Capitulo XVI
Si quieres ser sabio,
aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder
serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir.
Johann Kaspar Lavater (1741-1801) Filósofo, poeta y teólogo
suizo.
Chaurero n Eguerew
ELLA NO ES EL. V.
“Todo trabajo de investigación
científica sobre las religiones presupone la convicción de la posibilidad de
comprender una religiosidad ajena” (J. WACH, Zur Methodologie, 33). Esta
comprensión, en el caso de religiones de las que poseemos documentos escritos,
se logra sobre todo con el método de la investigación filológica. Toda
investigación de una esfera religiosa requiere por tanto el estudio de la
lengua respectiva, ya que las lenguas son la expresión más inmediata del pensar
y, por lo menos en parte, más influida religiosamente. (Günter Lanczkowski)
Estimado don Fernando Báez, para
concluir este tema que nos ocupa –y tanto le preocupa- según expone en su
artículo Él no es Ella, nos
permitimos recomendarle la lectura de un libro que es sumamente esclarecedor de
la cuestión. Titulado La Madre del Cielo, esta editado por Fondo de
Investigaciones Sociales.
Su autor nuestro buen amigo el
Doctor D. Ignacio Reyes García, quien es doctorado en Filología y Licenciado en
Historia por la
Universidad de La
Laguna, es un profesional libre y consiguientemente sus
investigaciones no están influenciadas por imposiciones académicas emanadas
del sistema imperante en los circuitos
académicos en esta colonia. Es uno de los profesionales más destacados y
significados en su campo, no es seguidor-que sepamos- de religión o movimiento
espiritual alguno. Por tanto, podemos presumir que sus investigaciones
lingüísticas son digamos asépticas, y por consiguiente puramente científicas e
imparciales.
Por si le ofrece algún interés
nos permitimos reproducir de dicho trabajo el capitulo:
TRADICIÓN
AMAZIGHE
Hasta donde descubre el análisis filológico, la antigua
cosmogonía ínsuloamazighe sigue la más atávica tradición norteafricana.
En concreto, como ya argumentó hace una década el
matemático e historiador José Barrios García (1996, 1997), la concepción isleña
del mundo se habría organizado también en torno a una estrella colosal, Canopo,
obligada referencia astronómica y calendárica en el hemisferio austral,
solapada por la transculturación colonial con la advocación mariana de la Candelaria.
El magnífico estudio entológico realizado por la profesora
Viviana Pâques (1964) en el Fezzan, Túnez, Argelia, Sahara y Malí verifica la
profundidad histórica y la dispersión étnica de este pensamiento cosmogónico en
toda la mitad septentrional del continente africano. En resumen, dicha
interpretación emplaza la creación del cosmos en la explosión de una estrella
primordial.
Este «huevo del Mundo» habría estado compuesto en su
origen por una mitad superior, blanca y seca, y una mitad inferior, roja y
húmeda, separadas por una especie de germen negro, representado por una
serpiente. Su estallido habría lanzado al espacio cuatro unidades diferentes:
un huevo blanco, al Este, emblema del cielo y del elemento fuego; un huevo
rojo, al Oeste, representación de la tierra y del elemento agua; un tridente
negro, al Norte, manifestación de la fecundidad y del elemento tierra,
simbolizado por la Serpiente
triple o árbol cósmico; y la misma figura, pero sin el trazo central (),
al Sur, signo del elemento aire. Un conjunto, entendido también como arquetipo
del ser humano, cuyos componentes devienen personajes de historias y rituales
que forman parte de las tradiciones básicas transmitidas a los niños desde
edades muy tempranas (Pâques 1995: 47-49).
Con algunas diferencias locales, en general el proceso se
explica y se representa a través de la inmolación anual de un morueco o
carnero, momento asimilado a esa explosión de la estrella matriz que generó el
primer cielo. Del sacrificio de Canopo habrían nacido cuatro constelaciones de
seis estrellas, que surgen en el cielo conforme a un orden específico, abierto
por la aparición de las Pléyades en primer lugar:
Selon les données astronomiques, Canopus se lève avec le soleil à 20º de
latitude (Tibesti), le 1er août et sa hauteur maxima au méridien est 17º 20’ au-dessus de l’horizon. A
la latitude de Murzuk, elle se lève le 11 août avec hauteur maxima 11º 25’ et à la latitude de 30º
(Ghadamès, Le Caire), elle se lève le 23 août avec hauteur maxima 7º 20’. Mais à l’oeil nu, on ne
perçoit le lever que quelques jours plus tard. Ces dates correspondent donc à
celle que la tradition nord-africaine a fixée à trois mois après le début de
l’été, fixé, lui, au 17 mai de notre calendrier, d’après le lever héliaque des
Pléiades [Pâques (1964) 1995: 36].
El orto y la puesta helíacos de Canopo, cualesquiera que
sean los acontecimientos de la vida social y económica con los que cada
comunidad los asocie, marcan sin duda las principales referencias calendáricas.
Sólo menos brillante que Sirio (Alpha Canis Majoris, de magnitud -1.58), aunque
ubicada a mayor distancia, Alpha Carinae (magnitud -0.86), la «Estrella de
Osiris», nuclea un mito genésico absolutamente integrado en unas culturas
siempre muy ligadas al medio natural. Pero su influencia impregna otras muchas
parcelas de la existencia cotidiana: desde el diseño de una casa hasta la
organización de la sociedad, toda creación humana importante, sea cual fuere el
plano de la realidad en el que se exprese, reproduce el esquema cualitativo y
cuantitativo de esta dispersión estelar primigenia.
Tal concepción, que opera a su vez como principio de
equilibrio e indemnidad, suministra cohesión y garantías simbólicas de
continuidad a unas comunidades que, a pesar de haber podido introducir
alteraciones en el relato mítico, siempre han buscado en el cielo una pauta
positiva para comprender y controlar las condiciones históricas de su
reproducción. No obstante, las noticias relativas a épocas antiguas, por lo general
inciertas y difusas, despuntan con mucha dificultad entre una abigarrada
constelación de dioses y creencias.
