(Libro inédito)
Eduardo
Pedro García Rodríguez
CAPITULO-IV
LA DIOSA MADRE EN LA ANTIGÜEDAD
Desde los albores de la
humanidad, cuando el hombre empezó a tener conciencia de sí mismo, como ser
pensante y diferenciado del resto de los animales.
Cuando comenzó a
ser consiente de que caminaba erguido y no precisaba subir a los árboles para otear el horizonte, quizás cuando comenzó a dominar
las primitivas y toscas herramientas, las armas de piedras y palos que le
permitía acorralar y cazar a los animales de los que se alimentaba y además,
les permitía defenderse mejor de sus congéneres en las luchas por la posesión
de los mejores terrenos para la caza. Quizás cuando el hombre se encontraba en
este estado de la evolución, dejo de ver a sus semejantes como una posible
fuente de proteínas, comenzó a sentir piedad por los muertos de su clan, y se
dedicó a enterrarlos en lugar de comérselos, a partir de ese momento surgieron
las religiones en el mundo, y se formularía por primera vez las sempiternas
preguntas de ¿Quienes somos? ¿De donde venimos? ¿A donde vamos?
Una de las
representaciones más antigua de la Diosa-Madre
Transcurridos unos milenios,
el hombre observó con curiosidad y respeto supersticioso que muchas de las
plantas comestibles se reproducían con facilidad, simplemente dejando en el
suelo las semillas y enterrándolas con sus pisadas o las de los animales bajo
ciertas condiciones meteorológicas. Podemos afirmar que a partir de estas observaciones,
el hombre dejó de ser cazador-recolector para convertirse en sedentario, al
obtener de la agricultura, no solamente lo necesario para alimentarse sino que
además producía excedentes. Al obtener alimentos con cierta facilidad y en
cantidad, tuvo tiempo para construir templos que dedicar a las deidades que
suponía bienhechoras de sus cosechas, y con ellas, surgieron las sacerdotisas y
posteriormente los sacerdotes, casta ésta última que supo aprovechar las
inquietudes espirituales de sus semejantes para vivir a costa de ellos en un
principio y para explotarlos posteriormente de manera inmisericorde.
Diosa-Madre arcaica
En cuanto los clanes
comenzaron a hacerse sedentarios, fueron surgiendo rudimentos de organización
en estas comunidades primigenias. En esta etapa de la humanidad, el hombre aún
no había dejado toda su actividad como
cazador o pastor trashumante, centrando su trabajo como agricultor solamente en
la parte más dura de la labor, es decir en roturar la tierra, dejando en manos
de la mujer la siembra de las semillas y la posterior recolección de la
cosecha. Este rol básico desarrollado por la mujer en el sostenimiento de la
comunidad, además de mantener la continuidad de la especie humana le
proporcionaba una manifiesta preponderancia dentro del grupo social, y con
ello, la dirección material, y sobre todo
espiritual, del clan tal como hoy en día sucede en
determinadas sociedades cuya principal actividad económica es además de la
agricultura, la caza o el pastoreo.
Antes de la implantación de la
agricultura, en el paleolítico, ya habían expresiones artísticas de la Diosa-Madre, pintadas, grabadas, o en relieves en las
paredes rupestres, así como esculturas exentas, generalmente estos yacimientos
se componen de antropomorfas o de figuras humanas acompañadas de rebaños de
animales en movimiento. Las figuras exentas, son figuras animalísticas o
antropomorfas exclusivamente femeninas.
El final del Paleolítico
Superior está marcado por la transformación de los cazadores recolectores en
agricultores-ganaderos, así se constata en una Palestina que parece estar ya en
esa época densamente poblada, la presencia de material de trituración destinado
probablemente a facilitar el consumo de cereales. En el Natufiense, al tiempo
que se multiplicaban los emplazamientos en Palestina y en el norte de Siria,
aparecen por primeras vez verdaderas aldeas y se aprecia una presencia
muchísimo más importante de los cereales, crecimiento motivado por una mayor
actividad agrícola, encontrándose también leguminosas, guisantes y lentejas. Al
final del siglo VIII y principios del VII a.d.n.e., no se nota la
generalización de nuevas técnicas de producción agrícolas en la región del
Próximo Oriente, aunque se constata el uso de plantas y animales domésticos.
