(Libro inédito)
CAPITULO-XXI-II
Eduardo Pedro García Rodríguez
LA DIOSA MADRE TERRENAL SEGÚN JESUS DE NAZARETH
El Evangelio Esenio
ROLLOS
Jesús dijo:
“Ustedes no entienden las palabras de la Vida, porque están en la Muerte.
La oscuridad,
oscurece sus ojos, y sus oídos están tapados por la sordera. Pues les digo que
no les aprovecha en absoluto que estudien las escrituras muertas si por sus
obras niegan a quien se la ha dado. En verdad les digo que Dios y sus leyes no
se encuentran en lo que ustedes hacen. No se hallan en la glotonería ni en la
borrachera, ni en una vida desenfrenada, ni en la lujuria, ni en la búsqueda de
la riqueza, ni mucho menos en el odio a sus enemigos.
Pues todas
estas cosas están lejos del verdadero Dios y de sus ángeles. Todas estas cosas
vienen del reino de la oscuridad y del señor de todos los males. Y todas estas
cosas las llevan en ustedes mismos; y por ello la palabra y el poder de Dios no
entra en ustedes, pues en el cuerpo de ustedes y en sus espíritus habitan todo
tipo de males y abominaciones. Si desean que la palabra y el poder del Dios
Vivo penetre en ustedes, no profanen sus cuerpos ni sus espíritus; pues el cuerpo es el templo del
espíritu, y el espíritu es el templo de Dios.
Purifiquen,
por tanto, el templo, para que el Señor del templo pueda habitar en él y ocupar
un lugar digno de él.
“Y retírense
bajo la sombra del cielo de Dios, de todas las tentaciones de sus cuerpos y de
sus espíritus. Que vienen de Satán”.
“Renuévense y
ayunen. Pues en verdad les digo que Satán y sus plagas solamente pueden ser
expulsados por medio del ayuno y la oración. Vayan por su cuenta y ayunen en
solitario, sin descubrir su ayuno a hombre alguno. El Dios Vivo lo verá y
grande será la recompensa de ustedes. Y ayunen hasta que Belcebú y todos sus
demonios les abandonen y todos los ángeles de nuestra Madre Terrenal vengan a
servirles. Pues en verdad les digo que a no ser que ayunen, nunca se librarán
del poder de Satán ni de todas las enfermedades que de Satán vienen. Ayunen y
oren fervientemente, buscando el poder del Dios vivo para que ustedes se curen.
Mientras ayunan, eviten a los hijo de los hombres y busquen los ángeles de
nuestra Madre Terrenal, pues quien busca hallará”.
“Busquen el
aire fresco del bosque y de los campos, y en medio de ellos hallarán al ángel
del aire. Quítense el calzado y las ropas y dejen que el ángel del aire abrace
sus cuerpos.
Respiren
entonces larga y profundamente, para que el ángel del aire penetre en ustedes.
En verdad les digo que el ángel del aire expulsará de sus cuerpos toda
inmundicia que lo profane por fuera y por dentro. Y así saldrá de ustedes toda
cosa sucia y maloliente, igual que el humo del fuego asciende en forma de
penacho y se pierde en el mar del aire. Pues en verdad les digo que sagrado es
el ángel del aire, quien limpia cuanto está sucio y confiere a las cosas
malolientes un olor agradable. Ningún hombre a quien no deje pasar el ángel del
aire podrá acudir ante la faz de Dios. Verdaderamente, todo debe nacer de nuevo
por el aire y por la verdad, pues el cuerpo de ustedes respira el aire de la Madre Terrenal, y
el espíritu de ustedes respira la verdad del Padre Celestial.
“Después del
ángel del aire, busquen el ángel del agua. Quítense el calzado y las ropas y
dejen que el ángel del agua abrace todos sus cuerpos. Entréguense por entero a
sus acogedores brazos y, así como el aire penetra en la respiración de ustedes,
que el agua penetre también en sus cuerpos. En verdad les digo que el ángel del
agua expulsará de sus cuerpos toda inmundicia que los mancille por fuera y por
dentro. Y toda cosa sucia y maloliente fluirá fuera de ustedes, igual que la
suciedad de las vestiduras, lavadas en el agua, se va y se pierde en la
corriente del río. En verdad les digo que sagrado es el ángel del agua que
limpia cuanto está sucio y que confiere a todas las cosas malolientes un olor
agradable. Ningún hombre a quien no deje pasar el ángel del agua podrá acudir
ante la faz de Dios. En verdad que todo debe nacer de nuevo del agua y de la
verdad, pues el cuerpo de ustedes se baña en el río de la vida terrenal y el
espíritu de ustedes se baña en el río de la vida eterna. Pues recibe la sangre
de nuestra Madre Terrenal y la verdad de nuestro Padre Celestial”.
