversos.
Entre otras invasiones árabes, hubo una muy
importante hacia mediados del siglo V de la Hégira. Se componía principalmente
de las tribus de Hilal y Soleim. Con ellas se encontraba la tribu makil, tribu
himiarita o del Yemen, y, como consecuencia, no descendiente de Ismael, hijo de
Abraham; esta tribu, poco numerosa en el momento de la invasión, se multiplicó
más tarde, hasta el punto de convertirse en una de las más poderosas del África
occidental. Los makil se dividieron en tres fracciones: los Beni Obeid Allah,
los Beni Mansur y los Beni Hassan. Estos últimos, nómadas por excelencia, se
extendieron por las arenosas regiones del desierto hasta los lugares donde
habitaban los zenagas, debilitados después de la caída del poder almorávide que
ellos habían fundado, esto es, en el siglo VII de la Hégira (XIII de nuestra
era). Los árabes Beni Hassan o Hassan subyugaron a las tribus bereberes zenagas,
las sometieron a tributación y ocuparon su lugar en el dominio sobre las
orillas del Senegal. Contra los negros, terminaron la obra de conversión y
contención. Sin embargo, algunos bereberes se rehicieron en la cabecera del
río, por ejemplo, los duaish.
Autor:
Ignacio Reyes En: Revista Mundo Guanche.
Notas
En el original, las notas aparecen numeradas por
página, orden que aquí se ha hecho correlativo para evitar confusiones. [N.
del Trad.].
[*] Se refiere al filólogo e historiador colonialista francés Joseph Ernest
Renan (1823-1892), aunque la edición que conocemos de su Histoire générale
et systèmes comparés des langues sémitiques se había presentado ya en
1845. [N. del Trad.]. (1) Essai sur les rapports grammaticaux qui existent entre l’Égyptien et le Berbère, por el marqués de Rochemonteix. Imprenta de la señora viuda Bouchard Huzard, calle del Éperon, 5, París. [Se trata del egiptólogo francés Maxence de Chalvet (1849-1892)]. [N. del Trad.].
[**] Ambas obras de Adolphe Hanoteau (1814-1897), Essai de grammaire kabyle y Essai de grammaire de la Langue Tamachek, cuentan con buenas reediciones, publicadas en Amsterdam por APA-Philo Press en 1976. [N. del Trad.].
[***] Se refiere a la obra de Henry Stanhope Freeman, vicecónsul británico en el oasis libio de Ghadames y primer gobernador de la colonia que el Reino Unido estableció en Lagos, Nigeria (1862-1863). [N. del Trad.].
(2) Recherches anthropologiques sur les tombeaux mégalithiques de Roknia (Algérie), Bône, 1868.
Collection complète des Inscriptions numidiques (lybiques), avec des aperçus ethnographiques sur les Numides, Lille, 1870.
Les dolmens d’Afrique, París, Ernest Leroux, editor, 1873.
[****] Hoy se sabe que, pese a la
genealogía yemení que formula en su autobiografía, este
historiador y político tunecino-andalusí, Abü Zayd Abd-ar-Rahmãn ibn Muhammad
ibn Khaldün al-Hadramî (1332-1406), tuvo ascendencia amazighe. [N.
del Trad.].
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