VOLUMEN
III
CAPITULO
XVII-III
Eduardo Pedro García Rodríguez
LA VIRGEN
NEGRA:
Las vírgenes negras (La morenita) fueron veneradas en
multitud de catedrales y santuarios de la Europa medieval. Oriente Medio y África y
América, con posterioridad fue implantada por el catolicismo en América. La tez
oscura de la Diosa
ha motivado perplejidad y el enigma sobre su significado. Para una mejor
comprensión insertamos algunos párrafos de un
rico texto de Jacques Huynen que explora
los posibles simbolismos del moreno color de la Madre de Dioses.
Una dimensión simbólica que relacionará a las vírgenes negras
con la ancestral veneración a las Diosas de la tierra, sincretizadas por el
catolicismo.
“Como el conocimiento iniciático, los favores de la Virgen Negra eran
realmente las "luces de la noche", unas luces misteriosamente dadas y
recibidas en el seno mismo de las tinieblas. Esta idea estaba reforzada por la
situación particular en que estaba colocada la efigie para la veneración de los
fieles: una cripta (Chartres, Clermont, Guincamp, Marsella,
Mont-Saint-Michel)... una iglesia "negra" (Manosque, Aurillac), o una
capilla "gruta" (Rocamadour). Incluso en los casos en que la estatua
no estaba directamente presente en alguno de esos lugares, siempre iría
asociada a su santuario o a su leyenda uno de esos elementos oscuros, secretos,
ocultos; criptas y grutas, pero también pozo sagrado, abismo, tumba o
sarcófago...
Las
Vírgenes Negras tenían, por tanto, una cierta significación funeraria, dirán
algunos. No obstante, lejos de aparecer como madonas de la buena muerte,
nuestras estatuas eran ensalzadas como donadoras por excelencia de vida, de
fertilidad, de fecundidad y de bienestar, como, por otra parte, indican
suficientemente sus advocaciones: Nuestra Señora de la Buena Esperanza,
de la Liberación,
del Alboroto, de la
Vida... Estos accesorios pretendidamente
"funerarios" no pueden explicarse más que por esta asociación con las
cuevas, las grutas o los subterráneos en los que los iniciados frecuentemente
eligieron reunirse y trabajar, y más aún, en sentido figurado, con el sistema
de pensamiento, con el método de adquisición del conocimiento del adepto que
sufría las pruebas iniciadoras...
El
color negro de nuestras estatuas tiene, sin embargo, también otras
significaciones mucho más precisas y mucho más claras.
Generalmente se admite que las Vírgenes Negras fueron la
versión cristianizada de un culto antiguo, anterior al cristianismo, por
supuesto céltico pero quizás aún mucho más antiguo, surgido hace más 25 años en
mesopotamia. Por mi mismo, he llegado a esa certidumbre cada vez que he
examinado y he estudiado una de esas imágenes.
Bajo diversas formas, a veces romanizadas, (Según Bethencourt
Alfonso la primitiva imagen de Chaxiraxi es de origen etrusco) se adora en
ellas, en nuestro país, a una divinidad femenina, una Diosa-Madre, de
Tierra-Madre, o, más concretamente, a una Diosa-Tierra. A veces una de las
advocaciones católica que designaba su representación sobrevivió y permaneció
asociada a la Vírgen
Negra, como en Chartres o en Longpont, Virgo Paritura, la Virgen que debe dar a luz.
Según lo que sabemos de ello, ese culto céltico y precéltico
era posible descubrirlo, con un sentido y unos atributos comparables, en la mayor
parte de las grandes religiones y mitologías de la humanidad; el culto de Isis,
de Cibeles, de Deméter de Ceres y Tanit,
pero asimismo advertimos su presencia en las grandes religiones americanas
precoloniales o en numerosas religiones africanas, por ejemplo.
Su contenido es triple: popular y milagroso, cosmogónico y
naturalista, espiritual y religioso...