(Zeba, 2002:3)
La principal preocupación de
aquellos primitivos hombres era que lo que habían sembrado creciera y diera
frutos. Lo más importante para ellos era la tierra, el sol, la lluvia y el
viento. Son innumerables los vestigios de arte rupestre tanto en pinturas como
en grabados que nos han dejado aquellos primeros agricultores, que inducen a
pensar que adoraban al cielo y la tierra en forma de una divinidad que era al
mismo tiempo la diosa del sol y del rayo, también rendían culto a los muertos y
a los antepasados. Todos estos cultos se centraban en la Diosa Madre. El
nacimiento de aquella religión primaria tuvo un origen biológico, teniendo un
desarrollo evolucionario natural, aparte de las asociaciones morales y toda
influencia espiritual. Los animales más elevados tenían temores, pero no
ilusiones por lo tanto no tenían religión. El hombre crea sus religiones
primitivas a partir de sus temores y mediante sus ilusiones.
Representaciones de Diosas-Madre
Tal como recoge
el libro Urania: “La adoración aparece mucho antes de que la mente del hombre sea capaz de formular
los conceptos más complejos de la vida aquí y la del más allá, que merecen
llevar el nombre de religión.
|
Una vez que la religión
progresó más allá de la adoración de la naturaleza adquirió raíces de origen
espiritual, pero siguió sin embargo estando condicionada por el medio
ambiente social. Los objetos de la adoración de la
naturaleza, los conceptos del hombre imaginaron una división del trabajo del
mundo supermortal; había espíritus de la naturaleza para los lagos, los
árboles, las cascadas, la lluvia y cientos de otros fenómenos.
En uno u otro momento el
hombre mortal ha adorado todo lo que se encuentra en la faz de la tierra,
incluyéndose a sí mismo. También ha adorado todo lo que se pudiera imaginar en
el cielo y por debajo de la superficie de la tierra. El hombre primitivo temía
todas las manifestaciones de poder, adoraba todo fenómeno natural que no podía comprender.
La observación de las poderosas fuerzas de la naturaleza, tales como tormentas,
inundaciones, terremotos, avalanchas, volcanes, fuego, calor y frío,
impresionaban grandemente la mente humana en expansión. Las cosas inexplicables
de la vida aún se llaman <<actos de Dios>> y <<dispensaciones
misteriosas de la
Providencia>>.”
Teniendo en cuenta que el
culto a la Diosa-Madre
o Tanit, comenzó a prestarse de manera reglada durante el desarrollo de las
sociedades agrícolas en Mesopotamia, creemos oportuno dar un somero repaso
histórico a algunas de las culturas que tuvieron su desarrollo en esta zona del
Oriente Próximo.
Los sumerios eran un pueblo de
lengua aglutinante, primitivos habitantes del sur de Mesopotamia, de los que
desconocemos su origen. Sumer es el nombre de la parte sur de la llanura
Mesopotámica, regada por los ríos Tigris y Eufrates. La historia antigua de
esta región está reflejada en diversas fuentes, como son los mitos y epopeyas
sumerias y la lista sumeria de reyes de Nippur. La cultura sumeria que
conocemos como tal estaba compuesta de elementos propios y extraños, lo que
induce a aceptar todas las hipótesis sobre su génesis, aunque hay que contar
con que antropológicamente no podemos hablar de una raza sumeria propiamente
dicha. Esta cultura supo desarrollarse utilizando los medios que les
proporcionaba el entorno, así, el material predominante en su desarrollo fue el
barro, con él hicieron sus construcciones y los escribas lo usaron para plasmar
sus escritos simultaneándolo con el papiro y el pergamino, sobre todo en épocas
más cercanas.
El culto urbano de la Diosa Madre comenzó a
tomar auge en la cultura sumeria, fue en esta sociedad donde se empezó a
reglamentar el culto y donde el ejercicio del Sacerdocio comenzó a ser monopolizado
por los varones. Al reglamentar el culto, los sacerdotes sumerios fueron
reconvirtiendo a los paredros de la Diosa Madre en dioses independientes, creando así
las bases de un panteón más amplio y complejo, pero basado siempre en una
triada, es decir tres dioses principales, el resto eran secundarios o
mediadores. Si bien en un principio, correspondían a necesidades básicas
espirituales de la comunidad, posteriormente, fueron ampliando el número de
deidades y rodeándolas de arcanos complicando así los misterios del culto,
haciéndolo menos comprensible para los
creyentes, quienes precisaban de las interpretaciones de los sacerdotes para
entender las complejas reglas creadas en torno al culto, éstos se habían erigido
en mediadores entre las Divinidades y los hombres, actuado de trasmisores de la Divinidad con los
fieles, indicando las necesidades y deseos de los Dioses, que en el fondo no
eran otras que las propias necesidades y apetencias del clero y los gobernantes
políticos, constituyendo la Base
de una religión más intelectualizada que
en siglos posteriores pasaría a denominarse religión de Estado.
