Volumen V
CAPITULO XXII-I
LUGARES DE CULTO Y
ASTRONOMICOS DEL PUEBLO GUANCHE
EL PEQUEÑO PEZ
"Usted
perdone", le dijo un pez a otro,
"es usted
más viejo y con mas experiencia que yo
y probablemente
podrá usted ayudarme. Dígame
¿ dónde puedo
encontrar eso que llaman Océano?
He estado
buscándolo por todas partes,
sin
resultado"
"El Océano", respondió el viejo pez, "es donde
estás ahora
mismo"
"¿Esto?.
Pero si no es mas que agua....
Lo que yo busco
es el Océano", replicó el joven pez,
totalmente
decepcionado, mientras se marchaba
nadando a
buscar en otra parte.
(Anthony
de Mello.)
Eduardo Pedro García Rodríguez
Entre los muchos yacimientos
arqueológicos que en la actualidad preocupa al estudioso de la historia y
religión del pueblo guanche de Canarias, y que más controversias ha provocado,
ha sido el de las construcciones megalíticas. Enterramientos, culto a los
muertos, observatorios astronómicos, y para algunos, misteriosos ritos y
ceremonias... todo se funde y mezcla.
Algunos de los santuarios
rupestres que poseemos en Canarias
parecen en verdad obra de titanes. Los antiguos canarios tuvieron que
emplear mucha fuerza, organización y pericia para transportar los bloques y
levantar los edificios. La forma o disposición en que están colocados hace que
nos sorprendamos de los conocimientos que poseían nuestros antepasados guanches en materia astronómica. Los
que la incuria, o la voracidad especulativa urbanística ha permitido llegar
hasta nuestros días demuestran que las piedras no están amontonadas por que sí,
sino que cada una de ellas está colocada siguiendo un patrón y orden
preestablecido. Tanto La Sol, como El
Luna o la Estrella del Amanecer fueron claves para establecer los solsticios,
la orientación de estos monumentos que responden a las leyes del Cielo como
hemos visto en el capítulo dedicado a la astronomía en el pueblo guanche.
Veamos algunos antecedentes de la
cultura megalítica indudable sustrato de la guanche. De las
civilizaciones semíticas, que fueron origen de muchas costumbres griegas y
romanas, tenemos noticias de las primeras piedras representando al dios
Dusares. Los nabateos adoraban a la Diosa Math, bajo forma de piedra. En
Siria, Fenicia y Cartago se difundió la adoración de las piedras acrolíticas y
meteoríticas en forma de betilo, cipo y, sobre todo, abadir, ya que las
creían caídas del cielo, bóveda de piedra, morada de los dioses. Piedras
animadas que se movían en el aire rodeadas de un globo de fuego, el origen
del vocablo betilo es hebreo, ya
que, cuando Jacob durmió sobre una piedra y tuvo la visión de la escala que
conducía al cielo, agradecido, le dio el nombre de Beth-El (Casa de
Dios). Cipo procede del latín (cipus-i, columna funeraria con remate
redondeado algunas veces). Y abadir parece tener origen en ab addir
que es epíteto de ciertas divinidades semíticas, ya el gramático Prísciano
(s.V-VI d.d.n.e.) cita este apelativo en su Instituto de arte
gramática como sinónimo de betilo, y, según Bochart (1730-1794),
esta palabra es fenicia y significa piedra esférica o redonda.
Generalmente para las estelas utilizan
piedras fáciles de tallar, como la arenisca o la caliza, y reservan el mármol o
el basalto para labrar sarcófagos y aras. En el área fenicia metropolitana
(Sidón y Tiro), han aparecido estelas de tradición e influencia egipcia en
forma de templo con columnas esculpidas en bajo relieve y techo falso, triangular
o plano, o también en forma de altares para sacrificios. Estas estelas, se
difundieron, con idéntica forma por occidente, teniendo su mayor auge en
Sicilia, donde han aparecido algunas decoradas con pintura roja o negra[1],
representando símbolos de la religión fenicio-púnica (Diosa Tanit, palma
de la mano, media luna, símbolo “botella”, etc.).
