SITIO OFICIAL DE LA IGLESIA DEL PUEBLO GUANCHE

TENEMIR UHANA MAGEK GRACIAS PODEROSA SOL
ENEHAMA BENIJIME HARBA POR SALIR UN DÍA MÁS
ENAGUAPA ACHA ABEZAN. PARA ALUMBRAR LA NOCHE.

sábado, 31 de agosto de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS






(Libro inédito)


CAPITULO-XVIII-II
Eduardo Pedro García Rodríguez       




APUNTES SOBRE LA PENETRACIÓN CRISTIANA EN CANARIAS

Viene de la página anterior

Pocos eran también los reconciliados, que en ese auto salieron a la vergüenza pública, siendo sus nombres:

Francisco de Valera, vecino de Canaria. Juan Afonso, cristiano nuevo de moro, vecino de La Palma. Miguel González, cristiano nuevo de moro, vecino de Daute en Tenerife. Pedro, morisco, esclavo de Cebrían de Torres, vecino de Canaria.

Excepto Miguel González, que se le procesó por la secta de Calvino, los demás lo fueron por seguir también la religión de Mahoma.”

La prepotencia alcanzada por el odiado Tribunal de la Inquisición, alcanzaba a todos los estamentos de la sociedad de las Isla Canarias, siendo los inquisidores secretamente aborrecidos y públicamente temidos, más que el propio infierno que éstos predicaban. El temor infundido a la población era la base en que sustentaban su imperio de terror enmascarado en una falsa y aberrante piedad. “Crecían las rentas del Santo Oficio, a medida que se aumentaba el caudal de sus bienes confiscados; y su importancia tomaba mayores proporciones, con las rentas de que podía disponer, y el boato de que se rodeaban sus ministros.

Desde 1528 habían alcanzado éstos una Real cédula, en la que el Rey mandaba al Gobernador de Canaria y a su lugar teniente: “Que cada e cuando los venerables Inquisidores contra la herética pravedad e apostasía, en las dichas Islas de Canaria, y los oficiales e ministros de la dicha Inquisición, o cualquier de ellos fueren o vinieren, estuvieren y pasaren por esas dichas Cibdades, villas y lugares, a entender y ejercer el dicho Santo Oficio de la Inquisición, les dades a ellos, e a los suyos, que con ellos fueren, buenas posadas, que no sean mesones, si vos lo pidieren, e la ropa que ovieren menester sin dineros...”

Con lo que hasta aquí hemos tan sucintamente expuesto, creemos que el lector  podrá tener una idea de la trayectoria moral y religiosa que verdaderamente animaba en el fondo al Tribunal de la inquisición, pero no queremos dejar de mencionar también de manera resumida, otra cara de tan venerable Tribunal, nos referimos a las actitudes que este Tribunal adoptaba cuando se trataba de juzgar los crímenes de determinados eclesiásticos, para ello, vamos a seguir la docta pluma de Don Agustín Millares Torres:

“Numerosos y graves son los procesos, que en esta centuria se siguieron contra personas de ambos sexos, pertenecientes al estado religioso.

En la imposibilidad de reseñarlos detalladamente, por no permitirlo la naturaleza de las faltas que se les imputaban, y el cinismo de las denuncias y testificaciones, que aparecen en algunas sumarias, vamos a extractar con cuidado, aquellas que nos permiten el pudor del lenguaje, la dignidad de nuestros lectores y nuestra propia dignidad. Daremos principio por la causa contra Sor Juana de San Bernardo Matos, religiosa profesa en el Monasterio de Santa  Clara de Las Palmas, que es una de las más notables, que pueden encontrarse en los anales de la Inquisición Canaria.

INQUISICION V



Oigamos la denuncia espontánea, que ella hace al Santo Oficio a los 43 años de su edad. Cuenta, que a los tres años vino de Indias, con dos de sus hermanas, en compañía de su tío, Fr. Ignacio Matos, del orden de Predicadores, quien por verse libre de este cuidado, las encerró enseguida en el convento de San Ildefonso de Las Palmas. Allí creció y se educó, sin conocer del mundo más que las paredes del claustro.

Es de suponer, que esta infeliz poseía una imaginación ardiente y exaltada, en oposición con las cualidades que exige la Religión Católica para vivir en un convento, consagrada a Dios; porque, desde los trece años, dice ella misma,  que desesperada al ver, que todos sus esfuerzos eran inútiles para que la sacasen de allí, pues ni los memoriales que dirigía al Sr. Obispo, ni las cartas que enviaba al Provisor Linzaga, ni sus peticiones verbales obtenían contestación, invocó fervorosamente al Demonio, quien, dócil a su voz, y contento de llevarse al infierno el alma de una aprendiz de monja, le exigió como perito en estas materias, y temiendo algún engaño, una cédula, escrita con su sangre, y firmada de su puño.

