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lunes, 21 de abril de 2014

EL VIAJE DE LA DIOSA TANIT A LAS ISLAS CANARIAS-I





GUAIRE ADARGUMA ANEZ’ RAM  N YGHASEN


Es más que probable el que algunas de las expediciones marítimas organizadas por los faraones egipcios para circunvalar el continente africano y dirigidas por pilotos fenicios, recalaran en su periplo en algunas de las Islas Canarias especialmente en las de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, éstas estancias no debieron ser lo suficientemente dilatadas en el tiempo como para dejar una gran impronta cultural, pero sí dejaron huellas de su paso y estas han perdurado durante un largo periodo de tiempo. Por ello, creemos que, los vestigios existentes en las islas y que son de indudable adcrisción egipcia, pudieron ser aportados por las poblaciones líbico-beréberes, las que en adelante denominaremos más acertadamente como líbico-mazigias, o por propios contingentes egipcios establecidos durante el periplo de Nekao, tal como hemos apuntado. Estas poblaciones líbico-mazigias, mantuvieron durante largos periodos de tiempo profundos contactos con los egipcios y consiguientemente asumieron parte de su cultura, (época en que los awaritas (Palmeros) estuvieron instalados en Hawara, como he expuesto en mi trabajo La Diosa Madre en Canarias). Los Libios gobernaron el país de los faraones en el transcurso del llamado tercer periodo intermedio, conformando la XXII Dinastía (950-730 a.d.n.e.) conocida como Dinastía Libia, la cual tuvo como capitales a Bubastis y Tanis, nombre éste último que es una trascripción griega de Yani (para la Biblia es la ciudad de Soan) bajo Egipto, fundada en 1730 a.d.n.e., en la XII Dinastía, y alcanzó su máximo apogeo bajo la dirección de los reyes pastores, posiblemente esta ciudad dio el nombre de Tinnit aplicado por los imazighen a la Diosa-Madre, práctica habitual en la época en que las deidades daban nombre a las ciudades donde era veneradas y viceversa.

Tanit con el nombre mazigio de Tinnit una de las innumerables denominaciones dadas a la Gran Diosa-Madre, tuvo su origen en Mesopotamia, donde rigió todas las culturas que se desarrollaron en torno a los ríos Eufrates y Tigris, de aquí paso a Egipto donde su representación más importante fue Isis, de aquí fue asumida por los líbios-mazigios   bajo el nombre de Tinnit de quienes probablemente asumieron el nombre los cartagineses, llevados de su habitual política de buena vecindad, y aplicándolo a  Astharté sin ninguna dificultad pues a fin de cuentas es la misma Diosa con el mismo origen.

Los fenicios extendieron su culto por el Mediterráneo y noroeste de África. En la zona mediterránea algunos de sus templos más importantes estuvieron ubicados en Cartago Nova (Cartagena) y en Ibiza (Eivissos/Eivissa) así como en Cartago. En el santuario de Ibiza la imagen estaba pintada de rojo ocre, color posiblemente asociado al color de la vulva femenina evidenciando un carácter matriarcal y del antiguo culto a la fertilidad. Este culto como hemos indicado es el más antiguo de la humanidad, sé ha prolongado hasta la edad moderna en que la iglesia católica en su afán homogenizador a tratado de desprestigiar tachándolos de brujería y satanismo al tiempo que los retomaba para su culto en torno al marianismo.

En las escrituras semíticas su nombre se escribe Tnt que se pronuncia Tinit o Tanit y significa “La que llora”. Para invocarla se decía Tnt pn B’l (Tanit pene Baal) que significa “La que llora en el rostro de Baal”. En esta representación es una Diosa uránica y ctónica ya que participa de los cielos y los infiernos. Señora de la Luna. La Paloma y la granada son algunos de sus atributos, precisamente con la paloma y la granada, el propio Salomón rendía culto a la Diosa en el templo de Jerusalén, siendo la granada uno de los elementos más notables del templo realizada por los artesanos fenicios que colaboraron en la construcción del mismo.

