Pese a lo que se pudiera pensar
en una primera instancia, hoy es posible afirmar sin ambages que el culto a la
Virgen de la Candelaria ha permitido conservar un venero etnolingüístico ínsuloamazighe
de enorme riqueza y vitalidad. Se trata, cómo no, de una vigencia mediatizada
y, en buena medida, más o menos fosilizada en las formas cristianas, pero
enlazada todavía con una memoria ancestral muy fecunda. Este arraigo devocional
ya nos ha revelado aspectos cardinales de la concepción cosmogónica isleña,
pero lo asombroso es que aún nos aporta ingredientes extraordinarios para
conocer también un poco mejor aquellas hablas. Sirva como prueba de este aserto
el hallazgo que presentamos a continuación.
Hace pocas semanas, contactó con
nosotros una investigadora española, Mª Isabel Alba Fernández de Moya,
licenciada en Historia del Arte y restauradora, que desempeña su tarea
profesional en el sevillano Taller del Restauro. Una clienta solicitaba sus
servicios para una obra que había adquirido en Tenerife. El cuadro, una típica
imagen de la Virgen de la Candelaria, fechado en 1906 y que parece haber
pertenecido a una iglesia del noroeste de la Isla, presentaba una extraña
inscripción en el travesaño del bastidor. Como se aprecia en las fotografías
que ha tenido la gentileza de enviarnos, el texto, trazado con pintura sobre la
madera por una sola mano y compuesto con el alfabeto y la caligrafía españolas
de ese momento de transición al siglo XX, se percibe con bastante nitidez,
aunque ciertas grafías aparecen un tanto confusas incluso para el examen
directo que ha podido practicar nuestra amable colega.
La transcripción paleográfica de la secuencia
puede expresarse en los siguientes términos: Conospe<ri>n
P<r>ogal<a>x Miogoodmon Piu Nu<t>ort<í>, donde
los signos angulares acotan las lecturas dudosas. No obstante, a partir del
sentido general que descubre el análisis lingüístico cabría admitir una
restitución filológica del tenor: knu s feren fru galakkt mi ogdmãn ffiw
nut twâr-tãy.
Pese a la reposición hipotética que se apunta
para los grafemas imprecisos, esto no condiciona la estructura morfosintáctica
que presenta el sintagma analizado, muy nítida y por completo pertinente en la
gramática amazighe. El enunciado muestra una oración compleja que se
compone de tres proposiciones asindéticas o yuxtapuestas (1+2+3), cada una de
ellas con valor injuntivo o imperativo:
(1) knu s feren (2) fru galakket (2’) mi ogdemãn
(3) ffiw nut (3’) twâr-tãy
A su vez, la segunda y la tercera
contienen sendas frases subordinadas: adverbial en (2’), como indica el nexo (mi),
aunque su alcance semántico sea más condicional que temporal, y relativa
restrictiva en (3’), sin marcador explícito (nut twâr-tãy).
Traducida al español, esta interesante y valiosa
sentencia religiosa prescribe al creyente: «Inclínate hacia lo Excelso, repara
la necesidad en la angustia y prende la candela que ella porta». Con todo, un
desglose más literal de ciertos conceptos quizá ayude a captar su significación
con mayor exactitud.
El mandato descansa en estas tres formas
imperativas: [K•N] knu ‘curbar(se)’, ‘inclinarse’, ‘humillarse’; [F•R]
fru ‘pagar, saldar, liquidar, satisfacer’, ‘cotizar’, ‘regular,
reglamentar’, ‘hacer una colecta’; y [F•W] ffiw (o ifu, ifiw,
ifaw, faw, ffu, ffèw, ufu) ‘aclarar, esclarecer, despejar, iluminar’,
‘despuntar’, ‘amanecer el día’, donde puede suscitar alguna controversia el
valor transitivo (‘prender’) que le asignamos, pero creemos reconocer en este
lexema la noción etimológica ‘hacer fuego, luz, claridad’. Apoyaría esta
acepción primaria su objeto directo, el substantivo nut, una ‘vela’ o
‘candela’ cuyo sentido literal remite a una ‘madera para encender (por
frotación)’, ‘yesca’, ‘tea’ o ‘lumbre’.
Otras fórmulas también llaman la atención. Por
ejemplo, una divinidad que, conforme a la antigua tradición afroasiática, se
define de manera cualitativa: [F•R•N] ferèn, nombre verbal masculino
singular que señala el hecho ‘ser exquisito, excelente, de buena calidad’. O
bien esa exhortación a liquidar un ‘hambre violenta’ o [G•L•K] gèlèk(kèt)
que causa ‘angustias’ y ‘ansiedades’, es decir, [G•D•M] ogdèm, pl. ogdèmãn,
cuyo valor literal arranca en una ‘acidez gástrica de carácter crónico’.
No se detectan rasgos de una eventual influencia
morisca en la realización de la pieza. Esto permite pensar que debió idearse en
los primeros tiempos de la colonización, algo que sugiere esa referencia a una
‘candela’ (nut) concebida como ‘materia seca inflamable’ o ‘yesca’.
Una transmisión oral muy pulcra, igual que ocurre con otros materiales
relacionados con este culto, habría conservado esta sentencia sin alteraciones
notables, pues no hay pruebas sociolingüísticas que fijen su creación en el
siglo XX.
Tampoco el sentido del texto facilita una
datación más segura. El imaginario cristiano no tuvo necesidad de forzar el
sincretismo religioso, puesto que la concepción cosmogónica ínsuloamazighe le
brindaba ya ingredientes nada contradictorios. Ninguna fricción podía ocasionar
el añadir una candela a la madre de Dios para representar a Chaxiraxi
(Taghiragh), la estrella primordial (Canopo) o vientre cósmico que,
según la antigua tradición norteafricana, habría dado origen y sustento al
universo, al Acoran (Aqquran) o divinidad celestial
que «gobernaba las cosas de la Tierra».
La adscripción de esta fórmula al habla amazighe
de Tenerife constituye una hipótesis muy consistente, ya que exhibe la típica
combinación de flujos dialectales que configuró esta modalidad lingüística,
donde la base meridional (tuareg) que domina en todo el Archipiélago
aparece matizada por ciertos elementos septentrionales.
En suma, estamos ante un registro de impecable
factura gramatical, que, aparte de un estimable testimonio religioso,
suministra datos lingüísticos de considerable relevancia, una vez más
probatorios de la identidad amazighe de aquel sistema de comunicación
cultivado en Canarias antes de la colonización europea.
Autor:
Ignacio Reyes En Revista Mundo Guanche.
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