Consideraciones heurísticas, metodológicas y dialectales
POR IGNACIO REYES GARCÍA Doctor en Filología igelliden@gmail.com
VI Congreso de Patrimonio Histórico. Lanzarote, 10-12 de
septiembre de 2008
Resumen
En el marco teórico de la
lingüística histórica y comparativa, se formulan aquí algunas observaciones de
carácter epistemológico relativas al análisis de las hablas amazighes (o
bereberes) de Canarias. Instrumentos y procesos de investigación son examinados
para ponderar la adscripción étnica y el alcance dialectal de ese con- junto ya
desaparecido.
Palabras clave: amazighe insular,
dialectización, etnolingüística, epistemología.
Abstract
In the theoretical frame of the historical and
comparative linguistics, some observations of epistemological content are
formulated here about analysis of the Amazigh dialect (or Berber) of Canary Islands . Instruments and processes of research are
examined to consider the ethnic adscription and dialectal scope of this missing
ensemble already.
Keywords: amazigh of Canary
Islands , dialectalisation, ethnolinguistic, epistemology.
INTRODUCCIÓN
Un Archipiélago invisible a la
mirada continental, debido a la curvatura del planeta y la escasa altitud media
de las islas más orientales, apartado de los centros económicos del mundo
clásico por una singladura comprometida y onerosa, acaso incubara en ese
aislamiento original algunas de sus inercias inconfundibles, pero también una
fisonomía cultural con estampa y cadencia propias. Bucear en su emergencia y
discurrir históricos concita siempre ciertos obstáculos ambientales, donde
postulados teóricos y políticos afilan los escarpes normales de un trabajo
científico que, en buena lógica, no puede esperarse que acontezca ajeno a las
necesidades y tensiones de su tiempo. Pero, lejos de apelar a una neutralidad
quimérica, sea por acción u omisión, eludir las constantes más espurias de esa
erosión ha de asumirse como otro empeño más de la rutina profesional.
Estas líneas proponen, sin
pretensión normativa, argumentos técnicos y reflexiones epistemológicas acerca
de la producción de conocimientos en un campo diacrítico: la investigación
lingüística alusiva a las antiguas hablas de Canarias. Principios, hipótesis y
resultados se examinan aquí en relación con la calidad de las variables
heurísticas, el valor de las operaciones metodológicas y el alcance de la
información multidiscipli nar, a fin de producir una síntesis ilustrativa en
torno al estado de esas indagaciones en sus magnitudes más gruesas.
De partida, aunque sólo fuera por
la complexión de la lengua amazighe, caracterizada por una irradiación
diatópica añeja y varia, el estudio de las formaciones que crecieron en su
extremo atlántico reclama un tratamiento diferencial. Las particulares
circunstancias espaciales, temporales, tribales e históricas que confluyeron en
Canarias in- vitan a reunir las distinciones internas de este grupo de hablas
en un concepto unívoco, amazighe insular, que integra su identidad idiomática
común y la imprescindible realidad geográfica. Ahora bien, pensarlas como una
sola circunscripción dialectal, aun contando con las interconexiones objetivas
que comparten, no debería ocultar la complejidad e individualidad de sus concretas
cristalizaciones insulares (cuyo comportamiento sociolingüístico apenas
vislumbramos a través de unas fuentes fragmentarias).
I. RUTAS HEURÍSTICAS
Hasta donde lo permiten unas
dataciones arqueológicas casi siempre tentativas, parece establecido que el
primer poblamiento humano de las Islas Canarias ocurrió hacia mediados del
primer milenio antes de nuestra era. Puesto que la conquista europea no se
formalizará hasta el siglo XV, esto supone que la realidad insular anterior a
esa rotunda convulsión histórica habría ocupado unos dos mil años de
existencia. Para penetrar en la vida de las comunidades que protagonizaron
semejante lapso de tiempo, la investigación científica transita con frecuencia
por un piélago de vacíos e incertidumbres. Sin embargo, esto no debería ser
causa suficiente para presentar aquel pasado como un segmento estanco y
uniforme, por mucho que la unicidad de conocimientos y representaciones
colectivas contribuyera a forjar entonces unas pautas de integración social
consistentes, pero nunca ajenas a unas dinámicas sociohistóricas desde luego
mal conocidas.
