HISTORIA DE UNA USURPACIÓN
CAPITULO VIII
Eduardo Pedro García Rodríguez
La
Diosa Tanit en
Canarias.-
Tanit, en sus atributos como Istar,
Ishtar, Astoret, Astarté, Tara, Chaxiraxi, Diosa Celeste, Moneiba, Diosa Abona,
Diosa de Tajao o de La Luz,
Abora, Moneiba, que como hemos dicho son diferentes nombres para una misma
Diosa, entre cuyos símbolos figuran como hemos indicado la media Luna, el disco
solar, el triangulo, el octogono y una
estrella de ocho puntas que además de ser el símbolo universal de la Diosa-Madre, simboliza
también a Venus o estrella de la mañana que en Canarias es conocida como lucero
del alba.
Como hemos indicado Tanit en su representación de Aster, su nombre
significa estrella de la mañana. Así pues como hemos indicado tanto Astarté
como Istar, es la Diosa
del Luna y del planeta Venus, y en la religión monoteísta y patriarcal era
llamada por los profetas judíos como “Reina de los Cielos” (Melekethas-Samaïm)
y esposa del Sol, o el “Rey de los Cielos” (Baal Samaïm), es decir, la
verdadera soberana del mundo, la
Diosa naturaleza. Así pues, de lo que no queda ninguna duda es de que Astarté, la Diosa-Madre, es la Diosa del fuego y la luz, la
señora de los astros y Diosa de la fecundidad. Astarté crea la Dinastía de los grandes dioses antiguos,
anteriores a las grandes religiones monoteístas patriarcales, y potencia la
vida a través de la sabiduría (en este caso simbolizada por el delfín, otra de
sus representaciones, en el caso gaditano-cartaginés por un atún) (Gitanita.
2001).
Es probable que la casta sacerdotal de la isla de Chinech (Tenerife)
conocida como Samarines, (Sacerdotes Samaras) que siempre estuvieron rodeados
de un gran hermetismo estuviese dedicada al culto de la Diosa y al estudio e
interpretación de los astros, así como la medicina.
Así pues, la
Diosa-Madre llegó a las Islas Canarias con las primeras
arribadas exploradoras egipcios-púnicos, y posteriormente con los mazigios.
Estos últimos abordaron las islas directamente desde el continente en una
primera etapa y, como pueblos transportados posteriormente por gaditanos y
cartagineses, en todo caso, ambos contingentes poblacionales eran portadores de
un amplio substrato cultural de origen egipcio del cual quedaron en las islas
huellas fehacientes como hemos visto. En las Islas, la Diosa tomó varios nombres
como hemos visto, incluso los romanos de Here o Hera, o Juno, aplicado por
éstos a Tanit después de que destruyeron
Cartago y asumieron su imperio como resultado de la tercera guerra
púnica.
Ahora bien, la pregunta que durante centurias se ha venido planteando
por los historiadores e investigadores sobre nuestros ancestros ha sido:
¿Cuándo llegaron los primeros pobladores a las islas? Como hemos anotado,
durante las últimas décadas uno reducidos grupos de intelectuales de mentes abiertas y con
verdaderos deseos de investigar objetiva y honestamente, han venido formulando
hipótesis cada vez más acertadas a la luz de los últimos descubrimientos
arqueológicos y mediante un estudio en profundidad de las antiguas fuentes
bibliográficas. Uno de estos documentadísimos trabajos es un extenso artículo
desarrollado por D. José A. Delgado Delgado, de la Universidad de La Laguna, al cual vamos a
seguir en las páginas siguientes, en las que trataremos de aproximarnos a la
ruta marítima seguida por la
Diosa-Madre hasta su arribo a las islas en tiempos arcaicos.
Uno de los vestigios arqueológicos mediante los cuales se suele atestiguar
las navegaciones en la antigüedad, por las costas y puertos son aparte de los
pecios, las ánforas que durante las operaciones de carga y descarga de los
navíos suelen caer al mar, además de las que como es lógico suelen quedar en
tierra con los productos que contienen. De estas vasijas anferoides de clara
adscripción púnica así como otros objetos abundan en las islas, especialmente
en las de Fuerteventura y Lanazarote, donde se localizan una buena muestra de
ellas así como en Tenerife.
Una porción de estas ánforas de Tenerife de clara adscripción púnica son
los cuatros ejemplares encontrados en el yacimiento de Montaña Reventada por la Dra. Arnay, así como
otras dos localizadas por la misma doctora. Se trata de una cerámica nunca
valorada ni ambientada de modo adecuado hasta el momento. Michel Ponsich (1970)
nos proporciona una serie de noticias de vasos provistos de cuello y sin
apéndices, encontrados en sepulturas púnicas de la zona de Tetúan y de factura
bereber hechos a mano, y de tipología púnica, que podrían ponerse en estrecha
relación con nuestros vasos. (Rodrigo de Balbín Berhman, et al 1995:14) En otro
lugar de este trabajo abordamos más ampliamente este hallazgo. (José A. Delgado
Delgado).
En la isla de Tenerife, y según comunicado personal de un grupo de
personas que practican submarinismo, existen ánforas de posible adscripción
púnica en los siguientes lugares del litoral tinerfeño; Icod, proximidades del
puerto de la Cruz,
Punta de Guadamojete, costas de Arico y costas de Arona (Los Cristianos y Playa
de Las Américas). (Rafael Molina Tejera, 2001).
“Desde el hallazgo, excavación y publicación
de la piedra Zanata, hemos seguido actuando hacia la búsqueda de los restos de
la colonización feno-púnica de Canarias. En este sentido se siguió la
prospección de las proximidades al yacimiento Zinete, en la intención de
documentar y ambientar todo lo posible el hallazgo, y conocer en profundidad el
comportamiento arqueológico de las zonas altas de la isla. Así fue encontrado
el sitio de la Cañada
de los Ovejeros, por Rafael González Antón y Antonio Vela, en Diciembre de
1993. (Rodrigo de Balbín Berhamann et al. 1995:16).
Este yacimiento, está compuesto de un conjunto de grandes piedras
formando un gran circulo al pie de la montaña de Tomás Seche, lugar donde
abundaban los Cedros Canarios, y zona de abundante extracción de pez debido a la abundancia de pinos canariensis
muchos de ellos centenarios que cubren no sólo la montaña, sino todo el
entorno, muchos de los cuales aún conservan huellas de las incisiones que se
les hacían para extraerles la savia con la que se elaboraba la pez producto
profusamente empleado entre otras aplicaciones, para calafatear barcos.
“...Tenemos un último monumento muy llamativo, que son los
enterramientos infantiles en ánfora de Cendro, Telde, en el NE de Gran Canaria.
No existe aún sobre este documento ningún estudio científico, sino parcas
noticias de periódico y referencias genéricas (Museo Canario. 1984.) Su
expectación es tan grande como el deseo que tenemos de que su excavador
publique al fin la memoria de estas excavaciones que nos pone de nuevo en
relación con el mundo de las ideas feno-púnicas y de los Tophes característicos
de esta cultura. En una zona de ladera se localizaron tres inhumaciones de
neonatos contenidas en recipientes cerámicos y otras trece mezcladas en el
sedimento con diversidad de detritus cerámicos, fauna terrestre y marina,
considerándose por sus excavadores como resultado del vaciamiento de cuevas de
habitación.” (Rodrigo de Balbin Berhmann et al, 1995: 18).
El hallazgo de ánforas o vasijas con esqueletos de niños está también
documentado en la isla de Tenerife, por el Doctor Bethencourt Alfonso, quien
nos dice que en el Charco del Boxo, en Arico, dedicado por nuestros antepasados
al bautizo de los recién nacidos, se encontraron cinco tallas de barro
conteniendo un esqueleto de niño cada una. (Juan Bethencourt Alfonso, 1991:T.:
239).
El punto de partida y núcleo del estudio que se desarrolla en las
páginas siguientes es precisamente la investigación de uno de esos indicios, de
una pista cuyo rastro me ha llevado hasta los fenicios de la Cádiz de la época arcaica y
sus empresas marítimas en el Atlántico africano.