La joven, comprendiendo sin duda que la desconfianza del Diablo era muy natural, especialmente tratándose de una monja, no vaciló en darle la cédula que deseaba, La cual aparece original en el proceso, escrita al parecer con sangre, y de su letra, de cuyo contenido no queremos privar a nuestros lectores, porque no es fácil que encuentren otro modelo, si algún día se les antoja entrar en relaciones con aquel infernal personaje.

Dice copiada literalmente así: “Hago entrega voluntaria a Lucifer y todos sus caudillos, de mi alma y de mi cuerpo, sin que ésta mi libre y espontánea voluntad, pueda contradecirse  en lo que aquí prometo; y de serle fiel esposa, viviendo subyugada a obedecerle en todo; dándole adoraciones, y así en lo cuanto él me mandare; renegando de todo lo de cristiana, del credo, artículos, y los siete sacramentos, y de todo lo que manda la Iglesia que crea, todo lo niego de todo mi corazón, del carácter con que me hicieron hija adoptiva de Dios, lo anulo y me separo de él, y con todo mi gusto. Más quiero ir al infierno que no a la Gloria, que me ganó con su sangre el crucificado; y su misma sangre, que por mí derramó, me sirva de mayor condenación, estando para toda la eternidad en compañía de todos los diablos, onde le esté maldiciendo eternamente, en fuerza de esta escritura que hago y firmo de mi mano; digo, que ni yo misma la pueda deshacer; y para que más fuerza tenga la hecho con mi sangre, rompiendo la vena del corazón, y la derramo toda por esta verdad, y la firmo con todas veras.- Juana de San Bernardo Matos,”

El diablo, reconocido a tantas finezas, se creyó en la obligación de regalarle como árras un anillo, que tenía una piedra, con un negrillo grabado en ella, y cuyo maravilloso poder, dejaba muy atrás al del mágico Giges.

Después del diabólico pacto salió del Convento, y pasó dos años en casa de una María Almeda, donde parece que vivió en completa libertad; pero, abandonada de sus parientes, y sin recursos para sostenerse, volvió a acordarse de la vida comunista de los conventos, y solicitó entrar en el Santa Clara de Las Palmas, de acuerdo, suponemos, con su infernal protector, que seguía siempre aconsejándole. Y aquí entra lo escabroso del asunto.

Ella cuenta, que ya en el convento, e inspirada por el Demonio y el negrillo familiar, que no sabemos como se hicieron para penetrar en aquella tierra sagrada, se salía de noche del  claustro, y paseaba las calles de la Ciudad, con determinadas personas que nombra. Unas veces, dice, le quitaba los pasadores al torno del locutorio, que estaba en frente de San Justo, y corría los cerrojos de la puerta claustral; otras levantaba una piedra, que estaba sobre una reja mirando hacia Triana, y por el albañal, se salía a la plaza de San Francisco. En uno de estos paseos nocturnos la acompañaba su primo D. Francisco Baptista de Matos, paje del Obispo Moran, y los detuvo la ronda del Corregidor Cavada, sin conocerlos.

Son innumerables los actos sacrílegos y blasfemos que cuenta, cometidos por ella a instigación del Demonio, y no acertamos a comprender, como las santas imágenes sufrieron con paciencia tamaños ultrajes, que ni aún hoy nos atrevemos a referir, por no ofender la piedad de nuestros lectores.

En cuanto a acciones torpes y deshonestas, es tan numeroso el catálogo y tan asqueroso e imposibles los pormenores, que nos parece estar oyendo una leyenda de Sodoma y Gomorra.

Entretenía sus ocios esta buena señora, en glosar los salmos, que en las horas canónicas reza la Iglesia, traduciéndolos libremente del latín; pero en esas traducciones, son  tan enormes las blasfemias, y hay tal abundancia de frases impúdicas, que tampoco nos atrevemos a ofrecer una muestra como quisiéramos.

El Sr. Canónigo D. José Massieu, respetable eclesiástico de reconocida ciencia y virtudes, fue el encargado de copiar, de orden de la Inquisición, la traducción de esos salmos, dictados por ella misma; y existen en el proceso cincuenta y una fojas, de letra compacta con el texto latino y la versión castellana, que contienen lo que se atrevió a copiar el dicho Canónigo, hasta que, cansado de escribir tantas torpezas, interrumpió la tarea, y soltó, como el dice, la pluma, después de muchos días de tan asqueroso trabajo.

