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martes, 13 de agosto de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS-VI






(Libro inédito)


Eduardo Pedro García Rodríguez


CAPITULO-VIII-I


LA DIOSA MADRE EN EUROPA

La presencia del ser humano en Europa desde los albores de la humanidad, está ampliamente documentada en el yacimiento paleontológico de Dmanisi, Georgia, donde se han localizado los restos humanos más antiguos fuera del continente africano. En el dicho yacimiento los arqueólogos han sacado a la luz tres cráneos fósiles correspondientes a tres individuos de diferentes épocas los que hace pensar a los expertos que tres grupos humanos diferentes emigraron juntos desde África hasta Euro Asia hace 1,7 millones de años a través del istmo que unía África y Europa por lo que hoy es el estrecho de Gibraltar. La existencia de este paso terrestre queda corroborada por el yacimiento arqueológico de Fonelas, en Granada (España) de donde se han extraído fósiles pertenecientes a jiráfidos, rinocerontes, hienas, tigres de dientes de sable, o gacelas, hasta un total de 27 especies todas de origen africano, cuyos restos están datados en 1,8 millones de años


 En la península ibérica son singulares los yacimientos de Atapuerca, los yacimientos conocidos más importantes de la Sierra de Atapuerca son tres: La Galería, La Gran Dolina y La Sima de los Huesos. En este conjunto, los investigadores han podido determinar la existencia de una secuencia estratigráfica cuya cronología permite hablar de una ocupación de la zona desde hace un millón de años, lo que supone la más antigua conocida en Europa. De este periodo se han hallado diferentes lascas de cuarcita de borde afilado.

Especialmente importantes son los restos óseos hallados en La Gran Dolina, que han permitido al equipo investigador determinar la existencia de una nueva especie procedente de África, el Homo antecessor, que llegaría a la Península Ibérica hace 800.000 años. Estos restos fósiles pertenecen a seis individuos, permitiendo elaborar una reconstrucción de su aspecto. También ha sido posible determinar una gran cantidad de datos acerca de esta población, gracias a la gran cantidad de registro material que allí dejaron. Por ejemplo: Una mandibula de 1,2 millones años hallada en 2007 en los yacimientos de Atapuerca

Pero el yacimiento de Atapuerca no se agota con estos hallazgos, sino que es posible encontrar restos de pobladores correspondientes a sucesivos periodos posteriores, por ejemplo los restos de cerca de 32 individuos preneandertales (300.000 años) en la Sima de los Huesos.

Afortunadamente, los trabajos continúan y permitirán conocer en el futuro nuevos datos acerca de este impresionante yacimiento y sus pobladores.

Pero también en la prehistoria reciente, es decir durante el Neolítico y la Edad de Bronce, en épocas protohistóricas e históricas, se ha documentado la presencia de asentamientos.

Las investigaciones y excavaciones que se realizan anualmente en la Sierra han evidenciado la existencia de diversas ocupaciones humanas de especial interés. Es importante no sólo por su antiguedad, sino también por las implicaciones de subsistencia y de economía que se deducen del estudio de los restos de esas comunidades humanas.

La información obtenida en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca son muy importantes para el estudio de la evolución humana en Europa.
En épocas históricas posteriores y conforme los glaciares se fueron retirando de Europa, los hombres del continente africano y del Próximo Oriente fueron ocupando las tierras libres de hielo. Al principio eran cazadores que seguían a los animales de los que se sustentaban, posteriormente, y conforme el clima en la zona se iba haciendo más benigno, el hombre comenzó a ser sedentario practicando la agricultura y creando las primeras sociedades urbanas en el continente, y con ellas los ritos de adoración a la Diosa Madre.


“Se han descubierto más de 130  esculturas representativas de la Diosa-Madre, apoyadas sobre rocas y sobre tierra, entre los huesos y herramientas de estos pueblos del Paleolítico. Otras aparecieron cuando se realizó una observación más minuciosa, cinceladas sobre los salientes y terrazas de piedra sobre las cuevas donde muchas de estas personas vivían. Las estatuas siempre representan figuras desnudas; son generalmente pequeñas y con frecuencia gestantes. Algunas se asemejan a mujeres ordinarias, pero la mayoría tienen la apariencia de madres, como si cuanto fuera femenino en ellas se hubiese concentrado en el misterio abrumador del nacimiento. Muchas figuras han sido salpicadas de ocre rojo, el color de la sangre que proporciona la vida, y con frecuencia su base se va estrechando hasta formar una punta carente de pies, como si en alguna ocasión hubieran permanecido clavadas en el suelo con intención ritual.” (Anne Baring y Jules Cashford, “El mito de la Diosa”)

