Volumen V
CAPITULO XXVII-I
DIOSES
MEDIADORES “GENIOS” O ESPÍRITUS EN LA RELIGIÓN GUANCHE
Eduardo Pedro García Rodríguez
La llegada de los invasores
conquistadores significó la caída de la sociedad guanche y la destrucción de su
sistema religioso ancestral. Para los guanches, que ya teníamos experiencias
anteriores de invasiones europeas, la invasión de los españoles no causó una
crisis tan profunda como para el resto de las islas. Además, de vez en cuando,
los canarios ofrecíamos una resistencia política y religiosa muy fuerte. Esta
resistencia tenía parcialmente sus raíces en la visión cíclica de la historia.
La relación entre la religión cristiana y
la religión guanche era - equivalente a la relación entre los conquistadores y
los conquistados - una relación de desequilibrio y de asimetría. Los misioneros
de la iglesia católica presentaron el cristianismo como la única religión
verdadera e insistieron en que los guanches abandonáramos nuestra religión
antigua.
Consideraron la religión de los antiguos
canarios como adoración diabólica de los ídolos paganos. En la catequización,
el método principal fue el llamado método de “tabla rasa”. Los misioneros
trataron de destruir totalmente la religión precolonial para reemplazarla con
la religión catolica. A pesar de su intolerancia, los misioneros tuvieron que
hacer concesiones para poder convertir rápidamente la población guanche al
catolicismo.
La contradicción principal entre la
religión catolica y la religión guanche se manifestó más claramente en el nivel
ideológico, o sea, en una contraposición entre los sistemas de creencias.
Esto apareció especialmente en la
contradicción entre el monoteísmo cristiano y el politeísmo de la religión
autóctona. Esta incompatibilidad fue parcialmente neutralizada por el culto a
los santos, que desempeñó un papel fundamental en la catolizacion de los
guanches.
El culto católico a los santos contenía
grandes similitudes ideológicas y estructurales con la religión politeista de
los naturales. Esto facilitó a los guanches aceptar la nueva religión que
subrayaba el dominio de un solo dios. En la formación del culto a los santos,
las "apariciones" de los santos y las identificaciones entre los
dioses precoloniales y los santos católicos ocuparon un papel central.
La existencia de genios
benéficos o maléficos, o simples intermediarios entre las Deidades Superiores y
los hombres es consustancial en todas las religiones conocidas del planeta. En
este capítulo vamos a tratar de los genios y algunos dioses mediadores en la
religión de nuestros ancestros, pero antes, y para que tengamos unos conceptos
generales sobre estos entes que en las religiones judeo-cristianas son tratados
bajo el nombre genérico de demonios y ángeles entre los cuales el catolicismo
ha incluido a muchos dioses y Diosas por ellos denominados como paganos, vamos
a dar un somero repaso a la demonología, conforme la interpretan (p. Ej. Guayota, Gabiot, Hirguan etc.)
Algunas de las religiones más populosas o extendidas en nuestro planeta.
RELIGIONES UNIVERSALES: La creencia en
ángeles, demonio, genios, delfos, hadas y en general en seres intermediarios
entre las deidades y los hombres, ha desempeñado, con alcance universal en la
historia de las religiones, un papel importante, sobre todo en la religiosidad
popular. Está presente en el poli-demonismo de varios sectores prehistóricos,
en las religiones China, brahmánica, hindú, irania, Babilonia, asiria, egipcia,
celta, germana, azteca, incaica, guanche, judía, católica, islámica, etc.
PRESICIONES TERMINOLÓGICAS:
El término
castellano Ángel enlaza, a través del latín angelus, con el griego angelos o
mensajero. Con acierto observa S. Gregorio Magno (In Evangelia homiliae, 34, 8:
PL 76, 1250 e): “angelus nómen est officii, non natura”. Por eso entre los
griegos son llamados ángelos los enviados para trasmitir un mensaje tanto si
son hombres (Homero, Iliada, 5, 804: 13, 2: Heródoto, 1, 99, etc.) como dioses:
Hermes, Iris,
Némesis, etc.
(Homero, Iliada, 2, 786; Odisea, 5, 29; Platón, Leges 4,717, etc.) La palabra
démones (del griego daimon, daimones, en latín daemón), etimológicamente
significa “distribuidor” en el sentido activo de su raíz dai-; y, en el pasivo.
“lo distribuido, el lote” bueno o malo que corresponde a cada persona,
significado que, en parte coincide con el del latín genius, “los genios”, p.
ej. En sentido amplio, lo “congénito”, y facilitó su posterior relación con el
valor técnico de ángel. Tanto los ángeles, designación preferentemente bíblica,
como los démones, pueden ser buenos o malos. El texto latino más antiguo que
habla explícitamente de la sinonimia de los ageli-daemones es de Labeo, siglo
I, a.d.n.e. (S. Agustín, Ciudad de Dios, 9, 19), al comparar los démones
grecoromanos con los ángeles de otras religiones, alusión implícita al
judaismo. Pero ya en el siglo IV a.e.a. se había iniciado un proceso
degradatorio de la palabra daimon, que terminó por conservar sólo, o al menos de
modo predominante, su significado maligno. De ahí que los cristianos la
escogieran como designación de los ángeles malos, los demonios. A fin de evitar
el riesgo de una equiparación entre ángeles y demonios del cristianismo y sus
homónimos paganos, aquí se prefiere emplear la terminología “demones buenos y
malos” de sabor evidentemente elénico; por tanto, al usar la palabra démones,
se hace referencia a una realidad, no siempre personificada ni personal, que ha
sido nombrada con vocablos dispares en los distintos idiomas y religiones:
angelos, daimones, pneuma, dynamis, etc., griegos; ginn, de origen preislámico;
ha.watif, ha – fazza, árabes y de varios pueblos semitas; ifrit, knumén
Erebuti, etc., egipcios; Karibu-Lititu. Sédu. Lamasu, pazuzu, la demon lamastu,
los “siete sabios” protectores, los “siete malignos” mensajero; de Anu, entre
los sumerios, acadios, babilonios y asirios; Toura (Costa del Marfil); Sebau
(pigmeos); Niang (Madagascar); Yang (los izirai del Vietnan): los daeva y,
según algunas de sus interpretaciones, los siete Amesha spenta iranios; asuras,
nagas (india); guayot o guayota, Gabiot, aranfaibo, hukanak, Heaud, Tibicena,
Iruene o Haguaram, de los guanches, los venerados como Kami en el shinto
japonés; Manes y, en parte, los genii romanos, si bien éstos no parecen ser
realidades distintos del individuo cuyo “genio” son, sino más bien “fuerza”
familiar etc.; o sea, todas las realidades sacrales que aparecen en función de
seres intermedios e intermediarios entre los dioses y los hombres tanto en su
naturaleza como por su misión.