A menudo se acude a una cita ya clásica del historiador y
geógrafo Heródoto de Halicarnaso (484
a.n.e. - 425
a.n.e.) para dar cuenta del contenido cosmológico de la
religión líbica, mientras
que se presta menos atención a la certera referencia que
añade relativa a una deidad femenina:
YÊousi d¢ ÑHl¤ƒ ka‹ SelÆn˙
moÊnoisi: toÊtoisi m°n nun pãntew L¤buew yÊousi, étår ofl per‹ tØn Tritvn¤da
l¤mnhn n°montew tª 'Ayhna¤˙ mãlista, metå d¢ t“ Tr¤tv ni ka‹ t“ Poseid°vni
[Heródoto, Hist. IV, 188 (1993: 200)]2.
Se escondan o no divinidades de origen líbico tras los
cultos griegos, Heródoto habla aquí de la diosa que fue conocida en Egipto por
el nombre Tehenut, es decir, ‘la Libia’ o ‘la Tehenu’, denominación de una de las dos grandes
agrupaciones líbicas de la
Antigüedad, junto con los temehu, bien atestiguadas en
el segundo milenio a.n.e. Como la
Atenea griega o la
Neith (Net) egipcia, esta Tehenut se relacionó con la guerra,
pero parece no haber perdido nunca su prístino valor fecundante. Con seguridad,
en el Imperio Nuevo, durante la segunda mitad de ese II milenio a.n.e., Neith,
la vieja deidad predinástica, se identificaba en el país del Nilo con la diosa
madre o numen primordial, que habría generado, además del universo, tanto a los
dioses como a los seres humanos. En concreto, el imaginario egipcio le confirió
la maternidad de Sobek, el dios ‘cocodrilo’, representación de la fertilidad,
equiparado por los griegos a Helios, el Sol.
Principios astrales y naturalistas substancian, pues, los
antecedentes religiosos más remotos de la cultura amazighe, que en
adelante adoptará así mismo figuraciones antropomorfas. Se trata,
en todo caso, de nociones, elementos y valores cuya
impronta se detecta también en Canarias.
Las primeras fuentes europeas sólo dejaron constancia, un
tanto genérica, del contenido astral que alentaba en la religión isleña:
[...] quod in Canaria et aliis ei adiacentibus insulis, quae Insulae
Fortunatae numcupantur, sunt personae utriusque sexus nullam legem tenentes nec
aliquam sectam sequentes, sed dumtaxat solem et lunam adorantes [...] [Urbano V
(1369), Ad hoc]3.
Un siglo más tarde, apenas aparece una leve precisión en
la memoria del viaje protagonizado por un comerciante veneciano, donde señala
que los habitantes de Tenerife: «Non hanno fede, ma adorano alcuni il sole,
altri la luna e altri pianeti, e hanno nuove fantasie di idolatria [...]» [Ca
da Mosto (1455), apud Ramusio (1550)]4. Aunque el enfoque misional trató
siempre de acomodar las creencias isleñas al imaginario cristiano, monoteísta y
patriarcal, para potenciar sobre los intereses civiles y militares la autoridad
del ejercicio evangélico en el proceso de conquista y colonización. Un
reduccionismo ideológico que, en fechas tardías, aún depone negaciones
significativas, acaso inspiradas por una cierta e interesada valorización del
aporte nativo al mestizaje que fluye en la nueva sociedad:
Los naturales destas
Islas no tuuieron Idolos, ni adoraron al Sol, Luna, ni Estrellas, ni piedras,
ni otras figuras ni tuuieron ritos, ni ceremonias, à vn solo Dios adorauan, que
dezian estaua en lo alto, y que este Dios los sustentaua, y daua la vida; en
cada Isla le nombrauan con diferentes nombres, conforme su lenguage, y segun su
modo de hablar [Núñez de la Peña
1676: 26].
Pero, si bien no hay pruebas que garanticen la naturaleza
cosmológica del culto a la divinidad femenina, las caracterizaciones que se
brindan a propósito de la devoción isleña a la Virgen de
Candelaria apenas admiten otra lectura. Cabe pensar, por
descontado, en figuraciones literarias, pero ya constituye un indicio el tenor
de esas descripciones. La más explícita de ellas alega que:
Otros demas deuotos
coraçones, / Dezian que las bozes y
armonia / Muſicas, cantos, lumbres proceſsiones, / Con aplauſo
y acorde melodia, / Eran a
cauſa ſuya, y los varones / En
quien
mas parte de prudencia
auia, / Dixeron ſer del cielo alguna
eſtrella / En traxe de muger hermoſa y bella [Viana 1604, VI:124v].
Quizá
simple retórica debida al ingenio poético del médico lagunero, aunque antes ha
dedicado dos estrofas más a exponer otros argumentos volcados para explicar la
aparición de la Virgen.
Cómo
no evocar, entonces, la tradición que recogieron los franciscanos en cuanto a
la nítida calificación nativa de esta imagen:
Sabido esto por los
moradores de las dichas islas, la comenzaron a tener en muy grandísima
veneración, llamándola Madre del Sol, la cual devoción ha quedado y está viva el
día de hoy entre todos los naturales, a quien los españoles llaman guanchas [sic],
y la adoran tanto como al mismo Dios [González de Mendoza (1585) 1944: 301].
Una ‘Madre del Sol’, congruente con la dimensión
norteafricana de Canopo, que retiene una divinización isleña persistente y algo
incómoda para lo que postula el dogma cristiano:
[...] y es tanta, la
que los naturales con esta santa reliquia tienen; que si la Fe no les enseñara la Candelaria ser madre de
Dios, y no Dios: la confessaran a ella y tuuieran por tal, según la Fe que con ella tienen
[Espinosa (1594, II, 1: 31v) 1980: 50].
