Autor:
Chuyú
En el número anterior de Mundo Guanche, empezamos
a estudiar ciertos aspectos relacionados con la salud de nuestros antepasados.
Lo hicimos repasando algunas de las enfermedades más frecuentes en las antiguas
sociedades amazighes del archipiélago canario. Ahora que ya conocemos
cuáles fueron los males, nos toca hablar de los remedios...
Antes de empezar, recordaremos las dificultades
que presenta el estudio de esta parcela de nuestra historia antigua,
condicionado, fundamentalmente, por la escasez de referencias documentales
disponibles en las fuentes etnohistóricas. Una vez más, serán los restos
humanos procedentes de los yacimientos arqueológicos, así como los distintos
testimonios perpetuados por la tradición oral, los que posibilitarán una
aproximación a la materia.
A continuación, analizaremos los productos y los
procesos quirúrgicos empleados por nuestros ancestros a la hora de sanar
ciertos males. Aunque, probablemente, la mejor medicina de todas las que
poseían los antiguos isleños era la regularidad de su vida, lo sano de su
alimentación y la templanza y benignidad del clima de las Islas, condiciones
que favorecían que la vida de sus pobladores se prolongase a menudo hasta una
edad avanzada para la época.
Productos medicinales
Para curar sus enfermedades, los isleños se
valían de ciertos recursos terapéuticos proporcionados por el medio natural, de
entre los cuales destacaban un buen número de plantas medicinales.
Por ejemplo, de las hojas del cardón extraían
una especie de jugo blanco, amargo y nauseabundo, cuyo tufo era utilizado para
despertar a los que permanecían dormidos. Esa misma leche, convertida en polvo,
se aplicaba de forma externa para tratar las caries y las heridas producidas
durante las sangrías.
Por su parte, la resina de la tabaiba dulce, una
vez coagulada, se masticaba para desalivar y fortalecer la dentadura, mientras
que el líquido de la tabaiba salvaje, pegajoso, acre y de olor
desagradable, era empleado para cauterizar empeines. La corteza de esta misma
planta se aplicaba sobre las articulaciones enfermas para que actuase como
revulsivo, produciendo la irritación de la piel y la posterior formación de
úlceras que supuraban abundantemente. Dicha práctica siguió siendo de uso
habitual en el campo isleño a la hora de tratar la artritis crónica, antiguas
luxaciones o fracturas cuya articulación no acababa de funcionar correctamente.
La sangre de drago se ingería para sanar
disenterías y hemorragias del tubo digestivo, y se bebía con leche fría y
desnatada como remedio contra la colitis. También se aplicaba de forma externa
para secar y cicatrizar úlceras o para fortalecer las encías y los dientes.
El fruto del mocán, la yoya, era utilizada
en la elaboración del chacerquén, una especie
de miel que servía para quitar dolores y náuseas, pero también como astringente
tras ser mezclado con la corteza del propio árbol. Además, se tomaba mezclado
con el zumo de otras hierbas medicinales y con el suero de la leche, al que los
isleños atribuían efectos laxantes.
Así mismo, se empleaba la tisana de greña,
por sus cualidades diuréticas; las infusiones, conservas y jarabes de borraja,
como sudorífero y expectorante; la miel de palma, como derivativo y
el guarapo como refresco. Sin embargo, como veremos, no todos los recursos
medicinales procedían del reino vegetal...
Entre los recursos terapéuticos obtenidos del
reino animal, ocupaba un lugar destacado la manteca o mulan,
que se untaba en la piel de los enfermos durante las escarificaciones y ciertas
dolencias. También era utilizada por los luchadores, con el objetivo de
resistir mejor los golpes durante las peleas. Si recibían heridas, también las
trataban con estopas fabricadas con juncos, que eran previamente empapadas con
manteca hervida.
Además, como ya hemos dicho, a la leche se
le reconocían efectos laxantes. La tomaban en ayunas, con nata o mezclada con
chacerquén, miel de palma u otras hierbas. También era utilizada como
coadyuvante en el tratamiento de la disentería y en toda clase de hemorragias.
Por último, se obtuvieron rendimientos
benéficos de determinadas aguas minerales, especialmente en la isla
de Gran Canaria. A las aguas de Salinetas y Playa de Gando se les atribuían
propiedades laxantes, mientras que las de Firgas, Teror, Azuaje y Valle de San
Roque eran indicadas para tratar dolencias y fatigas del estómago.
Terapéutica quirúrgica y otras técnicas
Del reino mineral también se aprovechaban algunos
objetos líticos, utilizados para realizar determinadas intervenciones
quirúrgicas.
Por ejemplo, una de las técnicas de cauterización
de heridas infectadas practicadas por los antiguos isleños consistía en la
aplicación de tabonas calientes sobre la zona afectada. Aunque, en caso de
tratarse de heridas asépticas, nuestros antepasados preferían tratarlas con
musgo, hojas secas, cenizas o bálsamos naturales, pues creían que la sequedad
les proporcionaba salud, mientras que la humedad era perjudicial.
Como hemos mencionado anteriormente, en las Islas
también se practicó el remedio curativo más importante de la Antigüedad: las sangrías.
Para aliviar dolores en los costados, disneas o sofocaciones de origen
cardíaco o respiratorio y enfermedades de larga duración, nuestros ancestros
practicaban la flebotomía en la vena del brazo, sin llegar a herir la arteria
correspondiente. A menudo, el proceso daba resultado, ya que al salir la sangre
disminuía la tensión de los tejidos y el dolor se calmaba.
Aunque, sin lugar a dudas, de todas las técnicas
quirúrgicas practicadas en el Archipiélago, la que ha venido gozando de mayor
fama es la trepanación. Ésta consistía en agujerear el craneo con el
objetivo de retirar una o varias porciones del hueso, generalmente de forma
circular. Huelga decir que dicha operación debía de resultar muy dolorosa, dada
la ausencia de anestesia y lo rudimentario de los instrumentos líticos con los
que se llevaba a cabo. La trepanación se debió de practicar en casos de dolores
de cabeza muy fuertes, originados a menudo por tumores cerebrales.
Con fines similares, aunque empleando una
metodología más benigna, se llevaban a cabo las escarificaciones,
consistentes en efectuar cortes sobre la zona del craneo dolorida, para, posteriormente,
aplicar sobre la herida grasa caliente de cabra.
Finalmente, como ya dijimos en el número
anterior, las enfermedades más frecuentes en las antiguas sociedades amazighes
del Archipiélago eran las de tipo traumático. Pues bien, para curar las fracturas
de piernas y brazos, los antiguos isleños efectuaban un vendaje circular
con tela de junco que era envuelto a su vez por vendas de cuero, untadas con
resina de pino para darles consistencia. Después, colocaban la extremidad
fracturada sobre un entablillado de tabaiba y la sujetaban con cuerdas de junco
y tiras de cuero.
Bibliografía
BOSCH MILLARES, Juan. 1962. «La
medicina canaria en la época prehispánica». Anuario de Estudios Atlánticos
8: 83-135.
BOSCH MILLARES, Juan, y Juan Bosch Hernández. 1981. La medicina en la provincia de Las Palmas, desde su origen hasta fines del siglo XIX. Las Palmas de Gran Canaria: Mancomunidad de Cabildos, Plan Cultural, Museo Canario. (Colección “Guagua”). En. Revista Mundo Guanche.
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