”Son imágenes femeninas, la mayoría de ellas de formas opulentas, de nalgas y caderas exageradas, con grandes pechos y vientres de mujeres grávidas. […] las extremidades y la cabeza suelen ser de formas esquemáticas […] es evidente que no tienen el propósito de reflejar fielmente la realidad (pues cuando quieren eso, lo saben hacer muy bien, como lo demostraron en las pinturas rupestres) y que son símbolos que tienen la finalidad de expresar algo importante. Algo muy importante, en efecto, porque se trata de estereotipos utilizados a lo largo de muchos milenios. […] ¿Qué significado tienen dichas imágenes? Se ha dicho de todo: que son retratos de las mujeres de aquella época, que son imágenes eróticas, que son sacerdotisas o imágenes de antepasados, que son figuras mágicas para provocar la fertilidad, que expresan la visión simbólica del principio femenino…” (Josu Naberan, “La vuelta de Sugaar”)

            “En todo caso, y pese a la diversidad de modelos existentes, bien pudiera plantearse la existencia de una unidad cultural en el amplísimo territorio en el que se localizan los hallazgos. Sin embargo, el acuerdo entre los investigadores termina a la hora de dilucidar cuál puede ser el significado que puede atribuirse a estas figurillas. Según unos, cabe entenderlas como primitivas Diosas de la fertilidad, teniendo presente lo explícito de los rasgos sexuales femeninos. Partiendo de esta idea, hay quienes las consideran amuletos de uso personal (lo que explicaría la ausencia de pies o de soportes para su colocación en vertical), […] mientras que otros apuntan a que se trata de una cierta forma de autorretratos (ante lo cual tendríamos que preguntarnos porqué no los hay masculinos). Por último, no falta quien explica su existencia como manifestación del carácter matriarcal de estas sociedades paleolíticas.” (Juan Diego Caballero,)


En Rumania cerca de la localidad de Cucuteni-Tryrillia cerca de Kiev en Ucrania, en recientes exacciones arqueológicas se han sacado a la luz antiguos poblados pertenecientes a las primeras civilizaciones de Europa, que presenta la cultura de un misterioso pueblo neolítico que se cree forjó una de las primeras civilizaciones de ese continente hace unos 7.000 años.

Las excavaciones han descubierto estatuillas antropomorfas femeninas de arcilla y cerámica con peculiares dibujos geométricos, que datan del 5000 al 3000 a.e.a.

Antes de que su cultura se desvaneciera misteriosamente, los Cucuteni-Trypillia se organizaron en grandes asentamientos. Anteriores a los sumerios y egipcios, estos asentamientos eran básicamente proto-ciudades con edificios a menudo dispuestos en círculos concéntricos. Se extendieron más de 350.000 kilómetros cuadrados en lo que hoy es Rumania, Ucrania y Moldavia.

Los edificios presentan con frecuencia las paredes y los techos decorados con dibujos pintados en rojo y negro. El interior de las casas estaba lleno de cerámica y estatuillas, cuyo diseño, casi moderno, se ha convertido en su marca más característica.

Las escasas figuras masculinas están a menudo cubiertas por máscaras, mientras que las más numerosas de mujeres son estatuillas de aspecto amable y rostro descubierto, con los cuerpos tatuados y largos pies.

Las primitivas imágenes de la Diosa-Madre, procedían como es natural de los lugares de origen de los primeros pobladores, pero con el transcurso del tiempo fueron adquiriendo formas propias conforme se fueron desarrollando las características básicas es decir las formas sexuales marcadas de manera exagerada prescindiendo casi siempre de los detalles del rostro pié o manos, siendo las imágenes más antiguas a través de las cuales los seres humanos dieron forma a un pensamiento de culto, mediante el arte de las estatuillas conocidas como venus esteatopigias.

