SITIO OFICIAL DE LA IGLESIA DEL PUEBLO GUANCHE

TENEMIR UHANA MAGEK GRACIAS PODEROSA SOL
ENEHAMA BENIJIME HARBA POR SALIR UN DÍA MÁS
ENAGUAPA ACHA ABEZAN. PARA ALUMBRAR LA NOCHE.

lunes, 16 de septiembre de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS-XVII-III





VOLUMEN III

CAPITULO XVII-III

Eduardo Pedro García Rodríguez



LA VIRGEN NEGRA:
Las vírgenes negras (La morenita) fueron veneradas en multitud de catedrales y santuarios de la Europa medieval. Oriente Medio y África y América, con posterioridad fue implantada por el catolicismo en América. La tez oscura de la Diosa ha motivado perplejidad y el enigma sobre su significado. Para una mejor comprensión insertamos algunos párrafos de un  rico texto de  Jacques Huynen que explora los posibles simbolismos del moreno color de la Madre de Dioses.
Una dimensión simbólica que relacionará a las vírgenes negras con la ancestral veneración a las Diosas de la tierra, sincretizadas por el catolicismo. 
“Como el conocimiento iniciático, los favores de la Virgen Negra eran realmente las "luces de la noche", unas luces misteriosamente dadas y recibidas en el seno mismo de las tinieblas. Esta idea estaba reforzada por la situación particular en que estaba colocada la efigie para la veneración de los fieles: una cripta (Chartres, Clermont, Guincamp, Marsella, Mont-Saint-Michel)... una iglesia "negra" (Manosque, Aurillac), o una capilla "gruta" (Rocamadour). Incluso en los casos en que la estatua no estaba directamente presente en alguno de esos lugares, siempre iría asociada a su santuario o a su leyenda uno de esos elementos oscuros, secretos, ocultos; criptas y grutas, pero también pozo sagrado, abismo, tumba o sarcófago...
            Las Vírgenes Negras tenían, por tanto, una cierta significación funeraria, dirán algunos. No obstante, lejos de aparecer como madonas de la buena muerte, nuestras estatuas eran ensalzadas como donadoras por excelencia de vida, de fertilidad, de fecundidad y de bienestar, como, por otra parte, indican suficientemente sus advocaciones: Nuestra Señora de la Buena Esperanza, de la Liberación, del Alboroto, de la Vida... Estos accesorios pretendidamente "funerarios" no pueden explicarse más que por esta asociación con las cuevas, las grutas o los subterráneos en los que los iniciados frecuentemente eligieron reunirse y trabajar, y más aún, en sentido figurado, con el sistema de pensamiento, con el método de adquisición del conocimiento del adepto que sufría las pruebas iniciadoras...
            El color negro de nuestras estatuas tiene, sin embargo, también otras significaciones mucho más precisas y mucho más claras.
Generalmente se admite que las Vírgenes Negras fueron la versión cristianizada de un culto antiguo, anterior al cristianismo, por supuesto céltico pero quizás aún mucho más antiguo, surgido hace más 25 años en mesopotamia. Por mi mismo, he llegado a esa certidumbre cada vez que he examinado y he estudiado una de esas imágenes.
Bajo diversas formas, a veces romanizadas, (Según Bethencourt Alfonso la primitiva imagen de Chaxiraxi es de origen etrusco) se adora en ellas, en nuestro país, a una divinidad femenina, una Diosa-Madre, de Tierra-Madre, o, más concretamente, a una Diosa-Tierra. A veces una de las advocaciones católica que designaba su representación sobrevivió y permaneció asociada a la Vírgen Negra, como en Chartres o en Longpont, Virgo Paritura, la Virgen que debe dar a luz.
Según lo que sabemos de ello, ese culto céltico y precéltico era posible descubrirlo, con un sentido y unos atributos comparables, en la mayor parte de las grandes religiones y mitologías de la humanidad; el culto de Isis, de Cibeles, de Deméter  de Ceres y Tanit, pero asimismo advertimos su presencia en las grandes religiones americanas precoloniales o en numerosas religiones africanas, por ejemplo.
Su contenido es triple: popular y milagroso, cosmogónico y naturalista, espiritual y religioso...
Como la tierra es de un modo natural fecunda, de una fecundidad siempre renovada, la Diosa-Tierra era particularmente invocada por las mujeres estériles que deseaban tener un hijo. Más tarde, las Vírgenes Negras siguieron teniendo esa reputación milagrosa de conceder la fecundidad y, por extensión, de ser protectoras de los niños de corta edad.
Las gentes sencillas, muy atadas a esas prácticas, no hacían otra cosa que presentir la grandiosa concepción cosmogónica y naturalista que esta función milagrosa representaba.
           
