En alguna otra ocasión hemos afirmado que las
fuentes documentales de nuestro pasado prehispánico presentan ciertas
limitaciones. Al condicionamiento cultural de los cronistas e historiadores
debemos añadirle no pocas extrapolaciones injustificadas, sin olvidarnos de
todo tipo de erratas, mistificaciones y errores, presentes en este ámbito
como en cualquier actividad llevada a cabo por el ser humano.
Muchas de estas trabas saldrán a nuestro
encuentro cuando empecemos a indagar cómo eran los encargados de mirlar los
cuerpos de los difuntos en las antiguas sociedades amazighes de
Tenerife y Gran Canaria.
A pesar de todo, iniciamos hoy una pequeña serie
de artículos dedicada a la figura de los embalsamadores. En el presente
texto, analizaremos los testimonios recogidos por los primeros cronistas de
Canarias, es decir, aquellos que vivieron hasta los años inmediatamente
posteriores al final de la Conquista (ss. XV-XVI), dejando las fuentes
documentales de los siglos XVII-XIX para un segundo y último capítulo.
Vnum hominem probum
Diogo Gomes de Sintra visitó el archipiélago
canario entre 1460 y 1463, pero la relación de su viaje, redactada en latín por
Martín Benhain, de Nuremberg, se realizaría años más tarde, sobre 1485. De
todos modos, el navegante portugués nos proporciona una de las primeras
noticias sobre los xaxos, cuando anota que, tras preparar con manteca el
cadáver de su rey, los guanches:
[...] lo ponen o envían a una cueva, y delante
de ella colocan para custodiarlo a un hombre de bien que por su honradez
testimonie si se le caen sus cabellos o piel durante un año. Y si se le caen
los cabellos, lo tienen por un gran pecador; y si no, lo tienen por un buen
varón. Y se reúnen todos y celebran un gran convite, y le tributan los mayores
honores [Gomes de Sintra (ca. 1485) 1940: 99].
Según el cronista, una vez finalizado el convite,
el custodio era acompañado a un «lugar peligroso», desde donde se
arrojaba al mar para acompañar a su rey en el otro mundo.
Gomes de Sintra no se refiere de manera explícita
a los embalsamadores, aunque el papel desempeñado por el mencionado «hombre
de bien», último responsable de la conservación del cadáver, puede
prestarse a múltiples interpretaciones. En general, la tradición resulta
extraña para nosotros, del mismo modo que debió de sorprender a nuestro
navegante. Sin embargo, el ritual descrito debe de tener su lógica
histórica en el contexto de un pueblo que concebía su existencia y su cultura a
través de tres instancias de una misma realidad: subterránea (de los muertos),
superficial (material) y espiritual. La muerte solo constituía un mero tránsito
(Reyes 2006: passim).
Respectados provilísimos
Tras descartar una posible alteración del texto
por parte de Marín de Cubas –copista del manuscrito original entre 1682 y
1687–, la crónica de Antonio Cedeño (ca. 1490) parece ser la primera que repara
en algunas de las características de los embalsamadores. De forma escueta, y
tras hablarnos del proceso de conservación de los cadáveres, el conquistador afirma
que: «Hauía hombres y mujeres diputados para ser
amortajadores y enterradores que eran respectados provilísimos en la república
a los quales las demás jente negaba el comerçio i trato» [Cedeño (ca. 1490)
1993: 380].
No deja de sorprendernos que Cedeño mencione,
exclusivamente, a «enterradores» y «amortajadores». Sin embargo,
tanto el contexto de la cita como el trato social que ésta recoge, invitan a
pensar que el conquistador toledano está haciendo referencia a los mirladores.
Este extremo se confirma si comparamos su testimonio con los que,
posteriormente, y de forma algo más extensa, elaborarán otros cronistas.
Abreu Galindo, o quien quiera que fuese el autor
de la Historia que se le atribuye, es uno de ellos. El franciscano no
define el grado de exclusión social padecido por los embalsamadores, pero su
testimonio nos sirve para confirmar que el proceso de conservación de los
cadáveres era ejecutado por gente muy concreta. Para Gran Canaria, señala que, «para
preparar y conservar lo[s] cuerpos difuntos, había hombres diputados y
señalados para los varones, y mujeres para las hembras» [Abreu Galindo (ca.
1590) 1977: 162-163], siendo ésta una de las pocas referencias documentales
sobre los mirlados canarios. Por otro lado, para la isla de Tenerife, el supuesto
franciscano indica que:
[...] había hombres y mujeres que tenían
oficio de mirlar los cuerpos, y a esto ganaban su vida, desta manera que, si
moría hombre, lo mirlaba hombre, y la mujer del muerto le traía la comida; y si
moría mujer, la mirlaba mujer, y el marido de la difunta le traía la comida; y
servían éstos de guardar el cuerpo difunto, no lo comieran los cuervos y
guirres y perros [Abreu Galindo (ca. 1590) 1977: 299-300].