La Diosa se cubría con una esclavina de alas de buitre (sarcófago de Cartago) Estaba asociada al León como Diosa de la Guerra. Es la gran donadora de lluvia y de rocíos, virgen y madre. Los romanos perduraron su culto junto a Baal con la Diosa Caela Caelesti y los cristianos con San Agustín de Hipona del que hemos visto algunos aspectos y que como veremos más adelante fue quien introdujo el culto a la Diosa en el cristianismo mediante las vírgenes negras. También se cree que son representaciones de la Diosa, las Damas de Elche y de Basa. De ahí su belleza hierática, lo sobre cargado de sus atributos. El caduceo, símbolo de la sabiduría. La media Luna. La granada y la fruta funeraria. Uno de los signos de Tanit que  se repite en Cartago como en  las Islas Canarias es un triángulo o trapecio, en el vértice superior una barra horizontal cuyas extremidades a veces se elevan perpendicularmente, y un círculo encima de éste (el Sol). Es el símbolo más antiguo de la Diosa y que se usa como protector contra las malas influencias, para proteger las aguas y las cosechas. Tanit entroniza rodeada por leones. Cubriendo con su manto a los mortales. La que llora a través de la lluvia fecundante. Tanit Kurotrofos, aquella que alimenta o amamanta. Es Diosa de la muerte. Lejana, turbadora. Cálida y cruel al mismo tiempo.

Tanit, en sus representaciones de Istar, Ishtar, Astoret, Astarté, Tara, Chaxiraxi, Diosa Celeste, Moneiba, Diosa Abona, Diosa de Tajao, Abora, Moneaba, que como hemos dicho son diferentes nombres para una misma Diosa, entre cuyos atributos figuran como hemos indicado la media Luna, el disco solar, el octogono y una estrella de ocho puntas que además de ser el símbolo universal de la Diosa-Madre, simboliza también a Venus o estrella de la mañana que en Canarias es conocida como lucero del alba.

En su representación de Aster, su nombre significa estrella de la mañana. Así pues como hemos indicado tanto Astarté como Istar, es la Diosa de la Luna y del planeta Venus, y en la religión monoteísta y patriarcal era llamada por los profetas judíos como “Reina de los Cielos” (Melekethas-Samaïm) y esposa del Sol, o el “Rey de los Cielos” (Baal Samaïm), es decir, la verdadera soberana del mundo, la Diosa naturaleza. Así pues, de lo  que no queda ninguna duda es de que Astarté, la Diosa-Madre, es la Diosa del fuego y la luz, la señora de los astros y Diosa de la fecundidad. Astarté  crea la Dinastía de los grandes dioses antiguos, anteriores a las grandes religiones monoteístas patriarcales, y potencia la vida a través de la sabiduría (en este caso simbolizada por el delfín, otra de sus representaciones, en el caso gaditano-cartaginés por un atún) (Gitanita. 2001)

Es probable que la casta sacerdotal de la isla de Chinech (Tenerife) conocida como Samarines, (Sacerdotes Samaras) que siempre estuvieron rodeados de un gran hermetismo estuviese dedicada al culto de la Diosa y al estudio e interpretación de los astros, así como la medicina.

Así pues, la Diosa-Madre llegó a las Islas Canarias con las primeras arribadas exploradoras egipcios-púnicos, y posteriormente con los mazigios. Estos últimos abordaron las islas directamente desde el continente en una primera etapa y, como pueblos transportados posteriormente por gaditanos y cartagineses, en todo caso, ambos contingentes poblacionales eran portadores de un amplio substrato cultural de origen egipcio del cual quedaron en las islas huellas fehacientes como tendremos oportunidad de ver. En las Islas, la Diosa tomó varios nombres como iremos viendo, incluso los romanos de Here o Hera, o Juno, aplicado por éstos a Tanit después de que destruyeron  Cartago y asumieron su imperio como resultado de la tercera guerra púnica.

Ahora bien, la pregunta que durante centurias se ha venido planteando por los historiadores e investigadores sobre nuestros ancestros ha sido: ¿Cuándo llegaron los primeros pobladores a las islas? Como hemos anotado, durante las últimas décadas un reducido grupos  de intelectuales de mentes abiertas y con verdaderos deseos de investigar objetiva y honestamente, han venido formulando hipótesis cada vez más acertadas a la luz de los últimos descubrimientos arqueológicos y mediante un estudio en profundidad de las antiguas fuentes bibliográficas. Uno de estos documentadísimos trabajos es un extenso artículo desarrollado por D. José A. Delgado Delgado, de la Universidad de La Laguna, al cual vamos a seguir en las páginas siguientes, en las que trataremos de aproximarnos a la ruta marítima seguida por la Diosa-Madre hasta su arribo a las islas en tiempos arcaicos.

