Guayre
Adarguma*
La comunicación con los antepasados
En la isla Chinech (Tenerife),
durante el ceremonial en el que se entroniza al nuevo Mencey se establece
comunicación con el mundo de los antepasados: a través del hueso de un
antecedente del nuevo jefe, al entrar en relación con el primer antecesor del
linaje de quien depende el poder que le ha sido conferido por el valor sagrado
que poseen aquéllos. Esta comunicación con los muertos se renueva con ocasión
de la muerte de un Mencey.
El viajero italiano Benedetto Bordone, que pasó por las
islas Canarias en la primera mitad del siglo XIV, nos dejó una breve
descripción de sus habitantes y costumbres entre las que recoge la figura del
mensajero al “más allá” en los siguientes términos: “...que la menor de
ellas es de circunferencia de 90
millas, pero aquellas, que habitan los infieles son de
muchos mayores, e de pueblos más abundantes, y sobre todas las otras la Gran Canaria, en la
cual se encuentra alrededor de ocho mil almas, más o menos, y después de esta
Tenerife, después sigue La Palma,
que poca gente conoce no obstante isla bellísima, y todas tres fortísimas de
manera que no temen de alguno de ser de alguno tomada. Tenerife, es la más alta
isla del mundo, de la cual con tiempo sereno se puede ver a setenta leguas de
distancia en el mar, que son millas doscientas cuarenta, y tiene en el medio,
en forma de una punta hecho, altísimo, la cual continuamente arde, y así se
afirma de aquellos que la han visto, y además dicen que aquel monte tenía por
altura millas seis, por tres islas o sea la Gran Canaria,
Tenerife y La Palma,
tienen por número nueve señores, los cuales por la fuerza se hacen, y por tales
tiranías grandísimas guerras entre ellos se cometen, no ya con armas, por que son de aquellas del
todo privados, pero con piedras y mazas de madera, a sus guerras imponen el
fin, y por eso todos desnudos son, en el matarlos hacen admirable operación, no
obstante algunos de pieles de cabras sean cubiertos, y similmente algunos
otros, para ampararlos no tanto de las guerras, cuanto del frío “no obstante
poco o nada haga”
De cebo de pico y de zumo de hierbas hacen de ello una
composición con la cual se untan para hacer su piel gruesa. Habitan en las cuevas
de las montañas, y sus víveres es el pan de cebada, carne y leche de cabra.
Tienen vino y higos abundantemente y las cosechas es de
marzo y de abril. Viven sin alguna
religión que el sol, y que la luna y que otra cosa como ellos más es disgusto,
adoran. Y entre ellos las mujeres no son
comunes, pero cada uno tantas coge, cuantas a él gusta, haría alguno “por vil
que sea” que alguna de aquella fue mujer a casa condujera si con el señor suyo
no fuese virgen, eso que a grandísima vergüenza con tal cosa se tendría, esto
dormir que hace la mujer con el señor a grandísimo honor se tiene.
Y además de aquella costumbre, hay otra que está hecha
de esta manera: que creado el señor, y en la señoría puesto sin otro
impedimento, habrá algunos de sus súbditos a su señoría se presenta, y aquella
para honrar la fiesta se ofrece de sí mismo matar, y por tal cosa ver, o sea el
efecto de la ofrenda hecha todo el pueblo se reúne en un cierto valle
profundísimo, y aquello, que de morir por el señor mismo se ofrece, a altísima
rupe accede, y después de algunas
ceremonias echas, y algunas palabras en laude de su señor dichas, subido en de
aquella rupe altísima se tira, por aquella, no queda más que en el fondo de
aquel valle en pedazos combertido, donde después del pueblo es encontrado, y el
señor por tal efecto, a sus parientes de mucho agradecido le queda.
Estos isleños son buenísimos saltadores, y una piedra con
mano trayendo, donde le gusta la ponen. Sua carnes con zumos de hierbas pintan,
estas sus pinturas son de diferentes colores echas, o sea verde, amarillo, y
bermellón, con muchos bellos animalitos, y además de follaje, y otras cosas”
(Diogo Gomes, en B. Bonnet, 1941: 98-99).
