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miércoles, 21 de agosto de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS






(Libro inédito)


Eduardo Pedro García Rodríguez


CAPITULO-XI-III

 LA DIOSA-MADRE EN  AMÉRICA



Venezuela

DIOSA DE TACARIGUA



En la cuenca del lago Tacarigua se establecieron diversos pueblos autoctonos: tacarigua, araguas, meregotos, ajaguas, y mucarias, quienes hablaban un idioma emparentado con el de los indios caracas. Todas estas etnias, con la llegada de los blancos y africanos, durante la colonia, contribuyeron con su sangre y carácter a la formación del carabobeño actual, además de dejar huella de su existencia a través de nombre de lugares, animales y árboles autóctonos.

El Lago Los Tacarigua muestra una riqueza arqueológica sorprendente, en la isla de Tacarigua o del Burro, se han encontrado restos de vasijas cerámicas, rocas con grabados y las figuras antropomorfas conocidas como Venus de Tacarigua, emblemáticas del pasado precolonial venezolano.

 “Pocas figurillas precolombinas son tan encantadoras como la Venus de Tacarigua. Encontrada en los alrededores del Lago de Valencia en Venezuela, llama la atención por sus fuertes y decididas proporciones invocadoras de la sexualidad y la fertilidad. Esta hermosa pieza de cerámica es digna de estudio para comprender mejor a los primitivos pobladores de la región.

Es evidente su relación con la sexualidad por el trabajo del artista quien enfatiza caderas y sexo. Su relación con la fertilidad es más sutil y misteriosa, pero igualmente fascinante. En Venezuela --como en casi todas las civilizaciones del mundo-- el sapo y la rana conllevan un simbolismo de fertilidad. La Venus expresa esta idea a través de la máscara que sostiene frente a su cara con unas manos que parecen una mezcla entre humanas y aquellas de un batracio. Pero lo más evidente son los ojos, que saltan a la vista ante la observación más superficial. Estos ojos --que en arqueología se denominan “ojos de grano de café” (aunque el café fue traído desde los países árabes a través de los Conquistadores) -- son en realidad la característica más típica de estos animalitos.

Pero ¿por qué hacer esta rara combinación de elementos? En su mayor parte, la actividad artística en los pueblos primitivos se dedica a la elaboración de objetos ceremoniales, figurillas y oferentes que son utilizados en los rituales mágicos.

En este contexto, las figurillas y oferentes adquieren contenidos simbólicos y son realizadas con una intención específica. Así, por ejemplo, la representación y posterior invocación de ciertos animales, como las ranas, anticipan y aseguran los fenómenos que representan. El animal representado tiene la función de “doble” con el hecho que simboliza. Por otra parte, el esquema de pensamiento indígena explica los acontecimientos relativos al ciclo vital del hombre (embarazo, nacimiento, pubertad, matrimonio, enfermedad, muerte) de modo  espontáneo, sin intelectualismo ni abstracciones. A diferencia del pensamiento racional --que busca una explicación causal de los hechos obedeciendo a ciertas leyes científicas--, el pensamiento mítico utiliza símbolos, más que conceptos, como fórmulas de interpretación del mundo. Este simbolismo se recoge bajo la forma del Mito, que constituye el relato de lo acontecido en los tiempos más remotos. Viene a conformar la pauta de la historia humana. Es un mensaje sagrado, revelado por los dioses, y significa la realidad por excelencia. De esta forma, los objetos de cerámica elaborados por estos hombres y mujeres tratan de imprimir una energía y fuerzas sobrenaturales, mágicas.

Venezuela tiene una fuerte tradición oral que explica muchos de estos fenómenos a través de sus mitos, que han sido recogidos en libros como “Mito de los Indios Yabarana” de J. Wilbert, "El sapo, ¿Divinidad o engendro del diablo?” de Haydee Solano, y “Tauron Panton. Leyenda de los Indios Pemones” d.e.a. Armellada. En ellos se cuentan diversas leyendas en las que sapos y ranas llenan el espacio mitológico y explican la creación del mundo con creatividad y candidez.

