Juan Francisco Navarro Mederos
VELEIA, 24025 125701272, 200702008
ISSN
0213 0 2095.
Resumen: Desde una arqueología de
las prácticas sociales, se estudian algunas categorías de yacimientos
originados por actividades mágico-religiosas de los antiguos pobladores de Canarias,
muchos de ellos ubicados en las cimas de montañas. Esos sitios tuvieron la
consideración de suelo sagrado, según las fuentes etnohistóricas, y jugaron un
papel destacado en el plano ideológico como lugares de cohesión y reproducción
social. Al mismo tiempo, en determinadas zonas hay extraordinarias
concentraciones de elementos simbólicos, como grabados rupestres y lugares de
culto, que se explican porque fueron territorios con un papel vital dentro de
su modelo productivo.
Palabras clave: arqueología,
etnohistoria, prácticas sociales, religión, santuarios, ofrendas, grabados
rupestres.
Abstract:
In the context of the Archaeology
of Social Practice, we analyse some archaeological sites of the ancient
inhabitants from the Canary Islands related
with magic- religious activities. Many of them were located on the top of
montains. On ethnohistorical grounds, these sites were considered sacralized
places, having an important ideological
significance in the
social cohesion and reproduction of these societies. On the other hand, in
certain areas there is an extraordinary concentration of symbolic elements,
such as rock engraving stations and sites of ritual significance. All these data suggest that
these territories played an outstanding role in the social productive model of
these people.
Key Words: archaeology, ethnohistory, social
practice, religion, sanctuaries, offerings, rock engravings.
El estudio de las creencias y
prácticas mágico-religiosas de los antiguos pobladores de las Islas Canarias
durante mucho tiempo estuvo casi exclusivamente centrado en el análisis e
interpretación de las fuentes narrativas de la conquista del Archipiélago, a lo
cual se han dedicado ampliamente autores como A. Tejera (1988, 1996, 2004).
Desde hace unos años varios investigadores analizamos distintas facetas del
problema desde una metodología esencialmente arqueológica, aunque sin desdeñar
el indudable valor de los textos etnohistóricos. No cabe duda de que estas
fuentes representan un auténtico caudal de información, pero en ellas podemos
encontrar sólo una pequeña parte de la información, porque adolecen de varios
inconvenientes esenciales: 1) Se refieren
únicamente al periodo de contacto con los europeos entre los siglos
y , es decir a la fase epigonal de las culturas indígenas y, por
tanto, nada dicen de lo qué pasó durante los 1500 o 2000 años precedentes. 2)
Sólo reflejan una parte de los componentes ideológicos de algunas de las siete
formaciones sociales que existían en las
islas habitadas en aquel momento. 3) Existe la subjetividad inherente a la
posición teórica de los relatores y a los intereses que movían su labor, ya que
la percepción de la ideología del otro tiende a estar más mediatizada por las
convicciones y prejuicios morales del observador-interpretador que otros
elementos de la cultura ajena. 4) El conquistado-observado tiende a ocultar lo
que pueda ser objeto de juicio negativo, sobre todo cuando de ello depende su
seguridad. Estos dos últimos aspectos han sido analizados espléndidamente por
S. Baucells (2004)1. En esos textos tropezamos a menudo con datos parciales o
de difícil interpretación e incluso contradictorios, porque sus autores solían
analizar el problema de la religión aborigen bajo la onerosa responsabilidad moral
de justificar o no la con- quista y la esclavización. Así encontramos visiones afines a las tesis
lascasianas o, al menos, defensores de la cercanía ideológica entre la religión
aborigen y el cristianismo, frente a quienes se esforzaban en resaltar que eran
paganos, practicaban la idolatría y tenían costumbres bárbaras.
La propia existencia de este gran
fondo de información escrita ha generado una prevalencia de de- terminadas
estrategias de investigación, basadas casi exclusivamente en su interpretación,
aplazando la investigación arqueológica del tema, sin duda mucho más ardua y no
siempre tan rentable. Debe exceptuarse de esta tendencia el análisis de las
manifestaciones rupestres, que sí tiene una tradición en el Archipiélago,
aunque el habitual retraimiento de los arqueólogos canarios motive que ese
trabajo trascienda poco fuera de las islas. A su vez, los estudios
arqueoastronómicos pueden considerarse pioneros dentro del Estado (entre otros,
J. Cuenca, 1991; J. A. Belmonte, 1994; C. Esteban et al., 1994; J. Barrios,
2004). Todo lo contrario sucede con las restantes evidencias arqueológicas.