Uno de los vestigios arqueológicos mediante los cuales se suele atestiguar las navegaciones en la antigüedad, por las costas y puertos son aparte de los pecios, las ánforas que durante las operaciones de carga y descarga de los navíos suelen caer al mar, además de las que como es lógico suelen quedar en tierra con los productos que contienen. De estas vasijas anferoides de clara adscripción púnica así como otros objetos abundan en las islas, especialmente en las de Fuerteventura y Lanazarote, donde se localizan una buena muestra de ellas  así como en Tenerife. Una porción de estas ánforas de Tenerife de clara adscripción púnica son los cuatros ejemplares encontrados en el yacimiento de Montaña Reventada por la Dra. Arnay, así como otras dos localizadas por la misma doctora. Se trata de una cerámica nunca valorada ni ambientada de modo adecuado hasta el momento. Michel Ponsich (1970) nos proporciona una serie de noticias de vasos provistos de cuello y sin apéndices, encontrados en sepulturas púnicas de la zona de Tetúan y de factura bereber hechos a mano, y de tipología púnica, que podrían ponerse en estrecha relación con nuestros vasos. (Rodrigo de Balbín Berhman, et al 1995:14) En otro lugar de este trabajo abordamos más ampliamente este hallazgo. (José A. Delgado Delgado)

En la isla de Tenerife, y según comunicado personal de un grupo de personas que practican submarinismo, existen ánforas de posible adscripción púnica en los siguientes lugares del litoral tinerfeño; Icod, proximidades del puerto de la Cruz, Punta de Guadamojete, costas de Arico y costas de Arona (Los Cristianos y Playa de Las Américas). (Rafael Molina Tejera, 2001)

“Desde el hallazgo, excavación y publicación de la piedra Zanata, hemos seguido actuando hacia la búsqueda de los restos de la colonización feno-púnica de Canarias. En este sentido se siguió la prospección de las proximidades al yacimiento Zinete, en la intención de documentar y ambientar todo lo posible el hallazgo, y conocer en profundidad el comportamiento arqueológico de las zonas altas de la isla. Así fue encontrado el sitio de la Cañada de los Ovejeros, por Rafael González Antón y Antonio Vela, en Diciembre de 1993. (Rodrigo de Balbín Berhamann et al. 1995:16)

Este yacimiento, está compuesto de un conjunto de grandes piedras formando un gran circulo al pie de la montaña de Tomás Seche, lugar donde abundaban los Cedros Canarios, y zona de abundante extracción de pez  debido a la abundancia de pinos canariensis muchos de ellos centenarios que cubren no sólo la montaña, sino todo el entorno, muchos de los cuales aún conservan huellas de las incisiones que se les hacían para extraerles la savia con la que se elaboraba la pez producto profusamente empleado entre otras aplicaciones, para calafatear barcos.

“...Tenemos un último monumento muy llamativo, que son los enterramientos infantiles en ánfora de Cendro, Telde, en el NE de Gran Canaria. No existe aún sobre este documento ningún estudio científico, sino parcas noticias de periódico y referencias genéricas (Museo Canario. 1984.) Su expectación es tan grande como el deseo que tenemos de que su

excavador publique al fin la memoria de estas excavaciones que nos pone de nuevo en relación con el mundo de las ideas feno-púnicas y de los Tophes característicos de esta cultura. En una zona de ladera se localizaron tres inhumaciones de neonatos contenidas en recipientes cerámicos y otras trece mezcladas en el sedimento con diversidad de detritus cerámicos, fauna terrestre y marina, considerándose por sus excavadores como resultado del vaciamiento de cuevas de habitación.” (Rodrigo de Balbin Berhmann et al, 1995: 18)

El hallazgo de ánforas o vasijas con esqueletos de niños está también documentado en la isla de Tenerife, por el Doctor Bethencourt Alfonso, quien nos dice que en el Charco del Boxo, en Arico, dedicado por nuestros antepasados al bautizo de los recién nacidos, se encontraron cinco tallas de barro conteniendo un esqueleto de niño cada una. (Juan Bethencourt Alfonso, 1991:T.: 239)

El punto de partida y núcleo del estudio que se desarrolla en las páginas siguientes es precisamente la investigación de uno de esos indicios, de una pista cuyo rastro me ha llevado hasta los fenicios de la Cádiz de la época arcaica y sus empresas marítimas en el Atlántico africano.