Dice Arturo Uslar Pietri --pensador y escritor venezolano-- de estas cerámicas cuando fueron expuestas a través de una exposición de fotografías en Caracas: “Lo más de estos objetos del indio, (...) tenían además de los usos utilitarios evidentes (...) o representaciones de la divinidad, todo un lenguaje simbólico incorporado en sus formas y en sus adornos, que permitía vislumbrar los valores espirituales y las creencias de aquellos primeros pobladores del territorio que ha llegado a ser el nuestro.” Y añade que [esta exhibición] “es la revelación del refinamiento artístico de aquellos seres a quienes, con grave deformación de la perspectiva histórica, seguimos llamando primitivos o salvajes”.

Estamos en total acuerdo con este gran pensador, quien observó a esta Venus con detenimiento y pudo ver más allá de su belleza: su encanto sin límites de tiempo o fronteras. (Sonia M. Martin)


 DIOSA DE LA LLUVIA O FERTILIDAD

 De la etnia Guacara,Venezuela

La Diosa de la Lluvia o fertilidad  es el petroglifo más conocido de la geografía guacareña y tal vez de toda la región de la Cuenca del lago de Valencia, siendo emblema de muchas instituciones educativas, ecológicas, ambientalistas, encontrándose inclusive representada dentro del escudo del municipio Guacara.
Esta fertilidad se encuentra representada en la cantidad de petroglifos y estatuillas de diosas, realizadas por todas las culturas en el mundo. Desde tiempos remotos, para los grupos prehistóricos humanos, la madre sería de mucha importancia, ya que tenía la capacidad de crear vida, de sustentar la vida, de perpetuar la especie humana. La Gran Madre prometía abundancia, nacimiento, crecimiento, armonía, comunidad y relación. Fue la proveedora original, la socializadora, significa el desarrollo de la agricultura y las primeras civilizaciones surgidas durante el Neolítico. 

Es en este período de la historia que se concebí a la Tierra como un ser vivo. El poder de la vida tiene su origen en el contenido de la naturaleza. Lo que se puede observar en el Paleolítico es la existencia de una cultura que se prolongó al menos durante 50.000 años con una figura central, la Gran Madre, que instituyo una cultura artística, el amor a la vida, la creencia en el más allá, una relación simbiótica con los animales, las plantas, un profundo respeto por los ciclos naturales de la Tierra y la mujer que aseguraba la continuidad del grupo, garantizaba y protegía la fecundidad y la abundancia. 

Así el ser primitivo tenía una conciencia sobre sus espiritus, su cuerpo, sobre los árboles, las estrellas, el trueno, y todos los fenómenos del mundo exterior, tenían una participación mística, en la que la fertilidad era imperativa en la vida, era sinónimo de poder y esto pesó en la importancia de los misterios de una época en la que la magia de las mujeres dominaba el plano temporal y también el espiritual. 

En estas culturas tempranas tanto en el paleolítico y el neolítico las mujeres ejercían una importante posición en la estructura social comunitaria y constituían el elemento primordial en la familia. La relación de respeto que se establecía entre el hombre primitivo con la mujer era por el símbolo que representaba, igualmente como la tierra era fecunda, la mujer tenía este don de dar frutos, además el arte y el modo de subsistencia que se desarrollaba nos muestran un profundo respeto por la vida, por la deidad femenina que manifestaba abundancia, fertilidad y prosperidad en todo cuanto tocaba. La agricultura primitiva se inicia con las mujeres, debido a su conocimiento y relación intima con los ritmos de la naturaleza, y las plantas, esta actividad marca un avance radical en la relación con el entorno y los miembros de las tribus. 

MARIA LIONZA

 Muchas son las leyendas que giran alrededor del origen de la Soberana María Lionza.