            Se trata de pequeñas figuras de mujer de 5 a 25 CM. de altura cuya difusión se extiende desde el sur de Francia hasta Siberia, y desde el norte de Italia hasta el Rhin medio, siendo más escasas a partir de los Pirineos conociéndose dos casos en la Península Ibérica, en El Pendo y en La Pileta. Estas figurillas aparecen hace unos 28.000-22.000 años, y son típicas del periodo gravítense, pero en el auriñiense (hace unos 30.000 años) ya se representaban en las paredes de las cuevas vulvas. Desde entonces se han venido representando distintas formas de venus hasta el neolítico y ya entrados los tiempos históricos. Escaseando en estos periodos las representaciones de figuras masculinas. De otro carácter, esculpida en la piedra, es la “Venus de Lausell”, llamada también “Venus del cuerno”, encontrada en Lausell, en la región francesa de Dordoña, trasladada en el bloque original actualmente se encuentra expuesta en el Museo Saint Germain-en-Laye. Datada en el perigordiense superior, es una figura que mide 43 cm. Representa a una mujer adulta con los pechos caídos (varios embarazos sucesivos), que porta el cuerno, símbolo de la fertilidad y  la abundancia. La coherencia entre la representación física realista de la figura humana y el carácter simbólico de la representación, es de gran interés por su carácter mágico-religioso.

Según la mencionada autora Sibyle von Reden “La vulva, la puerta hacía la vida, se grababa en la roca en lugares de culto o se esculpía en relieve.” (...) Las vulvas en forma de cauríes acompañaban a los difuntos a la tumba, como amuleto, quizá para asegurarles la resurrección. En un enterramiento del refugio de Laugerie-Basse (Dordoña) el esqueleto mostraba cauríes formando pareja sobre la frente, los brazos, los muslos, rodillas y pies del cadáver “.

En las etapas más arcaicas de numerosas regiones de la Tierra, al inicio del arte, la religión, el pensamiento abstracto y la cultura, las manifestaciones artísticas antropomorfas legadas por nuestros ancestros son exclusivamente de figuras femeninas.

Estas obras simbólicas de protagonistas femeninas, son casi siempre exhibidas desnudas y en actitudes sexuales: nos muestran su vulva o la de su hija, o están embarazadas, o dan a luz, aparecen ofreciendo las mamas o dando de mamar a su bebé, o están realizando alguna ceremonia sagrada, mientras portan objetos en las manos, o bailan, o cantan, o tocan instrumentos musicales, o se presentan sentadas en su trono, o como amazonas, o se observan cuando cazan o luchan, o se masturban con finalidad sagrada o hacen el amor…

Estas arcaicas figuras femeninas, plasmación del ideal matriarcal que denotan su autoría femenina, suelen ser de formas esquemáticas y toscas, y representan un concepto que contrasta grandemente con las manifestaciones artísticas de la época histórica, que son obras realizadas ya por varones.

Esta comúnmente aceptado el hecho de estas figuras dan forma a una idea por las características similares que todas ellas poseen. A pesar de distar unas de otras miles de kilómetros  y miles de años, muestran una unidad es decir, su diseño está estandarizado en las diferentes culturas. Algunos estudiosos especulan con la existencia de un comercio de ideas y de información, pero la realidad es que el hombre en sus desplazamientos llevaba consigo su cultura sus creencias y sus ritos mágicos-religiosos, lo que hace verosímil aceptar que el culto a la Diosa-Madre, surgió en África, cuna de la humanidad, donde las figurillas representativas de la Diosa-Madre, denotan una mayor antigüedad tanto por sus formas como por su factura, y desde este continente se irradió al resto del mundo. Según Sibyle von Reden “No se puede establecer con seguridad cuándo y donde se originó y desarrolló el culto a la Diosa-Madre, pero probablemente llegó a Europa con las invasiones de los pueblos procedentes del este, hace unos 35.000 años, que trajeron consigo este tipo de venus primitiva”. En el caso de las venus esteaotopégicas para entender las interpretaciones sobre su significación y sentido es mejor describirlas físicamente antes.


               En distintos niveles de habitación, cerca de las paredes de las cabañas ahondadas en el suelo, excavadas en diversos países de Europa se han encontrado aproximadamente un centenar de estatuillas de mujeres, casi todas ellas desnudas y careciendo de adornos. (Excepto algunas excepciones) En Gagarino (Ucrania) se encontraron siete estatuillas en ambas paredes de una cabaña que debieron estar colocadas en nichos o cavidades de las mismas. Estas figurillas representan a madres, mujeres maduras que destacan una evidente obesidad y con los rasgos sexuales extremadamente marcados. Sus caderas, vientre y pechos son desmesurados, además el triangulo del sexo aparece muy remarcado acentuando aún más su feminidad. Parecen la fertilidad hecha cuerpo. Al respecto nos dice el profesor Jorge Salomó Flores, (2001:1)