BREVE ESTUDIO EN LA INTERPRETACIÓN DE LOS DÉMONES:
Resulta muy difícil, por no decir imposible, trazar la evolución semántica de los démones, y esto incluso en cuanto a sus dos polos: el término aquo y ad quem. En casi todos los casos se trata de dilucidar si su noción pasó de una realidad concebida como fuerza abstracta e impersonal-mana, orenda, de algunos pueblos primitivos- a la seres personales o al revés. Así, p- ej., en la religión griega según unos (M.P. Nilsson, A. Tovar, etc.), los démones en un principio eran algo indeterminado, simple manifestación de una potencia actuante sobre los hombres; vaga personificación del destino y, por fin, conjunto de seres personificados. Para otros (H.I. Rose, E.R. Dodds, K. Prümm, etc.), al parecer más en consonancia con los documentos conservados, recorrieron el camino inverso. Mientras la moira, con significado básico similar (“parte, lote”), describió la trayectoria que parte de la idea de un sino impersonal hasta convertirse en un hado personal, los démones evolucionaron en sentido opuesto, siendo la etapa final el significado de suerte, destino no personificado. Ante la imposibilidad de solucionar de modo apodíctico esta problemática, se limitará este trabajo a destacar sólo dos interpretaciones, sin que el orden de su enunciado implique la consideración de etapas históricamente progresivas en el desarrollo del concepto de los démones en las diversas religiones.
Interpretación
racional. De acuerdo con el valor pasivo de su etimología, que contrasta con la
condición personificada del activo, el demon tiene, a veces, significado como
hemos visto de lote bueno o malo, enviado desde fuera e inserto en el hombre
mismo. Cuando Teognis (Elegías, 1,637) y Sófocles) Antígona, 791 ss.) llaman
demonios peligrosos a la esperanza, al espíritu de aventura, al temor y a Eros,
subyace la mentalidad homérica, según la cual estos sentimientos, dotados de
vida propia, no pueden ser considerados simplemente como partes del yo, pues no
están sometidos al control del hombre y lo empujan, como enemigos metidos en la
ciudadela corporal, a comportamientos extraños. Esta humanización resalta su
carácter abstracto en los pasajes en los que daimón figura en plano de igualdad
junto a suerte (Aristófanes, Aves ,544; Esquines, 3, 157; Demóstones, 18,303,
etc.). Heráclito los humaniza aún más, al concretar: <<el carácter es
para el hombre su demon>> (Fragmento, 119, Diels), y Epicarno (Fragmento,
17, Diels) especifica: “...su demon bueno, para algunos también malo”. Al
amparo de este proceso, Platón (Timeo, 90 e) identifica el demon de cada uno
con su inteligencia, y los esticos (Ecpiteto, Plásticas, 3, 22, 53) con su
conciencia.
Interpretación
personal sobrehumana. Sobre la interpretación precedente prevaleció, con mucho,
su catalogación entre los seres de perfiles personificados e individualizados,
intermediarios entre dioses-hombres, compañeros de éstos para custodiarlos
(démones buenos) o para perjudicarlos (démones malos). Pero de los démones entendidos
así se habla en los apartados siguientes.
NATURALEZA Y MISIÓN DE LOS
DÉMONES:
Seres
intermedios e intermediarios entre dioses y hombres. Es, sin duda, su nota más universal, común a todos (buenos
y malos) y en cualquier religión. La afirmación de Platón (Fedro, 246 e), que
presenta a Zeus “rodeado de dioses y démones”, la de Procio (In Timeum, “ 90
c), que extiende a cualquier dios el cortejo de démones, o la postura de los
“siete sabios” (sumerios, babilonios), o la de los angelos órficos alrededor
del trono de la divinidad (Orphicorum, fragmento, 248, citado por Clemente
Alejandrino, Strommata, 5.1253 3), y la los angeli en torno a Juno
(Inscripción tardía de Dacia, F. Cumont, o.c. en bibl.,159), vale para la
divinidades supremas de la religiosidad babilonia, egipcia, irania, guanche
etc. Hasta conocemos el nombre de algunos de ellos, p.ej. “Eratos, uno de los
démones que están entorno a Dionisios” (Pausanias, 1, 2, 5).Tanto los démones
buenos como los malos, que rodean el trono del dios del infierno, p. Ej. Los 15
démones en torno a Nergal (asirios, babilonios) y los “siete malignos”
(sumerios, babilonios), o integran la corte del principio del mal, p. Ej. Los
devas iranios, etc., sirven a su respectivo señor, guardando a los hombres
conforme a su condición protectora o maléfica. Plutarco les asigna este puesto
casi con urgencia de anillo sin el cual quedaría roto el lazo de unión entre
los dioses trascendentes y los hombres (De defectus oraculorum, 10, 415). Ya en
época tardía sus propiedades semejan una mezcolanza de cualidades divinas y
humanas “moradores de la zona media entre el cielo y la tierra, más débiles que
los dioses, más fuerte que los hombres... inmortales, pero pasibles como los
mortales...”; algunos testimonios los hacen mortales, sí bien pueden llegar a
vivir 9.000 años (Platón, Banquete, 202 e; Máximo de Tiro, 8, 8: 9, 3; Apuleyo,
De deo Sócratis, 13, 147; Plutarco, De delectus oraculorum,3-6 y 12, 13; Isis
et Osiris, 25; De Genio Socratis, 7-12; Porfirio, Fragmento, 23, 1 h; etc.)