Entre las noticias geográficas que Plinio el Viejo ofrece sobre la costa
atlántica africana en su enciclopédica obra se encuentra referida a la
existencia de unas insulae Fortunatae. Su información sobre ellas depende como
reconoce expresamente, de Sebosus y Iuba. Según el texto de Plinio distinguía
dos grupos de islas; en el primero se encontraban Iuniona. Pluvialia y
Capraria, y en el segundo Invallis y Planasia (nat. VI, 202-203). Juba, por su
parte, y siempre siguiendo el relato pliniano, incluía entre las Fortunatae las
siguientes islas (las cito en el orden en el que se enumeran): Ombrion,
Iunonia, Iunonia (minor), Capraria, Ninguaria y Canaria (nat. VI, 203-205).
...La notable excepción la constituyen “Islas de Juno”, es decir, las
islas que en el pasaje de Plinio reciben el nombre de Iunonia. Su
excepcionalidad proviene del hecho de que se trata de un topónimo teóforo. Los
topónimos de esta índole no son demasiado frecuentes en la geografía antigua,
aunque hay un ámbito en el que aparecen especialmente documentados: en puntos
concretos de las costas e islas. Muchos de estos topónimos se encuentran en
puertos, cabos, golfos, promontorios, montes y otros accidentes geográficos que
jalonaban las costas y las rutas marítimas del Mediterráneo, apareciendo
frecuentemente asociados a aras, altares, templetes o templos.
Las características y funciones de los promontorios vinculados a
construcciones sacras fueron exploradas por E. Ch. Semple hace ya más de 70
años, en un artículo de gran interés (aunque no exhaustivo) y que todavía hoy es el único que ha tratado
monográficamente este tema. Sus conclusiones proporcionan valiosas pistas para
entender la naturaleza de las “islas de Juno”.
Semple constató la existencia de 175 de estos puntos a lo largo de buena
parte de las costas del Mediterráneo, desde la
Península del Sinaí en oriente hasta la Península Ibérica
en occidente. Descubría esta autora dos principios básicos que recogían su
distribución: a) jalonan las principales rutas comerciales y b) aparecen
(aisladas o en grupos) en las proximidades de puertos. El primer principio se
explica por la importancia de estos promontorios como puntos de referencia para
los navegantes, y el segundo por su función de señalizadores de los puntos de
partida y llegada de los viajes por mar, indicando a los marineros que ya se encontraban
en aguas familiares. (...) Explicaba también que las divinidades que presidían
estos lugares fueron muy diversas, aunque de una forma u otra se vinculaban al
mar y a las empresas marinas: Apolo, Atenea, Hermes, Hera (o Juno), Posidón o dioses de origen semita como Baal, Melkart o
Astarté. Apreciaba también una sucesión o superposición de diferentes dioses en
ciertos promontorios, consecuencia de prácticas coloniales, empresas militares
u otras de control de territorio.
...Queda ahora por determinar la
adscripción de las “Islas de Juno”, en su condición de “lugares sacros”, a una
cultura concreta. Dada la localización atlántica de esas islas y la muy
probable antigüedad de las fuentes últimas del pasaje pliniano (en todo caso
anterior a Juba, como se verá más adelante) hay que pensar en el mundo semita.
En este punto hay que hacer constar que al igual griegos y latinos, fenicios y
púnicos conocieron la tradición de “lugares sacros” costeros asociados a la
navegación. Que en el texto de Plinio dichos lugares aparezcan bajo la
advocación de Juno, diosa de nombre romano, puede significar únicamente que la
divinidad originaria sufrió una implantación, a través de lo que se conoce como
“interpretatio”, por la que el autor del texto, un latino, consideraba su
equivalente. Quizás ya dicha suplantación fue promovida por el propio Juba,
fuente inmediata de Plinio, que escribió su obra en griego y pudo haber
conocido las islas con el nombre de “islas de Hera” (cf. Ptol. IV,6,14). En
cualquier caso esta práctica está perfectamente atestiguada en muchos puertos
del extremo Occidente, donde la presencia de dioses griegos o latinos se
explica como una adaptación a la religiosidad grecolatina de divinidades
semitas preexistentes.
...En cualquier caso, el abandono de Mogador en la segunda mitad del
siglo VI a.e.a., que coincide con el fin de un determinado modelo económico (la
“segunda fase” en el esquema de López Pardo), supuso el fin de toda exploración
y reconocimiento de la costa atlántica africana en dichas latitudes extremas.
Las “islas de Tanit”, “islas de Hera-Juno” de los grecos latinos, fueron
olvidadas y su recuerdo reducido a los datos que de ellas quedaron registrados
en la documentación conservada en Gadir (quizás también en Lixus y despues en la Cartago púnica) y tal vez
también a algunas vagas referencias en las tradiciones orales que pudieron
circular en el entorno marinero de la ciudad.” (José Á. Delgado Delgado, 2001:
1 y ss).
Es evidente que los contactos de pueblos libio-púnicos con las islas contribuyeron
a la expansión del culto a la
Diosa Tanit, pero es más que probable que este culto ya se
practicara en las islas en épocas anteriores a la arribada de estas
poblaciones. Este aserto queda refrendado por el hecho de que la simbología
representativa de la Diosa
difundida en las islas, es mucho más arcaica que la empleada en Cartago en la
época en que ésta promocionó el poblamiento de las islas con poblaciones
libica-mazigias. Ello nos autoriza a creer que la población que habitaba el
territorio antes de la llegada de estas nuevas expediciones, no sólo tenía un
origen claramente norteafricano, sino que eran portadores de una cultura
religiosa feno-púnica anterior a la cartaginesa y, como hemos indicado más
arriba, con un gran substrato cultural de origen egipcio.
En este contexto es en el que hay que insertar la noticia trasmitida por
Pseudo Aristóteles (Mir. 84) y Diodoro Sículo (5.19-20) del descubrimiento
accidental de una isla en el Océano por “naves fenicias” (gadiritas) que
merodeaban la costa africana, que entendemos que se debe identificar con el
Archipiélago Canario, muy posiblemente con Gran Canaria, donde se reconocen
multitud de vestigios púnicos. Su descubrimiento dio lugar a un asentamiento,
posiblemente de pobladores gadiritas, que llegó a ser conocido y codiciado por
los etruscos, y que Cartago mandó destruir por temor a que se estableciera una
colonia a sus espaldas. Aunque se admite que los textos se escriben en torno al 300 a.d.n.e., los hechos que se
cuentan se remontan a la época de la expansión etrusca, anterior al último
tercio del siglo VI o comienzos del V a.C., entre la batalla de Alalia (540
a.d.n.e.) y las Cumas (474 ad.n.e.) en las que los etruscos ganan y pierden,
respectivamente, su poder marítimo. El relato refleja, pues, el enfrentamiento
entre Gadir y Cartago, el intento del cierre del Estrecho a las navegaciones no
cartaginesas y muestra el cambio de orientación de las bases económicas de
Gadir originado por la crisis del comercio de metales hacía la explotación de
los recursos piscícolas, para cuyo propósito crea una amplia red de factorías
de pescado en cuyo contexto, según demuestra R. González Antón et al. (1995),
debe comenzar a insertarse la protohistoria de Canarias. Esto es lo que
decididamente indican con claridad, además de lo mencionado para Gran Canaria,
los datos: “piedra Zanata” (González Antón R., 1995) y anforoides en Tenerife;
hipogeos en Gran Canaria (Balbín Behrman, R. et al., 1999): González Antón, R.
et al. 19995); Representaciones de Tueris y Tanit (Atoche Peña, P. 1997); pozo
de cámara púnico con representación de Tanit (Atoche Peña, P. et al. 1999) y
escarabeos (Atoche Peña, P. Et al.1999) en Lanzarote; presencia de palmeras
datileras (Santana Santana, A. y Rodríguez Toledo, J.M., 1997) en varias islas,
y un largo etcétera que es difícil resumir aquí.” (Enrique Gozalbes Cravioto,
2002: 47-48) Son varios los lugares en nuestras islas que desde nuestro punto
de vista tienen connotaciones feno-púnicas y que veremos en su lugar, y que
están íntimamente ligados a la
Diosa Tanit, Tara o Chaxiraxi.
Es probable que la religión de la Diosa-Madre, tal cual
la practicaban los feno-púnicos se
sobrepusiera a otras formas de adoración practicada por los primitivos
moradores de las islas antes de la llegada de los contingentes libios-fenicios,
suponemos que sin grandes traumas ya que básicamente los respectivos panteones
se componían de iguales o similares deidades, variando quizás algunos aspectos
puramente formales de las prácticas rituales, ya que como es natural las
prácticas religiosas al ser parte esencial de la comunidad, van evolucionando
externamente es decir en sus ritos, conforme lo hace la sociedad que los
practica.
En Cartago, la epigrafía y los templos primitivos documentan el culto
Melkar y Astarté junto con un dios Baal
Shamem, pero es posible que, a comienzos del siglo V a.e.a., se produjera allí
una cierta reforma religiosa, en la que obtuvieron la primacía Tanit y Baal
Hammón. Ellos son objeto de la mayoría de las dedicaciones conocidas, tanto en
Cartago como en su área de influencia en el Mediterráneo central. Tanit,
identificada a veces con Astarté, es el nombre de una Diosa fenicia de escaso
relieve en su país de origen, al igual que Baal Hammón, cuyo epíteto documenta
cerca de Tiro, quizás como el Baal de una pequeña ciudad llamada Hammón, o como
el señor del altar de los perfumes, que
sería el significado del vocablo Hmn. Ambos adquieren una gran importancia como
objeto de las más famosas actividades del culto cartaginés: los sacrificios
infantiles, uno de los temas más controvertidos hoy por los investigadores
(para Tenerife hay una cita como veremos más adelante), pero desde luego el
acto ceremonial más destacado de la religión y la vida pública en Cartago.
En Cádiz, junto al famoso y citado santuario de Melkar, debe señalarse
otro de una Diosa llamada en época romana Venus Marina, que puede ser Astarté,
y el de un Baal Hammón, como probable antecedente del templo de Cronos citado
por Estrabón.
Panteones similares, y más o menos completos los había en las restantes
colonias occidentales, siendo factible determinar por ellos la importancia de
la presencia cartaginesa y el origen de sus primeros fundadores. (Ramón Corzo,
1994: 54)
Otro de los aspectos culturales guanches capaces de acercarnos
cronológicamente a la época de los primeros poblamientos de las islas, lo
son sin duda los petroglifos, este
arte ampliamente difundido en todo el
orbe desde tiempos inmemoriales, en nuestro caso nos puede servir de guía para
ubicarnos en el tiempo. Estos petroglifos, (grabados que son realizados en la
piedra) una práctica artística realizada
por todas las culturas, posiblemente desde épocas anteriores al neolítico, en
el Archipiélago Canario los encontramos en todas las islas, su temática es
múltiple y compleja expresando los artistas mediante ellos, diversos aspectos
de la religión, mitos, mensajes sobre conocimientos de los astros o señalan
lugares sacros. Generalmente, en Canarias los yacimientos de grabados rupestres
suelen estar asociados a abundantes restos de cerámica. Es de notar que la
mayoría de estos grabados rupestres suelen estar orientados Este a Oeste,
especialmente los cruciformes que frecuentemente van asociados a espirales
sencillas o complicadas y con giros hacia la izquierda o derecha, símbolos
éstos que desde la antigüedad son
tenidos como representaciones de la fecundidad, del nacimiento y de la vida
después de la muerte.
En cuanto a la cronología de los grabados rupestres de Canarias, los
científicos no mantienen una línea de acuerdo, siendo dispares las
interpretaciones conforme a los intereses que defienden cada grupo en función
del grado de compromiso contraído con una u otra postura, es decir, quienes
practican la investigación por la investigación y quienes investigan partiendo
de las tesis emanadas desde la Metrópolis. Vemos algunos planteamientos
expuestos desde el punto de vista de los primeros por el profesor de la Universidad de
Alicante D. Mauro S. Hernández Pérez: “...En este periodo sólo hemos registrado
el hallazgo de los yacimientos de La
Erita, Tajodeque y El Calvario, los tres en La Palma (Jiménez de Cisneros,
1923), y, en el análisis teórico, la reiteración de las opiniones de R. Veneau
(Hooton, 1970,64), que, asimismo, utiliza J. Pérez Barradas (1939) en su
propuesta de cronología y migraciones en la que los grabados no alfabetiformes
corresponderían a los contactos de la primera población canaria, los
protoguanches, con Marruecos y la Península Ibérica hacia el 2000-1800 a.C.,
mientras las inscripciones alfabéticas, que denomina siguiendo a G. Marcy
inscriptiones tifinagh, se relacionan con una segunda invasión camita situada
hacía el siglo VIII-IX a.C. La aportación más significativa de este periodo es,
sin lugar a dudas, G. Marcy. Sus estudios sobre las inscripciones líbicas
(Marcy, 1937 y 1938) ejercen una notable influencia en los investigadores
canarios. Para G. Marcy los grabados alfabéticos canarios eran análogos a los
saharianos del borde atlántico, desde el Draa al Senegal, siendo sus autores
los propios habitantes de Canarias que como sus parientes los bereberes de
Mauritania conocían el alfabeto líbico.” (Mauro S. Hernández Pérez, 1996:31).
