Leonilo Molina Ramírez y Jesús Quesada Medina
Este sábado, 15 de julio, se
cumple el 30 aniversario de un acontecimiento que supuso un soplo de libertad y
esperanza para Gran Canaria. El 15 de 1976, cerca de 2.000 personas
participaban en una manifestación, reivindicando la protección de nuestro
patrimonio histórico. Jóvenes galdenses habían conseguido movilizar a la
sociedad grancanaria para que denunciara la situación de abandono en la que se
encontraba la necrópolis de La Guancha. Artistas como Tony Gallardo, Martín
Chirino, Pepe Dámaso y Jane Millares secundaron la convocatoria, uniendo sus
voces a los de una multitud de jóvenes llegados desde todos los puntos de la geografía
insular. Cuando aún se sentía la presencia del régimen franquista y se
presentía la llegada de la democracia, Gáldar se levantó para exigir el cuidado
y conservación de su patrimonio arqueológico, y con ella se levantó toda la
isla. Banderas canarias con las siete estrellas verdes, pancartas, mucha
ilusión y deseos de cambio se crecían al grito de “La Guancha Canaria, la
Gáldar Milenaria”.
Ahora, treinta años
después de aquella manifestación, hito histórico en su momento, en la que se
reivindicaba un trato digno para el yacimiento prehispánico de la necrópolis de
La Guancha; el paso del tiempo –la desidia, quizá– se han encargado de
evidenciar el escaso, o nulo, efecto que tuvo aquélla. Eso es, al menos, lo que
se desprende de observar el estado actual, de todos y cada uno de los
yacimientos reconocidos en Gáldar. Coincidiendo con el aniversario de aquella
manifestación, de la que se hizo eco la prensa local de la época, hemos
realizado un recorrido por todos los yacimientos prehispánicos que se “conservan”
en el municipio, sin otro objeto que contemplar si el transcurso del tiempo
hizo caer en el olvido la reivindicación que, entre otras consignas, coreaba: Que
me limpien, que me limpien, que me limpien El Agujero. En cuanto a ésta,
transcurridos los treinta años, todavía mantiene la vigencia, ahora más si
cabe, pues no sólo se respira suciedad y abandono en el de El Agujero, también
sucede de igual manera en el resto de los yacimientos sembrados por la costa de
Gáldar, comprendida entre El Frontón y El Juncal.
En la prensa de la
época, concretamente en el vespertino Diario de Las Palmas del día 15
de julio de 1976, firmado por Antonio Cardona Sosa, se puede leer, con
respecto a dicho asunto, entre otras cuestiones, lo siguiente: (...) Cuando
hace unos meses nos desplazamos allí, la impresión sentida fue de desplome e
indignación. Unas piedras que han formado el hueco donde hombres canarios
tuvieron su última sepultura estaban cruzadas, separadas por una pista,
rodeados de “cajones” de cemento. Más abajo, y a la izquierda de la misma
pista, otro grupo de sepulturas se presentaba cubierto por una vegetación
introducida que allí se plantó no sabemos con qué fines pero, eso sí,
desfigurando el originario aspecto. Además, convertido en un basurero, como
parte de lo que ya habíamos visto. A la derecha, otros dos túmulos donde es
evidente la diferencia en la construcción, se insistió en un detalle muy
significativo: las paredes de los túmulos, como otras de viviendas antiguas que
hemos visto, se hace a base de la habilidad de quienes las construían –como aún
se ha mantenido en Fuerteventura– evitando el calzarla con pequeñas lajas o
guijas, normalmente unas sobre otras buscando el asentamiento adecuado. Se
atribuyen éstos a lo que se hizo cuando la película Tirma, ella allá
por 1964, como parecido sucedió en Cuatro Puertas de Telde y en
Las Moradas de Tejeda, a la izquierda de la bajada para Los Roques. Tras
estos vestigios de Gáldar, prehispánicos, modernos o trasladados para conservar
los originales –que también se apunta como posible– está el mayor de La
Guancha, donde aún se pueden ver pequeños trozos o partes de restos humanos y
las sepulturas cuyas paredes mayores ya denotan el paso de tanta gente que por
allí ha hollado (...).