“Pero no
piensen que es suficiente que el ángel del agua les abrace sólo externamente.
En verdad les
digo que la inmundicia interna es, con mucho, mayor que la externa. Y quien se
limpia por fuera permaneciendo sucio en su interior, es como las tumbas
bellamente pintadas por fuera, pero llenas por dentro de todo tipo de
inmundicias y de abominaciones horribles. Por ello, en verdad les digo, que
dejen que el ángel del agua les bautice también por dentro, para que les libre
de todos los antiguos pecados y para que así mismos internamente sean tan puros
como la espuma del río jugueteando a la luz del sol”.
“Busquen,
por tanto, una gran calabaza con el cuello de la longitud de un hombre;
extraigan su interior y llénenla con agua del río caldeada por el sol.
Cuélguenla de la rama de un árbol, arrodíllense en el suelo ante el ángel del
agua y hagan que el extremo del tallo de
la calabaza penetre en las partes
ocultas de ustedes, para que el agua fluya a través de todos sus
intestinos. Luego descansen arrodillándose en el suelo ante el ángel del agua
oren a Dios vivo para que les perdonen todos sus antiguos pecados; y oren
también al ángel del agua para que libere los cuerpos de ustedes de toda
inmundicia y enfermedad. Dejen entonces que el agua salga del cuerpo de
ustedes, para que se lleve de su interior todas las cosas sucias y fétidas de
Satán. Y verán con sus ojos y olerán con las narices de ustedes todas las
abominaciones e inmundicias que mancillan el templo de los cuerpos de ustedes;
igual que todos los pecados que residían en el cuerpo, atormentándolos con todo
tipo de dolores. En verdad les digo que el bautismo con agua les libera de todo
esto. Renueven el bautismo con agua todos los días durante el ayuno hasta el
día que vean que el agua que expulsan es tan pura como la espuma del río,
Entreguen entonces el cuerpo a la corriente del río y, una vez en los brazos
del ángel del agua, den gracias al Dios vivo por haberles librado de los
pecados de ustedes. Y este bautismo sagrado por el ángel del agua es el
renacimiento a la nueva vida. Pues los ojos de ustedes verán a partir de
entonces y los oídos oirán. No pequéis más, por tanto, después del bautismo,
para que los ángeles del aire y del agua habiten eternamente en ustedes y les sirvan
para siempre”.
“Y
si queda después dentro de ustedes algunos de sus antiguos pecados e
inmundicias, busquen al ángel de la luz del sol. Quítense el calzado y las
ropas y dejen que el ángel de la luz del sol abrace todo el cuerpo de ustedes.
Respiren entonces larga y profundamente para que el ángel de la luz del sol les
penetre. Y el ángel de la luz del sol expulsará del cuerpo de ustedes toda cosa
fétida y sucia que lo mancille por fuera y por dentro. Y así saldrá de ustedes
toda cosa sucia y fétida del mismo modo que la oscuridad de la noche se disipa
ante la luminosidad del sol naciente. Pues en verdad les digo que sagrado es el
ángel de la luz del sol, quien limpia toda inmundicia y confiere a lo
maloliente un olor agradable. Nadie a quien no deje pasar el ángel de la luz
del sol podrá acudir ante la faz de Dios. En verdad que todo debe nacer de
nuevo del sol de la
Madre Terrenal, y el espíritu de ustedes se baria en la luz
del sol de la Madre
Terrenal, y el espíritu de ustedes se baria en la luz del sol
de la verdad del Padre Celestial.
“Los
ángeles del aire, del agua, y de la luz del sol son hermanos. Les fueron
entregados al Hijo del Hombre para que le sirviesen y para que él pudiera ir
siempre de uno a otro.
“Sagrado
es así mismo, su brazo. Son hijos indivisibles de la Madre Terrenal, así
que no separen ustedes aquello a quienes la tierra y el cielo han unido. Dejen
que estos tres ángeles hermanos les envuelva cada día y habiten en ustedes
durante todo el ayuno.