Casi todas coinciden en su poderoso magnetismo y en la particularidad de su belleza, una hermosa india de impactantes ojos verdes que pertenecía a la etnia de los Caquetíes, dicen algunos o de los Jirajaras, otros, que nace alrededor de los 1530. Aunque a través del tiempo han variado algunos elementos del cuento, la esencia se ha mantenido como un hito de resistencia cultural, simbolizando nuestras más autóctonas tradiciones dentro del mare magnum de la globalización.
La “Reina Madre de Venezuela” es la más viva representación del arquetipo materno de los venezolanos. Nace de esa necesidad universal de agradecer a la Madre Tierra y a la Naturaleza, a la figura femenina protectora y portadora de la vida del ser humano. Un lugar seguro donde refugiarse ante un mundo descomunal y desconocido que transita entre la condición humana y la divina. En María Lionza todo se condensa en una imagen de carne y hueso que revela el esplendor del mestizaje y el sincretismo de las herencias culturales.
Es ella la representación pura de creencias ancestrales fusionadas con las estructuras “formales” de la religión, en las que intervienen rituales indígenas y africanos mezclados con los impuestos por los conquistadores españoles. Cada generación de individuos ha reinventado el mito Marialioncero, acoplándolo a la realidad vivida para hacerlo eterno e infinito.
Cuentan que María Lionza nace en la parte occidental de Yaracuy, en los alrededores de la ciudad de Chivacoa. Los indígenas que habitaban esas tierras adoraban a Yara (agua) o Yurubí (agua caudalosa), Diosa de la Naturaleza y del Amor. Algunos lingüistas deducen que el vocablo Yaracuy significa “Tierra de Yara ”, y de acuerdo a la historia oral descrita, Yara o Yurubí era una mujer triste de grandes ojos verdes con largas pestañas y amplias caderas. Olía a orquídeas, su sonrisa era dulce y melancólica, los cabellos lisos y largos hasta la cintura, y llevaba siempre tres hermosas flores abiertas tras las orejas. Descripción que coincide con los diversos mitos de origen que existen de María Lionza.
La leyenda de Yara sobrevivió a la conquista española sufriendo algunas modificaciones, como ya comentamos. Tal es así que nuestra hermosa india, fue cubierta por el manto de la religión católica tomando el nombre de María del Prado de la Talavera de Nivar; nombre con el cuentan, que fue asentada en el libro de visitantes del cruento conquistador Juan Ponce de León, cuando ésta servía como mediadora de la lucha entre nativos y conquistadores. “El encanto de Yara la convirtió en una diplomática para establecer conversaciones con los españoles, y la comunidad deposita todas sus esperanzas en ella como instrumento de paz -según reza una de las versiones del mito-. Se reunió con Ponce de León usando el nombre de María del Prado, pero la situación empeora y la conversación fracasa”. Yara fue enviada por el Cacique Yaracuy a la montaña donde permanece custodiada y protegida de la persecución española. Dicen que andaba montada en una Onza en aquel bosque sagrado, por lo que con el paso del tiempo sería conocida como María de la Onza para luego ser llamada simplemente María Lionza.
Una mágica mujer que, muchos años después, continuaba viva en el imaginario colectivo de las sociedades rurales del estado Yaracuy. Los posteriores cambios económicos que durante la primera mitad del siglo XX transformaron a la Venezuela rural (agrícola) en urbana (petrolera), generan el desplazamiento de miles de personas hacia las grandes ciudades. Y es así como María Lionza llega a la metrópoli. No obstante, muchos investigaciones coinciden en que es un culto de reciente data, 1950, y poco concurrido hasta después de los años 60, cuando Venezuela comienza a recibir inmigrantes de las islas cercanas y países centroamericanos que absorben el mito y contribuyen con la adhesión de nuevos elementos substanciales como la Santería y el Vudú. De allí pasa a las más excéntricas y contemporáneas prácticas de creencias populares: la de las cortes de santos malandros o las de los espíritus vikingos.
