HISTORIA DE UNA USURPACIÓN
Eduardo Pedro García Rodríguez
Capitulo II
La Diosa-Madre se manifestó al hombre en
África.-
Es una verdad incuestionable que
todos los seres vivos están dotados de espíritu; espíritu que emana de la Diosa-Madre Universal
y que anima al ser humano desde su origen para cumplimiento de los designios
divinos para con la humanidad. Debemos tener en cuenta que el cómputo del
tiempo no es el mismo para la
Diosa que para sus criaturas, por ello, el transcurso del
tiempo es un mecanismo adoptado por el intelecto humano como referencia
temporal y que nosotros contabilizamos por millones o miles de años. Para Ella
no cuenta, pues Ella es el pasado, el presente y el futuro, tal como podemos
concebirlo los seres vivos.
Por
ello el espíritu vivificador mora en el ser humano desde sus ancestros más
lejanos, desde el Orrorin tugenensis con una antigüedad de 6 millones de
años o el etíope Ardipithecus kadabba, con 5,7 millones, así como
los anamensis, afarensis, africanus, bahrelghazali y garhi, aethiopicus,
boisei y robustus, Kenyanthropus platyops, todos ellos antecesores de la
entrañable Lucy de quien el paleoantropólogo François Marchal del
laboratorio de Antropología, adaptabilidad biológica y cultural de Marsella,
nos dice:
“Lucy pertenecía sencillamente a
la especie más antigua del linaje humano, y era lógico situarla en el árbol
genealógico de los homínidos, es decir, el conjunto de las formas humanas
extinguidas o actuales que fueron el origen de todas las demás”.
Todos ellos portadores, como he dicho, del
germen de la Divinidad
que iríamos comprendiendo y desarrollando con el transcurso de los milenios.
La ciencia moderna sostiene que el
hombre, como criatura física, y tal como se lo conoce actualmente, ha sufrido
una evolución completa que lo ha convertido en una especie animal distinta de
las demás.
Nuestra especie, el hombre
actual, Homo sapiens, se originó en el territorio que en la actualidad es
Etiopía en África hace alrededor de 160.000 años.
Desde África los sapiens
sapiens habrían avanzado hacia el Cercano Oriente (Palestina), donde hay
yacimientos antiguos de alrededor de 100.000 años. A Europa estos hombres
modernos habrían entrado hacia los 40.000 años; a Australia, entre los 40.000 y
50.000 años, y a América, un poco más tarde.
Lo anteriormente expuesto
queda corroborado por un equipo internacional de investigadores encabezado por
el doctor el doctor Tim White, paleoantropólogo de la Universidad de
California en Berkeley que dirigió las excavaciones y el estudio de los restos.
Este grupo científico internacional hizo
público en Nature (junio 2003), un nuevo y apasionante capítulo de la historia
humana a partir del análisis de los restos de tres individuos que habitaron la
depresión de Afar, en Etiopía, hace nada menos que 160.000 años: los cráneos
fosilizados de dos adultos y un niño aportan las evidencias más antiguas
obtenidas hasta hoy de la presencia del Homo sapiens en el planeta, e iluminan
una zona de nuestra historia evolutiva que aún permanecía en tinieblas. El
hallazgo, realizado el 16 de noviembre de 1997 -pero que, dadas las
dificultades del estudio posterior, sólo ahora pudo presentarse- fue considerado
un avance mayor y uno de los descubrimientos más significativos acerca del
amanecer de la humanidad, ya que permite precisar cuándo y dónde surgieron
nuestros primeros ancestros.
“El origen de los Homo sapiens y el destino
de los Neanderthal han sido dos cuestiones fundamentales de los estudios
evolutivos durante más de un siglo –según afirma el doctor Tim White. Pero
había un obstáculo para resolverlas: no existían fósiles datados con precisión
entre los 100.000 y los 300.000 años de antigüedad. El hecho de que estos
cráneos exhiban mejillas muy prominentes, cara robusta, pero con un hueso
frontal más vertical, y que la parte más ancha del rostro se encuentre sobre
las orejas y no por debajo nos permite llegar a la conclusión de que se trata,
ya en ese momento, de Homo sapiens modernos.