Precisamente
las diferentes especies de démones provienen de la distinta proporción de la
mezcla entre lo divino y lo sensible, de suerte que cuanto más cerca se hallan
de la tierra son más imperfectos en sí y más perjudiciales para los hombres
(Plutarco, neoplatónicos, etc.).
Guardianes de los hombres. Un
segundo aspecto de los démones es su vinculación a un individuo determinado de
ordinario desde su nacimiento (Hesiodo,
Erga, 314; Focíclides, Fragmento, 15; Pindaro, Olímpicas, 13, 105; etc.); casi
siempre en posición antagónica a causa del enfrentamiento entre un demon bueno
y otro malo, cada uno trata de determinar el destino de su encomendado. Por
medio del bueno la divinidad ayuda a los mortales: “El gran propósito de Zeuá
dirige el demon de los hombres a quienes ama” (Pindaro, Píticas, 5, 122 ss.).
La asignación de un demon bueno y malo a cada persona, presente en la
religiosidad sumeria, babilonia, egipcia, etc., dentro del área elénica actúa
con vigor intensificando en la doctrina de los estoicos y de los neoplatónicos,
así como en la creencia popular: “Euclides Socraticus duplicem omnibus omnino
nobis genium dicit adpositum” (Cesorino, De die natali, 3, 3). Y el
comediógrafo Menandro (Fragmento, 18 y 550) recoge la fe ya popularizada: “Junto
a cada hombre, apenas nacido, está un demon, buen mystagogo, iniciador-guía en
el misterio de la vida...”. Los árabes y distintas tribus semitas completan el
número y su posición. Cada individuos tiene cuatro haffaz o demones buenos
encargados de su custodia y colocados los diurnos a la derecha e izquierda, los
dos nocturnos a la cabeza y pies. Los Yinn o démones malos acechan y aprovechan
especialmente los momentos del relevo, cuando al amanecer y atardecer retornan
los custodios a la corte de la divinidad. De ahí la necesidad de la oración al
salir y ponerse La Sol.
Estos démones
individuales ejercen una misión de custodia no sólo en cuanto a plasmadores del
destino bueno o malo de orientación más o menos fatalista, sino también, sobre
todo en algunos autores, p. ej. Jenócrates (Aristóteles, Tópicos, 2, 6, 112 a,
37; Estobeo, 4, 40, 2; 5, 925, Hense),
con función de evidente matiz
ético en orden a favorecer la conducta virtuosa o viciosa. La misión de guarda
vigilante les mereció la designación de phylaces, guardianes de los hombres
(Hecíodo, Erga, 121 f-122; Platón, República, 617 e; Política, 271 d). Esta
tarea no siempre se circunscribe a un individuo; existen también démones
tutelares de localidades de polis-Estado (Platón, Leges, 4,712-14). Algunos démones
han pasado a la historia debido a importancia de los confiados a su guarda,
p.ej. los de Alejandro Magno, César, Bruto, Casiotodo, el de Sócrates; pero
éste no puede quedar reducido a la categoría de un custodio igual al de los
restantes mortales. El mismo Sócrates lo considera concedido “quizás a alguien,
tal vez a nadie de los pasados” (Platón, República, 6, 496 e). Su misión es
negativa. La voz interior de su demon nunca da órdenes a Sócrates, a no ser las
prohibitivas (Platón, Apología, 31 d; Fedro, 242 b-c; Alcibíades, 1, 103 a, 105
d, 124 c; Jenofonte, Apología, 5)
Si se calla, Sócrates obra
tranquilo, pues así sabe que acierta Psicopompos o compañeros de las almas en
el viaje de ultratumba. Guardianes de los hombres mientras viven sobre la tierra,
le acompañan en su viaje al más allá, Platón (Fedón, 107 c-d-, 108 a-b;
República, 10 617 e, 620 e, etc.) concede al demon custodio la misión de llevar
el alma al Hades. Más tarde, sacados de las entrañas de la tierra los Campos
Eliseos-residencia ultraterrena de las almas buenas[1]- y
colocados en las zonas celestes, el demon la acompaña en su ascenso a las
mansiones etéreas (Proclo, In Rem publicam, 2, 52; Jámblico, De mysteriis, 2,
S; Porfirio en S. Agustín, Ciudad de Dios, 10, 9,2, etc.) No obstante, en la creencia greco-romana esta función
pscopómica suele corresponder a algunos de los angelos catactonios o mensajeros
de los dioses subterráneos, p. ej. a Hécate y, muy en primer lugar, a
Hermes-Mercurio (Hotacio, Odas, 1, 24, 15-18, etc.). Expresivas como pocas son
las pinturas de la tumba de Vibia (Catacumbas de Praetestato), esposa de un
sacerdote de Sabacio, que es conducida por Mercurius Nuntius, mensajero,
traducción del griego angelos, ante el tribunal de ultratumba; a continuación
el angelus bonus la introduce en el banquete de los bienaventurados. Es de
época e influjo judio-cristiano.
Relacionados
con la mántica y astrología. Los démones controlan “todas las clases de
presagios” y los “portentos de los magos” (Apuleyo, De deo Socratis, 6; platón,
Banquete, 202 e; Teages, 129 d; Plutarco, De defectu oraculorum, 411 418,
etc.). Pero si están relacionados con todas las especies de mánticas, mucho más
con la astrología, hasta en su sentido material, debido a su identificación con
los astroplanetas o al menos de ser considerados éstos como mansión suya,
especialmente en la demonología babilonia y árabe (los siete arcángeles y los
siete planetas), en los Oracula Chaldaica del S. III d.n.e., en varios
neoplatónicos (Jámbico, Proclo, etc.), en el Corpus Herméticum (L 6, 10—21; 4,
8, etc.). A cada individuo corresponde una estrella y un demom buenos o malos.