Este texto resulta muy explícito
sobre la comunicación con los antepasados a través de un emisario joven, por
medio de un auto sacrificio. Esta información no se hace extensiva al resto de
la población, seguramente porque a través del Mencey difunto re- cibirían todas
las noticias, al repetir en el mundo de los muertos, igual modelo social que el
de los vivos.
Quizás es en este contexto donde
deberíamos estudiar los denominados suicidios rituales, de los cuales nos son
más conocidos los llevados a cabo en la isla Tamaránt (Gran Canaria) por el
caudillo Bentejuí y el Faykan de Telde, el hawarita (Palmero) Tanauzú y e los
penúltimos menceyes de la isla Achinet, Bentor e Ichasagua. Estos caudillos de
la nación canaria, al ver el extremo peligro en que se encontraba la Matria ante el feroz empuje
de los invasores extranjeros, optaron por ser ellos los mensajeros y viajar
personalmente al seno de Magek a dar cuenta a los espíritus de los ancestros de
la gravísima situación por la que atravesaba la Matria y recabar la ayuda
de los mismos para remediar al pueblo.
El pueblo canario ha venido
manteniendo abiertamente la comunicación con los espíritus de los nuestros
ancestros ubicados en el seno de Magek, y de manera no cruenta hasta fechas muy
recientes. A pesar de la brutal persecución
desatada por el sistema imperante el cual ha conseguido que esta piadosa
tradición haya dejado de practicarse públicamente. La documentación escrita nos
ha legado múltiples ejemplos de esta práctica, aunque ya con profundas
connotaciones cristianas, como por ejemplo los denominados “Baile de los muertos” o “Bailes de los angelitos”.
Veamos algunas muestras: Por los
antecedentes que he recogido se puede asegurar que hasta tiempos relativamente
recientes se celebraban en casi todo el Archipiélago los funerales de los
angelitos con jolgorios, bailes y banquetes rituales mortuorios.
Como resto de
esa tradición podemos citar para la segunda mitad del siglo XX, “el baile de
los muertos”, en Valle Gran Rey, de la Gomera que al presente en algunos casos celebran
a puerta cerrada por la propaganda que en contra se hace por parte del sistema
imperante: Amortajado el niño y colocado sobre una mesa en la habitación más
espaciosa de la casa, se reúnen en el referido local los padres padrinos,
familiares y vecinos para festejar el suceso con el baile de los de los muertos
y algún “canecaso” de aguardiente o de vino de cuando en cuando.
Al son del tambor, las chácaras y
la flauta rompe el baile (El Tajaraste) el padrino llevando en los brazos el
cadáver del ahijado y después de dar un par de vueltas por la sala lo entrega a
la madrina para que haga lo mismo.
Seguidamente depositan de nuevo
el cadáver de la criatura sobre la mesa y se da comienzo a la juerga general
que dura algunas horas. Al dar por terminado el baile empiezan los recados,
unos después de otros se acercan al cadáver y le prenden con alfileres a las
ropas alguna flor o bien un trocito de cinta o trapito como señal para que el
Ángelito recuerde el encargo, a la vez que envían recados a las personas
queridas que moran en el cielo (Seno de Magek); quien los padres y hermanos, quien a los parientes
y amigos; cuyos recados consisten unos en las intenciones y otros para que
sirvan de intermediarios con Dios para que la cosecha sea buena, para recobrar
la salud, etc. (B. Alfonso, 1985:261)
Generalmente
los sentimientos más profundo de un pueblo cuando son despreciados y
ninguneados por cualquier sistema excluyente, busca refugio en el folklore,
último reducto de resistencia, de
conservación del espíritu nacional y de la memoria colectiva, a pesar de los
múltiples esfuerzos desplegados por los estamentos oficiales para reconducirlos
hacía sus proyectos de aculturización. En el tema que nos ocupa, una Asociación
cultural de la isla de La
Gomera ha sabido plasmar estos sentimientos tan arraigados en
lo más profundo del ser canario en el siguiente relato:
“El hijo de Cristóbal Chinea
–Antonio- murió con siete años -se
desriscó mientras cuidaba unas cabras- al trabársele el hastia subiendo
por el camino de la
Tranquilla.
