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sábado, 30 de mayo de 2015

:::Hallazgo revelador:::


Pese a lo que se pudiera pensar en una primera instancia, hoy es posible afirmar sin ambages que el culto a la Virgen de la Candelaria ha permitido conservar un venero etnolingüístico ínsuloamazighe de enorme riqueza y vitalidad. Se trata, cómo no, de una vigencia mediatizada y, en buena medida, más o menos fosilizada en las formas cristianas, pero enlazada todavía con una memoria ancestral muy fecunda. Este arraigo devocional ya nos ha revelado aspectos cardinales de la concepción cosmogónica isleña, pero lo asombroso es que aún nos aporta ingredientes extraordinarios para conocer también un poco mejor aquellas hablas. Sirva como prueba de este aserto el hallazgo que presentamos a continuación.


Hace pocas semanas, contactó con nosotros una investigadora española, Mª Isabel Alba Fernández de Moya, licenciada en Historia del Arte y restauradora, que desempeña su tarea profesional en el sevillano Taller del Restauro. Una clienta solicitaba sus servicios para una obra que había adquirido en Tenerife. El cuadro, una típica imagen de la Virgen de la Candelaria, fechado en 1906 y que parece haber pertenecido a una iglesia del noroeste de la Isla, presentaba una extraña inscripción en el travesaño del bastidor. Como se aprecia en las fotografías que ha tenido la gentileza de enviarnos, el texto, trazado con pintura sobre la madera por una sola mano y compuesto con el alfabeto y la caligrafía españolas de ese momento de transición al siglo XX, se percibe con bastante nitidez, aunque ciertas grafías aparecen un tanto confusas incluso para el examen directo que ha podido practicar nuestra amable colega.

La transcripción paleográfica de la secuencia puede expresarse en los siguientes términos: Conospe<ri>n P<r>ogal<a>x Miogoodmon Piu Nu<t>ort<í>, donde los signos angulares acotan las lecturas dudosas. No obstante, a partir del sentido general que descubre el análisis lingüístico cabría admitir una restitución filológica del tenor: knu s feren fru galakkt mi ogdmãn ffiw nut twâr-tãy.
Pese a la reposición hipotética que se apunta para los grafemas imprecisos, esto no condiciona la estructura morfosintáctica que presenta el sintagma analizado, muy nítida y por completo pertinente en la gramática amazighe. El enunciado muestra una oración compleja que se compone de tres proposiciones asindéticas o yuxtapuestas (1+2+3), cada una de ellas con valor injuntivo o imperativo:
(1) knu s feren
(2) fru galakket (2’) mi ogdemãn
(3) ffiw nut (3’) twâr-tãy

A su vez, la segunda y la tercera contienen sendas frases subordinadas: adverbial en (2’), como indica el nexo (mi), aunque su alcance semántico sea más condicional que temporal, y relativa restrictiva en (3’), sin marcador explícito (nut twâr-tãy).
Traducida al español, esta interesante y valiosa sentencia religiosa prescribe al creyente: «Inclínate hacia lo Excelso, repara la necesidad en la angustia y prende la candela que ella porta». Con todo, un desglose más literal de ciertos conceptos quizá ayude a captar su significación con mayor exactitud.
El mandato descansa en estas tres formas imperativas: [K•N] knu ‘curbar(se)’, ‘inclinarse’, ‘humillarse’; [F•R] fru ‘pagar, saldar, liquidar, satisfacer’, ‘cotizar’, ‘regular, reglamentar’, ‘hacer una colecta’; y [F•W] ffiw (o ifu, ifiw, ifaw, faw, ffu, ffèw, ufu) ‘aclarar, esclarecer, despejar, iluminar’, ‘despuntar’, ‘amanecer el día’, donde puede suscitar alguna controversia el valor transitivo (‘prender’) que le asignamos, pero creemos reconocer en este lexema la noción etimológica ‘hacer fuego, luz, claridad’. Apoyaría esta acepción primaria su objeto directo, el substantivo nut, una ‘vela’ o ‘candela’ cuyo sentido literal remite a una ‘madera para encender (por frotación)’, ‘yesca’, ‘tea’ o ‘lumbre’.
Otras fórmulas también llaman la atención. Por ejemplo, una divinidad que, conforme a la antigua tradición afroasiática, se define de manera cualitativa: [F•R•N] ferèn, nombre verbal masculino singular que señala el hecho ‘ser exquisito, excelente, de buena calidad’. O bien esa exhortación a liquidar un ‘hambre violenta’ o [G•L•K] gèlèk(kèt) que causa ‘angustias’ y ‘ansiedades’, es decir, [G•D•M] ogdèm, pl. ogdèmãn, cuyo valor literal arranca en una ‘acidez gástrica de carácter crónico’.
No se detectan rasgos de una eventual influencia morisca en la realización de la pieza. Esto permite pensar que debió idearse en los primeros tiempos de la colonización, algo que sugiere esa referencia a una ‘candela’ (nut) concebida como ‘materia seca inflamable’ o ‘yesca’. Una transmisión oral muy pulcra, igual que ocurre con otros materiales relacionados con este culto, habría conservado esta sentencia sin alteraciones notables, pues no hay pruebas sociolingüísticas que fijen su creación en el siglo XX.
Tampoco el sentido del texto facilita una datación más segura. El imaginario cristiano no tuvo necesidad de forzar el sincretismo religioso, puesto que la concepción cosmogónica ínsuloamazighe le brindaba ya ingredientes nada contradictorios. Ninguna fricción podía ocasionar el añadir una candela a la madre de Dios para representar a Chaxiraxi (Taghiragh), la estrella primordial (Canopo) o vientre cósmico que, según la antigua tradición norteafricana, habría dado origen y sustento al universo, al Acoran (Aqquran) o divinidad celestial que «gobernaba las cosas de la Tierra».
La adscripción de esta fórmula al habla amazighe de Tenerife constituye una hipótesis muy consistente, ya que exhibe la típica combinación de flujos dialectales que configuró esta modalidad lingüística, donde la base meridional (tuareg) que domina en todo el Archipiélago aparece matizada por ciertos elementos septentrionales.
En suma, estamos ante un registro de impecable factura gramatical, que, aparte de un estimable testimonio religioso, suministra datos lingüísticos de considerable relevancia, una vez más probatorios de la identidad amazighe de aquel sistema de comunicación cultivado en Canarias antes de la colonización europea.
Autor: Ignacio Reyes En Revista Mundo Guanche.




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