Hasta aquí, la cita literal de lo que se comentó y describió en relación con la necrópolis de La Guancha. Treinta años después, nosotros queremos comenzar nuestra ruta, precisamente en ella. Pretendemos comprobar, in situ, qué mejoras le ha deparado al yacimiento la toma de consciencia de otorgar importancia a la conservación de nuestro patrimonio, con el transcurso del tiempo.
Hasta aquí, la cita literal de lo que se comentó y describió en relación con la necrópolis de La Guancha. Treinta años después, nosotros queremos comenzar nuestra ruta, precisamente en ella. Pretendemos comprobar, in situ, qué mejoras le ha deparado al yacimiento la toma de consciencia de otorgar importancia a la conservación de nuestro patrimonio, con el transcurso del tiempo.
Así pues, la primera
etapa en nuestro recorrido por parte del patrimonio arqueológico galdense, se
localiza en la Necrópolis de La Guancha que, recordemos, fue la que motivó en
su día la ya citada manifestación. Lo primero que se nos presenta a la vista,
sin entrar en excesivo detalle, es su estado de abandono, con la sola excepción
del vallado perimetral que, en alguna zonas del mismo, se ha sustituido por la
corrosión a la que lo somete el ambiente marino de la zona. No olvidemos (quizá
resulte ocioso recordarlo), nos encontramos en la playa de El Agujero. Así, la
acción de la brisa marina, y su efecto corrosivo, es una constante que incide
sobre todos aquellos materiales susceptibles de sufrir dicho efecto. Es el caso
también, aparte del referido vallado, de los soportes de los distintos paneles
informativos localizados en el interior del recinto, por la naturaleza del
material que los conforma, presas de la misma corrosión. Tanto que, en algunos
casos, incapaces de soportar su acción, yacen tirados por el suelo.
Es cierto que, en honor
a la verdad, los túmulos, en cuanto a la suciedad que soportan, si nos atenemos
a los datos que se citaron, procedentes de la información de la época, están
mucho más limpios que hace treinta años. Al menos, tras su vallado y el cierre
de las puertas de acceso, resulta más difícil poder entrar a depositar basura,
cuando no otras sustancias de desecho pues los túmulos, suplieron durante
muchos años la ausencia de baños públicos en la zona. Por cierto, el trascurso
del tiempo ha hecho que éstos sigan sin ser una realidad; pero se trata de otro
asunto, que no es objeto de nuestra ruta de hoy. Aunque, por estar en su
mayoría en buen estado, hemos mencionado la dificultad para acceder al interior
del recinto, esto no es estrictamente cierto porque, bien por el deterioro del
muro que soporta un vallado en una zona, bien por no estar enganchada más que a
un soporte, en otra el acceso es, a pesar de lo expuesto, posible.
Según la crónica de la época, de la que hoy recordamos su treinta aniversario, la carretera que cruzaba el terreno, dejando a ambos lados los túmulos, se trasladó fuera del recinto vallado y, por aquello de darle un toque de vegetación, plantaron palmeras a lo largo del camino que coincide con la valla, que por su estado de conservación, podemos asegurar, sin miedo a equivocarnos, que no van a ser presas del picudo rojo.
A pesar de poseer la correspondiente instalación de riego localizado, alguien no localiza la válvula que permite que fluya el agua, por lo tanto, las palmeras permanecen a expensas de la lluvia que, a la vista del estado deplorable que presentan, debe ser bastante escasa.
Según la crónica de la época, de la que hoy recordamos su treinta aniversario, la carretera que cruzaba el terreno, dejando a ambos lados los túmulos, se trasladó fuera del recinto vallado y, por aquello de darle un toque de vegetación, plantaron palmeras a lo largo del camino que coincide con la valla, que por su estado de conservación, podemos asegurar, sin miedo a equivocarnos, que no van a ser presas del picudo rojo.
A pesar de poseer la correspondiente instalación de riego localizado, alguien no localiza la válvula que permite que fluya el agua, por lo tanto, las palmeras permanecen a expensas de la lluvia que, a la vista del estado deplorable que presentan, debe ser bastante escasa.
El acceso principal no
desentona con el resto del conjunto. Para llegar hasta la puerta hay que
superar una escalinata de cantería de Gáldar que, a pesar del escaso número de
visitantes que la transitan, ya muestra un evidente estado de deterioro; el
mismo que soporta el cartel anunciador, metálico, que sustituyó al anterior de
madera, observable en la fotografía que acompañaba al artículo de la época, ya
citado. De difícil lectura, y hasta tal punto, que el propio Ayuntamiento de la
ciudad es capaz de colocar carteles anunciadores de actividades ajenas al
conjunto arqueológico.