“Pues
en verdad les digo que el poder de los demonios, todos los echados e
inmundicias, huirán con presteza de aquel cuerpo que sea abrazado por estos
tres ángeles. Del mismo modo que los
ladrones huyen de una casa abandonada al llegar el dueño de ésta, uno por la
puerta, otro por la ventana y un tercero por el tejado, cada uno por donde se
encuentra y por donde puede, así mismo huirán del cuerpo de ustedes todos los
demonios del mal, todos los antiguos pecados y toda las inmundicias y
enfermedades que profanan el templo que es el cuerpo de ustedes. Cuando los
ángeles de la Madre
Terrenal entras en los cuerpos de ustedes, de modo que los
señores del templo lo poseen nuevamente, entonces huirán con presteza todos los
malos olores a través de la respiración de ustedes y de la piel de ustedes, y
las aguas corrompidas saldrán por la boca, por la piel y por las partes ocultas
y secretas. Y todas estas cosas las verán con los propios ojos de ustedes, las
olerán con la nariz de ustedes y las tocarán con sus manos. Y cuando todos los
pecados e inmundicias hayan abandonado el cuerpo de ustedes, la sangre se les
volverá tan pura como la sangre de nuestra Madre Terrenal y como la espuma del
río jugueteando a la luz del sol. Y el aliento se les volverá tan puro como el
aliento de las flores perfumadas, y la carne tan pura como la carne de los
frutos que enrojecen sobre las ramas de
los árboles; la luz de sus ojos tan clara y luminosa como el brillo del sol que
resplandece en el cielo azul. Y entonces les servirán todos los ángeles de la Madre Terrenal. Y
la respiración, la sangre y la carne serán una con la respiración, la sangre y
la carne de la Madre
Terrenal para que el espíritu de ustedes se haga también uno
con el espíritu del Padre Celestial. Pues en verdad nadie puede llegar al Padre
Celestial sino a través de la Diosa Terrenal. Del mismo modo que un niño recién
nacido no puede entender la enseñanza de su padre mientras su madre le haya
primero amamantado, bañado, cuidado, dormido y alimentado. Mientras el niño es
pequeño, su lugar está junto a su madre y a ella debe obedecer. Cuando el niño
ya ha crecido, su padre le lleva a trabajar al campo a su lado, y el niño
regresa junto a su madre solamente cuando llega la hora de la comida y de la
cena. Y entonces el padre le enseña, para que se adiestre en los trabajos de su
padre. Y cuando el padre ve que su hijo
entiende su enseñaza y hace bien su trabajo, le da todas las posesiones para
que éstas pertenezcan a su amado hijo y para que éste continúe la obra de su
padre, En verdad les digo que feliz es el hijo que acepta el consejo de su
madre y lo sigue. Cien veces más feliz en el hijo que acepta y sigue también el
consejo de su padre, pues se les dijo, “Honra a tu padre y a tu madre”. Pero yo
les digo, Hijos del Hombre: Honren a su Madre Terrenal y guarden todas sus
leyes, para que sean largos los días de ustedes en esta tierra, y honren a su
padre celestial para que sea de ustedes en los cielos la vida eterna. Pues el
Padre Celestial es un centenar de veces más grande que todos los padres por sangre
y descendencia, y mayor es la
Madre Terrenal que todas las madres por el cuerpo. Y más
querido es el Hijo del Hombre a los ojos de su Padre Celestial y de su Madre
Terrenal que lo son los niños a los ojos de sus padres por sangre y por
descendencia y de sus padres por el cuerpo. Y más sabias son la palabra y la Ley del Padre Celestial y de la Madre Terrenal que
las palabras y la voluntad de todos los padres por sangre y por descendencia, y
de todas las madres por el cuerpo. Y también de más valor es la herencia del
Padre Celestial y de la
Madre Terrenal, el reino eterno de la vida eterna y
celestial, que todas las herencias de los padres de ustedes por sangre y por
descendencia, y de las madres por el cuerpo”.
“Y
sus verdaderos hermanos son todos aquellos que hacen la voluntad del Padre
Celestial y de la Madre
Terrenal, y no la de sus hermanos de sangre. En verdad les
digo que sus verdaderos hermanos en la voluntad del Padre Celestial y de la Madre Terrenal se
amarán un millar de veces más que sus hermanos de sangre. Pues desde los días
de Caín y Abel, cuando los hermanos de sangre trasgredieron la voluntad de
Dios, no existe una verdadera fraternidad por la sangre. Y los hermanos actúan
entre sí como extraños. Por ello les digo, amen a sus verdaderos hermanos en la
voluntad de Dios un millar de veces más que a los hermanos de sangre”.
Pues
el Padre Celestial es amor.
Pues
la Madre Terrenal
es amor.
Pues
el Hijo del Hombre es amor.
