VOLUMEN
III
CAPITULO
XIX-I
Eduardo Pedro García Rodríguez
LA DIOSA CHAXIRAXI EN EL EXTERIOR EN SU ASPECTO COMO VIRGEN DE LA CANDELARIA
El
régimen de esclavitud impuesto por los invasores españoles a raíz de la invasión
y conquista de las islas Canarias, propició que un buen número de los guanches
sometidos optaran por buscar mejores vías de supervivencia en otras tierras.
Otros simplemente fueron llevados como esclavos en las aventuras de saqueo del
continente americano organizadas por los españoles.
Tanto
en estas arribadas a América de los antiguos canarios como en otras posteriores
de distinto signo, los canarios llevaron consigo el profundo amor que desde
tiempos inmemoriales han sentido hacia la Diosa-Madre Chaxiraxi,
aún cuando esta estuviese secuestrada por la iglesia católica y exhibida como
Virgen de la Candelaria.
Es
significativo el hecho de que de los emigrantes canarios tanto los forzados
como los que lo hicieron por cuenta propia llevaron consigo sus costumbres y
tradiciones, así como su bagaje espiritual. Tanto en las fundaciones coloniales
en América llevadas a cabo por canarios como en aquellas localidades donde se
establecieron con otros colonos de diversas procedencias, mantuvieron vivas sus
practicas religiosas las cuales a pesar de estar dotadas ya de una importante
carga de secretismo católico, estaban dedicadas a la adoración de la Diosa Madre Chaxirxi aunque ya
habían asumido el cambio de nombre impuesto por el catolicismo como Virgen de
Candelaria.
Si
analizamos las advocaciones llevadas y mantenidas en aquellas lejanas tierras
por nuestros ancestros a pesar de su supuesta cristianización veremos que son
prácticamente nulas las dedicadas al dios católico, al Cristo, al espíritu
santo e incluso a los santos, la mayoría de ellas están dedicadas a la Virgen de Candelaria y en
menor medida a otras advocaciones veneradas en nuestro archipiélago pero casi
siempre a divinidades femeninas. Generalmente las dedicadas a santos y cristos
lo fueron por criollos colonos muchos de los cuales comandaban las
expediciones.
Al
tiempo que se producía el descubrimiento, invasión y colonización de América,
se abría un inmenso territorio para la aventura y pillaje europeo. Con ello
Canarias comenzó a cumplir con el propósito para que había sido invadida y
colonizada, se convirtió por su posición geográfica, corrientes marinas y la acción de los vientos alisios en la ruta
y el paso obligado para las Indias, por lo que la mayoría de las flotas que
marchaban hacia América hacían escala para repostar en los puertos canarios.
De
esta forma, canarios y colonos europeos
estantes en Canarias se convierten en parte integrante de las
expediciones de invasión conquista y colonización en un nivel muy superior al
que figura en los datos oficiales, ya que los canarios tenían la facultad de
viajar directamente a América sin tener que pasar por el registro de Sevilla y,
aunque en determinadas épocas hubo restricciones de embarque para determinados
lugares en lo referente a cupos de emigrantes y puertos de destino, tales
disposiciones no se aplicaron rigurosamente, a lo que habría que unir el enorme
volumen de la emigración clandestina. Con ello Canarias pasa a ser un punto
clave, no sólo para el tráfico de barcos y personas, sino para la difusión de
plantas y animales en ambos lados del océano.
Tal como apunta el profesor de Historia
de América en la
Universidad de La
Laguna (Tenerife) Manuel Hernández: “Los canarios
participarían en la conquista como expertos guías. Entre 1492 y 1506 al menos
12 de las mayores expediciones hacen escala en La Gomera o Tenerife. Entre
ellas las de los mayores nombres de la conquista como Colón, Ojeda, Vespuccio,
Pedrarias, La Cosa,
Yáñez u Ovando. Las Canarias tienen el privilegio de comerciar con Indias desde
los comienzos de la colonización del Nuevo Mundo. Una Real Orden de 1511
simplemente especifica que los canarios parten solamente con la autorización
del capitán del navío.