Entre las noticias geográficas que Plinio el Viejo ofrece sobre la costa atlántica africana en su enciclopédica obra se encuentra referida a la existencia de unas insulae Fortunatae. Su información sobre ellas depende como reconoce expresamente, de Sebosus y Iuba. Según el texto de Plinio distinguía dos grupos de islas; en el primero se encontraban Iuniona. Pluvialia y Capraria, y en el segundo Invallis y Planasia (nat. VI, 202-203). Juba, por su parte, y siempre siguiendo el relato pliniano, incluía entre las Fortunatae las siguientes islas (las cito en el orden en el que se enumeran): Ombrion, Iunonia, Iunonia (minor), Capraria, Ninguaria y Canaria (nat. VI, 203-205).

...La notable excepción la constituyen “Islas de Juno”, es decir, las islas que en el pasaje de Plinio reciben el nombre de Iunonia. Su excepcionalidad proviene del hecho de que se trata de un topónimo teóforo. Los topónimos de esta índole no son demasiado frecuentes en la geografía antigua, aunque hay un ámbito en el que aparecen especialmente documentados: en puntos concretos de las costas e islas. Muchos de estos topónimos se encuentran en puertos, cabos, golfos, promontorios, montes y otros accidentes geográficos que jalonaban las costas y las rutas marítimas del Mediterráneo, apareciendo frecuentemente asociados a aras, altares, templetes o templos.

Las características y funciones de los promontorios vinculados a construcciones sacras fueron exploradas por E. Ch. Semple hace ya más de 70 años, en un artículo de gran interés (aunque no exhaustivo)  y que todavía hoy es el único que ha tratado monográficamente este tema. Sus conclusiones proporcionan valiosas pistas para entender la naturaleza de las “islas de Juno”. Semple constató la existencia de 175 de estos puntos a lo largo de buena parte de las costas del Mediterráneo, desde la  Península del Sinaí en oriente hasta la Península Ibérica en occidente. Descubría esta autora dos principios básicos que recogían su distribución: a) jalonan las principales rutas comerciales y b) aparecen (aisladas o en grupos) en las proximidades de puertos. El primer principio se explica por la importancia de estos promontorios como puntos de referencia para los navegantes, y el segundo por su función de señalizadores de los puntos de partida y llegada de los viajes por mar, indicando a los marineros que ya se encontraban en aguas familiares. (...) Explicaba también que las divinidades que presidían estos lugares fueron muy diversas, aunque de una forma u otra se vinculaban al mar y a las empresas marinas: Apolo, Atenea, Hermes, Hera (o Juno), Posidón o  dioses de origen semita como Baal, Melkart o Astarté. Apreciaba también una sucesión o superposición de diferentes dioses en ciertos promontorios, consecuencia de prácticas coloniales, empresas militares u otras de control de territorio.

...Queda ahora por determinar la adscripción de las “Islas de Juno”, en su condición de “lugares sacros”, a una cultura concreta. Dada la localización atlántica de esas islas y la muy probable antigüedad de las fuentes últimas del pasaje pliniano (en todo caso anteriores a Juba, como se verá más adelante) hay que pensar en el mundo semita. En este punto hay que hacer constar que al igual griegos y latinos, fenicios y púnicos conocieron la tradición de “lugares sacros” costeros asociados a la navegación. Que en el texto de Plinio dichos lugares aparezcan bajo la advocación de Juno, diosa de nombre romano, puede significar únicamente que la divinidad originaria sufrió una implantación, a través de lo que se conoce como “interpretatio”, por la que el autor del texto, un latino, consideraba su equivalente. Quizás ya dicha suplantación fue promovida por el propio Juba, fuente inmediata de Plinio, que escribió su obra en griego y pudo haber conocido las islas con el nombre de “islas de Hera” (cf. Ptol. IV,6,14). En cualquier caso esta práctica está perfectamente atestiguada en muchos puertos del extremo Occidente, donde la presencia de dioses griegos o latinos se explica como una adaptación a la religiosidad grecolatina de divinidades semitas preexistentes.