Desde hace años J. Cuenca (1996, 1997) estudia los yacimientos de Gran Canaria
que pudieran derivarse de una actividad simbólica y ritual aunque su trabajo permanece
inédito en su mayor parte. No- sotros desarrollamos una línea de investigación
análoga y, con un equipo, hasta ahora nos hemos centrado sobre todo en La Gomera (J. F. Navarro,
1992, 2003 y 2006; J. F. Navarro et al., 2001a,
2001b, 2001c, 2002a y 2002b).
En resumen, lo que sabemos de las
religiones antiguas de Canarias a través de las fuentes narrativas puede
sintetizarse en lo siguiente: En el momento de la conquista, los indígenas de
todas las islas creían en un dios supremo, sustentador del cielo y la tierra,
creador de todo lo que nacía y crecía, que estaba en el cielo y al que muchos
pruebas permiten asociar con el sol: «adorábamos al sol naciente», declararon
unos canarios esclavos del sultán de Marruecos hacia 1350. Además, en varias
islas hay indicios de una segunda divinidad astral asociada a la luna: la bula
Ad hoc semper de Urbano V (1369) dice que los canarios adoraban al sol y la
luna; y algo similar sucede con algunas estrellas.
En segundo lugar, creían en
espíritus negativos que provocaban su temor y a los que les atribuían el origen
de enfermedades y otros males. Son los «Tibicenas» de Gran Canaria, los
«Hirguanes» de La Gomera ,
el «Iruene» de La Palma
o el «Guayota» de Tenerife. Se manifestaban
con formas fantásticas y aterradoras: grandes perros lanudos en La Palma , enormes machos
cabríos erguidos sobre sus patas posteriores en La Gomera , animales
inverosímiles y quizás también tortugas marinas en Gran Canaria.
Por último, existía el culto a
los espíritus de los antepasados o, mejor dicho, diversas formas de
relacionarse los vivos con los muertos. En Tenerife los menceyes o jefes de
tribu juraban sobre un hueso del primero de su linaje, y algunas personas se
inmolaban voluntariamente para llevar
mensajes de los vivos a los muertos. En Fuerteventura y Lanzarote invocaban a
los espíritus de sus antepasados, que «andaban por los mares y venían … en
forma de nuvecitas a las orillas del mar, los días maiores del año, quando hacían
grandes fiestas… a la madrugada el día de
el maior apartamento del sol en el signo
de Cáncer i que a nosotros corresponde el día de San Juan Bautista» (F.Morales,
1978: 439). Además, en nuestra opinión, los antepasados y, sobre todo, las
antepasadas jugaron un papel destacado en los cultos familiares, pues así
interpretamos la presencia de figurillas femeninas en ámbitos domésticos de Gran
Canaria.
«CASAS DE ORACIÓN»
Las fuentes mencionan lugares de
culto en diversas islas y en otras ocasiones sólo dicen que adoraban a su dios
en lo alto de las montañas. La montaña era el espacio intermedio entre la
tierra habitada por los hombres y el cielo habitado por sus divinidades y, por
lo tanto, el mejor para comunicarse con ellas, por lo que A. Tejera (1988) las
relaciona con el concepto de Axis mundi. Los lugares de culto mencionados son
los «efequenes» o casas de oración de Fuerteventura y Lanzarote, recintos
construidos donde ofrendaban leche y manteca; los amontonamientos de piedras de
La Palma ; las
«cuevas-iglesias» de los guanches de Tenerife; etc. Pero es en Gran Canaria
donde mayor información existe, tanto arqueológica como escrita. En una
expedición a Canarias en 1341, N. da Recco vio en Gran Canaria una capilla con
una estatua en piedra de un hombre desnudo, con un delantal de palma y una bola
en la mano. Mucho más tarde, Andrés Bernaldez (F. Morales, 1978) menciona una
casa de oración llamada «Atorina» presidida por un conjunto escultórico de
madera integrado por una mujer desnuda, a sus pies una cabra y un cabrón
copulando, y ante ella derramaban leche y manteca en ofrenda. Leonardo Torriani
y Fray Juan de Abreu Galindo describieron las casas de oración basándose en un
manuscrito antiguo. En ellas «se encomendaban al Dios que estaba en lo alto, que
decían Almogaren, que es «casa santa»; las cuales rociaban todos los días con leche, y para ello tenían
muchas cabras diputadas, y no les quitaban los garañones en todo el año, porque no les faltase la
leche» (J.Abreu, 1977: 156). A partir de entonces, el término «Almogaren» ha
tenido gran predicamento en la literatura arqueológica, aplicándose con cierta
liberalidad a diversos tipos de estructuras excavadas en la roca, generalmente
con cazoletas y canalillos que se presupone estaban relacionados con el vertido
de líquidos, aunque es más que probable que no todos estos yacimientos tengan
que ver con lo que describió Abreu. Sin embargo, sí se asemejan bastante a la idea
expresada por nuestro historiador algunas cuevas artificiales de traza muy
distinta a las habituales cuevas-vivienda, que suelen incorporar pinturas y
grabados rupestres en sus paredes y, a menudo, una hornacina o un poyo en la
pared del fondo. Un ejemplo claro de ello son la Cueva Pintada de la Montaña de Tunte (Foto 1)
y el «almogaren» del Bentaiga, ambos de estructura análoga, también las cuevas
con múltiples trián- gulos púbicos grabados en sus paredes (Foto 2), a menudo
ubicadas en lo alto de riscos, como Los Candiles, Cueva Caballero, Cagarrutal,
Los Pilares, Risco Caído, etc.