En efecto, en la mayoría de los antiguos relatos sagrados de la humanidad, todo en el universo nacía siempre del encuentro y la síntesis de un principio masculino y un principio femenino. Así, la Tierra, virgen en su origen, fue fecundada por los rayos del Sol, y es gracias a esta acción bienhechora que pudo dar vida a todo lo que existe, la Naturaleza y la Humanidad. Desde entonces, sin caer no obstante en un politeísmo primitivo, los antiguos hicieron de la tierra, de la Diosa-Tierra, la representación simbólica del gran principio femenino de todas las cosas, y del Sol, la del principio masculino por excelencia.
Este es el motivo por el que hemos notado, sin comprender siempre su profundo valor, que en todas las religiones en las que se venera a una Diosa-Tierra, siempre aparece indisolublemente asociado con ello un culto solar.
Tanto entre los egipcios, como en el caso de los incas, los canarios, los griegos o los celtas, no hay Diosa-Tierra sin Dios-Sol, (Magek) su complemento indispensable.
¡Estamos lejos, evidentemente, de esa concepción ingenua emanada del catolicismo que veía en tales prácticas una adoración de la Sol de carácter idolátrico!
Por otra parte, una vez estudiadas con detalle, todas esas religiones aparecen claramente como monoteístas, e, incluso en la Biblia, frecuentemente pueden hallarse estas alusiones solares, estas comparaciones y asimilaciones simbólicas del  Dios al astro irradiante.
¿Y nuestras Vírgenes Negras? 
            Pues bien, por curioso que pueda parecer a primera vista, en la mayoría de los casos y en plena Edad Media cristiana, esta representación solar está también asociada a sus efigies...Verdad es que, pasado el primer efecto de sorpresa, la lógica del pensamiento medieval imponía que ocurriera de ese modo, desde el momento en que se estaba convencido de que las Vírgenes Negras, no sólo remplazaban a las Diosas-Tierra, sino que, para sus autores, ellas eran Diosas-Tierra. Esta presencia solar aparece en ocasiones de una manera indirecta y sutil.
Como hemos expuesto en el capitulo anterior en algunos casos la Virgen Negra se halla directamente colocada en un lugar antaño consagrado por  los celtas a Belén. Ahora bien, Belén era el equivalente céltico del Apolo griego, es decir su "divinidad" solar. Así, la etimología de Beaune indica la existencia de semejante centro sagrado; Toulouse poseía un lago de Belén y la abadía del Mont-Saint-Michel fue edificada antaño sobre el Mont Tombe, que para sus antepasados era la "Tumba de Belén"... Así ocurre también que Sara la Negra, que, en muchos aspectos, se relaciona con el culto de nuestras efigies, es venerada por los gitanos en Saintes-Mariesde-la-Mer, que antaño era la "ciudad de Rá", consagrada al dios Sol de los egipcios.
El toro, en las antiguas religiones, es simbólicamente el animal viril y solar por excelencia. En la isla de Chinech (Tenerife), en La Cañada de Los ovejeros (Municipio de El Tanque) existe un grabado rupestre que representa un toro en una gran piedra que también tiene forma de toro.
La leyenda del descubrimiento milagroso de nuestras estatuas asocia a él frecuentemente un toro (o un buey o un carnero, símbolo de la Sol). Este animal es el que, arando un campo, desentierra la estatua, la hace surgir de bajo tierra, y la estatua se convierte en una fuente fecunda de beneficios para los habitantes del lugar. Lo mismo ocurre en Manosque, en Err, en Font-Romeu y en Prats de Molló, en los Pirineos Orientales, donde el toro “descubre” a Nuestra Señora del Coral en el hueco de un roble, el árbol sagrado de los druidas, significando “coral” en catalán la madera del roble que, una vez mojada, se vuelve negra como si fuera ébano... A veces, el toro es remplazado por otros animales, teniendo sin embargo el mismo valor simbólico viril, como el ciervo que dibuja en el suelo el plano de la iglesia del Puy o el león del milagro de Notre-Dame de l’Apport...
            A mi juicio se trata de la misma indicación solar que justificó la atribución fabulosa de la creación de algunas de nuestras Vírgenes Negras (Rocamadour, Orcival, Marsella, Montserrat) al evangelista san Lucas, lo cual hizo establecer equivocadamente por parte del canónigo Perroud y algunos más una semejanza entre nuestras efigies y el Nicopeion bizantino. ¿Cuál es el emblema simbólico católico de san Lucas?

