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sábado, 26 de octubre de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS-XXVIII-II







Volumen IV

CAPITULO XXVIII-II


MOMIFICACIÓN Y CULTO A LOS MUERTOS  

Eduardo Pedro García Rodríguez

YEMEN DEL NORTE: En nuestro periplo por las civilizaciones que mostraron interés por conservar a sus muertos, hacemos un alto en la localidad de Shiban al Gharas, cerca de Sanaa, la capital de la República Árabe del Yemen del Norte. La curiosidad de un joven pastor, proporcionó al mundo científico uno de los hallazgos arqueológicos más importante en el país, del siglo XX. En dos grutas excavadas en la toba a unos veinte metros de altura el pastor descubrió cinco momias de las cuales una estaba intacta. Puesto el hecho en conocimiento del doctor Mohamed Yussef Abdalah, director de la Universidad de Sanaa, se procedió a la excavación del yacimiento bajo la dirección del doctor Abd El Halim, lo primero que surgió a la luz fue el rostro de una momia intacta, cuatro fardos conteniendo una momia cada uno que estaba abiertos y huesos dispersos; además de una momia intacta envuelta en un fardo como las de Perú, botas de cuero perfectamente conservadas, una punta de flecha de cuatro caras hecha de bronce, una copa de cerámica conteniendo una sustancia desconocida, trozos de barro de alfarería y trozos de madera perteneciente a dos bastones con inscripciones grabadas en letras sudarábigas.

Todo ello una vez datado mediante el análisis del carbono 14 dieron a las momias y objetos del aguar funerario una antigüedad de tres mil años. Son los vestigios de un pasado glorioso, cuando aquellas tierras formaban parte del Reino de Saba; un reino mítico y fabuloso mencionado en los antiguos escritos de los asirios, griegos, romanos y en la Biblia desde el siglo VIII a.d.n.e., hasta el siglo V de nuestra era, era gobernado en sus comienzos por una confederación de varias tribus gobernadas por los mukarribs-los príncipes que tenían el poder temporal y religioso-, y que más tarde darían paso a las monarquías. Estas momias del reino de Saba a diferencia de las egipcias no están vendadas, sino que están vestidas con tejidos delicados, muy finos que ciñen el cuerpo, y dispuestas en posición fetal. A las momias yemení se le extrajeron las vísceras y fueron rellenadas con flores y granos de una planta de la región, el raa, que tiene propiedades desecantes. Los vientres cosidos encierran estas plantas, y aparecen ceñidos con trenzas de tela. (Luís Miguel Ariza,  1992:66)

CHINA:  El desecamiento natural de cadáveres debido a la sequedad del terreno, tiene también su exponente en China, además con sorpresa incluida. En Sinkiang en el noroeste de China se hallaron 115 momias con rasgos occidentales, estas momias están datadas en cuatro mil años, este yacimiento arqueológico podría acabar con el mito del aislamiento cultural de la antigua civilización china. Es opinión generalizada entre un grupo de arqueólogos que estos extranjeros pudieron haber introducido en Oriente cosas tan básicas como la rueda, la metalurgia y la equitación, o por el contrario, haber tomado estos elementos de China e importarlos a Occidente.



Al contrario que las momias casi contemporáneas del antiguo Egipto o de las Islas Canarias, las de Sinkiang, que datan de entre los años 2000 y 300 a.d.n.e., no pertenecían a soberanos o nobles. Tampoco estaban enterradas en monumentos ostentosos ni fueron embalsamadas de forma intencionada.

Su aguar funerario es modesto. Los investigadores se enfrentan a un reto al tratar de dilucidar que hacían unos caucasoides rubios y de nariz recta en Sinkiang.

Su extraordinario estado de conservación es debido a las especiales condiciones climatológicas de las tierras desérticas donde fueron inhumados los cadáveres, donde el calor del verano y los fríos de invierno son los más acusados de Asia central. Fue precisamente estas especiales condiciones del clima las que hicieron que los cadáveres se secaran rápidamente preservándolos así de la putrefacción.