Tardó en llegar al cielo. El
llanto de sus padres empapó sus alas de angelito. De su caja no colgaron las
coloreadas cintas con los recados a los seres queridos (‘Cuando llegues al
cielo, si ves a mi madre, dile que no me olvido de ella’, ‘cuando veas a Dios
ruégale por mi hermanita enferma’). La suya fue una partida triste, sin el
tambor, sin las chácaras, sin el baile del tambor, sin el aliento de sus
antepasados...
El tambor estaba presente en
todos los momentos de la vida. Cuando un niño nacía, ya esa noche se mataba una
oveja, se buscaba vinito del mejor. La taza de caldo para la mujer, el pedazo
de carne y el vino para el marido. Y la juelga de tambor ya se producía en esa
casa. El tambor haciendo acto de presencia cuando aquél ser venía al mundo. Era
de alegría, de haber dado a luz la mujer y tener ese hijo que se esperaba.
Al bautizar el niño, ¡eso era ya una fiesta! Se llevaba al niño desde el caserío hasta la iglesia, con los padrinos y los acompañantes al toque de tambores y chácaras (“Qué buenos padrinos tienes / Hiloria si no te mueres”).
Al bautizar el niño, ¡eso era ya una fiesta! Se llevaba al niño desde el caserío hasta la iglesia, con los padrinos y los acompañantes al toque de tambores y chácaras (“Qué buenos padrinos tienes / Hiloria si no te mueres”).
Pero lamentablemente demasiados
niños morían en aquél tiempo y muchas veces el mismo traje del bautizo sirvió
de mortaja al niño muerto. Esa noche, amortajado el niño y colocado sobre una
mesa en la habitación más espaciosa de la casa, se reunían, primero los padres
con los padrinos, y luego, después, los familiares y vecinos para acompañar y
festejar el suceso con el baile de los muertos y algún ‘cancanaso’ de parra o
vino de cuando en cuando. Al son del tambor, las chácaras y la flauta rompía el
Baile del Tambor. Había por norma que el padrino tenía que agarrar al niño de
donde yacía muerto, cogerlo en sus brazos y dar una vuelta a toda la
habitación, bailando a golpe de tambor (“Sube al cielo María del Pino / y ruega
por tu padrino”). A continuación se lo entregaba a la madrina para que hiciera
lo mismo (“Quiero que me guardes Hiloria / un traje para mí en la gloria”).
Luego se colocaba ese angelito en su lugar otra vez y así se pasaba la noche,
cantándole y tocando y bailando hasta el día siguiente en que se llevaba al cementerio.
Durante esa noche y al partir para el campo santo, todos los vecinos que tenían
familiares que se le habían muerto, con ese angelito, le mandaban recados a las
personas queridas que moraban en el cielo y para que los recordara le ponían
cintas y flores para enramar la caja (‘Dile a mi padre que la niña que dejó
pequeña ya se casó, y que por aquí estamos todos muy bien. Y para que te
acuerdes te pongo esta cinta de color verde’). Y la frase ritual del pésame:
‘para que usted mande muchos angelitos p’al cielo’.
El tambor estaba manifestando un
gesto de duelo pero también de júbilo, toda vez que se pensaba que cuando un
niño moría, si se le cantaba hacía más rápidamente su recorrido hacia Dios. Era
‘pecado’ llorar ya que ello impedimentaba el camino recto del angelito hasta el
cielo, ‘llorar por dentro se llora, aunque por fuera se canta’ (“Ay buen Dios,
dolor tan grande / muerto el niño y canta el padre”, “Al cielo subes María / y
tu madre esternecía”). Eso es lo que se creía. Se cantaba y se bailaba hasta
llegar al cementerio (“Hiloria le lleva un ramo / a la virgen del Rosario”).