Por su parte, fray Alonso de Espinosa [(1594)
1980: 45] coincide con Cedeño al indicar que aquellos hombres y mujeres «eran
conocidos, no tenían trato ni conversación con persona alguna ni nadie osaba
llegarse a ellos, porque los tenían por contaminados e inmundos; mas ellos y
ellas tenían su trato y conversación», a la vez que contradice a Abreu
Galindo al matizar que «cuando ellas mirlaban alguna difunta, los maridos
les traían la comida, y por el contrario».
También las Antigüedades del médico y
poeta Antonio de Viana [(1604) 1991: canto I, 100] se hacen eco de las técnicas
de conservación de los cadáveres practicadas en la isla de Tenerife. En su Poema,
y seguramente inspirado por la obra de Espinosa, Viana dedica los
siguientes versos a los embalsamadores:
y para aqueste efecto de mirlarloshabía ciertos hombres y mujeres,
que esto tenían por común oficio,
haciendo habitación a solas juntos
sin que con ellos conversase alguno,
que dellos presumían menos precio,
y a todos los tenían por inmundos,
y así se conocía su linaje.
Como hemos podido comprobar, los primeros
cronistas de Canarias, aquellos que vivieron en las Islas o visitaron el
Archipiélago durante los años inmediatamente posteriores al final de su
Conquista (ss. XV-XVI), representaban a los embalsamadores como una casta
específica que llevaba a cabo una función muy concreta, por la que, además, era
marginada y excluida del resto de actividades sociales.
Sin lugar a dudas, la proximidad temporal entre
las fuentes etnohistóricas de los siglos XV y XVI y la realidad social que
éstas describen es un elemento que juega en favor de aquellos primeros
cronistas. Aunque, como veremos en el próximo capítulo, el cambio de siglo
traería consigo nuevas fuentes... y nuevas teorías.
Autor:
Néstor Bogajo en Mundo Guanche
Fuentes
ABREU GALINDO,
Juan de. 1977 (ca. 1590). Historia de la conquista de las siete islas de
Canaria. Edición crítica con introducción, notas e índice por A. Cioranescu.
S/C de Tenerife: Goya.
CEDEÑO, Antonio. 1993 (ca. 1490). Brebe resumen y historia muy verdadera de
la conquista de Canaria scripta por Antonio Cedeño natural de Toledo, vno de
los conquistadores que vinieron con el general Juan Rexon, en Morales
(1993: 343-381 + 1 lám.).
ESPINOSA, Alonso de. 1980 (1594). Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Introducción
de Alejandro Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.
GOMES DE SINTRA, Diogo. 1940 (ca. 1485). De insulis primo inventis in mari
occeano occidentis, et primo de Insulis Fortunatis, quae nunc de Canaria
vocantur, en Bonnet (1940: 96-100) y Santiago (1947: 539-550).
VIANA, Antonio de. 1991 (1604). Antigüedades de las Islas Afortunadas. Edición
de María Rosa Alonso. Canarias: Gobierno de Canarias (SOCAEM), 2 vols.
(Biblioteca Básica Canaria, 5).
Bibliografía
BONNET Y REVERÓN, Buenaventura. 1940. «Un manuscrito del
siglo XV. El navegante Diogo Gómez en las Canarias». Revista de Historia
Canaria 51-52: 92-100. La Laguna: Universidad.
MORALES PADRÓN, Francisco. 1993. Canarias: Crónicas de su Conquista. Transcripción, Estudio y Notas. Las Palmas de Gran Canaria: Museo Canario-Ayuntamiento.
REYES GARCÍA, Ignacio. 2006. Voces del poder en el amazighe insular. S/C de Tenerife: Foro de Investigaciones Sociales.
SANTIAGO, Miguel. 1947. «Canarias en el llamado «Manuscrito Valentim Fernandes»». Revista de Historia Canaria 80: 539-550.
MORALES PADRÓN, Francisco. 1993. Canarias: Crónicas de su Conquista. Transcripción, Estudio y Notas. Las Palmas de Gran Canaria: Museo Canario-Ayuntamiento.
REYES GARCÍA, Ignacio. 2006. Voces del poder en el amazighe insular. S/C de Tenerife: Foro de Investigaciones Sociales.
SANTIAGO, Miguel. 1947. «Canarias en el llamado «Manuscrito Valentim Fernandes»». Revista de Historia Canaria 80: 539-550.
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