Existen más de 25 relatos del mito de origen de la Reina Madre. Un mito basado en la tradición oral venezolana que, como tal, está en constante movimiento y renovación dentro de los círculos espiritistas Marialionceros. Algunos sostienen que María Lionza fue hija del gran cacique Yaracuy, nieta del cacique Chilúa y biznieta del cacique Yare; otros que es la madre de la raza mestiza (indígena con español). Tradiciones orales yaracuyanas aseguran que se trataba de una dama española, María Alonso, rica hacendada y encomendera de Chivacoa, dueña de muchas onzas de oro que al morir fue apodada María de la Onza. Por su parte Hermann Garmendia, antiguo cronista barquisimetano, afirma que María Lionza era una rica mujer de Barquisimeto hija de un matrimonio español, propietario de vastas extensiones de tierra, famosa por su bondad y su dulce forma de tratar a los trabajadores. Un buen día, a los quince años, desparece mientras nadaba en un lago de las montañas de Sorte y fue dada por muerta pero, en realidad había sido salvada por una onza. Este animal se mimetiza en María llegando a ser una sola entidad. Por ello adopta el nombre de María de la Onza que, luego el dialecto popular lo condensa en María Lionza. Hay una versión similar donde María Lionza se llama María Concepción de Sorte, hija de unos españoles que creció entre la naturaleza y los animales del bosque, Un día le atrae una luz extraña que persigue hasta desaparecer. Dicen que subió al cielo cabalgando en una onza y allí algunos indios la hicieron reina para cuidar de su pueblo, de la tierra y la naturaleza.
Y así muchas similares historias se desprenden del mito de origen de la Génesis de la diosa Yaracuyana, de los cuales aquí resumiremos los más lejanos:
Hace muchos años, antes de la conquista española, un jefe de los indios Caquetios de la región de Nirgua (Estado Yaracuy), tuvo una hija, una bella niña de ojos verdes. Según las tradiciones indígenas, una niña de ojos claros era un mal presagio que traería desgracias a la comunidad. Malos tiempos se avecinarían si la joven llegara a ver su reflejo en el lago cercano. Pues una monstruosa serpiente, dueña del lago, podría salir de él y traer muerte y destrucción. El mandato era matarla. Pero su hermosura era tanta, que el cacique no tuvo coraje de hacerlo y la escondió en su conuco, custodiada por muchos guardias que impedían que la chica saliera. Ya una vez transformada en mujer, en un descuido de sus custodios, salió un día la joven a plena luz del sol y en su camino se encontró una laguna. Cuando se acerca, ve por primera vez el reflejo de su rostro en el agua y se asombra de su propia belleza. Queda largo rato fascinada contemplando su reflejo, sin saber que bajo el agua también lo hace el dueño de la laguna, una enorme Anaconda que se enamora de ella al instante y decide raptarla. Entre encantos aromáticos toma a la joven y comienza a hundirse en un torbellino de agua cristalina con el que la gran serpiente se proponía terminar de poseerla y engullirla. Una versión asegura que en este momento un diligente felino, una Onza, salta sobre la serpiente arrancándole los ojos y salvando a la niña. Esta Onza la protege hasta nombrarla Diosa y Dueña de la Montaña y la Naturaleza. María de la Onza la llamaron y su hogar fue “Quibayo” lugar que todavía existe cerca de la montaña que posteriormente un geógrafo catalán describiría en sus mapas como montagne de la bonne sorte (montaña de la buena suerte); a continuación “montaña de Sorte”, el reino donde hasta la Sol de hoy habita.
A mediados del Siglo XX el culto a María Lionza comienza a extenderse muy rápido y de manera sorprendente. El gobierno dictatorial de Marcos Pérez Jiménez, junto a la iglesia católica de Venezuela trataron de erradicar este culto infructuosamente. Entre los múltiples esfuerzos estuvo el nombramiento de la Virgen de Coromoto como patrona del país en 1952, pero esto sólo logró convertir a María Lionza en una figura de adoración pagana como símbolo cultural de la nación. A raíz de esto, en 1953, Pérez Jiménez manda a erigir en Caracas una escultura de María Lionza, trabajo encomendado al artista Alejandro Colina quien, después de estudiar las leyendas y desde su sensible perspectiva, representa a la india desnuda con los brazos extendidos hacia el cielo, alzando entre sus manos una pelvis de mujer como símbolo de fertilidad. Cabalgando sobre una danta (Tapir-tapirus terrestris), -animal que sin ser anfibio nadaba hasta el fondo del agua y allí muchas veces se quedaba sí le aguardaba algún peligro-, y aplastando a una serpiente, queda María Lionza para la posteridad sobre los jardines de la Universidad Central de Venezuela en un inicio, para luego ser trasladada a la Autopista del Este, muy cerca del recinto universitario, desde donde todavía podemos apreciar a la Reina Madre de Venezuela. (Luciana McNamara, 2009).

