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domingo, 18 de octubre de 2015

Otro punto de vista: La Diosa




La Diosa es la Madre universal. Es la fuente de la fertilidad, de infinita sabiduría y de los cuidados amorosos. Ella posee tres aspectos: la Doncella, la Madre y la Anciana, que simbolizan las Lunas Creciente, llena y Menguante. Ella es en un tiempo el campo no arado, la plena cosecha y la Tierra duramente, cubierta de nieve. Ella da a luz abundancia. Mas, una vez que la vida es un presente suyo, ella la presta con la promesa de la muerte. Esta no representa las tinieblas y el olvido sino un reposo por la fatiga de la existencia física. Es una existencia humana entre dos encarnaciones. Una vez que la Diosa es la naturaleza, toda la naturaleza, Ella es tanto la tentadora como la vieja; el tornado y la lluvia fresca de primavera; la cuna y el túmulo. Sin embargo, a pesar de ser hecha de ambas naturalezas, la Wicca la reverencia como la adoradora de la fertilidad, del amor y de la abundancia, si bien su lado oscuro es también reconocido. Nosotros la vemos en la Luna, en el silencioso y fluyente océano, es el primer retoño de la primavera. Ella es la incorporación de la fertilidad y del amor. La Diosa es conocida como a Reina del paraíso, Madre de los Dioses que crearon los Dioses, la Fuente Divina, la Matriz Universal, La Gran Madre e incontables títulos más. Muchos símbolos son utilizados en la Wicca para honrarla, como el caldero, la copa, el hacha, flores de cinco pétalos, el espejo, collares, conchas de mar, perlas, plata, esmeralda... para citar unos pocos. Por gobernar la Tierra, el mar y la Luna, muchas y variadas son sus criaturas. Algunas incluirían el conejo, el oso, la lechuza, el gato, el perro, el murciélago, la oca, la vaca, el delfín, el león, el caballo, el escorpión, la araña y la abeja. Todos son sagrados a la Diosa. La Diosa ya fue representada como una cazadora corriendo con sus perros de caza; una deidad celestial caminando por los cielos con polvo de estrellas saliendo de sus pies; la eterna Madre con el peso de la crianza; la de nuestras vidas y muertes; una Anciana caminando bajo la luz de la luna buscando los débiles y olvidados, así como muchos otros seres. Mas, independientemente de como la vemos, Ella es omnipresente, inmutable, eterna.


Fuente: - Guía para el practicante solitario, Scott Cuningham - 

LA DIOSA


Reflexión

LA DIOSA. CÓMO LA VEO EN LA ACTUALIDAD. La teología central de la religión de la Diosa se centra en torno al ciclo de nacimiento, crecimiento, muerte, pudrición y regeneración que se revela en todos los aspectos de un universo dinámico y consciente. La Diosa es el cuerpo vivo de un cosmos vivo, la conciencia que infunde a la materia y la energía que produce el cambio. Ella es la vida que intenta eternamente mantenerse, reproducirse, diversificarse, evolucionar y engendrar más vida; na fuerza mucho más implacable que la muerte, aunque la propia muerte es un aspecto de la vida. 
Cuando estoy en un estado de ánimo antropomórfico, me gusta pensar que la Diosa está, eternamente, intentando divertirse mediante la creación de momentos de belleza, placer, humor y drama. Para ayudarla en este proyecto, ella hizo evolucionar a los seres humanos, que quizá sean sus hijos más complejos y extraños, al menos en este planeta. Como todos los niños, hacemos cosas que ella nunca hubiera pensado y que no necesariamente aprueba. Estamos dotados de libertad, es decir, con la capacidad de cometer errores, incluso a escala mundial. Nosotros mismos somos aspectos de la Diosa, co-creadores y, por lo tanto, responsables de limpiar los desastres que hemos hecho y de cuidar nuestra parte del todo. 
Hasta el momento he estado hablando de la Diosacomo el todo, la unidad subyacente de la cual todas las cosas son aspectos. Pero también hay Diosas, maneras específicas de imaginar y experimentar ese todo, distintos caminos que conducen al centro. Todas ellas son reales, en el sentido de que son fuerzas poderosas y caminos distintos. Empieza a trabajar con una, y experimentarás unos cambios diferentes de los que te ocurrirían si eligieras a otra. Algunos de esos aspectos pueden ser también imágenes masculinas: Dioses. 
Por supuesto que la Diosa, el todo, no tiene genitales (o es todos los genitales). Pero yo prefiero usar una palabra de género femenino por diversas razones. Una de ellas es, simplemente, que en este momento de la historia, creo que, subconscientemente, todavía percibimos a un mundo de género neutro como masculino. La Diosarompe con nuestras expectativas y nos recuerda que estamos hablando de algo distinto al Dios-Padre patriarcal.
La imagen femenina también nos recuerda que lo que nosotros llamamos sagrado está inmanente en el mundo, encarnado (y, por ende, se puede percibir a través del cuerpo, de los sentidos, del contacto con las cosas reales y a través de metáforas basadas en el cuerpo). Lo que valoramos es la vida traída al mundo, alimentada, sustentada, replicada y regenerada. La materia misma es sagrada.
De modo que la Diosanos recuerda que nuestra espiritualidad no nos lleva fuera del mundo, sino que nos trae plenamente a él, y que nuestro objetivo es vivir en el, preservarlo, protegerlo, luchar contra su destrucción, disfrutar de él, transformarlo, ensuciarnos las manos y enterrar nuestros pies en el barro. 
Hoy en día, vivo a la Diosa primordialmente como la expresión de la tierra y del lugar. Cuando empezamos a entender a la tierra como un organismo vivo, la Diosa es la conciencia de la tierra viviente, y sus varios aspectos son los reflejos de la tierra, el clima, la red ecológica de un área determinada. Por ello, la Diosa Deméter, la patrona de la agricultura y de la cebada, era honrada en Eleusis, que una vez fue la llanura más fértil de toda Grecia (hoy se halla entre las tierras más contaminadas de todo el país). Su hermana, Atenea, Diosa del olivo, que crece en colinas pedregosas, se honraba en las tierras más secas y elevadas de Atenas. Las diosas y los dioses dan cuerpo a las relaciones reales que mantenían los pueblos antiguos con la tierra, la comida, los animales y las técnicas que sostenían su vida y su cultura. Los pueblos indígenas son finos observadores de todos los aspectos de la vida que les rodea y también son buenos comunicadores. Saben que la tierra, las plantas, los animales, los pájaros, insectos y microbios que nos rodean y que sostienen nuestra vida están en comunicación constante. Abrirse a la Diosa es ser consciente de lo que la etnobotánica Kat Harrison denomina “la gran conversación”, aprender a escucharla y, finalmente, gracias a la magia, a hablarla. 

La diosa
El simbolismo de la Diosa ha adquirido un poder electrizante para las mujeres modernas. El redescubrimiento de las antiguas civilizaciones matrifocales nos ha dado un profundo sentido del orgullo por la capacidad de la mujer de crear y mantener una cultura. Ha expuesto las falsedades de la historia patriarcal y nos ha proporcionado modelos de la fuerza y la autoridad femeninas. Una vez más, en el mundo actual reconocemos a la Diosa, antigua y primitiva, la primera de las deidades, la patrona de la cacería de la Edad de Piedra y una de las primeras sembradoras de semillas, bajo cuya guía fueron domesticadas las manadas y se descubrieron las primeras hierbas sanadoras, en cuya imagen se crearon las primeras obras de arte, para quien se levantaron las piedras verticales, y la cual fue la inspiración de canciones y poesías. Ella es el puente sobre el cual podemos atravesar los abismos que hay en nuestro interior que fueron creados por nuestro condicionamiento social, y volver a conectar con nuestros potenciales perdidos. Ella es el barco en el que navegamos por las aguas del Yo Profundo, explorando los mares inexplorados de nuestro interior. Ella es la puerta a través de la cual pasamos al futuro. Ella es a caldera en la que quienes hemos sido partidos en dos nos cocemos a fuego lento hasta que volvemos a estar enteros. Ella es el tránsito vaginal mediante el cual volvemos a nacer. Una visión general histórica y/o cultural de la Diosa y sus símbolos requeriría varios volúmenes y yo no lo intentaré en el reducido espacio de este libro, especialmente cuando hay tan buen material disponible60. Antes bien, me limitaré a hablar de la Diosa tal como la ve la brujería y me concentraré en su función y su significado para las mujeres y los hombres de hoy. La gente suele preguntarme si creo en la Diosa. Yo respondo: “¿Crees tú en las rocas?”. Es sumamente difícil para la mayoría de occidentales captar el concepto de una deidad manifiesta. La frase “creen en” implica que no podemos conocer a la Diosa, que Ella es algo intangible, incomprensible. Pero nosotros no creemos en las rocas: podemos verlas, tocarlas, desenterrarlas de nuestros jardines o impedir que los niños se las lancen mutuamente. Las conocemos; conectamos con ellas. En el Oficio, no creemos en la Diosa; conectamos con Ella a través de la luna, las estrellas, el océano, la tierra, los árboles, los animales, a través de otros seres humanos y de nosotros mismos. Ella está aquí. Ella está dentro de todos nosotros. Ella es el círculo completo: tierra, aire, fuego, agua y esencia, cuerpo, mente, espíritu, emociones y cambio. La Diosa es la primera de toda la Tierra, la oscura madre cariñosa que crea toda vida. Ella es el poder de la fertilidad y la generación; el útero también la tumba receptiva, el poder de la muerte. Todo procede de ella; todo regresa a Ella. Como tierra, ella es también vida vegetal: árboles, hierbas y cereales que sostienen la vida. Ella es el cuerpo, y el cuerpo es sagrado. Útero, pecho, vientre, boca, vagina, pene, hueso y sangre: ninguna parte del cuerpo está sucia, ningún aspecto de los procesos de la vida está manchado con ningún concepto de pecado. El nacimiento, la muerte y la pudrición son artes igualmente sagradas del ciclo. Tanto si estamos comiendo, durmiendo, haciendo el amor o eliminando desechos corporales, estamos manifestando a la Diosa. La Diosa Tierra es también aire y cielo, la celestial Reina del Cielo, la Diosa Estrella, regente de las cosas sentidas pero no vistas: del conocimiento, la mente y la intuición. Ella es la musa que despierta todas las creaciones del espíritu humano. Ella es la amante cósmica, la estrella matinal y vespertina, Venus, que aparece cuando uno hace el amor. Hermosa y resplandeciente, ella nunca puede ser captada o comprendida; la mente es atraída incluso más allá en el impulso por conocer lo no conocible, de decir lo inexpresable. Ella es la inspiración que llega con la respiración. La Diosa celestial es vista como la luna, la cual está vinculada a los ciclos mensuales de la mujer de sangrado y fertilidad. La mujer es la luna terrestre; la luna es el huevo celestial que flota por el cielo del útero, cuya sangre menstrual es la lluvia fertilizante y el rocía fresco, que gobierna las mareas de los océanos; el primer útero de vida sobre la Tierra. De modo que la luna es también la Doncella de las Aguas: de las olas del mar, los arroyos, los manantiales, los ríos que son las arterias de la Madre Tierra; de los lagos, las fuentes profundas y los estanques ocultos, y de los sentimientos y las emociones que nos arrastran como las olas. La Diosa Luna tiene tres aspectos: Cuando Ella está creciendo, es la Doncella; cuando está llena, es la Madre, y cuando está menguando es la Vieja Sabia. Parte de la formación de todo iniciado incluye períodos de meditación sobre la Diosa en sus diversos aspectos.

FUENTE: - LA DANZA EN ESPIRAL, STARHAWK –

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