Causantes de
mentiras, enfermedades, endemoniamientos, etc. Se puede afirmar que en la
antigüedad la responsabilidad de cualquier acontecimiento desagradable, sobre
todo si no encajaba en el comportamiento ordinario de los hombres, recaía sobre
algunos de estos seres sobrehumanos. Los démones producían las fiebres (Plinio,
Historia Natural, 2, 16; Filóstrato, Vita Apollonil, 4, 10), la esterilidad,
sequías, hambres, etc. (Porfirio, Abstinentia2, 40), perturbaciones mentales
(Hipócrates, Virg. 8, 466 Littré; Euripides, Hipólito, 241,), las mentiras y
otras calamidades, sí bien el aspecto ético de su influencia-salvo
excepciones-es de época tardía (Porfirio, Corpus Herméticum; y, sobre todo,
Celso) probablemente por influencia cristiana. No obstante, su maleficio típico
es la posesión; entran el cuerpo humano con la sangre, carne comida o aire
respirado (Porfirio, Abstinentia, 2, 36 ss.), toman posesión de sus órganos
como las fieras de su presa, convirtiendo al poseso en sujeto destrozado por el
sufrimiento y contorsiones.[2]
ORIGEN DE LA CRENCIA EN LOS DÉMONES:
Es difícil
explicar cómo se ha originado en la humanidad la creencia en los démones. E líneas
generales, cabe decir que es una consecuencia de la percepción por parte del
hombre de las realidades espirituales. El hombre reconoce que el universo no se
agota en lo que ve y toca, sino que existe un más allá; así se abre al
conocimiento de la inmortalidad, de la
Diosa (o de Dios) y a la advertencia de la posibilidad de
unos seres inferiores a la Diosa
( o Dios) pero superiores al hombre, a los que-en la medida en que su
conocimiento de la Diosa
estuviera mezclado de deficiencias y errores tendió a colorear con rasgos
divinos, etc. Más en concreto pueden señalarse algunas causas inmediatas de la
demonología tal y como de hecho existe:
Necesidad de
enlaces entre los dioses trascendentales y los hombres. Aunque una constante
religiosa de la antigüedad, la telúrico-mistérica, se caracteriza por la
inmanencia de la divinidad, otra, la étnico-política, se distingue por el
sentido localista “la Diosa
arriba altísima” y trascendente de sus deidades. En esta última aparecen los
démones como anillos de conjunción entre los dioses celestes y los hombres
terrestres. De ahí su condición de seres intermediarios por su naturaleza y
misión, así como su residencia en los astros y la creencia de que los espacios
etéreos están llenos de démones, moradores del aire como los peces del agua,
etc. (Platón, Epinomis, 984 f; Diógenes, Vitae Philosophorum, 8,
129-32-pitagóricos- Plutarco, Isis et Osiris, 25; Apuleyo, De deo Sócratis,
139; Porfirio, en S. Agustín, Ciudad de
Dios, 10, 9). Si existen démones teriomórficos o telúricos es sólo en
cuanto psicopompos o por efecto del sincretismo.
Recurso
etiológico. Algunos démones surgieron o, al menos aseguraron su existencia por
servir para explicar los impulsos irracionales que tientan al hombre contra su
voluntad o las situaciones familiares, sociales, etc. extrañas: peste, hambre
etc. (Simónides de Amorges, 7, 102; Sófocles, Edipo Rey, 28, etc.) El hombre
explicó estos y otros fenómenos raros, tanto naturales como astrales,
recurriendo a unos seres similares a él, pero mucho más poderosos: los démones.
Antropomorfismo.
Es la atribución a los dioses de unos mensajeros semejantes, aunque mucho más
rápidos, a los heraldos de los reyes, caudillos etc., de importancia hasta sagrada en la antigüedad babilonica, egipcia,
griega etc. A su vez, por reacción, la falta de fuerza de los dioses olímpicos,
demasiado humanizados y estéticos, facilitó la demonización de la religión ya
decadente. Antropomórfica es también la condición híbrida de algunos démones
“hijos de dioses y de ninfas o de seres similares” (Platón, Apología, 27 d; los
démones a quienes se concede el signo gráfico de la divinidad, p. ej.
–dingir-sumerios il o ilu- acadios-; los “hijos mensajeros de Anu” -asirios,
babilonios, etc.
Degradación de
algunos dioses y dualismo. Al ser vencido un pueblo, sus divinidades, si no
eran absorbidas por la religión de los vencedores, solía quedar condenadas a
una vida subterránea; y, en muchos casos, consideradas enemigas, se convertían
en démones maléficos, componentes del cortejo del principio del mal, p. ej. los
daevas iranios, la serpiente encarnación de la suprema divinidad telúrica, los
asuras y los nagas de las originarias indias, así como el aranfaibo; el iruene;
el gabiot y guayota; guacancha; orojan, hirguan de las Islas Canarias etc.
Demonización
de los espíritus de los muertos. Algunos textos presentan una escala de seres
minuciosamente jerarquizado: dioses olímpicos, marinos, subterráneos (Hades),
démones buenos, démones malos, héroes, antepasados, hombres actuales (Platón,
Leges, 4, 717ª; Epinomis, 984f; Procio, In Timaeum, 299e-f; Porfirio, De
regressu animae fragmentae, en S. Agustín, Ciudad de Dios, 10, 9). Pero según
otros, este escalafón no excluye la posibilidad de ascenso de las mejores almas
humanas a démones, héroes o dioses (Plutarco, De delectu oraculorum, 415 f. Y
aunque los estoicos y, en general, la filosofía, niegan la identificación de
los démones con los héroes, una constante del pensamiento helénico afirma la de
algunos; p. ej. Hesiódo llama démones a
los espíritus de los muertos en la edad de oro (Erga, 121 ss.); Heródoto a
Zalmolxis (4,94, 1, y 96, 2); Esquilo al rey Darío (Persas, 5, 641 ss.);
Posidonio, Apuleyo y los neoplatónicos a las almas de los muertos en general;
si bien Procio (In Timaeum, 290 a ss., 42 e; In Cratilum, 128) distingue tres
clases de démones: los angelos, los démones propiamente dichos y los héroes. f)
Sincretismos. En toda el área del Oriente Medio se operó, en este punto, un
intercambio de ideas más o menos profundo. A modo de ejemplo, en la demonología
helénica confluyen representaciones demonológicas primitivas de los pueblos preindoeuropeos del
Egeo, otras más precisas y organizadas del Oriente, corrientes místicas
principalmente el orfismo, el dualismo y los daevas iranios, la angeología
judeo-cristiana, etc., de suerte que la demonología helénica es un aspecto más
del sincretismo religioso característico del helenismo y de la dominación
romana.
