Sabemos que la ideología de los cronistas impregnó a menudo
sus descripciones de las creencias nativas. Pero conviene recordar que la
colonización evangélica precede en unas cuantas décadas a la ocupación militar
del Archipiélago. En ese período anterior a la Conquista, parecen
haberse producido ciertas influencias del cristianismo en la religiosidad
indígena. Aquí se escruta uno de esos rasgos.
La pequeña historia de las investigaciones filológicas
referidas a las antiguas hablas amazighes de Canarias, más allá de las humanas
controversias, contiene episodios sin duda sorprendentes. En ausencia de
gramáticas, diccionarios u otras fuentes más o menos enjundiosas y prolijas,
cobran una relevancia especial los raros hallazgos documentales y los variados
testimonios orales que de vez en cuando irrumpen en unos estudios por demás muy
complejos. Aunque, como es natural, casi siempre han sido recibidos con algo
más que cautelas. La precariedad de los conocimientos consolidados acerca de
aquellos sistemas de comunicación insulares ha generado agudos debates entre
los profesionales y, en consecuencia, una inevitable incredulidad y
desconcierto entre el resto de la población. Por desgracia, el recorrido
científico de estos trabajos es todavía muy corto y ocupa un ámbito de
realización también muy marginal, lo cual no ayuda a que la sociedad perciba
con claridad el cambio cualitativo operado en estas indagaciones y la
información tan valiosa e interesante que los materiales filológicos aportan
hoy a la comprensión de aquellas primeras comunidades isleñas.
Entre esos textos singulares, destaca «una primorosa obra
caligráfica de fecha 23 de diciembre de 1803», que reúne «varias sentencias
escritas en los más diversos idiomas y caracteres», uno de los cuales es el que
aparece signado como «Canario». El contenido de esta «especie de piedra de
Rosetta en fina vitela» fue presentado en octubre de 1934 al Instituto de Estudios
Canarios por uno de sus miembros, el joven diplomático lagunero Emilio
Hardisson y Pizarroso (1901-1949), que unos pocos meses antes había tenido
acceso a él de manera casual.
El compilador de las frases e ilustrador de la pieza habría
sido «don Francisco María de Ardanaz y Ormaechea, natural Rentería, en
Guipúzcoa, y “Zelador escribiente de la Biblioteca de S. M.”», que dedica el diploma a
«don Pedro Carlos de Silva y Meneses Sarmiento Bazán, presbítero, caballero
comendador de Eixas en la Orden
de Alcántara, bibliotecario mayor de S. M., director de la Real Academia
Española, académico de la de San Carlos de Valencia, etc., etc.» Unos datos que
no permiten elucidar la línea de transmisión de la proposición insular, pero
que hacen plantearse a Hardisson una pregunta nada improcedente: «¿Cabe la
posibilidad de que la frase por mi descubierta fuese sacada de algún documento
contemporáneo de la
Conquista guardado en el Archivo familiar de la casa Silva?»
No presume Ardanaz, un joven bibliotecario de veintitrés
años, de haber efectuado ningún trabajo de campo para recolectar esas
traducciones a 28 idiomas de una alabanza al dios cristiano. O bien encontró la
reseña en alguna obra todavía indeterminada o se tomó la molestia de acometer
por sí mismo el oportuno rastreo bibliográfico. En cualquier caso, llama mucho
la atención que, en el siglo XIX, fuera capaz de hallar la entonada versión
isleña que registra, toda vez que las hablas ínsuloamazighes habían
desaparecido por esa fecha como vehículos de comunicación social.
Hardisson abordó
este tema por dos veces en la Revista de Historia. A la altura
de 1942, publica en el número 57 el artículo titulado: «Una frase desconocida
en antiguo canario», donde reproduce también algunas apreciaciones lingüísticas
de los doctores Dominik J. Wölfel (1888-1963) y Juan Álvarez Delgado
(1900-1987). Más tarde, en el número 66, que abarca los meses de abril y junio
de 1944, retoma el asunto en: «¿Padre Nuestro?, ¿Salmo 112?, ¿Canario
atlántico?, ¿Canario índico?», cuyo título ya muestra el derrotero de los
debates suscitados, al que se había sumado el filólogo francés Georges Marcy
(1905-1946).
Frente a los contradictorios análisis de los especialistas,
y desde la simple lógica discursiva, Hardisson sostuvo siempre que la oración
isleña reproducía, como el resto de enunciados transcritos en las otras
lenguas, el conocido fragmento final de la primera estrofa del salmo 112
(recogido en la Biblia bajo el título: “Cómo el Altísimo
exalta a los humildes”): «Desde el Oriente hasta el ocaso es loable el nombre
del Señor». Hoy, la investigación filológica avala su buen juicio.
La plegaria insular que figura en el documento reza así:
«Atisa cagnren cha ondikhuesate antichiaha onanda erari». Pero las sorpresas no
terminan aquí.
