LA
DIOSA MADRE EN LAS
ISLAS CANARIAS
(Libro inédito)
CAPITULO-XXI-III
Eduardo Pedro García Rodríguez
LA DIOSA MADRE TERRENAL SEGÚN JESUS DE NAZARETH
El Evangelio Esenio
ESCRIBA
Los enfermos siguieron sus palabras, pues
sabían que se curarían.
Y había
también otros enfermos que sufrían mucho con sus dolores, a pesar de lo cual
persistían en su ayuno. Y sus fuerzas se agotaban, y un calor extremo les
atormentaba. Y cuando se levantaban de su lecho para ir donde Jesús, les
empezaba a dar vueltas la cabeza, como si un viento racheado les azotase, y
tantas veces como trataban de ponerse en pie caían nuevamente al suelo.
Entonces, Jesús acudió a ellos y les dijo: “Sufren porque Satán y sus
enfermedades atormentan los cuerpos de ustedes. Más no teman, pues su poder
sobre ustedes terminará pronto. Porque Satán es como un vecino colérico que
penetró en la casa de su vecino mientras éste estaba ausente, pretendiendo
llevarse sus bienes a su propia casa, y regresó a ésta corriendo. Pero alguien
avisó al otro que su enemigo estaba saqueando su casa, y regresó a ésta
corriendo. Y cuando el malvado vecino, tras haber reunido cuanto le había
apetecido, vio de lejos al dueño de la casa que regresaba a toda prisa, se
encolerizó por no poder llevarse todo y se puso a romper y estropear cuanto
allí había, para destruirlo todo. Así aunque aquellas cosas no pudieran ser
suyas, tampoco las tendría el otro. Pero el dueño de la casa llegó
inmediatamente y, antes de que el malvado vecino consiguiese su propósito, le
asió y le echó de la casa: En verdad les digo que de igual modo penetró Satán
en los cuerpos de ustedes, que son la morada de Dios. Y tomó en su poder cuanto
deseó robar: la respiración, la sangre, los huesos, la carne, los intestinos,
los ojos y los oídos de ustedes. Más por medio del ayuno y de la oración de
ustedes, han llamado al nuevo señor del cuerpo del cuerpo de ustedes y a sus
ángeles. Y ahora Satán ve que el verdadero señor del cuerpo de ustedes vuelve y
que es el fin de su poder. Por ello, en su cólera, reúne una vez más sus
fuerzas para destruir el cuerpo de ustedes antes de la llegada del señor. Por
eso Satán les atormenta con tanto dolor, pues siente que su fin ha llegado. Más
no dejen que sus corazones se estremezcan, pues pronto aparecerán los ángeles
de Dios para ocupar nuevamente sus lugares y volver a consagrarlos como templos
de Dios. Y asirán a Satán y le expulsarán de los cuerpos de ustedes, junto con
todas sus enfermedades y todas sus inmundicias. Felices serán ustedes pues,
pues recibirán la recompensa de su constancia nunca más conocerán enfermedad”.
Y había entre
los enfermos uno que a quien Satán atormentaba más que a ningún otro. Su cuerpo
estaba enjuto como un esqueleto de piel amarilla como una hoja seca. Estaba ya
tan débil que ni siquiera a gatas podía arrastrarse hasta Jesús, y sólo de
lejos pudo gritarle: “Maestro apiádate de mí, pues nunca ha sufrido ningún
hombre, ni siquiera desde el principio del mundo como yo sufro. Sé que has sido
en verdad enviado por Dios, y sé que si lo deseas puedes expulsar
inmediatamente a Satán de mi cuerpo. ¿No obedecen los ángeles de Dios al
mensajero de Dios? Ven, Maestro expulsa ahora a Satán de mí, pues se enfurece
colérico en mi interior y doloroso es su tormento”.
Y Jesús le
respondió: “Satán te atormenta tanto porque ya has ayunado muchos días y no
pagas su tributo. No le alimentas todas las abominaciones con las que hasta
ahora profanabas el templo de tu espíritu. Atormentas a Satán con el hambre, y
por eso en cólera te atormenta él a ti a su vez. No temas, pues te digo que
Satán será destruido antes de que tu cuerpo sea destruido; pues mientras ayunas
y oras, los ángeles de Dios protegen tu cuerpo para que el poder de Satán no te
destruya. Y la ira de Satán impotente es impotente contra los ángeles de Dios”.
Entonces
acudieron todos juntos a Jesús, y con grandes voces suplicaron diciendo:
“Maestro, compadécete de él, pues sufre más que todos nosotros, y si no
expulsas enseguida a Satán de su cuerpo tememos que no sobrevivirá hasta
mañana”.
Y Jesús les
replicó: Grande es la fe de ustedes. Sea según lo desean y pronto verán, cara a
cara, el horrible semblante de Satán y el poder del Hijo del Hombre. Pues
expulsaré de ti al poderoso Satán por medio de la fortaleza del inocente
cordero de Dios, la criatura más débil de Señor. Porque el espíritu santo de
Dios hace más poderoso al más débil que al más fuerte.
Y Jesús ordeñó
una oveja que estaba pastando la hierba. Y puso la leche sobre la arena
caldeada por el sol, diciendo: “He aquí que el poder del Ángel del agua ha
penetrado en esta leche. Y ahora penetrará también en ella el poder del ángel
de la luz del sol”.
Y la leche se
calentó con la fuerza del sol.
“Y ahora los
ángeles del agua y del sol se unirán al ángel de aire”.
Y he aquí que
el vapor de la leche caliente empezó a elevarse lentamente por el aire.
“Ven y aspira
por la boca la fuerza de los ángeles del agua, de la luz del sol y del aire,
para que éste penetre en tu cuerpo y expulse de él a Satán”.
Y el enfermo a
quien Satán tanto atormentaba aspira a su interior profundamente aquel vapor
blanquecino que ascendía.
“Satán
abandonará inmediatamente tu cuerpo, ya que llevas tres días sin comer y no
halla alimento alguno dentro de ti. Saldrá de ti para satisfacer su hambre con
leche caliente y humeante, pues este alimento es de su agrado. Olerá su aroma y
no será capaz de resistir el hambre que lleva atormentándole desde hace tres
días. Pero el Hijo del Hombre destruirá su cuerpo para que no atormente a nadie
más”.
Entonces el
cuerpo del hombre se estremeció con una convulsión y pareció como si fuese a
vomitar, pero no podía. El hombre abría la boca en busca de aire, pues se le
recortaba la respiración. Y se desmayó en el regazo de Jesús.
“Ahora Satán
abandona su cuerpo. Véanle”. Y Jesús señaló la boca abierta del hombre enfermo.
Y entonces
vieron todos con asombro y terror cómo surgía Satán de su boca en forma de un
gusano abominable, en busca la leche humeante. Entonces Jesús tomó dos piedras
angulosas con sus manos y aplastó la cabeza de Satán y extrajo del cuerpo del
enfermo todo el cuerpo del monstruo, que era casi tan largo como el hombre. Una
vez que hubo salido aquel abominable gusano de la garganta del enfermo, éste
recuperó de inmediato el aliento, y entonces cesaron todos sus dolores. Y los
demás miraban con terror el abominable cuerpo de Satán.
“Mira qué
bestia abominable has llevado y alimentado en tu propio cuerpo durante tantos
años. La he expulsado de ti y matado para que nunca más te atormente. Da gracias a Dios por haberte liberado sus
ángeles, y no peques más, no vaya a retornar otra vez Satán a tu cuerpo. Que tu
cuerpo sea en adelante un templo dedicado a tu Dios”.
Y todos
permanecían asombrados por sus palabras y su poder. Y dijeron: “Maestro,
verdaderamente eres el mejor mensajero de Dios, y conoces todos los secretos.
“Y ustedes-les
replicó Jesús-sean verdaderos hijos de Dios para participar también de su poder
y del conocimiento de todos los secretos. Pues la sabiduría y el poder solamente
pueden provenir del amor a Dios. Amen, pues, al
Padre Celestial y a la
Madre Terrenal de ustedes con todo el corazón de ustedes y
con todo el espíritu. Y sírvanles para que Sus ángeles les sirvan también a
ustedes. Sacrifiquen todos sus actos a Dios. Y no alimenten a Satán, pues la
retribución del pecado es la muerte. Mientras que en Dios se halla la
recompensa del bien, su amor, es cual es conocimiento y el poder de la vida
eterna”.
Y todos se
arrodillaron para dar gracias a Dios por su amor.
Y Jesús
partió, diciendo: “Vendré de nuevo junto a quienes persistan en la oración y el
ayuno hasta el séptimo día. La paz sea con ustedes. El hombre enfermo de quien
había expulsado Jesús a Satán se puso en pie, pues la fuerza de la vida había
regresado a él. Respiró profundamente y sus ojos se esclarecieron, pues todo
dolor le había abandonado. Y arrojándose al suelo donde Jesús había estado,
besó la huella de sus pies y lloró.
Y era en el
lecho de un río donde muchos enfermos y ayunaban y oraban con los ángeles de
Dios durante siete días y siete noches. Y cuando fue su recompensa, pues
seguían las palabras de Jesús. Y al acabar el séptimo día todos sus dolores les
abandonaron. Y cuando el sol se levantó sobre el horizonte de la tierra, vieron
que Jesús venía a hacia ellos desde la montaña, con el resplandor del sol
naciente alrededor de su cabeza.
“La paz sea
con ustedes”.
Y ellos no
dijeron una palabra, sino que sólo se postraron ante él y tocaron el borde de
su vestidura en agradecimiento por su curación.
“No me den las
gracias a mí, sino a la
Madre Terrenal, la cual les envió a sus ángeles sanadores.
Vayan y no pequen más, para que nunca vuelvan a conocer la enfermedad. Y dejen
que los ángeles sean sus guardianes”.
Pero ellos le
contestaron: “¿Adónde iremos, Maestro? Pues en ti están las palabras de la vida
eterna. Dinos cuáles son los pecados que debemos evitar, para que nunca
conozcamos la enfermedad.
Jesús
respondió: “Así sea según la fe de ustedes”, y se sentó entre ellos diciendo:
“Fue dicho a
aquellos de los antiguos tiempos: “Honra a tu Padre celestial y a tu Madre
Terrenal y cumple sus mandamientos, para que tus días sean cuantiosos sobre la
tierra”. Y luego se les dio el siguiente mandamiento: “No matarás”, pues Dios
da a todos la vida, y lo que Dios ha dado no debe el hombre arrebatarlo. Pues
en verdad les digo que de una misma madre procede cuanto vive sobre la tierra.
Por tanto quien mata, mata a su hermano. Y de él se alejará la Madre Terrenal y le
retirará sus pechos vivificadores. Y se apartarán de él sus ángeles y Satán
tendrá su morada en su cuerpo. Y la carne de los animales muertos en su cuerpo
se convertirá en su propia tumba. Pues en verdad les digo que quien se mata así
mismo, y quien come la carne de animales muertos come del cuerpo de la muerte.
Pues cada gota de su sangre se convierte en la suya en veneno; su respiración
en la suya en hedor; su carne en la suya en forúnculos; sus huesos en los suyos
en yeso; sus intestinos en los suyos en descomposición; sus ojos en los suyos
en costras; sus oídos en los suyos en ceras: Y su muerte será la suya propia.
Pues solamente en el servicio del Padre Celestial son sus deudas de siete años
perdonadas en siete días.
Mientras que
Satán no les perdona nada, deben pagarle todo. Ojo por ojo diente por diente,
mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, vida
por vida, muerte por muerte. Pues el coste del pecado es la muerte. No maten ni
coman la carne de sus presas, no sea que
se conviertan en esclavos de Satán. Pues ése es el camino de los sufrimientos y
conduce a la muerte. Sino hagan la voluntad de Dios, de modo que sus ángeles
les sirvan a ustedes en el camino de la vida. Obedezcan, por tanto, las
palabras de Dios: “Miren, les he dado toda la hierba que lleva semilla, sobre
la faz de la tierra, y todo árbol en que se halla el fruto de una semilla, y a
toda ave del cielo, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, donde se halla
el aliento de la vida, doy toda hierba verde como alimento. También la leche de
todo lo que se mueve y que vive sobre la tierra será el alimento de ustedes. Al
igual que a ellos les he dado toda hierba verde, así le doy a ustedes su leche.
Pero no
comerán la carne, ni la sangre que la aviva. Y en verdad demandaré la sangre de
ustedes que brota con fuerza, y la sangre de ustedes en la que se halla el
alma. Demandaré todos los animales
asesinados y las almas de todos los hombres asesinados. Pues yo el Señor tu
Dios soy un Dios fuerte y celoso castigando la iniquidad de los padres sobre
sus hijos hasta la tercera y cuarta
generación de aquellos quienes me odian, y mostrando misericordia hacia los
millares de aquellos que me aman y cumplen mis mandamientos.
Ama al Señor
tu Dios con todo tu corazón con toda tu alma y con todas tus fuerzas; éste es el
primer y más grande mandamiento. Y el segundo es según éste: “Ama a tu prójimo
como a ti mismo”. No hay mandamiento más grande que éstos”.
Y tras estas
palabras todos permanecieron en silencio, excepto uno que voceo: ¿Qué debo
hacer, Maestro, si veo que una bestia salvaje ataca a mi hermano en el bosque?
¿Debo dejar perecer a mi hermano o matar a la bestia salvaje? ¿No transgrediría
así la ley?
Y Jesús les
respondió: “Fue dicho a aquellos de los antiguos tiempos: “Todo los animales
que se mueven sobre la tierra, todos los peces del mar y todas las aves del
cielo, han sido puestos bajo el poder de ustedes”. En verdad les digo que de
todas las criaturas que viven sobre la tierra, sólo el hombre creó Dios a su
imagen. Por ello, los animales son para el hombre, y no el hombre para los
animales. No transgredirás, por tanto, la ley si matas al animal salvaje para
salvar a tu hermano. Pues en verdad te digo que el hombre es más que el animal.
Pero quien mata al animal sin causa alguna, si que éste le ataque, por el deseo
de matar, o por su carne, o porque se oculta, o incluso por sus colmillos,
malvada es la acción que comete, pues él mismo se convierte en bestia salvaje.
Y por tanto su fin ha de ser también como el de los animales salvajes”.
Y otro dijo
entonces: “Moisés, el más grande de Israel, consintió a nuestros antepasados
comer la carne de animales limpios, y sólo prohibió la carne de los animales
impuros. ¿Porqué entonces, nos prohíbe la carne de todos los animales? ¿Qué ley
viene de Dios, la de Moisés o la tuya?
Y Jesús
respondió: “Dios dio a través de Moisés, diez mandamientos a los antepasados de
ustedes. “Estos mandamientos son duros”, dijeron los antepasados de ustedes y
no pudieron cumplirlos. Cuando Moisés vio esto, tuvo compasión de sus gentes y
no quiso que se perdiesen. Y les dio entonces diez veces diez mandamientos,
menos duros, para que los siguiesen. En verdad les digo que si los antepasados
de ustedes hubiesen sido capaces de seguir los diez mandamientos de Dios,
Moisés no habría tenido nunca necesidad de sus diez veces diez mandamientos.
Pues aquel cuyos pies son fuertes como la montaña de Sión, no necesita muletas;
mientras que aquel cuyos miembros flaquean, llega más lejos con muletas que sin
ellas. Y Moisés dijo al Señor: “Mi corazón está lleno de tristeza, pues mi
pueblo se perderá. Porque no tienen conocimiento, ni son capaces de comprender
tus mandamientos. Son como niños pequeños que no pueden entender aún las
palabras de su padre.
Consiente,
Señor, que les dé otras leyes, para que no se pierdan. Si ellos no pueden estar
contigo, Señor, que al menos no estén contra ti; que puedan mantenerse a sí
mismos, y cuando haya llegado el momento y estén maduros para tus palabras,
revélales tus leyes”. Por eso rompió Moisés las dos tablas de piedra donde
estaban escritos los diez mandamientos, y les dio en su lugar diez veces diez.
Y de estas diez veces diez, los escribas y los fariseos han hecho cien veces
diez mandamientos. Y han puesto insoportables cargas sobre los hombros de
ustedes, que ni ellos mismos sobrellevan. Pues cuando más cercanos a Dios están
los mandamientos, menos necesitamos; y cuanto más lejanos se hallan de Dios,
más necesitamos entonces. Por eso innumerables son las leyes de los fariseos y
de los escribas, siete son las leyes del
Hijo del Hombre tres las de los ángeles; y una la de Dios.
“Por eso yo
solamente les enseño las leyes que puedan comprender para que se conviertan en
hombres y sigan las siete leyes del Hijo del Hombre. Entonces les revelarán
también los ángeles sus leyes, para que el espíritu santo de Dios descienda
sobre ustedes y les guíe hacia su ley”.
Y todos
estaban asombrados de su sabiduría, y le pedían: “continúa Maestro, y enséñanos
todas las leyes que podemos recibir”.
Y Jesús
continúo: “Dios ordenó a los antepasados de ustedes: “No matarás” Pero su
corazón estaba endurecido y mataron. Entonces, Moisés deseó que por lo menos no
matasen hombres, y les permitió matar a los animales. Y entonces el corazón de
los antepasados de ustedes se endureció más aún, y mataron a hombres y animales
por igual. Más yo les digo: No maten ni a hombre ni a animales, ni siquiera el
alimento que lleven a sus bocas.
Pues si comen
alimento vivo, él mismo les vivificará: pero si matan el alimento de ustedes,
la comida muerta les matará también a ustedes. Pues la vida viene sólo de la
vida, y de la muerte viene siempre la muerte. Porque todo cuanto mata los
cuerpos de ustedes mata también a sus almas. Y sus cuerpos se convierten en lo
que son sus alimentos, igual que los espíritu de ustedes se convierten en lo
que son sus pensamientos. Por tanto, no coman nada que el fuego, el hielo o el
agua haya destruido. Pues los alimentos quemados, helados o descompuestos
quemarán, helarán y corromperán también sus cuerpos, No sean como el loco
agricultor que sembró en su campo semillas cocinadas, heladas y descompuestas.
Y llegó el otoño y sus campos no dieron nada. Y grande fue su aflicción. Sino
sean como aquel agricultor que sembró en su campo semilla viva, y cuyo campo
dio espigas vivas de trigo, pagándole el céntuplo por las semillas que plantó.
Pues en verdad les digo, vivan sólo del fuego de la vida, y no preparen “sus
alimentos con el fuego de la muerte, que mata sus alimentos, sus cuerpos y
también sus almas.
“Maestro
¿dónde se halla el fuego de la vida?, Preguntaron algunos de ellos.
“En ustedes,
en su sangre y en sus cuerpos.
“Es el fuego
que arde fuera del cuerpo de ustedes, que es más caliente que la sangre de
ustedes. Con ese fuego de muerte cocinan los alimentos de ustedes en sus
hogares y en los campos de ustedes. En verdad les digo que es el mismo que
destruye los alimentos de ustedes y el cuerpo de ustedes como el fuego de la
maldad que destroza los pensamientos y el espíritu de ustedes. Pues el cuerpo
de ustedes es lo que comen, y el espíritu es lo piensan. No coman nada por
tanto, que haya matado un fuego más fuerte que el fuego de la vida. Preparen
pues y coman todas las frutas de los árboles todas las hierbas de los campos y
toda leche de los animales buena para comer. Pues todas estas cosas las ha
nutrido y madurado el fuego de la vida, todas son dones de los ángeles de
nuestra Madre Terrenal. Mas no coman nada a lo que sólo el fuego de la muerte
haya dado sabor, pues tal es de Satán”.
“¿Cómo
deberíamos cocer sin fuego el pan nuestro de cada día, Maestro?, preguntaron
algunos con desconcierto.
“Dejad que los
ángeles de Dios preparen el pan de ustedes. Humedezcan
el trigo para que el ángel del agua lo penetre. Pónganlo entonces al aire para
que el ángel del aire lo abrace también. Y déjenlo de la mañana a la tarde bajo
el sol, para que el ángel de la luz del sol descienda sobre él. Y la bendición
de los tres ángeles hará pronto que el germen de la vida brote en el trigo de
ustedes. Muelan después el grano y hagan finas obleas, como hicieron los
antepasados de ustedes cuando partieron de Egipto, la morada de la esclavitud.
Pónganlas de nuevo bajo en cuanto aparezca y, cuando se halle en lo más alto de
los cielos denles la vuelta para que el ángel de la luz del sol las abrace también
por el lado, y déjenlas así hasta que el sol se ponga. Pues los ángeles del
agua, del aire y de la luz del sol alimentaron y maduraron el trigo en el
campo, y ellos deben igualmente preparar también el pan de ustedes. Y el mismo
sol que, con fuego de la vida, hizo que el trigo creciese y madurase, debe
cocer el pan de ustedes con el mismo fuego. Pues el fuego del sol da vida al
trigo, al pan y al cuerpo. Pero el fuego de la muerte mata el trigo, el pan y
el cuerpo. Y los ángeles vivos del Dios Vivo solamente sirven a los hombres
vivos. Pues Dios es el Dios de lo vivo y no el Dios de lo muerto.
“Coman, pues,
siempre de la mesa de Dios: los frutos de los árboles, el grano y las hierbas
del campo, la leche de los animales, y la miel de las abejas. Pues todo más
allá de esto es de Satán y por los caminos del pecado y la enfermedad conduce
hacia la muerte. Mientras que los alimentos que coman de la abundante mesa de
Dios dan fortaleza y juventud al cuerpo de ustedes, y nunca conocerán la
enfermedad. Pues la mesa de Dios alimentó a Matusalén, el viejo, y en verdad
les digo que si viven igual como él vivió, también el Dios de lo vivo les dará
una larga vida sobre la tierra como la suya”.
“Pues en
verdad les digo que el Dios de lo vivo es más rico que todos los ricos de la
tierra y su abundante mesa es más rica que las más ricas de las mesas de festín
de todos los ricos de la tierra. Coman pues, durante todas sus vidas en la mesa
de nuestra Madre Terrenal, y nunca conocerán la necesidad. Y cuando coman en su
mesa, coman todo tal como se halla en la mesas de la Madre Terrenal. No
cocinen ni mezclen todas las cosas unas con otras, o los intestinos de ustedes
se convertirán en ciénagas humeantes. Pues en verdad les digo que esto es
abominable a los ojos del Señor.”.
“Y no sean
como el sirviente avaricioso que comía siempre de la mesa de su señor la ración
de otros. Y todo lo devoraba y lo mezclaba en su glotonería. Y viendo aquello,
su señor se encolerizó con él y le expulsó de su mesa. Y cuando todos acabaron
su comida, mezcló cuanto quedó en la mesa y llamó al glotón sirviente, y le
dijo: “Toma y come esto junto a los cerdos, pues tu lugar está entre ellos, y
no en mi mesa”.
“Ténganlo en
cuenta por tanto, y no profanen con todo tipo de abominaciones el templo del
cuerpo de ustedes. Conténtense con dos o tres tipos de alimentos que siempre
encontrará en la mesa de nuestra Madre Terrenal. Y no deseen devorar todo
cuanto vean en derredor de ustedes. Pues en verdad les digo que si mezclan en
sus cuerpos todo tipo de alimentos, entonces cesará la paz en el cuerpo de
ustedes y se desatará en ustedes una guerra interminable. Y se aniquilará
nuestros cuerpos como los hogares y los reinos que divididos entre sí aseguran
su propia destrucción. Pues el Dios de ustedes es el Dios de la paz, y nunca
ayuda a la división. No levanten, pues, contra ustedes su cólera de Dios, para
que no vaya a expulsarles de su mesa y se vean obligados a ir a la mesa de
Satán, donde el fuego de los pecados, de las enfermedades, y de la muerte corromperá
los cuerpos de ustedes”.
“Y cuando
coman, no coman hasta no poder más, huyan de las tentaciones de Satán y
escuchen la voz de los ángeles de Dios. Pues Satán y su poder les tentarán
siempre a que coman más y más. Pero vivan por el espíritu y resistan los deseos
del cuerpo. Y que el ayuno de ustedes complazca siempre a los ángeles de Dios.
Así que tomen- cuenta de cuanto hayan comido cuando se sientan saciados y coman
siempre menos de una tercera parte de ello-.
“Que el peso del alimento diario que consuman, no
sea menos de una mina, pero hay que vigilar que no exceda de dos. Entonces les
servirán siempre los ángeles de Dios, y nunca caerán en la esclavitud de Satán
y de sus enfermedades. No obstaculicen la obra de los ángeles en el cuerpo de
ustedes comiendo demasiado a menudo. Pues en verdad les digo que quien come más
de dos veces diarias hace en él la obra de Satán. Y los ángeles de Dios
abandonan su cuerpo y pronto toma Satán posesión de él. Coma sólo cuando el sol
esté en lo más alto de los cielos, y de nuevo cuando se ponga. Y nunca
conocerán enfermedad, pues ello
haya aprobación a los ojos
del Señor. Y si desean que los ángeles se complazcan en el cuerpo de ustedes y
que Satán les evite de lejos, siéntense sólo una vez al día en la mesa de Dios.
Y entonces serán numerosos sus días sobre la tierra, pues esto es grato a los
ojos del Señor. Coman siempre cuando sea servida ante ustedes la mesa de Dios.
Pues en verdad les digo que Dios sabe bien lo que el cuerpo de ustedes necesita
y cuando lo necesita.
“Con la
llegada del mes de Iyar coman cebada; con el mes de Sivan coman
trigo, la más perfecta de la hierbas que dan semilla. Y el pan de cada día de
ustedes sea hecho de trigo, para que el Señor cuide del cuerpo de ustedes. Con
el mes de Tummuz coman la uva ácida, para que el cuerpo de ustedes
adelgace y Satán lo abandone. En el mes de Elul, recojan la uva para que
su jugo les sirva de bebida. En el mes de Marcheshvan recojan la uva
dulce, endulzada y seca por el ángel de la luz del sol, para que aumente el
cuerpo de ustedes y los ángeles del Señor moren en ellos. Deben comer los higos
jugosos en los meses de Ab y de Shebat, y los que sobren que el
ángel de la luz del sol se los guarde. Cómanlos con las almendras durante todos
los meses en que los árboles no dan frutos. Y las hiervas que brotan después de
la lluvia, cómanlas durante el mes de Thebet, para purificar la sangre
de ustedes de todos los pecados. Y en el mismo mes empiecen a beber la leche de
sus animales que producen leche, para que ellos alimenten al hombre con su
leche. Pues en verdad les digo que felices son aquellos que comen sólo en la
mesa de Dios, y renuncian a todas las abominaciones de Satán. No coman
alimentos impuros traídos de países lejanos, sino coman siempre cuanto produzcan
los árboles de ustedes. Pues el Dios de ustedes sabe bien lo que es necesario,
y dónde y cuando. Y Él da a todos los pueblos de todos los reinos los alimentos
mejores para cada uno de ellos. No coman como los paganos, que se atiborran con
prisa, profanando sus cuerpos con todo tipo de abominaciones.
“Pues el poder
de los ángeles de Dios penetra en ustedes con el alimento vivo que el Señor les
proporciona de su mesa real. Y cuando coman tengan sobre ustedes al ángel del
aire, y bajo de ustedes el ángel del agua. Respiren larga y profundamente en
todas sus comidas para que el ángel del aire bendiga sus alimentos. Y masticado
bien con sus dientes para que se vuelva agua y que el ángel del agua lo
convierta dentro del cuerpo de ustedes en sangre. Y coman lentamente, como si
fuese una oración que hacen al Señor. Pues en verdad les digo que el poder de
Dios penetra en ustedes si comen de tal modo en sus mesas. Mientras que Satán
convierte en ciénagas humeantes el cuerpo de aquel a quien no descienden los
ángeles del aire y del agua en sus comidas. Y el Señor no le permite permanecer
por más tiempo en su mesa, Pues la mesa del Señor es como un altar, y quien
come en la mesa de Dios se halla en un templo. Pues en verdad les digo que el
cuerpo de los Hijos del Hombre se convierte en un templo, y sus entrañas en un
altar, si cumplen los mandamientos de Dios. Por tanto, no pongan nada sobre el
altar del Señor cuando el espíritu de ustedes esté irritado, ni piensen de
alguien con ira en el templo de Dios. Y entren solamente en el santuario del
Señor cuando sientan en ustedes la llamada de sus ángeles, pues cuanto coman
con tristeza, o con ira, o si deseo se convierte en veneno en el cuerpo de
ustedes. Pues el aliento de Satán lo corrompe todo. Pongan con alegría sus ofrendas
sobre el altar de sus cuerpos, y dejen que todos sus malos pensamientos se
alejen de ustedes al recibir en sus cuerpos el poder de Dios proveniente de su
mesa. Y nunca se sienten a la mesa de Dios antes de que ángel de él les llame
por medio del ángel del apetito.
“Regocíjense,
pues, siempre con los ángeles de Dios en su mesa real, pues esto complace al
corazón del Señor. Y la vida de ustedes será larga sobre la tierra, pues el más
valioso de los sirvientes de Dios les servirá todos los días: el ángel de la
alegría.
“Y no olviden
que cada séptimo día es santo y está consagrado a Dios. Durante seis días
alimenten sus cuerpos con los dones de la Madre Terrenal, más
el séptimo día santifiquen sus cuerpos para el Padres Celestial de ustedes. Y
en el séptimo día no coman ningún alimento terrenal, sino vivan tan sólo de las
palabras del Señor en el reino del Padre Celestial.
Y en el
séptimo día dejen que los ángeles de Dios levanten el reino de los cielos en el
cuerpo de ustedes, ya que trabajaron durante seis días en el reino de la Madre Terrenal. Y
no dejen que ningún alimento entorpezca la obra de los ángeles en el cuerpo de
ustedes a lo largo del séptimo día. Y Dios les concederá larga vida sobre la
tierra, para que tengan vida eterna en el reino de los cielos. Pues en verdad
les digo que si no conocen más enfermedades sobre la tierra, vivirán por
siempre en el reino de los cielos”.
“Y Dios les
enviará cada mañana el ángel de la luz del sol para que despierten de su sueño.
Obedezcan, por tanto, la llamada del
Padre Celestial de ustedes y no permanezcan ociosos en sus lechos, pues los
ángeles del aire y del agua ya les aguardan afuera. Y trabajen durante todo el
día con los ángeles de la
Madre Terrenal para que lleguen a conocerlos a ellos y a sus
obras cada vez más y mejor. Pero cuando el sol se ponga y el Padre Celestial
les mande su ángel más preciado, el sueño, vayan a descansar y permanezcan toda
la noche con el ángel del sueño. Y entonces les enviará el Padre Celestial de
ustedes sus ángeles desconocidos para que permanezcan junto a ustedes a lo
largo de la noche. Y los ángeles. Y los ángeles desconocidos del Padre
Celestial les enseñarán muchas cosas sobre el reino de Dios, así como los
ángeles que conocen ustedes de la Madre Terrenal los instruyen en las cosas de su
reino. Pues en verdad les digo que serán cada noche los invitados del reino del
Padre Celestial de ustedes si cumplen sus mandamientos. Y cuando se despierten
por la mañana, sentirán en ustedes el poder de los ángeles desconocidos. Y el Padre
Celestial de ustedes se los enviará cada noche para que enriquezcan el espíritu
de ustedes, igual que la
Madre Terrenal les envía sus ángeles para que construyan el
cuerpo de ustedes. Pues en verdad les digo que si durante el día les acoge en
sus brazos su Madre Terrenal, y si durante la noche les respira su beso el
Padre Celestial, entonces los Hijos de los Hombres se convertirán en hijos de
Dios”.
“Resistan de
día y de noche las tentaciones de Satán. No se despierten de noche ni duerman
de día, para que no les abandonen los ángeles de Dios”.
“Ni tampoco se
deleiten con ninguna bebida, ni en ningún humo de Satán, que les despertarán
por la noche y les harán dormir de día. Pues en verdad les digo que todas las
bebidas y humos de Satán son abominaciones a los ojos del Dios de ustedes”.
“No cometan
putaísmo, ni de día ni de noche, pues el putañero es como un árbol cuya savia
se va del tronco. Árbol que se secará antes de tiempo y no llegará a dar fruto.
Por tanto, no putañeen para que Satán no seque el cuerpo de ustedes y el Señor
haga infructuosa la semilla de ustedes”.
“Eviten cuanto
esté demasiado caliente o demasiado frío. Pues es la voluntad de la Madre Terrenal de
ustedes que ni el calor ni el frío dañen el cuerpo de ustedes. Y no dejen que
el cuerpo de ustedes estén más calientes o más fríos del mandamiento de la Madre Terrenal,
entonces en cuantos sus cuerpos se vuelvan demasiado calientes les enviará el
ángel del frescor para que les refresque, y en cuanto el cuerpo de ustedes esté
demasiado frío les enviará el ángel del calor para calentarles de nuevo”.
“Sigan el
ejemplo de todos los ángeles del Padre Celestial y de la Madre Terrenal, que
trabajan día y noche sin cesar en los reinos de los cielos y de la tierra. Por
tanto, reciban también en ustedes mismos a los más poderosos de todos los
ángeles de Dios, los ángeles de los actos, y trabajen juntos sobre el reino de
Dios. Sigan el ejemplo del agua cuando corre, del viento al soplar, del sol
naciente y poniente, de las plantas y los árboles en su crecer, de los animales
cuando corren y retozan, de la luna creciente y menguante, de las estrellas en
su ir y venir; todas estas cosas se mueven y realizan sus tareas. Porque cuanto
tiene vida se mueve, y sólo lo que está muerto permanece quieto. Y Dios es Dios
de lo vivo, y Satán el de lo muerto. Sirvan, pues, al Dios Vivo, para que el
movimiento eterno de la vida les mantengan y para que escapen de la eterna
inmovilidad de la muerte.
Trabajen pues,
sin cesar para levantar el reino de Dios, de modo que no sean arrojados al
reino de Satán. Pues una alegría eterna abunda en el reino vivo de Dios,
mientras que una quieta tristeza oscurece el reino de la muerte de Satán. Sean
pues verdaderos hijos de su Madre Terrenal y del Padre Celestial, para que no
caigan en esclavos de Satán. Y la Madre Terrenal y el Padre Celestial les enviarán
sus ángeles para que les enseñen, les amen y les sirvan. Y sus ángeles
escribirán los mandamientos de Dios en la cabeza de ustedes, en el corazón y en
las manos de ustedes, para que conozcan, sientan y cumplan los mandamientos de
Dios”.
“Y oren todos
los días al Padre Celestial y a su Madre Terrenal, para que el alma de ustedes
se vuelva tan perfecta como el santo espíritu del Padre Celestial de ustedes, y
para que el cuerpo de ustedes se vuelva tan perfecto como el de la Madre Terrenal.
Pues si entienden, sienten y cumplen los mandamientos, entonces todo cuanto
ustedes pidan a su Padre Celestial y a su Madre Terrenal les será concedido.
Porque la sabiduría, el amor y el poder de Dios está por encima de todo”.
“Oren, por
tanto, del siguiente modo a su Padre Celestial:
“Padre nuestro
que estás en los cielos, bendito sea Tu Nombre.
Venga a
nosotros Tu Reino. Hágase Tu Voluntad como en los cielos así en la tierra.
El pan nuestro
de cada día dánoslo hoy. Y perdona nuestras deudas, así como nosotros
Perdonamos a
nuestros deudores. Y no nos conduzcas a la tentación sino líbranos del Maligno.
Pues tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre- Amén.
“Y oren del
siguiente modo a la
Madre Terrenal: “Madre nuestra que está en la tierra, bendito
sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en nosotros así
como en ti se hace. Igual que envía cada día a tus ángeles, envíalos también a
nosotros. Perdónanos nuestros pecados, porque todos los expiamos en ti. No nos
conduzcas a la enfermedad sino líbranos del mal, pues tuya es la tierra, el
cuerpo y la salud. Amén”.
Y todos
rezaron juntos a Jesús al Padre Celestial y a la Madre Terrenal.
Y después Jesús les habló así: “Igual que el cuerpo
de ustedes ha renacido por medio de los ángeles de la Madre Terrenal, que
el espíritu de ustedes renazca de igual modo por medio de los ángeles del Padre
Celestial.
Conviértanse, pues. En verdaderos Hijos del Padre
Celestial y de la Madre
de ustedes, y en verdaderos hermanos de los Hijos de los Hombres. Hasta ahora
estuvieron en guerra con
el Padre y con la Madre y con los Hermanos de
ustedes. Y han servido a Satán. Vivan a partir de hoy en paz con el Padre
Celestial, con la Madre
Terrenal y con los Hermanos de ustedes, los Hijos de los
Hombres. Y luchen únicamente en contra de Satán, para que no les robe la paz de
ustedes. Al cuerpo de ustedes doy la paz de la Madre Terrenal, y
la paz del Padre Celestial al espíritu de ustedes. Y que la paz de ambos reine
entre los Hijos de los Hombre.
¡Vengan a mi
cuantos se sientan hastiados y cuantos padezcan los conflictos y las
aflicciones! Pues mi paz les fortalecerá y confortará. Porque mi paz rebosa
dicha. Por eso les saludo siempre de este modo: ¡la paz sea con ustedes!
Salúdense siempre por tanto entre ustedes de igual manera, para que al cuerpo
de ustedes descienda la paz de la Madre Terrenal y al espíritu de ustedes la paz
del Padre Celestial. Y entonces hallarán la paz también entre ustedes, pues el
reino de Dios estará en el interior de ustedes. Y ahora regresen entre sus
Hermanos, con quienes hasta ahora estaban en guerra, y denles a ellos la paz de
ustedes. Pues felices son quienes luchan por la paz, porque hallarán la paz de
Dios. Vayan y no pequen más. Y den a todos la paz de ustedes igual que yo les
he dado la mía. Pues mi paz es la
Dios. La paz sea con ustedes.
Y les dejó.
Y su paz
descendió sobre ellos; y con el ángel del amor en sus corazones, con la
sabiduría de la ley en sus cabezas y con el poder del renacimiento en sus
manos, se dispersaron entre los Hijos de los Hombres para llevar la luz de la
paz a aquellos que luchaban en la oscuridad.
Y se
separaron, deseándose unos a otros:
“LA PAZ SEA CONTIGO”.
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