Hubo dos grandes santuarios en lo
alto de impresionantes riscos de esta isla, «Tirma» y «Umiaga» o «Amagro».
Existen dudas sobre si Umiaga estaba en el entorno de los Riscos Blancos de
Tirajana o en lo alto de la
Fortaleza , un reducto natural de altos riscos con su acceso
protegido por una muralla, donde un contingente indígena se atrincheró y fue
asediado en los últimos episodios de la conquista, y al que en las crónicas se denominaba
«Ansite». Tirma es una espaciosa zona amesetada al oeste de la isla, con
diversos yacimientos aún sin estudiar, pero cuyas tipologías a priori no
parecen responder a ámbitos domésticos. La misma consideración sacra tenían los recintos donde vivían las
«harimagua- das» (adolescentes vírgenes dedicadas al culto), a los cuales se
llamaban «Tamogante en Acoran» («casa de dios»). Todos esos espacios
sacralizados, tanto «Tirma» y «Umiaga», como los «Almogarenes» y las propias
«Tamogante en Acorán» tenían para los canarios un estatus que los europeos
juzgaron análogo al de sus templos cristianos,
«guardándolos y reverenciándolos como a Iglesias». Y si alguien que
había infringido una ley se acogía a ese sitio, no se podía emplear contra él
la fuerza ni lo podían sacar contra su voluntad, pues era suelo sagrado fuera
de la jurisdicción de los hombres y sus leyes.
Pero, al margen de esos dos
grandes santuarios, las cumbres de Gran Canaria contienen numerosos yacimientos
con estructuras construidas y/o excavadas, algunas conocidas de viejo pero la
mayoría descubiertas recientemente por investigadores como J. Cuenca, que las
ha asociado con prácticas rituales o les ha atribuido una función astronómica
(J.Cuenca, 1991, 1996 y 1997), aun- que en realidad la mayoría permanecen
inéditas o incluso sin estudiar, salvo casos muy concretos. En unos casos se
trata de recintos circulares u ovales delimitados por muros bajos, algunos con
torretas internas, y a veces presentando orientaciones astronómicas o alineadas
con el Teide, que emerge en la lejanía. Son muy comunes en las crestas del
fragoso relieve del SO de la isla
los grupos de torretas de piedras de
hasta 2 m. de altura, normalmente alineadas, que en algunos pocos casos están
junto a poblados, pero la mayoría forman conjuntos independientes o asociados a
recin- tos no habitacionales; son análogas a otras que aparecen asociadas a
túmulos preislámicos norteafricanos. En lugares habitualmente elevados de toda
la geografía insular, existen plataformas artificiales rebajadas en la roca, al
aire libre, con cazoletas y canales excavados (Foto 5), que han venido siendo
denominadas «almogarenes», por prejuzgar que en ellas se ofrendaba leche u
otras sustancias, tal y como describen las crónicas de la conquista que se hacía
en las casas de oración-almogarenes, pero esa función no ha sido demostrada aún
empíricamente, sencillamente porque aún están por estudiar. Las cuevas
artificiales como las descritas más arriba constituyen un espectacular
exponente, donde se combinan el grafismo y el simbolismo con la arquitectura
troglodita e incluso los puntos de luz, para crear espacios sugerentes con
diversas soluciones: salas cuadrangulares
de techo plano, con hornaci- nas o un poyo en la pared del fondo; o de
planta circular con techo abovedado muy alto; los grabados y pinturas ocupan la
pared del fondo, también parte de las laterales e incluso la totalidad de
ellas. Recientemente se han localizado
en la cima de la Montaña
de Hogarzales grupos de pireos como los de La Gomera y El Hierro, pero permanecen sin excavar
de momento (E. Martín et al., 2001).
