César Esteban Montserrat Delgado
Cabrera Instituto Astrofísico de Canarias
4.2. SOBRE EL CONCEPTO DE EQUINOCCIO ASTRONÓMICO Y SUS POSIBLES VARIANTES
Según hemos visto, es posible que
los equinoccios o una fecha cercana a éstos constituyesen un elemento
importante a la hora de escoger la situación de los yacimientos estudiados en
el presente trabajo. Este evento astronómico se produce en una zona muy rica en
rasgos topográficos conspicuos y cercanos entre sí sobre los cuales sería muy
fácil realizar el seguimiento de la
variación diaria de la posición del Sol en su orto u ocaso sobre el horizonte,
e incluso predecir el día de ocurrencia del fenómeno si se ha calibrado con observaciones
constantes a lo largo de varios años. Según hemos comentado, el equinoccio
parece estar reflejado en otros yacimientos del Archipiélago, por lo que pudo tener
un protagonismo especial en el ritual y en el simbolismo aborigen.
Pero ¿por qué el equinoccio puede
ser un elemento importante? El concepto de equinoccio astronómico que
utilizamos en la actualidad tiene su origen en la astronomía geométrica
desarrollada en Grecia entre los siglos IV y III a.C. y se define como el
momento en que el Sol se encuentra en cada uno de los dos nodos del plano de la
eclíptica. Estos nodos corresponden a los puntos de intersección entre el plano
del ecuador celeste y el plano de la eclíptica en la bóveda celeste. El plano
del ecuador celeste es simplemente la proyección del ecuador terrestre sobre el
cielo y el plano de la eclíptica es el lugar geométrico celeste por donde se
mueve el Sol a lo largo del año. Ambos planos forman un ángulo de unos 23,5° en
la actualidad (ver definiciones más detalladas en Aparicio et al., 2000: 27 y
en Belmonte, 1999: 266). Parece improbable que un concepto tan abstracto y
sofisticado como el equinoccio astronómico pudiera ser de importancia e incluso
de alguna utilidad para una sociedad con el grado de desarrollo cultural y
tecnológico que se le supone a la sociedad aborigen canaria. Esto nos lleva a
plantear que quizás no fuese el equinoccio astronómico el concepto de interés
para los antiguos aborígenes, sino otro muy cercano en el tiempo y mucho más
concreto que conocemos como «punto medio temporal entre ambos solsticios».
Está claro que los solsticios son
puntos singulares claramente distinguibles en la posición anual del Sol sobre
la esfera celeste, pues corresponden a
las posiciones extremas de su trayectoria anual sobre la bóveda celeste. Para
un observador situado en la latitud de las Islas Canarias, el Sol alcanza su máxima altura sobre el
horizonte al mediodía en el solsticio de verano y su mínima altura en el
solsticio de invierno. Esto también se traduce en los valores extremos de la
duración relativa entre el día y la noche. Si medimos el tiempo o construimos
nuestro calendario a través de la observación y seguimiento del punto de su
orto u ocaso sobre un horizonte bien conocido (lo que se denominan «calendarios
del horizonte», utilizados por muy distintas culturas, ver Ruggles, 1999: 152)
veríamos que el Sol sale o se pone en el punto más septentrional en el
solsticio de verano y en el más austral en el solsticio de invierno. Como
vemos, la ocurrencia de los solsticios serían distinguibles por un observador
constante y cuidadoso, sin necesidad de disponer de conocimientos astronómicos
o geométricos sofisticados. En este sentido, es importante comentar que se han
descubierto marcadores de los solsticios en yacimientos arqueológicos de las
Islas Canarias, lo que indica que este
evento astronómico también podría haber tenido interés para los antiguos
isleños. Dichos marcadores solsticiales se han encontrado en Cuatro Puertas
(Gran Canaria, Belmonte et al.,1994), en la Necrópolis de Gáldar (Gran Canaria,
Belmonte et al., 1997; Belmonte y Hoskin, 2002: 235-38), en las estaciones de
cazoletas y canalillos de la Degollada de Yeje, La Abejera y Cambados
(Tenerife, Belmonte et al., 1994). Incluso los grabados rupestres podomorfos de
Montaña Tindaya (Perera Betancort et al., 1996) parecen estar mayoritariamente
orientados hacia la zona del horizonte donde se produce el ocaso solar del
solsticio de invierno. Marcadores del solsticio de verano también se han
encontrado en lugares arqueológicos norteafricanos de claro origen prerromano,
como el relacionado con los dólmenes y tumbas númidas en la antigua ciudad de
Simithus (Esteban et al., 2001) o el extraordinario marcador de la fortaleza de
Zinchecra, en el corazón del territorio garamante del Fezzan (Belmonte et al.,
2002b).
Una vez hemos determinado la
fecha en que se producen dos solsticios consecutivos (que distan 182 ó 183
días) entre sí y contando los días transcurridos, podemos definir el punto
medio temporal entre ambos (entre 91 y 92 días antes o después de cada
solsticio), es decir, el «punto medio temporal entre ambos solsticios» antes
comentado. ¿Qué conseguiríamos con esto? Pues dividir el año solar (o trópico)
en cuatro periodos de la misma duración (con una precisión de ±1 día) y que
coincidiría con las cuatro estaciones astronómicas. Para que este tipo de
registro temporal fuese posible deberíamos suponer una cierta capacidad de
contabilidad entre, al menos, algunos de los miembros de la sociedad aborigen.