“El culto a la fertilidad ha centrado su atención de manera preferente en la figura femenina. Una de las primeras imágenes que surge en la historia del arte, corresponde a la creación de una pequeña figurilla, esculpida en piedra calcárea de unos 16 cm. De longitud, conocida la Venus de Willendorf. Ubicada actualmente en una vitrina del Naturhistorische Museum de Viena, destaca sus prominentes pechos y nalgas, el triangulo púbico, el ombligo que demuestra el cambio físico por efecto del proceso de gestación, dando cuenta del estado de gravidez de esta mujer. Ídolo de fertilidad, cuyo destino social no está aún claro y definido por los historiadores, antropólogos o sociólogos. El interés de la figura se centra en la fecundidad y sus principales manifestaciones. La figura carece de rostro, el que ha sido  reemplazado por un cuidadoso y geométrico reticulado a la nubiana. Algo similar ocurre con las extremidades. Especial atención merece las manos sobre los pechos, que hoy muchos han interpretado como un ejercicio de la mujer para ayudar bajar el calostro y la leche materna. Debemos pensar que estos comportamientos eran fundamentales para la consolidación de la vida y la especie en el neolítico superior, etapa que la que el hombre esculpió estas primeras venusillas...”

Carecen de base, pies y piernas acaban en forma de punta para poder ser hincadas firmemente en el suelo o en los altares. Algunas tienen los perforados como para ir colgadas y otras conservan vestigios de color. Lo abstracto se acentúa en las regiones del este, donde las estatuillas toman forma de pájaro con grabados de figuras geométricas, pero quedando siempre bien remarcado el triangulo que representa el sexo femenino, como si el artista quisiera trasmitir lo más importante excluyendo lo carente de importancia.

En el norte de Europa y en Rusia las hay vestidas o cubiertas con un velo. En Siberia se hallaron dos figurillas femeninas decoradas con fajas transversales por todo el cuerpo, a excepción de la cabeza y parte del pecho. Se cree que esta cubierta de pieles de animales, basándose en su apariencia, la forma de la cola y la relación entre la longitud de la piel y la talla del cuerpo humano, en concreto de la piel de un gran felino, quizás un león de las cavernas. Puede que las pieles dispuestas de esta manera sirvieran de abrigo, pero también se podría haber utilizado en ocasiones especiales en que las mujeres dirigían los ritos disfrazadas de animales, según se desprende de testimonios de tiempos ya históricos en que encontramos estatuillas que son reminiscencias de sus antecesoras del Paleolítico Superior.

Podemos situarnos en la época y pensar cómo sería la vida entonces. Desde luego la supervivencia frente al frío, cada vez más intensa en el gravetiense, debía ser muy dura.

 El grupo humano dependía de los recursos que tenía que administrar para el invierno de forma inteligente, una persona bien alimentada tenía más posibilidades de sobrevivir que otra que no lo estuviera. Por otra parte, era importadísimo para el grupo tener hijos sanos, y criarlos fuertes, para asegurar la continuidad del clan, y su identidad. Algunas de estas venus muestran signos de embarazo, y además existen relieves que parecen mostrar el parto o el acto de fecundación. En el arte paleolítico no se consideran los órganos sexuales como objetos eróticos u obscenos, sino que aparecen como símbolos de la fuerza fecundadora gracias a la cual se aseguraba la existencia del clan. Por todo ello se han atribuido a estas imágenes, las más antiguas de la humanidad, la intención de querer plasmar una idea mágico-religiosa, la idea de la Gran Madre que representaba el misterio y el milagro de la vida frente a la muerte, también es representación de la abuela del grupo social, la protectora de los animales, e incluso ideales de belleza. El hecho de engendrar y parir le atribuía a la mujer una fuerza creadora todopoderosa que dominaba sobre esa muerte tan presente cada día. En esa diosa se representaba la sexualidad, gracias a la cual el grupo se perpetuaba y se multiplicaba.