De hecho, en casi todas las islas
hay diversos tipos de evidencias en las cimas de montañas, que no tienen nada
que ver con asentamientos humanos, y han sido relacionadas hipotéticamente con
las creencias y prácticas mágico-religiosas. Pero no basta con meter en ese
saco tan elástico a todo aquello para lo que no tenemos otra explicación, sino
que esas hipótesis o meras especulaciones hay que confrontarlas y explicarlas.
Entre 1994 y 1995 abordamos el
proyecto de investigación Garajonay:
arqueología de las mon- tañas, que pretendía contrastar las hipótesis generadas
respecto a las estructuras que la literatura arqueológica canaria viene denominando
«pireos» o «aras de sacrificio», hasta entonces identificadas en tres cimas de
montañas de la isla de La
Gomera y en varias lomas de El Hierro. Durante las cam- pañas
de prospección se localizaron 56 conjuntos, algunos de los cuales superan las veinte
estructuras, así como un número menor de estaciones de grabados rupestres y de
cazoletasanalillos. En 1999-2000, dentro del proyecto Aras de sacrificio de las
Islas Canarias: función y origen, se excavó el conjunto de pireos del Lomo del
Piquillo. Entre 2000 y 2005 se han realizado nuevas prospecciones y
excavaciones en el Parque Nacional de Garajonay, en el marco de otros dos
proyectos, de manera que hoy conocemos cerca de 70 conjuntos de aras.
En lo alto de montañas, roques y
lomos de manifiesta altura en una isla ya de por sí muy abrupta (Foto 6),
encontramos un gran número de pireos, construcciones de las que distinguimos
tres tipos: simples, complejas y «tipo Garajonay. La mayoría se encuadra en el
primer grupo: No suelen exceder los 2 m. de diámetro y están formadas por un
murete circular u oval de piedras, delimitando un espacio que constituye la
cavidad de combustión; a veces en el exterior hay una o más piedras alargadas y
de notable tamaño hincadas verticalmente. Estos pireos simples se habían identificado
desde el siglo XVI en la isla de El
Hierro, pero en La Gomera
son mucho más abundantes que en el resto del
Archipiélago. El segundo tipo es
menos habitual y de momento exclusivo de La Gomera : Son más sólidas y de mayor tamaño, con
planta oval o cuadrangular, con varias cavidades de combustión en su interior.
El Tipo Garajonay es una evolución del
anterior y de momento sólo se conocen en el yacimiento que les da nombre; es
una plataforma de piedras suficientemente estable como para deambular sobre
ella, con su perímetro delimitado por grandes bloques y que alberga encima de
ella varios pireos simples ubicados a sotavento.
Las evidencias fáunicas son las
más abundantes, con gran diferencia, seguidos por fragmentos de carbón,
concentradas en las cavidades de combustión, aunque su carácter dinámico suele
generar manchones de cenizas y huesos al exterior. En su casi totalidad son
restos de cabras y ovejas y, sólo ocasionalmente, de cerdo y peces; en los
ovicápridos están representados todos los rangos de edad, pero dominan las
hembras adultas, seguidas de ejemplares jóvenes y neonatos; son
mayoritariamente huesos de las patas y de la cabeza, que fueron quemadas sobre
un soporte y sus residuos vertidos a la cavidad de combustión, sufriendo
torsiones y fracturas de origen térmico debido a las altas tem- peraturas
alcanzadas y los sucesivos recalentamientos, aunque la exposición ambiental
contribuyó también al alto índice de fracturación. Recientes excavaciones en el
Alto de Garajonay, la cúspide de la isla, han demostrado que no sólo se
quemaban animales, sino también alimentos vegetales, como granos de cebada,
frutos de la palma canaria, gramíneas silvestres, etc.
Entre las manufacturas, la
industria lítica ocupa el primer lugar, generalmente distribuida por la propia
construcción y sus alrededores. La mayor parte de las piezas están elaboradas
sobre rocas volcánicas de grano grueso, como los basaltos o la tefrita, un
menor porcentaje sobre disyunciones columnares y un número testimonial sobre
vidrio volcánico. Se distinguen entre ellos piezas de gran formato sobre
bloques o lascas, vinculadas al trabajo de la madera u obtención de leña y la
prepara- ción del terreno, y otras sobre lascas menores o sobre disyunciones
columnares, que debieron usarse en la matanza y despiezado de los animales.