Los fósiles estaban enterrados en antiguos
sedimentos arenosos del poblado de Herto, al nordeste de Addis Abeba, capital
de Etiopía. Todos pertenecen a la misma especie, se encontraban a alrededor de 200 metros uno de otro y
exhibían signos de ritos mortuorios
Los cráneos de Herto, por lo tanto, no son
de hombres de Neanderthal (que se extinguieron en Europa hace 30.000 años) ni
de Homo erectus. Su anatomía y antigüedad ofrecen evidencia sólida que respalda
la teoría de la emergencia del ser humano moderno en África.”(Nora Bär – La Nación. )
Como he dicho, el sapiens sapiens es el
antepasado más directo de la actual Humanidad. Por lo tanto, posee una
desarrollada cultural, que con el transcurso del tiempo se hizo cada vez más
compleja, esta cultura entendida como la capacidad de transmitir información
entre generaciones por medios extragénicos, se ha desarrollado de manera
notable en la especie humana proporcionando, además, identidad a la propia
especie. Los modelos de comportamiento integrados requeridos para la
planificación y creación de herramientas se desarrollaron hace al menos 2,5
millones de años; además, también pudo haber existido en esa época alguna forma
de código avanzado para la comunicación verbal. La organización de cacerías, la
utilización del fuego, el uso de ropa y los enterramientos con un cierto
carácter ritual, estaban ya bien establecidos hace 350.000 años. Hay evidencias
que datan desde hace 30.000 o 40.000 años algunos rituales religiosos,
registros sistemáticos de datos y la existencia de un lenguaje avanzado y unas
ciertas normas necesarias para la organización social.
Como
hemos visto África es el único continente del planeta en el que aparecen
fósiles que, a manera de eslabones, han permitido hablar de orígenes humanos a
partir de un primate ancestral.
El
control del fuego.-
El
control del fuego por parte del hombre primitivo supuso indudablemente el mayor
avance cultural de aquella época y, quedó tan profundamente impreso en la
memoria colectiva de la humanidad que todas, absolutamente todas las religiones
del mundo conservan y practican diferentes ritos dedicados al Fuego Sagrado.
Estudios recientes inducen a creer que el
hombre aprendió a controlar el fuego mucho antes de lo que la ciencia venía
admitiendo, semillas carbonizadas, restos de madera y piedras de lumbre fueron
halladas junto a madera en Israel. El primer fuego obtenido por un ser
humano posiblemente ardió hace ya 790 mil años, es decir 500 mil años antes de
lo que se creía hasta ahora. Al menos así lo indican semillas carbonizadas,
restos de madera y piedras de lumbre halladas junto a madera intacta en el
norte de Israel. El hallazgo en la excavación de Gesher Benot Ya'aqov,
presentado por la revista Science, podría explicar por qué aproximadamente al
mismo tiempo se produjo el avance hacia las zonas climáticas más frías de
Europa. Los autores del informe admiten que no se puede excluir totalmente que
se trate de un fuego natural en vez de uno controlado por el hombre. Pero la
distribución de la madera carbonizada y la intacta acercan mucho esa
conclusión. Además, en el lugar del hallazgo ardieron madera y otros restos de
tres plantas alimenticias: olivo, vid y cebada. Hasta ahora, algunos
yacimientos en Europa y una cueva en China eran considerados la prueba de que
el ser humano ya sabía manipular el fuego hace aproximadamente 250 mil a 300
mil años. A pesar de que existe cierta controversia, el reciente hallazgo en
Israel es aceptado por la mayoría de los expertos. “Creo que esta es la
mejor prueba de la utilización del fuego en la época anterior a hace 250 mil
años”, afirma Richard Klein de la Universidad de Stanford, en California.
El
equipo de Naama Goren-Inbar, de la Universidad Hebraica
en Jerusalén, investigó en total 23 mil 454 semillas y restos de frutos, así
como 50 mil 582 fragmentos de madera en el yacimiento. Sólo el dos por ciento
de los restos de madera y piedra de fuego y un porcentaje similar de semillas y
restos de frutos estaba carbonizado, señala Science. Eso excluye la posibilidad
de un fuego natural, causado por ejemplo por un rayo. Según los autores del
estudio, el Homo erectus, el Homo ergaster o incluso un Homo sapiens anterior
pueden ser considerados los autores del fuego. La capacidad de manipular fuego
es considerada un paso decisivo en la evolución del ser humano, que acarreó
cambios drásticos de comportamiento, en la alimentación, en el trato de unos
con otros y en la defensa. Pero sobre todo podría haber desatado la “conquista”
de Europa. Gesher Benot Ya'aqov está en una región desde la cual partieron los
hombres hacia este continente.
