Como otras muchas creaciones culturales, la
religión recurre a menudo al tejido de relaciones humanas para componer y
cifrar su imaginario. Géneros y clases sociales, por ejemplo, suministran un
inventario discursivo muy útil para las estrategias de dominación, pues
permiten trasladar imágenes y comportamientos reconocibles con facilidad por la
población.
Bien sea porque los autores de las crónicas
coloniales deslizaron en esos textos algunos postulados de su concepción
religiosa o bien porque la prolongada presencia misional en las Islas introdujo
elementos judeocristianos en ese ámbito de la cosmogonía isleña, lo cierto es
que hay motivos para sospechar que la figura masculina aparece un tanto
sobredimensionada respecto de su sentido tradicional. No carece por supuesto de
importancia, pero las pruebas etnohistóricas y lingüísticas nos revelan un Dios
más protector que hacedor. Su perfil recuerda al del jefe comunitario que
vigila y guarda la reproducción de las condiciones de existencia, el
‘sustentador’ de la vida, pero no al creador de ella.
Y es que cualquier expresión vital ha necesitado
de un útero materno donde incubarse. Que la construcción histórica del modelo
dominante de organización social haya primado las referencias patriarcales, en
lo que sólo constituye un ejercicio de prelación electiva, no debe conducirnos
a minusvalorar la trascendencia de la mujer en la definición –natural y social–
del imaginario y la cultura amazighes.
Con todas las reservas debidas a las limitaciones
heurísticas ya señaladas, resulta imposible soslayar una creencia muy
consolidada en toda la tradición explosión de una de las mayores estrellas del
cielo, Canopo, la más importante del hemisferio austral. Tal formulación
cosmológica sin duda debe de estar en la base de la mitología religiosa,
incluida la cristiana, que ofrece una representación antropomorfa de esos
ingredientes. Un diseño que encuentra en las Islas asignaciones nominales
absolutamente coincidentes con esa explicación y con las proyecciones
calendáricas y astronómicas que derivan de ella (Barrios 2004).
En el plano ideológico, la causa del sencillo
sincretismo entre el panteón isleño y el cristiano parece residir en esa
identidad original (más allá de la ductilidad manifestada en todas partes por
la religión de la cruz para asimilar cualquier elemento que sirviera a su
despliegue terrenal). Incluso, las fuentes coloniales llegan a presentar la
terminología ínsuloamazighe como una mera traducción de los conceptos
cristianos, pues tal era el grado de correspondencia entre ambos enunciados
míticos:
[...] y adoraban â Díos, â quien
llamaban Guaraxíraxí. y â Santa Maria despues que les aparecío la
llamaban Chaxíraxí. Y es de notar, que Guayaxíraxí, quiere decír, el que tíene
al mundo; Y Chaxíraxí, quiere decír, la que carga al que tíene al mundo. Y por
otro nombre llamaron a Santa María
Atmayceguayaxíraxí, que quíere decír, La madre del que carga al mundo,
y no adoraban Ydolos, ní tenían otra cosa â quíen adorar, síno a Dios, y â su
madre, aunque no tenían otra ínteligencia delas Cosas de Díos
[Abreu (d. 1676, III, 13: 90r) 1977: 300-301].
Así, la tentación de considerar mestizas estas
expresiones nativas y su sentido siempre ha estado presente en los estudios
históricos. Sin embargo, Chaxiraxi (o Ta-ghir_agh,
‘la que carga el firmamento’) y Atmayceguayaxiraxi (At_may-ès
wayya_aghir_agh, ‘he aquí la madre del espíritu que sostiene el mundo’)
revelan con claridad esa ‘estrella matriz’ que habría generado el universo, la
bóveda celeste o su representación divina, Aqqoran (o A-hghur-an,
‘el Celestial’).
Una noción de maternidad astral que, por cierto,
parece haber alcanzado también a los seres humanos. La estrella solar, es
decir, Magec (o magheq o magegh, ‘se
ilumina, prende, alumbra o aparece’) comparte trama lexemática con los entes
espirituales, almas, ‘encantados’, ‘aparecidos’ o maxios y con
su manifestación mortal o personal, el mago (‘persona’). Así
lo advirtió ya el doctor Marín de Cubas [(1694, II, 18: 74r) 1986: 255], cuando
señaló que «â el alma tenian por
immortal hija de Magec, que padece afanes,
congojas, angustias, sed, y hambre, y llevanles de comer alas Sepulturas los
maridos alas mugeres, y ellas â ellos alas fantasmas llaman Magios ò hijos de
Magec» (Marín 1694: 74). Aunque, en honor a la verdad, pesan aún
algunas incertidumbres sobre las categorías gramaticales que vierten los
análisis morfológicos.