“Por el amor
el Padre Celestial y la
Madre Terrenal y el Hijo del Hombre se hacen uno. Pues el
espíritu del Hijo del Hombre fue creado del espíritu del Padre Celestial, y su
cuerpo del cuerpo de la
Madre Terrenal. Háganse por tanto, perfectos como perfecto
son el espíritu del Padre Celestial y el cuerpo de la Madre Terrenal. Y
amen así al Padre Celestial, igual que Él ama el espíritu de ustedes. Y amen
así a la Madre Terrenal,
igual que ella ama el cuerpo de ustedes. Y amen así a sus verdaderos hermanos,
igual que el Padre Celestial y la Madre Terrenal les aman. Y entonces les dará el
Padre Celestial su santo espíritu, y la Madre Terrenal les
dará a ustedes su cuerpo santo. Y entonces los Hijos de los Hombres se darán
amor unos a otros como verdaderos hermanos, el amor que recibieron de su Padre
Celestial y de la Madre
Terrenal; y todos se convertirán en consoladores unos de
otros. Y habrá amor y alegría sobre la tierra. Y será entonces la tierra como
los cielos, y vendrá el reino de Dios. Y entonces vendrá el Hijo del Hombre en
toda su gloria, para heredar el reino de Dios. Pues los Hijos de los Hombres
dividirán su divina herencia, el reino de Dios. Pues los Hijos del Hombre viven
en el Padre Celestial y en la Madre Terrenal,
y el Padre Celestial y la
Madre Terrenal viven en ellos. Y entonces con el reino de
Dios llegará el fin de los tiempos. Pues el amor del Padre Celestial da vida
eterna a todo lo que está en el reino de Dios. Pues el amor es eterno. El amor
es más fuerte que la Muerte”.
“Aunque hable
con las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, mis palabras
son como el sonido del latón o como el tintineo de un platillo. Aunque diga lo
que ha de venir y conozca todos los secretos y toda la sabiduría; y aunque
tenga una fe tan fuerte como la tormenta que mueve las montañas de su sitio, si
no tengo amor no soy nada. Y aunque dé todos mis bienes para alimentar al pobre
y le ofrezca todo el fuego que he recibido de mi Padre, si no tengo amor no
hallaré en ello provecho alguno. El amor es paciente y el amor es amable. El
amor no es envidioso, no hace el mal, no conoce el orgullo; no es rudo ni
egoísta. Es ecuánime, no cree en la malicia; no se regocija en la injusticia,
sino que se deleita en la justicia. El amor lo defiende todo, el amor lo cree
todo, el amor lo espera todo, y el amor lo soporta todo; nunca se agota; pero
en cuanto a las lenguas, cesarán, y en cuanto al conocimiento, se desvanecerá.
Pues poseemos en parte la verdad y en parte el error, más cuando venga la
plenitud de la perfección, lo parcial será aniquilado. Cuando el hombre era
niño hablaba como un niño, entendía como un niño, pensaba como un niño; pero
cuando se hizo hombre abandonó las cosas de los niños. Porque nosotros vemos
ahora a través de un cristal y a través de dichos oscuros. Ahora conocemos
parcialmente, más cuando hayamos acudido ante el rostro de Dios, ya no
conoceremos en parte, pues nosotros mismos seremos enseriados por Él, Y ahora
nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de
ellas es el amor. <<Y ahora les hablo en la lengua viva del Dios Vivo,
por medio del santo espíritu de nuestro Padre Celestial. No hay aún ninguno
entre ustedes que pueda entender todo cuanto les digo. Quien les comenta las
escrituras les hablan en una lengua muerta de hombres muertos, a través de su
cuerpo enfermo y mortal. Por lo tanto a él le pueden entender todos los
hombres, pues todos los hombres están enfermos y todos están en la muerte.
Nadie ve la luz de la vida. El ciego guía a los ciegos en el oscuro sendero de
los pecados, las enfermedades y los sufrimientos, y al final se precipitan
todos en la fosa de la muerte”.
“Yo les he
sido enviado por mi Padre para que haga brillar la luz de la vida entre
ustedes. La luz se ilumina así misma y a la oscuridad, más la oscuridad se
conoce sólo así misma y no conoce la luz. Aún tengo que decirles muchas cosas,
más aún no pueden comprenderlas. Pues los ojos de ustedes están acostumbrados a
la oscuridad, y la plena Luz del Padre Celestial les cegaría. Por eso no pueden
entender aún cuanto les hablo acerca del Padre Celestial quien me envió a
ustedes. Sigan pues primero sólo las leyes de la Madre Terrenal, de
quien ya les he contado. Y cuando sus ángeles hayan lavado y renovado los
cuerpos de ustedes y fortalecido los ojos de ustedes, serán capaces de soportar
la luz de nuestro Padre Celestial. Cuando sean capaces de contemplar el brillo
del sol del mediodía con los ojos fijos, podrán entonces mirar la luz cegadora
del Padre Celestial, la cual es un millar de veces más brillante que el brillo
de un millar de soles. Más ¿cómo podrían ustedes mirar la Luz cegadora del Padre
Celestial, si no pueden soportar siquiera la luz del sol radiante? Créanme, el
sol es como una llama de una vela comparado con el sol de la verdad del Padre
Celestial. No tengan, por tanto, sino fe y esperanza y amor. En verdad les digo
que no desearán la recompensa de ustedes. Si creen en mis palabras creerán en
quien me envió, que es el señor de todos y para quien todas las cosas son
posibles. Pues lo que resulta imposible con los hombres, es posible con Dios.