El caudal de fuentes para el
estudio de aquella época no fluye de forma abundante ni prolija, por lo que a
menudo se expone la historicidad de los datos a extrapolaciones más o menos
abruptas, cuando no a un pintoresco y nutrido repertorio de elucubraciones
difusionistas, que se debaten entre la torsión y la fantasía. Desde la
focalización positiva, que jerarquiza la recomposición de esa totalidad a
partir de un hallazgo puntual o una serie muy limitada de registros, hasta la
proyección retroactiva de los conocimientos adscritos al proceso de
colonización europea, esta distorsión epistemológica, que pocas veces se
reconoce como tal, tampoco resulta extraña a lo que durante años casi ha
adquirido el rango de un principio doctrinal: la (supuesta) ruptura histórica
que, tanto en el ámbito demográfico como, por ende, en el cultural, habría
introducido la invasión europea.
En cierto momento de su
desenvolvimiento argumental, cualquier línea de investigación histórica ha de
conducir sus hipótesis más allá de los datos consolidados, en la confianza de
que tarde o temprano aparecerán aquellos elementos de prueba que validen esas
afirmaciones provisionales (o las refuten). Pero, quizá con demasiada asiduidad
en la historiografía referida a ese remoto pasado insular, los procedimientos
discursivos habituales desatienden con bastante ligereza los hechos
observables, tanto heurísticos como analíticos, cuando no los substituyen por
premisas de un modelo teórico parcamente fundado.
Hoy, las pesquisas arqueológicas,
genéticas, lingüísticas y etnográficas, es decir, un amplio despliegue de
exploraciones multidisciplinares, aunque ejecutado de forma un tanto inconexa,
suministran ya dos verificaciones muy sobresalientes. Por una parte, la
filiación amazighe, bien en un estadio líbico y/o más moderno, de las antiguas
poblaciones isleñas y de su producción sociocultural. Pero, además, la notoria
presencia de ese friso inicial en la conformación de la canariedad actual, sin
duda a través de una persistencia mestiza que agoniza en un sistemático proceso
de retracción y de cambio. A partir de aquí, nadie discute la necesidad de
explorar y ponderar una eventual concurrencia de otras aportaciones, fenopúnicas
y romanas principalmente, que, a juzgar por las evidencias disponibles, en
ningún caso habrían desarrollado una impronta de magnitud similar a esa otra de
milenaria ascendencia norteafricana.
Con la acelerada desaparición de las hablas nativas como vehículo
de comunicación corriente, un característico fenómeno de decadencia inducida
por una drástica presión social, no se extingue por completo la transmisión de
la herencia cultural amazighe en las Islas, aunque este declive constituya
tanto un síntoma como un factor de ese estancamiento recesivo. La coacción
colonial, que por supuesto adopta una ineludible dimensión física e ideológica,
también limita los ámbitos de realización de la lengua en la medida que
condiciona los modos de vida. Una determinación que impone severas
restricciones sobre la aprehensión de la realidad como desarrollo, creativo y
socializante, de una experiencia cultural propia. Pero algunos contenidos
tradicionales, aunque so- metidos a una desnaturalización y marginalidad
progresivas, también han subsistido a través de una oralidad muy vívida durante
siglos y perfectamente viable dentro de cualquier código lingüístico. Así,
concepciones y valores antiguos se reproducen aún en cierta visión del mundo,
las relaciones humanas o la espiritualidad. Por descontado, en la mayoría de
los casos ahora no se percibe la cualidad ancestral de esas creencias o
hábitos, salvo como expresión de una vindicación etnicista o de un tipismo
folclórico. Pero, en todo caso, tales vestigios, aunque relegados a esa
latencia menguante, delatan una continuidad histórica objetiva de la población
y cultura amaz(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)
ighes, muy alejada de las
recurrentes tesis extincionistas y dicotómicas sobre una historia insular que suma
ya dos mil quinientos años.