Esto parece bastante posible según los trabajos de Barrios (2002), que defiende
el uso de un sistema simbólico de registro de datos numéricos y calendáricos
entre los aborígenes basándose en evidencias arqueológicas, etnohistóricas y
lingüísticas. Uno podría pensar que el punto medio temporal entre solsticios
debería corresponder con el equinoccio, pero no es así. Debido a la diferencia
en la velocidad de traslación de la Tierra a lo largo del año, la duración de
las distintas estaciones no es la misma y pueden diferir en unos pocos días. En
los últimos 1.000 años la primavera o el verano han durado entre 3 y 4 días más
que el otoño o el invierno para los habitantes del hemisferio boreal. La
posición exacta del Sol en este día mitad se encuentra ligeramente al norte de
la que ocupa en los equinoccios y depende de la forma en que contemos el año
(si comenzamos por el solsticio de invierno o de verano), del equinoccio que
consideremos y la separación temporal entre el momento exacto en que se produce
el equinoccio astronómico y el del orto u ocaso más cercano a ese momento (de
unas 12 horas como máximo). Considerando todos estos factores, la declinación
del Sol en ese día mitad estará dentro del rango de (0,7 ± 0,5°). En el caso de
los dos yacimientos estudiados, las figuras 4 y 6 muestran gráficamente la
posición de dichos rangos de declinación. Como vemos, no hay elementos claros
que nos permitan distinguir si es el
equinoccio astronómico o el punto medio
temporal entre solsticios el evento de interés de los marcadores, aunque
conceptualmente parece más probable que este último elemento fuese el de
interés.
Creemos necesario indicar que la
utilización de fechas cercanas a los equinoccios para la calibración de un
calendario basado en la observación de ortos u ocasos solares sobre el
horizonte tiene una gran ventaja: es el momento del año en que la variación
diaria de la posición solar es mayor. Si estudiamos el punto exacto de salida o
puesta del Sol a lo largo del año, podemos notar que la magnitud de su
desplazamiento entre dos días consecutivos es muy variable: mientras cerca de
los equinoccios es de casi un diámetro
solar, cerca de los solsticios resulta casi estacionario. Por lo tanto, las
observaciones alrededor de los equinoccios permitirían una mayor precisión en
la calibración de un calendario.
Como ya comentamos anteriormente,
Perera López (1992) interpreta el yacimiento de La Pedrera como un posible
santuario a la fecundidad debido a los motivos representados en los grabados.
Por otra parte, las estaciones de cazoletas y canalillos también son
interpretados de esta misma manera debido a su funcionalidad propuesta (del
Arco Aguilar et al., 1999: 62). La relación entre el ciclo solar y la
fecundidad de la Tierra se basa en hechos físicos incontestables y ha sido
obvia para muchas culturas, por lo que no resulta extraño encontrar relaciones
con el Sol en estos lugares particulares de culto. La relación particular de
los yacimientos estudia- dos con el equinoccio podría indicar la importancia
simbólica y ritual del cambio estacional entre los primitivos canarios. Los
resultados presentados en este trabajo no hacen sino reforzar la importancia
del binomio sol-fertilidad en el mundo religioso aborigen, un binomio que también
parece estar presente en el mundo norteafricano preislámico.
5. CONCLUSIONES
El presente trabajo tiene varias
finalidades, la primera presentar una nueva metodología de trabajo desarrollada
para el estudio arqueoastronómico preciso del horizonte que rodea a los
yacimientos arqueológicos. Este método se basa en el uso de teodolito, GPS e
imágenes digitalizadas del horizonte. Un elemento novedoso es la aplicación de
paquetes informáticos para el tratamiento de imágenes astronómicas a las
fotografías del horizonte, lo que permite obtener las coordenadas horizontales
o celestes correspondientes a cualquier
punto del horizonte con una precisión de alrededor de 4'.
El segundo objetivo del presente
trabajo ha sido la aplicación de la nueva metodología a dos yacimientos
tinerfeños: la estación de cazoletas y canalillos del Barranco de la Tapia
(inédito hasta la fecha) y la estación de grabados rupestres de La Pedrera
(publicado por Perera López, 1992). Hemos encontrado que el orto (La Pedrera) y
el ocaso (Barranco de la Tapia) del Sol en los equinoccios (o en una fecha muy
cercana a éstos) se produce en las zonas más llamativas y ricas en elementos
topográficos de todo el horizonte que rodea a los yacimientos, características
que los hace lugares ideales para la observación y calibración de calendarios
de horizonte. En el caso de La Pedrera, la precisa orientación este-oeste de
las figuras antropomorfas y pisciformes (con sus cabezas mirando
sistemáticamente hacia el este) parece sustentar nuestra hipótesis astronómica.
Según trabajos anteriores, parecen existir marcadores del equinoccio en
yacimientos en otras islas del Archipiélago, lo que hace poco probable que su
uso religioso y calendárico se originara en cada una de las islas separadamente y sugiere un origen común.
Nuestro tercer objetivo es la
discusión del origen de este elemento astronómico ritual, que lo situamos en el
Norte de África preislámico. Las citas
históricas sobre las características básicas de la religión así como los
resultados de los trabajos arqueoastronómicos recientes muestran la estrecha
analogía entre ambas zonas geográficas. Finalmente, proponemos que podrían ser
los denominados puntos medios temporales entre ambos solsticios (muy cercanos
en tiempo a los equinoccios, entre uno o dos días anteriores o
posteriores) las fechas solares de
interés.
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar quisiéramos
agradecer a José Víctor (Chiqui) Febles por darnos a conocer los yacimientos y
guiarnos en nuestras visitas iniciales. J.A. Belmonte compartió los primeros
trabajos «de brújula» en ambos yacimientos y las primeras impresiones sobre
ellos. Finalmente quisiéramos agradecer a Ángel R. López Sánchez y Jorge García
Rojas su ayuda en la toma de medidas, así como a Soraya Moret por su ayuda y
entusiasmo en el trabajo de campo.
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