INQUISICION VI



A los 43 años, y abandonada tal vez del Demonio, que parece no es muy aficionado a tratar viejas, se hizo espontánea delación de sus crímenes y sacrilegios, ante el Inquisidor D. Alfonso Molina y Santaella, en 8 de Febrero de 1776.

La causa se siguió sigilosamente, y la monja fue al fin condenada a abjurar de sus errores, y hacer ciertas penitencias. El acto de la abjuración, se verificó con toda reserva el 31 de Marzo de 1776, a las dos de la tarde, en el locutorio principal de Santa Clara, ante el mismo D. José Massiu, confesor de la arrepentida, que podía estar justamente orgulloso de haber vencido al Príncipe de las tinieblas.

Por este tiempo hubo otra monja en el Convento de Garachico, llamada Sor Rosa de San José Barrios, que también tuvo relaciones con el Diablo, la hizo blasfemar y pecar horriblemente. Abjuró ante su confesor Fr. Nicolás Peraza y Ayala, por comisión del Santo Oficio, en 7 de Agosto de 1773.

Otro proceso hubo, secreto como todos los anteriores, cuyo atento examen llenaría hoy de espanto, a todo hombre honrado, que tuviese ocasión de leerlo.

Había en 1778, en la parroquia de los Remedios de La Laguna, un Beneficiado de 47 años de edad, persona hasta entonces de reputación intachable. Este Beneficiado tenía, entre otras, una hija de confesión, soltera de 25 años, de una familia respetable y poderosa, cuya joven estaba al cuidado de su abuela.

Hacía algunos años que el Beneficiado dirigía espiritualmente a su penitente, en cuya casa tenía entrada libre y una grande amistad. No sabemos cual fue el motivo de que cambiara de director, pero es lo cierto, que habiéndola oído en el Padre misionero José Leonisa de Málaga, que recorría, predicando, la isla de Tenerife, le aconsejó se delatara espontáneamente al Santo Oficio, si quería salvar su alma. Siguió la joven el consejo, y en carta escrita por ella, que original esta en el proceso, relató los hechos más estupendos, que concebir puede la imaginación más extraviada.

Resulta de su carta, en la que se ratificó ante el Comisario de La Laguna, que valiéndose el Beneficiado de supuestas revelaciones, la llegó a persuadir, que el único medio para purificar su alma, era mortificándose el cuerpo; pero con la precisa condición, aplicarle él mismo la disciplina. En efecto, a una seña convenida salían ambos del salón, se encerraban en un cuarto, apartaban la luz, y se entregaban fervorosamente a esos actos de penitencia.

Unas veces, por martirizarla más, cuenta ella, que le daba mordiscos y puñetazos, y la obligaba a que le escupiese el rostro; y otras le ataba la lengua con un cordel, y tiraba a su antojo de ella. Estos es, lo que juzgamos prudente reseñar, omitiendo los innumerables detalles que en su interrogatorio refiere, y que ofrecen el cuadro más triste y repugnante de la degradación humana.

Tal abuso de confianza, conducta tan infame, parece que debiera haber sido castigada, con todo el rigor de las leyes inquisitoriales; ahora bien, admírense nuestros lectores, el reo fue condenado a una reprensión secreta, a que no volviese a confesar de aquella manera, y a un mes de ejercicios, que cumplió en el convento de Santo Domingo de Las Palmas. La aprobación de esta sentencia por la Suprema, lleva la fecha de 1º de Marzo de 1790.

De modo, que una pobre mujer es acusada de viajar por el aire, montada en el mango de una escoba, y sale a la vergüenza pública por las calle en un asno, y se le aplican, medio desnuda, doscientos azotes; un hombre dice, que vale más estar bien amancebado, que mal casado, y se le destierra perpetuamente; a otro se le manda diez años a galeras, porque nace en Inglaterra, y profesa la religión reformada; y a otro,  en fin, se le quema vivo, porque no quiere abandonar la fe de sus padres; y a un hipócrita embustero, corruptor de la juventud, pervertido y cínico,  que valiéndose de su carácter, y de la confianza que inspira su misión sacerdotal, abusa de lo más sagrado y respetable que existe en el mundo, a ese hombre, vil escoria de la sociedad, no se le condena sino a una reprensión, y un mes de ejercicios.