Continuando con nuestra ruta, todavía sin
abandonar El Agujero, por el camino que conduce hasta Bocabarranco, nos
encontramos tres construcciones más que, a pesar de tener sus correspondientes
carteles anunciadores, no han sido respetados en cuanto al espacio que queda
entre ellos y las edificaciones cercanas, unas anteriores a la época del vallado,
otras de nueva factura, que han obviado la presencia de los túmulos. El último
de los tres, el más cercano a Bocabarranco, aunque está delimitado por una
empalizada, es accesible, pues la misma deja entre sus elementos espacio
suficiente para poder entrar en el recinto. En torno al mismo, dando muestras
de estar inmerso en la civilización, se puede comprobar cómo el servicio
municipal de limpieza, igual que el resto de las instituciones con
responsabilidad en el patrimonio, lo tienen olvidado.
Reanudamos nuestro periplo y abandonamos El Agujero, sintiendo el mismo sentimiento que tuviese, allá por 1976, el escritor de la crónica: desplome e indignación. Nos dirigimos hacia la zona de El Clavo, donde encontraremos otro yacimiento. De menores dimensiones que el de La Guancha, no tienen nada que envidiarse, en lo que al estado de conservación se refiere. Éste lo encontramos, también cercano a la costa, medio oculto entre viviendas y cultivos de plataneras, así como, en uno de sus laterales, lo que en su momento debió ser un almacén. Entre éste y el yacimiento se encuentra un aljibe, que en su día suministrase agua al almacén.
Tampoco en esta ocasión
podemos acceder a su interior pues, del mismo material que el de El Agujero,
también tiene vallado su escaso perímetro. Tal circunstancia no impide que, en
una de las construcciones, con unas maderas y plástico negro, tenga una especie
de techo. No goza de mejor conservación el resto del yacimiento, tanto es así
que una de las construcciones está rellena con grava. Otra duda, difícil de
disipar, es si realmente los límites establecidos por el vallado son reales o
no. Es decir, que si se conserva la totalidad del yacimiento o, por el
contrario, sólo una parte de éste. La duda, evidentemente, surge de la presencia
de construcciones y actividades distintas a lo que es el yacimiento, sin que
medie espacio alguno entre ellos.
Nos alejamos de El Clavo
(ya todo lo que era posible observar se vio), ahora en dirección a Botija,
donde nos aguarda el próximo, y último, yacimiento de nuestra ruta. También,
nuestra partida arrastra el mismo sentimiento de impotencia que en la anterior
ocasión.
Ya allí, en Botija, en
la zona de su yacimiento, donde se llega tras una buena batida de riñones, por
el olvido al que está sometida la carretera de acceso, nuestra primera visión
–aunque no nos sorprende tras la visita de los dos anteriores– nos conduce a
otro brote de ira. La zona donde se localiza el yacimiento, también delimitada
en todo su perímetro, a diferencia de las anteriores, no está rodeada de
“civilización”, si exceptuamos la cocina de gas –horno incluido– que
localizamos en la cara frontal del muro de piedra que define el área de los
restos prehispánicos. En esta misma cara se ubica la puerta de entrada, en esta
ocasión nada nos impide penetrar pues permanece abierta; una de las dos puertas
que constituyen el acceso al recinto perdió algunas de sus bisagras, pendiente
de perder la última para caer al suelo. Sobre el muro de piedra, en una parte
importante del mismo, se observa un vallado que, debe ser por la dificultad
para acceder desde el exterior, se interrumpe en uno de los laterales –un
amplio tramo– permitiendo así observar sin dificultad la pequeña cala sobre la
que nos colocamos. Otra de las características de los restos de Botija, una
constante que también se repite en los anteriores, es su estado de abandono y,
por lo que se puede observar, la aparente ausencia de una excavación seria que
delimite el yacimiento y que, al ser construcciones semienterradas, evidencie la
posible existencia de otras. También, por qué no hacerlo constar, una
restauración a cargo de personal especializado.