Hasta hace poco tiempo los especialistas chinos habían tendido a minimizar la evidencia de todo comercio o contacto temprano entre China y Occidente, hasta el punto de que se descartaba cualquier influencia foránea  en el desarrollo de la cultura China.

Wang Binghua, arqueólogo chino, siguiendo los márgenes de los ríos en busca de restos de objetos de cerámica y artesanales, fue informado por un lugareño de la existencia de estas cosas en un lugar denominado Quizilchoca, (en chino quiere decir colina roja) una colina en el poblado de Wupu, allí se desenterraron las primeras momias. Poco tiempo después participaron en las excavaciones el arqueólogo norteamericano Mair y el especialista en genética antropológica de la Universidad de Sassari, en Italia. Las tumbas estaban excavadas en la arena y las cámaras mortuorias construidas con ladrillos de adobe y cubiertas con ramaje y esteras, algunos de los cadáveres estaban colocados en posición fetal, pero todos estaban vestidos con prendas de colores claros de lana y calzados con botas fabricadas con fieltro y cuero. Sólo algunos individuos han aparecido envueltos en gruesos abrigos de piel.

En cuanto al aspecto físico cabe destacar como ya hemos indicado, que sus rasgos faciales eran típicamente caucasianos. Según Mair, casi todos los hombres tenían el pelo rubio o castaño y las mujeres llevaban trenzas muy largas. El aguar funerario estaba compuesto principalmente por objetos de alfarería, artilugios cotidianos, como peines de madera, hogazas de pan, y otras ofrendas de comida. Otro yacimiento de similares características se localizó en Subashi, a unos 500 kilómetros al oeste de Quizilchoca, en que han aparecido también cuerpos momificados los cuales presentan tatuajes del Sol en su piel. Estos cuerpos son considerados siete siglos más reciente, y el aguar funerario estaba compuesto de cráneos de cabras atravesados por un palo de cocina, así como cuencos de arcilla y otros de madera con cuchara y restos de cordero.

Una de las técnicas menos empleadas para la conservación de los cadáveres en la antigüedad, es la inmersión de éstos en un líquido conservante. Quizás una de las momias mejor conservada por este procedimiento sea la de la marquesa china de Dai.

Mawangdui es el cementerio de la familia Li Cang, el marqués de Dai, primer ministro del estado de Changha (China), de la dinastía Han (206 a. C., a 220 d. C.). El cementerio comprende tres enterramientos: el del propio Li Cang muerto en el 186 a. de C., y el de su esposa, la marquesa de Dai, y la de su hijo, fallecido en el 168 a. de C.

Las excavaciones arqueológicas se iniciaron en 1972, y la campaña duró hasta 1974. Más de tres mil piezas de incalculable valor histórico, y en excelentes condiciones de conservación fueron desenterradas. Pero lo que más llamó a la atención del mundo entero fue el estado de conservación de la momia de la marquesa de Dai: contenía todas las vísceras, su piel aún era elástica y tersa al tacto, y el pelo tenía todavía todo su color y fuerza.

Murió a la edad de 50 años, y debió pesar más de lo normal para su altura y edad. Murió quizás a causa de la obstrucción de una arteria coronaria izquierda; además padeció tuberculosis, dos calcificaciones en el hilum y en la parte superior del pulmón izquierdo, y tubo una fractura del antebrazo derecho y lesiones en la columna vertebral. Le faltaban 16 dientes y pesaba 36,3 kilos en el momento de su exhumación. (Enrico M. Rendel, 1997:20)

Según los expertos el excelente estado de conservación de la momia se debió además de la composición del liquido en que reposaba, a las extraordinarias condiciones herméticas de los sarcófagos que contuvieron a la momia. El cuerpo se hallaba en un primer sarcófago de madera de cedro, herméticamente sellado con arcilla, y a su vez dentro de otros tres “cajones” de madera, a modo de muñecas rusas. El primer sarcófago que contenía la momia, es de madera denominada Cunninghamia sinnesis, un tipo de cedro muy común en todo el Extremo Oriente que tiene la propiedad de no pudrirse. Los demás sarcófagos están perfectamente ensamblados con espigas de madera no dejando separación entre sí. De este modo, el conjunto de los cuatro ataúdes crea una temperatura constante en el interior del último sarcófago, así como una humedad determinada invariable, libre de oxigenación y gérmenes. Además, la tumba estaba bajo un túmulo de tierra, envuelta por una capa de caolín de más de un metro de grosor y otra más externa de carbón de unos 40 centímetros, que pesa unas cinco toneladas, envoltura ésta que impermeabiliza el enterramiento. Además, el conjunto estaba cubierto por un túmulo artificial, formado por varias capas de tierra de diferentes procedencias y colores, lo que en conjunto hacía del enterramiento entero una verdadera protección hermética.