De
esa forma, canarios o europeos estantes en Canarias se convierten en parte
integrante de las expediciones de conquista y colonización, como la de Pedro de
Mendoza en la fundación de Buenos Aires en 1535 o la de Pedro Fernández de Lugo
para la conquista de Santa Marta en Colombia y otras. Sin embargo no podemos
hablar de emigración canaria en sentido estricto, pero sí como una base para el
traslado al Nuevo Mundo sin los severos controles del monopolio
sevillano. En el siglo XVI Santo Domingo primero y La Habana después son los
principales destinos canarios, extendiéndose en siglos posteriores por todo
América.” Y con ellos la ancestral devoción a Nuestra Señora Chaxiraxi en su
aspecto católico de Virgen de La
Candelaria.
La fiesta de la Virgen de la Candelaria figura en el calendario de la iglesia católica desde el siglo V, según el teólogo francés de la Edad Media Jacques de Vorágine, quien explica en su "Leyenda dorada" los orígenes de esta tradición que se conserva muy viva aun en Canarias, España, Francia y en muchos países americanos.
Según el etnólogo vasco Julio Caro Baroja, en España la Candelaria es el comienzo del periodo de Carnaval, cuando retorna ese tiempo luminoso, al fin del invierno, época de burlas abundantes.
“La naturaleza se interpreta como parte del propio y dramático devenir humano. Mediante las fiestas y ritos de carnaval procuramos expresar lo ocurrido durante el año: vida y muerte, alegría y tristeza, frío y calor”, dice:
“Esta fiesta ha recibido el nombre de Candelaria porque en las procesiones se llevan en la mano candelas. La Iglesia lo estableció así para destruir una costumbre ancestral, la fiesta de las candelas que celebraban en febrero las antiguas romanas en honor de Proserpina, la joven cuya belleza, según los poetas, hizo que Plutón la raptara”, dice Vorágine en su capitulo sobre la Virgen Maria.
La visión que la iglesia católica da en torno al tema suele diferir como es habitual en esta confesión religiosa, la cual niega sistemáticamente la usurpación de los atributos de la Gran Diosa-Madre y su aplicación a su creación de la virgen María, veamos lo que nos dice un artículo sobre el particular que podemos leer en la Enciclopedia Católica:
CANDELARIA:
“También conocida como Fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen
(Greek Hypapante), Fiesta de la
Presentación del Niño Jesús en el Templo, observada el 2 de
Febrero según el rito latino.
De
acuerdo a la ley mosaica, una madre que había dado a luz a un niño varón, era
considerada impura por siete días, además debía permanecer treinta y tres días
"en purificación de su sangre" pero si daba a luz a una niña el
tiempo que excluía a la madre del santuario era doble.
Al
cumplirse el tiempo de su purificación (cuarenta u ochenta días) según fuera
niño o niña la madre debía traer al templo un cordero de un año para el
holocausto y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado; si no era
capaz de ofrecer un cordero, ella podía presentar dos tórtolas o dos pichones;
el sacerdote los ofrecía como expiación y entonces ella quedaba limpia.
(Levítico 12:2-8)[1]
Cuarenta
días después del nacimiento de Cristo María cumplió con este precepto de la
ley, ella redimió a su primogénito en el templo (Números 18:15), y fue
purificada por la oración de Simeón el justo, en la presencia de Anna la
profetisa (Lucas 2:22 sqq.). Sin duda este acontecimiento, la primera
presentación solemne de Cristo en la casa de Dios, era en los tiempos más
tempranos, celebrados por la
Iglesia de Jerusalén. Esto queda testimoniado en la primera
mitad del cuarto siglo por el peregrino de Burdeos, Egeria o Sylvia.
El
día (el 14 de febrero) fue solemnemente guardado por una procesión a la
basílica Constantinian de la
Resurrección, una homilía sobre Lucas 2:22 sqq., y el Santo
Sacrificio.
Pero
el banquete entonces no tenía ningún nombre propio; fue simplemente llamado día
cuarenta después de la
Epifanía. Esta última circunstancia nos muestra que la Epifanía de Jerusalén era
entonces la Fiesta
del nacimiento de Cristo.
Esta fiesta de los cuarenta días
después del nacimiento de Cristo, se extendió desde Jerusalem a toda la Iglesia, y más tarde fue
guardada el 2 de febrero, durante los últimos veinticinco años del cuarto siglo
en que fue introducida la fiesta romana de la Natividad de Cristo (el
25 de Diciembre). Fue certificada en 526 (Cedrenue); en todo el Imperio del
Este fue introducido por el Emperador Justinian I (542) en acción de gracias
por el cese de la gran pestilencia que había despoblado la ciudad de
Constantinopla.