Asimismo, existen pruebas evidentes de talla local, lo que demuestra que
algunas piezas fueron fabricadas in situ. Son comunes los fragmentos
termoalterados de unos peculiares objetos elaborados en toba y otras rocas con
propiedades termoconductoras. Se trata de unas pequeñas pilas con el seno poco
profundo y unas placas discoidales con círculos con- céntricos rebajados en su
cara superior; en otros casos esas piezas fueron sustituidas por grandes lajas.
Sólo eventualmente aparecen fragmentos de cerámica, algún trozo de molino, etc.
El fuego jugaría un papel
destacado en el rito, no sólo como manera de transformar y hacer llegar la
ofrenda, sino que el propio humo debió servir de elemento vaticinador, como se
explicita en algunos textos etnohistóricos. No deja de sorprender que en los
yacimientos excavados hasta ahora se usara como combustible mayoritario el
pino, siendo así que estos árboles eran muy escasos en la isla y, además,
bastante alejados de esos sitios. Valoramos si el esfuerzo de desplazarse
largas distancias para recolectar esta leña, a pesar de que abundaran otras
especies arbóreas y arbustivas en el mismo yacimiento y su entorno, se debe
sólo a sus singulares propiedades como combustible o si, además, esta leña rara
tendría un valor simbólico añadido. Unos pocos textos que aluden a los
adivinos, personajes con singular protagonismo en el terreno ideológico y
político, nos ilustran sobre el destino del sacrificio: «vajó de la montaña un
hombre a quien estimábamos más que a otro... porque era el que componía todas las querellas... hijo de un adivino, su
nombre Aguamuge, quien le dio regla para saber lo que avía de suceder... de
parte de aquel Señor de Sobre Todo a quien ellos daban aquel diezmo que
quemaban» (P. A. del Castillo, 1948-1950: 206-207). «Juan Negrín,... natural de
la Gomera , que antes se nombraba Guagune hijo de Miguan
y nieto de Aguamuge, de los primeros y
más principales naturales de aquella isla, quien le dio regla para saber lo que
avía de suceder.... de parte de aquel Señor Sobretodo a que ellos ofrecían el
diesmo, que quemaban los frutos que les
dava.» (L. de La Rosa , 1960: 200).
Los conjuntos de pireos, a los
cuales no dudamos en referirnos como santuarios, tienen unas cualidades que por
orden de prioridad son: 1) altitud dominante respecto al entorno; 2) ubicación
junto al abismo; 3) dominio visual sobre el territorio; 4) intervisibilidad con
otros conjuntos análogos. Estas cualidades son más acusadas en aquellos sitios
con mayor complejidad arqueológica. Las relaciones territoriales, incluyendo
las formas de asociación con los asentamientos, nos inducen a interpretar este
tipo de yacimientos como pertenecientes a un mismo sistema ideológico, en el
cual existió una. Hemos distinguido tres grandes grupos, de más a menos
complejidad, basándonos en la cantidad y morfología de las estructuras que los
integran y en las cualidades subjetivas de los mismos: A) Garajonay, santuario
a escala insular situado en el mismo centro geográfico de la isla y en la
montaña más alta (1487 m.s.n.m.), refugio de los gomeros en momentos de peligro
sin que tenga condiciones defensivas, por lo que probablemente era suelo
sagrado como los de Gran Canaria. B) Tres grandes santuarios (de 20 a 36
estructuras identificadas) situados en el SO de la isla, a cotas algo más bajas
(entre 808 y 1243 m.s.n.m.), sobre montañas y crestas muy destacadas en el
paisaje y que tienen especiales condiciones de visualidad y visibilidad,
presidiendo en su entorno inmediato espacios de claro contenido simbólico
(grandes necrópolis, manifestaciones rupestres, etc.). C) Conjuntos de tamaño
medio y pequeño (entre 12 y 2 estructuras), sobre lomos, crestas y roques menos
destacados, la mayoría por debajo de los 600 m.s.n.m. y cercanos a poblados,
con una relación de intervisibilidad respecto a los grandes santuarios, que
probablemente fuesen santuarios familiares creados con posterioridad, a medida
que se iban desgajando nuevos grupos de parentesco del tronco común.
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