IEMANYA EN BRASIL


 La Madre Severa y Protectora 

Famosa en todo Brasil y Uruguay por los ceremoniales dedicados a ella en las Playas. Yemanja, representa a la perfección a la matrona: formas opulentas, senos grandes y una inmensa prole (15 hijos, si se suman todas las leyendas. Sus hijos aprecian el lujo y se relacionan jerárquica y formalmente con las personas; una vez ofendidos o traicionados, difícilmente perdonan a su detractor. Sin duda, la “Reina de las Aguas” es el orixa femenino más conocido en Brasil. Buena parte de los brasileros  y uruguayos recuerdan a Yemanja: es una tradición en Río de Janeiro, en Santos  en Porto Alegre y en  Uruguay, la ofrenda de presentes al mar, la morada de la diosa, y de ese ritual participan personas que inclusive no tienen mucha relación con el candomblè o cualquier otra de las manifestaciones religiosas afro-brasileras. Además de eso, se atribuye a Yemanja la respetuosa condición de ser la madre de una gran mayoría de Orixas, según las tradiciones. En el Diccionario de Cultos Afro-Brasileros, Olga Cacciatore hace referencia a 15 dioses que serian sus descendientes: Dadà, Xango, Ogum, Olokum, Oloxà, Iansa, Oxum, Obà, Orixiko, Oke, Obaluaie, Orurn {Sol), Oxupà (Luna), Oxòssi y Aje Xalungà.En el África, Yemanja asociada a los ríos, así como Oxum y Obà, siendo la diosa del rió Ogum (que nada tiene que ver con el orixa del metal y de la guerra. Esa semejanza con las otras diosas del agua es incomprensible, ya que las diferentes tribus y naciones terminaron por descubrir el culto a un orixa femenino específico, el que relacionaban con un río de la región. En el caso de Yemanja, sin embargo, las tradiciones africanas, ya la relacionaban con el mar. En una historia recogida por Pierre Verger, la relación queda evidente: “Yemanja seria la hija de Olokùm, dios (en Daomè) o Diosa (en Ifè) del mar. En una història de Ifè, ella aparece casada por primera vez con Orumila, Señor de las adivinanzas, después con Olofìn, rey de Ifè, con el cual tuvo diez hijos Yemanja, cansada de su permanencia en Ifè, se fue may tarde en dirección al oeste. Otrora, Olokum le habría dado, por medida de precaución, una garrafa conteniendo un preparado, pues no se sabe nunca lo que puede pasar mañana, con la recomendación de quebrarla en el suelo, en caso de extremo peligro. Y así, Yemanja, se instalo en el atardecer de la Tierra, el oeste, Olofìn Odudua rey de Ifè, lanzo su ejército en procura de la mujer. Rodeada Yemanja en vez de dejarse apresar y ser conducida de vuelta a Ifè, quebró la garrafa, según las instrucciones recibidas. Un río se formo en ese momento, llevándola para Okum, el océano, lugar de residencia de 01okum, su padre. El acto de ser la madre de buena parte de los Orixas (según los mitos), tener en todas las representaciones senos grandes, asocia a Yemanja, así como Oxum, a la gestación y a la procreación. En Brasil sin  embargo, hubo una separación bastante clara sobre el elemento que corresponde a cada una de ellas.” Como el culto a Obà es bastante reducido por aquí, Oxum pasó a