...En cualquier caso, el abandono de Mogador en la segunda mitad del siglo VI a.d.n.e., que coincide con el fin de un determinado modelo económico (la “segunda fase” en el esquema de López Pardo), supuso el fin de toda exploración y reconocimiento de la costa atlántica africana en dichas latitudes extremas. Las “islas de Tanit”, “islas de Hera-Juno” de los grecos latinos, fueron olvidadas y su recuerdo reducido a los datos que de ellas quedaron registrados en la documentación conservada en Gadir (quizás también en Lixus y despues en la Cartago púnica) y tal vez también a algunas vagas referencias en las tradiciones orales que pudieron circular en el entorno marinero de la ciudad.” (José Á. Delgado Delgado, 2001: 1 y ss)

 Es evidente que los contactos de pueblos libio-púnicos con las islas contribuyeron a la expansión del culto a la Diosa Tanit, pero es más que probable que este culto ya se practicara en las islas en épocas anteriores a la arribada de estas poblaciones. Este aserto queda refrendado por el hecho de que la simbología representativa de la Diosa difundida en las islas, es mucho más arcaica que la empleada en Cartago en la época en que ésta promocionó el poblamiento de las islas con poblaciones libica-mazigias. Ello nos autoriza a creer que la población que habitaba el territorio antes de la llegada de estas nuevas expediciones, no sólo tenía un origen claramente norteafricano, sino que eran portadores de una cultura religiosa feno-púnica anterior a la cartaginesa y, como hemos indicado más arriba, con un gran substrato cultural de origen egipcio.

En este contexto es en el que hay que insertar la noticia trasmitida por Pseudo Aristóteles (Mir. 84) y Diodoro Sículo (5.19-20) del descubrimiento accidental de una isla en el Océano por “naves fenicias” (gadiritas) que merodeaban la costa africana, que entendemos que se debe identificar con el Archipiélago Canario, muy posiblemente con Gran Canaria, donde se reconocen multitud de vestigios púnicos. Su descubrimiento dio lugar a un asentamiento, posiblemente de pobladores gadiritas, que llegó a ser conocido y codiciado por los etruscos, y que Cartago mandó destruir por temor a que se estableciera una colonia a sus espaldas. Aunque se admite que los textos se escriben en torno al 300 a.d.n.e., los hechos que se cuentan se remontan a la época de la expansión etrusca, anterior al último tercio del siglo VI o comienzos del V a.C., entre la batalla de Alalia (540 a.d.n.e.) y las Cumas (474 ad.n.e.) en las que los etruscos

ganan y pierden, respectivamente, su poder marítimo. El relato refleja, pues, el enfrentamiento entre Gadir y Cartago, el intento del cierre del Estrecho a las navegaciones no cartaginesas y muestra el cambio de orientación de las bases económicas de Gadir originado por la crisis del comercio de metales hacía la explotación de los recursos piscícolas, para cuyo propósito crea una amplia red de factorías de pescado en cuyo contexto, según demuestra R. González Antón et al. (1995), debe comenzar a insertarse la protohistoria de Canarias. Esto es lo que decididamente indican con claridad, además de lo mencionado para Gran Canaria, los datos: <<piedra Zanata>> (González Antón R., 1995) y anforoides en Tenerife; hipogeos en Gran Canaria (Balbín Behrman, R. et al., 1999): González Antón, R. et al. 19995); Representaciones de Tueris y Tanit (Atoche Peña, P. 1997); pozo de cámara púnico con representación de Tanit (Atoche Peña, P. et al. 1999) y escarabeos (Atoche Peña, P. Et al.1999) en Lanzarote; presencia de palmeras datileras (Santana Santana, A. y Rodríguez Toledo, J.M., 1997) en varias islas, y un largo etcétera que es difícil resumir aquí.” (Enrique Gozalbes Cravioto, 2002: 47-48) Son varios los lugares en nuestras islas que desde nuestro punto de vista tienen connotaciones feno-púnicas y que veremos en su lugar, y que están íntimamente ligados a la Diosa Tanit, Tara o Chaxiraxi.

Es probable que la religión  de la Diosa-Madre, tal cual la practicaban los feno-púnicos se  sobrepusiera a otras formas de adoración practicada por los primitivos moradores de las islas antes de la llegada de los contingentes libios-fenicios, suponemos que sin grandes traumas ya que básicamente los respectivos panteones se componían de iguales o similares deidades, variando quizás algunos aspectos puramente formales de las prácticas rituales, ya que como es natural las prácticas religiosas al ser parte esencial de la comunidad, van evolucionando externamente es decir en sus ritos, conforme lo hace la sociedad que los practica.