Esa era la justicia de un infame Tribunal; ese el criterio de sus jueces, encargados de velar por la moral pública: esa la equitativa balanza de sus fallos. Ante todo era necesario ocultar el delito, y salvar al criminal. Y ¿por qué? Porque el reo era sacerdote. La sociedad y la familia quedaban desagraviadas, con prevenirles que no volviese a confesar de aquella manera.

LA MAQUINA DE DESCOYUNTAR MIEMBROS HUMANOS

MAQUINAS DE TORTURAR



En 1 de mayo de 1591 La máquina de descoyuntar miembros a los seres humanos montada por la secta católica en la colonia de Canarias, mediante el Tribunal de la “Santa Inquisición” continúa bien engrasada por el clero establecido en la misma. Veamos como nos describe el décimo auto de fe el historiador criollo D. Agustín Millares:

“Daremos principio á la relación de este auto, con la copia de una carta que al día siguiente de haberse verificado, escribieron los Inquisidores al Consejo dándoles cuenta del resultado de la función. La carta, copiada del libro de correspondencias, principia así:

“Ayer miércoles, primero día de Mayo (1591) se celebró en este Santo Oficio auto público de fe, á el cual fueron cuarenta y una causas, las diez y nueve de moriscos en la isla de Lanzarote, fugitivos á Berbería donde se han vuelto moros, y fueron relajados en estatua, y también lo fueron otros cuatro ingleses, que han estado presos por este Santo Oficio, la Ciudad por cárcel, y después de haber confesado la secta de Calvino, y la nueva religión de Inglaterra, se ausentaron de esta Ciudad. A todos los reconciliados en persona por haber dado la obediencia, adoración y reverencia al Demonio, creyendo que les podía absolver y dar la gloria y haber renegado de Dios; los dichos diez y siete salieron por diversos delitos, que los más fueron blasfemos, y los dos casados dos veces... en el primer navío que se ofreciere enviaremos á S. A. La relación de todas estas causas y las demás de este año. Convidaronse para el auto, conforme á la instrucción á el Obispo, el Cabildo eclesiástico y seglar, y Audiencia real. El Obispo respondió que vendría, pero no vino...”.

Continúa la carta, manifestando las diferencias que se suscitaron, respecto á la colocación de asientos en los tablados, que omitimos por no ser de importancia, y vamos enumerar las causas y los nombres de los reos, salvando así del olvido estas nuevas víctimas de la justicia inquisitorial.

Álvaro Díaz, portugués, vecino de Ace en Tenerife, zapatero, de 27 años. Su auto con vela y coroza, y fue sacado a la vergüenza por testigo falso.

Francisco Rodríguez, carpintero, vecino de Laguna, de 26 años. Salió por el mismo delito con coroza blanca, destierro por tres años y cien azotes.

Pedro de Torres, soldado, de 25 años, natural de la Villa de Martos; fue procesado porque al ir á la Carnicería, se encontró con el  criado del Inquisidor D. Francisco Magdaleno, y ambos quisieron llevarse el cuarto de una res; y como el sirviente del Inquisidor alegase preferencia, díjole el soldado que sea para los santos lo he de llevar lo mismo sirvo al Rey que el Inquisidor. Por esta inaudita blasfemia fue preso, condenado á salir en el auto, y luego á la vergüenza, con destierro de estas islas por tres años.

Pedro de Herrera, cristiano nuevo moro, esclavo del Marqués  de Lanzarote,  de 21 años, condenado en 1587 a cinco años de galeras. Antes de ser embarcado huyó con unos ingleses, y luego fue preso.

Salió al auto con Sambenito, se le dieron cien azotes, y se le aumentó un año de galeras.

Gaspar López, platero, portugués, residente en Tenerife y de 27 años. El crimen de éste fue, que estando una noche de guardia con otros paisanos en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, principió por juego á dar tajos y reveses con la partesana que tenia en las manos, y acertó .á dar sobre una cruz de madera, que estaba en aquel sitio. Arrepentido de su culpa, fué penitenciado y sacado á la vergüenza.