También se ha encontrado algún sarcófago
decorado con pintura. El denominado de la sacerdotisa (museo de Lavigerie
Cartago) presenta bella policromía: vestido azul con forma de alas plegadas,
túnica rosa y joyas doradas”. (José María Lopera, 2002:1-3)
Una de las culturas antiguas que nos
ofrecen una muestra de la adoración de la deidad representada en forma de
Betilos y en santuarios al aire libre, es la Nabatea. En la mítica ciudad de
Petra, son innumerables los monumentos megalíticos dedicados a la Diosa, como
en el caso de la Meca, fue una ciudad caravanera y por tanto, receptora a la
vez que difusora de las principales corrientes religiosas culturales y
artísticas de su tiempo. Esta monumental ciudad estuvo sumida en las brumas de
la leyenda y la mitología hasta que, como en el de caso Troya o Pompeya, el
romanticismo de los enamorados del pasado ha rescatado para la humanidad, del nebuloso
campo de la leyenda, la realidad histórica. Nos vamos a permitir reproducir
algunos párrafos del autor don Jesús Sánchez, referentes a algunos de los
santuarios de Petra, por lo que tienen similitud con los santuarios al aire
libre y betilos de la cultura religiosa del pueblo Canario:
“Qasr el Bint era el templo del dios
principal de Petra, Dusares, que estaba
acompañado por Al Uzza, Diosa Venerada en el templo del León alado, en
la cúspide del panteón. Dusares es el nombre nabateo de un dios edomita,
Dhu-esh-Shera, el señor de Shera o de Seir, nombre que se da en la Biblia a las
tierras de Petra. Estaba simbolizado por un bloque de piedra, un Betilo,
que era al tiempo la morada del dios.
Las tribus nómadas cananeas y árabes
sacrificaban animales ante grandes rocas erguidas, preferentemente en
lugares altos, y derramaban sangre de las victimas sobre la misma
piedra o en pequeños hoyos junto a ésta. Hay un buen número de betilos
grabados en la pared y erigidos en lugares que parecen santuarios. El mejor
ejemplo son los dos obeliscos que se encuentran en la llamada colina Attuf, a
la que se llega por un camino tallado en la roca, alegrado con el bonito
relieve de un león cuya boca es una fuente. Estos dos obeliscos no han sido
llevados hasta allí de una cantera sino que son fruto del rebajamiento completo
de la cima hasta darles una altura de 6 metros. Representan seguramente a
Dusares y Al Uzza, simbolizando una cualidad que los estudiosos de la religión
asocian con la fertilidad. De hecho Al Uzza, Diosa de la luna, era invocada por
la población como guardiana de la prosperidad y fertilidad.
De otros dioses se conoce poco más
que sus nombres: Qaus, Habalu; un protector de los viajeros y las caravanas,
She’a-alqum, y Manathu, especie de genio local protector de la ciudad.
En cuanto a sagrados lugares altos hay
varios en Petra, pero sin duda el más importante es el Madhbah o Lugar Alto que
se encuentra junto a los dos obeliscos en la colina de Attuf. Situado en un amplio
espacio alisado, tiene una mesa de ofrendas y un altar en el que debieron
celebrarse sacrificios tal vez cruentos. Una pequeña cisterna muy próxima
serviría para guardar el agua necesaria en las ceremonias. Los sacrificios en
ocasiones debieron ser humanos, como prueba una inscripción nabatea hallada en
Hegra. En ella se lee “Abd Wadd, sacerdote de Wadd, y su hijo Salim, y Zayd
Wadd consagran al joven Salim para ser inmolado a Dhu-Gabat”.
Si las últimas opiniones de los
arqueólogos son ciertas hay en Petra otro santuario en un lugar elevado, pero
en este caso cubierto a diferencia de los anteriores. Es el llamado Deir o
Monasterio, en la cima de la colina del mismo nombre, a la que se llega por una
vía procesional. El Triclinio del León, un edificio con dos leones tallados a
ambos lados de la puerta y fechado en los primeros años del periodo romano, y
alguna tumba que otra delimitan esta vía, jalonada con betilos y nichos con
representaciones del dios-roca, que se va estrechando progresivamente hasta
mostrar al caminante una gigantesca fachada de 45 metros de alto por 47 de
ancho. [...] El papel de los dioses no termina en los templos, los lugares
elevados y los sacrificios. Las costumbres funerarias seguían un estricto
ritual en el que el difunto y su tumba eran consagrados a algún dios,
generalmente a Dusares, y puesto bajo su protección.