En
la Iglesia
griega fue llamado Hypapante tou Kyriou, El encuentro (occursus)
del Señor y Su madre con Simeón y Anna. Los armenios lo llaman: "La Venida del Hijo de Dios en
el Templo" y todavía la observan el 14 de febrero (Tondini di Quaracchi,
Candelaria de la
Nación Arméniana en acción de gracias , 1906, 48); los Coptos
lo llaman "la presentación del Señor en el Templo" (Nilles, hombre de
Kal.., II 571, 643). ¿Quizás el decreto de Justiniano dio la ocasión a la Iglesia romana (a Gregorio
I?) para introducir esta fiesta, pero aun se quiere información definida sobre
este punto. Esta fiesta aparece en el Gelasianum (la tradición manuscrita del
séptimo siglo) bajo el nuevo título de la Purificación de la Santísima Virgen
María. La procesión no es mencionada. El Papa Sergio I (687-701) introdujo una
procesión para este día.
El
Gregorianum (la tradición del octavo siglo) no habla de esta procesión, qué de
hecho demuestra que la procesión de Sergio era "la estación"
ordinaria, no el acto litúrgico de hoy.
Esta
Fiesta no fue seguramente introducida por el Papa Gelasius para suprimir los
excesos del Lupercalia (Migne, Missale Gothicum, 691), y esto se extendió
suavemente en el Oeste; no es encontrado en "el Leccionario" de
Siloes (650), ni en "el Calendario" (731-741) de Sainte-Genevieve de
París. En el Este fue celebrada como un Fiesta del Señor; en el Oeste como un
Fiesta de María; aunque los "Invitatorium" (Gaude y læ tara,
Jerusalén, occurrens Deo tuo), las antífonas y responsories nos recuerden su
concepción original como una Fiesta del Cristo. La bendición de las velas no
entra en el uso común antes del undécimo siglo; esto no tiene nada que ver con
la procesión del pupercalia. En la
Iglesia latina esta Fiesta (Purificatio B.M.V.), es una doble
de la segunda clase. En la
Edad Media esto tenía una octava en el número más grande de
diócesis; también hoy las órdenes religiosas cuyo objeto especial es la
veneración de la Madre
de Dios (Carmelites, Servites) y muchas diócesis (Loreto, la Provincia de Siena,
etc.) celebran la octava.
Bendición de las candelas y procesión: De
acuerdo al Misal Romano después de la
Tercia el celebrante de pie al lado de la epístola con estola
y capa de color púrpura bendice las candelas (las cuales deben ser elaboradas
con ceras de abeja) habiendo cantado o recitado las cinco oraciones prescritas,
rocía e inciensa las candelas. Luego las distribuye al clero y a los laicos
mientras el coro canta “El Cantico de Simeón” Nunc Dimitis
La antífona “anuncio de Lumen
revelationem gentium y gloriam plebis tu æ Israel” es repetida después de cada
verso, según la costumbre medieval de cantar las antífonas. Durante la
procesión que ahora sigue, y en que todos los partícipes llevan velas
encendidas en sus manos, el coro canta la antífona “Adorna thalamum tuum,
Sion”, compuesta por San Juan de Damasco, uno de los pocas piezas de las cuales
el texto y la música, han sido tomados prestados por la Iglesia romana de los
griegos. Las otras antífonas son de origen romano. La procesión solemne
representa la entrada de Cristo, que es la Luz del Mundo, en el Templo de Jerusalén.
Esto
formaba una parte esencial de los servicios litúrgicos del día, y debía ser
celebrado en cada parroquia donde los ministros lo requerían. La procesión se
celebraba siempre el 2 de febrero aun cuando la oficina y la misa de la Fiesta fueran transferidas
hasta el 3 de febrero. Antes de la reforma de la liturgia latina por San Pio V
(1568), en las iglesias del Norte y del Oeste de los Alpes esta ceremonia era
más solemne.
Después de la quinta oración un prefacio
era cantado. El “Adorna” era precedido por la antífona “Ave Maria”. Mientras la
procesión en celebrada dentro de la iglesia, durante la Edad Media el clero
abandonaba la iglesia y visitaba el cementerio que lo rodeaba. Una vez que
regresaban de la procesión, un sacerdote llevaba la imagen del Niño Dios, la
presentaba en la puerta y entraba a la iglesia con el clero, quienes cantaban
el cántico de Zacarias, “Benedictus Dominus Deus Israel”. Para finalizar
entraban en el santuario, el coro cantaba el responsorio, “Virgo de Gaude
Maria” o la prosa, “Inviolada” o alguna otra antífona en honor a la Santísima Virgen.”
(Frederick G. Holweck).
Pero
este rito como otros muchos no son originarios de la iglesia católica, sino que
como otros muchos fueron sincretizados de religiones mas antiguas, así tenemos
que inicialmente la fiesta
de la Candelaria
o de la Luz tuvo
su origen en el Oriente con el nombre del “Encuentro”, posteriormente se
extendió al Occidente en el siglo VI, llegando a celebrarse en Roma con un
carácter penitencial.
El fuego de la vida, la mujer y la primavera, la energía divinizada de la naturaleza, la tierra-abuela y la virgen, son celebrados cada 2 de febrero en las fiestas de la Candelaria por muchos pueblos de América y Europa que mezclaron sus tradiciones con deidades africanas. Mamacha Candelaria se le llama a la virgen o Diosa-Madre en Puno (Perú) donde la fiesta suele estar prendida noche y día con 200 bandas de música y grupos coreográficos de muchas regiones amerindias escenificando “diabladas” de mascaras, bailes y procesiones de disfraces.
Desde Mexico hasta Argentina se festeja desde el 2 de febrero, se celebran rituales llamado por la Iglesia católica “Purificación de la Virgen”, celebrando los 40 días desde el supuesto nacimiento del niño Jesús, cuyo verdadero origen es de tradición judía y, esta relacionado con el tabú de la sangre y la impureza atribuida a la mujer como consecuencia del parto.
Según la ley judía Maria debía ir al templo a presentar al recién nacido y ofrendar cirios encendidos. En Cuba los descendientes de los yorubas importados hace siglos de África a los cañaverales la nombran como hemos dicho Oya, Oricha y Diosa del arco iris y los huracanes, de la memoria y la reencarnación de los antepasados.
CINCO
SIGLOS DE PROHIBICIÓN DE ARCO IRIS EN EL CIELO AMERICANO: Los continuos y almibarados mensajes con que
la iglesia católica nos bombardea continuamente mediante los medios propios y
ajenos, perfectamente controlados a través de una intrincada y compleja red de
influencias e intereses, pretendiendo implantar en las mentes de los ciudadanos
del mundo la falaz y siempre sostenida idea de una supuesta acción
civilizadora, culturizadora y de enriquecimiento espiritual de los territorios
y pueblos sometidos y esclavizados a sangre y fuego, no deja de ser como mínimo
una gran mascarada. Es inconcebible que en pleno siglo XXI, esta confesión
religiosa judeo-cristiana continúe pretendiendo regir al mundo con unos
parámetros que fueron concebidos hace más de cinco mil años, por unos fanáticos
que se creyeron predeterminados para dominar el mundo, naturalmente el mundo
conocido en aquella época, el cual no iba más allá de Oriente Medio y algunas
zonas del Mediterráneo. Es sorprendente como el catolicismo sigue empeñado en
sus dogmas primarios como sí en todo este tiempo transcurrido la humanidad no
hubiese avanzado social, cultural y espiritualmente.
E incluso periódicamente hacen fingidos
alardes de adecuación a los tiempos, cambiando determinados aspectos de
sus fundamentos para que en realidad no cambie nada.
De lo dicho tenemos sobrados ejemplos en los
tiempos actuales en la situación en que se encuentran los hombres, mujeres y
niños de los países conocidos como “tercer mundo”, la mayoría de los cuales
están regidos por las concepciones morales y espirituales de la iglesia
católica apostólica romana, y donde los poderes denominados civiles están
férreamente controlados por ésta. Como ejemplo de lo dicho y relativas algunos
países americanos veamos algunas notas
difundidas por el escritor Eduardo Galeano:
“El Descubrimiento: el 12 de octubre
de 1492, América descubrió el capitalismo. Cristóbal Colón, financiado por los
reyes de España y los banqueros de Génova, trajo la novedad a las islas del mar
Caribe.