Amaro González, portugués, marinero, y de 40 años, fue acusado de que, viniendo á bordo de un buque, dijo en broma, hablando con otros amigos; «que el que en este mundo no pecaba contra el sexto mandamiento, el diablo se encargaría de hacerlo pecar en el otro.» Calificada de herética esta proposición, fu preso, y en la primera. audiencia confesó su delito, y pidió misericordia. El Santo oficio, dispuesto siempre a la indulgencia, le impuso la pena de salir en el auto, y de que abjurara de levi,

Juan Días Romo,  natural de Madrigales la Mancha, labrador y soldado, de 26 años fue acusado de que en Junio de 1590 jugando el reo, y habiendo perdido el dinero que llevaba, dijo en un momento de cólera: «Por vida de Dios, que estoy por no creer en él en quince dias, sino que tengo de creer en diablos, porque una vez lo hice así y eché unas pajas en el aire, y dije, plegue á Dios, que así como se llevan esas pajas, me lleven á mí, y me llevaron a unos montes, donde estuve ocho días, sin saber  donde estaba, hasta que después llegué a  poblado, y jugué y gané, porque le dije a los diablos, venid, llevadme.» Esta estupenda declaración, le valió salir con vela y mordaza, y un destierro de tres años.

Juan Rodríguez, soldado, natural de Andujar  y de 19 anos, incurrió en la misma por haber dicho.-“Que no creería hasta que no ganase al juego, y hasta ese día no había de ir á misa.”
Juan Fernández, soldado también, natural de Galicia y de 26 años, fue delatado por que dijo, «que el día que no jugaba, no creía en Dios, más que en un caballo. » Pidió perdón de su blasfemia, y se le impuso la misma. pena que á los anteriores.

Melchor Hernández, sastre, vecino y natural de Lanzarote, de 26 años de edad; fue procesado, porque riñendo un día con su mujer, dijo enojado: «Reniego de Dios y de sus
Santos, que si los moros vienen me he de ir con ellos.» Probósele además, que tenia en su casa dos Cristos atados y con una soga al cuello castigo que parece imponía á las efigies, hasta que le proporcionaban dinero, á imitación sin duda de aquellos, que arrojaban sus imágenes al río, porque no les enviaban lluvias. Fue penitenciado Con mordaza, abjuracion de levi, y destierro de las Islas por tres años.

Francisco Miñes, soldado, natural de Ávila, y de 26 años, fue acusado de que, jugando á los bolos, y viendo que perdía, hizo con la espada una cruz en el suelo, y principió á pasearse encima, diciendo, «Pléguete á Dios con el hombre que cree en Dios; voto á Dios, que mientras más el hombre cree en Dios, menos le ayuda. » Fue penitenciado con abjuracion de levi, mordaza, cien azotes y destierro perpetuo.

Luisa de Cabrera, esclava, de 18 años, y natural de Lanzarote. Consta de su causa, que  azotaba un día  por su marido, también esclavo, con unas varas de membrillo, ayu- dandole en esta interesante ocupación su ama; y en medio del dolor que tal castigo le producía, esclamó, «Reniego de Dios y de todos sus Suntos.» Confesó su culpa, pidió perdon, y fue condenada á abjurar de levi, con mordaza, y á ser expuesta á la vergüenza.

Rodrigo, negro, esclavo de Catalina Sánchez, de 32 años. Resulta de su relación, que estando al servicio de un Regidor de Tenerife, y habiéndose escapado, le ató éste a un poste, y desnudándole, quiso enmelarle y dejarle así un rato, y viendo esto el reo, exclamó que le soltasen, y no le hicieran renegar; á  lo que contestó el amo, reniega del Diablo, pero no de Dios; y el esclavo exasperado, replicó:-Reniego de Dios.-Entonces el Senor regidor de Tenerife, lo azotó bien y concienzudamente, no por la huida, sino por el reniego. Acusado, y preso por el Santo Oficio, se le hizo abjurar de levi, salió el auto con mordaza, y llevó por apéndice 100 azotes.

Juan Senero, soldado, barbero, natural de Jaén, de 22 años. Fue testificado por las siguientes blasfemias. -Castigando un día á una burra, le dijo cierta persona. «Tenga paciencia, que es de buenos cristianos.»- y el reo contestó:-«Voto á Dios no tengo de ser cristiano por diez años.»-Otro día juró por el hijo de Dios. En otra ocasión hablando de los artículos de la fe, que entonces había mandado el Sr. Obispo aprendiesen todos, orden que tan difícil fue de cumplir á los negros y moriscos, dijo:

“Que bien sabia él que eran catorce, los primeros de la divinidad con vino, y los otros siete con buen biscocho.”  Por último se atrevió á blasfemar del Papa. Probados estos delitos, salió al auto con. vela, soga y mordaza, se le aplicaron cien azotes, y se le desterró perpetuamente.

Diego Martín Santiago,  natural de Castilblanco, de 60 años de edad, acusado de bigamia, y confesado su delito, fue condenado á que saliese en el auto, con coroza de casado dos veces, soga al cuello, doscientos azotes y destierro perpetuo, y no se le mandó á galeras, dice la sentencia, porque era viejo y manco.

Bárbara Rodríguez, mulata, natural de la Madera, de 30 años, procesada por el mismo delito de bigamia; salió con vela y coroza de casada dos veces, y soga al cuello, recibió doscientos, azotes y fue desterrada perpetuamente.

Hernando de Velazco, sevillano, capitán de la Galera Patrono, fue acusado de varias palabras heréticas, mientras dirigía la construcción de unos buques en Tenerife. Este hombre parece que era un desalmado. Un  día dijo á los trabajadores:- «Por vida de Dios que no tengo de creer en Dios en estos treinta años, sino me vengo de estos picaros.»-Otra vez dijo:- “Que Dios Nuestro Señor no tenía poder en los cuerpos de los hombres ni en las mujeres, ni en sus hijos ni haciendas, sino solamente en las almas, porque todo lo demás era del Rey.”-En otra ocasión se atrevió á decir á unos frailes, que le pedían la libertad de unos presos.- “Qué si todos cuantos Santos y postestades hay en el Cielo vinieran y se hincasen de rodillas á pedirlo, no lo haría.»-Otra vez dijo á un carpintero:- “Voto á Dios, que si como sois carpintero, fuerais hijo de San pedro os ahorcaría”.

Todas estas frases, y otras que omitimos, fueron calificadas de blasfemias hereticales, impías y gravísimas, y se le encerró en las cárceles del Santo Oficio, en donde se le condenó a salir al auto con mordaza, destierro perpetuo, cinco años de galeras y. Cien ducados para gastos.

Melchor de  Santiago, natural de la Madera, de 21 años, y carpintero. Este reo tenia pacto con el Diablo, y hacia cosas tan estupendas con su auxilio, que no queremos privar á nuestros lectores del placer de oírlas: Resulta, pues, de su causa, que hallándose  en Lanzarote un día con varias personas, pescando en la ribera, y queriendo probarles su poder diabólico, tomó un alfiler, se apartó un poco, le arrojó en el fuego, y poniendo la mano encima, dijo á los que allí estaban, que mirasen al Cielo; y habiendo mirado, vieron un gran resplandor, y tantos relámpagos, que casi les cegaba, repitiéndose esta maravilla tres ó cuatro veces, y siempre que él llevaba la mano al fuego. En aquella ocasión dijo también á una mujer, que si no tuviese refajo colorado, le adivinaría el pensamiento.

Asegurábase en Lanzarote, y él no lo negaba, que con la cabeza de un alfiler, había lanzado un buque al agua. En cierto día, yendo con algunos amigos, se salió del camino y se arrojó por riscos y precipicios; y preguntándole la causa, contestó; que él no tenia temor alguno, y que si querían los llevaría á ver unas brujas en figura de patos, que había en la Isla y él conocía; y después de esta conversación, habiéndose quedado un poco atrás, le oyeron dar tres gritos, y acudiendo los compañeros, le hallaron pálido y pensativo, y contestó á sus preguntas, diciendo: que había visto dos bestias bajando del risco, que eran los Demonios con quienes estaba en Comunicación, y le habían aconsejado se arrojase al mar, si quería morir de buena muerte. Añadió, que en la Madera se le había aparecido el espíritu maligno en figura de penitente, vestido de luto, y le había pedido un miembro de su cuerpo, y de cada nueve dio, uno, y que así se lo prometió. Cuando quería mortificar a algún amigo, le anunciaba que aquella noche habría ruido en su casa, y por más que cerrasen las puertas, el ruido se oía, sin poder adivinarla causa.

Hallándose una temporada en. un cortijo, tuvo muchas apariciones, pues el Diablo ya tomaba la figura de gallo, ya la de cabra para atormentarle; y una noche, oyeron una voz lejana que decir, Melchor, y él aseguró que era el espíritu que le llamaba, produciéndole esto gran temblor y frío. Tales maravillas condujeron al endemoniado á las cárceles de la Inquisición; y aunque al principio trató de negar, confesó al fin sus tratos con el enemigo, tratos que antes habían probado un gran número de testigos, ratificándose con acuerdo de su letrado defensor, y del curador nombrado. Votóse a reconciliación, con hábito y cárcel por tres años, y á doscientos azotes, de los cuales creemos que no le libró el Demonio.

Tal es la relación verídica, que resulta de su proceso, y la cual probará á todos, lo poco que se puede fiar en promesas de espíritus, mientras no se averigüe su procedencia. Sin embargo, nos consuela ver, como la Inquisición venció al Demonio en esta horrible lucha, y quedó triunfante, lanzándole con ayuda de los 200 azotes, del cuerpo del infeliz poseído. Ignoramos si su triunfo fue definitivo ó transitorio.

Después de esta larga procesión de condenados, adornados todos con sambenitos y corozas de diferentes tamaños y colores, seguían cuatro estatuas, representando á Ricardo Nieman, Eduardo Estévanes Eduardo Estred y Juan Huer, marineros ingleses que habían huido, sin esperar á ser reconciliados, ni á abjurar de sus errores, por cuya fuga, y no pudiendo ser quemados en persona, lo iban á ser en efigie.

En el mismo caso se encontraban, pero por seguir la secta de Mahoma, Sebastían y Antón, negros, esclavos de Luís de Leon; Bartolomé y Jorge, que lo eran de Gaspar de Betancor; María Sánchez, viuda de Juan Aday; Bernardina, hija de Blas Rodríguez; Simón Rodríguez, zapatero; Maria, mulata de Gines de Cabrera; Manuel, hijo de Antón Rodríguez, Pedro, Margarita, Tomás, Blas y Constanza de Lugo; Juan y Francisco de Escalona; María de Castro; Juana, esclava del Marques de Lanzarote , y Juan, esclavo de Alvaro Jaizme, vecinos todos de Lanzarote, y fugados á Berbería para renegar de nuestra fe, y seguir allí los ritos mahometanos.

Relajados en estatua, ardieron con los cuatro ingleses, en tanto que la población con-templaba satisfecha tan edificante cuadro, desde las alturas de los Reyes y San José. (Agustín Millares; 1981).

CAPITAN


          Algunos de los procesos incoados por la Inquisición española en Canarias fueron extraordinariamente ruidosos, como el que se abrió contra el alguacil de guerra por el capitán general Luís de la Cueva, contra Diego de Castroverde, el 27 de febrero 1595 absuelto por la Suprema después del retorno de don Luís a la metrópoli.

Actuó de calificador en el proceso fray Basilio de Peñalosa, y depuso a favor de Castroverde, Gonzalo Argote de Molina.

La sentencia absolutoria, expedida en Madrid el 27 de febrero de 1595, era una dura amonestación para los inquisidores en canarias. Decía asi: “... y pudierales excusar el ayer tenido preso al susodicho en las cárceles secretas tanto tiempo, pues el negocio no lo requería, de que estareis advertidos para adelante”.  (M. C.: Inquisición, signats. VIII-2 y Cvrll-7.)


TRIBUNAL



En 1601  la Inquisición siguió desplegando su actividad y celo contra los extranjeros no españoles que visitaban el Archipiélago. Ejercía entonces el cargo de inquisidor el doctor Pedro Hernández de Gaviría, y hallándose fenecidos los procesos contra los tres herejes flamencos fugitivos: Hans Hansen, maestre del navío León Colorado; Jacobo Mareen, capitán del barco El pájaro que sube y Conrado Jacob, maestre del navío Margari­ta, todos tres de sobra conocidos para nosotros, preparóse un solemne auto de fe para dar publicidad a las sentencias.

Ahora bien; ¿por qué siendo 36 los fugitivos que huyeron de las cár­celes de la Inquisición, cuando la conquista de Las Palmas por Van der Does, tan sólo tres aparecen relajados en estatua? ¿Es que se quiso cas­tigar, como símbolo, a los capitanes y maestres como los más destaca­dos entre todos? Nos parece aceptable este último criterio, pues carece­ría de sentido toda otra explicación.

El auto de fe se celebró el 21 de diciembre de 1608 en la plaza mayor de Santa Ana, en la que se veía, próximo a la catedral, un tablado o ca­dalso destinado a los reos. En él se alzaban las tres estatuas que repre­sentaban a los holandeses herejes con sus insignias de relajados, cuyas efigies fueron entregadas solemnemente al brazo secular para la ejecución de la sentencia.

Peor suerte le cupo en sus constantes correrías al holandés Gaspar Nicolás Claysen, condenado en 1597 a seis años de reclusión en un con­vento, que tomó parte en el auto de fe de 21 de diciembre de este año, y logró escapar con Van der Does, eludiendo el cumplimiento de la con­dena.

Con el arrojo propio de la juventud, se dejó arrastrar por el espíritu de aventura, presentándose de nuevo en los puertos canarios como capi­tán o maestre de una nao mercante cargada en Flandes. Reconocido por algunos espías fue inmediatamente delatado al Santo Oficio, siendo de­tenido sin pérdida de tiempo por el alguacil mayor, don Pedro Sarmiento de Ayala y Rojas.