“Esta tumba y la cámaras grande y
pequeña del interior, y los sepulcros, (...) y el resto (...) son propiedad
consagrada e inviolable de Dusares, el dios de nuestro Señor, y su sagrado
trono...” asegura una inscripción hallada en la tumba Turkamaniya” (Jesús
Sánchez Jaén, 1991:102-109)
Es interesante destacar que en la
isla de Esero (El Hierro, Canarias), se veneraba a una deidad femenina y otra
masculina representadas en dos monolitos naturales, el femenino llamado Moneiba
y el masculino Erohazan).
Los árabes, una vez que el Islam
arraigó en sus creencias, se convirtieron en auténticos destructores de las
otras religiones, impusieron sus creencias a sangre y fuego, arrasando pueblos
y destruyendo culturas milenarias, y aún hoy en día continúan haciéndolo. Si
embargo, los discípulos de Mahoma no
pudieron con la
Diosa-Madre que los árabes preislámicos adoraban y aún hoy
continúan venerando. Los árabes con anterioridad a la islamización creían en un
polidemonismo, o pluralidad de espíritus protectores que residen en el agua,
los bosques y las piedras, estas creencias están enraizadas en el panteón de
los antiguos semita. En especial las piedras eran objeto de veneración. En la
ciudad de La Meca existía desde muy antiguo un santuario que centraba las
peregrinaciones de los beduinos. Este santuario de planta rectangular, con un
gran patio central a cielo abierto, había ido recogiendo, con el tiempo, los
ídolos de muchas tribus y familias, convirtiéndose en el panteón preislámico
por excelencia. De todos estos símbolos de la divinidad, el más importante era
y -es - una piedra basáltica negra, tal vez un aerolito, que constituía el gran
objeto de veneración de los joraichitas, a la que algunos identifican con
Húbal, la divinidad principal.
Junto a los dioses protectores de
las distintas tribus se precisan las tres Diosas femeninas, entre la que
destaca Al Uzzá, asimilada a la
Isthar asiática, con un templo propio en Nákhlah.
Estas Diosas estaban supeditadas al
“dios protector de la tribu” que recibía
el nombre genérico de Alláh (dios). Pero no cabe pensar en un culto
monoteístico anterior a Mahoma. Se practicaban los sacrificios, en general
camellos, que tenían lugar en ciertas épocas del año en los santuarios
tribales. Las procesiones y las 7 vueltas en torno al santuario, con cánticos y
aclamaciones, constituían el suplemento de estas ceremonias antiguas.
El santuario Mequéz[2] de la
piedra negra o piedra sagrada ha perdurado hasta nuestros días
tras sucesivas modificaciones; siendo la última importante hacia el siglo XVII.
La planta del santuario propiamente dicho, es rectangular, mide diez por doce
metros, en el que se conserva y venera la piedra basáltica, engastada en su
extremo sur oriental, a metro y medio del nivel suelo, y el pozo sagrado de
Zemzem para las abluciones. Continúan antiguas normas rituales de origen
mágico. Y la Caaba o Ka’báh sigue siendo centro obligado de visita en las
peregrinaciones islámicas a La Meca, donde cada año millones de peregrinos dan
vueltas alrededor de la piedra negra antiguo símbolo de la Diosa.
KA’ABA O KAABA (voz árabe que significa dado
de juego, con la que se designa las casas de forma cúbica), edificio cúbico
situado aproximadamente en el centro de la gran mezquita de La Meca. La Ka’ba
está construida en piedra gris. Su fachada orientada hacia NE, tiene una puerta
de 2 m sobre el nivel del suelo, a la
cual se accede por una escalera de madera; en el interior, el techo y las
lámparas están sostenidos por columnas. En el ángulo oriental del edificio
(ángulo negro), 1,50 m sobre el nivel de suelo, y no lejos de la puerta está
empotrada la piedra negra. El ángulo septentrional se llama “irakí”; el ángulo
meridional, “sirio”, y el ángulo meridional, “yemení”.
Según el Corán, los cimientos de la
Ka’ba fueron puestos por Abraham. El edificio actual, restaurado varias veces,
sustituye desde el siglo VII a un edificio más antiguo, destruido durante el asedio de 683. La piedra negra,
que, según la tradición islámica, fue entregada a Abraham por Gabriel, es una
pieza de basalto, o de otro tipo de lava, en dos pedazos y unida por un aro de
plata. Los peregrinos la besan respetuosamente. La Ka’ba se halla revestida, de
acuerdo con una costumbre que se remonta a la época preislámica, con una funda
(kiswa) de brocado negro, que se
renueva cada año al final del mes de la peregrinación. La fórmula de la
profesión de fe musulmana está tejida en la kiswa, que lleva una cinta bordada
en oro y adornada con versículos del Corán. Ante la puerta cuelga un velo (burqü’)
de tejido egipcio. La puerta de la Ka’ba se abre tres veces al año, y el jerefi
de La Meca procede al lavado solemne del pavimento, con una escoba de hoja de
palmera, primeramente con agua del pozo Zomzem y luego con agua de rosas.
En el idioma árabe la palabra Aláh
significa "el dios". Es una contracción de la palabra compuesta
Al-iláh. Al es un artículo definido,
singular, que significa EL y la palabra iláh
que connota el concepto de 'poder', 'de dios fuerte'. En conjunto las
dos palabras enfatizan la unicidad del todopoderoso dios. Al-ilháh en su forma contraída de Aláh estaba en uso
corriente como uno de los títulos que las tribus árabes daban a una imagen
popular, el Dios-Luna. Las tribus del tiempo de Mahoma percibían al Dios-Luna
como una deidad masculina.
Es digno
de notar que el término Aláh no es una palabra que inventa el profeta del Islam
Muhammad (Mahoma), ni que tampoco fue acuñada originalmente por el Corán. Por
largo tiempo Aláh era un nombre de uso común y corriente entre las tribus
árabes, incluyendo la tribu Quraysh, de la que procedía Mahoma. Aláh pues
resulta ser un término pre-Islámico, o sea, anterior al Islam, y al nacimiento
de su profeta. Lo prueba el hecho de que la palabra Al áh se ha encontrado
repetidas veces en inscripciones arábicas antiquísimas según afirma la
Enciclopedia Británica y confirma la Enciclopedia Islámica. Era común que los
árabes antiguos añadieran a sus nombres propios la terminación Aláh para eslabonarse o identificarse con el culto
al Dios-Luna.
Entre
ellos, el padre y el tío de Muhammad (Mahoma). De ahí que el nombre del padre
del profeta fuera Abd-Alláh, y el de su tío fuera Obied-Alláh.
Mucho tiempo antes de nacer Mahoma las
tribus árabes venían adorando a este Aláh, conjuntamente con otros 360 o más
dioses residentes en el santuario de la
Ka'báh o Ka'abah en la ciudad de Meca (Makka). Según las creencias
religiosas de la época, Al-ilah o el Dios-Luna, estaba casado con la
diosa-sol que era percibida por las tribus árabes como una deidad femenina y
esposa de Aláh. Las estrellas eran sus hijas. Por cierto, el símbolo de la luna
en su cuarto creciente, con las estrellas a su lado, simbolizaba al dios-luna
acompañado de sus hijas. Los nombres de éstas eran Al-Lat, Al-Uzza y Monat.
Al-Lat, y Al-Uzza son formas femeninas del nombre Aláh . Alrededor de estas
tres diosas hijas de Aláh se generalizó un culto que se propagó como pólvora
por la península arábica y que era especialmente peculiar de la tribu Quraysh.
De dicho culto y su extensión dan fe numerosos hallazgos arqueológicos.
En diversas excavaciones
arqueológicas se han encontrado estatuillas del dios-luna en la que se ve la
luna en cuarto creciente. Esta fase lunar es la que exhiben en sus banderas
nacionales distintos países islámicos y ocupa un lugar prominente en todas o en
la mayoría de las mezquitas musulmanas alrededor del mundo. El origen pagano de
Aláh, por sí solo, descalifica de cuajo a Aláh como dios viable, aunque como
veremos más adelante, ésta no es la única razón para descalificarlo.
Como es sabido, el profeta Mahoma
creció y vivió bajo el amparo de la religión del Dios-luna y la Diosa Al
Uzza
Su familia y su tribu se consideraban a
sí mismos descendientes de Ismael y eran además los custodios del culto a Aláh.
Las tribus árabes concurrían en masa al panteón en la Ka'báh para adorar sus
dioses. La tribu Quraysh consideraba a Aláh como una deidad mayor o superior y
también a las hijas de Aláh, Al Uzza.
Descansaba además entre los dioses de
la Ka'báh la mencionada piedra negra o meteorito sagrado, que los árabes
tenían como "talismán de buena suerte".
La palabra Ka'báh designa como hemos
dicho la estructura cuadrada o más bien cúbica que hasta el día de hoy es una
estructura sacrosanta para el musulmanismo. Hacia este cubículo se orientan
todavía los rostros de millones de árabes y de muslims de otras nacionalidades
en el momento que ofrecen sus rezos cinco veces al día. Los musulmanes creen
que Adán construyó la Ka'báh
y que posteriormente la repararon Abrahán y su hijo Ismael. Sus paredes están
forradas exteriormente por un elaborado revestimiento de lienzo negro con
bordados de oro. Este lienzo exhibe
además frases de caligrafía coránica.
El
interior de la Ka'báh está vacío y sólo se entra allí una vez por año cuando le
hacen la limpieza ritual. En tiempos modernos vienen todos los años a la Ka'báh
millones de peregrinos de todo el mundo islámico. Con ello buscan cumplir el
requisito u obligación que les impone el quinto pilar de su religión. El quinto
pilar o Jajj (jash) requiere que todo muslim en condición de hacerlo, haga una
peregrinación a la Meca (Makka) por lo menos una vez durante su vida.
Cuando Mahoma escogió del panteón de
dioses de la Ka'aba a Aláh como el dios único, disparó por las nubes el status
de éste. De la noche a la mañana Aláh se graduó de ser un dios tribal común y
corriente, entre muchos otros, al sitial exclusivo de "el dios" (al -
ilah). Presumo que dicha promoción precipitó la formulación del primer pilar
del nuevo credo, o sea, la profesión de fe que hacen a diario millones de
muslims y la cual reza: al ilaha il
alah ua muhammad
r u s u l alah ! Esta declaración de fe que debe hacerse
siempre en árabe, significa: "Sólo Aláh es Dios y Muhammad es su profeta"
(o apóstol).
Eventual y paulatinamente se hizo
necesario ir construyendo un aparato teológico un tanto más estructurado que
definiera la nueva fe que ahora tomaba carácter monoteísta, es decir, dirigida
a un sólo Dios. Dicho aparato siguió afinándose hasta evolucionar como la
religión que hoy define teológicamente a más de mil millones de musulmanes
alrededor del mundo. Creo que ni los mejores magos de Egipto hubieran podido
descifrar qué cosa pasó por el cerebro de Mahoma cuando consintió seguir
llamando Aláh, nombre de origen politeísta, al nuevo dios del sistema religioso
que acababa de emerger y que suponía ser monoteísta.
Como hemos mencionado, Aláh convivió con
otros 360 o más dioses, debido a que la Meka era un centro de confluencia
comercial y cultural donde cada comerciante caravanero adoraba a sus dioses de
origen, que se llevaba a cabo en la Ka'báh desde tiempos pre-islámicos. Y
competían allí por la atención de los adoradores tribales. Las tribus árabes, particularmente la
Quraysh, rendían culto al Dios-luna (Aláh) mediante los siguientes
ingredientes y procedimientos, que posteriormente fueron asumidos por el
Islam:
a) El uso
del símbolo del cuarto creciente lunar y las estrellas. (Especialmente
Venus)
b) La
oración de cara a la Ka'bah varias veces al día.
c) El
peregrinaje una vez en la vida a la Meca (Makka).
d) Las
siete carreras alrededor de la Ka'bah.
e) El
beso y la caricia de la piedra negra.
f)
Tirandole piedras al diablo en un arroyo o Wadi.
g) Sacrificando una oveja.
h) Dando limosnas a los pobres.
i)
Ayunando durante todo el mes que comenzaba y terminaba con la luna en cuarto
creciente también llamado el mes de Ramadán.
Por lo
que acabamos de señalar, habrá percibido nuestro aguzado lector que en el
diseño de su flamante sistema religioso Muhammad adoptó el nombre del dios, los símbolos, los
ritos y las ceremonias religiosas que desde antaño venían usándose en el culto
al Dios-Luna.
IDAFE
Semejante
sincretismo dio pie para que el teólogo bautista August Strong acertara al
decir que el Islam es una especie de "paganismo en forma
monoteísta".
Retomemos el tema del megatilismo: Según el investigador austriaco
Dominik Wölfel, las corrientes megalíticas no se difundieron por vía
continental, sino que esta fue propagada por pueblos de navegantes, ya que esta
se encuentra arraigada en las costas, en las orillas de los grandes lagos y
ríos. De ello se deduce que se trataba de una cultura de navegantes, y que en
Canarias seguía vigente una forma evolucionada del Megalítico, desarrollada
directamente a partir del mismo. Los hombres capsienses cromañonenses del norte de África, construían monumentos
megalíticos, adoraban divinidades femeninas y desarrollaron una sociedad
matriarcal. Hijos legítimos de esta cultura
son el pueblo libio, los primitivos mazigios y el pueblo guanche de las
Islas Canarias, cuya población era mayoritariamente de cabellos rubios y ojos
claros o azules y rostro casi cuadrado. El que los Canarios descendemos de
estos pueblos norteafricanos es un hecho que modernamente está fuera de toda
duda.
Tal como apunta el escritor tinerfeño
Roberto Cabrera: “A pesar de la no-existencia de los más conocidos
monumentos megalíticos en Canarias se dan muchos rasgos que pueden considerarse
como tales en el sentido etnológico: espiritual o religioso.”
Y continúa: “también existen
monolitos que hacían innecesaria la erección de menhires.”
Por su parte el profesor Biedermann
apunta que: “teniendo en cuenta que la cronología de la cultura Canaria se
encuentra todavía en sus comienzos, hay que guardarse de sacar conclusiones
precipitadas del hecho de que no se hayan obtenido hasta ahora fechas elevadas
en el análisis de radiocarbono.” Continúa su exposición diciendo: “La
clara línea divisoria trazada por los prehistoriadores del pasado entre un
Neolítico reciente, con pulido de la piedra y la cerámica, se ha puesto en tela
de juicio en los últimos tiempos, por lo menos en lo que respecta al Capsiensie
reciente de Muge y de otros yacimientos. Estas gentes capsiensies con rasgos
parcialmente cromañoides constituyen una mezcla de perecidas características a
las que hemos visto más arriba con relación al África norocidental.”
ALMOGARENES O SANTUARIOS AL AIRE LIBRE Y CASAS DE ORACIÓN:
Tiene el nombre de Almogaren o simplemente Mogaren un recinto natural, al aire libre y generalmente abrigado en la roca, especialmente dedicado a recinto de oración, situados en excepcionales colinas, atalaya o en la cima de altas montañas, también estos recintos pueden estar situados en cuevas y claros de los bosques. En uno y otro caso son lugares de oración y altar para las ofrendas a la Gran Diosa-Madre, más concretamente dentro de la cultura guanche, es el ara de las libaciones místicas en obsequio de la Diosa. En estos santuarios tienen lugar las ceremonias sagradas en las cuales intervienen los sacerdotes auxiliados por las sacerdotisas, Maguadas o Harimaguadas. Estas ceremonias están dirigidas a impetrar a la Gran Diosa-Madre Chaxiraxi, la Altísima, la Sublime, de la Sustentadora del Cielo y la Tierra, la protección de la comunidad, la abundancia de las lluvias, la fecundidad de las cosechas y del ganado así como de otros medios de producción, del bienestar del pueblo, de la salud, de la libertad y de la paz. En casos especiales como sequías prolongadas, epidemias, catástrofes o cualquier mal que afecte a la comunidad, acompaña los fieles en las rogativas a la Diosa y a las deidades protectoras.