En Cartago, la epigrafía y los templos primitivos documentan el culto Melkar y Astarté junto con un dios supremo Baal Shamem, pero es posible que, a comienzos del siglo V a.d.n.e., se produjera allí una cierta reforma religiosa, en la que obtuvieron la primacía Tanit y Baal Hammón. Ellos son objeto de la mayoría de las dedicaciones conocidas, tanto en Cartago como en su área de influencia en el Mediterráneo central. Tanit, identificada a veces con Astarté, es el nombre de una Diosa fenicia de escaso relieve en su país de origen, al igual que Baal Hammón, cuyo epíteto documenta cerca de Tiro, quizás como el Baal de una pequeña ciudad llamada Hammón, o como el señor del altar de los perfumes,  que sería el significado del vocablo Hmn. Ambos adquieren una gran importancia como objeto de las más famosas actividades del culto cartaginés: los sacrificios infantiles, uno de los temas más controvertidos hoy por los investigadores (para Tenerife hay una cita como veremos más adelante), pero desde luego el acto ceremonial más destacado de la religión y la vida pública en Cartago.

En Cádiz, junto al famoso y citado santuario de Melkar, debe señalarse otro de una Diosa llamada en época romana Venus Marina, que puede ser Astarté, y el de un Baal Hammón, como probable antecedente del templo de Cronos citado por Estrabón.

Panteones similares, y más o menos completos los había en las restantes colonias occidentales, siendo factible determinar por ellos la importancia de la presencia cartaginesa y el origen de sus primeros fundadores. (Ramón Corzo, 1994: 54)

Otro de los aspectos culturales guanches capaces de acercarnos cronológicamente a la época de los primeros poblamiento de las islas, lo son  sin duda los petroglifos, este arte  ampliamente difundido en todo el orbe desde tiempos inmemoriales, en nuestro caso nos puede servir de guía para ubicarnos en el tiempo. Estos petroglifos, (grabados que son realizados en la piedra)  una práctica artística realizada por todas las culturas, posiblemente desde épocas anteriores al neolítico, en el Archipiélago Canario los encontramos en todas las islas, su temática es múltiple y compleja expresando los artistas mediante ellos, diversos aspectos de la religión, mitos, mensajes sobre conocimientos de los astros o señalan lugares sacros. Generalmente, en Canarias los yacimientos de grabados rupestres suelen estar asociados a abundantes restos de cerámica. Es de notar que la mayoría de estos grabados rupestres suelen estar orientados Este a Oeste, especialmente los cruciformes que frecuentemente van asociados a espirales sencillas o complicadas y con giros hacia la izquierda o derecha, símbolos éstos que desde la antigüedad  son tenidos como representaciones de la fecundidad, del nacimiento y de la vida después de la muerte.

En cuanto a la cronología de los grabados rupestres de Canarias, los científicos no mantienen una línea de acuerdo, siendo dispares las interpretaciones conforme a los intereses que defienden cada grupo en función del grado de compromiso contraído con una u otra postura, es decir, quienes practican la investigación por la investigación y quienes investigan partiendo de las tesis emanadas desde la Metrópolis. Vemos algunos planteamientos expuestos desde el punto de vista de los primeros por el profesor de la Universidad de Alicante D. Mauro S. Hernández Pérez: “...En este periodo sólo hemos registrado el hallazgo de los yacimientos de La Erita, Tajodeque y El Calvario, los tres en La Palma (Jiménez de Cisneros, 1923), y, en el análisis teórico, la reiteración de las opiniones de R. Veneau (Hooton, 1970,64), que, asimismo, utiliza J. Pérez Barradas (1939) en su propuesta de cronología y migraciones en la que los grabados no alfabetiformes corresponderían a los contactos de la primera población canaria, los protoguanches, con Marruecos y la Península Ibérica hacia el 2000-1800 a.C., mientras las inscripciones alfabéticas, que denomina siguiendo a G. Marcy inscriptiones tifinagh, se relacionan con una segunda invasión camita situada hacía el siglo VIII-IX a.C. La aportación más significativa de este periodo es, sin lugar a dudas, G. Marcy. Sus estudios sobre las inscripciones líbicas (Marcy, 1937 y 1938) ejercen una notable influencia en los investigadores canarios. Para G. Marcy los grabados alfabéticos canarios eran análogos a los saharianos del borde atlántico, desde el Draa al Senegal, siendo sus autores los propios habitantes de Canarias que como sus parientes los bereberes de Mauritania conocían el alfabeto líbico.” (Mauro S. Hernández Pérez, 1996:31).
Continua.

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