Volumen V
CAPITULO-II
PANTEON DE LA IGLESIA DEL
PUEBLO GUANCHE
DIOS LUNA ACHUGUAYU
Eduardo Pedro García Rodríguez
ACHUYUAYO, DIOS LUNA -
DIOSA LUNA
La religión griega tiene sus orígenes en los
pueblos libios del norte de África, uno de los detalles mas significativos es
la identidad casi total que se encuentra entre los atributos, títulos y
características de la Diosa
griega Athenea con la más antigua Diosa cartaginesa Tanit.
Como hemos expuesto, la desecación y desertización del Sahara provoco emigraciones en todas direcciones de la población asentada en esas latitudes en épocas anteriores al tercer milenio (a.e.a.). El clima benigno y las abundantes lluvias de esta zona proporcionaban las condiciones idóneas para ser el asiento de importantes civilizaciones perdidas cuando comenzó su desertización. Algunos piensan, con cierta justificación, que la mítica Atlántida pudo estar ubicada en la parte norte del Sahara.
Las emigraciones se produjeron en tres direcciones principalmente: al
norte, hacia la isla de Creta y Grecia por el este; la Península Ibérica
y las costas del mar de norte por el oeste; y hacia el sur, hacia la cuenca del
Niger. Tanto en un lugar como en el otro florecieron culturas muy desarrolladas
con cultos religiosos muy similares. En la cuenca del Niger subsisten
actualmente restos de estas culturas y religiones en sus formas más primitivas.
La permanencia tanto tiempo de estas culturas fue debida principalmente a la
gran dificultad que los frondosos e inhóspitos bosques ecuatoriales planteaban
a las invasiones externas, y en particular freno la caballería musulmana que en
la época de la expansión del Islam llego hasta sus límites por el norte.
Unos ejemplos interesantes que ilustran esta idea del parentesco entre
la religión griega pre-helenica y las religiones africanas del sur del Sahara,
es el de los Akanos, pueblo de la actual Ghana, y también la religión de Ifa,
de los Yoruba, que es una etnia de la actual Nigeria. Nos centraremos en
describir el sistema social de los Akanos, pues el de los Yoruba es muy
similar, para ver la similitud con el sistema social imperante en la grecia
pre-helenica y en general en los pueblos mediterráneos antes de las invasiones
de los pueblos arios-patriarcales procedentes del centro de Europa.
Entre los Akanos hay varios cultos diferentes que son el reflejo de
sistemas sociales distintos y que son fruto de la evolución mayor o menor de
los diferentes grupos que los componen. En el que parece más antiguo, se adora la Diosa Luna con el
nombre de Ngame. Los atributos de esta Diosa en nada se diferencian de la
cartaginesa Tanit, o de la libia Neith, también son iguales a los de la cananea
Anatha o a la griega Athenea. La tradición sobre Ngame la hace madre de los
cuerpos celestes (estrellas y planetas), de los animales y de la humanidad. La
sacerdotisa de Ngame es la Madre
de todo su pueblo, tribu o nación, su guía y su juez.
Cuando aparece una inestabilidad o tensión social de cierta envergadura,
que puede ser debido a una sobrepoblación, a luchas políticas, etc., el partido
perdedor deberá abandonar el reino, pero lo hará dirigido por una princesa de
sangre real. Esto debe hacerse así pues sólo las princesas reales pueden
canalizar la magia de Ngame (magia lunar) y bajo su mando el grupo se asienta
en otro lugar. Este proceso dio lugar a diferentes federaciones de ciudades-estado,
similares a las que se encontraban en la grecia pre-helenica.
