(Libro inédito)
Eduardo
Pedro García Rodríguez
CAPITULO-VII-I
LA DIOSA MADRE EN EUROPA
La presencia del hombre en Europa desde los albores de
la humanidad, está ampliamente documentada en el yacimiento paleontológico de
Dmanisi, Georgia, donde se han localizado los restos humanos más antiguos fuera
del continente africano. En el dicho yacimiento los arqueólogos han sacado a la
luz tres cráneos fósiles correspondientes a tres individuos de diferentes
épocas los que hace pensar a los expertos que tres grupos humanos diferentes
emigraron juntos desde África hasta Euroasia hace 1,7 millones de años a través
del istmo que unía África y Europa por lo que hoy es el estrecho de Gibraltar.
La existencia de este paso terrestre queda corroborada por el yacimiento
arqueológico de Fonelas, en Granada (España) de donde se han extraído fósiles
pertenecientes a jiráfidos, rinocerontes, hienas, tigres de dientes de sable, o
gacelas, hasta un total de 27 especies todas de origen africano, cuyos restos
están datados en 1,8 millones de años.
Amuleto en hueso de Mamut representando a la Diosa-Madre
En épocas históricas
posteriores y conforme los glaciares se fueron retirando de Europa, los hombres
del continente africano y del Próximo Oriente fueron ocupando las tierras
libres de hielo. Al principio eran cazadores que seguían a los animales de los
que se sustentaban, posteriormente, y conforme el clima en la zona se iba
haciendo más benigno, el hombre comenzó a ser sedentario practicando la
agricultura y creando las primeras sociedades urbanas en el continente, y con
ellas los ritos de adoración a la Diosa Madre.
Las primitivas imágenes de la Diosa Madre, procedían
como es natural de los lugares de origen de los primeros pobladores, pero con
el transcurso del tiempo fueron adquiriendo formas propias conforme se fueron
desarrollando las características básicas es decir las formas sexuales marcadas
de manera exagerada prescindiendo casi siempre de los detalles del rostro pié o
manos, siendo las imágenes más antiguas a través de las cuales los seres
humanos dieron forma a un pensamiento de culto, mediante el arte de las
estatuillas conocidas como venus esteatopigias.
Venus de Lausell
Se trata de pequeñas figuras de mujer
de 5 a 25 CM. de altura cuya difusión se extiende desde el sur de Francia hasta
Siberia, y desde el norte de Italia hasta el Rhin medio, siendo más escasas a
partir de los Pirineos conociéndose dos casos en la Península Ibérica,
en El Pendo y en La
Pileta. Estas figurillas aparecen hace unos 28.000-22.000
años, y son típicas del periodo gravítense, pero en el auriñiense (hace unos
30.000 años) ya se representaban en las paredes de las cuevas vulvas. Desde
entonces se han venido representando distintas formas de venus hasta el
neolítico y ya entrados los tiempos históricos. Escaseando en estos periodos
las representaciones de figuras masculinas. De otro carácter, esculpida en la
piedra, es la “Venus de Lausell”, llamada también “Venus del cuerno”,
encontrada en Lausell, en la región francesa de Dordoña, trasladada en el
bloque original actualmente se encuentra expuesta en el Museo Saint
Germain-en-Laye. Datada en el perigordiense superior, es una figura que mide 43
cm. Representa a una mujer adulta con los pechos caídos (varios embarazos
sucesivos), que porta el cuerno, símbolo de la fertilidad y la abundancia. La coherencia entre la
representación física realista de la figura humana y el carácter simbólico de
la representación, es de gran interés por su carácter mágico-religioso.
Según la mencionada autora Sibyle von Reden “La vulva,
la puerta hacía la vida, se grababa en la roca en lugares de culto o se
esculpía en relieve.” (...) Las vulvas en forma de cauríes acompañaban a los
difuntos a la tumba, como amuleto, quizá para asegurarles la resurrección. En
un enterramiento del refugio de Laugerie-Basse (Dordoña) el esqueleto mostraba
cauríes formando pareja sobre la frente, los brazos, los muslos, rodillas y
pies del cadáver “.