Aunque, en opinión del dominico, esta singular devoción
viene motivada «por haberles en su infidelidad aparecido y a la ley evangélica
por su medio atraído» (Espinosa 1980: 50); un requiebro doctrinal quizá
inevitable para rematar una realidad sociorreligiosa difícil de digerir.
Pero la interpretación menos temeraria revela aquí un
culto ancestral a la diosa madre, que, no sin muchas reservas todavía, quizá
tendríamos que empezar a tomar en su dimensión primordial (¢rc»).
Sin embargo, toda cautela resulta insuficiente: los
informes que hemos reunido para recomponer los trazos insulares de esa
tradición, además de padecer un ineludible sesgo ideológico, recubren
un lapso de doscientos años de historia, donde evoluciones
endógenas e influencias externas debieron dejar una huella que aún no estamos
en condiciones de rastrear con exactitud.
1. FUENTES ESCRITAS
Si sólo consideramos la proposición nativa que designa a
la ‘madre de Dios’ (núm. 2), aceptar algo más que la mera traducción amazighe
del concepto cristiano sería bastante aventurado. Pero las fuentes
coloniales transmiten una voz, Chaxiraxi, cuyo estatuto semántico posee
un rango propio. Esa Virgen María, tenida por la ‘Madre del Sol’ y concebida
así como ‘la que sostiene el universo’, trasciende sin duda la caracterización
cristiana. Pretender que esta noción y su plasmación léxica se debieron a dicha
in fluencia religiosa, presupone aceptar un cierre categorial y discursivo
inconsistente y mutilador.
Tan mecánica e inocente no debió de ser esta asociación de
ideas, por cuanto el término nunca entró a formar parte de los recursos
literarios y votivos de las instituciones eclesiásticas, que se
habrían limitado a representar esa condición astral a
través de la vela que porta la imagen (símbolo traducible sin mayor
inconveniente a su noción de luz espiritual que ilumina el mundo).
NÚM. 1
[chaxiraxi]
§ «[...] y adoraban â Díos, â quien llamaban
Guaraxíraxí. y â Santa Maria despues que les aparecío la llamaban
Chaxíraxí. Y es de notar, que Guayaxíraxí, quiere decír, el que tíene al mundo.
Y Chaxíraxí, quiere decír, la que carga al que tíene al mundo»
[Abreu (ca. 1590, III, 13) d. 1676:
90].
§ «[...]
il nomauano Achuhuran Achahucanac, cioè il grande, il sublime; et alla Nra. //
Donna Chaxiraxi, et anco la chiamauano Armaxes guaiaxiraxi, che uuol dire la
madre di colui che sostenta il mondo» [Torriani (1590: 70v-71r) 1940: 166]5.
§ «[...] adoraban por cosa Celestial, y suprema
Deidad a la Virgen
de Candelaria, y a el Niño en su mano derecha llamaban Chijoragi hasta el tiempo
de la Conquista
contaban haver cien años solares que tenian à esta Señora en su
tierra, mui pocos mas ò menos y hacia en ellos admirables prodigios en medio de
ser paganos, y ydolatras» [Marín 1694, II, 20: 82].
— Ta aγir aγi, comp. f. sing. = ‘Ésta (la que)
carga el firmamento’.
*ta (> ča), pron. dem. f. sing. ‘ésta’. V. [T].
*aγir, s. m. sing. ‘firmamento,
bóveda celeste’. V. [H·Γ·R].*aγi, n. vb. m. sing.
‘hecho de sostener o cargar’. V. [Γ].
N. B. La ausencia de una preceptiva marca personal
en el lexema [Γ],
único que podía asumir una función verbal, mueve a considerar la expresión aγi como una forma
deverbativa. Esto nos deja con una versión literal del sintagma semejante a:
‘ésta es el soporte (o sostén) del universo’, la madre cósmica de ese
Guayaxiraxi o Wayya-aγir-aγi, ‘el espíritu
que es sustento del universo’, conocido más allá de eventuales influencias
cristianas, tanto en Tenerife como en Gran Canaria, por el adjetivo Acorán o Aqqoran,
‘el Celestial’.
5 En traducción de A. Cioranescu (Torriani 1978: 179), el
fragmento dice: «También lo llamaban Achuhuran Achahucanac, es decir,
‘el grande, el sublime’; y a Nuestra Señora, Chaxiraxi, y también la
llamaban Armaxes Guaiaxiraxi, que significa ‘la Madre de aquél que sustenta
el mundo’».
Cf. 1. Álvarez Delgado (1945: 21) cita: «chaxerax
(nominativo) como ‘gran dama’ o ‘Gran Señora’, o ‘Señora Universal’; y chaxiraxi
(con genitivo) como ‘señora del mundo’, ‘señora del universo’, o ‘reina de
todo’». 2. Bethencourt et al. (1996: 112) citan: «Podría
descomponerse: TA-GER-AK = ‘la que está cerca de todos’».
NÚM. 2 [achmayex...]
§ «[...] il
nomauano Achuhuran Achahucanac, cioè il grande, il sublime; et alla Nra. //
Donna Chaxiraxi, et anco la chiamauano Armaxes guaiaxiraxi, che uuol dire la
madre di colui che sostenta il mondo» [Torriani (1590: 70v-71r) 1940: 166]6.
§ «[...] y adoraban â Díos, â quien llamaban
Guaraxíraxí. y â Santa Maria despues que les aparecío la llamaban
Chaxíraxí. Y es de notar, que Guayaxíraxí, quiere decír, el que tíene al mundo.
Y Chaxíraxí, quiere decír, la que carga al que tíene al mundo. Y por
otro nombre llamaron a Santa María Atmayceguayaxíraxí, que
quíere decír, La madre del que carga al mundo» [Abreu (ca. 1590, III,
13) d. 1676: 90].