Según  el antropólogo F. Hancar, ciertas tribus de cazadores del norte de Asia producen todavía estatuillas en forma humana. Las llaman dzuli, estas figurillas las tallan en madera. Los ídolos de una de esas tribus son femeninos y representan a la primera antepasada mítica, de la que creen descienden todos los miembros de la tribu. Estos dzuli son también los espíritus protectores de la familia y la tribu, y sus poseedores los legan a sus descendientes de generación en generación. A estas figurillas se les confía el cuidado del hogar cuando salen de caza y al regreso les ofrecen avena y grasa. Hancar cree explicar este fenómeno por una especie de sedentarismo que tuvo sus inicios en el auriñaciense, durante el cual la mujer desempeñaba un papel preponderante en la vida de la comunidad. Estas estatuillas proceden

siempre de lugares de habitación, lo que implica que los hombres no iban de un sitio a otro de forma constante sino que vivían en poblados de forma más duradera. Además, en los restos de estas chozas se han encontrado gran cantidad de desperdicios de comida. Se piensa que en el magdaliniense no hay muchos restos porque la actividad nómada se incrementó. La transición del nomadismo al sedentarismo como hemos dicho depende de las condiciones ambientales favorables, que en este caso depende de la abundancia de caza, pero los auriñacienses no vivían en un paraíso de la caza, pero los que ocupaban los vastos territorios del este podían establecerse de manera más o menos permanente a orilla de los ríos a lo largo de los cuales pasaban las sendas de emigración de animales como el Mamut. También las tempestades de nieve durante los inviernos interrumpían las cacerías obligando a construir depósitos de provisiones, a sacar el máximo partido a la caza y de realizar actividades no compatibles con el nomadismo. La Abundancia de caza y clima riguroso de la época glaciar determinaron la nueva tendencia sedentaria de estos cazadores. Con motivo de la división del trabajo, a la mujer le incumbía sacar el máximo partido y provecho de la caza cuidando las reservas alimenticias, curtiendo las pieles y protegiendo las chozas cuando salían las partidas de caza. El estatuto social de la mujer mejoró porque con la vida sedentaria la cohesión de la tribu derivada de la creencia en un origen común de todos sus miembros, unidos por los lazos de consanguinidad, ya que todos descendían de la misma antepasada mítica. La imagen de esta Diosa-Madre como símbolo de la unión íntima de los cazadores sedentarios tiene su equivalente en las estatuillas femeninas de la comunidad totémica de cazadores nómadas, donde la mujer tomaba parte o dirigía las ceremonias mágicas de la caza.


            En la localidad de Kostjenki, situada a orillas del río Don (Rusia) se excavó un conjunto de moradas, los arqueólogos llegaron a la conclusión de que las viviendas fueron abandonadas precipitadamente por sus ocupantes, rompiendo sus estatuillas antes de partir. 

               El culto a la Diosa-Madre en la primera mitad del paleolítico superior parece un episodio aislado, pero en el neolítico toma auge. Con la implantación de la agricultura como hemos comentado en otro lugar, se debió de relacionar pronto la analogía de la fecundidad de la mujer y la fertilidad del suelo. Así la diosa de la fecundidad recibió el atributo de madre de la tierra de cuyas entrañas surge toda la vida y a ella retorna; es decir, convertida en señora de los cielos y del subsuelo. La representación de su imagen continuó perdurando durante milenios por las tradiciones desde la edad de piedra.

Desde el oeste asiático hasta Europa siguieron  venerando a las primitivas imágenes con formas abstractas, reduciendo a veces el cuerpo femenino a un tronco carente de miembros y a una cabeza sin forma de cráneo. En los países balcánicos aparecen con frecuencia ídolos en posición sedente o en cuclillas que probablemente sugieren el acto del parto. Las figuras más importantes de este tipo modeladas en barro, se hallaron en las excavaciones de la colina de Çatal Hüyük o Katal Huyuk. (Turquía) Enclave situado en la planicie central de Turquía, con el Mar Negro y el Mediterráneo al sur, sirviendo de fronteras naturales a esta península, donde sus moradores construyeron una verdadera ciudad, sin parangón en el neolítico perfectamente organizada, de casas, templos, tumbas familiares y una industria artesanal muy prolífica. Esta maravilla de la cultura neolítica salió a la luz en 1958 bajo la dirección del arqueólogo británico James Mellart, quien excavó 14 niveles sucesivos de construcciones datadas entre el 6.250 y el 5.400 a. a.d.n.e., de las cuales las más profundas no habían sido exploradas nunca. El tejido urbano más denso esta formado por casas adosadas unas a otras y, a falta de pasajes o calles, se accede a ellas por los tejados. Los templos se distinguen por su decoración más recargada, con infinidad de variaciones en torno al toro. Tanto en las mesas de banquetes como en los altares se encuentran astas de toro empotradas en la arcilla que forma el mobiliario, así como pequeñas cabezas del mismo animal, encastradas en los muros.

Las figurillas de tierra cocida sobre todo las que representan a la Diosa-Madre; configuran el sistema religioso de la comunidad; dedicado en su mayor parte, al culto a fertilidad. 