Si creen en los árboles de la
Madre Terrenal y cumplen sus leyes, la fe de ustedes les
sostendrá y nunca conocerán la enfermedad. Tengan esperanza también en el amor
de su padre celestial, pues quien confía en él no será nunca desfraudado ni
tampoco conocerá a la muerte.
“Ámense los
unos a los otros, pues Dios es amor, y así sabrán los ángeles que ustedes van por su camino. Y entonces
acudirán todos los ángeles ante el rostro de ustedes y les servirán. Y Satán
partirá del cuerpo de ustedes con todos sus pecados, enfermedades e
inmundicias. Vayan, renuncien a los pecados de ustedes; arrepiéntanse ustedes
mismos; y bautícense ustedes mismos; para que nazcan de nuevo y no pequen más.
Entonces Jesús
se levantó. Pero todos los demás permanecieron sentados, pues cada hombre
sentía el poder de sus palabras. Y entonces apareció la luna llena entre las
nubes desgarradas y envolvió a Jesús en su resplandor. De sus cabellos
ascendían destellos, y permaneció erguido entre ellos en la luz de la luna,
como si flotase en el aire. Y nadie se movió, ni tampoco se oyó la voz de
nadie. Y nadie supo cuánto tiempo había pasado, pues el tiempo parecía parado.
Entonces Jesús
tendió sus manos hacia ellos y dijo: “la paz con ustedes”. Y de este modo,
partió como la brisa que mece las hojas de los árboles.
Y aún durante
un buen rato permaneció la compañía sentada sin moverse, y luego fueron
saliendo del silencio, uno tras otro, como tras un largo sueño. Pero nadie
deseaba irse, como si las palabras de quien les había dejado aún sonasen en sus
oídos. Y permanecieron sentados como si escuchasen alguna música maravillosa.
Pero al fin
uno dijo, como si estuviera algo atemorizado: “¡Que bien se está aquí!” Otro
dijo: “¡Ojalá esta noche no acabara nunca!” Y otros: “¡Ojalá pudiera estar
entre nosotros para siempre!” “De verdad que es el mensajero de Dios, pues puso
la esperanza en nuestros corazones”. Y nadie deseba irse a su casa diciendo:
“Yo no voy a casa, donde todo es oscuro y triste. ¿Porqué hemos de ir a casa
donde nadie nos quiere?”.
Y de este modo
hablaron, pues casi todos ellos eran pobres, cojos, ciegos, lisiados,
vagabundos, gente sin hogar despreciadas en su desdicha, que sólo habían nacido
para ser motivo de lástima en las casas donde durante apenas unos días
encontrasen refugio. Incluso que tenían tanto casa como familia dijeron:
‘También nosotros nos quedamos con ustedes’.
Pues todos
sentían que las palabras de Quien se había ido unían a la pequeña compañía con
hilos invisibles. Y todos sentían que habían nacido de nuevo. Veían ante sí un
mundo luminoso, incluso cuando la luna se ocultó en las nubes. Y en los
corazones de todos se abrieron flores maravillosas, de una belleza maravillosa:
las flores de la alegría”.
Y cuando los
brillantes rayos del sol aparecieron sobre el horizonte, todos sintieron que
aquel era el sol del reino de Dios que venía. Y con semblantes alegres se
adelantaron a los ángeles de Dios. Y muchos sucios y enfermos siguieron las
palabras de Jesús y buscaron las orillas de las corrientes murmurantes. Se
descalzaron y desvistieron, ayunaron y entregaron sus cuerpos a los ángeles del
aire, del agua y de la luz del sol. Y los ángeles de la Madre Terrenal les
abrazaron y poseyeron sus cuerpos por dentro y por fuera. Y todos ellos vieron
cómo todos los males, pecados e inmundicias les abandonaban rápidamente.
Y el aliento
de algunos se volvió tan fétido como el olor que sueltan los intestinos, y a
algunos les fluían babas y de sus partes intimas surgió un vómito maloliente y
sucio. Todas estas inmundicias salieron por sus bocas. En algunos por la nariz,
y en otros por los ojos y los oídos. Y a muchos les vino por todo su cuerpo un
sudor apestoso y abominable por toda su piel. Y en muchos de sus miembros se
abrieron forúnculos grandes y calientes, de los que salían inmundicias
malolientes, y de sus cuerpos fluía orina en abundancia y en muchos su orina no
estaba sino seca y se volvía tan espesa como la miel de las abejas; la de los
otros era casi roja y dura casi como la arena de los ríos. Muchos lanzaban fétidos
pedos de sus intestinos, semejantes al aliento de los demonios. Y su hedor se
hizo tan grande que nadie podía soportarlo.
