RESUMEN
Se describe una nueva metodología
para la medida y el análisis preciso del horizonte astronómico que rodea a yacimientos
arqueológicos. Este método se ha aplicado a la estación de cazoletas y
canalillos de Barranco de la Tapia (Candelaria) y la estación de grabados
rupestres de La Pedrera (Punta del Hidalgo, San Cristóbal de La Laguna),
situadas ambas en Tenerife y con una posible significación cultual. Hemos
encontrado que el orto u ocaso del Sol en los equinoccios se produce en las
zonas más llamativas del horizonte de ambos yacimientos, una relación
astronómica que ya se había encontrado
en otros sitios arqueológicos del Archipiélago. Se propone que la
importancia ritual del equinoccio (o de una fecha muy cercana a éste,
especialmente el punto medio temporal entre ambos solsticios) podría tener su
origen en el Norte de África preislámico, donde se han encontrado unas
relaciones astronómicas muy similares a las descubiertas en lugares de culto
prehispánicos de las Islas Canarias en los últimos años.
PALABRAS
CLAVE: Arqueoastronomía, Islas
Canarias, Tenerife, norte de África, religión, santuarios, grabados rupestres.
ABSTRACT
We describe a new method to obtaining and
analysing precise measurements of the astronomical horizon around
archaeological sites. We have applied this method to the rock engraving
stations of Barranco de la Tapia (Candelaria) and La Pedrera (Punta del
Hidalgo, La Laguna), both located in Tenerife
Island and of possible
cultual significance. We have found that the sunrise or sunset at and around
the equinoxes takes place on striking zones of the horizon in both sites. This
kind of astronomical relation has been found in some archaeological sites in
other islands of the archipelago. We propose that the ritual importance of the
equinoxes —or a date very close to the equinoxes, as the temporal mid-point
between solstices— could have been originated in pre-Islamic North Africa, a
zone with archaeoastronomical findings strongly similar to those discovered in
religious precincts of the Canary Islands.
KEY
WORDS: Archaeoastronomy, Canary Islands, Tenerife, North
Africa , Religion, Sacred places, Rock art.
1. INTRODUCCIÓN
1.1. LA ASTRONOMÍA EN LA PREHISTORIA DE CANARIAS
En la última década se han
llevado a cabo distintos estudios arqueoastronómicos en yacimientos aborígenes
canarios que demuestran la importancia de ciertos elementos astronómicos en la
simbología religiosa y en el ritual de la antigua cultura prehispánica (Aveni y Cuenca, 1992-1993-1994; Belmonte et
al. 1994, 2001; Belmonte, 1999, Belmonte y Hoskin, 2002; Esteban, 1997, 2000;
Esteban et al., 2002). Las posiciones singulares del movimiento anual solar
sobre la bóveda celeste: solsticios y equinoccios, parecen ser los elementos
más constatados. Así, encontramos marcadores de estos eventos solares basados
en diferentes estrategias:
a) la disposición relativa de elementos artificiales de los
propios yacimientos permite una orientación hacia ortos u ocasos del Sol en
solsticios y equinoccios, así como la producción de juegos de luz y sombra;
b) los ortos u ocasos solares en dichos momentos del año se
producen sobre elementos llamativos del horizonte que rodea al yacimiento o
incluso sobre otros yacimientos conectados visualmente;
c) los elementos del yacimiento
(como grabados rupestres o tumbas de necrópolis)
se encuentran orientados
sistemáticamente a dichos eventos astronómicos.
Se han encontrado relaciones
astronómicas en todas las islas del Archipiélago que se han estudiado con
cierta profundidad, principalmente en Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura y
Lanzarote, lo que sugiere que la importancia del culto solar era algo común en todas
o en la mayor parte de las sociedades insulares. Estos marcadores astronómicos
podrían ser utilizados como elementos en el propio ritual (hierofanías), como
herramientas para establecer un calendario y/o para predecir el momento en que
se producían las distintas festividades
con vistas a la preparación y anuncio de su celebración.
Por otra parte, las crónicas
históricas escritas coinciden en la gran importancia de los cultos astrales en
la religión de los aborígenes canarios. Son varios los autores que han llevado
a cabo el análisis de dicha documentación (Tejera Gaspar,
1992: 11-18; Jiménez González,
1994; Belmonte et al., 1994; Barrios, 1997). De estos estudios parece clara la
existencia de un calendario aborigen lunisolar, basado en la observación de la
posición del Sol y las fases de la Luna, aunque existen diferencias en las
crónicas sobre el momento preciso del inicio del año, algunos cronistas indican
la luna nueva posterior al solsticio de verano, mientras que otros lo sitúan en
la luna nueva posterior al equinoccio de primavera.
1.2. MOTIVACIÓN DEL PRESENTE
TRABAJO
La parte técnica del presente
artículo se planteó como el núcleo de un trabajo de investigación para la
obtención del Diploma de Estudios Avanzados dentro del programa de tercer ciclo
«Física del Cosmos» del Departamento de Astrofísica de la Universidad de La
Laguna. Nuestro objetivo fundamental fue desarrollar un método de análisis
preciso del horizonte astronómico en yacimientos arqueológicos de posible
significado ritual en Tenerife. Para ello utilizamos instrumental de precisión,
tanto para la determinación de las coordenadas
geográficas de los yacimientos como para la obtención de medidas
angulares sobre el horizonte. Por otra parte, también se aplicaron paquetes
informáticos profesionales de análisis de imágenes astronómicas a fotografías
digitales del horizonte que rodea a los yacimientos. Con la puesta a punto de
estas técnicas hemos desarrollado una nueva metodología en nuestro grupo de
investigación para abordar futuros proyectos de análisis sistemático y preciso
del horizonte astronómico en cualquier tipo de yacimiento.
1.3. LOS YACIMIENTOS
ESTUDIADOS
Debido al limitado tiempo
disponible para la realización del trabajo y su interés principalmente técnico,
nos centramos en dos yacimientos de Tenerife ya conocidos por nosotros: la
estación de cazoletas y canalillos del Barranco de la Tapia, en Candelaria y la
estación de grabados rupestres de La Pedrera, en el municipio de San Cristóbal
de La Laguna.
El yacimiento del Barranco de La
Tapia está situado en el kilómetro 19 de la carretera TF-28 en el municipio de
Candelaria. Se encuentra sobre un aflora- miento de toba volcánica de color
amarillento situado justo al borde de la carretera, a 135 metros sobre el nivel
del mar. Sus coordenadas GPS son longitud: 16°22'56'' O, latitud: 28°20'55'' N.
Se compone de un conjunto de cazoletas y
canales excavados en la roca que se distribuyen
sobre una superficie de varias decenas de metros cuadrados de extensión,
aunque es posible que algunos elementos se encuentren ocultos bajo la
vegetación o cubiertos por los sedimentos (ver figura 1). El yacimiento se
encuentra totalmente desprotegido y está muy expuesto a la acción antrópica, de
hecho es muy probable que parte del yacimiento fuera destruido por la
construcción y mejoras posteriores de la carretera TF-28. La apariencia de los
grabados es antigua y sus características parecen análogas a otros yacimientos
mucho mejor conocidos y clasificados indudablemente como prehispánicos como
Roque de La Abejera (Buzanada, Arona) o Pico Yeje (Masca, Buenavista).
Distintos autores clasifican este tipo de yacimientos como lugares de culto
(Tejera Gaspar, 1992: 32; del Arco Aguilar et al., 1999: 62). Hasta donde
tenemos conocimiento, el yacimiento se encuentra inédito y su existencia y
localización nos fue comunicada por los arqueólogos José V. Febles y Cristo M.
Hernández.
El segundo yacimiento estudiado
es el conocido como La Pedrera, situado en un rellano de toba volcánica de la
cara norte del Roque de Dos Hermanos (Punta del Hidalgo, municipio de La
Laguna). Se encuentra muy cercano al mar y a 175 metros de altura. Las
coordenadas GPS del yacimiento son longitud: 16°18'29'' O, latitud: 28°34'20''
N. El acceso es complicado, pues aunque se parte de una vereda, ésta se debe
abandonar para ascender (y en algunos momentos escalar) parte de la montaña
para llegar a la zona arqueológica. El yacimiento fue publicado por Perera López
(1992) y consiste en una estación principal de grabados rupestres de 6 metros
de longitud, un ancho de algo más de 4 metros y con una inclinación descendente
en dirección este-oeste de unos 20°. Los grabados son muy interesantes; parecen
representar figuras antropomorfas femeninas y asexuadas y pisciformes, así como
figuras geométricas y cazoletas. Perera López interpreta el yacimiento como un
centro de culto prehispánico a la fecundidad femenina.
2. OBTENCIÓN Y REDUCCIÓN DE
LOS DATOS
La obtención de los datos se
realizó durante varias visitas a los yacimientos. El instrumental utilizado fue
un teodolito, un aparato de posicionamiento global (GPS) y una cámara
fotográfica digital.
El teodolito es un aparato
topográfico de precisión que se utiliza para medir ángulos horizontales
(acimut) y ángulos verticales (altura). El modelo de teodolito utilizado fue el
TEO-3, analógico, portátil y de poco peso, muy indicado para el trabajo de
campo en lugares de difícil acceso. Dispone de un trípode de aluminio ligero
pero robusto (ver figura 2). El sistema de medida en los dos ejes del teodolito
es centesimal, es decir, toda la circunferencia está dividida en 400°. El eje
de alturas, que realmente mide distancias cenitales centesimales, tiene su cero
en el cenit, alcanzando el valor 100° justo sobre el horizonte. La unidad
mínima de lectura para ambos ejes es de 0,05° centesimales (0,045°
sexagesimales). Aunque la precisión puede ser algo superior a este valor porque
se pueden estimar fracciones aproximadas a esa unidad mínima.
Los sistemas de posicionamiento
global (GPS) por medio de satélites son de una utilidad extraordinaria, gracias
a ellos podemos determinar las coordenadas de un lugar sobre la superficie de
la Tierra con una incertidumbre de apenas unas decenas de metros. El
instrumento utilizado en nuestro caso fue un modelo GPS II PLUS de Garmin. Con
él obtuvimos la longitud y latitud del lugar así como el denominado tiempo
universal, UT1. El disponer de una determinación precisa del UT fue necesario
para cronometrar cada medida de la posición del Sol realizada para la
calibración del punto cero de acimut del teodolito (ver más adelante).
A la llegada a cada yacimiento se
coloca el teodolito en estación. Esto supo- ne realizar las tareas siguientes:
a) colocar el trípode bien anclado y, aproximadamente, en el
centro geométrico del yacimiento;
b) fijar el teodolito sobre el trípode;
c) nivelar la base del teodolito
paralelamente al plano del horizonte, para lo cual se utiliza una burbuja
flotante situada en la base nivelante del teodolito que se fija con tres
tornillos.
Una vez tenemos el teodolito en
estación, medimos las coordenadas geográficas del lugar con el GPS y lo
situamos sobre un mapa geográfico detallado de la zona.
El paso siguiente consiste en la
obtención de fotografías del horizonte que rodea el yacimiento, inicialmente con
un objetivo gran angular para obtener un campo extenso y cubrir toda o la mayor
parte del horizonte en varias exposiciones. Posteriormente, se fotografían las
zonas más llamativas y aquellas donde se estima que se producen los ortos y
ocasos del Sol y la Luna con un objetivo de mayor aumento (teleobjetivo).
Cuanto mayor aumento utilicemos, mayor precisión podremos obtener en el
análisis del horizonte, aunque no es conveniente que el campo sea demasiado
pequeño (menor de, por ejemplo, unos 5° a 10°). Finalmente, se define un cierto
número de cotas en las zonas de mayor interés potencial, fácilmente
distinguibles sobre las fotografías, y se determina su acimut y la distancia cenital instrumental
con el teodolito.
Hay que recordar que el teodolito
mide acimutes respecto a un origen arbitrario, cuya posición varía cada vez que
colocamos en estación el teodolito y se mantiene mientras no movamos el
aparato. Para realizar el estudio necesitamos medir acimutes referidos al norte
geográfico, por lo que necesitamos conocer el ángulo definido entre el norte
geográfico y el origen de acimutes instrumentales del teodolito en la
disposición particular utilizada. La determinación de este ángulo, que
denominaremos «declinación instrumental»,
la realizamos con observaciones sucesivas de la posición del Sol en tres
momentos diferentes durante nuestra visita al yacimiento. Típicamente
realizamos una observación antes de medir las cotas, otra hacia la mitad de la
sesión de trabajo y una última al final, justo antes de desmontar el teodolito.
Debido a que las medidas se realizan a través de una mira telescópica con un
cierto número de aumentos, las observaciones de la posición del Sol pueden
dañar los ojos, por lo que se realizaron proyectando la imagen del Sol y de la retícula del campo
de observación sobre una pantalla blanca. Cuando se estimaba que el disco solar
se encontraba centrado sobre la retícula, se anotaba del tiempo universal
indicado por el GPS, se embragaba la
posición del teodolito y se medía el acimut y la distancia cenital con el
objetivo de la mira ya tapado. Cada medida (tanto de cotas como de la posición
del Sol) se realizó individualmente por
tres personas diferentes, eliminando posibles errores de lectura.
La determinación de la «declinación instrumental» se lleva a cabo con posterioridad al trabajo
de campo, calculando el acimut y la altura esperados del centro del disco solar
a partir de las coordenadas celestes del
Sol en ese momento. Estas coordenadas (ascensión recta y declinación celestes) se pueden interpolar de las tablas
publicadas anualmente en el Almanaque Náutico del Observatorio de San Fernando.
Estas tablas proporcionan las
coordenadas del Sol para cada hora y para todos los días del año. La «declinación
instrumental» será entonces el valor medio de la diferencias entre el acimut
medido por el teodolito y el acimut
geográfico real, ambos correspondientes a las distintas posiciones del Sol
medidas durante la visita al yacimiento.
Una vez calculamos la
«declinación instrumental», que designaremos como
dt, podemos calcular el acimut
geográfico (en grados sexagesimales) de cada cota medida mediante la siguiente
relación:
donde At es el acimut medido con
el teodolito. Por otra parte, la altura (sexagesimal) de las cotas la podemos
obtener a partir de esta relación con la distancia cenital medida con el
teodolito (zt):
La altura medida de un objeto
cercano al horizonte está afectada por un fenómeno denominado refracción
atmosférica. Este efecto óptico, relacionado con el diferente índice de
refracción que tienen las distintas capas de la atmósfera, hace que la altura a
la que vemos los objetos cercanos al horizonte sea mayor a la que tienen en la
realidad. En nuestro caso hemos utilizado la expresión que nos proporciona
Schaefer (2000):
donde R es la corrección que
debemos aplicar a la altura debida a la refracción atmosférica en grados
sexagesimales, que nunca supera valores del orden de 0,5°. La altura corregida
quedaría entonces:
H = h – R
Existe una segunda corrección a
la altura, que es la conocida como paralaje, que es mayor cuanto más cerca se
encuentra el astro a la Tierra. En la
práctica este efecto sólo es importante en el caso de observaciones de astros
cercanos a la Tierra, como la Luna, en el caso del Sol el efecto de la paralaje
es despreciable.
Con la metodología explicada sólo
podemos determinar con precisión las coordenadas (A, H ) asociadas a las cotas
que hayamos medido con el teodolito. Si un orto u ocaso de interés astronómico
se realiza sobre un punto del horizonte para el cual no disponemos de una
medida directa de sus coordenadas con el teodolito (la situación más probable),
la posición de dicho punto no quedará determinada con precisión.
En nuestro caso, además de las
medidas de las cotas, realizamos un análisis de las imágenes digitales del
horizonte, que se llevó a cabo con el paquete de reducción y análisis de
imágenes astronómicas IRAF2, el más utilizado por la comunidad astronómica
internacional. Se trata de un software libre de soporte UNIX o LINUX (http://iraf.noao.edu/).
Dentro de este paquete utilizamos varias tareas englobadas en el conjunto de
tareas denominado IMCOORD. Nuestro objetivo fue el conseguir transformar
cualquier par de puntos (X, Y ) sobre una imagen digital a sus coordenadas de
acimut y altura (A, H ) correspondientes, con esto podemos determinar con
precisión las coordenadas celestes del astro que pasa por cualquier punto del
horizonte.
En primer lugar utilizamos la
tarea CCMAP, en la cual introducimos:
a) una tabla de datos (en forma
de fichero de texto con cuatro columnas) con los valores X e Y de las cotas
medidas sobre la imagen digital del horizonte, así como los correspondientes A
y H de dichos puntos (calculados según hemos descrito anteriormente).
b) La imagen digitalizada de la
parte del horizonte que estemos tratando en ese momento (en nuestro caso convertimos la imagen
original, en formato JPEG estándar, a formato FITS, que es el habitual de las
imágenes astronómicas y uno de los que usa IRAF). Este formato permite que el
fichero de la imagen contenga también una serie de datos adicional (denominado
encabezamiento) con parámetros relevantes de la imagen.
Esta tarea calcula un ajuste
bidimensional a la imagen cuyos parámetros serán escritos en un fichero de
texto de salida. En nuestro caso elegimos un polinomio de orden dos en cada
eje. Con este ajuste podremos asignar un par (A, H ) a cada punto (X, Y ) de la
imagen. Esta tarea tenemos que aplicarla para cada fotografía. En general
tendremos varias en cada yacimiento, cubriendo distintas zonas del horizonte.
El número de cotas que necesitamos en cada fotografía dependerá de la precisión
que deseemos, así como el orden del polinomio que queramos aplicar (esto
determina el número de cotas mínimo).
Seguidamente hacemos uso de la
tarea CCSETWCS, con la que introducimos el ajuste bidimensional en el
encabezamiento de la imagen. Introduciendo la fotografía del horizonte y el
archivo del ajuste polinómico, las imágenes contendrán entonces la función que
transforma de puntos (X, Y ) a valores de acimut y altura, (A, H). Finalmente,
utilizamos la tarea WCSCTRAN, con la cual, introduciendo un fichero de puntos
(X, Y ) cualesquiera medidos a posteriori sobre la imagen, podemos determinar
sus correspondientes valores (A, H ). La
medida de las coordenadas (X, Y ) sobre la imagen digital puede realizarse con
cualquier programa comercial de desplegado y edición de imágenes, en nuestro
caso utilizamos las opciones ofrecidas
por el propio paquete informático IRAF.
Una vez tenemos las coordenadas acimut
y altura (A, H ) de un punto cual- quiera sobre la imagen y conocida la latitud
del lugar, f (determinada a partir de las medidas con el GPS), podemos calcular
la declinación celeste, d, del objeto que pasa por dicho punto a través de una
ecuación de transformación de coordenadas:
Este último cálculo se realizó,
en nuestro caso, con un sencillo programa elaborado en el entorno IDL y en el
sistema operativo LINUX sobre las tablas de datos de salida de IRAF. El rango
de valores de la declinación va de –90° a +90°. Cuando un astro tiene d = 0°
supone que se encuentra sobre el ecuador celeste, mientras que d = +90°
significa que el objeto se encuentra en
el Polo Norte celeste. Las coordenadas
celestes de un astro son independientes de la posición del observador
sobre la superficie de la Tierra (a diferencia de lo que ocurre con las
coordenadas horizontales: acimut y altura) y son las que suelen proporcionarse
en los catálogos astronómicos.
3. RESULTADOS
3.1. BARRANCO DE LA TAPIA
Después de una primera visita el
9 de mayo de 2002, donde nos familiarizamos con el manejo del instrumental y la
obtención de medidas, volvimos a visitar el yacimiento el 16 de octubre de 2002
para obtener la serie definitiva de datos. La estación se encuentra situada en
un barranco estrecho y poco profundo con una franja abierta al mar en dirección
este-sureste donde puede verse la isla de Gran Canaria. Hacia en el interior,
el relieve es montañoso pero lo más llamativo de esta zona, es decir, la parte
más rica en rasgos topográficos, es el
perfil de la Caldera de Pedro Gil y el pico Cho Marcial, situados en las
cumbres de Arafo, a unos 8 km de distancia (ver figura 3). La caldera ocupa una
zona relativamente estrecha de apenas unos 10° en acimut, es decir, una 1/36
parte de todo el horizonte que rodea el yacimiento. Fuera de esta zona, el
resto del horizonte terrestre no contiene elementos llamativos y es en su mayor
parte más cercano, excepto el Pico de Izaña, por todo esto, nos concentramos en
dos áreas: la Caldera de Pedro Gil y el perfil de la isla de Gran Canaria.
Nuestra idea era comprobar si podían existir elementos en el horizonte del
yacimiento que pudieran señalar momentos singulares de las trayectorias
periódicas del Sol o la Luna sobre la bóveda celeste.
En la figura 4 mostramos la
posición de las 16 cotas que se midieron con el teodolito sobre el perfil de la
Caldera de Pedro Gil. La «declinación instrumental» del teodolito se determinó
a partir de tres medidas de la posición del Sol, obteniéndose un valor de dt = 119,63°
± 0,01° (sexagesimales), donde la incertidumbre asignada corresponde a la
dispersión de las tres medidas individuales obtenidas de la «declinación
instrumental». El valor tan pequeño de la dispersión indica que las tres
medidas de la posición del Sol fueron muy precisas y que la determinación de la
«declinación instrumental» es enteramente confiable. En la tabla 1 mostramos
los valores de acimut, altura y declinación celeste correspondientes a cada una
de las cotas utilizadas.
Realizamos un ajuste bidimensional
a la imagen digital del perfil del horizonte alrededor de la Caldera de Pedro
Gil siguiendo el método descrito en la sección 2. Según el ajuste, cada
elemento de resolución (o píxel) de la imagen utilizada ocupa 50,0'' (0,014°)
en el eje de acimut (X) y 45,6'' (0,013°) en el eje de alturas (Y). Para
comprobar la calidad del ajuste realizado a la imagen, volvimos a determinar
los valores de acimut y altura que nos proporcionaba el ajuste para el conjunto
de 16 cotas y comparamos ambos valores, el original medido por el teodolito y
el devuelto por el ajuste bidimensional de la imagen; la dispersión de la
diferencia fue de 0.07° en acimut y 0.03° en altura, por lo que estos valores
son los que pueden considerarse como incertidumbres nominales de las
coordenadas A y H que obtengamos para cada punto por medio de nuestro método.
La incertidumbre de la declinación celeste correspondiente a cada punto, Dd, es
del orden de 0.07° (unos 4', aproximadamente un 1/8 del diámetro solar).
El resultado más llamativo es que el rango de declinaciones
celestes de los astros que tienen su ocaso en el interior de la Caldera de
Pedro Gil (que cubre el intervalo de d desde –2,36° hasta +6,50°) incluye el
valor d = 0°. Esto supone que la puesta u ocaso del Sol en los equinoccios (Sol
situado a d = 0°, es decir, sobre el ecuador celeste) se produce en los
alrededores de la cota núm. 5. El punto exacto del horizonte que corresponde a
d = 0° (determinado a partir de la
técnica del ajuste bidimensional de la imagen) se muestra también en la figura
4.
En el caso del perfil de Gran
Canaria, situada en el horizonte sureste, obtuvimos medidas de 8 cotas, no
encontrando relaciones astronómicas destacables con ninguna posición singular
del Sol (solsticios o equinoccios) o la Luna (lunasticios). Es necesario
indicar que ningún orto u ocaso en solsticios o lunasticios o incluso el orto
de los equinoccios se produce por ningún otro lugar singular del horizonte del
yacimiento.
Hemos calculado el intervalo de
días en que el centro del disco solar tendría su ocaso sobre el interior de la
Caldera de Pedro Gil (entre las cotas núm. 2 y 16) para un año de referencia
arbitrario: 1400 d.C. (el resultado es prácticamente igual para cualquier año
que podamos suponer desde comienzos de la Era Cristiana hasta la actualidad),
comprobando que se produce desde 6 días antes hasta 17 días después del
equinoccio de primavera y desde 17 días antes hasta 6 días después del
equinoccio de otoño. En total tenemos unos 23 días en que el centro del disco
solar tiene su ocaso entre esos dos puntos. Si en vez del centro del disco,
consideramos el periodo en que al menos una parte (aun pequeña) del disco toca
el interior de la caldera este intervalo se aumentaría a 24 días. Esto
significa que podemos ver el ocaso solar producirse en el interior de La
Caldera de Pedro Gil durante un 13% de la duración total del año (dos periodos
de 23-24 días alrededor de cada equinoccio), el resto del tiempo el Sol se pone
fuera de la caldera, bien hacia el norte, bien hacia el sur, en lugares mucho
menos llamativos del horizonte.
Como vemos, el resultado principal de este estudio es que en
la zona más llamativa del horizonte occidental del yacimiento se produce la
puesta del Sol en los equinoccios, en una zona relativamente estrecha por otra
parte.
3.2. LA PEDRERA
Visitamos este yacimiento el 24
de abril de 2003. Como ya se comentó anteriormente, se encuentra situado sobre
una pequeña cornisa sobre la ladera norte del Roque de Dos Hermanos, un balcón
natural que va a dar a un acantilado sobre el mar. El horizonte oriental es
realmente espectacular, pues se domina la costa y los acantilados de Anaga e
incluso los conocidos roques de Dentro y de Afuera de Taganana. Es precisamente
en este punto donde la costa norte de Tenerife se alinea prácticamente en la línea esteeste. El horizonte está
ocupado por el mar en más de la mitad norte de su circunferencia, aunque parte
de la zona oeste-no- roeste (unos 12°) está ocupada por el perfil de la isla de
La Palma que, desgraciadamente, no era visible en el momento de nuestra visita
dada la presencia de nubes en ese área.
La «declinación instrumental» del teodolito se determinó a
partir de tres medidas de la posición del Sol, obteniéndose un valor de dt =
54,98° ± 0,02°. Como en el caso del yacimiento del Barranco de la Tapia, la
dispersión de las medidas es muy pequeña, lo que indica que se obtuvieron con gran precisión.
Creemos que cualquier visitante
del lugar estaría de acuerdo en que la parte del horizonte situada hacia el
este es la más llamativa e impresionante del yacimiento (figura 5). En nuestro
caso, concentramos nuestra atención en esta zona y tomamos una serie de 21
cotas justo sobre el complicado perfil de las montañas de la costa que baja
hasta el mar (mostradas en la figura 6 y en la tabla 2). En esta zona se
encuentra el punto donde tiene su orto un astro con declinación celeste d = 0°, como el Sol en los
equinoccios. Como en el yacimiento anterior, realizamos el ajuste bidimensional
de la imagen, encontrando que cada pixel
ocupa 57,1'' (0,016°) en el eje de acimut (X) y 59,4'' (0,017°) en el eje de
alturas (Y). Comparando los valores de A y H medidos para las 21 cotas con las
que proporciona el ajuste encontramos que la dispersión de la diferencia fue de
0,06° en acimut y 0,04° en altura, que se traduce en una incertidumbre de la
declinación celeste correspondiente a
cada punto del orden de 0,07°.
En la figura 6 indicamos el punto
del horizonte que corresponde al orto del sol en los equinoccios, casi
coincidente con la cota núm. 18, cerca del borde superior de la pendiente del
acantilado. Es importante comentar que ya Perera López indica que los grabados
antropomorfos, así como el pisciforme de la estación, se encuentran orientados
con sus cabezas en dirección este, cosa que también pudimos corroborar con
nuestras medidas. Es realmente llamativo que esta orientación de los grabados
implica también un alineamiento con el orto solar de los equinoccios tal y como
se observa desde el yacimiento, hecho que apoya nuestra hipótesis sobre el
interés astronómico de los que situaron, diseñaron y utilizaron el yacimiento.
De forma similar a lo realizado
para el yacimiento anterior, calculamos el intervalo de días en que podría
observarse el orto del centro del disco solar sobre la pendiente descendente
del acantilado mostrado en la figura 6, en particular entre las cotas núm. 19
(promontorio superior) hasta la cota núm. 1 (intersección del acantilado con el
horizonte marino), para el año de referencia 1400 d.C., compro- bando que se produce
desde 3 días antes hasta 13-14 días después del equinoccio de primavera y desde
13-14 días antes hasta 3 días después del equinoccio de otoño. Tenemos unos
16-17 días en que el centro del disco solar tiene su orto entre esos dos
puntos. Si en vez del centro del disco solar consideramos cualquier punto del
disco, el intervalo se aumentaría en hasta unos 18 días en total, lo que
significa que podemos ver el orto solar producirse sobre cualquier punto de
dicho acantilado durante un 10% de la duración total del año (dos periodos de
unos 18 días alrededor de cada equinoccio), el resto del tiempo el Sol sale
fuera de este elemento tan llamativo del horizonte, o bien sobre el horizonte
marino o bien sobre la parte superior del perfil del horizonte, sobre las cumbres
del Macizo de Anaga que, contrariamente a lo que se podría pensar por lo
agreste de la zona, se muestra bastante plano y anodino, carente de rasgos
topográficos llamativos.
Sería interesante realizar
medidas del perfil de la isla de La Palma, pues según nuestras estimaciones
basadas en mapas del Servicio Geográfico del Ejército, el ocaso solar de los
equinoccios debe producirse en algún lugar de las cumbres de la mitad sur del
perfil de la isla vecina. Por otra parte, el ocaso en el solsticio de invierno
debe producirse también en algún punto del extremo norte del macizo de Teno, en
la zona más occidental de Tenerife. Los ortos de los dos solsticios, el ocaso
del solsticio de verano o los ortos y ocasos de los lunasticios (excepto quizás
el ocaso del lunasticio mayor sur), no parecen producirse sobre lugares
interesantes del horizonte. Como vemos, el yacimiento tiene un gran potencial
arqueoastronómico que quizás no se restrinja al posible marcador equinoccial
que hemos encontrado. De cualquier forma, la orientación sistemática este-oeste
de los grabados antropomorfos y pisciformes hace pensar que la relación con los
equinoccios podría ser, dentro de la hipótesis astronómica, la más importante
en cualquier caso.
4. DISCUSIÓN
4.1 SOBRE LA IMPORTANCIA RITUAL DE LOS EQUINOCCIOS Y SU POSIBLE ORIGEN
En diversos trabajos anteriores
ya se había apuntado la presencia de posibles marcadores equinocciales en
yacimientos arqueológicos de carácter religioso o funerario del Archipiélago
Canario. Estos marcadores se han encontrado principal- mente en Gran Canaria,
en lugares tan representativos como el Roque Bentaiga, la Fortaleza Grande o la
Necrópolis de Arteara (Esteban et al., 1996, 1997; Belmonte y Hoskin,
2002:225-230) y también en algunos yacimientos de torretas del suroeste de la
isla (Aveni y Cuenca, 1992-1993-1994), aunque también se han descubierto en
Zonzamas, la antigua capital aborigen de Lanzarote, y en Tablero de los Majos,
en la zona de Jandía, en el extremo sur de Fuerteventura (Esteban et al., inédito; Belmonte y Hoskin,
2002:243-244, 253-256). La existencia del posible marcador de La Pedrera ya
había sido recogida en Esteban et al. (inédito) y, muy brevemente, en Jiménez
González et al. (1997). El haber encontrado marcadores equinocciales en yacimientos
canarios de especial significación indica que este evento astronómico podría
haber tenido una cierta relevancia en el ritual aborigen. El que, por otra
parte, estos marcadores equinocciales se hayan descubierto en varias islas del
Archipiélago sugiere, quizás, que este elemento formaba parte del substrato
religioso común que los pobladores originales trajeron desde su lugar de
origen. Resulta difícil pensar que el posible uso ritual de los equinoccios
fuese producto de una evolución aislada, aunque confluyente, del simbolismo
religioso de las culturas insulares.
La arqueología actual parece
estar de acuerdo en el origen norteafricano de los primeros pobladores de las
Islas Canarias (ver, por ejemplo, Tejera Gaspar y González Antón, 1987), que
llegaron alrededor del comienzo de la Era Cristiana. Una posibilidad apuntada
por distintos autores es el poblamiento llevado a cabo por miembros de tribus
líbicas rebeldes deportados por púnicos o romanos (ver, por ejemplo, Pallarés
Padilla, 1976; Mederos Martín y Escribano Cobo, 1999), hipótesis que también ha
sido criticada recientemente (Farrujia de la Rosa y del Arco, 2002). Mientras
Mederos Martín y Escribano Cobo (1999) proponen la Mauritania Tingitana como el
lugar de origen más probable de esta primera pobla- ción, Belmonte et al.
(1998) proponen Numidia basándose en consideraciones lingüísticas. En los
últimos años se ha formulado una nueva teoría que apunta a la colonización
púnica de las islas como origen de su poblamiento (González Antón et al., 1998)
aunque todavía no se han encontrado restos indiscutiblemente púnicos en el registro arqueológico canario
que demuestren tal teoría.
En cualquier caso, ambas teorías
quizás no sean arqueológicamente excluyentes, pues, como es bien sabido, la
cultura líbica o protoberéber anterior a la invasión árabe tuvo una influencia
púnica muy profunda y duradera, sobre todo en aspectos como la escritura y la
religión (ver Camps, 1979), por lo que no es, ni mucho menos, imposible que
elementos culturales clasificados como púnicos fuesen traídos a las islas por
pobladores norteafricanos de origen no semita, indepen- dientemente de que
éstos fuesen traídos como deportados o como colonos por los púnicos o los
romanos.
Recientemente, en Esteban (2003)
se discuten distintos hallazgos arqueo- astronómicos recientes en la zona del
Magreb preislámico que podrían proporcionar cierta luz para establecer el
origen de las costumbres astronómicas que encontramos en las Islas
Canarias. En dicho trabajo se discuten
tres posibles marcadores de los equinoccios en lugares sagrados de origen
libiopúnico que fueron reutilizados posteriormente como templos dedicados a
Saturno o Apolo en época romana: el templo de Apolo en Máctar (Túnez), el
templo de Saturno en Dugga (Túnez) y el templo B de Volúbilis (Marruecos).
Resulta especialmente llamativo el caso del templo de Apolo en Máctar, que
además de presentar un alineamiento este-oeste perfecto en su edificio, el orto
solar de los equinoccios se produce sobre un escalón natural del relieve del
horizonte (ver Jiménez González et al., 1998; Esteban et al., 2001; Belmonte y
Hoskin, 2000: 361-63), un marcador que resulta muy similar a otros descubiertos
en yacimientos aborígenes canarios e incluso en yacimientos de la cultura
prerromana ibérica del sureste de la Península (Esteban, 2002, 2003). Por otra
parte, otro hecho significativo desde el punto de vista arqueoastronómico es que los templos norteafricanos dedicados a
Saturno en época romana tienden a estar orientados hacia la salida del Sol (o
la Luna), mientras que los dedicados a otras divinidades romanas siguen un
patrón de orientación aparentemente aleatorio (Esteban et al., 2001, Esteban,
2003: figura 11). También tenemos algunas referencias sobre la orientación de
estelas funerarias en lugares sagrados a cielo abierto relacionados con templos
dedicados a Saturno. Así, por ejemplo, el arqueólogo L. Carton encontró que
todas las estelas neopúnicas encontradas en el santuario a cielo abierto de
Thuburnica (Sidi-Ali-Bel-Kassem, Túnez) estaban orientadas hacia el este
(Leglay, 1961: 276).
Es bien sabido que Saturno fue la
gran deidad norteafricana de la fecundi- dad y, según todos los indicios,
heredera directa del culto anterior al dios púnico Baal Hammon (Charles-Picard,
1954: 100-129; Leglay, 1966b; Bénabou, 1975:370-375). También parece bien
establecido que Saturno/Baal Hammon fue un dios extremadamente popular tanto en
el medio rural como en el urbano de la antigua sociedad libiopúnica del Magreb,
hecho relacionado posiblemente con el gran paralelismo e incluso el sincretismo
del Baal Hammon púnico con una antigua divinidad suprema líbica (ver, por
ejemplo, Leglay, 1966b: 417-47). Resulta interesante comentar que en la zona
más oriental del Magreb, en Tripolitania y Cirenaica, el culto de Saturno
estuvo prácticamente ausente (Leglay, 1966b: 267-68; Brouquier-Reddé, 1992:
255- 65), en su lugar, el dios supremo de época romana fue Júpiter-Hammon, una
adaptación del gran dios de los libios orientales: Amón, el de cabeza de
carnero (Bénabou, 1975: 335-38; Mattingly, 1994: 167-68). Esteban (2003)
encuentra que una buena parte de los templos rurales de la zona de Tripolitania
y el Fezzan muestran un patrón de orientación compatible con el orto y ocaso
solar, característica que los hace similares a los templos de Saturno del resto
del Magreb. Esta similitud es consistente con la existencia de un substrato
religioso común de fuerte componente astral entre los antiguos libios tanto
orientales como occidentales.
A partir de los trabajos
exhaustivos de Leglay (1961, 1966a y 1966b), sabemos que los templos
norteafricanos dedicados a Saturno tienen unas características comunes:
a) están situados generalmente en
lugares elevados y fuera de las ciudades;
b) se construyen sobre o en las cercanías de lugares de culto
prerromanos;
c) las entradas de sus edificios
tienden a estar orientadas hacia el este (como se demuestra en Esteban 2003:
figura 11).
Estas características hacen de
los templos dedicados a Saturno unos lugares físicamente apropiados para la
manifestación o el contacto con una divinidad de carácter astral. De hecho, los
principales símbolos de Saturno son el disco solar y el creciente lunar. Estos
símbolos no están presentes únicamente en las estelas funerarias líbicas, sino
en el interior de los hawanat (tumbas excavadas en la roca), dólmenes o urnas
funerarias, lo que muestra que los antiguos norteafricanos también asociaban el
culto astral con el ritual funerario. La relación entre las costumbres
funerarias y el culto solar parece bien establecido a partir de los estudios
sistemáticos de la orientación de los monumentos funerarios de piedra seca del
Sahara, los denomina- dos idebnan, datados desde el Neolítico hasta la invasión
árabe (ver Hachid, 2000). La orientación de distintos tipos de estos monumentos
parece estar relacionada indiscutiblemente con el orto solar desde el punto de
vista estadístico (Savary, 1966; Paris, 1996; Gauthier y Gauthier, 1999, 2002,
2003; Hachid, 2000). Este patrón de orientación también se observa en otros
monumentos funerarios protohistóricos o preislámicos, como los túmulos con
capilla o con nicho, los grandes mausoleos argelinos o djedar (ver Camps, 1961:
180-84, 177-78, 199-205; Belmonte et al., 1999; Castellani, 1995) o, incluso,
las tumbas garamantes de distinta tipología del Fezzan (Belmonte et al.,
2002a). El hecho de que las orientaciones
solares se en- cuentren en monumentos datados dentro de un periodo tan
dilatado en el tiempo sugiere que éstas eran un elemento importante en el
ritual funerario (y posiblemente religioso) de los antiguos norteafricanos del
desierto y predesierto incluso con anterioridad a las influencias fenicias,
púnicas o griegas. Por lo tanto, parece que nos enfrentamos a una extendida y
persistente tradición norteafricana, cuyas raíces se hunden en épocas tan
lejanas como el Neolítico y que pervivió hasta la llegada del Islam a la
región.
De entre las
escasas referencias históricas disponibles,
parece claro que los cultos astrales y, en particular, solares fueron de
enorme importancia en la religión del Norte de África prerromano; de hecho,
referencias de Heródoto, Cicerón, Diodoro Sículo, Macrobio o el árabe Ibn
Jaldún indican claramente que los antiguos libios y los beréberes anteriores al
islam adoraban casi exclusivamente al Sol y a la Luna (Bates, 1970: 187-188;
ver discusión y referencias en Esteban, 2003). Resulta lla- mativo que estas
citas resultan casi análogas a las que disponemos sobre las caracte- rísticas
básicas de la religión aborigen de nuestras islas. Las crónicas coindiden en la
gran importancia de los cultos celestes, sobre todo solares, en la religión de
los primitivos aborígenes canarios (Tejera Gaspar, 1992: 11-18; Jiménez
González, 1994; Belmonte et al., 1994; Barrios, 1997).
Todos los paralelismos apuntados
anteriormente hacen pensar que la gran importancia de los cultos solares (o
celestes en general) y la costumbre de orientar astronómicamente los elementos
y recintos de culto entre los antiguos aborígenes canarios podrían tener un
origen norteafricano. Es también posible que las relacio- nes con el equinoccio
compartiesen este mismo origen y que se mantuvieran como un elemento básico y persistente en el
ritual.
4.2. SOBRE EL CONCEPTO DE
EQUINOCCIO ASTRONÓMICO Y SUS POSIBLES
VARIANTES
Según hemos visto, es posible que
los equinoccios o una fecha cercana a éstos constituyesen un elemento
importante a la hora de escoger la situación de los yacimientos estudiados en
el presente trabajo. Este evento astronómico se produce en una zona muy rica en
rasgos topográficos conspicuos y cercanos entre sí sobre los cuales sería muy
fácil realizar el seguimiento de la
variación diaria de la posición del Sol en su orto u ocaso sobre el horizonte,
e incluso predecir el día de ocurrencia del fenómeno si se ha calibrado con observaciones
constantes a lo largo de varios años. Según hemos comentado, el equinoccio
parece estar reflejado en otros yacimientos del Archipiélago, por lo que pudo
tener un protagonismo especial en el ritual y en el simbolismo aborigen.
Pero ¿por qué el equinoccio puede
ser un elemento importante? El concepto de equinoccio astronómico que
utilizamos en la actualidad tiene su origen en la astronomía geométrica
desarrollada en Grecia entre los siglos IV y III a.C. y se define como el
momento en que el Sol se encuentra en cada uno de los dos nodos del plano de la
eclíptica. Estos nodos corresponden a los puntos de intersección entre el plano
del ecuador celeste y el plano de la eclíptica en la bóveda celeste. El plano
del ecuador celeste es simplemente la proyección del ecuador terrestre sobre el
cielo y el plano de la eclíptica es el lugar geométrico celeste por donde se
mueve el Sol a lo largo del año. Ambos planos forman un ángulo de unos 23,5° en
la actualidad (ver definiciones más detalladas en Aparicio et al., 2000: 27 y
en Belmonte, 1999: 266). Parece improbable que un concepto tan abstracto y
sofisticado como el equinoccio astronómico pudiera ser de importancia e incluso
de alguna utilidad para una sociedad con el grado de desarrollo cultural y
tecnológico que se le supone a la sociedad aborigen canaria. Esto nos lleva a
plantear que quizás no fuese el equinoccio astronómico el concepto de interés
para los antiguos aborígenes, sino otro muy cercano en el tiempo y mucho más
concreto que conocemos como «punto medio temporal entre ambos solsticios».
Está claro que los solsticios son
puntos singulares claramente distinguibles en la posición anual del Sol sobre
la esfera celeste, pues corresponden a
las posiciones extremas de su trayectoria anual sobre la bóveda celeste. Para
un observador situado en la latitud de las Islas Canarias, el Sol alcanza su máxima altura sobre el
horizonte al mediodía en el solsticio de verano y su mínima altura en el
solsticio de invierno. Esto también se traduce en los valores extremos de la
duración relativa entre el día y la noche. Si medimos el tiempo o construimos
nuestro calendario a través de la observación y seguimiento del punto de su
orto u ocaso sobre un horizonte bien conocido (lo que se denominan «calendarios
del horizonte», utilizados por muy distintas culturas, ver Ruggles, 1999: 152)
veríamos que el Sol sale o se pone en el punto más septentrional en el
solsticio de verano y en el más austral en el solsticio de invierno. Como
vemos, la ocurrencia de los solsticios serían distinguibles por un observador
constante y cuidadoso, sin necesidad de disponer de conocimientos astronómicos
o geométricos sofisticados. En este sentido, es importante comentar que se han
descubierto marcadores de los solsticios en yacimientos arqueológicos de las
Islas Canarias, lo que indica que este
evento astronómico también podría haber tenido interés para los antiguos
isleños. Dichos marcadores solsticiales se han encontrado en Cuatro Puertas
(Gran Canaria, Belmonte et al., 1994), en la Necrópolis de Gáldar (Gran
Canaria, Belmonte et al., 1997; Belmonte y Hoskin, 2002: 235-38), en las
estaciones de cazoletas y canalillos de la Degollada de Yeje, La Abejera y
Cambados (Tenerife, Belmonte et al., 1994). Incluso los grabados rupestres
podomorfos de Montaña Tindaya (Perera Betancort et al., 1996) parecen estar
mayoritariamente orientados hacia la zona del horizonte donde se produce el
ocaso solar del solsticio de invierno. Marcadores del solsticio de verano
también se han encontrado en lugares arqueológicos norteafricanos de claro
origen prerromano, como el relacionado con los dólmenes y tumbas númidas en la
antigua ciudad de Simithus (Esteban et al., 2001) o el extraordinario marcador
de la fortaleza de Zinchecra, en el corazón del territorio garamante del Fezzan
(Belmonte et al., 2002b).
Una vez hemos determinado la
fecha en que se producen dos solsticios consecutivos (que distan 182 ó 183
días) entre sí y contando los días transcurridos, podemos definir el punto
medio temporal entre ambos (entre 91 y 92 días antes o después de cada
solsticio), es decir, el «punto medio temporal entre ambos solsticios» antes
comentado. ¿Qué conseguiríamos con esto? Pues dividir el año solar (o trópico)
en cuatro periodos de la misma duración (con una precisión de ±1 día) y que
coincidiría con las cuatro estaciones astronómicas. Para que este tipo de
registro temporal fuese posible deberíamos suponer una cierta capacidad de
contabilidad entre, al menos, algunos de los miembros de la sociedad aborigen.
Esto parece bastante posible según los trabajos de Barrios (2002), que defiende
el uso de un sistema simbólico de registro de datos numéricos y calendáricos
entre los aborígenes basándose en evidencias arqueológicas, etnohistóricas y
lingüísticas. Uno podría pensar que el punto medio temporal entre solsticios
debería corresponder con el equinoccio, pero no es así. Debido a la diferencia
en la velocidad de traslación de la Tierra a lo largo del año, la duración de
las distintas estaciones no es la misma y pueden diferir en unos pocos días. En
los últimos 1.000 años la primavera o el verano han durado entre 3 y 4 días más
que el otoño o el invierno para los habitantes del hemisferio boreal. La
posición exacta del Sol en este día mitad se encuentra ligeramente al norte de
la que ocupa en los equinoccios y depende de la forma en que contemos el año
(si comenzamos por el solsticio de invierno o de verano), del equinoccio que
consideremos y la separación temporal entre el momento exacto en que se produce
el equinoccio astronómico y el del orto u ocaso más cercano a ese momento (de
unas 12 horas como máximo). Considerando todos estos factores, la declinación
del Sol en ese día mitad estará dentro del rango de (0,7 ± 0,5°). En el caso de
los dos yacimientos estudiados, las figuras 4 y 6 muestran gráficamente la
posición de dichos rangos de declinación. Como vemos, no hay elementos claros
que nos permitan distinguir si es el
equinoccio astronómico o el punto medio
tem- poral entre solsticios el evento de interés de los marcadores, aunque
conceptual- mente parece más probable que este último elemento fuese el de
interés.
Creemos necesario indicar que la
utilización de fechas cercanas a los equi- noccios para la calibración de un
calendario basado en la observación de ortos u ocasos solares sobre el
horizonte tiene una gran ventaja: es el momento del año en que la variación
diaria de la posición solar es mayor. Si estudiamos el punto exacto de salida o
puesta del Sol a lo largo del año, podemos notar que la magnitud de su
desplazamiento entre dos días consecutivos es muy variable: mientras cerca de
los equinoccios es de casi un diámetro
solar, cerca de los solsticios resulta casi estacionario. Por lo tanto, las
observaciones alrededor de los equinoccios permitirían una mayor precisión en
la calibración de un calendario.
Como ya comentamos anteriormente,
Perera López (1992) interpreta el yacimiento de La Pedrera como un posible
santuario a la fecundidad debido a los motivos representados en los grabados.
Por otra parte, las estaciones de cazoletas y canalillos también son
interpretados de esta misma manera debido a su funcionalidad propuesta (del
Arco Aguilar et al., 1999: 62). La relación entre el ciclo solar y la
fecundidad de la Tierra se basa en hechos físicos incontestables y ha sido obvia
para muchas culturas, por lo que no resulta extraño encontrar relaciones con el
Sol en estos lugares particulares de culto. La relación particular de los
yacimientos estudiados con el equinoccio podría indicar la importancia
simbólica y ritual del cambio estacional entre los primitivos canarios. Los
resultados presentados en este trabajo no hacen sino reforzar la importancia
del binomio sol-fertilidad en el mundo religioso aborigen, un binomio que
también parece estar presente en el mundo norteafricano preislámico.
5. CONCLUSIONES
El presente trabajo tiene varias
finalidades, la primera presentar una nueva metodología de trabajo desarrollada
para el estudio arqueoastronómico preciso del horizonte que rodea a los
yacimientos arqueológicos. Este método se basa en el uso de teodolito, GPS e
imágenes digitalizadas del horizonte. Un elemento novedoso es la aplicación de
paquetes informáticos para el tratamiento de imágenes astronómicas a las
fotografías del horizonte, lo que permite obtener las coordenadas horizontales
o celestes correspondientes a cualquier
punto del horizonte con una precisión de alrededor de 4'.
El segundo objetivo del presente
trabajo ha sido la aplicación de la nueva metodología a dos yacimientos
tinerfeños: la estación de cazoletas y canalillos del Barranco de la Tapia
(inédito hasta la fecha) y la estación de grabados rupestres de La Pedrera
(publicado por Perera López, 1992). Hemos encontrado que el orto (La Pedrera) y
el ocaso (Barranco de la Tapia) del Sol en los equinoccios (o en una fecha muy
cercana a éstos) se produce en las zonas más llamativas y ricas en elementos
topográficos de todo el horizonte que rodea a los yacimientos, características
que los hace lugares ideales para la observación y calibración de calendarios
de horizonte. En el caso de La Pedrera, la precisa orientación este este de las
figuras antropomorfas y pisciformes (con sus cabezas mirando sistemáticamente
hacia el este) parece sustentar nuestra hipótesis astronómica. Según trabajos
anteriores, parecen existir marcadores del equinoccio en yacimientos en otras
islas del Archipiélago, lo que hace poco probable que su uso religioso y
calendárico se originara en cada una de las islas separadamente y sugiere un origen común.
Nuestro tercer objetivo es la
discusión del origen de este elemento astronómico ritual, que lo situamos en el
Norte de África preislámico. Las citas
históricas sobre las características básicas de la religión así como los
resultados de los trabajos arqueoastronómicos recientes muestran la estrecha
analogía entre ambas zonas geográficas. Finalmente, proponemos que podrían ser
los denominados puntos medios temporales entre ambos solsticios (muy cercanos
en tiempo a los equinoccios, entre uno o dos días anteriores o posteriores) las fechas solares de interés.
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar quisiéramos
agradecer a José Víctor (Chiqui) Febles por darnos a conocer los yacimientos y
guiarnos en nuestras visitas iniciales. J.A. Belmonte compartió los primeros
trabajos «de brújula» en ambos yacimientos y las primeras impresiones sobre
ellos. Finalmente quisiéramos agradecer a Ángel R. López Sánchez y Jorge García
Rojas su ayuda en la toma de medidas, así como a Soraya Moret por su ayuda y
entusiasmo en el trabajo de campo.
(César Esteban, Montserrat Delgado Cabrera. Instituto
Astrofísico de Canarias)
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TABLAS Y FIGURAS
TABLA 1. COTAS MEDIDAS EN EL
HORIZONTE OESTE DEL BARRANCO DE LA TAPIA
COTA NÚM. A (°) H (°) d (°) COMENTARIOS
1 259,15 11,71 -3,78
2 260,61 12,08 -2,36 Pico Cho Marcial
3 261,19 11,52 -2,14
4 262,30 11,56 -1,17
5 263,99 11,13 +0.07 equinoccios
6 264,26 11,05 +0,26
7 265,04 11,12 +0,97
8 266,53 10,80 +2,10 fondo caldera
9 267,54 11,12 +3,12
10 268,01 11,36 +3,64
11 268,13 11,61 +3,86
12 268,24 11,57 +3,94
13 268,33 11,68 +4,07
14 268,62 11,71 +4,33
15 269,66 12,21 +5,47
16 270,56 12,75 +6,50 extremo norte caldera
TABLA 2. COTAS MEDIDAS EN EL
HORIZONTE ESTE DE LA PEDRERA COTA A
(°) H (°) d (°) COMENTARIOS
1 83,44 0,22 +5,86 intersección acantilado mar
2 84,35 1,69 +5,77
3 84,43 2,14 +5,91
4 84,92 1,77 +5,30
5 85,59 0,94 +4,32
6 86,06 0,76 +3,82
7 86,69 1,87 +3,80
8 87,13 2,03 +3,49
9 87,59 2,60 +3,35
10 87,80 2,57 +3,16
11 87,94 2,83 +3,16
12 88,35 2,29 +2,54
13 88,79 3,37 +2,66
14 89,48 3,61 +2,18
15 90,41 5,32 +2,18
16 91,17 6,03 +1,85
17 92,85 6,99 +0,84
18 94,64 8,40 -0,02 equinoccios
19 96,23 10,03 -0,60
20 97,57 10,14 -1,70
21 106,74 9,88 -9,62
Notas:
1 El UT
es un tiempo estándar internacional con el que se suelen cronometrar los fenómenos y las efemérides
astronómicas. Se define como el tiempo
civil sobre el meridiano que pasa por la localidad británica de Greenwich. El
tiempo oficial en las Islas Canarias coincide o adelanta en una hora al UT según la época del año en que nos
encontremos.
2 El paquete de reducción de datos astronómicos IRAF se distribuye a través del National
Optical Astronomical Observatory (NOAO),
operado por Association of Universities for Research in Astronomy (AURA) en acuerdo con el National Science
Foundation (NSF) de EEUU.
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