Así, los sumerios crearon un panteón desde donde
propugnaban que el universo estaba gobernado por una serie de dioses vivientes
de forma humana, pero inmortales y poseedores de poderes sobre humanos. Estos
seres según creían, eran invisibles a los ojos mortales y guiaban y controlaban el cosmos según un plan
prefijado y por leyes rigurosamente dictadas por los dioses e interpretadas por
los sacerdotes.
Según el panteón sumerio existían cuatro divinidades
principales, (tres dioses y una diosa) conocidas como los dioses creadores.
Estos dioses eran An, el dios del cielo; Ki, la Diosa de la tierra; Enlil;
el dios del aire y Enki, el dios del
agua. El universo sumerio se componía de estos cuatro elementos considerados
los más importantes. Por ello sostenían el cumplimiento cabal de la palabra
divina en el acto de creación. La divinidad creadora solamente tenía que pensar
en su designio o proyecto y pronunciar el nombre de la cosa que se pretendía
crear. Para mantener el cosmos en un movimiento continuo y armonioso y evitar
la confusión y el conflicto, los dioses el me, crearon una serie de
reglas y leyes universales e inmutables que todos los seres estaban obligados a
obedecer.
Como
complemento de las divinidades creadoras y próximas a éstas en importancia,
estaban las tres divinidades celestiales: Nanna, dios de la luna; Utu, dios del
Sol; e Inanna, la reina de los cielos. Inanna era también la diosa del amor, la
procreación y la guerra. Nanna era el padre de Utu e Inanna. Los poetas
sumerios compusieron numerosos mitos sobre las hazañas de Inanna. Otro dios de
gran importancia era Ninurta, la divinidad a cargo del violento y destructivo
viento del sur. Uno de los dioses más queridos por los sumerios era el dios
pastor Dumuzi, el bíblico Tamuz. Damuzi era originalmente un gobernante mortal
cuya boda con Inanna aseguró la fertilidad de la tierra y la fecundidad
procreadora. Esta boda sin embargo, según un mito sacado a la luz hace poco
acaba en una completa tragedia cuando la diosa, ofendida por la insensible
conducta hacia ella, le impuso a Dumuzi la obligación de encargarse del otro
mundo durante seis meses al año: de ahí los meses áridos y estériles del caluroso
verano. En el equinoccio de otoño, que señala el comienzo del nuevo año sumerio
Dumuzi volvía a la tierra. El reencuentro con su mujer hacía que toda la vida
animal y vegetal se revitalizara y se hiciera fértil una vez más. Cada año
nuevo, los sumerios celebraban la boda entre Dumuzi e Inanna. El momento
culminante de la celebración era una unión ritual en la que el rey encarnaba a
Dumuzi; a Inanna la encarnaba una de sus sacerdotisas principales. Como se
puede apreciar el rito de Dumuzi e Inanna, es una versión más intelectualizada
de los mitos de la fertilidad usados por otras sociedades anteriores a la
sumeria.
El panteón sumerio, contaba con otra serie de dioses
menores que eran los encargados de los ríos, las montañas y las llanuras; de
las ciudades, campos y granjas; y de útiles tales como piquetas, moldes para
ladrillos y arados, elementos que por su importancia en la sociedad sumeria
fueron deificados.
Cada una de las divinidades importantes era patrona de
una o más ciudades destacadas sumerias. Los sumerios construyeron grandes
Templos en nombre del Dios que era venerado como el divino protector y regidor
de la ciudad. Los ritos del Templo estaban a cargo de muchos sacerdotes y
sacerdotisas, cantantes, músicos, prostitutas sagradas y eunucos. Diariamente
se ofrecían sacrificios a las deidades.