Una vez más, el toro (o el buey o el carnero).
Con esta historia, los benedictinos y otros promotores del culto mataban dos pájaros de un tiro, puesto que Lucas (o Luca) designa en celta lo que es particularmente sagrado, y dado también que a veces aún se encuentran cerca de nuestras Vírgenes Negras las huellas conservadas de un bosque de Luca o una etimología que se deriva de él...
Un toro “inventando” la Virgen Negra, o san Lucas “fabricando” la efigie, que será precisamente la madona de la vida y de la felicidad. Estas figuras simbólicas son sinónimas de la gran idea: la Sol “fecunda” la tierra que engendra la Vida.
            De este modo adquiere todo su sentido la expresión judéo-cristiana del Apocalipsis, “una mujer revestida de Sol”, que san Bernardo, tan presente en todo el fenómeno del culto católico medieval de Nuestra Señora, utilizaba con predilección para designar a la Virgen María.
Y por otra parte, esta concepción cosmogónica encajaba muy bien en todos aquellos hombres con la idea que se hacían de María.
            La Diosa-Tierra se convierte entonces por imperativos del cristianismo en la Virgen que, por la propia acción de dios, dará luz a un Hijo que, al mismo tiempo humano y divino, podrá salvar a la Humanidad, regenerarla, darle vida espiritualmente y, por lo tanto, aportarle “la salvación”. Y, si bien Jesús nace de María, con frecuencia encontramos en otras religiones vírgenes que engendran divinamente niños “divinos” como Khrishna, u Horus hijo de Isis, Tammuz, o “encantadores”, como el Merlín céltico nacido misteriosamente de una virgen. ¿Concepción herética, falsa desde el punto de vista religioso? Mi papel no es pronunciarme al respecto y, por otra parte, soy incapaz de hacerlo. Compruebo solamente que esta idea parece haber sido la de san Bernardo y de las minorías monásticas católicas de la Edad media... ¿Un resto de paganismo aún no desarraigado, o piedra angular de un edificio espiritual iniciático?
            ¿Y el color negro?
Precisamente este color es el que se utiliza simbólicamente para representar esa tierra primitiva que, una vez fecundada, será fuente de toda vida... Diosa-Tierra implica color negro.
Isis, Cibeles y Deméter fueron con frecuencia representadas negras mientras que la Gran Bretaña conoció una Black Annis. En Efeso, en el templo de Diana, una de las siete maravillas del mundo, se veneraba una estatua negra de la Gran Diosa, hermana del Apolo solar, y resulta sorprendente descubrir que es precisamente en Éfeso donde la Virgen María vivió tras la muerte de Jesucristo, y que hay una tradición que sitúa allí su supuesta Asunción, denominándose en turco el lugar mismo en que ello ocurrió karatchalti, es decir, exactamente “la piedra negra”.
En los Pirineos, en España, en Portugal, como en Canarias y sin duda en otros lugares, se encuentran aun esas misteriosas piedras negras de origen inmemorial e indeterminado que son veneradas e invocadas por las mujeres para obtener la fecundidad.
Cuando los españoles invadieron México llevaron con ellos el culto de una Vírgen Negra, Nuestra Señora de Guadalupe. Vuelto católico México, esta Virgen destronó oficialmente al “dispater” mexicano que era una piedra negra lisa. En La Meca, el objeto religioso por causa del cual los musulmanes del mundo entero emprenden el famoso peregrinaje, culminación de su vida de creyentes, es una piedra negra que constituye un símbolo de fecundidad y de fertilidad. Según Saillens, el ídolo más antiguo de Hedjaz era una piedra negra, volcánica y meteórica, denominada la Kaaba, es decir, literalmente “la muchacha de senos muy desarrollados”, y, en un sentido más amplio, la Núbil, la Virgen que será fecundada... Desde hace siglos, está insertada en uno de los ángulos exteriores de un templo antaño consagrado, según se cree, a Saturno. Cuando Mahoma apareció, los árabes cristianos habían asociado a aquel templo unas imágenes de la Virgen María, entre otras representaciones sagradas de todas las tribus que frecuentaban la peregrinación. Los escritores de Bizancio pensaban entonces que la piedra representaba a Anáhita, es decir, Astarté, el Lucero del Alba, Afrodita o Venus, Tanit, Chaxiraxi...
Mahoma hizo desaparecer todas las imágenes y todos los íconos, pero no se atrevió a tocar la piedra negra venerable. Ésta fue entonces incorporada a la religión musulmana, y su fiesta, la de Venus, se ha mantenido sagrada.
Así, los escultores medievales, al emplear a propósito el color negro, subrayaban de la manera más clara que la Virgen Negra era para ellos al mismo tiempo la María cristiana, la Diosa-Tierra céltica y la Isis egipcia, la Tanit, la Tara, es decir, la Chaxiraxi situándola dentro de una concepción religiosa iniciática universal del gran principio femenino del Universo, fuente de toda vida terrestre y a la vez de toda religión, origen de la vida de las almas...Sin duda, como cristianos, tenían en la mente la frase del Cantar de los Cantares, tan estudiada por sus contemporáneos eruditos, "Soy negra y, no obstante, soy bella", cuya significación real hay que buscar en otra parte.
Este color que, como es sabido, nunca fue dado a otra estatua que no fuera de la Virgen (salvo a santa Ana, madre de la Virgen, la madre de la madre, en un vitral de Chartres, por ejemplo, aunque de una manera muy excepcional) se justificaba ya por ese grandioso simbolismo a la vez naturalista y religioso, que muestra y confirma claramente el estado del pensamiento espiritual de los hombres de la Edad Media.
A partir de ahí, el simbolismo del color negro de los rasgos de nuestras estatuas se hace singularmente patente. Este simbolismo reforzado también por el que podría deducirse del color dado a los vestidos de las Vírgenes Negras, a condición de que puedan encontrarse indicaciones fidedignas acerca de su policromía antigua, lo cual ya no es posible más que para algunas de ellas.
 En la actualidad, la mayor parte están cubiertas con ropas recientes, hechas de tela, carentes de interés, y todas han sido repintadas en diferentes épocas.
No obstante, en los casos en que hallamos descripciones antiguas, vemos que, en su origen, los vestidos pintados en la misma madera de la estatua o sobre las cintas después del encolado eran de tres colores, a saber, azul, blanco y rojo. Los artesanos de la Edad Media no hacían nada porque sí, y los colores no eran elegidos para “hacer bonito”, sino en función de la representación de una idea teniendo cada color un impacto simbólico preestablecido, pudiendo ser combinado con otro sólo bajo ciertas reglas y estando proscrito para la decoración de un tema que no estuviera en relación directa con el valor que se le atribuía.
Nosotros, que apenas pensamos ya en términos de alegorías, que no estamos ya introducidos en el mundo de los símbolos, volvemos a encontrarnos con pena en esta especie de diccionario de las concordancias de colores de una extraordinaria complejidad que era rigurosamente impuesto a los antiguos en todas sus representaciones.
Sin entrar aquí en un estudio profundo de la correspondencia simbólica del rojo, el blanco y el azul, así como la que resulta de su combinación, dejo constancia solamente, como de algo particularmente interesante, de la comparación que puede efectuarse con los colores que el artista pretende encontrar con ocasión de sus preparaciones. (Jacques Huynen.).
Por su parte el investigador  José Antonio Cabrera Martínez, nos aporta sobre el particular los siguientes datos:
”Si solo nos fijáramos en el color no pasarían de una mera curiosidad más, pero para comprender el motivo de estos iconos de origen bizantino tenemos que ir más allá y remontarnos en la historia y más en concreto a la Edad Media. Hasta el siglo XI el culto a la Madre de Dios era bastante secundario centrándose más en la figura de su hijo Jesucristo y la devoción salvadora de los santos. Pero de la noche a la mañana, entre los siglos XI y XIII se produce un aumento desproporcionado de la devoción mariana coincidiendo con la época de las Cruzadas y el apogeo de la orden del Temple. La figura central de la orden templaría, Bernardo de Claraval decide cristianizar los lugares de culto antiguo y para ello sustituye cualquier icono pagano por imágenes traídas de oriente. Para justificar la aparición continua de vírgenes negras decide rodearlas de un halo de milagros continuo y como en aquella época no existían los periódicos y las noticias corrían muy lentas entre regiones hace que cada milagro parezca único.

Rápidamente se producen hechos increíbles y comienzan a surgir figuras marianas en cualquier sitio insospechado: campanas, cuevas, muros, huecos de árboles, o desenterramientos increíbles en donde aparece una virgen que fue enterrada para evitar ser destruida por los musulmanes.

Parece una misión inocente de recristianización, pero Bernardo y los templarios iban más allá. No es casual el lugar donde aparecen de continuo estas vírgenes negras.

Siempre en santuarios antiguos donde las fuerzas telúricas de la tierra son fuertes. Los templarios al contacto con sectas y sociedades secretas en el oriente tuvieron acceso a un montón de información que se creía perdida en occidente como por ejemplo los puntos o cruces telúricos de la tierra. Desde la antigüedad el ser humano ha sentido que algunos lugares eran distintos a los demás y eran más accesibles con lo transcendente. Los prehistóricos que hallaban esos lugares y los señalaba con piedras, menhires o megalitos, o los situaban en húmedas cuevas, sabían del poder del lugar pero no el por qué. La tierra que habitamos no es un ser muerto e inerte sino que esta rodeado de pulsaciones y movimientos electromagnéticos, como una compleja red de nervios que se entrecruzan continuamente. Por allí circulan las fuerzas telúricas de la tierra y en los cruces de estas avenidas la concentración es más fuerte. Por ello esos puntos están hollados de santuarios y cuevas santas. Destacan sobre todo los lugares que tienen agua o fuentes. Los templarios tuvieron acceso a estos conocimientos ancestrales y para marcar estos santuarios colocaron las vírgenes negras.” (José Antonio Cabrera Martínez, 2013).

No hay comentarios:

Publicar un comentario