Una de las cuevas pintadas más emblemáticas de
Canarias, lo es sin duda la Cueva Pintada de Galdar, cueva oradada en
toba roja, redescubierta para la cultura colonial en 1873 y reencontrada en
1880 por D. Ripoche. Verneau nos la describe de la siguiente manera: “Se
compone de una sala cuadrada, que mide de longitud 5 mts. En el lado izquierdo
y 5,50 en el derecho y 4,8 mts. de anchura en el fondo. Una Cueva mucho más
pequeña está excavada en la pared derecha.” Todos los muros están decorados con
pinturas; el techo estaba pintado de una capa uniforme de ocre rojo, en
tanto que las paredes verticales ofrecen figuras geométricas variadas, de color
rojo, negro, gris o blanco. En la parte superior de las paredes corre una
cornisa pintada de rojo. Sobre este fondo, se destacan en blanco grupos
compuestos de dos circunferencias concéntricas, cuyo centro está indicado
igualmente blanco.
Sobre la pared posterior, la cornisa está interrumpida
por triángulos y líneas en zigzag en color rojo; se ve a la izquierda de esta
pared, un fragmento de una segunda cornisa.
Por debajo, sobre una altura que varía de 125-150
cmts. Se veían tanto contiguas, como separadas por espacios del mismo color de
la roca; son estos cuadrados de un tono rojo o negro uniforme; otros cuadrados
rojos rodeados de una línea blanca o bien estriados de líneas blancas
paralelas; triángulos rojos o blancos, a veces rodeados de blanco; doce de
éstos triángulos pintados en negro y dispuestos en tres filas horizontales están bordeados de rojo.
Sobre el fondo, se observa a cada lado, un largo
rectángulo de un gris rojizo que parte de la cornisa para descender a nivel de
las figuras inferiores; está estriado de zig-zag rojos superpuestos. En la
pared derecha presenta dos anchos zig- zag, uno rojo y otro blanco; el rojo
está limitado por una serie de pequeños triángulos blancos que forman una línea
dentada. Algunas pequeñas circunferencias blancas son aún visibles en este
sitio.
La parte baja de la cueva debía estar pintada de una
capa uniforme de ocre rojo, que ha desaparecido.
Las
figuras antes descritas no están dispuestas al azar sino que están agrupadas,
por el contrario, con cierta simetría.
Un yacimiento a que siempre ha llamado poderosamente
la atención de los investigadores sin duda por estar asociado a un santuario guanche,
es el Almogaren localizado en la Montaña Sagrada de Humiaga. Ya
en siglo XIX, el ilustre sabio francés Sabin Berthelot prestó especial atención
a este recinto y nos legó una detallada descripción del lugar basándose en unas
notas tomadas sobre el terreno por el insigne historiador canario D. Agustín
Millares, veamos como nos describe Cuatro Puertas Berthelot: “Esta montaña de
Humiga se llama también montaña Bermeja a causa del color rojo de la toba
volcánica que la forma en su mayor parte”. [...]Entrando en la gran Cueva
de las Cuatro Puertas, dice millares en su relación, estuve convencido al
instante de estar en uno de los lugares sagrados de los antiguos aborígenes. La
montaña se eleva en los confines de los distritos de Telde e Ingenio, en el
centro de una llanura desolada, a la que las ondulaciones del suelo volcánico
dan el aspecto de un mar petrificado.” [...] Es por el lado del noroeste, por
donde las pendientes de Humiaga son menos escarpadas, y por donde se llega a la
cueva de las cuatro puertas. Esta importante excavación ha sido abierta por la
mano del hombre, en una formación de toba ferruginosa color sangre. El interior
forma un rectángulo de dieciséis metro setenta centímetros de largo por seis
metros treinta centímetros de ancho, y alrededor de dos metros y medio de
altura. El suelo es desigual y
trabajado
por la laya, para retirar el estiércol que dejaban los rebaños que se abrigaban
durante la noche en la gruta. En el ángulo suroeste destaca un pasaje estrecho,
que probablemente habrá tenido un fin relativo al culto. Cuatro puertas o
aberturas dan acceso a la gruta, las dos del centro miden tres metros, la de
oriente dos metros y la de occidente dos metros ochenta centímetros. Sus
paredes interiores están talladas perpendicularmente y todavía se ven las
marcas del instrumento que se usó para este trabajo. Sobre la cima de la
montaña, hacía el sur, se encuentra una pequeña explanada donde se ven signos,
de los que hablaremos después, grabados sobre la roca. Este lugar forma como un
pequeño circo al abrigo de las brisas por una cortadura vertical de la montaña,
de unos dos metros por debajo del suelo, en declive hacía el sudoeste. La
explanada está cortada en el centro sobre un espacio circular formando una
estrecha zanja a poca distancia de una fosa excavada en redondo. Sobre el
ribazo de occidente y en una altura de un metro aproximadamente se ven los
antiguos grabados que imitan tres grandes U enlazadas, de dimensiones
distintas, con trazos como de acentos por debajo y por encima, ya casi borradas
por el tiempo. El signo principal que acabo de indicar es bastante visible y
grabado profundamente en la roca. Desde esta explanada la vista abarca una
hermosa panorámica.”
“Yendo hacia el sudoeste de la montaña, en la parte
que se encuentra frente de Agüimes, se encuentra el borde de un precipicio casi
cortado a pico, y sobre los bordes de esta escarpadura se hallan muchas grutas
curiosas, aunque están en parte destruidas; ofrecen a la vista una multitud de
cavernas aglomeradas las unas por encima de las otras como alvéolos de un
panal. Se comunican entre ellas por corredores subterráneos y por otros
descubiertos: los techos están sostenidos por pilares, y muchas de estas
pequeñas cédulas tienen aberturas que dan al precipicio de la montaña.
En
la entrada de la primera cueva vi tres pequeñas fosas de cincuenta centímetros
de ancho por setenta y cinco de profundidad, y dos metros de largo. Esta parte
de la montaña pudo haber acogido a una cincuentena de personas. Según mi
opinión allí habitaron las Harimaguadas, vestales del culto primitivo.”
“Avanzando
por la cima de Humiaga hacia el mar, es decir en dirección sudeste, el suelo
parece tallado en escaleras y conduce, por esta pendiente, a otra cueva llamada
de los papeles, pequeña excavación con una abertura del lado del abismo
que ofrece en su interior una especie de ahondamiento o alcoba que habrá
servido quizá de lugar de reposo y que se cubriría con pieles de cabra y
ovejas. Uno de los rincones está ahumado, y es sin duda donde estaba colocada
la lámpara de tierra cocida de dos mechas untadas de cebo.”
“Continuando mi exploración llegué a la parte más
escarpada donde se encuentra la gran cueva de la Audiencia: su salida
está tallada en forma de corredor abovedado, de un metro de alto por dos o tres
metros de ancho, y conduce por una pendiente rápida al fondo del valle.[...]
“Expongo ahora mi opinión sobre esta singular montaña
de Humiaga y sobre la misteriosa inscripción que encontré. Humiaga fue lugar
sagrado; la gran Cueva de las Cuatro Puertas habrá servido de santuario
público; las excavaciones de las cuevas de los Pilares fueron, como ya he
dicho, la vivienda de las harimaguadas. El antro o cueva de los papeles
pudo haber servido de residencia al faican o ministro del culto, y la
gran cueva de la Audiencia me ha parecido el sitio donde se reunían los
jefes para administrar justicia. En cuanto a los signos grabados sobre la roca
representarían quizás el nombre de la divinidad que, siguiendo la tradición,
solamente la casta sacerdotal sabía leer. Era delante de estos signos venerados
donde debía romperse la vasija de arcilla que contenía la leche de las
libaciones, presentado como ofrenda.” (Millares Torres, en Sabin Berthelot,
1980:41-2).
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