Luego vinieron las chanzas, los
desprecios. La gente de la costa cuando se encontraban con los de ‘los altos’ o
los padres del muerto los llamaban ‘magos’ en forma despectiva y le hacían
chanza repitiendo las mismas canciones y los encargos que le habían hecho al
niño fallecido. Ya a finales del siglo XIX y principios del XX se hacían los
‘velorios de angelitos’ a puerta cerrada. Y poco a poco la tradición se
desvaneció, el baile de los muertos fue un eco cada vez más lejano y los
angelitos ya no tuvieron quien los velara.
La línea se cortó...
Pasados unos días de haber
enterrado a este angelito, había una juelga de tambores frente a la casa de
Cristóbal en Guadá. Y él, asomado a la ventana, estaba contemplando aquella
juelga con una infinita tristeza. Pero su mujer se dio cuenta y le dijo: ‘Pero
bueno Cristóbal, ¿qué te pasa a ti? Mira, por qué no te quitas lo que puedan
decir de ti.
Vete allí y cántale a tu niño’.
Entonces ‘garró’ el hombre el tambor y cuando los demás lo vieron ir hacia
ellos, se dieron cuenta a lo que venía y acordaron dejarlo cantar. Y él entró
cantando con fuerza y sentimiento, para que su niño llegara al cielo, tal y
como lo habían hecho sus antepasados: “Yo mandé un ángel p’al cielo / y si no
canto me muero”. (Asc.Guadá.)
Por otra parte, en la actualidad
vasta visitar cualquier cementerio de nuestras ciudades o pueblos para ver como
muchas personas hablan con sus difuntos como si realmente estuviesen presentes
físicamente, en ocasiones se puede escuchar diálogos realmente enternecedores,
propios solamente de los pueblos portadores de una profunda espiritualidad como
el canario.
COSTUMBRES
MORTUORIAS CANARIAS
[...] Toda esa noche se iba
agudizando el duelo de hora en hora hasta la amanecida, que era el tiempo
reglamentario para la celebración de los chaxacos o entierros; pero antes de
ponerse en marcha el cortejo fúnebre, tanto los hombres como las mujeres que
sentían grima saltaban por encima del cadáver o le besaban una mano “para
que nos les dejara miedo” costumbre que aún conservan algunos caseríos de la Victoria, La Matanza, Arico y otros
pueblos.
La comitiva iba atronando el
aire con sus lamentaciones, hallábase formada por los individuos de ambos sexos
de la familia civil y de la individual, precediendo las mujeres y
detrás los llorones, sacerdotes, amigos y numerosas personas de los
distintos auchones o tagoros según el prestigio y clase del difunto. Llegada a
la necrópolis, después de un variado ceremonial del clero en medio de grandes
alaridos del séquito, encerraban con el xaxo cierta cantidad de alimentos y
tapiaban cuidadosamente la puerta de la gruta; alimento que como ya dijimos
renovaban de vez en cuando por fuera de la cueva, para que comiera el sosia en
sus visitas.
Seguidamente
los doloridos y todo el acompañamiento retornaban al auchón para disolverse
después de “celebrar el banquete fúnebre que daba el muerto”. (Juan
Bethencourt Alfonso, 1994, t.2:300)
Esta piadosa
práctica estuvo vigente hasta no hace muchas décadas entre las poblaciones
rurales de las islas aunque ya con una gran carga de conceptos impuestos por la
religión foránea.
El Escobonal.
Al que muere lo bajan en el acto
de la cama, porque si tiene pena está penando mientras se encuentra en la cama.
Porque como Dios prometió que habíamos
de ir a la tierra, cuanto más tarde, más pena. En el acto mismo quitan del basal la loza y la ponen dentro de una
cesta, hasta que salgan a la misa porque si la dejan el basal viene el espíritu a trafegar
y hacer ruido en la loza. El que muere con un ojo abierto y otro cerrado es
porque llama a otro.
El Escobonal.
El que muera, aunque esté en
gracia, si dejó dinero enterrado no entra en el cielo. Se sabe que está en
gracia porque viene vestido de blanco; pero no entra en el cielo, hasta que
saquen el dinero.
Garachico.
El Obispo católico Fernando de
Rueda, en su decreto visita del año
1584, mandó «que ninguna mujer, ni hija, ni hermana del difunto fuese a los entierros, como era costumbre,
a llorar en la iglesia, y estar besando,
abrazando y tocando el cuerpo cadáver, como si fuesen gentiles.
Vilaflor de Chasna.
Hasta principios de este siglo
(s. XIX), cuando moría un individuo en los pagos lejanos de Vilaflor ,
jurisdicción que contaba entonces algunas leguas, los que conducían el cadáver
al pueblo, así que llegaban a un punto que dominara algún caserío tocaban un
caracol (bucio) como señal preventiva,- gritando luego tres veces: «A las obras
de misericordia» y todos los que oían la voz se acercaban al cadáver para
sustituir a los que le habían traído hasta allí; que a su vez hacían lo mismo
cuando llegaban a otro punto más o menos habitado.
Tacoronte.
El pésame más común es: «Dios le
dé mucha vida para que ruegue a Dios por el alma de…”.
Se dice que antiguamente daban el
pésame en la siguiente forma: «Aquí vengo, sí; aquí vengo, no; a quitar
pesares, que a dártelos, no. A romper canillas, calcañal y hueso, y a quitar
pesares, de aquel que está tieso».
Los Realejos.
El pésame que dan a los padres
que pierden un niño es el siguiente, «Mucha vida les dé Dios para que manden
angelitos al cielo!». Si el cadáver es de persona mayor, en este caso los
doloridos se sientan en un rincón y el acompañamiento pasa por delante uno a
uno, diciéndole: «Mucha vida le dé Dios».
Valle Guerra.
En el Valle de Guerra, Esperanza
y otros pagos, testan señalando la cantidad indispensable para dar de comer y
beber a los que acompañen a sus cadáveres.
Candelaria.
Gran llanto al morir el individuo
«pues cuanto más gritan más siente.
Si el cadáver procede de algún
pago es costumbre obsequiar al acompañamiento en Candelaria, con papas, pescado
salado, pan, queso y vino.
De regreso el acompañamiento va a
la casa mortuoria o de los doloridos y formados en círculo, uno de ellos se
coloca al lado del Cristo y las velas que estuvieron a la cabeza del cadáver y
reza tres padrenuestros tres avemarías y un responso de réquiem. Luego desfilan
los hombres y las mujeres quedan llorando. Al tercer día tiene lugar la misa del
finado, a la cual acompañan los que fueron al entierro. Acabada, el cura, con
el acompañamiento, se dirige a la casa de duelo y repiten el rezo dirigido por
él.
Terminado hay nuevo llanto de
mujeres; pero aquí termina. Es de advertir que los vecinos van a acompañar a
llorar a los doloridos. Hoy no se lleva ningún traje especial a los entierros.
Tacoronte.
A la muerte de un individuo, su
familia manda a decir 30 misas, que llaman de San Gregorio (cuestan l0 pesos).
Estas misas deben decirse sin interrupción para que sean eficaces.
Los duelos de despedida, después
de rezar un padrenuestro, diciendo, «mucha vida».
Después de la misa de duelo, iban
hasta hace pocos años a echar, el acompañamiento, un trago en la casa del
dolorido.
Vilaflor.
La gente cree que los niños
ruegan en el cielo por su familia y si mueren, 7 de un mismo padre, dicen tiene
un coro de ángeles, y que por lo tanto la salvación eterna de los padres, es
segura. Al día siguiente del entierro, se dice la «misa de difuntos» a la que asisten,
sobre todo; las mujeres, casi todo el pueblo, después de la misa se dirige a la
casa mortuoria (que es la habitación) y repiten la fórmula anterior (de
pésame), el cura con algún hombre, pero no las mujeres. Es costumbre que las
mujeres que acompañan a las mujeres de la casa-habitación del difunto lloran a
grito, al sacar el cadáver, ha-ciendo coro a la familia.
La
Victoria.
El día de finados llevan pequeños
jarros de agua bendita a las casas, no sólo para beber algún buche sino para
regar las habitaciones, para que el enemigo (el diablo) no entre.
El Escobonal.
En la sierra de Chaboime, sobre
Arico se ve con frecuencia luces azules, que son «almas en pena».
Para saber si son se le dice: «Si
eres anima del otro mundo y te paras, te rezo un padrenuestro y un ave maría».
Si es, se para. Así que se reza o
se le acaba de ofrecer vuelve a caminar. En cuanto un alma del otro mundo viene
es que no está en el infierno.
Esero (El
Hierro).
El cuadrante o ¿derecho? era el libro en que se sentaban las
misas que dejaban los testamentos. Id. del libro de capellanías.
En el Hierro, si bien la
costumbre ha decaído, acompañaban los cadáveres tanto hombres como mujeres, del
vecindario, desde los campos a la parroquia; deteniéndose en ciertos puntos,
llamados goronas (que consisten en
una especie de corral semicircular, con asientos para descansar) y en otros puntos, aunque no fueran goronas, pasos dominantes de regiones
más o menos extensas, para llorar al muerto: continuando después
tranquilamente.
En el llanto se hacía mención o
ensalzaban las excelencias del difunto.
Después, comen y beben, no se
sabe si por hábito originado de las distancias grandes que recorren.
A los que mueren en Esero (El
Hierro,) se acostumbra lavar los pies, manos y cara. A los niños y solteros, de
cualquier edad hombres y mujeres, que están en concepto del público, vírgenes,
les ponen, después de muertos, las manos enlazadas sobre el pecho, con un ramo
de flores. Si no disfrutan del concepto de virginidad se los colocan como a los
casados; es decir, los brazos tendidos sobre el pecho, dispuestos
paralelamente. Los padres y demás familia, no abandonan la habitación mortuoria
hasta que el cadáver sea conducido al cementerio.
Tanto los padres como las
familias acostumbran en sus llantos manifestar a gritos las virtudes y
generosidad del muerto, su valor, la protección que dispensaba, etc.
Lo que unos callan, lo dicen los
otros. El cadáver después de enterrado, el acompañamiento se dirige a la casa
mortuoria donde se despide el duelo, después de rezar juntos un padrenuestro y
un ave maría. El domingo próximo; por lo regular, se celebra la misa de
difunto. Para esto todos se dirigen a la casa mortuoria, y acompañando a los
padres, hijos y hermanos, se encaminan juntos a la iglesia; concluida la
ceremonia religiosa, nuevamente se dirige el acompañamiento con la familia del
difunto a la casa mortuoria; rezan otro padrenuestro y otro ave maría.
Terminado esto, algunos piden de favor un padrenuestro u otra oración por el
alma de algún deudo, etc. Terminado esto se pone una mesa, donde todo el mundo
come, y a todos se le permite cierta alegría y buen humor. Concluido, se
despiden y se marchan.
Fórmula de pésame, con motivo de
alguna muerte, de los que acuden a expresar su sentimiento a la familia del
duelo: «Aquí vengo, sí. Aquí vengo, no. Con mi cara mondinga, a quitarle el
pesar, a dártelo, no!». Luego contestan los doloridos, en verso, que desconozco
aún.
Titoreygatra
(Lanzarote)
Hasta hace poco tiempo se
celebraba la muerte de un niño, comiendo,
bebiendo y bailando.
Bailes mortuorios. Hay la
tradición de que antiguamente cuando moría un niño, celebraban el
acontecimiento con bailes en la casas.
En Yaiza. Si un niño muere antes de cumplir el
año, todos los gastos del entierro son por cuenta del padrino.
(Lanzarote y Gran Canaria)
Se dice que una persona tiene un
alma arrimada cuando el espíritu de individuo que haya muerto, vive
constantemente o periódicamente en comunicación con ella y que se le arrima por
lo regular con objeto de pedirle perdón por algún daño que le hizo en la
tierra.
Para que desaparezca el alma
y vuele al cielo, es bastante que el
interesado realice lo que aquella le pida, tal como decir misas, cumplir
promesas; etc., y si es por daño que recibió el individuo que la tiene
arrimada, con que le diga: «yo te perdono para aquí y para delante de Dios».
Haría.
Hay algunos que creen que se les
arrimaban (almas) y se les ponían encima de la espalda y les hablaban, para
notificarle dónde había dejado el dinero enterrado, para poder subir al cielo.
Al que se le arrimaba se echa en el suelo, boca abajo, al peso del mediodía
pues avisado por la noche en la cama, salía a ciertos puntos «para descargar al
alma de la pena que tuviera». Como decirles misas, etc.
Teguise.
Creen que hay almas arrimadas,
hace poco tiempo que a una de Guatiza le empezó un alma a maullar como gato.
Casi siempre se arriman para pedir perdón por haberle hecho en_vida algo malo.
Basta decirle para que no vuelva «Yo te perdono para aquí y para delante de Dios».
Creeen que ay gente que tiene el
diablo en el cuerpo.-
Tamaránt (Gran
Canaria: Agüímes).
Cuando está muriendo un individuo
los domésticos y parientes rodean con solicitud al moribundo. Así que muere
levantan todos un llanto ruidoso que dura hasta que enronquecen sin separarse
del cadáver. Delante de ellos lo amortajan, y a su vista permanecen sin
separarse hasta que 1o entierran, momento en que redoblan el llanto.
En la casa mortuoria no se hace
de comer en 9 días. Los parientes y vecinos traen de sus casas la comida
preparada y acompañan a comer. Después una de las mujeres que acompañan dice en
voz alta, lo que cada uno ha traído (Ato. 1793).
Gáldar.
«Son parcos en sus convites de
bodas y generosos en sus funerales». Pues en el día del entierro no es
necesario hacer de comer en la casa mortuoria: los amigos le envían lo
necesario y preparado aque1 día; cuya urbanidad es recíproca».
Erbania (Fuerteventura).
En algunas partes los doloridos
se sientan en el mismo punto donde estaba la cama del enfermo y allí lloran en
voz alta, las virtudes del que ya es cadáver. Tumban los bancos, vuelven las
láminas o cuadros, quitan los platos «losa» del vasar.
Betancuria
Los hombres llevan el sombrero
desalado, corbata negra y barba crecida en señal de luto.
Las mujeres llevan sobretodo
negro por la cabeza y encima sombrero también desalado.
Cuando muere algún individuo de
la familia se vuelven los cuadros y espejos, y se quita de la destiladera la
loza y demás adornos mientras dura el
luto no se blanquean las habitaciones ni se caldea el horno y si quieren amasarlo (el pan) van a casa de
un vecino.
En Erbania (Fuerteventura) cuando
entraban a los velorios por muerte de alguien, decían: «Dios guarde el calafote
frío, de la calavera mundana». Respondía el dueño: «Quien estas palabras viene
a palabriar; allí está la silla, váyase asentar».
Antes se hacía comida en la casa
en que fallecía un individuo, para comer el acompañamiento, al regresar del
entierro.
Cuando se llora a un muerto, es
costumbre pregonar sus virtudes y hechos gloriosos; así como la falta que hace
en la casa.
La
Gomera.
Todo niño que muere sin haber
“mamado leche pecadora” será un serafín; es decir, que no pasa por el
Purgatorio sino la punta del dedo margaro. Si llega aunque sea una sola vez a mamar
“leche pecadora” pasa por el Purgatorio.
Los niños que mueren sin ser
bautizados van al limbo, donde siempre están diciendo fin, fin. Porque para
salvarse necesitan que venga la fin del mundo. Los entierran en punto no
sagrado.
Alajeró.
Cuando muere alguno todos los
vecinos acompañan el cadáver al pueblo, y el que no puede o quiere, se trepa en
un morro a llorar a gritos por el muerto.
Rezado para dar el pésame al
dolorido (en casos de muerte). «jAquí vengo sí, aquí vengo no (o yo) a dar
alegrías que pesares no, del pértigo tieso que de aquí salió».
Contestación
«Entre vecino, que en siendo su
tiempo, haré lo propio».
Benahuare (La Palma)
Tedote ayt Benahuare (Santa Cruz
de La Palma)
A los ocho días se dicen misas de
difuntos o se hacen los funerales; con ofrendas de pan y vino. (Bethencourt
Alfonso, 1991).
Este somero
repaso a algunos aspectos de nuestra cultura y tradiciones amigo Altakay,
espero que haya servido para refrescarnos la memoria en torno a las mismas,
pues otro fin no persigue. En un próximo comunicado te haré llegar (si me lo
permites) un articulillo en torno a los sitios cultuales de nuestros
antepasados, en el cual podremos ver que a pesar de la sincretización sufrida
el substrato de nuestras tradiciones mazigias en torno a nuestros difuntos
continua vigente.
Mientras tanto,
ruego a nuestra Diosa-Madre Chaxiraxi que cubra con su Manto de Luz, tus
espíritus y los de tus seres queridos.
* Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
eduardobenchomo@gmail.com
Ciudad
colonial de Eguerew noviembre de 2007.
Para saber
más:
Fuentes consultadas:
portal.rds.org.hn/listas/hibueras/msg78911.html - 31k
-
Graciela Paula
Caldeiro, en: Creative Commons,
Elías Serra Rafols y Leopoldo de la Rosa Olivera
Acuerdos del Cabildo de Tenerife, tomo II, 1508-1513.
Fontes
Rerum Canariarum
Instituto
de Estúdios Canarios
La Laguna
1996
Dr. Juan Bethencourt Alfonso
Costumbres Populares Canarias de Nacimiento Matrimonio y
Muerte.
Introducción. Notas e Ilustraciones de Miguel A. Fariña
González
Ed. Aula de Cultura/Museo Etnográfico de Tenerife
Exmo. Cabildo Insular de Tenerife 1985.
Buenaventura Bonnet y Reverón
Revista de Historia, Varios números.
La Laguna
1925
Rafael Muñoz Jiménez
La Piedra Zanata
y el Mundo Mágico de los Guanches
Ed. Museo
Arqueológico de Tenerife
Cabildo
Insular de Tenerife
Santa Cruz
de Tenerife, 1994.
Antonio L. Cubillo Ferreira
Comunicación dada en la Universidad de Verano
de Agadir, Marruecos.
21-23 de julio de 2000. En: www.elguanche.net
Agrupación
folklorica de Chacaras y Tambores Guadá
La Gomera.
En: www.gomera.com.es/El%20Trastero/velorio.htm
Ignacio Reyes García
Guanche un gentilicio mestizo
Publicado en el periódico La Gaceta de Canarias, 22 de abril de 2001.
Dr. Ignacio Reyes García en:
Amawal
Esekenamazigh
Diccionario ínsuloamazighe
Isekenen n Tkanaren, 2956)
Antonio Tejera Gaspar
La Religión de los Guanches:
Ritos, Mitos y leyendas
Edición de: Asociación Cultural
de las Islas Canarias
La Laguna-Tenerife,
1988.
Leonardo Torriani
Descripción de las Islas Canarias
Traducción, Introducción y notas
por Alejandro Ciuranescu
Goya Ediciones, Santa Cruz de
Tenerife 1959.
El Infierno del
miedo Becao: el Escribidor Profesional
En: www.sindioses.org/sociedad/infierno.html
El origen de
Tenerife
Dr. Ignacio Reyes
García
En: La Gaceta de Canarias, 20 de mayo de 2001.
* Seudónimo de Eduardo Pedro García Rodríguez
Muchas gracias por el trabajo que te tomas en dar a conocer nuestra memoria borrada.
ResponderEliminarLa verdad es que se encuentran muy pocos trabajos -sea de la rama que sea-- tan bien documentos como este.
ResponderEliminarMe gusta, y mucho, su artículo. Agrego su página a mi barra de acceso rápido.
Muchas gracias, señor(a).