En cuanto a los 80 litros de líquido rojizo que cubría al cadáver, éste se componía de una mezcla a base de mercurio, y ácidos orgánicos. Es interesante señalar que el cloruro mercúrico es soluble (el mercurio líquido no lo es) y altamente tóxico, haciendo imposible la generación de vida en su interior, y que los ácidos son perfectos para evitar la putrefacción. Sin embargo, si bien este liquido podría evitar la putrefacción bacteriana, como es el caso de cualquier líquido compuesto de aldehído fórmico, o agua clorofórmica, no podría evitar la putrefacción por autolisis; para evitar esta segunda acción son necesarias circunstancias enzimoinhibidoras, como frío y los álcalis.

Si el cuerpo es sumergido en un líquido orgánico o aceitoso que no contenga ninguna parte de agua, y sí, además, se halla protegido de la humedad y del aire, esto es, sí está estanco, se evitará la descomposición tanto aquella provocada por la acción bacteriana, como la provocada por autolisis, sin necesidad de haber  deshidratado el cuerpo. Los que prepararon la sepultura de Mawangdui sabían esto, y por ello idearon el sistema de inclusión de cuatro sarcófagos, y aislamiento del túmulo por varios tipos de arenas, junto con el haber escogido el tipo de madera más apropiada. Esta es la razón por la que la momia de la marquesa de Dai mantiene unas condiciones tan excelentes (como la elasticidad de la piel).

Ahora bien, este descubrimiento revela unos increíbles conocimientos científicos de los chinos del siglo II a.e.a., y unos profundos conocimientos de los procesos de putrefacción y descomposición cadavérica.

TURQUÍA: Un caso de momificación similar al de la marquesa de Dai, es el del Tabnit. En 1887 se descubrió en Sidón, en el fondo de un pozo, una serie de cámaras que se comunicaban entre sí. Puesto el hallazgo en conocimiento de Hamdy Bey, director de la sección de antigüedades del Museo de Estambul en aquel año, marchó al lugar y se hizo cargo de la dirección de las excavaciones. Él mismo descubrió una sala que habían pasado por alto los saqueadores de tumbas que anteriormente habían profanado el lugar. La sala era, en realidad, el “forro” de otras dos cámaras, una dentro de otra, hecha de grandes losas de piedra. La cámara más interna contenía el sarcófago propiamente dicho, tapado por una gran lápida de piedra. Era la tumba del rey Tabint de Sidón, que vivió en el siglo IV a.e.a., si bien parte de la tumba fue reutilizada con un sarcófago egipcio perteneciente a un tal Pen-tah. El rey estaba prácticamente intacto tendido de espalda sobre un tablón de sicómoro y flotaba sobre un líquido aceitoso de color parduzco. Su piel seguía intacta, y tersa, todos sus miembros y órganos y parte del cuerpo se encontraban en perfectas condiciones, a excepción de aquellas partes que sobresalían del líquido, esto es, la nariz, los labios y parte del pecho. Lamentablemente, el análisis del líquido contenido en el sarcófago no fue posible debido a que por un descuido de los operarios que trabajaban en la excavación, éste fue vertido al suelo

y la arena lo absorbió desapareciendo. Las coincidencias entre los enterramientos del rey Tabnit y el de la marquesa de Dai, son notables, ambos enterramientos estaban formados por cuatro compartimientos estancos, uno dentro de otro, y los cuerpos flotaban en un líquido.