Residuos e
influjo de la Biblia.
Aunque no se intenta determinar los residuos de los primitivos
planteamientos bíblicos, no se puede negar el influjo ejercido por las
creencias judía y cristianas, tal como
aparecen en la Biblia,
en los siglos anteriores al cristianismo y en los posteriores, respecto de la
angelología árabe y, en cuanto a la elénica, respecto de los angelos
catactónios, demonologia de los Oracula Chaldica, hermetismo, gnósticos,
neoplatónismo (Porfirio, jámblico, Procio, Máximo de Tiro), etc. 5. Epífanias y
representación de los démones. Recidente en el aire y enlaces entre los dioses
celestes, antropomórficos y los hombres terrestres, los démones buenos suelen
ser representados en forma humana pero alada (“siete sabios” sumerios, acadios,
Hermes griego y Mercurio latino con alas incipientes en los pies y hombros
etc.); ha veces también con cabeza igual
a la de las aves, aladas moradoras de la
zonas etéreas y ellas mismas angelos de los dioses (Homero, Iliada, 8, 247; 24,
292, 315; Teogonis, 549; Plutarco, Pyth oracula, 22, etc.) En cambio, los démones malos, probablemente por
degradación de las deidades telúrico-mistéricas prefieren las epifanías y
representaciones teriomórficas, completas o parciales p. ej. los nagas indios
de cabeza humana y cuerpo de serpiente, a veces monstruosas (démones minoicos,
asírios, etc.) o también grotescas. Polignoto pintó un demon “que devora los
cadáveres y deja sólo los huesos...Su color es entre negro y azul. Como la
mosca de la carne, enseña los dientes y está dentado sobre una piel de lince”
(pausanías, 10, 29, 7). Los animales preferidos son las serpientes, el dragón
“siete malvados” asírio-babilonios, el (o la) sekhmet egipcio, los nagas, etc.)
y el macho cabrío en las Islas Canarias (después de la catolización) Dahomey,
Irlanda, etc.
CULTO A LOS
ANTEPASADOS:
El mundo
religioso de la sociedad guanche, debió ser en extremo complejo, a pesar de que
las referencias que sobre el mismo nos han llegado son pocas y confusas debido
a la imposición traumática del catolicismo, cuya misión primordial fue la
erradicación furibunda e irracional de todo vestigio de la milenaria religión
profesada por el pueblo guanche, los pocos documentos que hasta
nosotros han llegado, especialmente los conservados a través de la tamusni, y
las escasas referencias recogidas por los cronistas, aunque estas están expuestas
desde un punto de vista etnocristiano y etnocentrista, nos dejan vislumbrar un
mundo espiritual y una concepción del universo y de la función que el hombre
desarrolla en él, mucho más elevada que la que portaban aquellos bárbaros
fanáticos cuya religiosidad se basaba en unas simples prácticas externas,
(teatrales) carentes de conceptos elevados de la moral y la ética.
La
riqueza religiosa y espiritual del
antiguo pueblo canario, está modelada por milenios de práctica en torno a los
designios de la
Diosa-Madre Chaxiraxi, cuyos aspectos iremos desarrollando en
páginas sucesivas. La estricta observancia que de los postulados religiosos y
morales hacía la sociedad guanche, quedó recogida por algunos autores los
cuales no dudaron en calificarla como una raza de valientes a la vez que pacíficos pastores, de costumbres moderadas y
puras, modelo de honradez, lealtad,
pundonor, moderación y formalidad, trabajadores compasivos, y extremadamente
respetuosos con los ancianos, y
sumamente hospitalarios. Estas virtudes son reales, no son un producto
literario, pues las mismas forman el sustrato ético y moral de la población
Canaria actual, a pesar de la avalancha de “cultura” globalizadora que en estos
últimos tiempos nos invade con una virulencia mucho más activa que, aquella que
sufrimos hace más de quinientos años, y que lamentablemente, aún continuamos
padeciendo y soportando, quizás como justo castigo y penitencia por haber
permitido el que unas hordas extranjeras nos arrebataran el sagrado culto a
nuestros dioses ancestrales.
Es por ello
que debemos orientar nuestra alma, hacía
el encuentro con los espíritus de nuestros antepasados, para que en
estrecha comunión con ellos, hagamos aflorar el cúmulo de virtudes que nos han
trasmitido, que están latentes en nuestro ser,
y que nosotros hemos mantenido en
parte oculto, por el temor que han incrustado en nuestras almas, las practicas
represoras de una religión deshumanizada, absolutista y, básicamente amoral,
que nos ha sido impuesta con la fuerza de las armas.
Al contrario que la creencia
monoanimista, propugnada por otras religiones, la Iglesia del Pueblo Guanche
sostiene que el hombre tiene dos almas: el alma vital, que mantiene en correcto
funcionamiento las funciones orgánicas (respiración, circulación de la sangre
etc.) y responsable a su vez del calor corporal y de la capacidad de
movimiento, así como del conocimiento del entorno donde nos movemos; y el alma
libre, que está localizada debajo de la parte superior del cráneo y que alberga
la conciencia, la capacidad de entendimiento y decisión, y la voluntad.
Mientras que el alma vital permanece
de forma indisoluble unida al organismo, el alma libre es puramente espiritual,
independiente del cuerpo, al igual que los espíritus y los dioses. Cuando las
funciones orgánicas se hallan desactivadas, como en el sueño, durante un
desmayo, en el delirio, etc., el alma puede separa de su envoltorio físico y
pude viajar al otro mundo, a otros planos espirituales. Lo que allí ve y
experimenta lo trasmite al hombre en forma de sueños y visiones. Tras la muerte
se va al más allá o mejor dicho, al Sol con los antepasados para reencarnarse
entre los suyos pasadas de tres a cuatro generaciones. Ya que el hombre no es
inmortal pero sí su alma libre. (Klaus E. Müller et al, 2000: 481-ss.)
Los espíritus, son almas libres de los
antepasados, que desempeñan un papel importante entre los poderes del más allá
junto a otros espíritus y dioses que forman la Corte de la Gran Diosa-Madre
Chaxira, Magek-Achuguayu-Tanit-Tara-Diosa Celeste-Moneiba-Abora-Orahan.
Chayuga. Puesto que la autoridad aumenta con la edad, cuando más edad se tiene
más perfección se alcanza y por consiguiente más puro son los espíritus, tanto
los Libres como los Vitales. Así, pues
los antepasados desde los más antiguos fundadores del pueblo guanche-mazigio,
disfrutan ante la Diosa Madre
Chaxiraxi del rango más alto, por encima del más viejo de sus descendientes,
aunque por debajo de los dioses, los cuales a su vez están por debajo de la Diosa Superior y
Creadora, como la más poderosa de todos. Los espíritus, al igual que los
ancianos con vida, aconsejan a los suyos, en sueños, se preocupan de que
sigamos buen camino, nos brindan la fertilidad de nuestros animales, vigilan
nuestros campos y nos guían en nuestras profesiones y empleos. Y sobre todo,
vigilan que nos mantengamos fieles dentro del orden trasmitido de generación en
generación. Quienes somos negligentes recibimos advertencias en forma de signos
y pequeñas desgracias, los que no llevamos una vida honesta, nos veremos
afectados por enfermedades graves, accidentes, pérdidas materiales o la misma
muerte. Así pues, todos debemos poner un desmesurado interés en nuestras
relaciones con los espíritus de nuestros antepasados, manteniendo unas
relaciones fluidas, sin perturbaciones, para ello debemos guardar un culto
reverente. No descuidando hacerles con
regularidad ofrendas de ramas, flores o lo que buenamente y con amor podamos
ofrecerles. Debemos tenerlos presentes en nuestras fiestas y celebraciones
familiares, y en las comunitarias, si danzamos o cantamos hagámoslo en su
honor, cuando tomemos moderadamente unas copas o participemos en una comida,
hagámoslo en su honor, pues ellos siempre están entre nosotros.
Los espíritus de nuestros
antepasados, están íntimamente ligados a sus descendientes más próximos, al
entorno donde ellos moraron en vida, y al grupo
donde desenvolvieron su actividad cotidiana. Se preocupan especialmente
por proteger a los suyos, siempre que estos se comporten de forma adecuada y
les rindamos correctamente los rituales, tal como hemos expuesto más arriba,
así nos veremos protegidos del peligro y de los estímulos negativos. Los
hombres jóvenes para adquirir su espíritu protector personal, deben mantener
una búsqueda que en ocasiones puede ser
larga, y nada fácil debido a los impulsos propios de la edad, pero esta
búsqueda puede ser mucho más fácil si pone en ello verdadero empeño, observando
una vida honesta y haciéndose aconsejar de personas mayores, entendidas y de
buena vida.
También debemos cuidar a los
espíritus protectores de la región, ellos cuidan y protegen a los ganados, los
campos, los montes y las aguas y el aire, en en general todos aquellos lugares
donde desarrollamos nuestras actividades. Estos espíritus han pasado por
diversas etapas de perfeccionamiento y la Diosa los ha investido como entes mediadores, por
lo que generalmente no están muy próximos entre sí, y los más perfectos y puros son los que guían a los
dirigentes y, a los kankus y maguadas. A estos importantes seres mediadores se
deben honrar a diario, y de manera especial durante la celebración del año
nuevo guanche, en las fiestas del
Beñesmer, y muy especialmente en las de la Sol Anciana.
El mundo de los espíritus dentro de
la teogonía de nuestros antepasados, es complejo y ha sido como hemos dicho
poco estudiada. La información que nos ha llegado es poca y confusa debido a
que las creencias y ritos de la religión guanche fue brutalmente reprimida como
hemos dicho por el fanatismo cristiano, sí bien el pueblo guanche se esforzó
por conservar sus prácticas religiosas, el transcurso del tiempo y los nuevos
métodos de penetración empleados por la iglesia católica, obligó a los
detentadores de los ritos guanches a sincretizar dentro de los ritos catolicos
sus creencias como único medio viable para la supervivencia de las mismas. En
la actualidad, aún perduran y se practican determinados ritos de nuestra
religión ancestral, pero estos son celosamente guardados por un número muy
limitado de familias que son depositarias de éste legado religioso, las cuales observan un total
hermetismo sobre los mismos, traspasado estos conocimientos entre miembros de
una misma familia, preferentemente de abuelos a nietos, y de tíos a sobrinos
manteniendo así, el culto primitivo, y también los aspectos hereditarios del
sacerdocio.
Este aspecto secreto del culto,
mantenido durante generaciones ha venido hurtando a la curiosidad del
investigador y del curioso muchos de los pormenores del culto guanche a los
espíritus, así, en este estado de la cuestión, no es de extrañar que algún
investigador haciendo uso de su profundo academicismo, diga con razón: “Resulta
difícil comprender de las fuentes escritas
qué idea tuvieron los guanches acerca del espíritu de sus muertos, a
donde iban en que lugar residían y, en general toda, todo lo relativo a su
concepción sobre este aspecto siempre difícil de explicación para el
comunicante, así como para quien recibe la información. En este caso,
probablemente, la trasmisión de estas ideas resultaría más difícil para los
informantes que serían muy reservados a la hora de manifestar sus opiniones
sobre cuestiones siempre tan difíciles de comunicar, como por el deseo expreso
de no desvelar hechos íntimos, seguramente en una cierta aureola de misterio,
así como también por la propia formación religiosa de quien la recibe.” El
Padre Espinosa, recopilador de la información de los guanches, trasmite así su
idea acerca del alma “...más ni conocían inmortalidad de las almas” A. Espinosa, 1980: 35). Esta
“aureola de misterio” a que hace referencia el Sr. Tejera, no debiera
sorprenderle ya que el propio Espinosa da la explicación cuando nos dice:
“Esto es lo que de las costumbres de los naturales he podido, con mucha
dificultad y trabajo, acaudalar y entender, porque son tan cortos y encogidos
los guanches viejos que, si las saben, no las quieren decir, pensando que
divulgarlas (a extranjeros) es menosprecio de su nación...”). (Fray Alonso
de Espinosa, 1980: 45)
Por otra parte, debemos tener
en cuenta que por la época en que escribió su obra Espinosa, y aún muchos
siglos después, la iglesia católica negaba el que los guanches, los mazigios;
los indios, e incluso las mujeres del propio orbe cristiano tuviesen alma,
concepto
éste netamente cristiano, por lo cual para el resto de la
humanidad que estaba fuera de la órbita de influencia del catolicismo, eran
poco más que animales.
“Decían que
el alma no tenía pena o gloria; más conocía haber infierno, y que solamente era
para el demonio llamado guaiota y al infierno llamaban Echeyde, y que habitaba
en el volcán del pico del Teyde así le llamaron
isla del infierno.” (A. Sedeño, 1983: 29)
De este pasaje de Sedeño,
podemos deducir que guiota o guayota no es un demonio tal como lo conciben los
católicos, un diablo cuyo reino se basa en las llamas eternas donde se
achicharran aquellos que no siguen los preceptos de la iglesia católica. Es en
todo caso, un espíritu mediador entre la deidad y los hombres, que asume sobre
sí los aspectos negativos de la comunidad. Tiene sus dominios en el Echeyde, es
decir es un espíritu protector de los hombres y de lugar, cuyos dominios son territoriales son el gran
volcán, causa perenne de inquietud entre la población, por la amenaza que
supone las erupciones del mismo, siendo misión del genio protector Guayota el
velar por mantener al volcán Teide calmado.
Además de su
consideración de lugar fatídico por su propia naturaleza volcánica, el Teide era considerado un lugar de
estacionamiento para los espíritus que no habían observado una vida honesta,
sin que ello suponga una concepción de purgatorio o infierno según el dogma
católico, mas bien se producía un periodo de tiempo durante el cual el espíritu
estaba sometido a un proceso de purificación antes de emprender el viaje a la Sol, tal como apunta el
profesor Tejera Gaspar: “...Señalando además el lugar en que de hallan los
espíritus de estas personas que han tenido una mala actuación en su vida, desde
luego en un sentido seguramente diferente al que se le atribuye en la
cosmogonía cristiana, pero que no somos
capaces de comprender en su totalidad. Este lugar aludido (Echeyde) se
emplaza en el Teide, confirmando su asimilación con una idea fatídica o “Ser
malo” conque se identifica las fuerzas del mal, como hemos estudiado en éste
mismo capítulo...” (Antonio Tejera Gaspar, 1987:49)
Como hemos
dicho el concepto de infierno no es el mismo para los guanches y para los
católicos. Para nuestros antepasados, este concepto se refiere a lugares
fatídicos, sitios con connotaciones poco deseadas bien porque las energías
telúricas de estos lugares sean negativas o bien porque en ellos hayan sucedido
hechos luctuosos que afectan a la comunidad, adquiriendo así la calidad de
lugar fatídico, este aserto queda corroborado por el hecho de que gran número
de lugares y más concretamente barrancos de nuestras islas ostentan el topónimo
castellanizado de infierno, sin que ello presuponga ni está recogido en ninguna
fuente que estos barrancos estén considerados como lugares de estacionamientos
temporales de espíritus o maxios.
El concepto de
“alma” tal como lo interpretan el clero católico, es muy diferente de la
concepción que del “espíritu” o maxio
tiene el guanche, por ello para el guanche, cuando el cuerpo físico muere el
espíritu le acompaña, y éste, como parte integrante del ser, siente
simbólicamente las mismas necesidades que el cuerpo físico, hambre, sed,
congojas y penas, y siente alegrías y felicidad, ya que para el guanche, la
muerte no supone una separación de la comunidad, sino un cambio de estado, un
pasar a otra vida, es ir a morar a la
Sol de quien es hijo
su espíritu, en cuyo estado tiene las mismas emociones, las mismas
actividad e incluso las mismas
necesidades que en este plano físico, por lo que este nuevo estado no supone
una pérdida de contacto con los suyos y con la comunidad, contacto que
mantienen mediante el Espíritu Vital.
En ese nuevo estado del ser, el espíritu
precisa comer y beber - aunque en menor proporción -, consiente de ello los
vivos cuidan de los muertos aportándoles regularmente comida y bebida en las
tumbas. Este rito mortuorio estuvo vigente en Canarias hasta mediados del siglo
XIX, los deudos dejaban en las tumbas de
sus seres queridos raposas de papas, botas de vino, gofio, quesos, leche,
baifos y gallinas, y en general frutos de la tierra, productos que después eran
aprovechados por los párrocos hasta que un iluminado Obispo prohibió estas
practicas por considerarlas paganas, lo que de rebote produjo un considerable
quebranto para las despensas de los párrocos, y sustancioso aumento de las
rentas episcopales, pues las ofrendas en “especies” se sustituyeron
obligatoriamente por misas dedicadas a los difuntos. Hoy en día aquella piadosa
práctica se limita por imposición de la iglesia católica a la colocación en los
sepulcros unos ramos de flores.
El viaje de
los maxios o espíritus. ”Los guanches y, con toda probabilidad el resto de
las poblaciones insulares creían que los espíritus de sus antepasados iban a
parar al Sol, astro que, que como se estudia en otro lugar, consideraban como
Ser Superior por excelencia y era, por tanto, objeto de adoración. Este mito
solar se sintetizaría de la siguiente manera: creían que los espíritus de sus
antepasados iban a parar al Sol, y cada mañana a su salida por el Este
aparecían por el firmamento, realizando el itinerario diurno hasta que
finalmente desaparecían, para de nuevo regresar al día siguiente. En muchas
culturas este viaje de las almas en su morada solar se ha simbolizado con un
carro; en Tenerife este medio se ha sido sustituido por pájaros y, en islas
como el Hierro, se asimiló a una casa.
Es posible
que nuestra lectura resulte excesivamente forzada y los argumentos no aparezcan
suficientemente contrastados, pero queremos que se entienda como hipótesis de
trabajo dentro de la cosmovisión guanche que hemos venido exponiendo.” (Antonio
Tejera Gaspar, 1987:51)
En este
planteamiento del profesor Tejera Gaspar, sobre el viaje de la barca (o pájaro)
solar creemos ver un claro paralelismo con el
viaje de la deidad egipcia Ra (Magek). El demiurgo solar, por medio de
una sucesión de creaciones, pone en marcha un universo cerrado, animado por un
mecanismo exacto completamente a su servicio. Un himno, por ejemplo, ofrece una
descripción teórica de su acción y de su poder en el seno de este especio:
“Yo te saludo,
Ra, en el momento de [tu] salida, Aton, en el momento de tu puesta. Sales cada
día, brillas cada día, apareciendo glorioso, rey de los dioses. Tú eres señor
del cielo y Señor de la tierra; has creado a los seres de arriba y a los de
abajo. Dios único que al ser por primera vez, que ha hecho al país y creado a
los seres humanos, que ha el Nun [...], que ha hecho las aguas y hace vivir a
todo lo que en ellas se encuentra, que ha levantado las montañas y dado la
existencia a los hombres y a los rebaños [...] joven divino muchacho, heredero
de la eternidad, que se ha engendrado y dado a luz así mismo, absolutamente
único en diversas formas.” (Dimitri Meeks et al, 1965:163) Este carácter solar,
aquí atribuido a Ra, es aplicable a Magek en cualquiera de las representaciones
que tiene en las diferentes Islas Canarias. En nuestras Islas, como en
Mesopotamia y Egipto se adora a la
Sol, como una de las manifestaciones de la Diosa-Madre como
tendremos oportunidad de ver. El Dios Ra, (en nuestro caso Magek) materializado
en e la Sol,
aparece por oriente todos los días y después de hacer su recorrido diurno
desaparece hacía la tierra de los muertos por occidente para iniciar -como
también creen las religiones mesoamericanas- su viaje nocturno por el mundo
subterráneo donde habitan los muertos;
un viaje que recorre la deidad en “Barcas Mágicas” no visibles para los
humanos.
En cuanto a la
comunicación con el Más Allá, veamos algunas de las relaciones que dioses
semi-dioses y espíritus mantienen con el otro mundo dentro del panteón egipcio:
“Las opiniones sobre el origen de la creación del Más Allá no son unánimes. Por lógica, este lugar abría
sido creado para Osiris y, a continuación, para todos aquellos, dioses u
hombres, destinados a permanecer en él. Sin embargo, que en la génesis del
mundo de desechos, muertos que por no haber vivido en el momento fundamental de
la aparición de la luz, a los que había que alojar en algún sitio. De hecho
según algunas tradiciones, el demiurgo
solar abría creado el Más Allá para su reposo nocturno. Así pues, “el
imperio subterráneo de los muertos procedía de una idea”, es decir, de una
invención, que el demiurgo abría llevado a cabo con mucho trabajo. Cuando el
tiempo cíclico se establece, la
Sol sólo pasa por el Más Allá en un breve viaje nocturno que “hace
que la oscuridad sea aceptable” para los habitantes de esos lugares. Como
los habitantes del Más Allá no pueden soportar la plena luz, la Sol por iniciativa propia,
reduce la intensidad de su resplandor cuando viaja por esos dominios, hasta el
punto de aparecer “oscuro y nublado”. Cuando penetra en esos lugares los
habitantes del Más Allá deben renunciar a la tibieza de sus cuerpos y de sus
respiraciones, signos de la vida terrestre; la Sol les calienta cuando pasa cerca de ellos y los
despierta a la vida durante un breve instante. El otro mundo es el lugar donde “los
rostros están invertidos” y las cosas son difícilmente accesibles. Los mismos
dioses no conocen bien el camino que Osiris siguió para llegar hasta el Más
Allá y temen penetrar en los caminos que pudieran conducir hasta allí. Las
almas de los muertos también tienen dificultades para llegar al Más Allá, pues
deben atravesar la tierra y superar diversos obstáculos. En algunos textos, los
dioses del cielo y del Más Allá están separados como si no tuvieran posibilidad
de encontrarse, eso demuestra hasta que punto es difícil el Más Allá y los
otros sectores de la creación se comuniquen entre sí, Es verdad que acercando
el oído al suelo, a veces se pueden escuchar unas llamadas que provienen de
debajo de la tierra, pero el vínculo que se establece de esa forma es muy
débil.” (Dimitri Meeks et al. 1965:132-33)
Aquí encontramos otro paralelismo
entre las prácticas religiosas egipcias y las de nuestros antepasados guanches,
éstos empleaban un medio para comunicarse con los espíritus de sus ancestros
cuando la comunicación era urgente y no podían o no querían esperar a efectuar
otros rituales más complejos; el método consistía en valerse de cualquier
hendidura profunda del terreno y, a través de ella comunicarse con los
espíritus de sus mayores fallecidos, cuando no disponían de grietas naturales,
simplemente abrían un hoyo en el terreno, y tendidos en el suelo hablando a
través de él se comunicaban. Así mismo, tenían otro medio de comunicación con
los espíritus, consistente en los llamados bucios de piedra, éstos son unas
rocas que se encuentran en determinados lugares y que han sido perforadas por
agentes naturales en forma de bocinas, las cuales eran usadas como
amplificadores de la voz para comunicarse con los espíritus de los antepasados,
en la actualidad, existe un ejemplar en Igueste de Candelaria, conocida
precisamente como el “bucio de los guanches.” Es posible que determinadas
piedras de origen volcánico, perforadas, de manera natural y otras trabajadas
por el hombre que han sido encontradas en cuevas, estuvieran dedicadas al fin
mencionado.
[1] Este concepto, está
recogido para el Pueblo Guanche, por el caballero Scory, quien afirma la
creencia guanche de que los espíritus de los antepasados que había observado
una vida honesta, moraban en un valle paradisíaco, el cual estaba situado en La Jardina, lo que hoy es La Laguna o Aguere.
[2] En la isla Chinech
(Tenerife,) está recogido el paralelismo de el “saxo arrimado”, el que
precisaba de la intervención especializada del sacerdote Samar para su
expulsión a las profundidades de Chinechi. (El Infierno, según la tradición
guanche localizado en el interior del Volcán Teide)
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