Y cuando se
bautizaron a sí mismos, el ángel del agua penetró en sus cuerpos, y de ellos
salieron todas las abominaciones e inmundicias de sus antiguos pecados, y
semejante a un río que descendiese de una montaña, salieron a borbotones de sus
cuerpos gran cantidad de abominaciones duras y blandas. Y la tierra donde
cayeron sus aguas quedó contaminada, y tan grande era el hedor que nadie podía
permanecer en aquel lugar. Y los demonios abandonaron sus intestinos en forma
de numerosos gusanos que se retorcían en el lodo de sus inmundicias internas. Y
después que el ángel del agua les hubo expulsado de los intestinos de los Hijos
del Hombre, se retorcieron en el suelo con ira impotente. Y entonces descendió
sobre ellos el poder del ángel de la luz del sol, y allí perecieron en sus
desesperadas convulsiones, pisoteados bajo los pies del ángel de la luz del
sol. Y todos se estremecieron aterrorizados al mirar aquellas abominaciones de
Satán, de quienes les habían salvado los ángeles. Y dieron gracias a Dios por
haberles enviado sus ángeles para liberarles.
Y había
algunos atormentados por grandes dolores que no parecían querer abandonarles; y
no sabiendo qué hacer, decidieron enviar alguno de ellos a Jesús, pues deseaban
mucho tenerle entre ellos.
Y cuando dos
hubieron ido en su busca, vieron al mismo Jesús acercándose por la orilla del
río. Y sus corazones se llenaron de esperanza y de alegría cuando oyeron su
saludo: “La paz sea con ustedes”. Y muchas eran las preguntas que deseaban
hacerle, más en su sorpresa no podían empezar, pues nada acudía a sus mentes.
Les dijo entonces Jesús: “He venido porque me necesitan”. Y uno gritó:
“Maestro, verdaderamente te necesitamos. Ven y líbranos de nuestros
sufrimientos”. –Y Jesús les habló en parábolas-: ‘Sois el hijo pródigo, quien
durante muchos años comió y bebió, y pasó sus días con sus amigos en el
desenfreno y la lascivia. Y cada semana, sin que su padre lo supiese, contraía
nuevas deudas, malgastando cuanto tenía en pocos días. Y los prestamistas
siempre les prestaban, pues su padre poseía grandes riquezas y siempre pagaba
pacientemente las deudas de su hijo. Y en vano amonestaba a su hijo con buenas
palabras, porque nunca escuchaba las advertencias de su padre, quien le
suplicaba en vano que renunciase a sus vicios sin fin, y que fuera a sus campos
a vigilar el trabajo de sus sirvientes. Y el hijo le prometía siempre todo si
pagaba sus antiguas deudas, más al día siguiente empezaba de nuevo. Y durante
más de siete años el hijo continuó en su vida licenciosa. Pero, al fin, su
padre perdió la paciencia y no pagó más a los prestamistas las deudas de su
hijo. ‘Si sigo pagándolas siempre-dijo- no acabarán los pecados de mi hijo’.
Entonces, los prestamistas, que se vieron engañados, en su cólera se llevaron
al hijo como esclavo, para que con su trabajo diario pagase el dinero que había
tomado prestado. Y entonces se acabó el comer, el beber y todos los excesos
diarios. De la mañana a la noche mojaba los campos con el sudor de su frente, y
con el trabajo desacostumbrado todos sus miembros le dolían. Y vivía de pan
seco, no teniendo más que sus propias lágrimas para humedecerlo. Al tercer día
había sufrido tanto por el calor y el cansancio, que le dijo a su dueño: ‘No
puedo trabajar más porque me duelen todos mis miembros. ¿Por cuánto tiempo más
me atormentarás?’ ‘Hasta el día en que por el trabajo de tus manos me hayas
pagado tus deudas, y cuando hayan pasado siete años serás libre’. Y el hijo
desesperado respondió llorando: ‘¡Pero si no puedo soportarlo ni siquiera
durante siete días! Apiádate de mí, pues todos mis miembros me duelen y me
abrazan’. Y el malvado acreedor le gritó: ¡Sigue con tu trabajo! Si pudiste
dedicar tus días y tus noches al desenfreno durante siete años, tendrás que
trabajar ahora durante siete años. No te perdonaré hasta que me hayas pagado
todas tus deudas hasta el último dracma’. Y el hijo regresó desesperado a los
campos, con sus miembros atormentados
por el dolor, para seguir con su trabajo. Ya difícilmente podía tenerse en pie
debido al cansancio y a los dolores, cuando llegó el séptimo día, el día del
Sabat, en el cual nadie trabaja en el campo. Reunió el hijo entonces el resto de
sus fuerzas y se arrastró hasta la casa de su padre. Y echándose a los pies de
su padre le dijo: ‘Padre, créeme por última vez y perdóname todas mis ofensas
contra ti. Te juro que nunca más volveré a vivir desenfrenadamente y te
obedeceré en todo. Libérame de las manos de mi opresor. Padre, mírame y
contempla mis miembros enfermos y no endurezcas tu corazón’. Entonces brotaron
lágrimas de los ojos del padre, que tomando a su hijo en brazos dijo:
Alegrémonos, porque hoy se me ha dado una gran alegría, pues he recuperado a mi
amado hijo que estaba perdido’. Le vistió con sus mejores ropas, y durante todo
el día hicieron fiesta y a la mañana siguiente dio a su hijo una bolsa de plata
para que pagase a sus acreedores cuanto les debía. Y cuando su hijo regresó, le
dijo: ‘Ya ves, hijo mío, lo fácil que es con una vida desenfrenada contraer
deudas por siete años, pero es difícil pagarlas con el trabajo de siete años’.