Todavía se mantenía vivo en la isla el recuerdo de las atrocidades co­metidas por sus compatriotas en 1599, y así fue que se sustanció el pro­ceso con más severidad que la acostumbrada, dictándose sentencia el 27 de enero de 1612 por los inquisidores don Juan Francisco de Monroy y don Pedro Espino de Brito, resultando condenado a relajación en la ho­guera.

La sentencia se cumplió el 22 de febrero de 1614.

Al año siguiente, otro mercader flamenco, por nombre Tobías Loren­zo (sic), fue condenado a la misma pana, cumpliéndose su sentencia con inexorable severidad el 2 de junio de 1615.

Estas fueron las pocas y últimas hogueras que se encendieron en el Archipiélago, pues desde esta fecha la Inquisición fue limitando sus in­tervenciones y mitigando sus penas, hasta desaparecer de hecho en esta misma centuria, reduciendo su actuación a los más precisos límites. (A. Rumeu de Armas, t.3. 1991:13 y ss.)

Si fuéramos a continuar la relación de esta clase de procesos, nuestro trabajo sería interminable. Basta lo dicho, para comprender el estado social de aquella época, y la necesidad, generalmente sentida, de un cambio radical en las costumbres. Nadie adivinaba entonces lo que se deseaba, ni acertaba a formular la protesta y la reforma; pero la tempestad se cernía ya en el aire, y se preparaba a estallar en Francia, para expandirse luego por toda Europa.”

Desde los primeros tiempos de la invasión castellana de la isla de Chinech (Tenerife) el catolicismo impuesto a sangre y fuego por los invasores, jamás arraigó totalmente en el pueblo. En tiempos coloniales tan tardíos como el 17 de septiembre de 1591 en la villa de Eguerew (La Laguna) cuna del clero católico en la isla, a pesar del terror que infundía la Inquisición española, gran parte de los vecinos no dudaban en hacer burlas del clero católico tal como quedó recogido en el siguiente documento:

“En la ciudad de San Cristóbal que es en esta isla de Tenerife en 17 días del mes de setiembre de mil quinientos y 91, ante mi, Martín Cabeza, notario del Santo Oficio en esta dicha isla, el padre Fray Diego de Zamora, comisario del Santo Oficio en esta dicha isla, dixo que a su noticia es venido como en Domingo pasado que se contaron quince días deste presente mes e ano dicho, en la iglesia de San Francisco d' esta dicha ciudad, después de aver dicho los oficios divinos e selebrado la misa mayor de cierta solenidad del Santo Crusifixo se representó una comedia o farsa, y entre los entremeses y cosas de burlas risueñas que se representaron fue un entremés en que un arzobispo que.avía representado ser bobo diziéndole que lo harían arzobispo, porque los arzobispos comen mucho y que siendo él arzobispo se hartaría y así le pusieron una mitra en la cabeza de dos collares, dalmática de seda y le vistieron cierta vestidura que representaba de arzobispo, y mostrándole lo que avía de responder a todos los que le ablasen, le dixeron que no respondiese otra cosa sino Nomine Patris, haziendo con el brazo y mano la señal de la cruz, y le sentaron en una silla, y luego salió adonde esta asentado el que fingeron ser arzobispo, un corcobado como enano y le dixo: -Válgate el diablo. ¿Quién te puso aquí? Y el dicho falso arzobispo a todo lo que le decía el dicho corcovado respondía haziendo la señal de la cruz y diziendo: In nomine patris. Y por hazer escarnio del arzobispo azieron los dos dándose de golpes y se metían en el aposento de donde avían salido. De lo cual se escandalizaron muchos de los que vieron esta representación. Por que parezía hazer escarnio de lo que representa nuestra Santa Madre Iglesia. Especialmente en tiempos tan peligrosos de hereges y burlar de la ley católica y aviendo como al presente ay muchos extranjeros en esta cibdad. que pudo ser estar presentes algunos ansí ingleses como escoceses y otras naciones sospechosas. Y porque le pareció al dicho Comisario dar noticia dello al Santo Oficio. Para que ello determine lo que conviene y se castiguen los culpados. Mandó que fuesen llamados todos de los que se hallaron presentes. Por que avía mucho número de gentes. Así se dio memorial a un familiar para llamarlos a todos y firmólo de su nombre. Fray Diego Zamora. Martín C. Notario del S.O.”

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario