El pecado original, la culpa de Eva, el Dios padre, el
Diablo, no forman parte de esta cosmovisión ancestral. La arqueomitología
desentrañó el tránsito de las culturas matrilineales a la patriarcal
A
mediados de la década de los 70, dentro del movimiento feminista de Estados
Unidos, Zsuzsanna Budapest y Starhawk vincularon la tradición de las Diosas y
de las brujas con las luchas por los derechos de las mujeres, creando junto a
otras investigadoras de lo Sagrado Femenino una corriente espiritual cuya
cosmovisión y práctica ritual no provenía de ninguna iglesia o religión
judeocristiana.
Así
surgió el Movimiento de la Diosa, la Witchcraft y la Espiritualidad Femenina
que celebra a la Gran Diosa inmanente en la naturaleza, en las mujeres y en las
relaciones culturales que surgen de esa cosmovisión.
Una
espiritualidad que nos ha devuelto a las mujeres el derecho a la libertad de
culto de lo Divino Femenino sin una autoridad religiosa masculina o gurú
iluminado que defina en qué deben creer las mujeres y cómo hacerlo.
Más bien,
fueron las mujeres las que se apropiaron de ese derecho recreando la
antigua religión de la Diosa con proyecciones políticas, sexuales, de género,
ecológicas y comunitarias que estuvieron presentes en las tradiciones de las
brujas, sacerdotisas y chamanas en la Europa precristiana y en otros sitios
donde la Gran Diosa expresaba las potencialidades de los cuerpos, almas, mentes
y creaciones de las mujeres de manera positiva, otorgando libertad, dignidad y
poder de vinculación con otros sin subordinación sexual. El pecado original, la
culpa de Eva, el Dios padre, el Diablo y la necesidad de redención de la
naturaleza caída no forman parte de esta cosmovisión ancestral.
Hasta
entonces las religiones que mayoritariamente las mujeres conocían y practicaban
eran espiritualidades y teologías creadas y dirigidas por varones, centradas en
figuras masculinas como Yahveh, Jesús, Alá, Krisna, Buda; donde la discriminación
y desvalorización de las mujeres y de lo divino femenino se mantenía sin
modificaciones desde hacía siglos. Con todo, dos milenios de cristianismo, por
ejemplo, es un tiempo relativamente corto si se lo compara con el culto a la
Gran Diosa, adorada a partir del Paleolítico Superior, 20 mil años a. C. y en
el Neolítico agrícola, 7 mil años a. C., hasta las culturas clásicas de la
antigüedad y los primeros siglos del cristianismo. Y aún cuando Constantino
había cerrado los templos de las Diosas y declarado al cristianismo la religión
oficial, los pueblos de Europa seguían practicando el culto de lo Divino
Femenino con distintos nombres y ritos lunares, estacionales y chamánicos.
Entonces,
la Iglesia católica creó un sistema de persecución, tortura y muerte
inimaginable para erradicar esta religiosidad tan arraigada en la vida de la
gente común y que posicionaba a las mujeres en un lugar de respeto y dignidad,
especialmente a las brujas como sacerdotisas de ritos lunares y agrícolas,
parteras, conocedoras de hierbas sanadoras y anticonceptivas y de técnicas
chamánicas de visión sagrada, como personas con poder personal, social y
espiritual dentro de las comunidades.
El
retorno de la Gran Diosa
En 1976,
Merlin Stone publicó “Cuando Dios era Mujer” abriendo el camino a una serie de
estudios sobre la influencia de las religiones en la dignificación o en la
opresión de las mujeres. Aquel libro fue pionero e inspiró otras
investigaciones que reinterpretaron mitos, tradiciones, ritos y evidencias
arqueológicas y antropológicas sobre la religión de las diosas prepatriarcales,
realizadas por Barbara Walker, Mónica Sjöö, Riane Eisler, Caitlin Matthews,
Mary Daly, Vicky Noble, Charlene Spretnak, Carol Christ y las citadas Budapest
y Starhawk.
La
espiritualidad feminista cuenta con el trabajo arqueológico de Marija Gimbutas,
quien dirigió excavaciones en Europa Central y del Este, sacando a la luz
evidencias de la Civilización de la Diosa -como ella la llamó- que evolucionó
entre el 6 mil 500 y el 3 mil 500 a. C., de manera independiente de la
Mesopotamia, como una sociedad pacífica que no construía armas de guerra y se
dedicaba a la agricultura, el arte, el comercio y la religión, y en la que
–según evidencias funerarias- no había una jerarquización de los géneros.
Mujeres y varones se percibían como hijos de una Madre Origen común, la Gran
Diosa, vivenciando algún tipo de igualdad de géneros.
Gimbutas
interpretó numerosas estatuillas de la Diosa, objetos rituales y de la vida
cotidiana en los que se expresa esa cosmovisión sagrada asociada a los ciclos
de la luna, de la mujer, de la naturaleza, de la conciencia humana y de todos
los seres vivos con el arquetipo de la Diosa Pájaro-Serpiente creadora, la
Diosa Sustentadora (del cereal, la agricultura y la cultura) y la Diosa de la
Muerte y el Renacimiento. Una trinidad femenina más antigua que la cristiana o
la hindú, por ejemplo, celebrada junto a sus hijas/os y consortes.
Esta
investigadora de origen lituano, hizo una lectura arqueomitológica, encontrando
que las simbologías sagradas y arquetípicas de las diosas de culturas
posteriores ya estaban presentes en los asentamientos neolíticos.
Gimbutas
destacó la continuidad de la cosmovisión de la Diosa neolítica procedente de
las “Venus” paleolíticas de las/los sapiens recolectoras y cazadores de las
cavernas y su pervivencia en las tradiciones de las diosas posteriores al
Neolítico que conocemos con el nombre de Eurínome, Gea, Ártemis, Hécate,
Atenea, Isis, Nut, Maat, Inanna, Ishtar, Alat, Aserá, Rhea, Deméter, Perséfone,
Diana, Juno, Minerva, Eire, Brigid, Freya, Baba Yagá, las Musas, las Parcas,
las Gracias, entre muchas otras.
Gimbutas
comprobó la tesis de Jean Ellen Harrison, experta en mitología griega de
Cambridge en los años 30, la primera en señalar que las diosas griegas
procedían de una época histórica preolímpica anterior y que el casamiento de
Hera con Zeus no existió en sus orígenes. Ese casamiento forzado, más bien
reflejaba el tránsito, a veces dramático y violento, de las culturas
matrilineales a la patriarcal luego de una conquista armada y una inversión de
los mitos de origen. Incluso diferenciaba a los dioses guerreros de los
agrícolas de la edad matrilineal: Hermes, Pan, Dionisio, indicándonos que el
culto a las diosas no excluía lo Sagrado Masculino pero tampoco adoraba a un
dios padre guerrero y dominante, ni a deidades masculinas que violaban y
mataban a diosas y a mujeres como sucede en los mitos tardíos, surgidos de
aquella conquista y reforma.
Para
Harrison los mitos griegos eran intentos, a veces groseros y desesperados, para
cambiar la tradición de la Gran Madre por propaganda política-religiosa como es
el mito de Atenea naciendo de la cabeza de Zeus, armada como una guerrera,
reemplazando a la ancestral Atenea, una deidad sin padre, patrona de la sabiduría
y la inteligencia y así presentar a los dioses “archipatriarcales” (como
Harrison los calificó) como primigenios, mejores y supremos.
Robert
Graves difundió fuera del ámbito académico el trabajo de Harrison pero fue
Gimbutas la que proporcionó las pruebas arqueológicas de las olas invasoras
patrilineales como así también la cosmovisión cultural y religiosa de la Gran
Diosa hasta entonces considerada por muchos como simples “cultos de
fertilidad”.
Por su
parte, la antropóloga Margaret Murray presentó pruebas de la tradición de las
brujas como un chamanismo europeo cuyos orígenes se remontan a los chamanes/as
paleolíticos y siberianos.
Las
neojunguianas Silvia Brinton Perera, Marion Woodman, Jean Shinoda Bolen y
Clarissa Pinkola Estés, realizaron una tarea similar a la arqueológica a fin de
desenterrar el arquetipo de la Gran Diosa de las profundidades del inconsciente
personal y colectivo de las mujeres adonde la cultura y el ego patriarcal lo
habían recluido, reprimiéndolo para que las diosas no otorgaran poder
espiritual, emocional y cultural al cuerpo, la sexualidad, la libertad y la
conciencia de las mujeres.
Para las
junguianas, los mitos tardíos como el de Atenea naciendo de la cabeza de Zeus
se hicieron carne en las mujeres que fueron educadas según el ideario femenino
de la mentalidad patriarcal, teniendo que adoptar en los últimos tiempos modos
patriarcales a fin de ser reconocidas como “Hijas del Padre” y tener éxito
profesional o intelectual.
Tealogía
de la espiritualidad feminista
Así, las prácticas
del Movimiento de la Diosa cuentan con una tealogía (de Tea, la Diosa) rica y
variada, procedentes de muchas fuentes -no sólo académicas- ya que no es un
discurso unificado dictado por una autoridad centralizada.
Para
la tealogía, la Diosa es vivenciada por las mujeres de muchas maneras a través
de unas cosmovisiones básicas con la clara intención de que no reproduzcan
estereotipos femeninos y masculinos. A la Diosa creadora se la celebra en la
naturaleza como una deidad que permanece inmanente en el mundo y el universo
que ha creado. Ella es la vida, la naturaleza, la creación, el espíritu, en las
plantas, las montañas, los lagos, los animales y las personas. Es la reina del
cielo, de la tierra y del otro mundo, abarcando los tres mundos como sucede con
la Triple Pachamama: Janaj Pacha, Kay Pacha y Uku Pacha.
La
tealogía de la Diosa comparte muchas visiones con tradiciones de pueblos
originarios e indígenas que celebran lo Sagrado Femenino en las diosas Andra
Mari, Cerridwen, Ilamatecutli, Ixchel, Pachamama, Mujer Araña, Mujer Bisonte,
Sedna, Qomolagna, Nu Kwa, Amaterazu, Pele, Iemanjá, Umai, Kali.
La
Creadora se presenta cíclicamente como triple Diosa: la Virgen de la luna
creciente y de la primavera (virgen porque se pertenece a sí misma), la Madre o
Adulta Plena de la luna llena y del verano, y Anciana Sabia de la luna
menguante y del otoño para luego transformarse en la Diosa Oscura de la luna
nueva y del invierno, el aspecto que está por detrás de la trinidad manifiesta.
Ella es celebrada por las mujeres de este movimiento en cada ciclo lunar y en
cada estación.
La Triple
Diosa celebra las tres edades de la mujer y a las tres generaciones de mujeres
que conviven en un mismo tiempo y cultura. Y vincula a las/los antepasados con
las mujeres y varones del presente y con las generaciones futuras.
Esta
Trinidad Femenina también es un arquetipo en la conciencia profunda de la mujer
en cualquier edad biológica porque expresa diferentes procesos internos y
capacidades para ser y actuar. En mi trabajo con la Triple Diosa, este
arquetipo expresa la energía vital, la autoestima y la libertad (la Virgen), la
capacidad de vinculación con otros/as sin subordinación (la Adulta) y la
capacidad de cambio y transformación (la Anciana), mientras que un poder transpersonal
más hondo sostiene a todas esas cualidades (la Oscura, la Diosa Origen).
Además,
muchas diosas son patronas o protectoras de una potencialidad específica: la
diosa del amor, de la fertilidad, de la sanación, de las artes, de la justicia,
etcétera, y las mujeres las invocan para una problemática en particular con sus
nombres: Afrodita, Ceres, Higeia, las Musas y Themis respectivamente, o sus
equivalentes indígenas.
Este
movimiento no es un monoteísmo con polleras (faldas), por eso también celebra
lo Sagrado Masculino a partir del ancestral arquetipo del Dios Astado de la
tradición paleolítica y del Dios de la Vegetación neolítico como hijo, amante
consorte e iniciado con diversas manifestaciones estacionales y cíclicas.
Círculos
y asambleas
Budapest
y Starhawk junto a otras brujas y sacerdotisas se han dedicado a la formación
espiritual de las mujeres en las asambleas y círculos con conciencia de género.
Han publicaron libros con rituales para los Sabbats estacionales y los Esbats
lunares. Y proponen ritos de iniciación a la menstruación, la mediana edad, la
maternidad y la menopausia. Y otros rituales para afrontar problemáticas como
el abuso sexual, detener a un violador, decidir la interrupción de un embarazo
no deseado, tratar la baja autoestima, el odio hacia el cuerpo o la depresión.
También hechizos de magia femenina como medios para
dirigir la conciencia ante necesidades básicas de trabajo, vivienda, sanación,
estudio, pareja. Es una espiritualidad donde la magia se suma al trabajo
político o psicológico por los derechos de las mujeres, y en la que la sabia
serpiente, el triángulo de la vulva y la sangre menstrual son algunos de los
símbolos de sacralidad femenina que vuelven a ser utilizados por las mujeres.
En este
movimiento no existen estructuras eclesiales ni dogmas ni papas y toda mujer
puede celebrar a la Diosa tenga mucha o poca formación previa, convocando a
otras y formando un grupo. En EU hay asambleas de mujeres heterosexuales y/o
lesbianas y están las que integran a mujeres y varones; en ellas se promueve un
compromiso con la vida del planeta y la justicia a través de acciones
individuales y colectivas.
La
Diosa en América Latina
En la
región, las mujeres tenemos noticias de los libros, talleres y celebraciones
del Movimiento de la Diosa. Quizás lo más desafiante sea invocar a una deidad
femenina en esta parte del continente donde la religión masculina sigue
influyendo en la autoestima de las mujeres, negándole derechos y presentando a
María como una mujer subordinada al Dios masculino.
Cuando
las latinoamericanas escuchan hablar de la Gran Diosa en relación a sus
problemáticas la reciben como un manantial de agua fresca en medio del
desierto. Después de todo, hace tan solo cinco siglos que las mujeres adoraban
a las diosas precolombinas y aún lo siguen haciendo en muchas comunidades. Así,
las mujeres de la Diosa en América Latina estamos rescatando a las diosas
indígenas a fin de reencontrar en ellas la dimensión sagrada de nuestros
derechos.
Feministas
académicas y políticas suelen temer que esta espiritualidad sea una moda
escapista que aleje a las mujeres de la lucha por los derechos, ya que todas
las religiones que han conocido han sido opresivas y no imaginan algo
diferente.
Pero las
tres décadas del Movimiento de la Diosa son suficientes para comprobar la
íntima relación que han tejido las feministas espirituales entre derechos y
espiritualidad. Para las que celebramos a la Diosa ambos hilos se tejen juntos.
En “La
Danza en Espiral”, Starhawk expresa que el movimiento feminista de por sí es
mágico-espiritual, además de político. Es espiritual porque está dirigido a la
liberación del espíritu humano, a sanar nuestra fragmentación, a llegar a estar
completas. Es mágico porque cambia la conciencia, expande nuestra percepción y
nos da una nueva visión, utilizando un concepto de la brujería, esto es, el
arte de cambiar la conciencia a voluntad. “Para mí había una conexión natural
entre el movimiento para darle poder a las mujeres y una tradición espiritual
basada en la Diosa”, expresa Starhawk.
Para las
mujeres de la Diosa, la religión es una dimensión de la vida demasiado
importante para dejarla sólo en manos de los varones y de las religiones
patriarcales como únicas opciones de espiritualidad. Las mujeres que no se
identifican con el ateísmo o el agnosticismo, desean terminar con el vacío de
sacralidad que el patriarcado dejó en sus almas y cuerpos. Un vacío casi
siempre ocupado por imágenes negativas de sí mismas. El retorno de la Diosa
expresa esa necesidad y ese derecho.
La autora
investiga tradiciones sagradas femeninas y trabaja con el arquetipo de la
Triple Diosa. (Analía Bernardo)
Bibliografía
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Diosa”. Ed. Obelisco, Barcelona, 2002 (primera edición en inglés 1979).
Susana
Budapest, "El Poder Mágico de las Mujeres. Artes esenciales de la
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Susana
Budapest, "Cada día es una fiesta. La Abuela del Tiempo. Celebraciones,
hechizos y objetos sagrados para cada mes del año”, Ed. Obelisco, Barcelona,
2001 (primera edición en inglés 1989).
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Budapest, "La Gran Madre Luna", Ed. Obelisco, Barcelona, 2001
(primera edición en inglés 1991).
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Noble, “Madre Paz, un camino hacia la Diosa a través del mito, el arte y el
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Marija Gimbutas, “The Goddeses and
Gods of Old Europe, Myths and Cults Images”, University
of California Press, Los Angeles, 1982. "Diosas y
Dioses de la Antigua Europa", Ed. Istmo, Madrid, 1991. “The Language of the Goddess”, Harper &
Row, San Francisco,
1989. "El Lenguaje de la Diosa", Ed. Dove, Oviedo, 1996. “The Civilization of the
Goddess: The World of Old Europe”, Harper San
Francisco, 1991.
Riane
Eisler, "El Caliz y la Espada", Ed. Cuatro Vientos, Chile, 1990.
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Ellen Harrison, “Mitología”, Ed. Nova, Buenos Aires, 1947.
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Robert
Graves, “La Diosa Blanca”, Alianza Editorial,1983.
Analía
Bernardo, "Eurínome, la Diosa Creadora", Colección Mitología
Femenina, edición digital de autor, Buenos Aires, 1997.
Analía
Bernardo, "Deirdre y la Diosa del Amor", Colección Mitología
Femenina, edición digital de autor, Buenos Aires, 1999.
Analía,
Bernardo, "Esfinges, Gorgonas y Sirenas, las desafiantes del lado
oscuro", Colección Mitología Femenina, edición digital de autor, Buenos
Aires, 2001.
Starhawk (Miriam Simos) Susana Budapest
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