‘Padre, es verdaderamente duro pagarlas incluso durante sólo siete días’. Y el
padre le advirtió, diciéndole: ‘Sólo por esta vez se te a permitido pagar tus deudas en siete días en
lugar de siete años, el resto se está perdonado. Pero cuida de no contraer más
deudas en el tiempo venidero. Pues en verdad te digo que nadie más que tu padre
perdona tus deudas por ser su hijo. Porque de haber sido con cualquier otro,
habrías tenido que trabajar duramente durante sete años, como está ordenado en
nuestras leyes’. Padre, a partir de ahora seré tu hijo amante y obediente, y
nunca más contraeré deudas, pues sé que pagarlas es duro.
Y fue al campo
de su padre y todos los días vigilaba el trabajo de los labradores de su padre.
Y nunca les hizo trabajar demasiado duro, pues recordaba su propio trabajo
pesado. Y pasaron los años y las posesiones de su padre aumentaron más y más
bajo su mano, pues su tarea contaba con la bendición de su padre. Y lentamente
devolvió a su padre diez veces más de cuanto había derrochado durante aquellos
siete años. Y cuando el padre vio que el hijo trataba bien a sus sirvientes y a
todas sus posesiones, le dijo: Hijo mío, veo que mis posesiones están en buenas
manos. Te doy todo mi ganado, mi casa, mis tierras y mis tesoros. Que todo esto
sea tu herencia; continúa aumentándola para que goce en ti’. Y cuando el hijo
hubo recibido la herencia de su padre, perdonó las deudas a todos sus deudores
que no podían pagarle; pues no olvidó que su deuda había sido también perdonada
cuando no podía pagarla. Y Dios le bendijo con una vida larga, con muchos hijos
y con muchas riquezas, pues era amable con todos sus sirvientes y con todo su
ganado’.
Jesús se
volvió entonces al pueblo enfermo y dijo: “Les hablo en parábolas para que
entiendan mejor la palabra de Dios. Los siete años de comer y beber y de vida
desenfrenada son los pecados del pasado. El malvado acreedor es Satán. Las
deudas son las enfermedades.
El trabajo son
los dolores. El hijo pródigo son ustedes mismos. El pago de las deudas es la
expulsión de ustedes de los demonios y de las enfermedades y la curación de los
cuerpos de ustedes. La bolas de plata recibida del padre es el poder liberador
de los ángeles. El padre es Dios. Los sirvientes del padre son los ángeles. El
campo del padre es el mundo, que se convierte en el reino de los cielos si los
Hijos del Hombre trabajan en él junto a los ángeles del Padre Celestial. Pues
yo les digo que es mejor que el hijo obedezca a su padre y vigile a los
sirvientes de su padre en el campo, a que se convierta en deudor del malvado
acreedor, y fatigarse y sudar en la servidumbre para restituir todas sus
deudas. De igual modo, es mejor que los Hijos del Hombre obedezcan también las
leyes de su Padre Celestial y que trabajen con sus ángeles en su reino, a
convertirse en deudores de Satán, el señor de la muerte, de todos los pecados y
de todas las enfermedades, a sufrir con dolores y sudor hasta haber reparado
todos sus pecados. En verdad les digo, que grandes y muchos son los pecados de
ustedes. Durante muchos años han cedido a las tentaciones de Satán. Han sido
glotones, bebedores y putañeros, y sus antiguas deudas se han multiplicado. Y
ahora deben repararlas, y el pago es duro y difícil. No se impacienten por
tanto al tercer día, como el hijo pródigo, sino esperen pacientemente al
séptimo día, que está santificado por Dios, y entonces acudan con corazón
humilde y obediente ante el rostro de nuestro Padre Celestial, para que les
perdonen sus pecados y todas sus antiguas deudas. En verdad les digo que su
Padre Celestial les ama infinitamente, pues también él les permite pagar en
siete días las deudas de siete años. Quienes le deban los pecados y
enfermedades de siete años, pero le paguen honestamente y perseveren hasta el
séptimo día, a ellos perdonará nuestro Padre Celestial las deudas de los siete
años completos”.
“¿Y si hemos
pecado durante siete veces siete años?”, Preguntó un hombre enfermo que sufría
horriblemente. “Incluso en ese caso el Padre Celestial les perdonará todas las
deudas de ustedes en siete veces siete días.
“Felices son
aquellos que perseveran hasta el fin, pues los demonios de Satán escriben todas
sus malas acciones en un libro, el libro del cuerpo de ustedes y del espíritu
de ustedes. En verdad les digo que no hay una sola acción pecaminosa, hasta
desde el principio del mundo, que no sea escrita ante nuestro Padre Celestial.
Pues ustedes pueden escapar a las leyes hechas por los reyes, pero a las leyes
del Padre Celestial, a esas no puede escapar ninguno de los Hijos del Hombre. Y
cuando acudan ante el rostro de Dios, los demonios de Satán hacen de testigos
en contra de ustedes por medio de los actos de ustedes, y Dios ve los pecados
de ustedes escritos el libro del cuerpo
de ustedes y en el espíritu de ustedes, y su corazón está triste. Mas si se
arrepienten de los pecados de ustedes y buscan los ángeles de Dios por medio
del ayuno y de la oración, entonces, por cada día que sigan ayunando y orando,
los ángeles de Dios borran un año de las malas acciones de ustedes del libro
del cuerpo y del espíritu de ustedes. Y cuando la última página ha sido también
borrada y limpiada de todos los pecados de ustedes, se encontrarán ante la faz
de Dios, y Dios se alegra en su corazón y les perdona a ustedes todos los
pecados. Y les libera de las garras de Satán y del sufrimiento; los hace entrar
en su casa y ordena a todos sus sirvientes, y a todos sus ángeles, que les
sirvan a ustedes. Les da larga vida, y nunca más conocerán la enfermedad. Y si
en adelante, en lugar de pecar, pasan sus días haciendo buenas acciones,
entonces escribirán los ángeles de Dios todas sus buenas acciones en el libro
del cuerpo y del espíritu de ustedes. En verdad les digo que ninguna acción
buena queda sin ser escrita ante Dios, y así ocurre desde el principio del
mundo. Pues de los reyes de ustedes y de los gobernadores pueden esperar en
vano la recompensa de ustedes, más nunca se hará de esperar las acciones buenas
de ustedes su premio de Dios.
“Y cuando
acudan ante el rostro de Dios, sus ángeles atestiguan a favor de ustedes por
medio de las buenas acciones. Y Dios ve las buenas acciones de ustedes escritas
en los cuerpos y en los espíritus de ustedes, y se alegra en su corazón.
Bendice el cuerpo y el espíritu de ustedes, y todas las acciones de ustedes, y
les da en herencia su reino terrenal y celestial, para que en él tengan la vida
eterna. Feliz es aquel que puede entrar en el reino de Dios, pues nunca
conocerá la muerte.
Y un gran
silencio se hizo tras sus palabras. Y quines se sentían desanimados obtuvieron
nueva fuerza de sus palabras, y continuaron ayunando y orando. Y quien había
hablado primero exclamó: “Perseveraré hasta el séptimo día”. Y el segundo
igualmente dijo: “Yo también perseveraré durante siete veces el séptimo día”.
Jesús les
respondió: “Felices son aquellos que perseveran hasta el fin, pues heredarán la
tierra.
Y había entre
ellos muchos enfermos atormentados por fuertes dolores, y se arrastraron con
dificultad hasta los pies de Jesús. Pues no podían ya caminar sobre sus pies.
Dijeron: “Maestro, el dolor nos atormenta intensamente; dinos que haremos”. Y
mostraron a Jesús sus pies, cuyos huesos estaban retorcidos y nudosos y
dijeron:
“Ni el ángel
del aire ni el del agua, ni el de la luz del sol han disminuido nuestros
dolores, a pesar de habernos bautizado nosotros mismos y de haber ayunado y
orado y seguido tus palabras en todo”.
“En verdad les
digo que los huesos de ustedes sanarán. No desesperen, pero no busquen la
curación sino en el sanador de los huesos, el ángel de la tierra. Pues de ella
salieron los huesos de ustedes, y a ella retornarán”.
Y señaló con
su mano donde la corriente de agua y el calor del sol habían ablandado la
tierra dando un barro arcilloso, en el borde del agua. “Hundan sus pies en el
fango, para que el abrazo del ángel de la tierra extraiga de los huesos de
ustedes toda inmundicia y toda enfermedad Y verán como Satán y los dolores de
ustedes huyen del abrazo del ángel de la tierra. Así desaparecerán las
nudosidades de los huesos de ustedes, y se enderezarán, y todos sus dolores
desaparecerán”.
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