En su diario
del Descubrimiento, el almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces
la palabra Dios o Nuestro Señor. Él no podía cansar los ojos de ver tanta
lindeza en aquellas playas, y el 27 de noviembre profetizó: Tendrá toda la
cristiandad negocio en ellas. Y en eso no se equivocó.
Colón creyó que
Haití era Japón y que Cuba era China, y creyó que los habitantes de China y
Japón eran indios de la India;
pero en eso no se equivocó.
Al cabo de cinco siglos de negocio de
toda la cristiandad, ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas
americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de la
población come salteado.
Los indios,
víctimas del más gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo
la usurpación de los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la
negación de su identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y
manera, se les sigue negando el derecho de ser.
Al principio,
el saqueo y el genocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos.
Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso. Sin embargo, en esa identidad
prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América
posible.
América, ciega de racismo, no las ve.
El 12 de
octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse
algunos indios a España para que aprendan a hablar (“que deprendan fablar”).
Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los
Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado mental (“mentally
retarded”) porque no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao
Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal en los campos de California, iba a
ser encerrado de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la
intérprete española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual.
Finalmente, los
antropólogos aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su
lengua, la lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una alta cultura
que tiene más de dos mil años de antigüedad.
El Paraguay
habla guaraní. Un caso único en la historia universal: la lengua de los indios,
lengua de los vencidos, es el idioma nacional unánime. Y sin embargo, la
mayoría de los paraguayos opina, según las encuestas, que quienes no entienden
español son como animales.
De cada dos
peruanos, uno es indio, y la
Constitución de Perú dice que el quechua es un idioma tan
oficial como el español. La
Constitución lo dice, pero la realidad no lo oye. El Perú
trata a los indios como África del Sur trata a los negros. El español es el
único idioma que se enseña en las escuelas y el único que entienden los jueces
y los policías y los funcionarios. (El español no es el único idioma de la
televisión, porque la televisión también habla inglés.)
Hace cinco
años, los funcionarios del Registro Civil de las Personas, en la ciudad de
Buenos Aires, se negaron a inscribir el nacimiento de un niño. Los padres,
indígenas de la provincia de Jujuy, querían que su hijo se llamara Qori
Wamancha, un nombre de su lengua.
El Registro
argentino no lo aceptó por ser nombre extranjero.
Los indios de
las Américas viven exiliados en su propia tierra. El lenguaje no es una señal
de identidad, sino una marca de maldición. No los distingue: los delata. Cuando
un indio renuncia a su lengua, empieza a civilizarse. ¿Empieza a civilizarse o
empieza a suicidarse?
Cuando yo era
niño, en las escuelas del Uruguay nos enseñaban que el país se había salvado
del problema indígena gracias a los generales que en el siglo pasado
exterminaron a los últimos charrúas.
El problema
indígena: los primeros americanos, los verdaderos descubridores de América, son
un problema. Y para que el problema deje de ser un problema, es preciso que los
indios dejen de ser indios. Borrarlos del mapa o borrarles el alma,
aniquilarlos o asimilarlos: el genocidio o el genocidio.
En diciembre de
1976, el ministro del Interior del Brasil anunció, triunfal, que el problema
indígena quedará completamente resuelto al final del siglo veinte: todos los
indios estarán, para entonces, debidamente integrados a la sociedad brasileña,
y ya no serán indios.
El ministro
explicó que el organismo oficialmente destinado a su protección (FUNAI,
Fundacao Nacional do Indio) se encargará de civilizarlos, o sea: se encargará
de desaparecerlos. Las balas, la dinamita, las ofrendas de comida envenenada,
la contaminación de los ríos, la devastación de los bosques y la difusión de
virus y bacterias desconocidos por los indios, han acompañado la invasión de la Amazonia por las empresas
ansiosas de minerales y madera y todo lo demás. Pero la larga y feroz embestida
no ha bastado. La domesticación de los indios sobrevivientes, que los rescata
de la barbarie, es también un arma imprescindible para despejar de obstáculos
el camino de la conquista.
Matar al indio
y salvar al hombre, aconsejaba el piadoso coronel norteamericano Henry Pratt. Y
muchos años después, el novelista peruano Mario Vargas Llosa explica que no hay
más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus
culturas, para salvarlos del hambre y la miseria.
La salvación
condena a los indios a trabajar de sol a sol en minas y plantaciones, a cambio
de jornales que no alcanzan para comprar una lata de comida para perros. Salvar
a los indios también consiste en romper sus refugios comunitarios y arrojarlos
a las canteras de mano de obra barata en la violenta intemperie de las
ciudades, donde cambian de lengua y de nombre y de vestido y terminan siendo
mendigos y borrachos y putas de burdel. O salvar a los indios consiste en
ponerles uniforme y mandarlos, fusil al hombro, a matar a otros indios o a
morir defendiendo al sistema que los niega. Al fin y al cabo, los indios son
buena carne de cañón: de los 25 mil indios norteamericanos enviados a la
segunda guerra mundial, murieron 10 mil.
El 16 de
diciembre de 1492, Colón lo había anunciado en su diario: los indios sirven
para les mandar y les hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo que fuere
menester y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras
costumbres. Secuestro de los brazos, robo del alma: para nombrar esta
operación, en toda América se usa, desde los tiempos coloniales, el verbo
reducir. El indio salvado es el indio reducido. Se reduce hasta desaparecer:
vaciado de sí, es un no-indio, y es nadie.
El shamán de
los indios chamacocos, de Paraguay, canta a las estrellas, a las arañas y a la
loca Totila, que deambula por los bosques y llora. Y canta lo que le cuenta el
martín pescador:
-No sufras hambre,
no sufras sed. Súbete a mis alas y comeremos peces del río y beberemos el
viento.
Y canta lo que
le cuenta la neblina:
-Vengo a cortar
la helada, para que tu pueblo no sufra frío. Y canta lo que le cuentan los
caballos del cielo:
-Ensíllanos y
vamos en busca de la lluvia.
Pero los
misioneros de una secta evangélica han obligado al chamán a dejar sus plumas y
sus sonajas y sus cánticos, por ser cosas del Diablo; y él ya no puede curar
las mordeduras de víboras, ni traer la lluvia en tiempos de sequía, ni volar
sobre la tierra para cantar lo que ve. En una entrevista con Ticio Escobar, el
shamán dice: Dejo de cantar y me enfermo. Mis sueños no saben adónde ir y me
atormentan. Estoy viejo, estoy lastimado. Al final, ¿de qué me sirve renegar de
lo mío?
El shamán lo
dice en 1986. En 1614, el arzobispo de Lima había mandado quemar todas las
quenas y demás instrumentos de música de los indios, y había prohibido todas
sus danzas y cantos y ceremonias para que el demonio no pueda continuar
ejerciendo sus engaños. Y en 1625, el oidor de la Real Audiencia de
Guatemala había prohibido las danzas y cantos y ceremonias de los indios, bajo
pena de cien azotes, porque en ellas tienen pacto con los demonios.
Para despojar a
los indios de su libertad y de sus bienes, se despoja a los indios de sus
símbolos de identidad. Se les prohíbe cantar y danzar y soñar a sus dioses,
aunque ellos habían sido por sus dioses cantados y danzados y soñados en el
lejano día de la Creación.
Desde los
frailes y funcionarios del reino colonial, hasta los misioneros de las sectas
norteamericanas que hoy proliferan en América Latina, se crucifica a los indios
en nombre de Cristo: para salvarlos del infierno, hay que evangelizar a los
paganos idólatras. Se usa al Dios de los cristianos como coartada para el
saqueo.
El arzobispo
Desmond Tutu se refiere al África, pero también vale para América:
-Vinieron.
Ellos tenían la Biblia
y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron:
“Cierren los
ojos y recen”. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros
teníamos la Biblia.
Los doctores
del Estado moderno, en cambio, prefieren la coartada de la ilustración: para
salvarlos de las tinieblas, hay que civilizar a los bárbaros ignorantes. Antes
y ahora, el racismo convierte al despojo colonial en un acto de justicia. El
colonizado es un sub-hombre, capaz de superstición pero incapaz de religión,
capaz de folclore pero incapaz de cultura: el sub-hombre merece trato
subhumano, y su escaso valor corresponde al bajo precio de los frutos de su
trabajo. El racismo legitima la rapiña colonial y neocolonial, todo a lo largo
de los siglos y de los diversos niveles de sus humillaciones sucesivas.
América Latina
trata a sus indios como las grandes potencias tratan a América Latina.
Gabriel
René-Moreno fue el más prestigioso historiador boliviano del siglo pasado.
Una de las
universidades de Bolivia lleva su nombre en nuestros días. Este prócer de la
cultura nacional creía que los indios son asnos, que generan mulos cuando se
cruzan con la raza blanca. Él había pesado el cerebro indígena y el cerebro
mestizo, que según su balanza pesaban entre cinco, siete y diez onzas menos que
el cerebro de raza blanca, y por tanto los consideraba celularmente incapaces
de concebir la libertad republicana.
El peruano
Ricardo Palma, contemporáneo y colega de Gabriel René-Moreno, escribió que los
indios son una raza abyecta y degenerada. Y el argentino Domingo Faustino
Sarmiento elogiaba así la larga lucha de los indios araucanos por su libertad:
Son más indómitos, lo que quiere decir: animales más reacios, menos aptos para la Civilización y la
asimilación europea.
El más feroz
racismo de la historia latinoamericana se encuentra en las palabras de los
intelectuales más célebres y celebrados de fines del siglo diecinueve y en los actos
de los políticos liberales que fundaron el Estado moderno. A veces, ellos eran
indios de origen, como Porfirio Díaz, autor de la modernización capitalista de
México, que prohibió a los indios caminar por las calles principales y sentarse
en las plazas públicas si no cambiaban los calzones de algodón por el pantalón
europeo y los huaraches por zapatos.
Eran los
tiempos de la articulación al mercado mundial regido por el Imperio Británico,
y el desprecio científico por los indios otorgaba impunidad al robo de sus
tierras y de sus brazos.
El mercado
exigía café, pongamos el caso, y el café exigía más tierras y más brazos.
Entonces,
pongamos por caso, el presidente liberal de Guatemala, Justo Rufino Barrios,
hombre de progreso, restablecía el trabajo forzado de la época colonial y
regalaba a sus amigos tierras de indios y peones indios en cantidad.
El racismo se
expresa con más ciega ferocidad en países como Guatemala, donde los indios
siguen siendo porfiada mayoría a pesar de las frecuentes oleadas exterminadoras.
En nuestros días, no hay mano de obra peor pagada: los indios mayas reciben 65
centavos de dólar por cortar un quintal de café o de algodón o una tonelada de
caña. Los indios no pueden ni plantar maíz sin permiso militar y no pueden
moverse sin permiso de trabajo. El ejército organiza el reclutamiento masivo de
brazos para las siembras y cosechas de exportación.
En las
plantaciones, se usan pesticidas cincuenta veces más tóxicos que el máximo
tolerable; la leche de las madres es la más contaminada del mundo occidental.
Rigoberta Menchú: su hermano menor, Felipe, y su mejor amiga, María, murieron
en la infancia, por causa de los pesticidas rociados desde las avionetas.
Felipe murió trabajando en el café. María, en el algodón. A machete y bala, el ejército
acabó después con todo el resto de la familia de Rigoberta y con todos los
demás miembros de su comunidad. Ella sobrevivió para contarlo.
Con alegre
impunidad, se reconoce oficialmente que han sido borradas del mapa 440 aldeas
indígenas entre 1981 y 1983, a lo largo de una campaña de aniquilación más
extensa, que asesinó o desapareció a muchos miles de hombres y de mujeres. La
limpieza de la sierra, plan de tierra arrasada, cobró también las vidas de una
incontable cantidad de niños. Los militares guatemaltecos tienen la certeza de
que el vicio de la rebelión se transmite por los genes.
Una raza
inferior, condenada al vicio y a la holgazanería, incapaz de orden y progreso,
¿merece mejor suerte? La violencia institucional, el terrorismo de Estado, se ocupa
de despejar las dudas. Los conquistadores ya no usan caparazones de hierro,
sino que visten uniformes de la guerra de Vietnam. Y no tienen piel blanca: son
mestizos avergonzados de su sangre o indios enrolados a la fuerza y obligados a
cometer crímenes que los suicidan.
Guatemala
desprecia a los indios, Guatemala se auto desprecia. Esta raza inferior había
descubierto la cifra cero, mil años antes de que los matemáticos europeos
supieran que existía. Y habían conocido la edad del universo, con asombrosa
precisión, mil años antes que los astrónomos de nuestro tiempo.
Los mayas
siguen siendo viajeros del tiempo: ¿Qué es un hombre en el camino? Tiempo.
Ellos ignoraban
que el tiempo es dinero, como nos reveló Henry Ford. El tiempo, fundador del
espacio, les parece sagrado, como sagrados son su hija, la tierra, y su hijo,
el ser humano: como la tierra, como la gente, el tiempo no se puede comprar ni
vender. La Civilización
sigue haciendo lo posible por sacarlos del error.
¿Civilización?
La historia cambia según la voz que la cuenta. En América, en África, en Europa
o en cualquier otra parte. Lo que para los romanos fue la invasión de los
bárbaros, para los alemanes fue la emigración al sur.
No es la voz de
los indios la que ha contado, hasta ahora, la historia de América. En las
vísperas de la conquista española, un profeta maya, que fue boca de los dioses,
había anunciado: Al terminar la codicia, se desatará la cara, se desatarán las
manos, se desatarán los pies del mundo. Y cuando se desate la boca, ¿qué dirá?
¿Qué dirá la otra voz, la jamás escuchada? Desde el punto de vista de los
vencedores, que hasta ahora ha sido el punto de vista único, las costumbres de
los indios han confirmado siempre su posesión demoníaca o su inferioridad
biológica. Así fue desde los primeros tiempos de la vida colonial:
¿Se suicidan
los indios de las islas del mar Caribe, por negarse al trabajo esclavo? Porque
son holgazanes.
¿Andan
desnudos, como si todo el cuerpo fuera cara? Porque los salvajes no tienen
vergüenza.
¿Ignoran el derecho
de propiedad, y comparten todo, y carecen de afán de riqueza? Porque son más
parientes del mono que del hombre.
¿Se bañan con
sospechosa frecuencia? Porque se parecen a los herejes de la secta de Mahoma,
que bien arden en los fuegos de la Inquisición.
¿Jamás golpean
a los niños, y los dejan andar libres? Porque son incapaces de castigo ni
doctrina.
¿Creen en los
sueños, y obedecen a sus voces? Por influencia de Satán o por pura estupidez.
¿Comen cuando
tienen hambre, y no cuando es hora de comer? Porque son incapaces de dominar
sus instintos.
¿Aman cuando
sienten deseo? Porque el demonio los induce a repetir el pecado original.
¿Es libre la
homosexualidad? ¿La virginidad no tiene importancia alguna? Porque viven en la
antesala del infierno.
En 1523, el cacique
Nicaragua preguntó a los conquistadores:
-Y al rey de
ustedes, ¿quién lo eligió?
El cacique
había sido elegido por los ancianos de las comunidades. ¿Había sido el rey de
Castilla elegido por los ancianos de sus comunidades? La América precolombina era
vasta y diversa, y contenía modos de democracia que Europa no supo ver, y que
el mundo ignora todavía. Reducir la realidad indígena americana al despotismo
de los emperadores incas, o a las prácticas sanguinarias de la dinastía azteca,
equivale a reducir la realidad de la
Europa renacentista a la tiranía de sus monarcas o a las
siniestras ceremonias de la
Inquisición.
En la tradición
guaraní, por ejemplo, los caciques se eligen en asambleas de hombres y mujeres
-y las asambleas los destituyen si no cumplen el mandato colectivo. En la
tradición iroquesa, hombres y mujeres gobiernan en pie de igualdad. Los jefes
son hombres; pero son las mujeres quienes los ponen y deponen y ellas tienen
poder de decisión, desde el Consejo de Matronas, sobre muchos asuntos
fundamentales de la confederación entera. Allá por el año 1600, cuando los
hombres iroqueses se lanzaron a guerrear por su cuenta, las mujeres hicieron
huelga de amores. Y al poco tiempo los hombres, obligados a dormir solos, se
sometieron al gobierno compartido.
En 1919, el
jefe militar de Panamá en las islas de San Blas, anunció su triunfo:
-Las indias
kunas ya no vestirán molas, sino vestidos civilizados.
Y anunció que
las indias nunca se pintarían la nariz sino las mejillas, como debe ser, y que
nunca más llevarían aros en la nariz, sino en las orejas. Como debe ser.
Setenta años
después de aquel canto de gallo, las indias kunas de nuestros días siguen
luciendo sus aros de oro en la nariz pintada, y siguen vistiendo sus molas,
hechas de muchas telas de colores que se cruzan con siempre asombrosa capacidad
de imaginación y de belleza: visten sus molas en la vida y con ella se hunden
en la tierra, cuando llega la muerte.
Continúa en la
entrega siguiente.
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