Esta comúnmente aceptado el hecho de estas figuras dan
forma a una idea por las características similares que todas ellas poseen. A
pesar de distar unas de otras miles de kilómetros y miles de años, muestran una unidad es
decir, su diseño está estandarizado en las diferentes culturas. Algunos
estudiosos especulan con la existencia de un comercio de ideas y de información,
pero la realidad es que el hombre en sus desplazamientos llevaba consigo su
cultura sus creencias y sus ritos mágicos-religiosos, lo que hace verosímil
aceptar que el culto a la
Diosa-Madre, surgió en África, cuna de la humanidad, donde
las figurillas representativas de la Diosa-Madre, denotan una mayor antigüedad tanto
por sus formas como por su factura, y desde este continente se irradió al resto
del mundo. Según Sibyle von Reden “No se puede establecer con seguridad cuándo
y donde se originó y desarrolló el culto a la Diosa-Madre, pero
probablemente llegó a Europa con las invasiones de los pueblos procedentes del
este, hace unos 35.000 años, que trajeron consigo este tipo de venus
primitiva”. En el caso de las venus esteaotopégicas para entender las interpretaciones
sobre su significación y sentido es mejor describirlas físicamente antes.
Venus de Willendorf. Archivo del autor
En distintos niveles de habitación, cerca de las
paredes de las cabañas ahondadas en el suelo, excavadas en diversos países de
Europa se han encontrado aproximadamente un centenar de estatuillas de mujeres,
casi todas ellas desnudas y careciendo de adornos. (Excepto algunas
excepciones) En Gagarino (Ucrania) se encontraron siete estatuillas en ambas
paredes de una cabaña que debieron estar colocadas en nichos o cavidades de las
mismas. Estas figurillas representan a madres, mujeres maduras que destacan una
evidente obesidad y con los rasgos sexuales extremadamente marcados. Sus
caderas, vientre y pechos son desmesurados, además el triangulo del sexo
aparece muy remarcado acentuando aún más su feminidad. Parecen la fertilidad
hecha cuerpo. Al respecto nos dice el profesor Jorge Salomó Flores, (2001:1)
“El culto a la fertilidad ha centrado su atención de
manera preferente en la figura femenina. Una de las primeras imágenes que surge
en la historia del arte, corresponde a la creación de una pequeña figurilla,
esculpida en piedra calcárea de unos 16 cm. De longitud, conocida la Venus de Willendorf. Ubicada
actualmente en una vitrina del Naturhistorische Museum de Viena, destaca sus
prominentes pechos y nalgas, el triangulo púbico, el ombligo que demuestra el
cambio físico por efecto del proceso de gestación, dando cuenta del estado de
gravidez de esta mujer. Ídolo de fertilidad, cuyo destino social no está aún
claro y definido por los historiadores, antropólogos o sociólogos. El interés
de la figura se centra en la fecundidad y sus principales manifestaciones. La
figura carece de rostro, el que ha sido
reemplazado
por un cuidadoso y geométrico reticulado a la nubiana. Algo similar ocurre con
las extremidades. Especial atención merece las manos sobre los pechos, que hoy
muchos han interpretado como un ejercicio de la mujer para ayudar bajar el
calostro y la leche materna. Debemos pensar que estos comportamientos eran fundamentales
para la consolidación de la vida y la especie en el neolítico superior, etapa
que la que el hombre esculpió estas primeras venusillas...”
Carecen de base, pies y piernas acaban en forma de
punta para poder ser hincadas firmemente en el suelo o en los altares. Algunas
tienen los perforados como para ir colgadas y otras conservan vestigios de
color. Lo abstracto se acentúa en las regiones del este, donde las estatuillas
toman forma de pájaro con grabados de figuras geométricas, pero quedando siempre
bien remarcado el triangulo que representa el sexo femenino, como si el artista
quisiera trasmitir lo más importante excluyendo lo carente de importancia.
En el norte de Europa y en Rusia las hay vestidas o
cubiertas con un velo. En Siberia se hallaron dos figurillas femeninas
decoradas con fajas transversales por todo el cuerpo, a excepción de la cabeza
y parte del pecho. Se cree que esta cubierta de pieles de animales, basándose
en su apariencia, la forma de la cola y la relación entre la longitud de la
piel y la talla del cuerpo humano, en concreto de la piel de un gran felino,
quizás un león de las cavernas. Puede que las pieles dispuestas de esta manera
sirvieran de abrigo, pero también se podría haber utilizado en ocasiones
especiales en que las mujeres dirigían los ritos disfrazadas de animales, según
se desprende de testimonios de tiempos ya históricos en que encontramos
estatuillas que son reminiscencias de sus antecesoras del Paleolítico Superior.
Podemos situarnos en la época
y pensar cómo sería la vida entonces. Desde luego la supervivencia frente al
frío, cada vez más intensa en el gravetiense, debía ser muy dura.
El grupo humano dependía de los recursos que
tenía que administrar para el invierno de forma inteligente, una persona bien
alimentada tenía más posibilidades de sobrevivir que otra que no lo estuviera.
Por otra parte, era importadísimo para el grupo tener hijos sanos, y criarlos
fuertes, para asegurar la continuidad del clan, y su identidad. Algunas de
estas venus muestran signos de embarazo, y además existen relieves que parecen
mostrar el parto o el acto de fecundación. En el arte paleolítico no se
consideran los órganos sexuales como objetos eróticos u obscenos, sino que
aparecen como símbolos de la fuerza fecundadora gracias a la cual se aseguraba
la existencia del clan. Por todo ello se han atribuido a estas imágenes, las
más antiguas de la humanidad, la intención de querer plasmar una idea
mágico-religiosa, la idea de la
Gran Madre que representaba el misterio y el milagro de la
vida frente a la muerte, también es representación de la abuela del grupo
social, la protectora de los animales, e incluso ideales de belleza. El hecho
de engendrar y parir le atribuía a la mujer una fuerza creadora todopoderosa
que dominaba sobre esa muerte tan presente cada día. En esa diosa se
representaba la sexualidad, gracias a la cual el grupo se perpetuaba y se
multiplicaba.
Según el
antropólogo F. Hancar, ciertas tribus de cazadores del norte de Asia producen
todavía estatuillas en forma humana. Las llaman dzuli, estas figurillas las
tallan en madera. Los ídolos de una de esas tribus son femeninos y representan
a la primera antepasada mítica, de la que creen descienden todos los miembros
de la tribu. Estos dzuli son también los espíritus protectores de la familia y
la tribu, y sus poseedores los legan a sus descendientes de generación en
generación. A estas figurillas se les confía el cuidado del hogar cuando salen
de caza y al regreso les ofrecen avena y grasa. Hancar cree explicar este
fenómeno por una especie de sedentarismo que tuvo sus inicios en el
auriñaciense, durante el cual la mujer desempeñaba un papel preponderante en la
vida de la comunidad. Estas estatuillas proceden
siempre
de lugares de habitación, lo que implica que los hombres no iban de un sitio a
otro de forma constante sino que vivían en poblados de forma más duradera.
Además, en los restos de estas chozas se han encontrado gran cantidad de
desperdicios de comida. Se piensa que en el magdaliniense no hay muchos restos
porque la actividad nómada se incrementó. La transición del nomadismo al
sedentarismo como hemos dicho depende de las condiciones ambientales
favorables, que en este caso depende de la abundancia de caza, pero los
auriñacienses no vivían en un paraíso de la caza, pero los que ocupaban los
vastos territorios del este podían establecerse de manera más o menos
permanente a orilla de los ríos a lo largo de los cuales pasaban las sendas de
emigración de animales como el Mamut. También las tempestades de nieve durante
los inviernos interrumpían las cacerías obligando a construir depósitos de
provisiones, a sacar el máximo partido a la caza y de realizar actividades no
compatibles con el nomadismo. La
Abundancia de caza y clima riguroso de la época glaciar
determinaron la nueva tendencia sedentaria de estos cazadores. Con motivo de la
división del trabajo, a la mujer le incumbía sacar el máximo partido y provecho
de la caza cuidando las reservas alimenticias, curtiendo las pieles y
protegiendo las chozas cuando salían las partidas de caza. El estatuto social
de la mujer mejoró porque con la vida sedentaria la cohesión de la tribu
derivada de la creencia en un origen común de todos sus miembros, unidos por
los lazos de consanguinidad, ya que todos descendían de la misma antepasada
mítica. La imagen de esta Diosa-Madre como símbolo de la unión íntima de los
cazadores sedentarios tiene su equivalente en las estatuillas femeninas de la
comunidad totémica de cazadores nómadas, donde la mujer tomaba parte o dirigía
las ceremonias mágicas de la caza.
Diosa-madre de katal Huyuk.
Turquía
En la localidad de Kostjenki, situada a orillas del
río Don (Rusia) se excavó un conjunto de moradas, los arqueólogos llegaron a la
conclusión de que las viviendas fueron abandonadas precipitadamente por sus
ocupantes, rompiendo sus estatuillas antes de partir.
El
culto a la Diosa-Madre
en la primera mitad del paleolítico superior parece un episodio aislado, pero
en el neolítico toma auge. Con la implantación de la agricultura como hemos
comentado en otro lugar, se debió de relacionar pronto la analogía de la
fecundidad de la mujer y la fertilidad del suelo. Así la diosa de la fecundidad
recibió el atributo de madre de la tierra de cuyas entrañas surge toda la vida
y a ella retorna; es decir, convertida en señora de los cielos y del subsuelo.
La representación de su imagen continuó perdurando durante milenios por las
tradiciones desde la edad de piedra.
Desde el oeste asiático hasta Europa siguieron venerando a las primitivas imágenes con
formas abstractas, reduciendo a veces el cuerpo femenino a un tronco carente de
miembros y a una cabeza sin forma de cráneo. En los países balcánicos aparecen
con frecuencia ídolos en posición sedente o en cuclillas que probablemente
sugieren el acto del parto. Las figuras más importantes de este tipo modeladas
en barro, se hallaron en las excavaciones de la colina de Çatal Hüyük o Katal
Huyuk .(Turquía) Enclave situado en la planicie central de Turquía, con el Mar
Negro y el Mediterráneo al sur, sirviendo de fronteras naturales a esta
península, donde sus moradores construyeron una verdadera ciudad, sin parangón
en el neolítico perfectamente organizada, de casas, templos, tumbas familiares
y una
industria
artesanal muy prolífica. Esta maravilla de la cultura neolítica salió a la luz
en 1958 bajo la dirección del arqueólogo británico James Mellart, quien excavó
14 niveles sucesivos de construcciones datadas entre el 6.250 y el 5.400 a.
a.d.n.e., de las cuales las más profundas no habían sido exploradas nunca. El
tejido urbano más denso esta formado por casas adosadas unas a otras y, a falta
de pasajes o calles, se accede a ellas por los tejados. Los templos se
distinguen por su decoración más recargada, con infinidad de variaciones en
torno al toro. Tanto en las mesas de banquetes como en los altares se
encuentran astas de toro empotradas en la arcilla que forma el mobiliario, así
como pequeñas cabezas del mismo animal, encastradas en los muros.
Las figurillas de tierra cocida sobre todo las que
representan a la
Diosa-Madre; configuran el sistema religioso de la comunidad;
dedicado en su mayor parte, al culto a fertilidad.
La concepción de la Gran Diosa-Madre
Señora de la vida y la muerte y dueña de los seres vivos que encontró su forma
clásica en este lugar desde el VII milenio a.d.n.e., continuó existiendo en la
mayoría de las religiones de Europa hasta tiempos históricos.
Esta continuidad de creencias muy antiguas y de
tradiciones se reflejó en las estatuillas de arcilla de la Cultura de Halaf del V o
VI milenio a.d.n.e., que salieron a la
luz en los “Tells” de Halaf, Arpatshije, etc., en el norte de Irak.
Los vestigios de los pobladores de las orillas del río
Danubio nos hablan del resurgimiento del culto a la Diosa-Madre, con las
estatuillas femeninas encontradas en este lugar. En esta misma época (III-II
milenio a.d.n.e.) En Assur, durante las excavaciones del templo de Ischtar,
consagrado a la Diosa
de la Fecundidad,
aparecieron depósitos del tercer milenio a.d.n.e, numerosas estatuillas
dedicadas a la
Diosa-Madre.
CHIPRE: Entre las culturas prehistóricas europeas tuvo una
gran influencia en mundo de su tiempo la de Chipre, ésta se distinguió por los
logros obtenidos en el campo material y espiritual, en ambos cabe destacar la dedicación y veneración a la Gran Diosa-Madre,
realizando verdaderas obras de arte dedicadas a la Diosa, quizás la más arcaica
estatuilla de esta cultura es una paleolítica abstracta con brazos en cruz
tallada en esteatita de Khirokitia. En el neolítico se prodigaron las
estatuillas de barro naturalistas y otras talladas en piedra, en formas más
abstractas de gran belleza. Entre las figurillas de mujeres destacan las de
cabeza de pájaro, grandes orejas con agujeros de los que cuelgan aros como
pendientes y generalmente acompañadas de niños en brazos, la advocación de
estas figuras es la de la Diosa
de la naturaleza, como puede apreciarse en las esculturas erectas de la Diosa con niño, una con
cuerpo decorado con motivo de galones, motivos en “V” con espigas: Otra con
sola con pendientes y aspa entre las mamas: Otra sola. La Diosa Pájaro sentada
con los brazos o alas plegadas encima del vientre y piernas extendidas de
Katydata, datada en 1740 a.d.n.e.
Las figuras de la Diosa con cabeza en forma de vasija con niño en
brazos, son de origen neolítico, estas figurillas son una metáfora-según
Martín-Cano-de que la vasija forma parte del cuerpo femenino. Y con ella se
demandaría a la Diosa
el envío de la lluvia. Esta serie cuenta además con otras estatuillas una de
cuerpo cilíndrico, y collares datada en
el III milenio a.d.n.e.: Otra del año 2300 a.d.n.e.: Otra con niño y vasija a
la cabeza. La Diosa
con cuerpo en forma tronco-columna, uno de los múltiples atributos de la Diosa Tanit.
Los amuletos con forma de colgantes son una constante
en las representaciones de la
Diosa-Madre, posiblemente eran considerados propiciadores de
la fertilidad, y protectores contra los malos espíritus.
Otras figurillas destacables son una tallada en
andesita con las manos derecha vuelta hacía el cielo y la izquierda dirigida
hacía la tierra. Otras similares características también tallada en andesita,
con pulseras en brazo derecho de Soushiou, en ella convergen los rasgos
hermafroditas con órganos sexuales femeninos, pero las características del
resto del cuerpo son masculinas. Otros Ídolos con formas hermafroditas son los
Sotira Arkalies, con torsos fálicos, datados en el año 3000 a.d.n.e. Mas
recientes aunque de la época arcaica de Chipre es la vasija con sombrero,
brazos que cumplen la función de asas y collares de puntos de Akaki datada en
el año 1730 a.d.n.e. La vasija en forma de mujer con cuatro vasos semi-efericos
y mango agujereado, con su minúsculo niño de Vounous. Otra con anchas caderas
abdomen hinchado signo de embarazo adornadas con dos símbolos en “V” incisos
divididos verticalmente como mamas y con pubis con vulva incisa.
La descripción de las múltiples tallas con
representaciones de la
Gran Diosa-Madre han sido halladas, mostrando las más
diversas técnicas de elaboración, sería una tarea largo tediosa y posiblemente
aburrida para el lector, por ello, mostraremos algunas páginas con dibujos y
fotografías de algunas de las estatuillas y grabados dedicados a la misma.
Entre ellas incluimos varias de las imágenes que bajo la advocación católica se
veneran en las Islas Canarias, que son las que nos interesan especialmente.
Así mismo, incluimos una lista de nombres por los que
es conocida la Diosa-Madre
en diferentes países, continuada de otra lista compuesta solamente de nombres,
al objeto de no hacer demasiado larga la reseña y que pudiera aburrir al
lector.
Estatuillas
representativas de la
Diosa-Madre procedentes de culturas europeas. Imágenes de
María Gimbutas.
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