6 Ver nota 5.
§ «[...] porque esta es (diziendolo en su propio lenguaje)
Achmayex, guayaxerax, achoron, achaman. La madre del sustentador del cielo y
tierra y por tanto es Reyna de uno y otro»
[Espinosa
1594, II, 7: 42v].
— At may-əs wayya aγir aγi, prop.
= ‘He
aquí la madre del espíritu que sostiene el firmamento’.
*at, part. presentativa, ‘he aquí’. V. [T].
*may, s. f. sing. ‘madre’. V. [M].
*-əs, pron. suf. pos. 3ª pers. com. sing. ‘suyo/a’. V. [S].
*wayya, n. vb. m. sing. ‘espíritu (origen,
esencia)’. V. [Y].
*aγir, s. m. sing. ‘firmamento, bóveda
celeste’. V. [H·Γ·R].
*aγi, n. vb. m. sing. ‘hecho de
sostener o cargar’. V. [Γ].
N. B. El sentido de la frase permite salvar las
dudas que inspira la confusa representación gráfica del sufijo pronominal: may-əs se
refiere a la ‘madre de él’, es decir, de esa divinidad masculina que se
prefigura como el ‘espíritu sustentador del mundo’, connotada por Alonso de
Espinosa con otros dos de sus títulos principales, Achoron (Aqqoran, ‘el
Celestial’) y Achaman (Aššaman, ‘Relampagueante’).
Tal ideación acepta el correlato cristiano sólo desde una
óptica muy estrecha, pues esa noción de Dios o de un poder supremo se conoce
también en la iconografía amazighe continental, aunque con un alcance
quizá tan terrenal como espiritual.
Sin embargo, ya con apariencia de varón y en un contexto
religioso fehaciente, la mejor cristalización material de una figuración
simbólica de este tipo fue documentada en la isla de Gran Canaria por la
expedición ítalo-portuguesa de 1341 (aunque la pieza no ha llegado hasta
nosotros):
Inuenerunt
et insuper oratorium unum seu templum . in
quo penitus nulla erat pictura nec aliud adornatum . praeter
statuam unam ex lapide sculptam imaginem hominis
habentem manuque pilam tenentem nudam
femoralibus palmeis more suo obscena tegentem [Recco (1341)
< Boccaccio ca. 1342:
123v]7.
Cf. 1. Abercromby [(1917) 1990: 55] cita:
«En achmayex (achmayce), que ha de leerse mayeš, maise,
podemos encontrar el sufijo -s, ‘su’. La palabra para ‘madre’ es aquí y
en (Tam.) ma. El sufijo puede haber sido en Tenerife -is con la
inserción de una -y- entre las dos vocales. Pero el signo del genitivo n
se ha omitido después de -mayex, -mayce». Por lo que
restituye [p. 75]: «Las palabras se corresponden muy de cerca con la forma
(Tait.) ma-s n wa ieγerahen,
‘su madre de él que guarda’».
2.
Wölfel (1940:257) cita: «ar-may-es wa-ya-xiraxi ‘die Mutter-seine
jenes-des-Alls’».
Pero la recomposición que postula para la secuencia wa-ya,
cargada de valores genitivos en su traducción, carece de fundamento gramatical.
3. Álvarez (1945: 19) cita: «Teniendo en cuenta
cuanto dijimos del nombre de Dios, antes estudiado y que engloba esta frase, y
del valor genitivo de la forma guayaxiraxi, habrá que dar como
auténtica, transcribir y traducir esta frase así: ach- mayex guaya(xi)
xiraxi achoron achaman. La madre del sustentador grande de tierras y
cielos».
4. Wölfel (1965: 366) cita: «*at_- may-es
wa-ya-xe/irax(i) ‘diese-Mutter-seine (von) dem-welcher-erhält’. at_-may-es
wa-ya-xerax akoran-at_aman
‘Die Mutter-seine welche-sieerhält den-Großen-des Himmels’».
5. Muñoz
(1994: 300) cita: «achmayex guayaxerax, es, en realidad, ata ma yuš
wa yuš ur uš, que significa ‘he aquí la madre de Dios; del que es
Dios sin igual’».
6. Bethencourt et al. (1996: 113) citan: «[...]
que sería: A-TA-MAY-GH N WA-Y-A-GER-AK AT-GUR-UN AT-AMAN = ‘¡oh! esta
nuestra Madre de este (que está) hacia (cerca de) todos, el que les tiene
(sostiene) a Uds. el (lugar del) agua (el cielo) o vuestro sostén del cielo’».
Alguna otra mención nítida de una divinidad femenina sólo
se localiza en la isla de El Hierro, la más pequeña y meridional del
Archipiélago.
NÚM. 3
[moneiba]
§ «Adoraban los naturales de esta ysla del Híerro
dos Ydolos, quelos fíngían macho, y hembra: al macho llamaban Eraoranzan, y a la Hembra Moneiba»
[Abreu (ca. 1590, I, 18) d. 1676: 24v].
§ «Gli huomini adorauano un Idolo maschio et le donne uno
femina, il maschio chiamauano Eraoranhan, et la femina Moneiba, à iquali
faceuano orationi senza scrificio et credeuano ch’essi habitassero l’altissime
rupi» [Torriani (1590: 86r) 1940: 188]8.
§ «Adoraban los Herreños, dos idolos fingidos en la mente,
comprendidos a la mente, devotos de hombres, y ganados machos Oronjan, de
mugeres, y hombres; Mon[t]iba; a quien pedìan agua, y buenos temporales, y
hazian sus juramentos; no les hacian sacrificios, ni otra ofrenda,
ideabanlos: en dos riscos ò peñascos sercano uno de otro mui altos delgados, y
peinados como torreones, en el termino de bentaigas, y oi llaman los
Santillos de los antiguos»
[Marín
1694, I, 20: 39r]9.
— Munəy_ibba, comp. f. sing. = ‘Brilla el humo’.
*munəy,
n. vb. m. sing. ‘brillo’. V. [M·N·Y].
