Entre los materiales más escasos y valiosos que
hoy conservamos del amazighe insular, las frases constituyen uno de los
ingredientes que presenta mayor atractivo y dificultad en su análisis. No pocos
problemas, relacionados con la composición gráfica de los documentos europeos o
la estructura gramatical y sintáctica de las oraciones estudiadas o el contexto
histórico de la información a la que atienden, condicionan a menudo una
investigación que todavía arrastra limitaciones importantes. Por eso, los
resultados obtenidos en la exploración de ese ámbito de nuestra memoria
lingüística poseen siempre un alcance en buena medida tentativo.
El enunciado que examinaremos a continuación contiene elementos de gran riqueza
etnolingüística, pese a tratar un asunto tan fúnebre como el sentimiento de
dolor expresado por un pueblo ante la muerte de su jefe. Como es conocido, el
mencey Benytomo fue muerto a mediados de noviembre de 1495 en la encarnizada
batalla de La Laguna, y su cabeza, separada del tronco, fue enviada a los suyos
en el bando de Taoro.
De los hechos que rodean el acontecimiento, algo confusos incluso en el momento de producirse, tenemos no obstante información bastante fiable a través de la Historia que escribiera (1594) el dominico alcalaíno Alonso de Espinosa y mediante la información proporcionada por el testigo Juan Baxo en la declaración que efectúa durante la Probanza de hidalguía de Margarita Fernández Guanarteme (23-V-1526). Pero la frase isleña sólo queda registrada en el famoso Poema del médico lagunero Antonio de Viana (1604, XIII, fol. 267r-267v), que adapta un tanto el episodio a sus propósitos literarios. He aquí el fragmento tal y como fue publicado en Sevilla por primera vez:
Sobre vna acomodada y alta peña / Eſtaua hecho con ſoberuia pompa / Ornado y biẽ cõpueſto el grãde Tumulo / Cubierto en torno de curioſas pieles / De negros corderillos gamuçadas, / Con ſolemnes y antiguas ceremonias, / Sacando la cabeça, venerandola, / Del ataud, le hazen a ſu modo // La vntura de manteca que ſe vſaua / Para mirlalla, y deſecar lo humedo / De la ſangrienta y macerada carne, / Ponenla luego entre oloroſas yeruas / En el precelſo Tumulo, ceſſando / El llanto con la luz del claro Apolo, / Quedan en guardia ſuya cien ſoldados. / Duro deſpues ſiguientes quinze dias, / En que quedo mirlada, el triſte luto / Y el ſentimiento de la aduerſa ſuerte, / Moſtrauanla a la diez de la mañana, / Eſtando conuocado todo el Reyno, / De nueuo alçando los ſentidos gritos, / Los gemidos, ſuſpiros, y los llantos, / Diziendo a bozes, Tanaga Guayoch / Archimenſeu Nahaya Dir hanido / Sahet chunga pelut, que ſignifica, / El valeroſo padre de la patria / Murio, y dexo los naturales huerfanos.
El rostro desfigurado del cadáver alentó desde el primer instante ciertas dudas acerca de la identidad del personaje, que Viana aprovechó para convertir en héroe de este relato al hermano de Benytomo, a quien designa como «Tinguaro», en otra de sus atribuciones a las personas de lo que sólo eran nombres de lugar. Da la impresión que también intentó llevar su adaptación literaria al terreno de los conceptos, pues el ‘achimencei’ tradicional con el que el resto de sus contemporáneos alude al ‘sucesor’ adquiere en su obra la novedosa fórmula «Archimenseu», donde resulta inevitable la evocación del prefijo castellano archi-, indicador de ‘preeminencia’. Una licencia poética que le permitía seguir jugando con la ambigüedad, por cuanto de alguna manera cabría en esa lectura la idea de un «Rey grande» y «valeroso padre de la patria».
Pero ahí termina la distorsión que introduce Antonio de Viana. Por lo demás, la frase queda reseñada de manera impecable. Así, el enunciado históricamente correcto sería:
«tanaga guayoch <archi>menseu nahaya dir hanido sahet chunga pelut».
O en notación científica:
De los hechos que rodean el acontecimiento, algo confusos incluso en el momento de producirse, tenemos no obstante información bastante fiable a través de la Historia que escribiera (1594) el dominico alcalaíno Alonso de Espinosa y mediante la información proporcionada por el testigo Juan Baxo en la declaración que efectúa durante la Probanza de hidalguía de Margarita Fernández Guanarteme (23-V-1526). Pero la frase isleña sólo queda registrada en el famoso Poema del médico lagunero Antonio de Viana (1604, XIII, fol. 267r-267v), que adapta un tanto el episodio a sus propósitos literarios. He aquí el fragmento tal y como fue publicado en Sevilla por primera vez:
Sobre vna acomodada y alta peña / Eſtaua hecho con ſoberuia pompa / Ornado y biẽ cõpueſto el grãde Tumulo / Cubierto en torno de curioſas pieles / De negros corderillos gamuçadas, / Con ſolemnes y antiguas ceremonias, / Sacando la cabeça, venerandola, / Del ataud, le hazen a ſu modo // La vntura de manteca que ſe vſaua / Para mirlalla, y deſecar lo humedo / De la ſangrienta y macerada carne, / Ponenla luego entre oloroſas yeruas / En el precelſo Tumulo, ceſſando / El llanto con la luz del claro Apolo, / Quedan en guardia ſuya cien ſoldados. / Duro deſpues ſiguientes quinze dias, / En que quedo mirlada, el triſte luto / Y el ſentimiento de la aduerſa ſuerte, / Moſtrauanla a la diez de la mañana, / Eſtando conuocado todo el Reyno, / De nueuo alçando los ſentidos gritos, / Los gemidos, ſuſpiros, y los llantos, / Diziendo a bozes, Tanaga Guayoch / Archimenſeu Nahaya Dir hanido / Sahet chunga pelut, que ſignifica, / El valeroſo padre de la patria / Murio, y dexo los naturales huerfanos.
El rostro desfigurado del cadáver alentó desde el primer instante ciertas dudas acerca de la identidad del personaje, que Viana aprovechó para convertir en héroe de este relato al hermano de Benytomo, a quien designa como «Tinguaro», en otra de sus atribuciones a las personas de lo que sólo eran nombres de lugar. Da la impresión que también intentó llevar su adaptación literaria al terreno de los conceptos, pues el ‘achimencei’ tradicional con el que el resto de sus contemporáneos alude al ‘sucesor’ adquiere en su obra la novedosa fórmula «Archimenseu», donde resulta inevitable la evocación del prefijo castellano archi-, indicador de ‘preeminencia’. Una licencia poética que le permitía seguir jugando con la ambigüedad, por cuanto de alguna manera cabría en esa lectura la idea de un «Rey grande» y «valeroso padre de la patria».
Pero ahí termina la distorsión que introduce Antonio de Viana. Por lo demás, la frase queda reseñada de manera impecable. Así, el enunciado históricamente correcto sería:
«tanaga guayoch <archi>menseu nahaya dir hanido sahet chunga pelut».
O en notación científica:
«tanaqqa wayyaw wš, menzu nahaðða dir γandaw
saγet, šunga bel-wt», es decir, adaptada a unos caracteres latinos algo más
legibles para un moderno lector isleño: «tanaqqa wayyosh, menzey nahayya
dir ghanido saghet, shunga belwt».
En términos generales, la traducción de Viana («El
valeroso padre de la patria murió, y dejó [a] los naturales huérfanos»)
contiene el sentido primordial de la pieza. Pero un análisis pormenorizado
revela algunos datos del mayor interés. Esa lectura algo más literal rezaría
como sigue: «un mal mortal aflige al súbdito, el jefe digno de la estirpe
inclina la raigambre y el rebaño huérfano exhala lamentaciones».
Por lo que hace referencia a la categorización
social, destaca la noción de ‘súbdito’ o ‘vasallo’ expresada con una voz bien
documentada, ‘guayo’ (wayyaw), que en realidad significa
‘descendiente’. Un vínculo familiar que se comprende mejor cuando se observa
que el mencey (menzey, ‘primogénito, principal’) es concebido
como el cabal, ‘fundamento, cepa o raíz’ (dir) de la comunidad, que
entronca con los orígenes y constituye la firme columna que sustenta (saγet)
el despliegue histórico de esa identidad colectiva. Por eso, su muerte provoca
una ‘inflexión’ o ‘torcimiento’ (γandaw) en esa especie de gran árbol
comunitario o tribal, que sin embargo no se asume aquí como una ruptura o
final, aunque sí como un abandono.
En efecto, en otra prueba más de la importancia
que siempre ha tenido la ganadería en la subsistencia de nuestras sociedades
isleñas, el pueblo que ha sido separado de su jefe por la muerte toma la
humilde imagen del ‘cabritillo que ha perdido a su madre’ (šunga) y, por
ello, ‘se lamenta’ (bel-wt).
Autor:
Ignacio Reyes
Mundo Guanche
Fuentes
Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713]
[ISSN 1886-2713]
VIANA, Antonio de. 1996 (1604). Antigvedades
Delas Íslas Áfortunadas Dela Gran Canaria, Conquista De tenerife,
Yaparescimiento Dela Ymagen De Cãdelaria. Ed. facsímile. La Laguna:
Ayuntamiento, Cabildo de Tenerife, Dirección General de Cultura del Gobierno de
Canarias. [Existe una excelente edición de Mª Rosa Alonso, publicada en 1991
por el Gobierno de Canarias en 2 vols. (Biblioteca Básica Canaria, 5)].
ESPINOSA, Alonso de. 1594. Del Origen y milagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de Candelaria, que aparecio en la Isla de Tenerife, con la descripcion de esta Isla. Compuesto por el Padre Fray Alonso de Espinosa de la Orden de Predicadores, y Predicador de ella. Sevilla: Juan de León. [Hay ed. moderna de A. Cioranescu, publicada en S/C de Tenerife por Goya en 1980].
ESPINOSA, Alonso de. 1594. Del Origen y milagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de Candelaria, que aparecio en la Isla de Tenerife, con la descripcion de esta Isla. Compuesto por el Padre Fray Alonso de Espinosa de la Orden de Predicadores, y Predicador de ella. Sevilla: Juan de León. [Hay ed. moderna de A. Cioranescu, publicada en S/C de Tenerife por Goya en 1980].
PHMF = 1526. Probanza de
hidalguía de Margarita Fernández Guanarteme.
[Copia fechada el 1 de febrero de
1706 (El Museo Canario, III-A-21), reproducida por Gregorio Chil y Naranjo, Estudios
históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, III:
204-232. Las Palmas de Gran Canaria: Isidro Miranda, 3 vols., 1876-1891.
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