Negar que la colonización europea
provocó un corte substantivo en el despliegue histórico insular resulta tan
inapropiado como el alcance polarizante que se atribuye a esa fractura. Con la
excusa del convencionalismo terminológico, todavía se aísla en la
«Prehistoria» unas
manifestaciones sociales que ni desconocían los diversos usos de la escritura
ni vegetaban en una oralidad asilvestrada. Igual que sus actores se exhuman aún
a través de un concepto, «aborigen», que apenas disimula una doble escisión muy
apreciada por enfoques literarios y políticos: en su acepción de ‘persona
originaria del suelo en que vive’, se soslaya así, al margen de paradojas
insulares, la precisa raíz norteafricana que habría reducido hace ya tiempo las
erráticas apelaciones a un pertinaz eclecticismo demográfico, ornado a menudo
con novelescos ribetes de misterio; y, de otro lado, como ‘población primitiva
distinta de la que ocupa el mismo lugar con posterioridad’, se consagra esa
tendenciosa oposición que separa el presente isleño de su vínculo nativo.
Porque redirigir el análisis hacia una «Protohistoria» que enfatiza la
observación externa sobre los recursos, materiales e intelectuales, que produce
una sociedad en su devenir histórico, queda lejos de cuestionar en realidad el
sesgo teórico que representa la afirmación del colonialismo y el desarrollo
capitalista europeos como agentes civilizadores.
La conformación de la
subsistencia en la sociedad amazighe, continental e insular, confió en la memoria
para fecundar tanto una tradición cohesiva como regulaciones legislativas,
prácticas docentes o conocimientos básicos y aplicados en general. Pero, así mismo,
operó con soluciones aritméticas y registros astronómicos que todavía decoran
paredes y cerámicas1. Ese plano funcional de la expresión escrita también
alienta en sus abundantes enunciados epigráficos, aunque la dimensión simbólica
en ambos casos ad- quiriese una mayor relevancia que su valor instrumental.
Todo vive, posee una energía consciente y volitiva, de manera que el
pensamiento y la palabra, verbal o escrita, interactúan con el medio, donde lo
humano aún pertenece a la naturaleza, en una dialéc- tica ya extraña para la
tradición literaria.
Los 15 o 16 caracteres líbicos
que figuraban en la inscripción de Azib n’Ikkis (Alto Atlas marroquí), datada
hacia el 500 a.n.e. pero asociada a un yacimiento del bronce medio (entre el
1500 y el 1200 a.n.e.), inducen a pensar que existió en el norte de África una
tradición alfabética propiamente líbica anterior a la poderosa influencia
fenicia (Camps 1996: 2.571). Quizá una parte del rico patrimonio epigráfico
insular pueda vincularse a esa prístina versión occidental. Aunque el estado de
las investigaciones dista mucho de facilitar juicios taxativos, conviene
recordar que ese ámbito aportó un apreciable contingente poblacional a la
colonización amazighe de las Islas. No obstante, sin dataciones absolutas, la
hipótesis más prudente haría esos materiales contemporáneos de los petroglifos
latino-insulares fechados en torno al comienzo de la Era , el único corpus bilingüe
del catálogo isleño (Pichler 2003). Pero, en todo caso, el copioso componente
oriental de la población ínsuloamazighe tampoco se puede substraer a eventuales
influencias fenopúnicas o romanas ya en su origen continental. En resumen,
muchas dudas todavía, cuya resolución depende de precisiones técnicas y
analíticas. En la medida que los conocimientos lingüísticos e históricos
definan mejor las hablas y la vida de los isleños, con buenas transcripciones
poco a poco esos testimonios abonarán nuestra comprensión de aquel pasado.
Encajar esa realidad en la tópica
periodización historiográfica que jerarquiza la evolución humana hacia el
capitalismo, centrada en ciertos hitos de la acción material antes que en la
organización social de las fuerzas y relaciones productivas, implica resignar
la ciencia a una indeleble discursividad ideológica. La irrupción colonial
cambió el signo substantivo de las sociedades isleñas, urgió transformaciones
radicales que abrirían una época distinta. Pero cuánto del nuevo régimen de
dependencia personal, por ejemplo, contradijo la verticalidad estamental más o
menos afirmada en las comunidades ínsuloamazighes, cuánto de la vida campesina
o las creencias populares impugnaba las dinámicas de explotación agropecuaria o
el imaginario cristiano... Una historiografía que se mantenga ajena a ese
proceso de transición y mestizaje renuncia a su estatuto profesional. Se acoja
un enfoque descriptivo o analítico, la secuenciación del desenvolvimiento
histórico en Canarias ha recorrido tres instancias complejas: una fase antigua,
marcada en su estado epigonal por una complementariedad segmentaria; otra etapa
moderna, regida por los lazos de servidumbre que fija la compulsión colonial; y
un curso contemporáneo, dominado por las formas salariales y las coacciones
extraeconómicas que patrocina un capitalismo subalterno y extravertido.
Sin una observación amplia y
depurada de aquellas colectividades ínsuloamazighes, las texturas sociales de
las antiguas hablas isleñas apenas emergen de un repertorio léxico y
fraseológico de mucho interés pero restringido, tanto en sus contenidos como en
su ubicación temporal. Entre el escueto mosaico epigráfico y la erosionada
remembranza oral, la documentación oficial, civil y eclesiástica, así como las
narraciones etnohistóricas, presenciales y bibliográficas, retienen el volumen
más aprovechable de
noticias y datos, aunque las
interpolaciones, mutilaciones y aristas ideológicas requieran un cuidadoso
tratamiento heurístico de los manuscritos y sus, a veces, numerosas y de-
ficientes copias. A los portulanos y reseñas de viajeros; las bulas y registros
eclesiásti- cos; las datas, protocolos, actas y resoluciones
jurídico-administrativas; las crónicas mi- litares y las descripciones
etnográficas de diversa índole, hemos de añadir así mismo un capítulo algo
inesperado: una epigrafía híbrida, es decir, escrita en lengua amazighe pero
con caracteres romances y discurso colonial.
Por de pronto, los dos únicos casos
seguros se amparan en el culto a la
Virgen de Candelaria para la transmisión de mensajes
pastorales. Ahora bien, las piezas pertenecen a momentos tan distantes como
1400 y 1906, algo tampoco tan extraño en realidad. El antiguo arraigo de esta
devoción se debe buscar en la identificación de esa virgen con la estrella
Canopo, fundamental en la más ancestral cosmogonía norteafricana que regía
también en la Isla.
En la primera de esas obras, la
talla mariana desaparecida en el temporal de 1826, las famosas «letras y
characteres de las orlas» (Espinosa 1594, II, 13: 57v) que lucían en su manto
exponen, casi al modo consonántico de la escritura líbicoamazighe, un breviario
misional de inspiración franciscana. Su exquisita elaboración gramatical vuelve
improbable que sacerdotes nativos no participaran en la ejecución. Pero,
además, hace un par de años se cosechó en Sevilla un descubrimiento insólito.
En el bastidor de un lienzo dedicado a esta advocación cristiana, se encontró
un precepto doctrinal redactado con idéntico esmero y conformidad dialectal que
esos otros textos anteriores a la conquista de Tenerife, aunque esta vez la
imagen había sido pintada hace sólo cien años (Reyes 2007: 60-82). Al dorso de
un cuadro y en una modalidad de habla extinta, el enunciado se diría que
perseguía un alcance más simbólico que evangelizador. Un ejemplo más de la
vitalidad de una tradición oral que, inclusive, ha conservado hasta la
actualidad dos poemas ínsuloamazighes que aún se cantan en la festividad de
esta ideación religiosa (Reyes 2007: 43-46).
Cierto que, una vez atestiguada
su adscripción étnica e idiomática, la comparación con el ámbito continental
ayuda a comprender no pocos rasgos constitutivos y pragmáticos de las culturas
insulares. Aunque esa identidad compartida de ninguna manera autoriza a
extrapolar características o subsumir diversidades en razón de equivalencias
rasantes, salvo como expresas hipótesis de trabajo. Dentro del abigarrado
dominio amazighe, el mapa dialectal de las Islas Canarias contiene peculiaridades
tan notables que cualquier simplificación o generalización, tanto analítica
como descriptiva, que se aparte de un diseño metodológico sistemático,
explícito y uniforme carece de valor ejecutivo.
(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)
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