El despertar de
la conciencia.-
No olvidemos que para la mentalidad
primitiva -y para un amplio sector de la actual-, todas las cosas tienen su
espíritu, y el espíritu del muerto no es más que un espíritu de especie
superior.
Los
antropólogos han mencionado que el ser humano experimentó un cambio notable en
sus hábitos y organización social cuando empezó a enterrar a sus muertos.
Afirman que antes de esa época, los humanos
seguían el cauce de los ríos o las rutas migratorias de los animales. De esta
forma los diversos grupos nómadas de cazadores y recolectores de frutos,
cruzaban las estepas y valles. A su paso dejaban tras de sí a quienes perecían
por causa de alguna enfermedad, lesión o cansancio, los cuales eran devorados
por los animales depredadores.
Por
más prehistóricos que fueran, ¿no habrán sentido un terrible impacto al ver que
sus familiares o amigos eran devorados por una bestia?
La costumbre de enterrar a los muertos, confirió al hombre, aparte de
la cuestión práctica de proteger los cadáveres, una connotación de índole
espiritual. El entierro implicaba un rito en el cual aceptaban la idea y el
sentimiento de otra existencia “más allá” de la que de manera tangible pudieran
apreciar.
Si
los primeros homínidos fueron capaces de tales prácticas, demostrarían estar
dotados de una gran sensibilidad que los llevaba a venerar a sus muertos e
incluso a tratarlos con cariño.
Desde los primeros restos conocidos desde la
prehistoria hasta la actualidad, la tumba ha sido el más elemental modo de
expresión religiosa y es unas de las pruebas más concluyentes de la creencia en
la otra vida, consustancial al hombre, incluso en las sociedades de mentalidad
religiosa menos desarrollada.
Sin que la regla sea absoluta, el hombre
prehistórico cree en el mantenimiento de la personalidad en el “más allá”, con
necesidades muy semejantes a las terrenas, como lo demuestran las armas,
adornos y alimentos que se ofrendan a los muertos y que todavía se hallan junto
a sus restos en las sepulturas
En sitios arqueológicos
vinculados con la
Prehistoria, no se encontraron lápidas, ni inscripciones que
transmitan nombres de divinidades ni de ritos, pero el hecho mismo del
enterramiento y del cuidado a los difuntos, demuestra una creencia firme en un
“más allá”. De otro modo no se explican las ceremonias funerarias y bastaría
abandonar los cadáveres o cubrirlos con tierra sin la menor preocupación
complementaria.
Estos pueblos enterraban colores junto a los
muertos, o pintaban los cadáveres y hasta los bañaban en substancias
colorantes. El fin de estos procedimientos es complejo y múltiple. El rojo
simboliza y sustituye la sangre, es decir, la energía vital, por lo que
pintaban las entradas de las cavernas, ciertos utensilios y hasta sus cuerpos.
Empapar un cadáver en color rojo equivalía a multiplicar la potencia vital del
difunto en la otra vida.
Como la momificación egipcia o canaria, el
baño paleolítico de ocre rojo era garantía de inmortalidad, pues el color rojo
es el color de la Diosa.
Los muertos necesitan de los cuidados y las
ofrendas de los vivos, mientras que éstos pueden ver afectada su existencia de
manera favorable (protección de sus antepasados), o perjudicial (espíritus
malignos, fantasmas) por la influencia de aquellos.
Con
el advenimiento del último interglaciar, al mismo tiempo que comenzaba a
difundirse la cultura musteriense, los hallazgos se hacen más variados.
De este período, proceden verdaderas sepulturas,
las cuales estaban todas situadas en cavernas o abrigos rupestres, que prueban
la existencia de un culto a los muertos.
Las primeras migraciones
Según estudios recientes indican que los primeros humanos que salieron
de África para poblar al mundo se dirigieron hacia el sur, a lo largo de la
costa del Océano Índico.