englobar prácticamente cualquier relación con el agua dulce, mientras que Ycmanja es ligada al agua de mar. De cualquier manera, la ligación entre Oxum y Yemanja permanece fuerte, pues, en Bahía, las fiestas para ambas son simultáneas: así en el día de Oxum (sincretizada con la Inmaculada Concepción, cuya fiesta acontece el 8 de diciembre), Yemanja también es homenajeada, mientras que  en el día de esta ultima, 2 de febrero (sincretizada con Nuestra Señora de las Candelas), Oxum recibe presentes. Otra semejanza que acerca Yemanja a Oxum, esta en el arquetipo psicológico establecido para los hijos de la primera. Así como los hijos  de la diosa de la riqueza, los de yemanja aprecian el lujo, las joyas caras y los tejidos vistosos. Gustan de vivir en un ambiente confortable y lo mismo siendo pobres, Se puede notar una cierta sofisticación en sus casas, si se comparan con el resto de la comunidad en que habitan. No poseen sin embargo, la misma vanidad coqueta de Oxum, siempre aparentando una edad mayor, son  más responsables y decididos que los hijos del Orixa del agua dulce. Mientras los hijos de Oxum, son diplomáticos y sinuosos, los de Yemanja se muestran más directos. La fuerza y la determinación forman parte de sus características básicas, así  como el sentido de la amistad, siempre rodeada de algún formalismo. Los hijos tienen gran importancia en la vida de alguien que posea ese arquetipo como parámetro de la personalidad y la relación con ellos, puede ser cariñosa, pero nunca olvidan conceptos como  respeto y jerarquía. A pesar del gusto por el lujo, no son personas demasiado ambiciosas ni obcecadas por su carrera. Se detienen mas en lo cotidiano, sin hacer planes para actividades a largo plazo. Mas todo eso revela una figura afable, dulce, aunque un poco rígida, con una relación maternal para con todos los que la rodean, también abren la posibilidad de una tendencia un poco concentrada en la vida de los que están alrededor, intentando como buena matriarca, influenciar el destino de los que están “bajo su responsabilidad”. Exactamente, por la importancia que da la rectitud y la jerarquía, Yemanja, no tolera la mentira y la traición. Por eso, sus hijos demoran en confiar en alguien, cuando finalmente aceptan a esa persona en su verdadero circulo de amigos, no olvidan una ofensa o una traición. Raramente se olvida esa aflicción. Físicamente, existe cierta tendencia para la figura “redondeada”. Una mirada calma (a pesar de cierta tendencia a súbitas irritaciones) también forma parte de esas características. En las mujeres, es posible que los senos sean grandes o precozmente caídos. Los símbolos de Yemanja en las ceremonias, son el abebè (abanico) redondo, de metal plateado, con la figura de una sirena o de un pez, sin referencias especificas a las espadas comunes en los otros Orixas. Su axè es una piedra blanca, venida del fondo del mar, la cual es guardada en una porcelana azul, rodeada de conchas y otros elementos del mar. La danza es una reproducción del movimiento de las ondas del mar.
Puerto Rico o Boriquén