*(ib)ba, s. m. col. ‘humo’. V. [B·B].
N. B. No hay referencias contextuales seguras que
garanticen una lectura etimológica solvente.
La hipótesis propuesta, que contempla una imagen
cualitativa de género indiferenciado, trata de mantener cierta congruencia
semántica con la otra designación divina, Eraoranhan, esto es, Era-uraγan ‘quien es o
está en lo ardiente o brillante’10.
Cf. 1. Giese (1952: 423) cita: «Un buen
hallazgo de Zyhlarz es moneaba ‘nombre de una peña donde había un
demonio femenino’, que —en vista de que la i puede representar
una r originaria— deriva esta palabra de *maûn 'e-re'bbát cananeo:
‘mansión de Rabbát’. Rabbát era una diosa muy popular de los cananeos».
2. De Wolf (1990: 82) sugiere una vía de comparación
a través de «Mnarva o Meneruva. Su función original fue la de
cuidar a los niños, aunque más tarde parece haber asumido las funciones
de la Atenea
griega. En líbico, men-araua significa ‘madre de las criaturas’».
3. Bethencourt et al. (1996: 114) proponen:
«MUN IBBA = ‘la que acompaña a mi padre (al Padre o Dios), al
Dios protector de los hombres’».
Hasta aquí las alusiones directas que suministran las fuentes
etnohistóricas en torno a una deidad femenina. Por descontado, nada que deba
movernos a sellar de modo inconcuso la investigación en este capítulo de las
creencias. De hecho, la trascendencia de este culto tuvo que dejar en el habla
alguna prueba más específica de su dimensión astral. Pero sólo hemos encontrado
un ingrediente léxico que parece responder a esa vinculación con la estrella
más brillante del firmamento después de Sirio, ‘el Perro’ que domina la
constelación del Can mayor (inmortalizada en el topónimo canario Facaracas o Farakrak).
NÚM. 4 [guayarmina]
§ «[...] y que Arminda unica heredera de la Ysla su Sobrina [de Fernando
Guanarteme] muchacha de 18 años hija de Guanache Semidan, que fue
Guadartheme llamado el bueno esta ìa estabacasada con un muchacho hijo del
Guadartheme de Telde, aquien los Españoles llamaron Tazartico [...]» [Marín
1694, II, 10: 57v].
§ «Quando sucedío la príssíon de Guadartheme, se hallava la Corte de Galdar con solo la
gente palacíega al seruícío, y guarda del, y de las dos Ynfantas
Mas[...]quera11 Híja del difunto Guadartheme Guayasen llamado el bueno, y
Guayarmína híja de Thenezort Guadartheme» [Castillo 1737: 74].
§ «Avía conferido sobre negarle a Thenezort el merecer el
título que tenía por la sospecha que tuvíeron (no sín alguna fragrancía) los
canaríos de que auía sído su príssíon voluntaría, y que por consequencía perdía
el derecho de immediacíon Guayarmína su híja, y por ello devíera
volver el Reíno â Macequera12 como híja de Guayasen Guadartheme el bueno» [Castillo
1737: 74V].
§ «Se asegura que Bentejuí estaba para desposarse un día
de aquellos con la joven Guayarmina, hija de don Fernando [y heredera de los
estados de Gáldar]. // Luego que se fue serenando la conmoción, volvió este
príncipe a nuestro campo, seguido de los suyos, y, trayendo del brazo a su hija
Guayarmina y a su sobrina Masequera, las presentó al general [...]» [Viera
(1772)
1982,
I: 535].
§
«Infanta hija del rey Thenesor Semidan, llamada después de bautizada Dª
Margarita, que casó con Miguel de Trexo Carvajal» [Bethencourt (1880) 1991:
334; Serra Moratín 1897].
§ «Desde muy temprano comenzaron à enlazarse los
conquistadores con los conquistados. El gobernador Maciot de Bethencourt casó
con la infanta Teguise, hija del reyezuelo de Lanzarote.
Los hidalgos Fernando de Guzman y Miguel de Trejo Carvajal
casaron con las dos infantas de Gran-Canaria llamadas Guayarmina y Masequera»
[Anónimo RCI s. f. (1881 a.):
4-5].
En nota a pie de página, puntualiza lo siguiente:
§ «La voz guayarmina significa estrella, segun un
manuscrito antiguo que he visto y hoy le posee el Prebº Don Domº Brito y
Salazar, Benefdo del Pto. de Orotava» [ibídem].
§ «En la
Gran-Canaria casó la hija de Guayasen el Bueno, de quien fué
tutor el Guanarteme D. Fernando, con Hernando de Guzman, uno de los
conquistadores, hijo de Alonso Perez de Guzman, natural de Toledo, señor de
Batres y Alenvillet, habiendo trocado en el bautismo su nombre de Arminda por
el de Catalina (2); y la hija legítima del Guanarteme, la infanta Guayarmina, (3)
que llevó luego el nombre de Margarita, casó con Miguel de Trexo Carvajal, hijo
de Alonso Perez Carvajal, señor de Grimaldo y de la Corchuela y de Elvira
Fernandez Trexo. (4)» [Millares 1881: 258]. Y en la nota (3), añade:
§ «Guayarmina ó Guan-ar-mina significaba en el dialecto
canario Estrella ó, á la letra, hija del cielo. / Mss. antiguo» [ibídem].
Aunque en notación muy tardía, también para Tenerife se
indica la presencia de este antropónimo femenino:
§ «Infanta, hija del rey [de Güímar] Añaterve» [Bethencourt
(1880) 1991: 347].
— Wayya
ar minna, antr. f. comp. = ‘(Estrella)’, lit. ‘espíritu hasta
la sequía prolongada’.
*wayya,
n. vb. m. sing. ‘espíritu’.
