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viernes, 31 de enero de 2014

BEÑESMER




El próximo 15 de agosto los canarios y canarias de ahora, como los de antes, tenemos un compromiso con la ciencia de la astronomía y su aplicación en la elaboración de calendarios, útiles en las predicciones meteorológicas y por lo tanto imprescindibles para planificar las cosechas, tanto la siembra como la recolección, compromiso que se extiende también a nuestra historia y al reconocimiento del avanzado desarrollo científico-tecnológico de nuestros antepasados.
Esta utilísima aplicación agrícola de los conocimientos astro-meteorológicos dio lugar a la festiva denominación de Beñesmén, o fiesta de las cosechas, del 15 de agosto, por más que muchos, interesadamente, intenten, sin conseguirlo, tergiversar nuestras celebraciones ancestrales, como es el caso de la Iglesia católica, apostólica y romana, la misma que mediante la bula "Tue devotionis sinceritas", del papa Clemente VI, concedió a Luís de la Cerda el derecho a conquistar las islas Canarias (todavía sin rectificar), con su empecinamiento en que el 15 de agosto es la festividad de la Virgen de Candelaria, transgrediendo uno de sus preceptos fundamentales, denominados Mandamientos, como es el de "no levantarás falsos testimonios ni mentirás". Esta celebración tiene lugar en los municipios canarios de Candelaria y Chipude.
Este desprecio brutal a las costumbres y las tradiciones científicas y culturales no es la excepción sino la regla. Por ejemplo, el primer plenilunio de la primavera o primera luna llena de la primavera, que desestabiliza mucho la atmósfera, ocasionando importantes precipitaciones, información que utilizan nuestros agricultores en sus faenas, es otra fiesta astronómica ancestral, anterior a Jesucristo, que la iglesia católica, etc. utiliza para conmemorar su "muerte y resurrección", que se traduce en que un año este hecho ocurre en marzo, otro en abril, etc., dependiendo de cuando coincida el plenilunio. Ese es el motivo por el cual en Semana Santa siempre hay luna llena.
Otro lamentable ejemplo lo tenemos en Navidad o fiesta científica también ancestral en la que se celebra, con estrella o cometa incluido, el solsticio de invierno o día más corto del calendario solar.
Esta lamentable y caótica situación nos lleva, una vez más, a reivindicar la elaboración de un calendario festivo científico que contemple estos importantes avances del conocimiento dada la utilidad práctica de los mismos, acabando con la interesada manipulación que hacen instituciones que condenaron a morir en la hoguera al insigne Galileo por haber publicado que la Tierra giraba alrededor del sol, y no a la inversa.
El calendario propuesto debe incluir la fiesta guanche del Beñesmén, cuya rigurosidad científica viene corroborada por las interesantísimas investigaciones del profesor doctor José Barrios, del Departamento de Análisis Matemático de la Universidad de La Laguna. Según sus investigaciones, las celebraciones del 15 de agosto tienen por objeto marcar el inicio del año lunar guanche a partir de la aparición en el horizonte de la estrella Canopo, la segunda más brillante del firmamento.
El orto heliaco de Canopo, o sea, su primera aparición en el horizonte después de su periodo de invisibilidad, tiene lugar a mediados del mes de agosto, lo que utilizaron nuestros antepasados para indicar la primera luna del calendario de doce lunaciones, sincronizando el calendario lunar con el ciclo de las estaciones.
Desde hace algunos años se conmemora el día de "La Candelaria" el 2 de febrero, festivo por ejemplo en la isla de Chinet (Tenerife). Justo un día después, el 3 de febrero, se conmemora San Blas en la Gomera, festividades que, según el doctor Barrios, también estarían relacionadas con la aparición de la estrella Canopo tras la puesta del sol, acontecimiento que tiene lugar a finales de enero y principios de febrero, celebraciones documentadas igualmente en Chinet por el cronista Espinosa, que narra cómo en 1497 los colonizadores asentados en La Laguna se dirigieron a Candelaria para retener a los esclavos guanches ausentados de la ciudad lagunera. El calendario científico debe incluir la ancestral festividad del 2 de febrero, además del primer plenilunio de la primavera y los solsticios de verano (año nuevo solar guanche) y de invierno.
El 15 de agosto, los guanches de hoy y todas las personas respetuosas con nuestra cultura y tradiciones celebraremos una de las manifestaciones más multitudinarias y arraigadas en nuestro pueblo, tanto en Chinet (una vez más abarrotando los numerosos senderos que atraviesan nuestros montes) como en La Gomera y en el resto del archipiélago, mirando al sur en el horizonte del atardecer, reviviendo la mágica aparición de Canopo y con ella el mágico calendario lunar guanche.
Movimiento UPC.
Enero de 2014.

martes, 28 de enero de 2014

El increíble relato del doctor de Harvard que, después de sufrir un coma, aseguró haber conocido el Paraíso




El doctor Eben Alexander, quien sufrió un coma por meningitis, afirma que vivió una experiencia extracorporal y cercana a la muerte, y se encontró con ángeles, nubes y parientes difuntos.