Como la tierra es de un modo natural fecunda, de una
fecundidad siempre renovada, la
Diosa-Tierra era particularmente invocada por las mujeres
estériles que deseaban tener un hijo. Más tarde, las Vírgenes Negras siguieron
teniendo esa reputación milagrosa de conceder la fecundidad y, por extensión,
de ser protectoras de los niños de corta edad.
Las gentes sencillas, muy atadas a esas prácticas, no hacían
otra cosa que presentir la grandiosa concepción cosmogónica y naturalista que
esta función milagrosa representaba.
En efecto, en la mayoría de los antiguos relatos sagrados de
la humanidad, todo en el universo nacía siempre del encuentro y la síntesis de
un principio masculino y un principio femenino. Así, la Tierra, virgen en su
origen, fue fecundada por los rayos del Sol, y es gracias a esta acción
bienhechora que pudo dar vida a todo lo que existe, la Naturaleza y la Humanidad. Desde
entonces, sin caer no obstante en un politeísmo primitivo, los antiguos
hicieron de la tierra, de la
Diosa-Tierra, la representación simbólica del gran principio
femenino de todas las cosas, y del Sol, la del principio masculino por
excelencia.
Este es el motivo por el que hemos notado, sin comprender
siempre su profundo valor, que en todas las religiones en las que se venera a
una Diosa-Tierra, siempre aparece indisolublemente asociado con ello un culto
solar.
Tanto entre los egipcios, como en el caso de los incas, los
canarios, los griegos o los celtas, no hay Diosa-Tierra sin Dios-Sol, (Magek)
su complemento indispensable.
¡Estamos lejos, evidentemente, de esa concepción ingenua
emanada del catolicismo que veía en tales prácticas una adoración de la Sol de carácter idolátrico!
Por otra parte, una vez estudiadas con detalle, todas esas
religiones aparecen claramente como monoteístas, e, incluso en la Biblia, frecuentemente
pueden hallarse estas alusiones solares, estas comparaciones y asimilaciones
simbólicas del Dios al astro irradiante.
¿Y
nuestras Vírgenes Negras?
Pues
bien, por curioso que pueda parecer a primera vista, en la mayoría de los casos
y en plena Edad Media cristiana, esta representación solar está también
asociada a sus efigies...Verdad es que, pasado el primer efecto de sorpresa, la
lógica del pensamiento medieval imponía que ocurriera de ese modo, desde el
momento en que se estaba convencido de que las Vírgenes Negras, no sólo
remplazaban a las Diosas-Tierra, sino que, para sus autores, ellas eran
Diosas-Tierra. Esta presencia solar aparece en ocasiones de una manera
indirecta y sutil.
Como hemos expuesto en el capitulo anterior en algunos casos la Virgen Negra se halla
directamente colocada en un lugar antaño consagrado por los celtas a
Belén. Ahora bien, Belén era el equivalente céltico del Apolo griego, es decir
su "divinidad" solar. Así, la etimología de Beaune indica la
existencia de semejante centro sagrado; Toulouse poseía un lago de Belén y la
abadía del Mont-Saint-Michel fue edificada antaño sobre el Mont Tombe, que para
sus antepasados era la "Tumba de Belén"... Así ocurre también que
Sara la Negra,
que, en muchos aspectos, se relaciona con el culto de nuestras efigies, es
venerada por los gitanos en Saintes-Mariesde-la-Mer, que antaño era la
"ciudad de Rá", consagrada al dios Sol de los egipcios.
El toro, en las antiguas religiones, es simbólicamente el
animal viril y solar por excelencia. En la isla de Chinech (Tenerife), en La Cañada de Los ovejeros
(Municipio de El Tanque) existe un grabado rupestre que representa un toro en
una gran piedra que también tiene forma de toro.
La leyenda del descubrimiento milagroso de nuestras estatuas
asocia a él frecuentemente un toro (o un buey o un carnero, símbolo de la Sol). Este animal es el que, arando
un campo, desentierra la estatua, la hace surgir de bajo tierra, y la estatua
se convierte en una fuente fecunda de beneficios para los habitantes del lugar.
Lo mismo ocurre en Manosque, en Err, en Font-Romeu y en Prats de Molló, en los
Pirineos Orientales, donde el toro “descubre” a Nuestra Señora del Coral en el
hueco de un roble, el árbol sagrado de los druidas, significando “coral” en
catalán la madera del roble que, una vez mojada, se vuelve negra como si fuera
ébano... A veces, el toro es remplazado por otros animales, teniendo sin
embargo el mismo valor simbólico viril, como el ciervo que dibuja en el suelo
el plano de la iglesia del Puy o el león del milagro de Notre-Dame de
l’Apport...
A
mi juicio se trata de la misma indicación solar que justificó la
atribución fabulosa de la creación de algunas de nuestras Vírgenes Negras
(Rocamadour, Orcival, Marsella, Montserrat) al evangelista san Lucas, lo cual
hizo establecer equivocadamente por parte del canónigo Perroud y algunos más
una semejanza entre nuestras efigies y el Nicopeion bizantino. ¿Cuál es el
emblema simbólico católico de san Lucas?
Una vez más, el toro (o el buey o el carnero).
Con esta historia, los benedictinos y otros promotores del
culto mataban dos pájaros de un tiro, puesto que Lucas (o Luca) designa en
celta lo que es particularmente sagrado, y dado también que a veces aún se
encuentran cerca de nuestras Vírgenes Negras las huellas conservadas de un
bosque de Luca o una etimología que se deriva de él...
Un toro “inventando” la Virgen Negra, o san
Lucas “fabricando” la efigie, que será precisamente la madona de la vida y de
la felicidad. Estas figuras simbólicas son sinónimas de la gran idea: la Sol “fecunda” la tierra que
engendra la Vida.
De
este modo adquiere todo su sentido la expresión judéo-cristiana del
Apocalipsis, “una mujer revestida de Sol”, que san Bernardo, tan presente en
todo el fenómeno del culto católico medieval de Nuestra Señora, utilizaba con
predilección para designar a la Virgen María.
Y por otra parte, esta concepción cosmogónica encajaba muy
bien en todos aquellos hombres con la idea que se hacían de María.
La Diosa-Tierra se
convierte entonces por imperativos del cristianismo en la Virgen que, por la propia
acción de dios, dará luz a un Hijo que, al mismo tiempo humano y divino, podrá
salvar a la Humanidad,
regenerarla, darle vida espiritualmente y, por lo tanto, aportarle “la
salvación”. Y, si bien Jesús nace de María, con frecuencia encontramos en otras
religiones vírgenes que engendran divinamente niños “divinos” como Khrishna, u
Horus hijo de Isis, Tammuz, o “encantadores”, como el Merlín céltico nacido
misteriosamente de una virgen. ¿Concepción herética, falsa desde el punto de
vista religioso? Mi papel no es pronunciarme al respecto y, por otra parte, soy
incapaz de hacerlo. Compruebo solamente que esta idea parece haber sido la de
san Bernardo y de las minorías monásticas católicas de la Edad media... ¿Un resto de
paganismo aún no desarraigado, o piedra angular de un edificio espiritual
iniciático?
¿Y
el color negro?
Precisamente este color es el que se utiliza simbólicamente
para representar esa tierra primitiva que, una vez fecundada, será fuente de
toda vida... Diosa-Tierra implica color negro.
Isis, Cibeles y Deméter fueron con frecuencia representadas
negras mientras que la
Gran Bretaña conoció una Black Annis. En Efeso, en el templo
de Diana, una de las siete maravillas del mundo, se veneraba una estatua negra
de la Gran Diosa,
hermana del Apolo solar, y resulta sorprendente descubrir que es precisamente
en Éfeso donde la Virgen
María vivió tras la muerte de Jesucristo, y que hay una
tradición que sitúa allí su supuesta Asunción, denominándose en turco el lugar
mismo en que ello ocurrió karatchalti, es decir, exactamente “la
piedra negra”.
En los Pirineos, en España, en Portugal, como en Canarias y
sin duda en otros lugares, se encuentran aun esas misteriosas piedras negras de
origen inmemorial e indeterminado que son veneradas e invocadas por las mujeres
para obtener la fecundidad.
Cuando los españoles invadieron México llevaron con ellos el
culto de una Vírgen Negra, Nuestra Señora de Guadalupe. Vuelto católico México,
esta Virgen destronó oficialmente al “dispater” mexicano que era una piedra
negra lisa. En La Meca,
el objeto religioso por causa del cual los musulmanes del mundo entero
emprenden el famoso peregrinaje, culminación de su vida de creyentes, es una
piedra negra que constituye un símbolo de fecundidad y de fertilidad. Según
Saillens, el ídolo más antiguo de Hedjaz era una piedra negra, volcánica y
meteórica, denominada la Kaaba,
es decir, literalmente “la muchacha de senos muy desarrollados”, y, en un
sentido más amplio, la Núbil,
la Virgen que
será fecundada... Desde hace siglos, está insertada en uno de los ángulos
exteriores de un templo antaño consagrado, según se cree, a Saturno. Cuando
Mahoma apareció, los árabes cristianos habían asociado a aquel templo unas
imágenes de la Virgen
María, entre otras representaciones sagradas de todas las
tribus que frecuentaban la peregrinación. Los escritores de Bizancio pensaban
entonces que la piedra representaba a Anáhita, es decir, Astarté, el Lucero del
Alba, Afrodita o Venus, Tanit, Chaxiraxi...
Mahoma hizo desaparecer todas las imágenes y todos los
íconos, pero no se atrevió a tocar la piedra negra venerable. Ésta fue entonces
incorporada a la religión musulmana, y su fiesta, la de Venus, se ha mantenido
sagrada.
Así, los escultores medievales, al emplear a propósito el
color negro, subrayaban de la manera más clara que la Virgen Negra era para
ellos al mismo tiempo la María
cristiana, la
Diosa-Tierra céltica y la Isis egipcia, la Tanit, la
Tara, es decir, la Chaxiraxi situándola dentro de una concepción
religiosa iniciática universal del gran principio femenino del Universo, fuente
de toda vida terrestre y a la vez de toda religión, origen de la vida de las
almas...Sin duda, como cristianos, tenían en la mente la frase del Cantar de
los Cantares, tan estudiada por sus contemporáneos eruditos, "Soy negra
y, no obstante, soy bella", cuya significación real hay que buscar en
otra parte.
Este color que, como es sabido, nunca fue dado a otra estatua
que no fuera de la Virgen
(salvo a santa Ana, madre de la
Virgen, la madre de la madre, en un vitral de Chartres, por
ejemplo, aunque de una manera muy excepcional) se justificaba ya por ese
grandioso simbolismo a la vez naturalista y religioso, que muestra y confirma
claramente el estado del pensamiento espiritual de los hombres de la Edad Media.
A partir de ahí, el simbolismo del color negro de los rasgos
de nuestras estatuas se hace singularmente patente. Este simbolismo reforzado
también por el que podría deducirse del color dado a los vestidos de las
Vírgenes Negras, a condición de que puedan encontrarse indicaciones fidedignas
acerca de su policromía antigua, lo cual ya no es posible más que para algunas
de ellas.
En
la actualidad, la mayor parte están cubiertas con ropas recientes, hechas de
tela, carentes de interés, y todas han sido repintadas en diferentes épocas.
No obstante, en los casos en que hallamos descripciones
antiguas, vemos que, en su origen, los vestidos pintados en la misma madera de
la estatua o sobre las cintas después del encolado eran de tres colores, a
saber, azul, blanco y rojo. Los artesanos de la Edad Media no hacían
nada porque sí, y los colores no eran elegidos para “hacer bonito”, sino en
función de la representación de una idea teniendo cada color un impacto
simbólico preestablecido, pudiendo ser combinado con otro sólo bajo ciertas
reglas y estando proscrito para la decoración de un tema que no estuviera en
relación directa con el valor que se le atribuía.
Nosotros, que apenas pensamos ya en términos de alegorías,
que no estamos ya introducidos en el mundo de los símbolos, volvemos a
encontrarnos con pena en esta especie de diccionario de las concordancias de
colores de una extraordinaria complejidad que era rigurosamente impuesto a los
antiguos en todas sus representaciones.
Sin entrar aquí en un estudio profundo de la correspondencia
simbólica del rojo, el blanco y el azul, así como la que resulta de su
combinación, dejo constancia solamente, como de algo particularmente
interesante, de la comparación que puede efectuarse con los colores que el
artista pretende encontrar con ocasión de sus preparaciones. (Jacques Huynen.).
Por su parte el investigador
José Antonio Cabrera Martínez, nos aporta sobre el particular los
siguientes datos:
”Si solo nos fijáramos en el color no pasarían de una mera curiosidad
más, pero para comprender el motivo de estos iconos de origen bizantino tenemos
que ir más allá y remontarnos en la historia y más en concreto a la Edad Media. Hasta el
siglo XI el culto a la Madre
de Dios era bastante secundario centrándose más en la figura de su hijo
Jesucristo y la devoción salvadora de los santos. Pero de la noche a la mañana,
entre los siglos XI y XIII se produce un aumento desproporcionado de la
devoción mariana coincidiendo con la época de las Cruzadas y el apogeo de la
orden del Temple. La figura central de la orden templaría, Bernardo de Claraval
decide cristianizar los lugares de culto antiguo y para ello sustituye
cualquier icono pagano por imágenes traídas de oriente. Para justificar la
aparición continua de vírgenes negras decide rodearlas de un halo de milagros
continuo y como en aquella época no existían los periódicos y las noticias
corrían muy lentas entre regiones hace que cada milagro parezca único.
Rápidamente se producen hechos increíbles y comienzan a surgir figuras
marianas en cualquier sitio insospechado: campanas, cuevas, muros, huecos de
árboles, o desenterramientos increíbles en donde aparece una virgen que fue
enterrada para evitar ser destruida por los musulmanes.
Parece una misión inocente de recristianización, pero Bernardo y los
templarios iban más allá. No es casual el lugar donde aparecen de continuo
estas vírgenes negras.
Siempre en santuarios antiguos donde las fuerzas telúricas de la tierra
son fuertes. Los templarios al contacto con sectas y sociedades secretas en el
oriente tuvieron acceso a un montón de información que se creía perdida en
occidente como por ejemplo los puntos o cruces telúricos de la tierra. Desde la
antigüedad el ser humano ha sentido que algunos lugares eran distintos a los
demás y eran más accesibles con lo transcendente. Los prehistóricos que
hallaban esos lugares y los señalaba con piedras, menhires o megalitos, o los
situaban en húmedas cuevas, sabían del poder del lugar pero no el por qué. La
tierra que habitamos no es un ser muerto e inerte sino que esta rodeado de
pulsaciones y movimientos electromagnéticos, como una compleja red de nervios
que se entrecruzan continuamente. Por allí circulan las fuerzas telúricas de la
tierra y en los cruces de estas avenidas la concentración es más fuerte. Por
ello esos puntos están hollados de santuarios y cuevas santas. Destacan sobre
todo los lugares que tienen agua o fuentes. Los templarios tuvieron acceso a
estos conocimientos ancestrales y para marcar estos santuarios colocaron las
vírgenes negras.” (José Antonio Cabrera Martínez, 2013).
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