Los sumerios creían que los seres humanos estaban
hechos de barro y que el propósito de la creación era abastecer a los dioses
con comida, bebida y protección, para que pudiesen dedicar todo el tiempo libre
a sus actividades divinas. La vida era considerada como el bien más preciado de
la humanidad, aunque sometida a las amenazas de la incertidumbre y la
inseguridad. Según la creencia impuesta por los sacerdotes sumerios, cuando los
seres humanos morían, sus espíritus descendían al mundo inferior, donde la vida
es más desgraciada que sobre la tierra. Como podemos apreciar, todo el sistema
religioso estaba
orientado
de modo que unos pocos intelectuales mantenían sometido a su servicio a la
mayoría de la población, sistema que fue asumido y mantenido por culturas
posteriores tales como la egipcia, la cananea y la judía.
Como ejemplo del origen sumerio de la religión judía
podemos exponer el pasaje de la descendencia de Abraham (Gn. 15). Hasta esas
fechas se atribuía a la
Diosa-Madre el hecho misterioso de la concepción. A partir de
Abraham esta atribución es conferida a un Dios masculino que algunas
traducciones interesadas del antiguo testamento nos presenta como Yahvéh cuando
realmente en las escrituras originales se refieren a “El” denominación con que
los sumerios designaban a Dios. Lo cierto es que Abraham concierta un pacto
(Gn.15) con Dios “El” y recibe de él la garantía de la descendencia. Sin
embargo, Abraham no deja de buscar por sus propios medios. Por eso toma una
concubina, según lo permitía la ley mesopotámica (Ley de Hammurabi), intento
que él mismo dará por fallido, por los inconvenientes familiares que le trajo.
Esta negación injusta del hijo que le dio la esclava Agar, también será
trasladada a la voluntad de Dios (deidad que sustituye a la Diosa-Madre).
Consideran siempre como voluntad divina el resultado de los hechos por donde se
definió la historia.
El enfrentamiento entre las seguidoras de la Diosa Madre y los
sacerdotes de otras deidades, se mantuvo durante siglos, pero el arraigo que la Diosa Madre mantenía
desde tiempos ancestrales entre las sociedades agrícolas, acabó imponiéndose
ante los nuevos dioses y diosas, y aunque tuvo que compartir culto con ellos,
en el transcurso de los siglos acabó absorbiendo los atributos de la
mayoría de éstos.
El paso del Neolítico a la historia propiamente dicha,
es una época intermedia que solemos denominar protohistoria, durante la cual
pasamos a encontrar una sociedad más numerosa y compleja, jerarquizada y ya con
escritura. El proceso es conocido sólo a grandes rasgos y con gran imprecisión,
aunque parece claro, según ultimas investigaciones, que la civilización que
hasta ahora se atribuye a los sumerios, parece que no es solamente de ello. La protohistoria
mesopotámica, en un periodo que comprendería aproximadamente del 5.800 al 2.900
a.d.n.e. se divide en varios periodos u horizontes culturales, caracterizados
por una serie de elementos específicos. Por ejemplo, la primera cultura
cerámica que se ha encontrado en Mesopotamia norte: Hassuna (5.800-5.500),
Samarra (5.600-5.000), Tell Halaf (5.500-4.500) Mesopotamia sur: El Obeid I
(face Eridú), El Obei II, Uruk (3.750-3.150), El Jemdet Nars (3.150-2.900) Es
probable que los pobladores de esta segunda fase ya no fuesen totalmente
sumerios.
La cultura de esta época
parece prolongar la de los periodos protohistóricos de Uruk y Jemdet-Nasr. Su
cronología abarca del 2.900 al 2.334
(hasta el principio del Imperio Acadio.) La subdivisión que para este periodo
nos ofrece Henri Frankfort, es la siguiente:
a.-Dinástico arcaico I o Protodinástico I: Aproximadamente
desde 2.900 a 2.700, hasta la aparición de las tablillas arcaicas de Ur. I
Dinastía de Kish.
b.-Dinástico arcaico II o Protodinástico II: desde 2.700
hasta 2.600, coincidiendo con la aparición de murallas en las ciudades. I
Dinastía de Ur.
c.-Dinástico arcaico III o Protodinastico III: desde 2.600
hasta 2.334, datado por los archivos de Shurupak. Aquí se distinguen dos
épocas: de 2.600 a 2.500 y de 2.500 a 2.334. En esta época gobiernan en la Ciudades Estado de
Sumer las más antiguas dinastías que conocemos
pero, a pesar de ser un tiempo de auge y prosperidad, la
característica principal, fue la lucha de estas ciudades (Kish y Ur) entre sí por obtener el
predominio político de la región. Así no podemos hablar de un imperio sumerio,
sino de las sucesivas hegemonías de las diferentes ciudades.
El culto a los dioses fue
potenciado como medio de asegurarse la hegemonía de unas ciudades sobre otras,
tal como recoge el libro Urania: “La
adoración aparece mucho antes de que la mente del hombre sea capaz de formular
los conceptos más complejos de la vida aquí y la del más allá, que merecen
llevar el nombre de religión. La religión primitiva era totalmente intelectual
en su naturaleza y se basaba enteramente en circunstancias asociacionales. Los
objetos de adoración eran siempre sugestivos; consistían en las cosas de la
naturaleza que estaban cerca, o que tenían gran influencia en la experiencia
común de los primitivos hombres de mente simple.
En este estado evolutivo-siglo
más o menos- la organización social giraba en torno al matriarcado, y el
panteón lo monopolizaba la
Diosa Madre, diosa de la fertilidad, tanto para los seres
humanos como para los animales y las cosechas. Veamos algunas citas recogidas
por la eminente investigadora Francisca Martín-Cano: El culto era cuidado
exclusivamente por mujeres, en la creencia de que sólo el principio femenino
regía la Fertilidad.
Según Campbell, (1991: 242) quien afirma que: “La Diosa es la única
divinidad visualizada en aquel entonces”,
y Pirenne en (1982:43): confirma “En
torno a la Diosa
Madre, antes de la restauración del régimen patriarcal,
parece haberse formado el primero de estos sistemas. Representaba a la vez la
tierra y el cielo, la diosa madre es el universo entero, la diosa principal”,
acerto compartido por Van Lysebeth (1990:124): “La Mujer ha sido la primera
religión del hombre, y la primera divinidad fue la diosa-madre”, abunda en
el tema el eminente profesor Mayr (1989:57) quien nos dice: “Aunque no es
posible demostrar un “matriarcado” (ginococracia) político..., sin embargo
aparecen desde el paleolítico en todas partes símbolos religiosos-artisticos de
diosas madres y de fertilidad-fecundidad; las cuales entran en paralelidad con
los dioses patriarcal-masculinos a partir del 4000 a. C., siendo suplantadas
por éstos...”.
Con el desarrollo de la
agricultura, se activa el desarrollo del culto a la Diosa-Madre, y los
mitos de la religión evolucionan hacia una religión agrícola, donde la Diosa-Madre
personifica la naturaleza, y protagoniza la historia de la agricultura en
diferentes mitos, junto a un paredro mortal, bien hijo o hija o esposo o
amante.
“Los mitos de las religiones agrícolas tienen el
mismo esquema, basados en que su origen es la historia de la agricultura: en
diferentes mitos aparece una Diosa principal, Diosa Madre Salvadora (lluvia,
planta) que protagoniza la historia de la agricultura, junto a su paredro,-a:
ser mortal (identificado con la semilla que se enterraba), que moría y en el
caso del paredro varón, sufría la castración por accidente o voluntariamente,
sin posibilidad de intervenir en la fecundación. Tras los lloros de la Divina Madre
(lluvias), el paredro era devuelto a la vida (la semilla germinaba en flor), y
tras resucitar era Deificado (hasta que se convertía en fruto, símbolo de la
nueva cosecha)
Por lo que las
representaciones artísticas, de animales y humanos, seguirían representando a
los personajes del panteón sagrado, ahora incluyendo los otros protagonistas de
la religión agrícola.” (Martín-Cano. 2001:4)
Como hemos apuntado es en
Mesopatamia donde comienza la lucha soterrada de los varones por desplazar a la
mujer en la dirección de los asuntos religiosos. Así, a pesar de que el panteón
básico sigue siendo dominado por la Diosa-Madre, el desarrollo de la Astronomía y las
ciencias matemáticas hacen que surjan nuevas deidades más urbanas, más acordes
con los usos “más civilizados” y van añadiendo al rico legado recibido de las
antiguas civilizaciones que forman el fondo religioso y se perpetúan en las
creencias Mesopotámicas, las divinidades masculinas. El convencimiento de que
los astros, sobre todo el Sol y La
Luna, eran seres superiores al hombre, los indujo a
convertirlos en dioses. La participación que atribuían a los dioses en los
negocios humanos les hizo buscar cierta relación entre la situación y brillo de
los astros y el destino de los pueblos y del hombre.
Los Dioses mayores eran el
Sol, La Luna y
los cinco planetas que se ven a simple vista. Los más conocidos son Marduk o
Belo, dios de Jupiter y de Babilonia, e Isthar, diosa del planeta Venus, que
representaba la guerra y el amor y era especialmente venerada en Nínives. Los
dioses eran considerados como seres terribles que sólo protegían a los pueblos
que los adoptaban, y que veían con agrado que sus fieles exterminaran al resto
de los hombres. Extremos estos que después sería asumidos por la religión
judaica. En las inscripciones los Reyes, al referir sus azañas bélicas, siempre
dicen que han emprendido la guerra para vengar a sus dioses, castigando a sus
enemigos, y se jactan de las torturas y suplicios que han impuesto a los
vencidos, estos extremos se vienen practicando hasta nuestros días por la mayoría
de las religiones actuales.
Mapa histórico de
Mesopotamia
El cuidado del culto a la Diosa-Madre, en un
principio estuvo a cargo exclusivamente de Sacerdotisas, quienes la
representaban en la tierra, y celebraban las ceremonias para propiciar la lluvia
y otros dones, pero dado que otro de los protagonistas agrícolas era el paredro
divino (semilla), bien femenino o masculino, era necesario, para asegurar la
cosecha, que representantes de igual sexo en la tierra, participasen en las
ceremonias de fertilidad. Así, durante el transcurso del desarrollo de los
cultos a la Diosa-Madre,
los hombres comenzaron a participar de los mismos
junto con las Sacerdotisas, ello motivó que los varones en
sus deseos de ser reconocidos como servidores de la Diosa-Madre, se
sometieran a determinados procesos de transformación de sus personas, vistiendo
como las Sacerdotisas, cubriéndose con joyas femeninas, pintándose el rostro
con colores minerales, fingiendo embarazos e incluso simulando tener
menstruaciones. De esta manera pretendían engañar a la Diosa, y conseguir así ser
deificados.
Estos para completar la
transformación y asemejarse a las mujeres, no dudaron en castrarse,
convirtiéndose en eunucos, posiblemente esta costumbre se prolongó en el
tiempo, siendo práctica usual la mutilación de los genitales en los paredros de
la Diosa-Madre
que protagonizaban mitos de castración en diferentes panteones: Atis, Combabo,
Osiris, Damuzi o Duzi, Adonis, Eshmund, Tammuz, Gugalanna, Orión, Pwyll,... Se
auto mutilarían para imitar al Dios impotente y llegar a ser sus representantes
o personificaciones en la tierra.
Probablemente, de esta época
data una costumbre muy arraigada en las zonas campesinas de la Islas Canarias
conocida como “El Sorrocloco”, que se mantuvo vigente hasta bien entrado
el siglo XIX de nuestra era: El hombre en su deseo de formar parte del misterio
sagrado de la maternidad, sustituía a la mujer en el lecho en cuanto ésta
paría, y permanecía acostado junto al recién nacido durante tres días,
recibiendo los cuidados y atenciones que correspondían a las parturientas, así,
escuchaba los elogios que por parte de
parientes y vecinos se dirigían al recién nacido, al tiempo que eran regalados
con el caldo y la carne de las mejores gallinas y palomas, además de exquisiteces
de dulces y chocolate.
En casi todas las grandes
culturas, han existido eunucos y varones que se han disfrazado de mujeres para
ejercer el Sacerdocio. Están documentados según Martín-Cano, en: Egipto,
Etiopía y Sudán, Mesopotamia, Asiria, Canaán, Israel, Palestina, Asia Menor,
Italia, Grecia, La India,
China, etc. En cada una de estas culturas, los Sacerdotes travestidos eran
conocidos por un nombre determinado, según la denominación local de la Diosa-Madre, así
tenemos que: los Sacerdotes que cuidaban del culto de Diosa Inanna, se
llamaban: Kurgarras, los de la Diosa Arguinpasa: Enarées. Los de la Diosa Ceres Megales:
Megabices. Se llamaban Megabiros en honor de la Diosa Artemisa
Efesia. Además estaban los Galles, Cabarnes, Coribantes, Curetas o Curas,
Dáctilos Ideos, Cabiros, Telquines o Telequines Telchines, Semiviros de
diferentes Diosas. Y aún se da el de Bardaja o Berdache travestí en América:
entre los Araucanos de Chile, entre los Sioux o Dakotas, entre los
Californianos del norte y entre los lenguas siouan: los Omaha, los Crow, los
Mandan, los Winnebago. Otros Sacerdotes travestidos se convierten en mujeres,
tras recibir instrucciones de la
Diosa a través del sueño: como el Nadle de los Navajos, los
Chamanes Dayaks de Borneo de la Gran Diosa-Madre Ini.
En las Célebes de Indonesia,
los Sacerdotes travestidos se llaman Tjalabi “Mujeres de Imitación”. Los Hijras
de la India “se
castran mientras contemplan una imagen de la diosa Bahachura Mata y repiten su
nombre para identificarse con ella”. Además entre los Esquimales Netsilik y
entre los Chukchi / Chukches/ Tchukchi/ Tehuktchi de Siberia, los
varones-Chamanes “Hombres Blandos” fingen volverse mujeres y se visten y
comportan como ellas, e incluso contraen matrimonio con un varón. Según Kay y Voorhies
(1978:96): “El Chamán, una vez transformado (en mujer), tomará un amante
masculino, y puede a casarse con él.” Y
en Egipto, el Dios Set es conocido por sus tendencias homosexuales, este Dios
está casado con la Diosa
Anat. Se la representa como una mujer que se comporta como un
guerrero y se viste como un hombre, características heredadas de sus orígenes
no egipcios. Sin embargo esta particularidad le permite integrarse en el
panteón egipcio en calidad de esposa de
Set. De hecho éste último muy conocido por sus tendencias homosexuales como
hemos dicho, una esposa algo viril e incluso colérica y agresiva, no puede
dejar de ser afín a su temperamento. Además a Set se le puede identificar
fácilmente con Baal, de quien Anat puede ser la hermana o la esposa. (Demitri
Meeks et al, 1996:80)
PAÍS
|
SACERDOTES EUNUCOS TRAVESTIDOS
|
DIOSA MADRE A QUE ESTÁN DEDICADOS
|
Mesopatamia
|
Kurgarras
|
INANNA
|
Cáucaso
|
Enarées
|
ARGIMPASA
|
Asia Menor-Éfeso
|
Megabices/Megalobices
|
CERES MEGALES
|
Asia
Menor-Éfeso
|
Megabiros
|
ARTEMISA EFESIA
|
A.M.
(Galacia,Frigia,Tróade),
Grecia,Italia,Creta,
Rodas,Chipre
|
Galles,
Cabarnes, Coribantes,Curetas/
Curas,Dáctilos,Ideos,
Cabiros,Telquines/telequines/Telchines,
Semiviros
|
CIBELES/MAGNA
MATER
CIBELES, IDEENA, RHEA, MINERVA TELCHINA,
DEMETER/CERES
|
Grecia-Italia
|
Metragirtas/Metagirtas
|
CIBELES
(Metroón), “Piedra”, “Madre”
|
Araucanos,
Sioux,
California
|
Bardaja/Berdache
|
ANOGITE/ Anuk
Ite
|
Navajos
|
Nadle
|
ESTSAN ATLEHI
“Madre de Todos”
|
Chukchi
de Siberia
|
Hombre Blando
|
DZULI
|
Dayaks
de Borneo
|
Chamanes
|
INI
|
Islas
Célebes
|
Tjalabai
“Mujeres de Imitación”
|
LUMINU UT
|
La
India
|
Hijras
|
BAHACHURA
MATA
|
Fuente:
Francisca Martín -Cano Abreu.
|
Está comúnmente admitido por
los investigadores que en la
Prehistoria no existían Chamanes varones, siendo cometido privativo de las mujeres el
cuidado del culto a la
Diosa-Madre, dirigiendo las ceremonias religiosas celebradas
en cavernas, antros o edificios-Templos o al aire libre al lado de las fuentes,
ríos o en la cima de una montaña, y realizaban los sacrificios en altares en
los Templos, así como el chamanismo, la medicina, profetisas y adivinadoras, la
formulación de oráculos antes de emprender una guerra o una aventura
migratoria, e incluso la dirección política de una comunidad, que iba tomando
formas urbanas, tal como apunta
Campbell, en Martín-Cano: “...Desde el octavo milenio antes de nuestra era
en adelante, fue tomando forma un nuevo orden de existencia humana, basado no
en forrajear y cazar sino en plantar y recolectar cosechas, con la buena Madre
Tierra como principal aportador del sustento. Fue en esos tiempos, entre esos
pueblos, donde se desarrollaron los
ritos de fertilidad que han conformado los ritos básicos de todas las
civilizaciones basadas en la agricultura desde entonces: rituales que tenían
que ver con el arado y la siembra, la siega, el aventado y los primeros
frutos.”
En principio-continúa
Martín-Cano, la finalidad de las fiestas sagradas era pedir a la Diosa- Madre, Diosa
de las cosechas, que cuidara de todos los fenómenos de los que dependía la
agricultura, en todas las etapas del proceso agrícola, desde que la semilla se
enterraba en el suelo (el Útero de la Diosa Madre tierra), para que enviara la lluvia
que permitía a la semilla germinar en vegetación y la Naturaleza se llenara
de flores (futuros frutos). Y que culminaba cuando la Diosa daba a luz los frutos,
en tiempo de recolección de vegetales y frutos: en verano y en invierno.
En principio exclusivamente
eran fiestas de mujeres, en consonancia con la creencia de que sólo el
Principio femenino regía la
Fertilidad, cuando el panteón estaba dominado por la Diosa Suprema. En
palabras de Campbell Las Mascaras de Dios: Mitología primitiva (1991, 96): “La Diosa es la única divinidad
visualizada en aquel entonces.” Y
aún en época celta era exclusivo el sacerdocio femenino, según la cita aportada
por Capmbell de Macculloch en (1991, 488): “<<...el viejo culto de la Diosa del Fuego”...Brigit
(=Flecha potente y certera)...” ”debe haberse originado en un periodo en el que
los celtas adoraban más a diosas que a dioses, y cuando el conocimiento –el
arte de la curación, la agricultura, la
inspiración- estaba en manos de mujeres más que en la de los hombres.
Tenía un sacerdocio femenino y quizás los hombres estuvieran excluidos de su
culto, como sugiere la capilla de tabú en Kildare.>>”
“...Y a la par el varón empezó
a desempeñar cargos sacerdotales al servicio de
Diosas y de su paredros, como representante en la Tierra del mismo. Dado que
el paredro (con numerosos nombres en las múltiples regiones) en algunos
panteones protagonizaban mitos de castración, los varones se convertían en
eunucos para poder participar en los ritos sagrados, y así representar y
personificar en la Tierra
al paredro castrado.
En Egipto los sacerdotes
eunucos personificaban en la tierra a Osiris, paredro castrado de la Diosa Isis. En
regiones asiáticas a Atis, paredro de la Diosa Civeles o a
Eshmun, paredro castrado de la Diosa Astronoe o a Adonis, paredro castrado de la Diosa Baaltis o a
Combado, paredro castrado de la Diosa Afrodita o
Dumuzi/Damu/damuzi/Tammuz/Thamuz/Gugulanna, paredro castrado de la Diosa Innana o de la Diosa Ninni-Ishtar.
En las regiones griegas a Orión, paredro castrado de la Diosa Artemisa. En
regiones irlandesas a Pwyll, paredro castrado de la Diosa Rhiannon,...”
En las grandes culturas de la
antigüedad los ritos de fertilidad fueron de gran interés, por lo cual es digno
de destacar, el papel de divinidades mesopotámicas y sirio-cananeas, como
Isthar, Asdherat, Anat, Ashtar, la representación egipcia de la Diosa Isis (en el mito
de Osiris, de quien la luna busca sus restos en el Nilo, quedando para siempre
sumergidos sus genitales, signo de fertilidad) o (posteriormente) la
representación griega de Afrodita y romana de Venus. “La Diosa de la fecundidad”,
encontrada en Ras-Shamra, nos muestra a la Diosa Minet el Beida,
amamantando a dos machos cabríos, en directa alusión a la procreación y
fertilidad materna en culturas que se ubican en el contexto del antiguo
testamento... (Jorge Salomó Flores. (”La Fertilidad y el Arte”:3)
Una escultura de similares
características a la descrita por el autor anteriormente citado existió en un
templo ubicado en la isla de Tamaránt
(Gran Canaria), de la que nos ocuparemos en el capitulo correspondiente.
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