V. [Y]. *ar, prep. ‘hasta’. V. [R]. *mənna, p. p. f. sing. ‘sequía prolongada’. V. [M·N].
N. B. Como expusimos en otro estudio (Reyes 2004:
162), una parte de la experiencia continental sitúa la aparición de
Canopo en el inicio de la estación seca. Así lo ilustra el siguiente proverbio tuareg:
«ettəāmăd_ Haghhagh / tăsahăqq wărăt tohegh, / war d-əs ilkem ahhagh.
Traduction libre: Quand Canopus
paraît, les mares qui ne sont pas encore pleines, ne se rempliront plus»
(Bernus y Ag-Sidiyene 1989: 149). Con esta referencia, se podría ceder a
la tentación de ver en la preposición ar otra acepción distinta de
‘hasta’, pero la estructura morfosintáctica del enunciado no respalda esas
posibles lecturas. Por tanto, sólo restaría admitir una apreciación insular del
fenómeno...
En este punto, entre las principales estrellas que puede
percibir un observador medio situado en la latitud del Archipiélago13, la que
responde mejor a la descripción que incluye nuestra traducción es la ‘Estrella
del Sur’, como se conoce a Conopo (magnitud: -0.8) en las más antiguas
comunidades africanas. Durante los últimos tres mil años, su aparición en el
cielo ha tenido lugar en torno al veintitrés (23) de agosto (± 5 días),
permaneciendo visible hasta el diecisiete (17) de abril (± 5 días)14. Es decir,
su desaparición coincide con el comienzo de los meses más secos en el
registro climático de Canarias.
Pero la pauta isleña no parece una excepción inopinada. En
otras comunidades del ámbito tuareg, tan relacionado con la composición
dialectal de las hablas isleñas, (WE) Ghuššăt, (Y) Wăγšăt,
(D) Haγhaγ o (WW, H) Wadăt, que tales
nombres recibe la estrella Alfa Carinae o Canopo, también se asocia con la
abundancia de precipitaciones:
Quand Canopus est bien visible à l’est, il annonce l’apogée de l’hivernage
(el) où les pluies seront les plus abondantes.
Quand Canopus est ancore tout juste
visible à l’ouest après le coucher du soleil, la fin des grandes pluies
s’annonce [Prasse et al. 2003, I: 309-310].
Por si fuera poco, los habitantes de Tenerife celebraban a
finales del mes de abril una festividad de ámbito insular, difícil de substraer
al hecho de ser el período en el que se produce la puesta helíaca de varias
estrellas representativas, entre ellas Canopo, para la vida socioeconómica de
las diferentes comunidades isleñas:
Pero guardauan por coſtumbre antigua
Por dias feſtiuales de cada año
Del mes de Abril, los nueue
poſtrimeros,
Porque les dieſſe Dios coſecha
proſpera,
De frutos, y ganados, y
aunque vuieſſe
Guerras entre ellos, auia
entõces treguas,
Con paz tranquila, en tanto
que durauan
Las fieſtas, regozijos, y plazeres [Viana 1604, III: 42v].
Pero
también en los primeros días de febrero acontece una coincidencia cuando menos
curiosa.
Hacia el día 2 de ese mes, la iglesia cristiana rinde
culto oficial a la
Purificación de la Virgen María, junto a la bendición de unas
candelas que quieren recordar la presentación de Cristo, su hijo primogénito,
ante el templo, conforme dictaba la ley mosaica. Sin embargo, no existe ningún
fundamento histórico para la elección de esta fecha, lo cual lleva la
elucidación más probable hasta otra eventual usurpación de una veneración
pagana. En todo caso, la población amazighe de Tenerife parece que esos
días celebraba la aparición vespertina de Alfa Carinae (Espinosa (1594, II, 10)
1980: 68). Esto explicaría que el jefe principal de Güímar, el bando donde
había sido depositada la imagen, hubiera propuesto una tenencia compartida de
ésta por seis meses al jefe principal de Taoro, el otro gran bando hegemónico
de la Isla: «De
esta manera, la división del año propuesta por el mencey de Güímar puede
interpretarse como una partición del año sideral de Canopo, en base a los ortos
helíaco y acrónico de la estrella» (Barrios 2004: 188).
En cuanto a la variante documental Arminda, produce
extrañeza lo que puede tenerse por una amputación del primer ingrediente (wayya)
del sintagma completo. Una economía de lenguaje tan abrupta se compadece mal
con la formulación propia de un nombre personal como éste.
Cierto que no hay margen para penetrar con claridad en los
hábitos sociolingüísticos, pero hablamos del núcleo conceptual del enunciado,
de un «guaia que significa espiritu» [Marín de Cubas 1694, II, 20: 82] y
remite, en su acepción primaria, a la ‘causa u origen’ de algo.
Sin embargo, sea o no una errata, esa otra dicción para la
noción de ‘sequía’, minda, diríase que procura la forma original del
vocablo, esto es, sin asimilación de la dental (n + d > nn),
lo cual pone en relación los verbos (WE) m_ănnu, ‘estar desértica (región), no haber
recibido lluvias desde hace más de un año’, y (WE, Y) măndu, ‘estar
agotado, consumido, usado por completo’.
Las dos interpretaciones etimológicas que admite el nombre
de la otra joven noble, Masequera, también abonarían esa especie de conexión
astral que habría buscado el linaje guanartémico, dominante en Gran Canaria
cuando se produce la colonización europea.
Una primera opción evoca el compuesto massa-ahγär o massaaqqər, que equivale a
‘señora del cielo o firmamento’. Pero la segunda, menos cosmológica en
apariencia, acepta un complemento adecuado de Guayarmina: la realización
massa-aγăra
o massaaqqăra
asume en español el sentido ‘señora de lo árido o seco’. Y, aunque el
historiador Abreu Galindo (ca. 1590, I, 29: 36r) señala Aquerata como una de
las diez demarcaciones tradicionales de la Isla, lo cual obliga a tener presente una
denominación con perfil socioterritorial, también habría que contemplar las
evoluciones de estrellas y estaciones para concretar una eventual dilucidación.
Por último, acaso convenga indicar que algunos autores ya
muy tardíos mencionan otro antropónimo femenino, Collarampa, que adjudican a
una hija de Benytomo (Wenytum), el jefe principal de la comarca de
Taoro, en el norte de Tenerife, cabeza de la resistencia insular frente a la
conquista castellana (Bethencourt Alfonso (1880) 1991: 344). Aunque el dato más
revelador lo suministra Francisco Montes de Oca (1924: 61), al afirmar que
«Juan Doramas tuvo por esposa a la Infanta Collarampa,
(D.ª María Ana Hernández de Bencomo), llamada Estrella en lengua guanche»,
circunstancia que corrobora el análisis lingüístico: el compuesto kuyya ar
affaw (o kuyyaranfa, con disimilación del radical geminado (*ff >
nf) y elisión de la semiconsonante (*-w > -ø) en final
absoluto después de vocal larga plena), nos presenta un ‘vértice o elemento
saliente hasta el amanecer’, lo que puede tenerse por una buena descripción del
planeta Venus.
2. FUENTES
ORALES
La memoria popular en la zona sur de Tenerife ha salvado,
cuando menos, un par de antiguos testimonios devocionales dedicados a una
Virgen de Candelaria cargada de connotaciones nativas.
Según el informe que en el año 2001 hizo público nuestro
amigo Eduardo P. García Rodríguez, este valioso material ha llegado más o menos
intacto hasta el siglo XXI, conservando incluso ciertos fonetismos bien
atestiguados en el habla amazighe de esta isla.
Sobre todo en el primer caso (núm. 5), la informante, Sita
Chico, hija del maestro y poeta Domingo Chico González, distinguido en su día
con la condición de Hijo Adoptivo de Güímar, señala con claridad que se trata
de una oración dirigida a esta advocación de la Virgen. El cielo y
también la prosperidad social se situarían aquí bajo su protección.
En cambio, menos categórica resulta esta conexión en la
segunda muestra (núm. 6), una poética plegaria de acción de gracias, recogida
en Chío (Guía de Isora) por Francisco Chico en la voz de un anciano pastor de
la comarca. Los rasgos morfológicos no terminan de garantizar, como cabría
esperar, el carácter femenino de su referencia al Sol (M-aγeq), tal y como
sucede en la cultura amazighe continental, algo que, aun así, tampoco
probaría su vinculación directa con la Candelaria.
Sin embargo, nos ha parecido oportuno incluir este pequeño
poema en el estudio por dos razones principales. De una parte, ilustra muy bien
la trascendencia otorgada a una luz poderosa y benefactora, sacralizada bajo
diversas acepciones en la cosmogonía ínsuloamazighe (aunque con
formulaciones expresamente masculinas, como Achaman o Atguayafanataman).
Y, de otro lado, porque el empleo de ese morfema nasal (m) en posición
inicial, que admite desde luego una lectura femenina, en el caso de no
destacar género alguno mostraría el alcance singulativo del adjetivo verbal
correspondiente, lo cual indica un énfasis en la magnitud del
significante. Registrado también en el conjunto de la tradición norteafricana
(o camita), el recurso, portador de esa ambigüedad insoslayable, no
parece casual en la ideación isleña de este concepto solar, que de nuevo
reflejaría un valor primordial y asexuado de la divinidad superior.
NÚM. 5 [magné...]
§ «¡¡Uh!! Magné
Mastáy // Achen tumba Manéy. ¡¡Oh!! Madre del cielo / Madre de la
tierra» [Sita Chico (Güímar, Tenerife) > Eduardo P. García (2001)].
— Ûh! Ma gənni, Ma stay / aše-n tunwa, Ma ney. =
‘¡Oh! Madre del cielo, Madre del crecimiento // de la hermandad, Madre
de lo nuevo’.
*ûh!, excl. ‘¡oh!’. V. [H].
*ma, s. f. sing. ‘madre’. V. [M].
*agənnāw (ə), s. m. sing. ‘cielo’. V. [G·N].
*astăy (ə), n. vb. caus. m. sing. ‘aumento,
crecimiento’. V. [T·Y].
*aše, part. expletiva (no se traduce). V. [Š].
*n, prep. ‘de’. V. [N].
*tənwat, s. f. sing. ‘hermandad’. V. [N·W].
*ney, n. vb. m. sing. ‘nuevo’. V. [N·Y].
N. B. Desde el punto de vista sintáctico, el
sintagma encadena una yuxtaposición de tres frases substantivas o compuestos
genitivos, que representan otras tantas advocaciones de la divinidad, donde es
posible observar las dos modalidades típicas de esta composición nominal:
(a) primaria o sintética: ma_əgənne, ma_əstăy y ma_əney;
(b) preposicional (n) o analítica: ma_əstăy n tənwat.
Además, la comparecencia de la partícula expletiva aše,
con representación todavía en algún habla tuareg, aporta un elemento
de validación muy pertinente: su exclusivo uso poético y su específica (y
oportuna) adscripción dialectal parecen excluir una manipulación torticera del
texto.
NÚM. 6
[tanemir...]
§
«Tanemir uhana gek magék / Enehana benijime harba /
Enaguapa
acha abezan. Gracias poderoso Sol / por salir un día más
/
para alumbrar la noche» [Francisco Chico (Chío, Guía de Isora,
Tenerife)
> Eduardo P. García (2001)].
— Tanəmmirt uγan aγeq Maγeq / n eγenna benn iγimme h_arwa // n
wafa
aša abezzan.
=
‘Gracias, joya que eres fulgor, Sol del comienzo del alba, que
tiñe
siempre // de luz toda la obscuridad’.
*tanəmmirt, s. f. sing. ‘gracias’. V. [N·M·R].
*uγan, s. m. sing. ‘joya’. V. [Γ·N].
*aγeq, n. vb. m. sing. ‘resplandor,
fulgor’. V. [Γ·Γ].
*maγeq, adj. vb. ¿f.? sing. ‘Sol’, lit. ‘la/lo que
posee resplandor’.
V. [M+Γ·Γ].
*n, prep. ‘de’. V. [N].
*eγenna,
n. vb. m. sing. ‘comienzo’.
V. [Γ·N].
*benn,
s. m. sing. ‘alba’. V. [B·N].
*iγimme,
3ª pers. m. sing.
aor. intens. ‘tiñe’. V. [Γ·M].
*harwa, adv. ‘siempre’. V. [H ·R·W].
*n, prep. ‘de’. V. [N].
*afa (wa), s. m. sing. ‘luz, claridad’. V. [F].
*aša, adj. invar. ‘todo(s)/a(s)’. V. [K > Š].
*abezzan,
adj. ‘negrura’, fig. ‘mal’.
V. [B·R·K·(N)].
N. B. Como indica el obligado afijo personal del
verbo (i-γimme),
el sujeto léxico de la oración apunta hacia el sintagma masculino singular uγan aγeq (‘la joya que
brilla’), completado por la aposición especificativa Maγeq n eγenna benn (‘Sol
naciente’), quizá la adoración más antigua de la humanidad. Aunque, como ya
advertimos en la introducción de este epígrafe, el género morfológico de un
sujeto no responde necesariamente a su cualidad natural o social.
Pese a quedar bien documentado en las fuentes isleñas
(Reyes 2004: 155), de momento no hay pruebas definitivas que aseguren la
condición femenina del vocablo Magheq, cuya pertenencia al panteón religioso
goza sin embargo de plenas garantías.
No menos llamativa e interesante resulta la presencia del
concepto abezzan (‘obscuridad’), versión masculina de una voz muy
conocida y perfectamente atestiguada en la isla de Gran Canaria en su forma de
femenino plural, tibizzena (‘apariencias malignas’), que destaca el
ingrediente pernicioso y maléfico atribuido al color negro.
Por último, tampoco debe pasar inadvertida otra asociación
semántica muy sugerente. A menudo, tanto en el ámbito continental como insular,
la luz (afa, f. tafat) se ha empleado como sinónimo de
‘justicia’.
Con estos datos, no sería demasiado
imprudente extender el sentido literario de la pieza hasta la traducción:
‘gracias, tesoro luminoso, Sol naciente, que siempre irradia justicia frente a
todo mal’.
Notas.
2 En traducción de Carlos Schrader (Heródoto
1979, II: 461), el fragmento dice: «Sólo consagran sacrificios al sol y a la
luna. En efecto, todos los libios ofrecen sacrificios a esas divinidades, si
bien los que habitan a orillas del lago Tritónide los ofrecen sobre todo a
Atenea y, en segundo lugar, a Tritón y Posidón».
3 El fragmento dice: «[...] que en Canaria y
otras islas adyacentes, llamadas Islas Afortunadas, hay personas de uno y otro
sexo que no tienen leyes ni siguen secta alguna, pero hasta ahora adoran al Sol
y la Luna
[...]». Para el texto
completo (en latín) de esta bula, ver Rumeu (1986
(1960): 187-188). Cf. Álvarez
Delgado (1945: 12).
4 El fragmento dice: «No tienen fe, pero adoran
algunos al Sol, otros a la Luna
y otros planetas, y tienen nuevas fantasías de idolatría». Compartimos así la
traducción expresada por Álvarez Delgado (1945: 75, nota 3), aunque Viera y
Clavijo [(1772) 1982, I: 162-163)] y Cioranescu (ídem, p. 163, nota 1)
disienten en el sentido del sintagma nuove fantasie di idolatria, que
vertieron por ‘nueve fantasías de idolatría’.
5 En traducción de
A. Cioranescu (Torriani 1978: 179), el fragmento dice: «También lo llamaban Achuhuran
Achahucanac, es decir, 'el Brande, el sublime'; y a Nuestra Señora,
Chaxiraxi, y también la llamaban Annaxes
Guaiaxiraxi, que significa 'la
Madre de aquél que sustenta
el mundo'».
6 Ver nota 5
7 El fragmento dice:
«Encontraron además un oratorio o templo, en el cual no había en absoluto
ninguna pintura ni otro adorno, excepto una sola estatua esculpida en piedra,
que tiene la imagen de un hombre que sostiene una bola desnuda en la mano, y
con las vergüenzas cubiertas, según su costumbre, por unas calzas de palma». Cf.
Padoan (1992-93: 137-138).
8 En traducción de A.
Cioranescu (Torriani 1978: 213), el fragmento dice: «Los hombres adoraban a un
ídolo macho, y las mujeres a una hembra. Al macho llamaban Eraoranhan, y a la
hembra Moneiba; les
hacían oraciones, sin
sacrificio, y creían que vivían en los altísimos peñascos».
9 Arturo López de Vergara
transcribe «Montiba» (Marín 1941: 58).
10 Vista la extraordinaria
importancia de la luz deificada en la cosmogonía insular, rectificamos
aquí las hipótesis que habíamos expuesto para explicar el par divino Eraoranhan
/ Moneiba (Reyes 2004: 183-185 y 201-202).
11 Una mancha en el
manuscrito microfilmado que guarda la
BMT nos impide concretar las grafías que faltan. No obstante,
la edición que firma la
Imprenta Isleña (Castillo 1848: 134) reproduce: Masaquera.
12 En Castillo (1848: 134)
se transcribe: Masequera. El ms. que hemos examinado admite también esta
lectura. El trazo de la c no se cierra por su parte inferior y compone
una posible s defectuosa.
13 Coordenadas: de 27º 5’ a 29º 5’ de lat. N y de 13º 0’ a 18º 5’ de long. O.
14 Para las fechas legales
de los ortos y puestas helíacas de algo más de una veintena de estrellas
importantes, incluyendo Canopo, ver Barrios (2004: 90).
Canarias, abril-mayo de 2011.
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