DIOSA MADRE TIERRA



La Diosa-Madre principal de los taínos en Puerto Rico o Boriquén tiene cinco nombres o aspectos llamados Atabey, Yermao, Guacar, Apito y Zuimaco. Se asociaba ésta con la Madre Tierra, las cavernas, los ríos subterráneos, los manantiales y probablemente la Luna. Se pensaba que los difuntos iban a morar al Coaybay, lugar mítico señoreado por Maquetaurie Guayaba. Se distinguía el alma de los vivos, goeíza, del espíritu de los muertos, opía.

La tradicion taína narra las peripecias de Guahayona, el héroe mítico que salió de noche en canoa de la cueva Cacibajagua, fue causante de la creación del reino mineral, vegetal y animal y dejó a todas las mujeres en Matininó, la Isla de las Amazonas. En el camino tiró por la borda a su cacique y cuñado Anacacuya “Constelación del Centro”, probablemente la constelación que nosotros llamamos “La Osa Mayor”, que los indios antillanos observaban para predecir la temporada de huracanes. Luego en la Isla de Guanín Guahayona tuvo amoríos en el mar con Guabonito, Diosa de las Aguas y las medicinas, por lo cual enfermó de sífilis y fue curado por la Diosa. Al final de su viaje, antes de regresar con su padre Hiauna a Cacibajagua, Guahayona recibió el collar de cibas y los aretes de oro guanín de manos de Guabonito. Probablemente esta parte del mito habla de la envestidura chamanística o cacical del héroe mítico.

Entre los cemíes o deidades taínas adicionales se encuentran los siguientes:
Guabancex- Diosa del huracán. Tenía dos ayudantes masculinos, Guataúba, dios del viento y lluvia torrencial y, Coatrisquie, dios de las inundaciones y los golpes de agua en los ríos.
Opiyelguobirán- cemí de madera que tenía cuatro patas como de perro. Gustaba de soltarse de las cuerdas conque lo ataban para escaparse de noche a las selvas.

Baibrama- cemí que regulaba el crecimiento de la yuca y causaba enfermedades a los no devotos. (Enciclopedia de Puerto Rico, 2009)


GUABONITO DIOSA DE LAS AGUAS DE LA ETNIA ARACUA


Salida de las profundidades de la mar, poseedora del secreto de las cibas y los guanines, curandera mítica, fue buscada con ansia por Albeborael Guahavona en las cercanías de la isla de Guanín. A él curó las llagas de su cuerpo con el uso de la hierba digo o güeyo, obligándolo al reposo y al consumo de una dieta rigurosa y a beber infusiones de la madera y hojas del árbol sagrado guayacán. También a Albeborael entregó las cibas y los guanines, las que serían joyas imponderables en su valor para los aruacos, y les enseñó como usarlas, bien en los brazos, el cuello, las piernas o las orejas. Sólo después de hacer todo esto, Guabonito dejó partir al cacique en su gesta exogámica por las Antillas.
No debe perderse de vista la relación de Guabonito con la mar, trascendente medio de comunicación y fuente inagotable de alimentos, también con los cobos, los grandes caracoles de los mares caribeños con su delicado color rosa nacarado. (Guarch Delmonte, J. M. y Querejeta, 1992).


             KUYEN DIOSA DE LA LLUVIA MAPUCH

 

                       Kuyen, la Luna considerada madre controladora del espíritu de las aguas y de lo femenino, protectora de los sueños y testigo de la lucha que el mapuche tiene permanentemente con las fuerzas del mal atribuidas a los Wesa Negen o fuerzas negativas a las cuales por su debilidad les ésta permitido actuar solamente en el mundo material o tangible.

Kuyen tiene una estrecha relación con la mujer mapuche por que controla el ciclo de fertilidad de ésta (Kiyentun) lo cual era simbolizado con un rito.

Los mapuches o mapuche son un pueblo originario que habita originalmente la zona centro-sur de Chile y de Argentina. Su nombre significa “gente de la tierra” y proviene del mapudungun mapu, “tierra”, “territorio” y che, “gente”. Se les conoce también como araucanos, nombre que se usa poco, porque ellos no lo aceptan, y que predomina en los libros de historia, para el periodo que abarca desde la invasión y conquista hasta el siglo XIX aproximadamente. Los grupos ubicados entre el río Biobío y el Toltén lograron resistir con éxito a los conquistadores en la llamada Guerra de Arauco, una serie interrumpida de batallas que duró unos 300 años, con largos periodos de tregua.

La corona de España reconoció hasta cierto punto su autonomía y sólo varias décadas después de la independencia, el estado chileno y el argentino invadieron los territorios que se mantenían autónomos y asignaron a los mapuches a reducciones. La población mapuche del siglo XXI es principalmente urbana, pero mantiene vínculos con sus comunidades de origen y subsisten las reclamaciones por territorio y reconocimiento de su cultura.












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