Según el periodista y escritor Fernando Hernández González,
su abuelo, Isidro Hernández, natural de Lomo Mena, en la comarca de Agache (sur
de Tenerife), acudía con un grupo de amigos a las Piedras de Ayesa (Arafo) en
la madrugada de cada 21 de junio para celebrar un pequeño ritual que denominaba
«Achún Magec» (Ašu n Maɣeq o ‘Triunfo del
Sol’). Durante esta ceremonia solsticial, pronunciaba su propia versión del
salmo 112: «Atixa chaeren chaondi xuexate anti chaxana onanda erari». Sin
embargo, no consta tampoco la línea de transmisión a través de la cual recibió
esta sentencia, aunque una fecunda tradición oral parece haber sido conocida
por algún otro antepasado de su familia paterna (en particular, su abuelo,
Agustín Hernández Izquierdo, cabrero en la zona de Anocheza).
Como se aprecia con facilidad, las diferencias entre ambos
registros son mínimas, aunque inusitadamente oportunas para restituir con
amplia certeza el sintagma original.
El resultado, vertido en notación moderna, se
expresa: A ətti ččaš šagren ša ondi, Wassksaḍ anti išačča-ana, onan-da er ăr-i, cuya
lectura más sencilla por un lector hispanohablante podría valer: Aticha shagren
sha ondi, Guasksat antishachana, onanda erari.
Con todo, aunque la pieza traslada sin duda el sentido del
salmo cristiano, la formulación isleña presenta alguna peculiaridad digna de
mención. En su literalidad, dice: ‘Desde que [es] el incremento [d]el brillo
duradero hacia el término, Dios [es] el origen [que] nos alimenta, el propio
nominativo [es] hasta mi objeto más preciado’. O bien, en una acepción un tanto
más literaria: ‘Desde el naciente del Sol hasta el ocaso, Dios es la causa que
nos sustenta, incluso el nombre mismo es mi ser más querido’. Una alabanza
donde el relator insular ha creído necesario incluir una definición de la
divinidad como principio nutriente del ser humano, una idea muy asentada en la
antigua cosmogonía isleña. Pero la circunstancia podría no ser arbitraria.
El teónimo consignado en esta oración, Wassksaḍ, no asoma en ninguna de las crónicas y textos más o
menos contemporáneos de la
Conquista ni cuenta con paralelos continentales. Habla de un
dios que ‘inspira temor o respeto’, una noción más propia del imaginario
judeocristiano que de la religión amaziq. Sin embargo, aparece también en un
canto de labor que una anciana del Porís de Abona (Tenerife), doña María Armas,
le transmitió a nuestro citado amigo Fernando Hernández allá por el año 1990.
Así recordaba lo que ella denominaba una «Endechita para plantar: Guaxate
hequei adei acharan afaro yafana haxaran. Traducción: ‘Señor, cuida el grano
bajo tierra para que crezca’». Con una factura prácticamente impecable, Wassksaḍ, ḥăkku əy addăy
ačaran, afaro y afanan; ha əkkəs aran, se pide: ‘Señor, confiere
plenitud a lo que está debajo, el grano para la germinación; aparta, pues, la
enfermedad’.
De nuevo, emerge Khuesate (Hardisson), también Xuexate
(Hernández) y ahora Guaxate (Armas); un Wassksaḍ
que, de alguna manera, debería su ideación a la infiltración del cristianismo
en las creencias nativas. O eso es lo que cabe deducir a partir de otro
documento extraordinario: los postulados doctrinales reflejados por los
misioneros franciscanos en el manto de la Virgen de Candelaria en torno a 1400.
Según la descripción que traza el dominico Alonso de
Espinosa (1594) en su indispensable obra Del Origen y milagros de la Santa Imagen de
nuestra Señora de Candelaria, «Por lo baxo de la orla del manto ala
parte trasera dize assi. NBIMEI * ANNEIPERFMIVIFVF *». Esto, que hoy
redactaríamos Nəbbi y əməyyi. An-năy əberref mi əwif Uf, establece
lo que parece el paso previo en esa implantación de la divinidad del Antiguo
Testamento en la religiosidad indígena: ‘Acogemos al ignorante (pagano).
Perdonaremos la ofensa que es temor de el Sublime’. Es decir,
junto a una deidad destacada aún por la excelsa nobleza de lo inmejorable (Vf ),
se desliza ya ese «temor de Dios» que, en el discurso cristiano, alude tanto a
la reverencia del creyente como al recelo del pagano.
Bajo estas consideraciones, la acotación isleña que figura
en el salmo 112, Wassksaḍ
anti išačča-ana o ‘Dios [‘el que inspira temor’] es la causa que nos
sustenta’, diríase que trata de conciliar dos concepciones de la divinidad,
colonial y nativa, algo que podría tenerse por innecesario en una traducción
erudita, distanciada de cualquier implicación social. Por esto, aparte de otras
cualidades constructivas específicamente lingüísticas, la conclusión más
probable es que, como ya sospechara Hardisson, la frase habría que incluirla en
el arsenal ideológico fraguado durante la colonización evangélica.
Por lo demás, no se observan rasgos particulares que
permitan adscribir esta composición a una modalidad de habla insular en
concreto. La base meridional o tuareg de su hechura exhibe una extensión tal
por todo el Archipiélago que ceñir este extremo es materia todavía en suspenso,
aunque los pocos indicios distintivos apuntan a su circulación más probable en
la isla de Tenerife. No obstante, hilar el texto en el principal flujo
dialectal que compartían todas las hablas ínsuloamazighes quizá tampoco fuera
casual…
Autor: Ignacio Reyes
Publicado 23rd December 2011 por SHAC
Etiquetas: Filología
DE CHAXIRAXI A SEP MERI
LOS LENGUAJES DE LA FE
Frente al espíritu integrista de las Cruzadas, el
cristianismo también forjó en parte su propagación discursiva sin eludir
ciertas dosis de adaptabilidad, nunca pródigas, ante las diversas formas de
asimilación doctrinal discurridas por aquellas culturas que impregnaba. Esa
doble inclinación pragmática, que cristalizó por momentos en una suerte de
tensión entre los enfoques más rigoristas y conciliadores, sobra decir que no
cuestionaba el propósito compartido: la consolidación del poder material de la Iglesia y su influencia en
la organización de los sistemas clasistas de dominación social y territorial.
Las políticas expansivas de la nobleza feudal europea, con
la beligerante y cohesiva cobertura arbitral e ideológica del papado, activaron
nuevos ámbitos y oportunidades de acumulación, el impulso económico necesario
para incubar un largo y cruento proceso de concentraciones estatales, donde la
explotación de su campesinado y de las colonias acabaría por desempeñar un
papel determinante en la emergencia de un todavía balbuciente capitalismo. La
colonización misional de las Islas Canarias, inaugurada en las comarcas de
Telde (Gran Canaria) y Güímar (Tenerife) a mediados del siglo XIV, anticipaba movimientos
geoestratégicos y ensayaba rentabilidades diferenciales.
Predicadores mallorquines, catalanes y aragoneses arribaron
en número indeterminado a unas costas isleñas que, conocidas y visitadas de
manera más o menos efímera desde la Antigüedad, la expedición portuguesa dirigida por
el florentino Angelinus del Tegghia de Corbizzis en 1341 había devuelto a los
planes y escenarios de la expansión atlántica europea. Una década más tarde, la
sede papal, mediante la bula Celestes rex regum, ya había establecido el
primer distrito misional del archipiélago canario, con el devoto apoyo
apostólico y mercantil levantino. Y, aunque el reto puede decirse que excedía
las capacidades reales de sus promotores, el guión trazado contemplaba
objetivos y procedimientos concluyentes.
Sirva de muestra la metódica iniciativa evangélica diseñada
por Urbano V en 1369, cuyas prioridades ideológicas y operativas definen un
modelo sin duda ambicioso pero nada ilusorio. Desde el punto de vista
logístico, dictaba la concertación de los habituales acuerdos con inversores
privados para sufragar el desplazamiento, en este caso, de un nutrido
contingente expedicionario, compuesto por una treintena de sacerdotes (entre
clérigos seculares y frailes mendicantes) que debían trasladar el mensaje
religioso. Un programa doctrinal ajustado a dos criterios muy funcionales: de
una parte, la utilización de los cultos astrales indígenas como referencia
básica en el trabajo de conversión y, de otro lado, el empleo de la lengua
nativa, de forma directa o a través de traductores, como medio indispensable
para irradiar sus ideas. Cierto que, sin recursos suficientes para desencadenar
en las Islas la coerción militar y social que luego ejercería con tanto éxito
la corona castellana, el expansionismo religioso catalano-aragonés contaba con
pocas opciones más eficaces, pero tampoco resulta desdeñable la inspiración
intelectual que le imprimió el teólogo balear Ramón Llull (1235 - 1315).
Pieza fundamental en esta precursora estrategia de
colonización ideológica fue la actividad desarrollada por la Orden franciscana. Miembros
de esta congregación, instalados en pequeñas casas de oración o eremitorios,
acometieron una intensa labor de reconocimiento de las poblaciones insulares y
sus costumbres, al tiempo que difundían la peculiar lectura del dogma cristiano
que realizó su fundador, el monje italiano Francisco de Asís (1182-1226). A
estos frailes minoritas, instruidos en las creencias nativas durante varias
décadas de convivencia con los primeros isleños, corresponde la ideación del
culto a la Virgen
de Candelaria, una advocación mariana figurada en aparente conciliación con la
cosmogonía local (ínsuloamaziq)1.
LA
MADRE CÓSMICA
No se conocen documentos contemporáneos de la época en la
que los misioneros asentados en Güímar2
exhibieron la Virgen
de Candelaria a la sociedad insular. Diversos autores cristianos ofrecen un
relato más o menos semejante de aquellos hechos, pero la factura de esos
informes se adentra en las postrimerías del siglo XVI, alrededor de doscientos
años después de haberse producido los acontecimientos. No obstante, aportan
datos muy interesantes acerca de la caracterización nativa de este culto
hiperdúlico. Aunque siempre quede la sospecha de alguna adherencia literaria en
sus exposiciones, la coherencia de los testimonios indígenas que acopian
trasluce una indisimulada identificación entre ambos imaginarios.
En torno a 1585, el agustino Juan González de Mendoza (1944:
301) señaló dos aspectos significativos en esa valoración que adjudicaron
aquellos isleños a la imagen que se les presentaba: la llamaban «Madre del Sol»
y la adoraban «tanto como al mismo Dios», es decir, le atribuían un estatuto
divino y la generación de la principal referencia celeste para la vida. Sólo
unos años más tarde, el dominico Alonso de Espinosa (1594, II, 1: 31v) advertía
una concepción similar entre los naturales de su tiempo, pues observó «que si la Fe no les enseñara la Candelaria ser madre de
Dios, y no Dios: la confessaran a ella y tuuieran por tal». Aunque acaso la
constatación más asombrosa a este respecto subsiste aún en una pequeña oración
nativa. Pronunciada en la festividad de la Virgen por una vecina de Güímar, doña Sita Chico,
la alabanza conserva intacta una impecable descripción cosmogónica. Dicha
plegaria, según la fórmula que transcribió en 2001 Eduardo P. García Rodríguez3,
reza así:
¡Uh! Magné Mastáy
Achen tumba Manéy.
¡Oh! Madre del cielo
Madre de la tierra.
La reposición
analítica del enunciado apenas requiere actualizar la segmentación y la grafía
del texto (Reyes García 2007: 44):
Ûh! Ma gənnă, Ma stay
aše-n tunwa, Ma ney.
Aunque la traducción exacta añade matices hoy
perdidos en los avatares de la transmisión oral:
¡Oh! Madre del cielo, Madre del
crecimiento
de la hermandad, Madre de lo nuevo.
Un perfil donde ya no resulta tan fácil
reconocer a la madre del omnipotente hacedor judeocristiano, pues ella misma es
concebida como matriz de la realidad, la abundancia y el futuro.
Para disipar cualquier recelo sobre un
eventual aderezo retórico o poético en esta calificación, nada mejor que
contrastar esa estampa con la denominación nativa concedida a esta figura
sagrada. Leonardo Torriani (1590, LI: 70v-71r), un ingeniero lombardo enviado
por Felipe II (1527-1598) para estudiar la fortificación de las Islas, y Juan
de Abreu Galindo (ca. 1590, III, 13), un supuesto franciscano andaluz,
coinciden en el nombre, Chaxiraxi, que, como cabría esperar, se vierte
por «la que carga al que tiene al mundo», el dios patriarcal. Noción en la que
se vuelve a insistir con otra designación: Achmayex guayaxerax, que
traducen por «la madre del que carga al mundo» o «madre del sustentador de
cielo y tierra».
Y nada habría que
objetar a esa adscripción cristiana si sólo se considera este último sintagma,
donde at may-əs wayya-ahɣər-aɣ subraya: ‘he aquí su
madre (de él), el espíritu que (es) sustento del universo’. Pero Čaghiraghi
o, en su forma original, Ta-ahɣər-ahəɣ(i), ya indica que esta
mujer, deificada en la estimación popular, es tenida por ‘la que carga o
sostiene el firmamento’, la verdadera autora de la creación. Una definición de
singular trascendencia en la cosmogonía ínsuloamaziq, que hunde sus raíces en
una atávica creencia norteafricana.
Según narra el
historiador y geógrafo Heródoto de Halicarnaso (484 a.n.e. - 425 a.n.e.) en su
famosa Historia (IV, 188), los antiguos libios consagraban sacrificios
al Sol y la Luna,
pero una comunidad establecida a orillas del lago Tritónide ofrecía además su
homenaje a la diosa que los griegos llamaron Atenea, conocida a su vez en
Egipto por Tehenut, es decir, ‘la
Libia’ o ‘la
Tehenu’, denominación de una de las dos grandes agrupaciones
líbicas de la Antigüedad,
junto con los temehu, bien atestiguadas desde el segundo milenio a.n.e.
Se identificaba así mismo con una vieja deidad predinástica, Neit (Net), una
diosa madre o numen primordial, creadora del universo, los dioses y los seres
humanos. En concreto, el imaginario egipcio le otorgó la maternidad de Sobek,
el dios ‘cocodrilo’ que caminaba sobre las aguas repartiendo fecundidad a los
pescadores del lago Fayum y fue asimilado por los griegos a Helios, la
personificación del Sol.
Pero otra figuración más ostensible
subyace en este mito genésico. Desde Malí hasta el Fezzan, en numerosas
sociedades del África septentrional vive todavía la idea de la constitución del
cosmos a partir de la explosión de un astro primordial (Pâques (1964) 1995:
47-49). Este «huevo del Mundo» se identifica con una estrella de primera
magnitud, Canopo (Alpha Carinae -0.86), la «Estrella de Osiris», pensada como
una especie de mónada precósmica cuyo sacrificio habría producido el
surgimiento del cielo primigenio, integrado por cuatro constelaciones de seis
estrellas.
En este horizonte de interpretación,
cobran pleno sentido las líricas palabras con las que el poeta y médico
lagunero Antonio de Viana (1604, VI: 124v) retomó cierta tradición oral acerca
de la aparición de la Virgen
de Candelaria:
Otros demas deuotos coraçones,
Dezian que las bozes y armonia
Muſicas, cantos, lumbres proceſsiones,
Con aplauſo y acorde melodia,
Eran a cauſa ſuya, y los varones
En quien mas parte de prudencia auia,
Dixeron ſer del cielo alguna eſtrella
En traxe de muger hermoſa y bella.
Dezian que las bozes y armonia
Muſicas, cantos, lumbres proceſsiones,
Con aplauſo y acorde melodia,
Eran a cauſa ſuya, y los varones
En quien mas parte de prudencia auia,
Dixeron ſer del cielo alguna eſtrella
En traxe de muger hermoſa y bella.
Porque también esta
madre del Sol y del cielo, la sustentadora del universo, recibe el agasajo
insular en dos fechas nada casuales desde el punto de vista astronómico: justo
a mediados de agosto y comienzos de febrero, cuando tienen lugar los ortos
helíaco y acrónico de Canopo, estrella que, además, permanece visible hasta
finales de abril, momento en el que los antiguos isleños celebraban también
durante nueve días una festividad general (Viana 1604, III: 42v).
LA HIBRIDACIÓN MARIANA
La alusión más explícita a una deidad
femenina en Canarias se documenta en la isla de El Hierro, donde las fuentes
europeas recaban la adoración a dos entidades distinguidas por su género: un
varón Eraora[n]han o era-uraɣan
(‘el que está en lo ardiente o brillante’) y una fémina Moneiba o mənəy-ibba
(‘resplandor humeante’), cuya enunciación, por cierto, posee una morfología
masculina, lo cual induce a pensar en atribuciones más sociales que
conceptuales. Aunque conviene recordar que los géneros gramaticales en la
lengua amaziq a menudo evocan otras características, reales o figuradas.
Hubiera bastado con incluir los índices correspondientes para evitar cualquier
ambigüedad y fijar esa identidad, pero o bien se daba por supuesta o bien se
resigna ante una eventual dimensión primordial o asexuada de esa revelación celestial.
En el estado actual
de las investigaciones, las pruebas disponibles para acreditar la presencia del
culto a una diosa madre en Canarias son insuficientes. Pero confinar la
dimensión religiosa de Chaxiraxi a la mera transfiguración de su valor
cristiano, conforme aducen las fuentes coloniales, se aparta por completo de
las evidencias testimoniales y analíticas que conjugan tanto sus propiedades
lingüísticas como etnológicas. Una caracterización que, con todas las cautelas,
sugiere la previa divinización nativa de esta adoración, circunstancia que
quizá contribuya a explicar su arraigo devocional entre una población que, a
través de esta mediación ideológica, habría creído encontrar una manera de
vivir el tránsito social y cultural impuesto por la conquista europea.
En cierta medida, otra manifestación
sorprendente ha venido a ilustrar uno de los ingredientes más activos que
indujeron ese proceso de acomodación. A finales de 2006, un lienzo anónimo
dedicado a la Virgen
de Candelaria llegó hasta el sevillano Taller del Restauro, donde
la historiadora del arte Mª Isabel Alba Fernández de Moya observó una frase
escrita en el travesaño del bastidor. El texto, confeccionado en caracteres
latinos, presenta una caligrafía bastante legible y en consonancia con la fecha
de realización del cuadro, 1906. Su extraordinaria peculiaridad estriba en que
reproduce una sentencia o prescripción doctrinal para los fieles redactada en
el habla ínsuloamaziq de Tenerife, sistema de comunicación que había dejado de
alentar en la Isla
hacía ya varios siglos (Reyes García 2007: 77-82). Su contenido estipula:
Conospe<ri>n
P<r>ogal<a>x Miogoodmon Piu Nu<t>ort<í>.
La restitución
analítica de esta máxima, tejida con absoluta corrección gramatical, descubre
un enunciado complejo, integrado por tres proposiciones yuxtapuestas con valor
imperativo:
Knu s fərən, fru galakkət mi ogodmăn,
ffiw nut təwâr-tăy.
La traslación
española toma el siguiente tenor:
Inclínate hacia la excelencia,
repara la necesidad en la angustia
y prende la candela que ella porta.
repara la necesidad en la angustia
y prende la candela que ella porta.
Sin concesión alguna al sincretismo
doctrinal, aunque amparado en la apropiación simbólica del credo indígena, esa
tardía reminiscencia oratoria refleja la ductilidad del empeño misional
franciscano que, todavía en la segunda mitad del siglo XV, transcurridos más de
cien años de acción apostólica, predicaba en la lengua materna de los antiguos
isleños (Rumeu (1975) 2006: 40). Esos rasgos tan distintivos jalonaron de forma
constante la orientación catequística desplegada por los seguidores del santo
de Asís, cuya proyección más eminente fraguaron en una estatua de la Virgen de Candelaria. El
manto de la pieza original, desaparecida en un temporal que azotó la Isla en noviembre de 1826,
acogía esta vez una serie de grafías latinas que, de nuevo, compendiaban una
excepcional colección de postulados religiosos consignados en la modalidad de
habla amaziq específica de Tenerife.
Depositada sobre una
peña en la playa de Chimisay4
o dentro de una cueva en ese arenal costero, según las afanosas averiguaciones
que efectuó Alonso de Espinosa (1594, II, 2: 31v-32r), la talla mariana fue
expuesta a los isleños por primera vez hacia 1400. Esta datación ha motivado
alguna controversia, pues el dominico añadió una acotación muy pertinente pero
mal interpretada: el episodio habría sucedido «ciento y cinco años antes que la Isla fuera de Christianos».
Y, puesto que la finalización oficial de la Conquista no se decreta
hasta 1496, el dato se ha presumido erróneo. Sólo que su cálculo tomó como base
«la computación de las lunas de la que los antiguos naturales usaban»:
En este último caso, el error de
Espinosa se reduciría a resolver la ecuación:
95 años solares ≈ 105 años lunares ⇒ 5 x 19 años solares ≈ 3 x 5 x 7 años lunares ⇒ 19 años solares ≈ 21 años lunares ⇒ años lunares siderales y ciclo de Metón [Barrios (1997) 2004: 191].
95 años solares ≈ 105 años lunares ⇒ 5 x 19 años solares ≈ 3 x 5 x 7 años lunares ⇒ 19 años solares ≈ 21 años lunares ⇒ años lunares siderales y ciclo de Metón [Barrios (1997) 2004: 191].
Los frailes minoritas convirtieron esta
representación celeste en el mejor emblema de su tarea evangélica. En tiempos
de Espinosa (1594, II, 13), la escultura aún lucía en sus paños siete
secuencias gráficas, donde el análisis filológico ha desvelado una docena de
proposiciones plasmadas con encomiable esmero gramatical y fonético, nada que
ver con la copia que guarda la ermita de Santa Úrsula, en Adeje, cuyas letras
carecen de sentido tanto en castellano como en la lengua amaziq.
He aquí la restauración analítica de
esas valiosas inscripciones (Reyes García 2007: 73-74):
1. TIEPFSEPMERI
Ti yebb f sǎb Meri.
El Padre amparado por la Virgen María.
Ti yebb f sǎb Meri.
El Padre amparado por la Virgen María.
2. EAFM IRENINI FMEAREI
Ê af-m irenni f-əme arey.
¡Oh, tu hallazgo aumenta la protección contra la superstición!
Ê af-m irenni f-əme arey.
¡Oh, tu hallazgo aumenta la protección contra la superstición!
3. LPVRINENIPEPNEIFANT
Lwu rinni bǎb nə ǎfa ənt.
Sé clemente en la victoria Señor de la luz eterna.
Lwu rinni bǎb nə ǎfa ənt.
Sé clemente en la victoria Señor de la luz eterna.
4. NARMPRLMOTARE
Narəm əbər ɣər muttar.
Compartir (el alimento) es un deber hacia el necesitado.
Narəm əbər ɣər muttar.
Compartir (el alimento) es un deber hacia el necesitado.
5. OLM INRANFR IAEBNPFM RFVEN
NVINAPIMLIFINVIPI NIPIAN
Ul-m yən ǎr anfər Iaeb ənubi f-m ǎr fwen. Nwi-ina bib am əliffi n wibbib. Ni bi-an.
Tu corazón, el lugar del tesoro más importante, Yahvé niño sobre ti, tesoro luminoso. Un peso en nuestra consciencia es como una pila que se lleva a cuestas. Domina esa carga.
Ul-m yən ǎr anfər Iaeb ənubi f-m ǎr fwen. Nwi-ina bib am əliffi n wibbib. Ni bi-an.
Tu corazón, el lugar del tesoro más importante, Yahvé niño sobre ti, tesoro luminoso. Un peso en nuestra consciencia es como una pila que se lleva a cuestas. Domina esa carga.
6. FVPMIRNA ENVPMTI EPNMPIR VRVIVINRN
APVIMFRI PIVNIAN NTRHN
Ffu b-mirna. Nubi am ti ewen am bir ur wiwi-n rn, abu i məfri. Bib-wən əyyan nut ərɣun.
Ffu b-mirna. Nubi am ti ewen am bir ur wiwi-n rn, abu i məfri. Bib-wən əyyan nut ərɣun.
Amanece, gran poder. El niño igual que el padre y el camino de perfección evitan la enfermedad, son un bálsamo para la persona que sufre. Vuestro único peso ha de ser una candela brillante.
7. NBIMEI ANNEIPERFMIVIFVF
Nəbbi y əməyyi. An-năy əberref mi əwif Uf.
Acogemos al que ignora. Perdonaremos la ofensa cuando se deba al temor de Dios.
Nəbbi y əməyyi. An-năy əberref mi əwif Uf.
Acogemos al que ignora. Perdonaremos la ofensa cuando se deba al temor de Dios.
Al margen de las cualidades, procedencia
y autoría artísticas de la obra, asunto que no es objeto de este examen, el
repertorio de frases contiene ciertas texturas sociolingüísticas que demandan
alguna familiaridad con el idioma amaziq y, en particular, con la variedad de
habla desarrollada en Tenerife. Por ejemplo, se prescinde de la terminología
coloquial para referirse al concepto ‘virgen’; el vocablo elegido, săb o
sep, se extrae del lenguaje poético, dentro de un campo semántico donde
su primera acepción es ‘origen’ y, ya en uso dialectal, ‘origen noble’. Un
cultismo tan adecuado como el uso metafórico de la tabaiba dulce (Euphorbia
balsamifera), abu o apv,
una de las plantas isleñas con más propiedades medicinales, para ponderar el
carácter benéfico de la vida recta y del dios cristiano.
La imagen terminó por residir en la
cueva de Achbinico5,
hoy de San Blas, abierta al naciente, con vestigios arqueológicos de un ara
permanente y enclavada en un entorno supervisado por los samarines6,
especialistas en el ejercicio religioso y la adivinación. Aunque sin datos en
ningún sentido, cuesta admitir que los diversos grupos de oficiantes isleños
aceptaran sin oposición o connivencia algunas la actuación misional. La pulcra
elaboración de un discurso tan delicado en su formulación e implicaciones
ideológicas no parece muy factible lejos de su asesoramiento, aunque sea
siquiera por los riesgos que comporta siempre una polisemia mal calibrada. Pero
esa supuesta cooperación tampoco habría deslizado ninguna influencia sobre unos
textos que destilan una neta pulsión dogmática.
El acceso al conocimiento trascendente
como condición de vida y salvación del alma [2, 7], la caridad [4] y el camino
de perfección espiritual [6] convocan tres principios cardinales en el
pensamiento franciscano, ninguno de los cuales pasa inadvertido en esta
instrumentación apologética de la iconografía mariana. Su ímpetu evangélico
reúne mayor combatividad si cabe cuando califica de ‘fábula, cuento, patraña o
superstición’, əmăy o me, cualquier creencia ajena al
cristianismo, haciendo intervenir como antídoto el ‘descubrimiento’ (af), que nunca aparición, de la Virgen.
El alegato apostólico se
instruye para mayor gloria de otro protagonista: el ‘padre’ (ti) que es también ‘niño’ (nubi), ‘Dios’ (Uf), ‘Yahveh’ (Iaeb)
o el ‘Señor de la luz eterna’ (bǎb nə ǎfa ənt) cuya ‘generosidad’ (əlwu) se invoca en la ‘victoria’ (rinni), el ‘gran poder’ (b-mirna) que amanece para rescatar al ‘pagano’ (əməyyi) de su negligente ignorancia.
La historia
prerrubicense de la iglesia cristiana en Canarias y la exégesis de estos
insólitos materiales lingüísticos clarifican el trayecto de una colonización
religiosa que, entre la inducción y la compulsión ideológicas, favoreció la
descomposición de la resistencia sociocultural indígena ante la inminente
perspectiva de una radical ocupación europea del Archipiélago.
FUENTES
Abreu Galindo,
Juan de. ca. 1590. Historia de la Conquista de las Siete Yslas de Gran Canaria.
Escrita Por el R. Pe. Fray Juan de Abreu Galíndo, del Orden de el
Patríarca San Francísco, hijo de la Provínçía del Andaluçía Año de 1632. [El ms.
original, hoy perdido, parece corresponder a la segunda mitad del siglo XVI,
aunque las copias conocidas se remiten a una versión, también desaparecida,
fechada en 1632].
― d. 1676. Historia de la Conquista de las Siete
Yslas de Gran Canaria. Escrita Por el R. Pe. Fray Juan de Abreu
Galíndo, del Orden de el Patríarca San Francísco, hijo de la Provínçía del Andaluçía
Año de 1632. [Copia anónima en la Biblioteca Municipal
de S/C de Tenerife, ms. 191].
― 1775-1787. Historia de la conquista
de las siete yslas de Canarias, escrita pr. el Rdo. Pe.
F. Juan de Abreu Galindo del orden de S. Francisco, hijo de la Provincia de Andalucía.
Año de 1632. [Copia de A. Amat de Tortosa en la Biblioteca Municipal
de S/C de Tenerife, ms. 5].
― 1977 (1955). Historia de la Conquista de las Siete
Islas de Gran Canaria. Edición crítica con Introducción, Notas e Índice por
Alejandro Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.
Espinosa, Alonso de. 1594. Del Origen
y milagros de la Santa
Imagen de nuestra Señora de Candelaria, que aparecio en la Isla de Tenerife, con la
descripcion de esta Isla. Compuesto por el Padre Fray Alonso de Espinosa de la Orden de Predicadores, y
Predicador de ella. Sevilla: Juan de León.
― 1980 (1967). Historia de Nuestra
Señora de Candelaria. S/C de Tenerife: Goya.
González de Mendoza, Juan. ca. 1585. Historia de las cosas más
notables, ritos y costumbres del gran Reino de la China.
Roma.
― [1944]. Historia de las cosas más
notables, ritos y costumbres del gran Reino de la China.
Edición, prólogo y
notas por el P. Félix García, O. S. A. (Vol. II de «España Misionera»), Madrid:
M. Aguilar, s. a.
Heródoto. 1979 (V a.n.e.). Historia.
Libros III-IV. Traducción y notas de Carlos Schrader. Madrid: Gredos
(Biblioteca Clásica Gredos, 21).
Heródoto. 1993 (V a.n.e.). Le storie. Volume IV. Libro IV. La Scizia e la Libia. Introducción
y comentario de Aldo Corcella. Texto crítico de Silvio M. Medaglia. Traducción
(al italiano) de Augusto Fraschetti. Vicenza: Fundación L. Valla / Mondadori.
Rumeu de Armas,
Antonio. 1960. El obispado de Telde. Madrid - Las Palmas: Patronato de la Casa de Colón.
― 1986 (1960). El obispado de Telde.
Misioneros mallorquines y catalanes en el Atlántico. Madrid - Telde:
Ayuntamiento de Telde, Gobierno de Canarias / Cabildo de Gran Canaria, 2ª ed.
ampl.
Torriani, Leonardo. 1590. Descrittione
et historia del regno de l'isole Canarie gia dette le fortunate con il parere
delle loro fortificationi, en Wölfel (1940).
Urbano V. 1369. «El pontífice Urbano V
ordena a los obispos de Barcelona y Tortosa el alistamiento de diez clérigos y
veinte regulares para ser enviados a las misiones de la isla de Gran Canaria y
las otras adyacentes» (Viterbo, 31-VIII-1369), en Rumeu (1986: 187-188). [Ms.
Archivo Vaticano: Serie de Aviñón, tomo 259, fol. 94v].
Wölfel, Dominik Josef (ed.). 1940. Die Kanarischen Inseln und
ihre urbewohner. Eine unbekannte Bilderhandschrift vom Jahre 1590. Leipzig:
K. F. Koehler verlag.
BIBLIOGRAFÍA
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José. 2004 (1997). Sistemas de numeración y calendarios de las poblaciones
bereberes de Gran Canaria y Tenerife en los siglos XIV-XV. La
Laguna:
Universidad.
PaQUES,
Viviana. 1995 (1964). L'arbre cosmique dans la pensée populaire et dans la
vie quotidienne du Nord-Ouest Africain. París: L’Harmattan, 2ª ed.
REYES GARCÍA,
Ignacio. 2006. Amawal Esekenamazigh / Diccionario ínsuloamaziq [en
línea]: <http://www.ygnazr.com/amawal.htm>.
Islas Canarias: Foro de Cultura Ínsuloamaziq. [Consulta: 8-VIII-2010].
REYES GARCÍA,
Ignacio. 2007. La madre del cielo. Estudio de filología ínsuloamazighe.
S/C de Tenerife: Foro de Investigaciones Sociales. [2ª ed. (2010) disponible en
línea]: <http://www.ygnazr.com/Madre_Cielo.pdf>.
[Consulta: 8-VIII-2010].
RUMEU DE ARMAS,
Antonio. 2006 (1975). La conquista de Tenerife (1494-1496). La Laguna: Instituto de
Estudios Canarios, 2ª ed.
NOTAS
1 El
concepto ínsuloamaziq (pl. ínsuloamazighes) hace referencia a la población, lengua y cultura amazighes
desarrolladas en las Islas Canarias antes de la conquista europea del
Archipiélago. ↺
3 El autor ha
publicado esta información en dos ocasiones: «Primera imposición de un nombre
guanche después de la
Conquista», en <http://www.diariodecanarias.com> (2001)
y «Bautizo guanche», en <http://www.jubilatas.com> (2007), pero ambos
sitios digitales se hallan hoy desactivados. No obstante, el autor nos ha
confirmado el contenido lingüístico de esta información. ↺
6 Samarin = Zammarin
‘poderoso, que tiene poder o es capaz de’ (Reyes García 2006).
Autor: Ignacio Reyes
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