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viernes, 22 de mayo de 2015

BALANCE DE LINGÜÍSTICA ÍNSULOAMAZIGHE-I I




Consideraciones heurísticas, metodológicas y dialectales

POR IGNACIO REYES GARCÍA Doctor en Filología igelliden@gmail.com

VI Congreso de Patrimonio Histórico. Lanzarote, 10-12 de septiembre de 2008



II. BAGAJE METODOLÓGICO

Conforme a los testimonios antiguos y la evolución de ciertos parámetros lingüísticos, la población isleña, neutralizada su capacidad para controlar la reproducción de las condiciones materiales y culturales de existencia, habría abandonado el uso de la lengua amazighe como sistema de comunicación social hacia finales del siglo XVI. Al margen de pervivencias puntuales y muy acotadas, una coerción colonial concluyente, quizá agudizada por la insularidad, relegó sus esferas de actuación e impidió que el bilingüismo activo prosperase en la nueva sociedad. Confinadas en un registro campesino excluido de los valores sociolingüísticos dominantes, el rápido decaimiento de esas hablas no evitó que imprimieran un sello singular al español de Canarias. La re lajación y pérdida de cualidades gramaticales básicas, como el sentido y la pertinencia de las marcas de género y número en los substantivos, igual que su pronta y extensiva desnaturalización semasiológica, son algunos de los rasgos que jalonan ese proceso de extinción y, al mismo tiempo, discriminan los contenidos que penetraron en el idioma de los conquistadores.

Sin duda, se cuentan por miles los fósiles léxicos que todavía ocupan algún lugar en el español de Canarias, muchos de ellos arraigados en la toponimia o rehabilitados como fetiches para las nominaciones más insospechadas. En menor cuantía, aletean también algunos signos plenos, donde zoónimos (perenquén, baifo, etc.) y fitóminos (taginaste, bejeque, etc.) reúnen colecciones importantes, aunque no faltan los adjetivos (malén, mané, etc.) y otras voces del lenguaje corriente (gofio, eres, etc.). Pero parece obvio que la investigación filológica debía inspeccionar antes los recursos escritos que las imágenes orales supervivientes. Si ya lenguas o hablas periclitadas sólo son accesibles a través de sus textos, que en Canarias acumulan lastres heurísticos pertinaces, pero también contextos y circunstancias primarias, las migraciones interinsulares (forzadas o voluntarias), la importación temprana de esclavos moriscos, el influjo andalusí en las lenguas romances, la prosecución de contactos socioeconómicos más o menos episódicos con áreas norteafricanas y, por descontado, el quebranto de la identidad idiomática (y hasta cultural) ínsuloamazighe a medida que nos alejamos de aquel pasado, recomendaban empezar por restaurar, dentro de lo que fuera factible, las propiedades lingüísticas de los estados de habla más antiguos.

Desde el punto de vista fonológico, la influencia en Canarias de las variedades meridionales del español, imposibles de hurtar a su impregnación árabo mazighe, complican el examen de un paisaje fonético nativo que conocemos sobre todo a partir de fuentes escritas extranjeras. Buscar permanencias (u omisiones) en la pronunciación actual, tal vez sea viable cuando los estudios experimentales y diacrónicos de las modalidades continentales rindan resultados más vastos y afinados. De momento, alegar filiaciones exclusivas para algunos fenómenos, como por ejemplo la realización sonora y continua de la consonante (č) palatal africada sorda /tÉS/ o el ensordecimiento y confusión de las sibilantes (s, ss, z y c) en un único fonema de timbre dental /s/, por mucho que anexen constancias romances no será ocioso señalar que también se observan en algunas dicciones amazighes.

Mención aparte merece la alternancia f / p, muy extendida en las hablas de La Gomera y Tenerife, aunque no faltan muestras más esporádicas en el resto de las Islas. La ausencia de la consonante bilabial /p/ como fonema independiente en los dialectos vivos no puede invocarse para justificar una infección románica, pero tampoco para colegir una probable contaminación fenopúnica solamente, porque ambos fonemas ya convivían sin diferenciación en el substrato afroasiático (Cohen 1947: 166).

Aun con una trascripción exacta del tejido epigráfico, faceta que la investigación todavía no ha terminado de concretar, los hablantes de una lengua suelen ejercitar su horizonte fonémico más allá de las literalidades textuales, que aquí tampoco acopian un volumen excesivo. Por eso, la aproximación más sólida a ese inventario arranca en la criba paleográfica de la documentación europea y el cotejo interdialectal dentro del do minio amazighe, instruido desde un principio de regularidad en las correspondencias fonéticas (Cohen 1947: 62-66), que al menos considere una perspectiva diacrónica a partir de sus evoluciones locales (Galand-Pernet 1985-86: 6). Extraer de este rastreo algo más explícito que la consonancia idiomática de ese caudal, caso de la comparecencia firme de algunas especificidades diatópicas, supone entrar en un terreno muy espeulativo en la mayoría de las ocasiones. El carácter sistémico de algunos procesos articulatorios, como la oposición tensiva en las consonantes, habilita ciertos recursos deductivos, pero este tipo de inferencias no atestiguan hechos.

El abanico fonológico probado ya para el conjunto ínsuloamazighe recubre el elenco básico de la lengua, con paladiales también muy seguras2:

a) Clasificación de los fonemas según el modo de articulación:

oclusivo      fricativo       africado         nasal          silbante      chicheante     vibrante b        p                  f                                 m
d        t         l                  dZ         tÉS             n             z        s        Z            S            r
d          t                                                                      z
¯
g        k
q        “      χ
h

b) Clasificación de los fonemas según el punto de articulación:

bilabial      labiodental       dental         alveolar        palatal          uvular         laringal b        p                  f        d        t              l             ¯                  “      χ                  h
m                                       d          t              r            dZ       tÉS                  q
n                  Z           S           g        k z        s
z
w                                                                                j

Separar las simples incorrecciones textuales de lo que fueron singularidades alofónicas insulares o, inclusive, validar el auténtico estatuto fonémico de articulaciones desconocidas, excepcionales o representadas de manera equívoca en las lenguas romances, granjea algunas dificultades que sólo cobran nitidez suficiente a través de dos expedientes operativos indispensables: ajustar en lo posible la historicidad de esos caracteres contemporáneos de la colonización europea, siempre a partir de los hábitos gráficos del autor, época o norma diatópica (Reyes 2000), e incorporar ese material isleño a un análisis interdialectal amazighe, concebido sin otras restricciones que las activas en las hablas involucradas en el poblamiento lingüístico del Archipiélago o, en su indeterminación, garantizadas para el conjunto de la lengua. La tarea sólo cabe calificarla de crucial, por cuanto las consonantes, sujetas a frecuentes cambios fonéticos, acogen el significado de los enunciados nominales y verbales, mientras las vocales sólo agregan valor morfológico.

Por lo que respecta al sistema vocálico, las notaciones documentales carecen de la feracidad contextual y diacrónica necesarias para ponderar su pertinencia o su definición fonológica, más allá de la indefectible confirmación de la trinidad básica (a, i, u) que domina en la lengua amazighe. Aunque ya se puede proponer que los fonemas de apertura media, /o/ y, en especial, /e/, además de responder a sencillas adaptaciones romances de los timbres más inestables de ese triángulo, a menudo siguen las pautas de condicionamiento prosódico que también practican las hablas tuareg y orientales (Cha- ker 1995: 12-13). En cambio, la presencia de la vocal central /ə/, cualquiera que sea su función, se tendrá que presumir, porque sólo figura bajo la misma grafía que la vocal anterior /e/.

Sólo una inexcusable decantación fonémica dará consistencia a otros rubros de la comparación lingüística (gramaticales, léxicos o sintácticos), cualquiera que sea el peso conferido a los procesos constructivos de la lengua. Se ponga el énfasis en su carácter bien aglutinante o bien flexivo, el punto de partida siempre ha de residir en esa escrupulosa traslación o, en su defecto, restitución de la materia básica, los sonidos per- tinentes, algo que en los estudios canarios se suele sortear, en el mejor de los casos, re- curriendo a las formas inventariadas por Wölfel (1965).

Si tenemos en cuenta que el grueso del material lingüístico nativo abunda más en piezas léxicas que oracionales, implicadas éstas a menudo en ceremonias ritualizadas y, por tanto, algo inmovilistas, se comprenderá que las prospecciones morfológicas y semánticas antecedan también a las sintácticas. La descripción sistemática y el examen funcional sincrónico, sin abarcar cuantiosas variables y oposiciones relevantes, proveen no obstante una cadena de constataciones e instrumentos positivos muy útiles para conjugar inferencias reductivas e inductivas que cimentan, cada vez un poco mejor, algunos escenarios sociohistóricos. Raras veces se hallarán cauces para trascender las literalidades etimológicas, pero éstas ya comportan un hito extraordinario, pues la penuria de traducciones directas y ambientaciones dibujadas sin demasiadas ambigüedades en las fuentes constriñen los análisis de manera muy seria.