Y aquí terminaría la restitución analítica de los
materiales isleños que conectan mejor con esa atávica convicción astronómica
tan extendida en toda el África septentrional (o camita). Pero, si penetramos
en un terreno algo más tentativo, la investigación ofrece, aunque de manera
todavía muy provisional, un capítulo cosmogónica norteafricana: el nacimiento
del universo se habría debido a la complementario.
No por casualidad hemos utilizado el concepto
‘estrella matriz’ para referirnos a esa ‘semilla o huevo primordial’ que esta
tradición sitúa en el origen del mundo. Junto a otros diversos vestigios
arqueológicos presumiblemente relacionados con el culto y las observaciones
celestes, una inscripción tallada en la cumbre natural de 1.412 m que se
levanta en el centro de la isla de Gran Canaria, parece abonar esa antigua
lectura cosmogónica.
Los cinco signos alfabéticos que se observan en
la fotografía admiten, en principio, pocas interpretaciones lingüísticas. En
posición vertical, tanto si se comienza la exploración desde arriba como si se
hace desde abajo, no hemos sido capaces de extraer valores con un alcance
semántico concluyente (aunque una ‘estrella que amamanta’ tampoco resulta
imposible). En cambio, si se practica un giro de 90º hacia la izquierda o,
mejor aún, hacia la derecha, la secuencia cobra pleno significado. Aunque su
disposición no parezca muy canónica, algo que hemos de atribuir a una eventual
carga esotérica o simbólica de la información, estamos inclinados a creer que
el primer signo de la parte inferior marca la dirección real del texto,
dispuesto siempre con la abertura de los brazos hacia los laterales en las
representaciones epigráficas continentales (líbico occidental). De este modo,
la serie
acepta la siguiente transliteración: T•R_N_M•T´,
es decir, ‘la estrella o el astro de la mujer o la matriz’.
En el estado actual de las investigaciones
epigráficas isleñas, esta conjetura de ninguna manera se puede aducir siquiera
como una hipótesis suficientemente fundada. Con todo, bien es verdad que
tampoco entra en contradicción con el resto de los materiales arqueológicos
presentes en el yacimiento ni con los contenidos cosmogónicos detectados en la
cultura ínsuloamazighe.
Autor:
Ignacio Reyes
Fuentes
ABREU GALINDO, Juan de. d. 1676
(ca. 1590). Historia de la Conquista de las Siete Yslas de Gran Canaria.
Escrita Por el R. Pe. Fray Juan de Abreu Galíndo, del Orden de el Patríarca San
Francísco, hijo de la Provínçía del Andaluçía Año de 1632. [Copia anónima
en la Biblioteca Municipal de S/C de Tenerife, ms. 191. Existe ed. moderna a
cargo de A. Cioranescu, publicada por Goya en 1977].
MARÍN DE CUBAS, Tomás. 1694. Historia De las Siete Yslas de Canaria Origen Descubrimiento y conquista Dividida en Tres Libros compuesta por D. Thomas Arias Marin y Cubas natural de Telde ciudad en la Ysla de Canaria. Año, de 1694. [Copia de Agustín Millares Torres (1879), en El Museo Canario, ms. I-D-15/16. Existe microfilme en la Biblioteca Municipal de S/C de Tenerife, ms. 192. Hay edición incompleta pero aceptable publicada en 1986 por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas de Gran Canaria].
Bibliografía
BARRIOS GARCÍA, José. 2004
(1997). Sistemas de numeración y calendarios de las poblaciones bereberes
de Gran Canaria y Tenerife en los siglos XIV y XV. La Laguna: Universidad.
REYES GARCÍA, Ignacio. 2004. Cosmogonía y lengua en Canarias. S/C de Tenerife: Foro de Investigaciones Sociales.
REYES GARCÍA, Ignacio. 2004. Cosmogonía y lengua en Canarias. S/C de Tenerife: Foro de Investigaciones Sociales.
Mundo Guanche Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713]
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