Al parecer pobló el mundo a partir de leves pero sucesivas oleadas
migratorias que tuvieron distintas direcciones, según recientes análisis
genéticos, cuyos resultados acaban de publicarse. Las nuevas informaciones
demostrarían que esas migraciones no se habrían producido mediante un flujo
único de salidas a otros continentes sino de manera intermitente, según los
datos de un estudio científico publicado en el último número de la revista
Proceeding of the Nacional Academy of Sciences (PNAS). El equipo científico que
llevó a cabo esta investigación, dirigido por Sohini Ramachandra, del
Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de
Stanford, de California, estudió información genética detallada de más de un
millar de individuos de 53 poblaciones distintas del mundo.
Hasta ahora, los científicos siempre pensaron que el éxodo desde África,
que se produjo hace 70.000 años, siguió una ruta norte hacia Europa y Asia. Sin
embargo, de acuerdo a un estudio genético, los primeros humanos modernos se
fueron por la costa, posiblemente atraídos por una dieta de comida de mar.
Rápidamente alcanzaron Australia, pero tomaron mucho más tiempo en asentarse en
Europa. El doctor Martin Richards de la Universidad de Leeds, quien tomó parte en el
estudio, señaló que probablemente los primeros humanos se dirigieron al sur en
busca de mejores zonas pesqueras cuando disminuyó la vida marina en el Mar
Rojo, debido a drásticos cambios en el clima: “Eso puede haber sido lo que
los empujó a Salir”. Cuando los primeros humanos se desarrollaron en
África, dependían principalmente del consumo de carne de animales y algunos
vegetales. Sin embargo, aproximadamente hace 70.000 años ya se habían cambiado
a una dieta marina, especialmente a base de mariscos. Los nuevos estudios
sugieren que se desplazaron a lo largo de las costas de la península Arábiga
hacia India, Indonesia y Australia hace casi 65.000 años. Posteriormente una
ramificación llevó a un asentamiento en el Medio Oriente y Asia, hace casi
30.000 o 40.000 años. Los datos están incluidos en los estudios que dos equipos
científicos hicieron sobre el ADN de nativos de Malasia y de las Islas Andaman
y Nicobar, ubicadas entre India y Birmania. Los científicos pueden estimar
cómo estamos relacionados al estudiar el ADN de nuestras mitocondrias, las
partes encargadas de producir la mayor parte de la energía necesaria de las
células.
Los
expertos detectaron una fuerte relación entre la genética de la población y su
proximidad, y comprobaron que a menor distancia geográfica entre dos individuos
cualesquiera, mayores semejanzas en el ADN de unos y otros. Hasta ahora
se creía en esa posibilidad pero se carecía de datos genéticos que lo
confirmaran y además los estudios se ceñían a distancias geográficas demasiado
cortas para investigar sobre la posible conexión entre este factor y la
genética de las poblaciones. Según los científicos, el descubrimiento permite
ampliar el conocimiento sobre la variación genética en los individuos, teniendo
en cuenta que el factor de selección natural probablemente supone menos del 25
por ciento en la misma. Los investigadores comprobaron que, en el lugar de
origen de las migraciones al resto del mundo, es decir, en África, las
poblaciones mostraban la mayor diversidad genética. Por el contrario, en
América, que fue el último lugar en ser colonizado por estas migraciones
procedentes de África, se registraban las menores variaciones genéticas. Los
científicos reiteran que los resultados de su investigación respaldan la
explicación de que el proceso de colonización del mundo se habría producido a
partir de una serie de oleadas migratorias y no mediante un flujo único.
Es
indudable que el hombre en sus migraciones portaba consigo su bagaje cultural y
espiritual, es por ello que en todos los pueblos y culturas del mundo desde la
más remota antigüedad adoran a la Diosa-Madre Universal
en sus múltiples facetas y miles de nombres, prueba evidente del origen único
de la Divinidad.
Nacimiento de la agricultura.-
El
surgimiento de la agricultura determinó cambios muy importantes en el
hombre primitivo, de tipo social, cultural y de la relación con su
entorno. Tan importante fue este cambio que el inicio de la práctica
agrícola se toma como referencia para estudiar los periodos del
desarrollo cultural del hombre, en la historia.