La concepción de la Gran Diosa-Madre Señora de la vida y la muerte y dueña de los seres vivos que encontró su forma clásica en este lugar desde el VII milenio a.e.a., continuó existiendo en la mayoría de las religiones de Europa hasta tiempos históricos.

Esta continuidad de creencias muy antiguas y de tradiciones se reflejó en las estatuillas de arcilla de la Cultura de Halaf del V o VI milenio a.d.n.e.,  que salieron a la luz en los “Tells” de Halaf, Arpatshije, etc., en el norte de Irak.

Los vestigios de los pobladores de las orillas del río Danubio nos hablan del resurgimiento del culto a la Diosa-Madre, con las estatuillas femeninas encontradas en este lugar. En esta misma época (III-II milenio a.d.n.e.) En Assur, durante las excavaciones del templo de Ischtar, consagrado a la Diosa de la Fecundidad, aparecieron depósitos del tercer milenio a.d.n.e, numerosas estatuillas dedicadas a la Diosa-Madre.       

CHIPRE: Entre las culturas prehistóricas europeas tuvo una gran influencia en mundo de su tiempo la de Chipre, ésta se distinguió por los logros obtenidos en el campo material y espiritual, en ambos  cabe destacar la dedicación y veneración a la Gran Diosa-Madre, realizando verdaderas obras de arte dedicadas a la Diosa, quizás la más arcaica estatuilla de esta cultura es una paleolítica abstracta con brazos en cruz tallada en esteatita de Khirokitia. En el neolítico se prodigaron las estatuillas de barro naturalistas y otras talladas en piedra, en formas más abstractas de gran belleza. Entre las figurillas de mujeres destacan las de cabeza de pájaro, grandes orejas con agujeros de los que cuelgan aros como pendientes y generalmente acompañadas de niños en brazos, la advocación de estas figuras es la de la Diosa de la naturaleza, como puede apreciarse en las esculturas erectas de la Diosa con niño, una con cuerpo decorado con motivo de galones, motivos en “V” con espigas: Otra con sola con pendientes y aspa entre las mamas: Otra sola. La Diosa Pájaro sentada con los brazos o alas plegadas encima del vientre y piernas extendidas de Katydata, datada en 1740 a.d.n.e.


Las figuras de la Diosa con cabeza en forma de vasija con niño en brazos, son de origen neolítico, estas figurillas son una metáfora-según Martín-Cano-de que la vasija forma parte del cuerpo femenino. Y con ella se demandaría a la Diosa el envío de la lluvia. Esta serie cuenta además con otras estatuillas una de cuerpo  cilíndrico, y collares datada en el III milenio a.d.n.e.: Otra del año 2300 a.d.n.e.: Otra con niño y vasija a la cabeza. La Diosa con cuerpo en forma tronco-columna, uno de los múltiples atributos de la Diosa Tanit.

Los amuletos con forma de colgantes son una constante en las representaciones de la Diosa-Madre, posiblemente eran considerados propiciadores de la fertilidad, y protectores contra los malos espíritus.

Otras figurillas destacables son una tallada en andesita con las manos derecha vuelta hacía el cielo y la izquierda dirigida hacía la tierra. Otras similares características también tallada en andesita, con pulseras en brazo derecho de Soushiou, en ella convergen los rasgos hermafroditas con órganos sexuales femeninos, pero las características del resto del cuerpo son masculinas. Otros Ídolos con formas hermafroditas son los Sotira Arkalies, con torsos fálicos, datados en el año 3000 a.d.n.e. Mas recientes aunque de la época arcaica de Chipre es la vasija con sombrero, brazos que cumplen la función de asas y collares de puntos de Akaki datada en el año 1730 a.d.n.e. La vasija en forma de mujer con cuatro vasos semi-efericos y mango agujereado, con su minúsculo niño de Vounous. Otra con anchas caderas abdomen hinchado signo de embarazo adornadas con dos símbolos en “V” incisos divididos verticalmente como mamas y con pubis con vulva incisa.

La descripción de las múltiples tallas con representaciones de la Gran Diosa-Madre han sido halladas, mostrando las más diversas técnicas de elaboración, sería una tarea largo tediosa y posiblemente aburrida para el lector, por ello, mostraremos algunas páginas con dibujos y fotografías de algunas de las estatuillas y grabados dedicados a la misma. Entre ellas incluimos varias de las imágenes que bajo la advocación católica se veneran en las Islas Canarias, que son las que nos interesan especialmente.




































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