La coordinación asindética, central en la construcción proposicional amazighe (Basset 1952: 40), y la composición yuxtapuesta o sintética de complejos nominales, tanto substantivos como predicativos, aspectos también perceptibles en Canarias, milita en favor de una caracterización aglutinante de la lengua (Allati 2002). De hecho, nadie dirá que esas manifestaciones no lleguen a instituir por momentos un estado reconocible, pero sus ingredientes y procesos relacionales y flexivos le confieren una estructura menos semejante al modelo finogro, por ejemplo, que al afroasiático, por muy semiti- zado que se nos presente.

En última instancia, cualquier formulación histórica del lenguaje debe mensurar su  naturaleza  dinámica  y  su  fundamento  social  para  adentrarse  en  la  producción cognitiva y en la acción comunicativa, procesos no sólo lingüísticos, aunque dotados de una semántica nuclear en su desarrollo.

Algunos vestigios de antigüedad acreditada, muy ilustrativos, no bastan sin embargo para sancionar otra cosa distinta que su vigencia en las hablas insulares junto a material más moderno. El presumible valor instrumental del prefijo nasal (m-) que se detecta en algunos nombres de armas (Reyes 2001: 290), palpable también en semítico y en egipcio antiguo (Prasse 1974: 67-68), pero substituido por otro sibilante (s-) en el conjunto actual de la lengua; las afinidades afroasiáticas en el léxico numerativo, con algún arcaísmo irrefutable (Reyes 1998: 89), o la profusa utilización de nombres verbales y de un aoristo simple o imperativo (Reyes 2004: 324) dotado de una expresa carga nominativa (Prasse 1974: 78), así mismo de raigambre afroasiática (Marcy 1931: 179- 180), dan una idea del vetusto perfil que se descubre en el amazighe insular, depósito privilegiado de algunas cualidades que los dialectos continentales han perdido o mutado.

El estudio de las antiguas hablas amazighes de Canarias ha de escudriñar, por supuesto, convergencias formales con los dialectos continentales, porque ni la cantidad ni la calidad del material accesible franquea demarcaciones más complejas, pero sin forzar la constitución de las voces o sus campos de significación. A pesar de cierta inclinación conservadora en la estructura del idioma, caer en anacronismos no resolverá las incógnitas. Esto demanda restablecer, en todas sus facetas (gráfica, fonológica, semántica, etc.), la historicidad de los ámbitos gramaticales de las lenguas comparadas y construir a partir de este análisis molecular y cruzado, con frecuencia más nutrido de hipótesis factográficas que  de  datos  consolidados, tanto  las  descripciones positivas como las explicaciones genéticas y procesales que persigue la investigación científica. El error, aparte de una estación indeclinable en penumbras tan densas, cuando se inscribe en una estrategia metodológicamente orientada, siempre termina por tributar conocimientos fructíferos de alguna índole.

Dentro de la filología ínsuloamazighe, no faltan situaciones en las que anomalías y déficit registrales truecan sus fronteras con la idiosincrasia diatópica. La elisión de la vocal de estado en muchos substantivos, por ejemplo, puede obedecer a un lapsus cálami de la fuente europea, pero tampoco se erige en una costumbre tan inusitada en algunos dialectos continentales que exija enmendar todas esas notaciones (a menudo, más atinadas de lo que se piensa). Porque interferir lo mínimo en el tenor de las mues- tras, así como hacerlo de forma explícita y pautada, evitará orillar o adulterar procedi- mientos, accidentes y partes quizá genuinas o identificativas. La esencia de las hablas isleñas exterioriza una urdimbre un tanto abstrusa, mas no arbitraria, lo cual faculta el establecimiento de marcadores geolingüísticos potenciales, es decir, vocablos y funtivos que atesoran atributos fonéticos, semánticos y/o gramaticales dialectalizados. Sin se- cuencias diacrónicas detalladas ni monografías diferenciales para todas las variedades de la lengua, la prudencia aconseja minimizar el riesgo de eventuales desapariciones con un rastreo interdialectal tan exhaustivo como flexible o proclive a sondear también espacios limítrofes al examinado.


(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)

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