AUSTRIA: De los cuerpos momificados por medio del frío, las últimas décadas del siglo pasado fueron pródigas en brindarnos algunos ejemplares que han abierto de manera insospechada los horizontes de los investigadores, uno de los especímenes  más significativos fue el encontrado en el valle de Ötz, en los Alpes, en la frontera entre Austria e Italia. El 19 de septiembre de 1991, dos excursionistas encontraron el cuerpo momificado por congelación  de un hombre de unos 35 años el cual resultó tener unos 5.300 años de antigüedad. El hallazgo del siglo, como se ha llegado a denominar el descubrimiento a proporcionado a la ciencia una oportunidad histórica única para desentrañar muchas de las incógnitas que aún rodea la prehistoria del hombre. Esta momia fue estudiada por un equipo de sesenta científicos de varios países, especialistas en varias disciplinas bajo la coordinación del historiador Konrad Spindler.

En una inmensa pradera conocida como Ukok (el fin de todas las cosas) situada a 2.000 metros de altitud, en el sur de la región de Siberia, hace algunos millares de años, Ukuk se extendía hasta más allá de donde alcanza la vista humana sin que pudiera encontrarse una frontera. Ahora la meseta siberiana ha quedado incrustada entre cuatro países distintos: China, Mongolia, Kazajstán y Rusia. Aquí el verano transcurre plácidamente sin excesiva presencia humana, sólo visitado por las frecuentes tormentas de granizo. Pero, durante el invierno, llegan hasta el lugar docenas de pastores en busca de pastos para sus ganados. Animales y hombres están preparados para resistir los rigores del clima durante meses durantes los cuales tienen que soportar temperaturas de 30 grados    bajo cero, y protegerse de los terribles vientos que levantan la nieve del suelo y la lanzan con gran fuerza contra todo lo que halla a su paso.

RUSIA: Hace 2.500 años, sobre estas mismas nieves invernales y sobre las flores primaverales cabalgaba un pueblo de pastores que estaba preparado, para la caza y la guerra como ningún otro en la región: los pazyryk, una estirpe de jinetes que vivían en la estepa. Este clan estaba estrechamente emparentado con los escitas, antiguo pueblo semi-nómada que provenía de las regiones asiaticas donde actualmente se encuentra Irán y que llegaron incluso a dominar el antiguo Egipto. En la última década del siglo XX, un equipo científico del Instituto Ruso de Arqueología y Etnografía Novosibirsk desentierra uno a uno, los vestigios más sorprendentes de aquella civilización. Entre ellos, las joyas más valiosas son las momias de una dama de la alta sociedad pazyryk (siglo VI a.d.n.e) y de un joven guerrero enterrado junto a su caballo (siglo III o II a.d.n.e.).

La momia del joven jinete escita fue encontrada con sus vestimentas de caballero-gorro, abrigo de marmota, pantalones rojos y botas de fieltro- casi intactas. Su cabeza estaba adornada por dos largas trenzas pelirrojas que, sorprendentemente, han desafiado incólumenes el paso de más de dos mil año bajo tierra, y en la piel de espalda y pecho  tenía tatuados dibujos de un gran alce. Sí bien este descubrimiento reviste gran importancia, mucho más tiene el de otra momia encontrada en la misma zona por la arqueóloga Natalya Polosmak y su equipo, quienes se desplazaron en el verano de 1990 hasta  Ukok dando comienzo a una campaña durante cuatro veranos en búsqueda de tumbas cuyo resultado fue el hallazgo en 1994, entre otros del cuerpo conservado por el frío de una bella y exultante princesa pazyryk enterrada con todos los honores junto a sus enseres cotidianos. El ajuar funerario se componía de los siguientes elementos: su indumentaria estaba compuesta de -una blusa y un largo vestido blanco con dos bandas rojas- la cual en el momento de la exhumación permanecía todavía suave y planchada, junto al cadáver aparecieron utensilios de madera, asta y cuero, un espejo de plata, jarras de madera, varios caballos y aperos de caballería y una mesa en la que se había depositado una comida ritual. La momia fallecida en el segundo siglo a.d.n.e., a los 25 años de edad, yacía de medio lado con la cara mirando hacía el este. En la piel sobre los hombros, el pecho y las manos aún podía apreciarse unos bellos tatuajes que representaban escenas mitológicas de su tiempo. La cámara funeraria habia sido excavada a unos tres metros de profundidad y el féretro fue excavado de un tronco de un gran árbol y sus costados estaban decorados con dibujos de gansos y leopardos.

¿Pero quienes eran estos escitas esteparios? “El pueblo escita era originario de Irán y emigró a Asia central al sur de Rusia entre los siglos VIII y VII a.d.n.e. Durante mucho tiempo los escitas vivieron prósperamente en lo que hoy es Crimea y crearon una floreciente civilización. En esas tierras, tuvieron contacto con numerosas tribus euroasiáticas, con las que formaron la llamada cultura escito-siberiana.

Entre estos pequeños clanes se hallaban los pazyryk. El historiador griego Herodoto dio detallada cuenta de la vida de los escitas. Según él, era un pueblo semi nómada que cultivaba un refinado estilo artístico dominado por la representación de animales. Hoy sabemos que eran temidos y admirados por su poderío en la guerra y por sus habilidades como jinetes. No en vano, se cree que fue uno de los primeros grupos humanos que desarrolló el arte de la doma y la caballería.

En los tiempos de su mayor expansión, los escitas ocuparon un amplio territorio entre Persia y Egipto, pasando por Siria y Judea. Pero pronto encontraron quien les parara los pies. Primero los medos, procedentes de Persia, les obligaron a retirarse de su frontera y los aislaron en el sur de Rusia. Más tarde, los sármatas les infligieron la peor de las derrotas militares. Desde entonces, lo que ocurrió aproximadamente en el siglo II  antes de Cristo, los escitas dejaron de ser civilización temida y vagaron por la estepa hasta desaparecer para la historia.” (A. Sardón, 1995:45-50)

MOMIAS DE LAS TUBERAS:  En Europa, son relativamente frecuentes los hallazgos de cuerpos momificados en los pantanos ricos en turba, la mayoría de ellos según los especialistas proceden de sacrificios celtas, y los más antiguos fueron inmolados en la edad del bronce hace unos dos mil años. Son numerosos los cadáveres momificados que se han rescatado durante las últimas décadas del pasado siglo veinte, por ello, sólo trataremos de algunos casos que nos puedan servir para hacernos una idea de este tipo de momificación natural. Estas momificaciones son el producto de toda una serie de circunstancias que convergen en un mismo punto. Las peculiares condiciones físicas y químicas que poseen los pantanos de turba. Las turberas formadas en reductos de aguas estancadas situadas generalmente sobre suelos ácidos, son zonas húmedas donde el nivel de acidez es tan alto, que las bacterias que originan la descomposición no pueden sobrevivir. Esto permite que la materia orgánica vegetal vaya acumulándose, terminando por convertirse en turba, un combustible fósil vegetal. La turba se encuentra cubriendo grandes extensiones en los países fríos y húmedos donde ha sido utilizada como combustibles a lo largo de la historia.

La momificación en las turberas se produce por varios motivos. Por una parte, la práctica ausencia de oxígeno que ayuda en la descomposición, unas bajas temperaturas inferiores a los 4º C, y a la presencia del ácido tánico que, como ejerce una intensa acción antibiótica, conserva las capas externas del cuerpo convirtiendo la piel de los difuntos en cuero. Además, la descomposición de la turba produce alquitrán y asfalto, similares al betún o mumiya que utilizaban los egipcios desde hace miles de años en los embalsamamientos. El resultado final es asombroso ya que permite reconocer en muchos casos todos los rasgos faciales y los detalles de la piel de los difuntos.

En 1879 fue descubierta en uno de los pantanos de Jutlandia (Dinamarca), una momia que ha sido denominada como La Mujer de Huldremose. Estaba cubierta con una capa y una falda, los científicos en un estudio realizado en 1952, llegaron a la conclusión de que la muerte le fue provocada por desangramiento, tenía el brazo derecho amputado y tenía cortes en todos sus miembros.

En Schleswig (Alemania), fue hallado el cuerpo de La Niña de Windeby en el fondo de una tumba en el turbal, con una rama de abedul en el hueco de su brazo derecho. Según los estudiosos esta niña de trece años, fue ejecutada por adulterio, tenía los ojos vendados por una cinta y media cabeza afeitada.

Una de las momias más antiguas de Europa, es la de El Hombre de Gallagh, encontrada en 1821 en el condado de Galway, en Irlanda. Apareció cubierto con una capa de piel de ciervo atada al cuello mediante unas cañas utilizadas para extrangularle. Junto al cuerpo se hallaron unos postes que fueron empleados para hundir el cuerpo en el agua.

En Alemania es conocido con el apodo de Franz el pelirrojo. Vivió hacía el año 300 d.n.e. Fue encontrado en 1900 en un pantano entre Holanda y Alemania, y es conocido como El Hombre de Neuversen.

La Mujer de Elling, fue descubierta en 1938 en el lugar donde 12 años después fue descubierto también el Hombre Tollund. Vivió hace unos 2.100 años y murió con unos 30 ahorcada con un cordón de cuero trenzado. Su cuerpo estaba envuelto en una capa de piel de becerro y sus piernas por otra de ternero. Su larga cabellera le llegaba hasta la cintura.

En Schleswig-Holstein (Alemania), en 1900 fue rescatada la momia del Hombre de Damendorf. Vivió hacia el año 200 d.n.e. Sólo le quedaba la piel. Los huesos se disolvieron por la acidez del agua de la ciénaga.

El Hombre de Grauballe, murió envenenado, además el cuerpo mostraba signos de violencia. Le cortaron la garganta de oreja a oreja, le aplastaron el cráneo y le rompieron una tibia. La piel la tenía tan bien conservada que, los expertos pudieron tomar sus huellas dactilares. Todos los indicios indican que fue víctima del ritual celta de la “triple muerte”.


ITALIA: Hay diversos terrenos cuyas características y composición química del suelo permite la conservación de los cadáveres sin ningún tipo de manipulación. Este es el caso del lugar que ocupa la congregación de los hermanos de la orden de los Fratti Francescani Minori Capuccini, en la ciudad siciliana de Palermo. Hoy exhiben en sus catacumbas un museo con más de 8.000 momias conservadas de forma natural. Los monjes llegan a la ciudad en 1534 y se establecen junto a los muros de la iglesia de Santa María de la Pace. Su primera sepultura es una fosa excavada al abrigo del santuario, una especie de pozo rectangular donde eran arrojados y amontonados los cadáveres de los hermanos muertos sin ningún tipo de preparación ni consideración especial. A finales del siglo XVI, los hermanos cavan el primer


vano de las actuales catacumbas, cuando fueron exhumados de la vieja fosa común unos cuarenta cuerpos para que recibieran nueva y ordenada sepultura en el estrenado ambiente. Para sorpresa general, los frailes difuntos se encontraban en un estado excelente de conservación, con la carne aún fresca. De esa época aún se conserva el cuerpo momificado de Fray Silvestro de Gubbio, el cuerpo más antiguo de los desenterrados en octubre de 1599.


 
Durante el siglo XVII y principios del XVIII continuaron ampliándose las catacumbas y en 1732 alcanzaron la extensión que tienen actualmente. En un principio estas tumbas estaban reservadas a los hermanos de la Orden, pero luego acogieron cadáveres de sus benefactores. De esta forma los corredores se especializaron: el de los monjes, el de los niños, el de los hombres y, por último el de las mujeres. Este fenómeno de momificación natural que los monjes encontraron con la apertura del antiguo enterramiento daría lugar a que en el convento se desarrollaran otras técnicas de embalsamamiento que han trascendido como parte de su patrimonio. Los cadáveres se metían en celdas subterráneas llamadas colatori (coladeros) para dejarlos secar durante ocho meses, luego se lavaban con vinagre y se exponían varios días al aire libre. Finalmente revestidos con sus hábitos o uniformes, eran metidos en cámaras o nichos. En tiempos de epidemias, como medida preventiva los cadáveres eran sometidos a un baño de arsénico o con un derivado de cal. También en este museo existe una momia embalsamada mediante método artificial practicado por el doctor Solafia con el cadáver de una niña fallecida en 1920 cuando contaba con dos años de edad. Desde entonces descansa en una urna a los pies del altar de Santa Rosalía; y parece estar dormida. El aspecto que muestra es extraordinariamente fresco, tiene los ojos cerrados, se distinguen sus largas pestañas, tiene la piel esponjosa y sonrosada, cubriendo su frente finos mechones de cabellos rubios. La momificación fue ejecutada por el doctor Solafia a partir de inyecciones de diversas sustancias químicas. El experimento fue un rotundo éxito, pero Solafia se llevó el secreto a la tumba.

Existen otros métodos para momificar cadáveres fruto de modernas investigaciones, que la ciencia se ha empeñado en guardar celosamente en una especie de coto reservado, especialmente en ámbito cristiano quizás por considerar poco éticos la divulgación de los mismos debido quizás a las técnicas empleadas,  a la época y  circunstancias en que los experimentadores han venido tratando de perfeccionar el antiguo arte egipcio. Nos referimos a la técnica denominada de Petrificación.

El egiptólogo italiano Girolano Segato (1792-1836), fue uno de los primeros “petrificadores” conocidos en Italia. En 1818 inicia su primer viaje a Egipto, cuando contaba con veintiséis años de edad, durante su estancia en el país de los faraones que duró cinco años, se dedicó al estudio de la civilización egipcia especialmente en la traducción de pergaminos y en el estudio de momias.

A su regreso a Italia, Segato trajo consigo una extraña formula para “petrificar” cadáveres tanto humanos como de animales. Cuando inició sus investigaciones en suelo italiano se rodeó de un halo de oscurantismo y misterio, lo que suscitó de inmediato los recelos de parte de la clase médica y del clero romano, grajeándole bastantes enemigos en estos  círculos de la sociedad italiana de la época, posiblemente debido al hecho de que Segato se negara obstinadamente a compartir su secreto celosamente guardado hasta su muerte, ya que su médico de cabecera el doctor Capelli, se negó firmemente a ser receptor de la formula  para “petrificar” los cadáveres, ya que según manifestó ”no se sentía con ánimos de hacer frente a todos los enemigos que este secreto ha costado a Segato y tampoco quiere que se le acuse despues de haberse aprovechado del estado de su amigo”.  Estando en su lecho de muerte, Segato entregó a su médico de cabecera y amigo de confianza Capelli, un grueso fajo de papeles que presumiblemente contenían la fórmula y los detalles de los trabajos  anatómicos llevados a cabo, éste los quemó en la chimenea de la habitación en presencia del enfermo.

Segato, tuvo que hacer frente a médicos y eclesiásticos, quienes hacían lo imposible por evitar que este pudiese acceder a piezas anatómicas para sus experimentos. Los primeros, movidos por envidias y celos profesionales, los segundos le acusaban de emplear métodos pocos ortodoxos (y por tanto, nada católicos), postura esta- por otra parte- habitual en la Iglesia oficial romana.

A pesar de las trabas sufridas, Segato, llegó a reunir en sus vitrinas más de doscientas piezas anatómicas “petrificadas” que, tras su muerte, fueron dispersadas llegando algunas a formar parte del Museo de Ciencias de Florencia hasta su casi total destrucción por las inundaciones de 1966.

El príncipe Napolitano Raimondo di Sangro, fue un noble, pensador, alquimista y masón, e incansable investigador, inventor, escritor y editor de textos masónicos en el siglo XVIII se le atribuye una proeza anatómica sin precedentes: la petrificación en tres cuerpos, de todo el sistema sanguíneo y algunas vísceras blandas, entre ellas, el corazón, los testículos o el pabellón auditivo. Di Sangro, en sus primeros experimentos anatómicos, consiguió solidificar algunas gotas de su propia sangre, convirtiéndolas en pequeñas píedrecillas  semejantes al jaspe. A partir de aquí, los experimentos debieron ser más fructíferos a juzgar por las tres “maquinas anatómicas” que se le atribuyen. En la ciudad Italiana de Nápoles, existe una capilla denominada de Sansevero (también conocida como Templo de la Piedad o Piattella) y que hace doscientos años aún era propiedad de los Di Sangro, en los sótanos de dicha se exhiben dos curiosos cadáveres correspondientes a un hombre y una mujer, existió otro de un recién nacido que se perdió a principios del presente siglo. Estos macabros esqueletos son conocidos como las “maquinas anatómicas”, y son dos esqueletos que muestran el sistema sanguíneo petrificado, y las partes blandas de testículos, corazón y los pabellones auditivos como hemos apuntado anteriormente, el resto de las partes blandas no existen en los esqueletos. Los actuales custodios de estos especímenes no se pronuncian sobre la posible identidad de los cadáveres, pero entre los biógrafos del príncipe Di Sangro se especula con que pudieron haber pertenecido a dos sirvientes de éste a los cuales les fue inyectado el líquido embalsamador, cuando éstos aún vivían, solidificando sus venas y por consiguiente causándoles una muerte horrible. No cabe duda de que los hechos hasta aquí narrados pueden herir la sensibilidad de algún lector, pero nuestro cometido se limita a narrar los acontecimientos con la exactitud y veracidad de que tenemos conocimiento, sin juzgar los aspectos éticos o morales de los mismos.

Jiuseppe Paravicini, fue un médico establecido en la ciudad italiana de Milán. A comienzos del siglo XX, más exactamente en 1901, comenzó a experimentar con cadáveres, y vísceras humanas tratando de dar con una fórmula que le permitiese “petrificar” tanto cuerpos enteros como vísceras altamente perecederas. A juzgar por las muestras que han llegado hasta nuestros días, tuvo éxito en su empeño. Los cadáveres y demás despojos los obtenía del cuarto mortuorio del manicomio Milanés de Mombello, hoy conocido como de Instituto Hospitalario Provincial Psiquiátrico “Paolo Pini”, establecimiento situado en las afuera de Milán. Curiosamente, Paravicini llegó a ser director de esta institución en 1906.

La vida del Doctor  Jiuseppe Paravicine, estuvo siempre rodeada de un hermetismo casi absoluto, hasta el punto de que los datos sobre  su persona llegados hasta nosotros son escasos y difusos. Tras su fallecimiento en 1927, nos dejó el legado de dos “momias” femeninas que correspondían a dos enfermas del manicomio de Mombello, una demente senil y una epiléptica, fallecidas en 1914 y en 1917 respectivamente, algunos bustos y cabezas, así como numerosos cerebros. También sabemos que en 1921 participó en las tareas de  embalsamamiento del cadáver del cardenal Andrea Farrari, arzobispo de Milán, el cual aún hoy continúa en perfectas condiciones de conservación. Han sido varios los especialistas que han tratado de desentrañar los secretos de Paravicini, pero hasta la fecha todos los esfuerzos han resultado inútiles, el profesor, Antonio Alegranza, anatomista de reconocido prestigio y estudioso de la obra de Paravicini, presentó como un auténtico enigma médico, un estudio sobre los trabajos de Paravicini, en el Primer Congreso sobre el Desarrollo Histórico de la Neurología Italiana, que tuvo lugar en Padua en Octubre de 1987. El profesor Alegranza, se preocupó por recuperar y ordenar todos los restos anatómicos que le fue posible de la obra de Paravicini, ordenándolos y proporcionándoles peanas y vitrinas para una mejor conservación, - al mismo tiempo que los tenía más a mano para su estudio -. A pesar del tiempo dedicado a su estudio, el prestigioso especialista en histología confiesa que:”Todo lo que yo manejo sobre su conservación son suposiciones. Al parecer, Paravicini abría los cadáveres por la arteria femoral al poco tiempo de morir. Justo después hacía circular la sangre por presión  gracias a una bomba y era entonces cuando introducía el líquido momificador de su invención, tal vez creado con aceites balsámicos y con algún fijador. Desdichadamente,  Paravicini nunca quiso decir qué material inyectaba en los cadáveres, que en la práctica están bien conservados aún hoy.

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