Tras la visita a los
tres yacimientos, como ya expresamos, también nos embarga un sentimiento
similar al del cronista de hace hoy treinta años. Sin embargo, en aquella
ocasión, no gozábamos de las ventajas de la democracia, es decir, de la
posibilidad de pedir responsabilidades a quienes, ante el estado de las cosas,
parecen carecer de ellas. Recordemos que, en el año 1976, todavía el viejo
régimen daba los últimos coletazos, pues como se pudo comprobar, no murió con
él la rabia. Ahora, cuando han transcurrido –de forma baldía, a tenor de lo
observado– treinta años, gran parte de ellos en democracia, la situación del
patrimonio arqueológico galdense –excluyendo la Cueva Pintada– permanece tal
cual.
¿Qué ha sucedido, a lo
largo de estos treinta años, para que todo permanezca igual, o más deteriorado?
Ciertamente no lo sabemos. Lo que sí conocemos es que, desde hace trece años,
quienes nos gobiernan –al menos eso pregonan– son nacionalistas. Eso sí, de un
nacionalismo de nueva factura pues no debe entender que una de las mayores
señas de identidad de la canariedad, esa que dicen representar, se sitúa en los
vestigios que mantenemos de nuestro pasado prehispánico, no tan lejano. Que no
todo se basa en trasladar momias al Museo Arqueológico de Tenerife pues las
razón aludida para tal petición, la falta de dignidad de su ubicación, también
es extrapolable a nuestros yacimientos, la falta de dignidad en el estado de
conservación. Probablemente, confunden las señas de identidad de la canariedad
con el hormigón de las infraestructuras.
Pero no sólo es el Gobierno Autonómico el responsable del mal estado de conservación de los yacimientos galdenses, también lo es, en un mismo plano de igualdad, el Cabildo Insular de Gran Canaria, responsable de la gestión y conservación del Patrimonio, por haber asumido tales competencias. Y aquí, los símbolos institucionales resaltan con la misma intensidad pues unos por acción, éstos, y otros por omisión, aquéllos, son responsables de tal estado de cosas.
Pero no sólo es el Gobierno Autonómico el responsable del mal estado de conservación de los yacimientos galdenses, también lo es, en un mismo plano de igualdad, el Cabildo Insular de Gran Canaria, responsable de la gestión y conservación del Patrimonio, por haber asumido tales competencias. Y aquí, los símbolos institucionales resaltan con la misma intensidad pues unos por acción, éstos, y otros por omisión, aquéllos, son responsables de tal estado de cosas.
Sin embargo, por ser su municipio donde se ubican, también se extiende la exigencia de responsabilidad al Gobierno Local pues, bien por desconocimiento bien por desidia –da igual por qué– tampoco han sabido denunciar el estado de abandono en el que se encuentra el patrimonio arqueológico local.
También a quienes, a
pesar de detentar responsabilidades de vigilancia, han mirado para otro lado
sin denunciar, al menos con la contundencia que los hechos merecen, la
situación de deterioro constante al que está sometido el Patrimonio; salvo, hay
que reconocerlo, que tales denuncias incidiesen de manera negativa en su
carrera personal hacia el público reconocimiento, situación achacable a las
flaquezas de la condición humana.
En cualquier caso, como quiera que ahora se conmemoran los treinta años del Manifiesto de La Guancha, quizá sea bueno transcribirlo. Salvo modificaciones en cuanto a la denominación de algunas instituciones, el texto del mismo, a la vista de lo observado, mantiene su total vigencia.
En cualquier caso, como quiera que ahora se conmemoran los treinta años del Manifiesto de La Guancha, quizá sea bueno transcribirlo. Salvo modificaciones en cuanto a la denominación de algunas instituciones, el texto del mismo, a la vista de lo observado, mantiene su total vigencia.
Este es su contenido:
PROCLAMA:
Hoy, a las seis de la tarde, el pueblo galdense convoca a los grancanarios, para todos darnos cita en Gáldar y manifestarnos públicamente. El fin que nos une, es dar una llamada de atención sobre el estado del Patrimonio Arqueológico de El Agujero y La Guancha, y promover la mentalización del pueblo en materia de conservación de la cultura material y espiritual canaria. La salida será a las seis de la tarde desde la explanada del Instituto Mixto de Gáldar hasta la necrópolis de La Guancha.
Pueblo galdense, grancanarios, manifestémonos por la historia y la cultura canaria en la antigua capital de Tamarán.