Todo
comenzó en ese momento misterioso e inmenso que conocemos como prehistoria,
cuando nuestros lejanos antepasados lograron domesticar las primeras especies
vegetales. Esto habría ocurrido hace unos 14.000 años.
El
surgimiento de la agricultura tuvo un impacto evidente: por primera vez era
posible influir en la disponibilidad de los alimentos. Las consecuencias de
este descubrimiento fueron estremecedoras: aparecieron las primeras aldeas, los
recolectores nómadas se transformaron en campesinos sedentarios.
En
primer término, debe destacarse que la producción de alimentos no desalojó de
un día para el otro, a la recolección de alimentos.
En los yacimientos de Egipto e Irán, en los
cuales se revela por primera vez, la existencia de comunidades neolíticas,
puede apreciarse que la supervivencia del régimen de recolección de alimentos
es equiparable a la práctica del cultivo de cereales y la cría de animales.
Sólo posteriormente fue declinando su importancia económica.
Además, la economía productora de alimentos,
saca al hombre de la inseguridad propia de la forma de vida del Paleolítico
para darle una mayor tranquilidad con respecto a su futura existencia. La
producción de alimentos proporciona la posibilidad de acumular un sobrante; los
granos deben conservarse de modo que duren hasta la siguiente cosecha.
El almacenamiento del grano ayudará a la
comunidad a superar las dificultades originadas en períodos de sequía o de
fracaso en las cosechas.
El desarrollo de la economía y previsión,
llevó a la formación de una reserva, que no solamente le dará tranquilidad sino
que servirá de apoyo al crecimiento de la población y constituirá una base para
el comercio rudimentario.
Otro elemento que debe destacarse, es la
autosuficiencia de la economía. La comunidad productora de alimentos no depende,
para sus necesidades elementales, del intercambio con otro grupo. Produce todo
el alimento que necesita y las familias se encargan de la fabricación de las
herramientas, utensilios y armas que le son imprescindibles. Esta
autosuficiencia económica no significa que la comunidad viva aislada. La
práctica simultánea de diversos métodos para la producción de alimentos por
grupos diferentes obligó a las distintas comunidades a entrar en contacto y con
ello a romper el aislamiento. Podemos afirmar, entonces, que el aislamiento
total no fue posible y que, si bien los contactos no fueron regulares y
frecuentes, pudo llegarse a una especie de comercio irregular de lo que son
testimonio las grandes distancias recorridas por algunos objetos.
La
actividad agrícola fue predominante para las economías durante miles de años
antes de la revolución industrial. Pero su importancia no decae ni con la
aparición de fábricas ni con la proclamada llegada de una era digital. Después
de todo, se trata de producir alimentos. Y sin alimentos, la vida no es
posible.
Paralelamente al desarrollo de la
agricultura se produce la domesticación de animales, este proceso se inició en
el noveno milenio antes de la era actual en el Próximo Oriente, probablemente
el perro fue el primer animal domesticado. Provenía del lobo o del chacal. El
primer animal domesticado para la alimentación fue el carnero salvaje (Irán).
El cerdo aparece domesticado hacia el 7000
en las costas libanesas, los bóvidos no lo son hasta el sexto milenio. Fueron
utilizados en tareas agrícolas, el caballo y el asno fueron domesticados hasta
el final del neolítico.
Primeros asentamientos estables.-
En
torno al 9000 antes de la era occidental actual y el inicio de los tiempos
post-pleistocénicos y con ellos del Holoceno, África se encuentra en el umbral
de una transición cultural que preludia la recepción de la llamada revolución
neolítica.
Por entonces, África del Norte conoce un clima templado y benigno, con
las industrias microlíticas del Capsiense, y también del complejo
íbero-maurisien, al asimilar a un Mesolítico del África Menor, que florece en
el Magreb,
Coetáneamente el Próximo Oriente, tras el Mesolítico, conocerá la
gestación de la llamada revolución neolítica que habrá de suponer una
metamorfosis económica, societaria y cultural de la Ecúmene y que hace que en
el vasto ámbito geográfico conocido como Creciente Fértil, que abarca Egipto,
Siria-Palestina, Líbano, Anatolia, Asiria e Irán occidental, convertido en
encrucijada innovadora, el hombre pasa de la recolección vegetal a la
agricultura, y de la caza a la ganadería y técnicas agropecuarias
Aparecerán las primeras aldeas o
habitaciones en comunidad, construidas en piedra y adobe, y también la
artesanía en serie -como por ejemplo, la cerámica- y la distinción del arte
propiamente dicho como técnica especializada. Surgen también nuevas
experiencias religiosas junto con la magia tribal y muy pronto las sociedades
humanas hacen viable, y al cacicazgo, y a la realeza como formas políticas.
En alguna culturas estos establecimiento en
las zonas de cultivo no siempre fueron fijos, según el antropólogo inglés Gordon
Childe en la obra Los orígenes de la civilización, sostiene que no debe
confundirse la adopción de la agricultura con la adopción de una vida
sedentaria.
Para ello se basa en el
procedimiento de cultivo de muchos campesinos de Asia África y América del Sur,
quienes aún hoy, despejan una zona dé árboles, remueven la tierra simplemente
con una estaca y siembran en ella hasta que las riquezas del suelo se agotan.
Cuando toda la tierra cercana al poblado, ha sido cultivada hasta su
agotamiento; se trasladan para comenzar el cultivo en otra parte. Esta es la
forma mas primitiva de agricultura, llamada cultivo de azada o cultivo
hortense.
Como hemos visto, tras la denominada
revolución neolítica, que en modo alguno es una convulsión violenta y rápida
como pudiera inducir a creer la palabra “revolución”, sino que se trata de un
proceso lento, al final del cual los hombres consiguen el control sobre su
propio abastecimiento de alimentos mediante la selección de las semillas,
domesticación de animales, cultivo de plantas e introducción de mejoras
tecnológicas. Comienza un periodo de asentamiento de grupos familiares y afines
dando lugar al surgimiento de poblados que podemos considerar como proto-
urbanos.
En torno a grandes ríos -el Éufrates y el
Tigris, el Indo, el Nilo, el Yangtsé- surgen las denominadas grandes
civilizaciones. La primera de estas civilizaciones fue Sumer,
hace 5.500 años. Los sumerios,
cuya civilización se extendió hasta el norte del Éufrates, fueron creadores
de un tipo de escritura denominada cuneiforme.
Es escritura en tablillas de arcilla, en tablas de piedra o en papiros. Los
textos más antiguos que conocemos son leyes recogidas el Código de
Hammurabi, además de contabilidades
y crónicas con una antigüedad
de 4000 años.
El aumento de población por la mejor
alimentación tras la revolución neolítica, obligó a la población a bajar a los
valles, con suelos más ricos por la abundancia de agua y las crecidas anuales.
Fue necesario controlar el río con diques y canales. Se pueden poner en cultivo
nuevas tierras, aumentar su productividad, garantizar la estabilidad, mantener
más animales. La riqueza aumenta, aumenta la población, aumenta la
especialización.
El cuidado y defensa de los sistemas de
canales requiere un marco distinto: se crean las primeras ciudades. La
revolución urbana supone una organización más compleja: asentamientos más
amplios, diversificación y especialización del trabajo (junto a las actividades
ya existentes en el campo, surgen ahora otras propiamente urbanas),
intercambios entre campo y ciudad (excedentes agrarios por productos
manufacturados). Esto requiere mayor organización y cooperación: un sector de
población se dedica a la administración y control de la economía a través de un
conocimiento de las crecidas de los ríos, muy ligado a las creencias
religiosas; luego, este grupo se convierte en clase dirigente y crea unos
instrumentos (ejército, leyes, burocracia, impuestos, escritura...): ha nacido
el Estado o poder político y, la aparición de dioses guerreros acorde con las
pretensiones de poder de las clases dominantes y guerreras, al servicio
de las cuales surge un clero servil y ambicioso.
Como fruto del dominio de un sector de la
población sobre el otro surge el acaparamiento de los excedentes: por primera
vez conviven ricos y pobres -jerarquización social-. Pero lo más
destacado es la aparición de la esclavitud, que marca la diferencia fundamental
entre hombres libres y no libres. También en este periodo histórico comenzaron
las guerras por el poder territorial, económico, político y religioso las
cuales han continuado hasta nuestros días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario