Eduardo Pedro García Rodríguez
Unas piedras pintadas hace unos 25.000 años, en
Simwawe (Sudáfrica) son las primeras manifestaciones artísticas más antiguas
conocidas. Durante milenios los Khoisan fueron dejando sus huellas pictóricas
en una extensión de territorio que cubre todo el África austral y zonas del
centro del continente. Generalmente reflejan escenas de caza.
Mucho más conocidas son las pinturas rupestres de
los montes Tassili N´Ajjer (Argelia), en el desierto del Sáhara. Los
yacimientos arqueológicos localizados demuestran la presencia humana en el
territorio desde hace 20.000 años a.d.n.e., no será hasta entre 4.000 y 5.000
años a.d.n.e, que aparecerán las primeras creaciones artísticas. Hasta el
presente se han catalogado más de 30.000 pinturas y grabados rupestres que
abarcan un periodo de 3.000 (5.000 a 2.000 a.d.n.e), hasta la desertización de
la región. Los grabados fueron hechos por los Imazighen (Beréberes) del norte,
mientras que las pinturas son atribuidas a pueblos que, más tarde, emigraron
hacía la cuenca del Niger.
Las pinturas representadas en el Periodo Bubalus,
consideradas las más antiguas consisten en escenas de gentes que aún se
dedicaban exclusivamente, a la caza (búfalos, rinocerontes, elefantes e hipopótamos).
Más tarde, durante el cuarto milenio a.d.n.e, comienzan a domesticar ganado
(ovejas y cabras, vacas y posteriormente dromedarios) lo que dejan reflejado en
las pinturas del Periodo Ganadero, con escenas de pastoreo, además animales
coetáneos como antílopes, orix, gacelas, avestruz, etc. De la época más tardía
se han conservado además de pinturas con escenas sociales, diverso arte
mobiliario (bailarín enmascarado o Dama Blanca, huevos de avestruz utilizados
como recipientes para beber, similares unos encontrados en la isla canaria de
Fuerteventura, decorados con dibujos geométricos… ).
Con la desertización del Sáhara, y durante un
largo periodo que puede abarcar más de 2.000 años, grupos de estos pueblos
nómadas fueron emigrando hacía el Este llevando con ellos su cultura,
apreciándose su influencia en las sociedades emergentes del Antiguo Egipto e
incluso en las Islas Canarias. Aunque parece que otros grupos ganaderos se
fueron desplazando hacía el África Oriental, no se han encontrado similitudes estilísticas
entre por ejemplo, las máscaras de arte del Tassili con las del África
Oriental.
La existencia de estatuillas representativas de
la Diosa-Madre en África, está contrastada desde el II milenio a.d.c. En lo que
respecta al noroeste africano en el inmenso desierto del Sahara abundan los
grabados y pinturas rupestres referentes a la Diosa-Madre, además de
representaciones zoomorfas son una prueba de que en el continente donde surgió
la humanidad, posiblemente fue el lugar donde se inició el culto a la
divinidad. Hasta hace unos 8000 años una extensa sabána ocupaba lo que hoy es
el desierto, en ella proliferaba la vida tanto vegetal como animal y desde
Mauritania hasta el Senegal los grupos humanos encontraban los medios
necesarios para desarrollar la vida.
Hemos concluido que los pueblos Imazighen se
vieron forzados probablemente a una emigración masiva, al establecerse hace
6.000 años antes a.d.c, por causas de las condiciones hiperáridas del Sáhara.
Se dirigieron hacía Canarias, hacía Oriente Medio y hacía Iberia y las islas
mediterráneas. Parte del patrimonio genético y cultural de Iberia se debe a los
imazighen (bereberes). La lengua ibérica antigua, la vasca (como la etrusca y
la minoica) parece muy emparentada con la mazigia. ¿Contribuyeron los mazigios
al desarrollo cultural de los mediterráneos pre.griegos? Es muy probable que
así fuese; los resultados de la genómica histórica y la lingüística no dejan
lugar a dudas.(Arnay et al. 2002)
El rico legado de las antiguas civilizaciones
mazigias, está compuesto de manifestaciones rupestres, pictóricas y relieves
datadas entre los años 8000 y 6000 a.d.n.e. La temática encontrada en los
abrigos y rocas son de los más variados estilos y temas. Abundan las figuras
humanas, unas con máscaras y otras presentan los cuerpos embadurnados de blanco
o pintados con dibujos de líneas, también son frecuentes las escenas de
animales en cacerías o en rebaños domesticados así como de caza o pastoreo. Son
significativas las pinturas denominadas de “cabezas redondas” las cuales son
consideradas las más antiguas estimándose que fueron realizadas por pueblos de
cazadores que vivían de la caza y la recolección desde el año 8000 a.d.n.e.
Otro estilo de pintura conocido como de “Pastores”, se piensa que los artistas
fueron pueblos de pastores que domesticaron los animales hasta el año 4000
a.d.n.e., tal como hemos apuntado. A los pueblos nómadas le son atribuidas las
pinturas que contienen escenas de ceremonias y las de “carros voladores” o
“galope volador” hasta el año 2300. Las de “Camellos” serían realizadas hasta
el año 300 a.d.n.e.
En el Sáhara son innumerables los yacimientos
arqueológicos con paneles de pinturas y grabados rupestres, especialmente en
los macizos montañosos de Hoggar, del Tassile, del Tibesti, del Fezzan etc. En
Libia en el Tassile-n`Ajjer, Jabbaren, donde existieron Gorgonas (mujeres
guerreras), podemos apreciar una pintura rupestre de una figura femenina de
cabeza redonda, en actitud de desplazarse a zancada o danzando, la cual fue
calificada por Lhote (1975,19) en Martin-Cano, como «La Dama blanca» de
Auanrhet, Inawanghat, Ianouanrhat o Aouanrhet. Esta figura lleva un sombrero en
forma de media Luna rodeada de estrellas, tiene rodilleras, falda y brazaletes
de flecos, brazos en forma de “W” y de sus manos enguantadas parece que caen
chorros de agua. La piel es de color negra y el cuerpo parece estar embadurnado
de blanco. También del macizo de Tassili-n`Ajjer, Jabbaren, es otra pintura de
figura femenina que posiblemente representa a una Sacerdotisa de cabeza redonda
datada en entre los años 8000 al 6000 adne. Lleva rodilleras, tobilleras, un
cinturón del que cuelgan dos tiras como taparrabos, y tiene un tocado en forma
de medialuna. Y transporta algo parecido a un cuenco o cuerno. El cuerno o
cuenco está decorado con rayas paralelas y recuerda al cuerno que sostiene la
estatuilla de mujer de Laussel, datada en el año 19000 a.d.n.e. Del mismo
lugar mencionado es una pintura rupestre que aparentemente representa a un
grupo de mujeres agricultoras inclinadas sembrando, próximo al lugar anterior
se pueden ver otro panel con dos mujeres agricultoras que portan el palo
excavador o bastón para la siembra.
En el Chad, montes Ennedi, se puede ver un
yacimiento rupestre que muestra a varias mujeres desnudas portando el palo
excavador, los cuerpos que presentan grandes adiposidades aparecen totalmente
tatuados con líneas que asemeja surcos, simbolizando quizás los campos arados.
En el macizo de Aïr de Niger un yacimiento de
grabados rupestre nos muestra un conjunto de figuras femeninas asociadas a una
jirafa y dos figuras de animales, las féminas los cuerpos e
stán compuestos por dos triángulos con los
vértices invertidos, los brazos forma “W” y las cabezas son flores de tulipán.
El conjunto está realizado con la técnica de piqueteado, mediante la cual se
desprendió la pátina de la roca para formar las figuras. Este panel esta datado
en 2.500 años adne.
En Zimbabue, (ex Rodesia del Sur) se halla una
pintura denominada como «Dama Blanca» de Damaraland, representa a una cazadora
que porta arco y flechas y una flor en la mano izquierda, está asociada a otros
dibujos.
La similitud de ambas figuras con la Dama Blanca
de Auanrhet es evidente, para explicarlo, Campbell (1991,434-5) apunta que: “…con
la desecación del Sáhara y la partida de la numerosísima caza, durante el
cuarto milenio a.D., los capsienses y su arte pictórico se trasladaron hacía el
sur, donde su influencia se pude encontrar en los diferentes estilo de Rodesia
del Sur:.. la ahora famosa y aún más misteriosa «Dama Blanca» de Damaraland…”
La arrolladora penetración de los ejércitos
musulmanes en el Norte de África, con su terrible carga de fanatismo islámico
enemigo acérrimo de cualquier manifestación artística de las divinidades por
una parte, donde los pueblos invadidos se les ofrecía dos opciones simples, o
aceptar el Islám o peder la cabeza, y posteriormente, los intentos de
penetración de los católicos y protestantes portando una dosis no menor de
intolerancia religiosa, arremetieron despiadadamente contra cualquier
manifestación externa de las antiquísimas creencias del pueblo mazigio y de los
otros pueblos del continente. Como consecuencia de estas agresiones las
representaciones estatuarias fueron masivamente destruidas, por lo que son
pocos los ejemplos de esculturas antiguas referentes a la Diosa-Madre en el
continente africano. Aún así, podemos observar que las estatuillas básicamente
tienen las mismas formas que otras encontradas en otros continentes lo que nos
hace suponer que estas figurillas acompañaron al hombre en sus migraciones
desde tiempos remotos, retornando milenios después a su lugar de origen con
ligeras variantes en las formas producto del avance de las diferentes culturas.
A pesar de lo expuesto podemos admirar algunas
manifestaciones de estatuillas antropomorfas de la prehistoria africana,
algunas de las cuales son de factura relativamente recientes ya que están
datadas en el II milenio a.d.n.e. Estas figurillas son exclusivamente femeninas
al igual que en el resto del mundo, perteneciente a la civilización
paleo-africana y representan a la gran Diosa-Madre. Han sido realizadas en
piedra y terracota y proceden de tumbas. La idea extendida en el mundo
neolítico de que, al estar el difunto acompañado de la representación de la
gran Diosa-Madre, ésta con su poder les concedía la resurrección, han hecho
posible la pervivencia de estas figurillas testimonios de la firme creencia en
la vida después de la muerte en el hombre del neolítico.
En el Sáhara se encontraron ocho cabezas en un
yacimiento de Tabelbalet, Argelia. Son pequeñas tallas en piedra de la
Diosa-Madre, ésta aparece grabada en forma de un cono y confundida con el
mismo, muy semejantes a los neolíticos franceses.
Otra figurilla de formas singulares tiene
triángulo púbico, mamas, brazos como alas e inscrita en un rombo (ambos
elementos son atributo de la Diosa Tanit), hallada asociada al rico ajuar de la
tumba de Tin Hinan o Al Kaina, la heroína del pueblo mazigio.
Los hechos históricos con el transcurso del
tiempo suelen tomar tintes de leyenda y viceversa, como es sabido se llega a un
punto en que se hace difícil separar lo que de historia real o de leyenda nos
presenta una narración, sobre todo cuando ésta no fue recogida mediante la
escritura cuando se produjeron los hechos, sobre todo si estos tuvieron lagar
hace 1600 años.
Esta es la situación en que nos encontramos
cuando nos enfrentamos con la pervivencia de una Diosa de origen reciente. Para
los Tuareg actuales la creadora primigenia fue Tin-Hinan, “la de las tiendas”,
en lengua tamazig o Al-Caina para los arabofonos. La historia de esta
Diosa-Heroína es relativamente reciente: Hace 1600 años una esbelta mujer
decide abandonar su residencia de Tafilalet, en el suroeste del Atlas en el
actual Marruecos, montada en una camella blanca y acompañada de su fiel criada
Tamakat y un séquito de esclavos negros, emprende un viaje que le llevaría
hasta Abalessa, al sur de Argelia, en pleno corazón de Sáhara Central.
Tin-Hinan portaba en la caravana una gran cantidad de mercaderías además de sus
joyas personales, las cuales eran cuantiosas. La princesa llegada del Atlas se
estableció en el entonces fértil Valle de Abalessa, que aún hoy conserva una
serie de doce antiguos y destartalados pozos, recuerdo de pasados tiempos más
halagüeños. Las leyendas, tanto la tuareg como la islámica, nos sitúa a la
intrépida princesa ocupando el paradisíaco lugar junto al oasis donde creó su
reino y permaneció hasta su muerte. Llegó con una hija llamada Kella y allí
engendró con los dioses a tres hijos más que se llamaron Tiner, Takenkor y
Tamerouelt, quienes dieron origen a una de las razas más incógnitas del
planeta, los Tuareg, término que quiere decir “hombres libres”. Una raza de
tribus nómadas que extendió su poder por toda África central, donde siempre han
sido temidos y respetados. Los Tuareg han guardado con veneración, de
generación en generación, el recuerdo de su filiación materna, al igual que han
guardado su tumba durante dieciséis siglos en un túmulo sobre una pequeña
colina próxima al oasis, y que es el monumento más importante del Sáhara
central. La tumba sirve de centro a una pequeña necrópolis donde prácticamente
al mismo nivel fueron construidos otros doce enterramientos en forma de
pequeñas torres, entre los que fue descubierto el esqueleto de un niño, y que
fueron descubiertas para los europeos en 1932. Según la versión de algunos
investigadores el conjunto en su origen fue una vivienda convertida después en
fortín, y las tumbas que aparecen en los alrededores de la misma son
posteriores, siendo posible que la veneración hacía Tin-Hinan, o la práctica de
algún rito desconocido, motivara el enterramiento en el lugar de algunos Tuareg
prominentes. El lugar ha sido centro de peregrinación para los hombres azules,
quienes acostumbran a pasar la noche en absoluto recogimiento recostados sobre
la tierra reseca de las laderas de la colina sagrada en actitud de custodiar a
la vez que adorar el interior, santuario de la Diosa.
Los arqueólogos franco-americanos Reygasse y el
conde Byron de Prorok inician las excavaciones de la necrópolis de Abalessa,
situada a cincuenta kilómetros al N-E de Tamanrasset, y a unos doscientos
cincuenta kilómetros de la cordillera del Tassili, en la frontera con Libia,
encontrando la tumba de Tin-Hinan, sacando a la luz aspectos desconocidos e
insospechados de las ruinas, del oasis, de la historia y geografía del
territorio y sobre todo de la existencia y origen de la princesa Tin-Hinan la
Diosa-Madre del pueblo Tuareg.
Las catas iniciadas por Prorok dieron como
resultado la puesta al descubierto de varias salas vacías con muros de unos
espesores entre 1 y 4 metros; finalmente centró la excavación en una de las
once salas que componen el monumento funerario o palacio de Tin.Hinan. Se trata
de una estancia de 5 por 4 metros de base y 2 de
altura. La sala estaba vacía, más su suelo estaba
cubierto por losas, lo que no sucedía en las otras estancias: seis enormes
losas, de varias toneladas de peso, que fueron transportadas a la cima del
túmulo inexplicablemente.
Al levantar una de las losas apareció bajo ella
otra sala, una estancia de 2´30 por 1´50 de altura. La luz del ardiente sol del
desierto alumbró la presencia de un esqueleto completo. Por fin, los restos de
la bella princesa Tin-Hinan habían sido hallados; y con ellos, desvelados algunos
de los secretos de su vida y su divinidad. El ambiente seco del desierto había
conservado el esqueleto en excelente estado. El ajuar funerario estaba
compuesto por siete brazaletes de plata en el brazo derecho, ocho en brazo
izquierdo. Sobre el pecho un anillo y una hoja doblada de oro. Su pié derecho
se encontraba rodeada de bolas de antimonio, y en el izquierdo llevaba cinco
perlas de metal y piedras preciosas. A la izquierda de su pelvis se encontraban
una treintena de perlas de diversos colores; y perlas blancas y restos de un
traje de cuero sobre su pecho. Junto al esqueleto se encontró la estatuilla de
una mujer estilizada con sus órganos sexuales representados con gran realismo.
La postura es similar a la que presentan otras figurillas prehistóricas
encontradas en Mesopotamia, China, Oceanía y en América, representativas de la
Diosa de la naturaleza.
A pesar de que oficialmente todo el pueblo
mazigio del continente profesa la religión islámica, determinados pueblos
continúan practicando ancestrales ritos que no son aceptados por el islamismo.
Así tenemos, por ejemplo, la adoración a una santa que profesa el pueblos
Seksawa, de las estribaciones del S.O. del alto atlas, donde el idioma está
arabizado para cuestiones culturales y religiosas, no se rinde culto en esta
lengua cuando se realizan los sacrificios rituales en honor de la “Santa
popular” Lalla Aziza, durante el mes de julio, santa considerada símbolo de la
resistencia antimerínida cuyo culto se remonta al siglo XIV. Según José Matas:
“Durante la ceremonia se pone de manifiesto una gran tensión, que experimenta
un notable incremento cuando se clava el cuchillo en el cuello del animal
sacrificado. En este mismo instante, todos los presentes se abalanzan sobre la
victima para agredirla con gestos violentos aunque sólo sea fingiendo un golpe
con el brazo en alto. Algunos se tiñen la cara de sangre y la mayoría alcanzan
un estado de semiposeción. Después responden a invocaciones cantadas en un
intento de traer buenos auspicios sobre la comunidad y de obtener el favor de
Lalla Aziza.” (José Matas, 1981:280)
De entrada, resulta obvio que el Islam jamás
reconocería una santidad y un protagonismo femenino como el de Lalla Aziza.
Pero J. Matas lo contextualiza un tanto distorsionadamente: “Prácticas como la
anteriormente descritas corresponden a diversas supersticiones locales que
“complementan” o simplemente se añaden a las demás prácticas propias de la
religión musulmana comunes a todos los bereberes”. Este autor reduce a mera
superstición lo que para el pueblo mazigio es una evidente manifestación de
religiosidad. Quizás su equívoco provenga de la idea preconcebida de que el
ámbito de lo religioso sólo lo expresan en árabe. Además, ésta no es la única
forma de religiosidad bereber o amazigh, arraigada hondamente, al igual que
otras que socialmente son subterráneas o íntimas, que acaban en el cajón de las
supersticiones o de lo detectado por el investigador por pertenecer al ámbito
de la intimidad personal y, por consiguiente, al lado oculto de la esfera
cultural y del comportamiento humano. O dicho de otra manera, ignoradas y por
tanto discriminadas de los análisis de lo religioso, lo cual permite seguir
hablando de islamización neta entre los amazigh.
En Sain-Donat, Argelia, en la región de
Constantina también se han encontrado vulvas grabadas en las rocas, símbolos
divinos de fertilidad, así como Kerkús, mazigios en forma de túmulos cónicos,
representación de la Diosa de la muerte similares a otros existentes en
diversas cuevas de las Islas Canarias.
Los ídolos hermafroditas, similares a los
aparecidos en Europa, Asia, América y Oceanía, tienen su equivalente en el
encontrado cerca de Thiaroye-sur-Mer o Thia Roye, Dakar, Senegal, esculpido en
un guijarro de gresita, con torso paraboloide y grabados de puntos y trazos y
triángulo púbico.
En Sudán, también nos ofrece extraordinarias
esculturas femeninas localizadas en yacimiento de Nubia, al norte de Sudán,
estas figurillas están datadas entre los años 1900 a 1550 a.d.n.e. Entre ellas:
El bello y moderno torso embarazado encontrado en Kadada con dibujos de líneas
paralelas; una figura con cara zoomorfa, brazos como alas, hallada en la tumba
de una joven en la fortaleza de Aniba; Otra sentada con brazos como alas,
grandes adiposidades en muslos y escarificaciones en el vientre y piernas en
formas geométricas de líneas en zig-zag, también localizada en Aniba: Otra más
simplificada embarazada, con collar y cabeza de oveja, que la identifica con la
Diosa tierra de Askut.
El Lago Chad es rico en yacimientos arqueológicos
del pueblo Sao. Una de las partes más ricas de yacimientos lo aporta las
abundantes estatuillas femeninas y los objetos de barro decorados con
espirales. Una las más significativas de estas figurillas es un ejemplar de
color rosada con enorme boca, collar, escarificaciones de espigas en aspa o
motivo de “X”.
Nigeria, nos aporta con la civilización de Nok,
de la región norte, desarrollada entre el año 600 a.d.n.e. al 500 d.n.e., se
han localizado por exploradores ingleses por primera vez en el año 1928, en
minas de estaño terracotas antropomorfas de rasgos negroides, provistas de
peinados de gran sostificación y de pelucas, como la figura femenina con ojos
triangulares, pupila y nariz horadadas, boca con labio superior elevado con
mamas en la cabeza como sombrero de Jema, datada en el año 250 a.d.n.e.
Sin duda alguna la mayor cantidad de estatuillas
de la Diosa-Madre, pertenecen a sus enterramientos. No son sólo vestigios
materiales de culturas desaparecidas o sincretizadas, sino también manifestaciones
de la concepción de su existencia en un periodo histórico en que la esperanza
de vida no era muy elevada y la lucha por sobrevivir era intensa. En estos
yacimientos hablan más de lo que parece de un mundo donde los aspectos de la
vida material y espiritual estaban íntimamente unidos.
La religión es una situación anímica del
individuo siendo esencialmente moral y filosófica, por ello, es difícil que
lleguen hasta nosotros pruebas tangibles y concretas de sus ideas, pero, por lo
general, las creencias se asientan en objetos materiales como símbolos
sagrados, mediante los que se proyectan estas ideas profundas consiguiendo así
que lo espiritual sea más cercano y aprehensible. La necesidad de los seres
humanos por comprender su existencia y destino final se manifiesta en
diferentes objetos, enterramientos y monumentos funerarios.
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