Un segundo tipo de culto, que se supone más moderno que el anterior,
resulta de la fusión entre los pueblos Akanos que hemos descrito antes con
tribus de pastores patriarcales el Sudan, que poco a poco fueron emigrando
hacia zonas más ricas en pastos a medida que África sufría el mayor desastre
ecológico del planeta como fue la formación del desierto del
Sahara. Estas tribus de origen sudanés eran adoradoras de Odomankona,
una forma de Dios-padre que refleja su carácter patriarcal. Estos pueblos
habían tomado de los sumerios la semana de siete días dedicada a los siete
dioses planetarios o titanes. Estos cultos se introdujeron entre los Akanos
mediante la formación de parejas o matrimonios entre cada uno de los titanes y
alguna deidad femenina local, formando así un conjunto de 14 dioses, por
parejas 7 masculinos y 7 femeninos, o bien de siete dioses con un doble aspecto
masculino y femenino cada uno de ellos. Esto mismo también se aprecia entre los
Yoruba de Nigeria. La aceptación de las tribus patriarcales se condicionó al
sometimiento de estas al poder supremo de la Diosa - Madre Ngame o Diosa Luna y por tanto
aceptando el poder supremo de su sacerdotisa. Las nuevas tribus debían
proporcionar como tributo a la sacerdotisa un compañero anual como Rey-sagrado,
necesario para la ejecución de los ritos de la fertilidad. Al acabar el año, el
Rey debía ser ritualmente sacrificado y sustituido por otro, siguiendo el ciclo
de muerte y resurección que vemos en la naturaleza vegetal. Una evolución de
este tipo de culto se produce cuando algunos reyes sagrados se sienten
suficientemente poderosos para evitar ser sacrificados al final de su mandato
anual y de ser un simple representante de Odomankona consortes de la Diosa Luna, pasan a ser
un verdadero Dios Luna. Al llegar a este grado de la evolución social, el rito
se realiza de una forma fingida, y por un día se entroniza a otra persona que
ocupara el cargo del Rey durante ese día, al final será sacrificado como
sucedía en el rito del Dios fenicio Baal-Hamman. Una vez sacrificado el Rey
sustituto, el verdadero Rey podía reaparecer de nuevo y reinar otro año.
El grado mas evolucionado de este sistema social es el de algunas tribus
donde los Reyes-sagrados han conseguido tantas adhesiones o lealtades, (fruto
de su prolongado mandato o bien por que los emigrantes han conseguido imponerse
a los nativos por la fuerza) que consiguen eludir su sacrifico ritual y perpetuarse.
Es entonces cuando se proclaman Dios-Sol, (como hizo el faraón egipcio
Akhenaton), independizándose por completo de toda dependencia tutelar de la Diosa Luna y se inician
las dinastías patriarcales. A partir de este momento la Luna pasa a ser una deidad
inferior y ya nadie podrá discutir el poder del Rey-Sol; el resto de los dioses
planetarios, en cuanto que representantes o estandartes de los diversos gremios
o estamentos de la sociedad, tienen que rendir obediencia al nuevo Rey-So, del
mismo modo que antes tuvieran que hacerlo a la Diosa-Madre-Luna. Es
llegado este momento de la evolución social que se abre camino libre para el
monoteísmo masculino y aparecen dioses "creadores", capaces de
"construir", "formar" un universo mediante algún esquema
que englobe alguna forma de racionalidad; no "procreadores", es decir
capaces de "parir" de forma espontánea un universo en forma
"mágica" sin esquema ni artificio lógico, como se supone que es la
capacidad procreadora de la mujer, tal y como se evidencia en el momento del
parto.
Este proceso o evolución en parte social y en parte política se pone de
manifiesto en muchos de los mitos que nos han llegado hasta nosotros de la
antigua grecia, un ejemplo que lo ilustra es el del segundo nacimiento de
Athenea. Como se sabe Athenea, la diosa de las artes, la técnica, etc. era de
origen libio-bereber y paso a Grecia quedando como patrona de Athenas después
de luchas civiles entre diversos partidos. Athenea era hija de Metis, la Titanide del 4º día, la
diosa prehelenica que se había emparejado por la similitud de sus atributos con
el Titán del 4º día (miércoles, o cuarta feria), Mercurio o Hermes. Esto viene
a significar que la cultura y la técnica, atributos de Athenea eran de origen
prehelénico y titánico (fusión de los
conocimientos que tenían los habitantes nativos y los emigrantes de asia menor
de religión astral). En el mito Olímpico ( es decir en la redacción del mito
como se hizo tras la derrota de los Titanes por los Dioses, una vez el poder de
las tribus arias patriarcales es asegurado), Zeus se traga a Metis y Athenea
renace de la cabeza de Zeus, dicho con otras palabras, los aqueos (Zeus) hacen
desaparecer todo rastro de culto de Metis, una vez que sus partidarios han sido
derrotados tras la guerra civil, pero perdonan a Athenea, pues había
traicionado a los Titanes y ayudado a Zeus en esa guerra. Pero para no dejar
rastro de la dependencia, ni siquiera intelectual, de Athenea respecto de su
madre autentica Metis, además de la sustitución del sacerdocio femenino que era
tradicional en el culto de Athenea, por otro masculino, elaboran la falsa
astucia teológica del segundo nacimiento de la diosa a través de la cabeza de
Zeus, es decir que la nueva vida que se concedía a Athenea quedaba justificada
como fruto de ese renacimiento, precisamente a través de la cabeza de Zeus y no
de otro órgano biológico mas apropiado al caso, como diciéndonos con toda
claridad, determinación y patriotismo ario, que los conocimientos y la cultura
que debía patrocinar y expandir la nueva Athenea, eran arios pues procedían de
Zeus, no de Metis ni de ningún otro origen titánico. Esta reelaboración o
falsificación descarada de la historia de Athenea no tiene otro objeto que
mostrar el poder ario patriarcal supremo sobre el matriarcal (Metis) y marca el
punto de culminación de la evolución entre el ocaso del poder femenino y el
surgimiento del poder masculino que se ha simbolizado con la evolución entre el
culto a la Diosa Luna
y su sustitución por el Dios Sol en diversas culturas cuya relación parece más
ilustrativa.
ESTUDIO EN TORNO A METIS: Un estudio completo de la metis griega abarcaría todos los planos en donde ésta aparece, tan distintos unos de otros como pueden serlo una divinidad acuática, los saberes de Atenea y Hefesto, de Hermes y Afrodita, de Zeus y Prometeo, una trampa de caza, una red de pesca, el arte del cestero, del tejedor, del carpintero, la maestría del piloto, el olfato del político, el ojo clínico del médico, las artimañas de un personaje retorcido como Ulises, las vueltas de un zorro y la polimormía del pulpo, el juego de enigmas y adivinanzas, el ilusionismo retórico de los sofistas. Se trataría de atravesar todo el universo cultural de los griegos en toda su extensión, desde sus más antiguas tradiciones técnicas hasta la organización de su panteón. Opera en todos sus niveles, lo recorre sus múltiples dimensiones, desplazándose continuamente de un sector a otro para descubrir allí, a través de documentos en apariencia heterogéneos, una misma actitud de espíritu, un mismo modelo del modo como los griegos se representaron un cierto tipo de inteligencia 'comprometida con la práctica', enfrentada a obstáculos que debía dominar utilizando la astucia para lograr el éxito en los ámbitos más diversos de la acción.
En “Los juegos de la astucia” nos
encontrarnos que en plano del vocabulario metis designa, como nombre
común, una forma particular de inteligencia, una prudencia astuta; como nombre
propio, una divinidad femenina, hija de Océano. La diosa Metis, personaje
que podríamos creer bastante desdibujado, parece estar confinada a los papeles
de comparsa. Primera esposa de Zeus, apenas se encontraba embarazada de Atenea
fue devorada por su marido. Relegándola a las profundidades de su vientre, el
rey de los dioses puso fin a su carrera mitológica. Sin embargo, en las
teogonías atribuidas a Orfeo, Metis figura en primer plano y aparece en
el origen del mundo como una divinidad primordial.
En la larga historia de la metis
podemos comenzar interrogando a nuestro primer testigo: Homero. El pasaje de
Homero más apropiado para revelar la naturaleza de la metis figura en el
canto XXII de La Ilíada,
en el episodio de "Los juegos". Todo está preparado para la carrera
de los carros. El viejo Néstor, modelo de sabio, consejero experto en metis
prodiga a su hijo Antíloco
sus recomendaciones. El muchacho es aún muy joven, pero Zeus y Poseidón le han
enseñado "todos los modos de utilizar los caballos". Por desgracia
sus corceles no son muy rápidos; sus oponentes han tenido mejor fortuna. El
joven parece encaminarse hacia una derrota. Cómo podría vencer a adversarios
que disponen de bridones más rápidos, mientras él conduce animales mucho más
lentos. En este contexto es donde está en juego la metis. Poco
favorecido por sus corceles, Antíloco, como verdadero hijo de su padre, porta
en sus alforjas más artimañas de la metis de lo que pueden imaginar sus
oponentes. "A ti, pues, hijo mío -le dice Néstor-, a ti compete ejercitar
una metis múltiple para no dejar escapar el premio". En el caso de
Antíloco, su metis de auriga le sugiere una maniobra, más o menos
fraudulenta, que va a permitirle invertir una situación desfavorable y triunfar
sobre otros más fuertes que él. "Quien conoce diversas tretas, incluso
aunque conduzca caballos mediocres, se alzará con la victoria."
Por insustancial que pueda
parecer, el episodio ilumina, sin embargo, ciertos caracteres esenciales de la
metis. En primer lugar, la oposición entre el empleo de la fuerza y el
recurso a la metis. El éxito que procura la metis se reviste así de una
significación ambigua: según el contexto, podrá suscitar reacciones contrarias.
Unas veces podría verse en él el producto de un fraude, cuando no se han
respetado las reglas del juego; otras, provocará una admiración tanto más
generosa en cuanto la sorpresa ha sido mayor, pues el débil, contra toda
esperanza, ha encontrado en el recursos suficientes como para someter a su
arbitrio al más fuerte. En ciertos aspectos la metis se orienta del lado
de la astucia desleal, del engaño pérfido, de la traición, armas despreciables
propias de mujeres y cobardes. Pero, en otras aparece como más digna que la
fuerza; en algún aspecto es el arma absoluta, la única que en toda
circunstancia tiene el poder de asegurar la victoria y la dominación sobre el
otro, sean cuales fueren las condiciones de la lucha.
Veamos en las obras de
nuestro segundo testigo -Opiano- otro aspecto de la metis. En el
"Tratado de la pesca " y en el "Tratado de la caza" somos
introducidos en un mundo de trampas. Trampas son los anzuelos, las redes, las
nasas, los lazos y los garlitos, e incluso trampas son también, en cierta
manera, los animales y los hombres que aparecen, a su vez, como cazadores o
presas. En todos estos tratados hallamos continuamente los vocablos 'dolos',
'techné' y 'mechané', asociados al de metis. No es norma universal que
el pez grande se coma al chico: "aquellos que no han sido provistos de
algún aguijón acerado para defenderse poseen como armas los recursos de su
inteligencia fértil en ardides y estratagemas y logran que perezca -por
ejemplo- un pez que por su talla y su fuerza les es muy superior. Los débiles y
frágiles no están vencidos de antemano. Los cangrejos de río son pequeños y su
fuerza, escribe Opiano, guarda relación con su talla." Sin embargo,
gracias a sus artimañas, aciertan a matar al lucio, uno de los peces más
vigorosos.
La obra, llena de ejemplos
junto con el sagaz análisis que de los mismos hacen los autores causa
admiración y sorpresa al neófito en este mundo de la metis griega.
En "Los combates de
Zeus" encontramos otro nivel de la metis. Las divergencias entre
las dos tradiciones legendarias no hacen más que subrayar con fuerza la
constancia del tema de la astucia en el corazón de los mitos de soberanía
Hesíodo y Esquilo están de acuerdo al reconocer en Prometeo este mismo tipo de
inteligencia retorcida, esta misma potencia falaz que los griegos designan con
el nombre de metis. Para uno y otro, el titán no es solamente el
prodigioso malvado, capaz de encontrar una salida incluso a lo inexplicable, el
maestro en ardides y en proyectos fraudulentos, que guarda siempre en su cabeza
su ciencia de trampas y celadas; es
también el único que puede competir en astucia con Zeus, utilizar con el
engaño, oponer al rey de los dioses metis contra metis.
En Esquilo explícitamente el
tema del dolo -a la vez astucia, trampa y lazo mágico que se opone a la simple
fuerza y confiere el éxito en las luchas por la soberanía se encuentra en todos
los relatos míticos de los combates que Zeus debe sostener para alcanzar la
cúspide del poder. o como el 'sueño' -hypnos- es una divinidad poderosa y
temible. Lanza sus mágicas redes sobre todo ser animado, sobre el pensamiento
más rápido y el más ágil de los espíritus; todo ser que se mueve, y tan pronto
como a aquel te viene en gana, es ligado con sus cadenas invisibles, semejantes
a las que su hermano gemelo, 'Thanatos' -la muerte- aplica a los mortales para
no librarlos jamás. Sólo existe una divinidad contra la que su poder de atar se
muestra impotente, puesto que la metis de ese dios no conoce el reposo
ni el desfallecimiento. "Pero a Zeus, hijo de Crono, no puedo acercarme ni
dormirlo, salvo si me lo ordena él mismo."
Las armas humanas de la
metis -redes, nasas, trampas, lazos, cepos, todo aquello que es trenzado,
tejido, urdido, ajustado o maquinado- tienen como réplica en el universo de los
dioses la ligadura mágica, invisible, irrompible. Un ser divino no puede
perecer; solamente ser atado.
Así, una tradición órfica
pinta a Crono tumbado y roncando después de haber probado la "pitanza
engañosa" que Zeus te había hecho gustar engañándole con el atractivo de
la miel, o balanceando indolentemente su cabeza encadenado por los lazos de
Hypnos, que domina a todos los seres.
Para Opiano las sepias ponen
en práctica su estratagema de la manera siguiente: ponen cerca de la cabeza la
tinta negra, licor más obscuro que la pez, especie de filtro mágico que provoca
una nube tenebrosa. Cuando lanzan esta bruma nocturna, "la negra nube de ese
líquido enturbia el agua en todo su alrededor y disimula los caminos del
mar", "al mismo tiempo que hacen imposible toda visión". De esta
manera, a través de la aporta que ellas mismas han creado, las sepias
encuentran su propia salida. "Se escapan rápidamente a través de la vía
que ellas crearon." Es curioso encontrar en este texto de Opiano, a
propósito de la sepia que extiende por la noche en el seno de las aguas, la
conjunción de los sentidos de "poros": por una parte, el medio para
salir de una dificultad, estratagema de un ser astuto dotado de metis; y
por la otra, camino, paso, travesía.
Otro nivel o modalidad de la metis;
se refieren al contacto de la inteligencia astuto de carácter técnico y de
origen mágico que es en donde viene a situarse la invención del bocado y su
víctima, Pegaso. Conforme a la tradición hesiódica, el caballo que se resiste
ante Belerofonte es un animal maravilloso: Pegaso es hijo de la Gorgona. Nacido en
la frontera donde brotan las aguas ctónicas, Pegaso es una criatura de Poseidón,
cuya imagen mítica se sitúa en un conjunto de representaciones que se extiende
desde Gorgo, de cabeza equina, hasta Demeter Erinys de Talpusa. Aparece aquí el
caballo como potencia ctónica, orientado hacia el mundo infernal y las fuerzas
de la fecundidad que ocultan las aguas dulces y las fuentes saltarinas; el
fulgurante palafrén asociado a los vientos, a las nubes, a las tempestades; el
caballo en cuanto animal belicoso, como potencia guerrera. Jenofonte emplea a
propósito de un corcel nervioso y lleno de ímpetu el epíteto
"gorgós": terrible, inquietante. En este contexto hipológico, el
vocablo comporta una cierta ambigüedad. Ciertamente -como lo notan algunos
lexicógrafos- es cualidad propia del caballo de raza tener un ojo lleno de fuego.
El mismo adjetivo cubre un campo semántico mucho más vasto "gorgós"
connota otros valores, como el
fulgor de las armas, la virtuosidad deslumbrante del atleta, el
furor guerrero que transforma un rostro humano. En la palabra
"gorgós" se contiene la imagen de una mirada de gorgona que descubre
el dominio de las fuerzas demoníacas, y coincide con lo que Jenofonte --en el
mismo tratado de hipologiá- llama "un no sé qué de misterioso" -daimónión
ti- que equivale casi al margen de incertidumbre que un valiente comandante
de caballería puede admitir en el arte ecuestre.
Todas estas indicaciones
sugieren que la Gorgona
traduce en el pensamiento griego un aspecto esencial del caballo. Por toda una
serie de comportamientos, por su nerviosidad, sus relinchos, por la espuma de
su boca y el sudor de su pelambre el caballo aparece como un animal misterioso
e inquietante; es una fuerza demoniaca.
En el pensamiento religioso
existe entre el caballo negro de furor, la Gorgona y el poseso afinidades muy notables que
algunos helenistas -Jeanmaire entre otros- habían notado desde hace tiempo. El
poseso es 'como montado' por una potencia misteriosa que le gobierna con bridas
y los sonidos desarticulados que poseen ciertos epilépticos evocan el relincho
esa terrible risa del caballo-; en su rostro convulso creeríamos reconocer la
máscara de la
Gorgona. Jenofonte lo expresa en términos explícitos:
"los posesos manifiestan la mirada monstruosa de la Gorgona, una voz terrible,
una fuerza sobrehumana. Cuando Orestes se ve amenazado por la obscura presencia
de las Erinias, hermanas de la
Gorgona, se siente como arrastrado por caballos desbocados.
"Es como si mis caballos, en el giro de la pista se salieran de ella
repentinamente". Vemos captado el pensamiento griego referido a la metis
en la disputa de Atenea y Poseidón: "la inteligencia de un auriga dotado
de metis es el verdadero gobernalle que dirige el carro"
recurriendo a una fórmula inédita de dos carros enfrentados en lugar de dos
caballos que colaboran en mismo tiro. Este plenamente la diferencia de medios
de acción que fundamenta la pareja de Atenea y Poseidón en el ámbito ecuestre.
Siendo Atenea la que inventó el primer
navío conocido por los hombres, ya fuera el de Danao o el que sirvió de
embarcación a Jasón y a sus compañeros. En fin, múltiples indicaciones nos
hablan de una Atenea singular que lleva el nombre de un ave marina: Aíthyía. A
partir de estos últimos datos y buscando precisar la naturaleza de este pájaro
es como podríamos dibujar los primeros trazos del contorno en que van a
inscribirse los diferentes rasgos de una rica del mar.
Ya en los primeros
principios de su descripción de Grecia, Pausanias señala en la costa de Megara
la existencia de un promontorio que domina el mar. Es la atalaya de Atenea Aithyía.
Enseñar a navegar, abrir un camino sobre el mar, apartar la luz en una noche
tempestuosa son otras tantas modalidades de intervención que podrían parecer
disparatados y a primera vista incompatibles con Atenea. Ahora bien, son
precisamente estos medios de acción los que vienen a ilustrar los datos míticos
y las tradiciones épicas relativas a una Atenea marina.
Mostrarse previsor, dar pruebas de
constante vigilancia, gobernar la nave por el mejor rumbo, tales son algunos de
los aspectos esenciales de la metis del navegante. "Ningún marino
-señala Platón- puede conocer el secreto de la cólera o de la benevolencia del
viento; por eso debe permanecer sin cesar al acecho, sin dejar dormir jamás a
sus párpados". "Si el piloto quiere realmente mostrarse hábil
dirigiendo su embarcación, debe necesariamente prestar toda su atención al
tiempo, a las estaciones, al cielo, a los astros y a los vientos".Ahora
bien, todas las intervenciones de Atenea se sitúan al lado de su inteligencia
artera y técnica, en la cual, la hija de Zeus puede legítimamente reconocer un
reflejo de su propia metis.
La Atenea del mar -"corneja marina"- como
la blanca diosa Leucotea, no aporta al navegante una salvación absoluta y
misteriosa; su acción no se afirma tampoco en ese juego contrastado del blanco
y del negro que caracteriza a la intervención de los Dióscorus. Ya se ponga al
lado del piloto para abrirle un camino sobre el mar o envíe un ave, instrumento
eficiente para franquear los abismos, Atenea se manifiesta en el mundo marino
por el ejercicio de una inteligencia navegadora que sabe trazar su rumbo
correctamente sobre el mar actuando con astucia frente a los vientos y el
movimiento de las olas.
Artesanos metalúrgicos de
deletérea mirada, de rasgos perpetuamente malvados. Potencias primordiales en
las tradiciones rodias, los telquines se hallan en el centro de una
configuración mítica que en el orden sintagmático despliega los episodios de
sus aventuras en Rodas y Ceos, y en el paradigmático muestra el conjunto de
conexiones y relaciones que los asocian, por una parte, a las divinidades
metalúrgicas vecinas: Sintios, Dactilos, Cabiros y Hefesto, y por otra, a las
potencias primordiales del elemento marino: Proteo, Tetis y Psametea.
Pero, ¿qué son los telquines?
Los telquines son hijos del mar, sus aventuras se localizan en las islas como
Rodas o Creta; aparecen finalmente, como seres anfibios que a lo largo de su
metamorfosis adoptan la forma de animales marinos. "Se parecen se nos
advierte unas veces a démones, otras a humanos, finalmente, a peces o a
serpientes."
Sin entrar en el detalle de
los problemas textuales que plantea el tenor de este testimonio podemos
resumirlo en los siguientes términos: ciertos telquines no tienen brazos ni
piernas y sus dedos son palmeados como los de un pato. Se dice también que
poseen una mirada brillante y cejas negras. Si este último rasgo hace
referencia, evidentemente al poder mágico de los telquines, los otros dos
dibujan en su complementariedad una forma animal que viene a ilustrar la
capacidad metamórfica de estos seres, más precisamente las últimas formas
evocadas por Suetonio: peces o serpientes. “Estar desprovisto de brazos o
piernas era para los naturalistas antiguos un rasgo característico de los
peces, esos animales cuyo cuerpo es un tronco continuo desde la cabeza hasta la
cola”. Ahora bien, los seres pisciformes de los que habla Suetonio poseen
también entre los dedos una membrana “como los patos” y sus dedos palmeados se
hallan directamente unidos al tronco. Sólo un animal responde perfectamente a
esta descripción: la foca, el mamífero pisciforme cuyo cortos pies en forma de
aletas natatorias se hallan provistos de cinco dedos, rodeados de piel. En la Historia de los
animales Aristóteles describe a la foca como un animal anfibio: "Por
una parte, no absorbe el agua, sino que respira, duerme y cría a sus pequeños
sobre la tierra firme, manteniéndose cerca de la orilla como si perteneciera al
género de los animales provistos de pies, mas por la otra, pasa la mayor parte
de su tiempo en el mar; de allí obtiene su alimento y en consecuencia debemos
clasificarla en la clase de los animales marinos.” Dividida entre la tierra y
el mar, localizada preferentemente en la orilla, en esa porción de tierra que
bordea el mar, la foca no puede asumir ese doble género de vida sin gozar de
privilegios morfológicos que la autoricen a formar parte del género de los
peces al igual que del de los animales terrestres.
Insistiendo: Aristóteles insiste sobre
la semejanza de estos mamíferos anfibios con la especie humana: por una parte
la foca alumbra a sus pequeños en cualquier estación, “como lo hacen los
hombres”; y, por la otra, “si la hembra se parece a las cerdas por sus órganos
genitales, en todo lo demás es como una mujer”. (Jorge Serrano).
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