La Gran Madre.
¿Es la tierra siempre femenina?. El culto a lo femenino: placer y dolor. Isis.
Del neolítico a la edad de bronce.
La Gran Madre
La venus de Willendorf, representa a la
fertilidad y data del neolítico. Los senos y el abdomen se han exagerado
intencionalmente con propósitos simbólicos: se trata de la gran Diosa madre.
Los dioses creadores son, en general, masculinos
especialmente en las religiones judeocristianas. Sin embargo, parte de la obra
de la creación es delegada en Diosas con bastante frecuencia.
Entre los Keres de los EEUU, por ejemplo, Utsiti,
el dios creador que hizo al mundo a partir de un coágulo de su propia sangre,
envía a su hija Iatiky y a su hermana para hacer que la tierra sea fértil.
Iatiky, envía a su hijo para que conduzca al pueblo hasta este mundo.
Posteriormente, la Diosa y su hermana cantan la canción de la Creación,
esparciendo semillas e imágenes de su canción que van sacando de una cesta que
les ha dado la Mujer araña.
¿Es la tierra
siempre femenina?
"Erce, Erce, Erce, Madre de la
tierra" Fórmula de encantamiento de origen anglosajón.
Pese a la evidente relación entre la fertilidad
de los campos y la procreación humana, la tierra no es siempre femenina en las
mitologías. Los egipciós, por ejemplo, adoraban a Geb, como dios de la Tierra y
su esposa-hermana Nut, como Diosa de los cielos.
El culto a lo
femenino: placer y dolor
Quizá fue en India en donde el culto a la
hembra eterna fue más fuerte. Allí se la adora de diversas formas bajo la
denominación de Mahadevi (plurar), la gran Diosa. Devi es la esposa de Shiva y
es adorada como la misericordia de Parvati o Uma como la feroz y vengativa
Durga o Kali.
"En tus manos hay placer y dolor. La
sombra de la muerte y el elixir de la vida eterna son tuyos" Sankara,
s. IX
La asociación entre placer y dolor no se limita a
la India. La gran Diosa Ishtar de la antigua Mesopotamia también reunía en sí
misma a la Diosa del amor y de la guerra.
Esta dualidad se recoge en el poema de Gilgamesh
porque en primer lugar, lo desea y cuando este lo rechaza, le hace sufrir una
terrible venganza.
Isis
"Soy la naturaleza,
la Madre Universal,
señora de todos los elementos,
hija primigenia del tiempo,
soberana de todas las cosas espirituales,
reina de los muertos,
reina, también, de los inmortales,
la única manifestiación de todos
los dioses y Diosas que existen.
Isis, habla con la inconfundible voz de la Gran
Diosa a Lucio, el protagonista de "El asno de oro", la novela de
Apuleyo, cuando este es iniciado en su culto.
Del neolítico a la
edad de bronce
Durante el neolítico, la figura focal de toda
mitología y culto fue la generosa diosa Tierra, como madre y mantenedora de la
vida y receptora de los muertos para su ulterior renacimiento. En el primer
período de culto, (quizá alrededor del 7500 a.C. en Levante) tal diosa madre
sólo puede ser tenida por patrona local de la fertilidad, como suponen muchos
antropólogos. Sin embargo, incluso en los templos de las primeras
civilizaciones (Sumeria 3500-2350 aprox.) la Gran Diosa de veneración suprema
ciertamente fue mucho más que eso. Del mismo modo que en Oriente, adquiría la
dimensión de símbolo metafísico: la principal personificación del poder del
Espacio, el Tiempo y la Materia, dentro de cuyos límites todo los seres se
originan y mueren: la sustancia de sus cuerpos, que configura sus vidas y
pensamientos, vuelve a incorporarlos en su seno tras la muerte. Y todo lo que
tenía forma o nombre, incluido Dios, personificado como bueno o malo,
misericordioso o colérico, era su criatura en el interior de su útero.
Hacia el final de la Edad de Bronce, y con más
énfasis en los inicios de la Edad de Hierro, las antiguas cosmologías y
mitologías de la Diosa madre, se fueron transformando radicalmente,
reinterpretadas e incluso suprimidas por guerreros tribales patriarcales, cuyas
tradiciones han llegado a Occidente a través de los mitos griegos y los relatos
bíblicos del Nuevo y Viejo Testamento. Dos áreas geográficas fueron las tierras
de origen de esta modificación matriarcal original: los semitas, de los
desiertos sirio-árabes y en las amplias llanuras europeas, los heleno arios.
Bibliografía:
Campbell, Las máscaras de dios, vol 1. Mitologia
occidental
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