Hoy, a las seis de la tarde, el pueblo galdense convoca a los grancanarios, para todos darnos cita en Gáldar y manifestarnos públicamente. El fin que nos une, es dar una llamada de atención sobre el estado del Patrimonio Arqueológico de El Agujero y La Guancha, y promover la mentalización del pueblo en materia de conservación de la cultura material y espiritual canaria. La salida será a las seis de la tarde desde la explanada del Instituto Mixto de Gáldar hasta la necrópolis de La Guancha.
Pueblo galdense, grancanarios, manifestémonos por la historia y la cultura canaria en la antigua capital de Tamarán.
MANIFIESTO DE LA GUANCHA - Gáldar (1976).
La significación
de esta convocatoria exige un doble compromiso; ante la historia y ante el
futuro. Ante la historia, por saldar un lamentable déficit patriótico,
encubierto muchas veces tras una apatía secular, de cuyas responsabilidades
diversas, por conocidas, no vamos ahora a hacer una larga enumeración. Pero el
hecho real y positivo es este, el pueblo canario ha dicho BASTA y a partir de
esta toma de conciencia SE COMPROMETE por exigencias de identificación en
convertirse en guardián permanente de un legado cultural e histórico que tiene
su razón de ser en un principio muchas veces invocado y pocas veces respetado.
LA CANARIEDAD.
El hecho no presenta ni se concibe aislado. "La Guancha" es sólo un ejemplo, quizás el más lamentable de un proceso nefasto y negativo, de postergación sistemática de un patrimonio que por ser de la cultura, también lo es universal. Es así, como salvaguardarlo compete a instancias ya no sólo locales e insulares, sino regionales incluso. El llamamiento tiene por ámbito todo EL PAÍS CANARIO.
El hecho no presenta ni se concibe aislado. "La Guancha" es sólo un ejemplo, quizás el más lamentable de un proceso nefasto y negativo, de postergación sistemática de un patrimonio que por ser de la cultura, también lo es universal. Es así, como salvaguardarlo compete a instancias ya no sólo locales e insulares, sino regionales incluso. El llamamiento tiene por ámbito todo EL PAÍS CANARIO.
De cara al futuro, posibilitar a partir del compromiso de salvaguarda, la búsqueda creativa de la raíz de estas islas, cuya cultura no puede concebirse deslavazada del pasado, como tampoco sin proyección al futuro.
Que nadie se
inhiba ante la exigencia histórica y social: pues, son las FUERZAS VIVAS, las
instituciones que se precian de ser canarias, el poder, y en definitiva sus
hombres, a quienes EXIGIMOS, y advertimos, de su responsabilidad más allá de
las consabidas disculpas burocráticas. Es el pueblo canario quien, por fin, ha
hablado. Y la voz del pueblo, es nuestra voz.
Para finalizar, por si
alguien lo olvidó, transcribir también parte del texto que figura en el cartel
de la entrada de La Guancha: Las leyes españolas castigan los daños
intencionados al Patrimonio Histórico, con penas de entre 6 meses y 6 años de
prisión.
Nos cuestionamos si la intencionalidad la da sólo la acción o, también, la omisión. Las leyes, ya se sabe, son susceptibles de interpretaciones diversas. De lo que no cabe duda, si nos atenemos a todo lo expuesto, es que se está necesitando, treinta años después, una nueva manifestación denunciando el abandono a que tienen sometido nuestro Patrimonio Histórico, el manifiesto ya se tiene, incluso sin modificar lo relativo a la nueva denominación de algunas instituciones. ¡Salgamos a la calle, denunciemos la situación de nuestro Patrimonio! (Publicado en el número 113 de BienMeSabe)
Nos cuestionamos si la intencionalidad la da sólo la acción o, también, la omisión. Las leyes, ya se sabe, son susceptibles de interpretaciones diversas. De lo que no cabe duda, si nos atenemos a todo lo expuesto, es que se está necesitando, treinta años después, una nueva manifestación denunciando el abandono a que tienen sometido nuestro Patrimonio Histórico, el manifiesto ya se tiene, incluso sin modificar lo relativo a la nueva denominación de algunas instituciones. ¡Salgamos a la calle, denunciemos la situación de nuestro Patrimonio! (Publicado en el número 113 de BienMeSabe)
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