En su edición de Octubre del 2012, la prestigiosa revista norteamericana Newsweek sorprendió a sus lectores con una portada y un titular que causó bastante impacto: “El cielo es real: La experiencia de un Doctor en el Más Allá”.
El artículo en cuestión se refería a la supuesta e increíble experiencia vivida por el neurocirujano Eben Alexander, quien el año 2008 sufrió un ataque de meningitis que lo dejó en estado de coma durante siete días. Lo insólito del asunto es que, durante ese lapso, el facultativo, quien hace clases regulares en la Universidad de Harvard, aseguró haber vivido una experiencia extracorporal, durante la cual se encontró con algo bastante parecido a la imagen que tenemos del Paraíso, es decir, un apacible lugar con nubes, coros celestiales, ángeles y parientes difuntos.
Alexander, en la entrevista que le concedió a esta publicación, partió explicando que “crecí en un mundo científico y, como neurocirujano, no creía en el fenómeno de las experiencias cercanas a la muerte. Siempre había creído que había una buena explicación científica para los viajes celestiales fuera del cuerpo, descritos por aquellos que escapaban a la muerte por poco. El cerebro es un mecanismo sorprendentemente sofisticado, pero extremadamente delicado. Si se reduce la cantidad de oxígeno que recibe, así sea la cantidad más pequeña, este reaccionará. No era una gran sorpresa que las personas que habían sufrido un traumatismo grave regresaran de sus experiencias con historias extrañas. Pero eso no significaba que habían viajado a algún lugar real. Y aunque me consideraba un creyente cristiano, era más de título que de creencia real”.
El viaje al Paraíso
En el otoño de 2008 las rígidas creencias del doctor Alexander cambiaron de golpe. Una meningitis bacteriana fulminante lo dejó durante siete días en un profundo estado de coma y los facultativos que lo atendieron estimaron que sus pronósticos de vida eran casi nulos.
“Durante siete días estuve en un coma profundo, con mi cuerpo sin respuestas y mis funciones cerebrales superiores totalmente fuera de línea. Pero, en la mañana de mi séptimo día en el hospital, mientras mis médicos consideraban si se suspendía el tratamiento, mis ojos se abrieron de golpe. No hay una explicación científica para el hecho de que mientras mi cuerpo estaba en estado de coma, mi mente – mi conciencia, mi yo interior – estaba viva y bien. Mi conciencia liberada del cerebro había viajado a una diferente y mayor dimensión del universo, una dimensión que nunca había soñado que podía existir y que es la misma que describen incontables personas que han vivido experiencias cercanas a la muerte u otros estados místicos”.
Alexander agregó que “hacia el comienzo de mi aventura, yo estaba en un lugar de nubes. Grandes, esponjosas, de color rosa-blanco, que se presentaron nítidamente en contraste con el profundo cielo negro-azul. Más alto que las nubes, inconmensurablemente más alto, una multitud de seres transparentes y brillantes se movían trazando arcos por el cielo, dejando largos trazos como serpentinas detrás de ellos. ¿Pájaros? ¿Ángeles? Estas palabras las registré más tarde, cuando estaba escribiendo mis recuerdos. Pero ninguna de estas palabras hace justicia a estos seres, que eran, sencillamente, diferentes a todo lo que he conocido en este planeta. Eran más avanzados. Formas superiores”.
El doctor añadió que “un sonido, enorme y retumbante como un canto glorioso, descendió desde lo alto, y me pregunté si los seres alados lo estaban produciendo.
Nuevamente, pensando en ello más tarde, se me ocurrió que la alegría de estas criaturas mientras volaban alto era tal, que tenían que emitir este sonido, y que si la alegría no salía de ellos de esta manera entonces simplemente no serían capaces de contenerla. El sonido era palpable y casi material, como una lluvia que se puede sentir en tu piel, pero que no te moja.
Ver y escuchar no estaban separados en este lugar donde ahora estaba. Podía escuchar la belleza visual de los cuerpos plateados de esos seres brillantes que estaban arriba, y pude ver la perfección creciente, alegre de lo que cantaban. Parecía que no se podía ver o escuchar ninguna cosa en este mundo sin volverse parte de ella, sin unirse con ello de alguna forma misteriosa. Una vez más, desde mi perspectiva presente, me permito sugerir que no se podría mirar “hacia” nada en ese mundo en absoluto, porque la palabra “hacia” en sí misma implica una separación que allí no existía. Cada cosa era distinta, pero cada cosa era también una parte de todo lo demás”.
El doctor, en este punto de su relato, explicó que se encontró con una mujer joven, de pómulos altos y ojos azules. “La primera vez que la vi, estábamos juntos cabalgando sobre una superficie con un intrincado patrón, que después de un momento me di cuenta que era el ala de una mariposa. De hecho, millones de mariposas estaban alrededor de nosotros, enormes y agitadas olas de ellas, que se zambullían en un bosque y volvían de nuevo a nuestro alrededor. Era un río de vida y color, moviéndose a través del aire. Ella me miró con una mirada que, si la vieras durante cinco segundos, haría que tu vida entera hasta ese punto valiera la pena, sin importar lo que haya ocurrido en ella hasta ahora. No era una mirada romántica. No era una mirada de amistad. Era una mirada que de alguna manera estaba más allá de todo esto, más allá de todos los diferentes tipos de amor que tenemos aquí en la tierra. Era algo superior, que contenía todos estos tipos de amor en sí mismo, mientras al mismo tiempo era mucho mayor que todos ellos”.
Alexander agregó que “sin pronunciar una sola palabra, ella me habló. Este mensaje, si tuviera que traducirlo al lenguaje terrenal, sería algo como esto: “No tienes nada que temer” y “Ustedes son amados y apreciados, para siempre”. Este mensaje me atravesó como un viento y me inundó con una inmensa y loca sensación de alivio. “Te vamos a mostrar muchas cosas aquí”, dijo la mujer, una vez más sin llegar a utilizar estas palabras, sino transmitiéndome directamente su esencia conceptual. “Pero eventualmente vas a regresar”. Para ello sólo tenía una pregunta. ¿Regresar a dónde? Un viento cálido soplaba, como los que surgen en los días más perfectos de verano, sacudiendo las hojas de los árboles y fluyendo como agua celestial. Una brisa divina. Esto cambió todo, transformando el mundo a mi alrededor en una octava incluso más alta, una vibración más alta. A pesar de que aún tenía una pequeña función del lenguaje, al menos la idea que tenemos de él en la Tierra, sin decir palabras comencé a formular preguntas a este viento, y al ser divino que sentía que trabajaba detrás de él o dentro de él. ¿Dónde está este lugar? ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí? Cada vez que expresé silenciosamente una de estas preguntas, la respuestas llegaron inmediatamente, en una explosión de luz, color, amor y belleza que soplaba a través de mí como una ola rompiendo. Lo más importante de estas explosiones es que no callaban mis preguntas abrumándolas. Respondían a las preguntas, pero de una forma que pasaba el lenguaje por alto. Los pensamientos me entraban directamente. Pero no era pensamiento como lo experimentamos en la Tierra. No era vago, inmaterial o abstracto. Estos pensamientos eran sólidos e inmediatos, más calientes que el fuego y más húmedos que el agua, y mientras los recibía era capaz de comprender al instante y sin esfuerzo conceptos que me habría llevado años comprender plenamente en mi vida terrenal”.
Infinitamente reconfortante
En la parte final de su relato, después de haberse topado con algunos parientes y amigos ya fallecidos, Alexander detalló que “seguí avanzando y me encontré ingresando en un inmenso vacío, completamente oscuro, infinito en tamaño, pero también infinitamente reconfortante. Era profundamente negro pero, a la vez, rebosante de luz. Una luz que parecía venir de un orbe brillante que ahora sentía más cerca de mí”.
Para sorpresa de los médicos, Alexander despertaría abruptamente de su estado de coma, entrando en un franco estado de recuperación. Su supuesta experiencia en el Más Allá, por supuesto, lo convirtiría en un hombre totalmente nuevo.
“Ahora sé que el universo no sólo está definido por la unidad, sino también por el amor. El universo como lo experimenté en mi estado de coma es – he descubierto con sorpresa y alegría- el mismo sobre el cual tanto Einstein y Jesús habían hablado en sus (muy) diferentes maneras. Aún sigo siendo un doctor, y aún sigo siendo un hombre de ciencia, casi exactamente igual a como era antes de que tuviera mi experiencia. Pero en un nivel más profundo soy muy diferente a la persona que era antes, porque he podido vislumbrar esta extraordinaria dimensión que nos espera después de esta vida terrenal”.
La inusual experiencia del doctor Eben Alexander fue recogida con detalles en su libro “Proof of Heaven: A Neurosurgeon’s Journey into the Afterlife (“La prueba del Paraíso: El viaje de un neurocirujano hacia el Más Allá”) que, como era de esperarse, causó una gran controversia entre la comunidad científica de su país.                                                
 Fuente