“...La etapa que se inicia en 1970 coincide con la creación y primeras
actuaciones del Departamento de Arqueología de la Universidad de La Laguna. Directamente
implicado, no puedo ser objetivo en la valoración de aquel periodo, que ha sido
considerado de “anquilosamiento” en la investigación, cuando no con otros
términos más duros.”
“En el campo de las manifestaciones rupestres
se produce una excepcional aportación al menos patrimonial. En efecto, el
registro de yacimientos aumentó considerablemente, si bien los dos corpus elaborados en aquellos
años permanecerían inéditos.
Uno de ellos sería realizado A. Beltrán y el otro por nosotros.
Beltrán realizó en 1971 una monografía sobre el Barranco de Balos al que
considera un santuario, cuyos grabados, que responden a un culto a la
fecundidad y al sol, tienen una antigüedad de unos cuatro mil años –desde el
Eneolítico o bronce Medio europeo hasta nuestros días.” (Mauro S. Hernández
Pérez, 1996: 35).
“...Ese aislamiento se entiende porque no hubo navegaciones regulares y
masivas entre las islas. Los guanches contaban historias sobre algunas míticas
travesías entre Tenerife, y La
Gomera y El Hierro, usando balsas de odres inflados, y hay
dudosa descripción de canoas hechas en Gran Canaria con corteza de Drago. Pero
no eran navegantes, entre otras causas
porque en el Archipiélago no existían condiciones optimas para la navegación ni
materiale adecuados para fabricar embarcaciones. Tampoco existen pruebas
arqueológicas. En La Palma
descubrimos un grabado que recuerda determinadas embarcaciones de la
antigüedad, pero como es el único caso hasta el momento, no estamos seguros de
que sea realmente un barco y no sólo lo parezca.” (J.F. Navarro Mederos, 2001).
En cuanto al tan debatido tema de la navegación en las islas, dos de
los autores que nos hablan de
navegaciones entre éstas, son el ingeniero cremonés Leonardo Torriani, cuya
obra sobre la historia de Canarias, aunque era citada por algunos autores como
Núñez de La Peña,
no fue conocida hasta que el
investigador austriaco Dominik Josef Wölfel la tradujera y publicara en
Leipzig, en 1940, y el Ilustre Sabio
Canario, D. Juan Bethencourt Alfonso, quien nos habla de navegaciones entre las
islas usando foles y nos cuenta una sugestiva leyenda de la época mítica.
“Pescaban con cuerdas de cuero y con anzuelos de huesos de cabras; y hacían las
redes de yerbas y de palmas, parecidas a las que se usan en los ríos de
Lombardía, que son cuadradas y cuelgan de una percha larga. También hacían
barcos del árbol drago, que cavaban enteros, y después le ponían lastre de
piedra, y navegaban con remos y con vela de palma alrededor de las costas de la
isla; y también tenían por costumbre
pasar a la isla de Tenerife y a Fuerteventura y robar. Por esta
navegación llegaron a parecerse con los demás isleños, tanto en el leguaje como en algunas costumbres, como se dijo de
Fuerteventura, los cuales imitaron a los canarios en su modo de hacer
justicia.” (Leonardo Torriani, 1959: 113-14) Estas navegaciones entre islas,
puede justificar la presencia en la isla de Tamarán (Gran Canaria), de las hachas
de piedra pulimentadas descritas por el Doctor Chil y Naranjo, y encontradas en
la ciudad de Arucas, (2) Galdar (1) más
otra procedente de La Gomera
y que actualmente forman parte de los fondos del Museo Canario. Es posible que
estas hachas estén elaboradas con piedras procedentes de Fuerteventura,
“...aunque tampoco falte la diorita en las Islas Canarias, pero no en la Gran Canaria, sino en
la de Fuerteventura, donde hemos extraído muestras de esta durísima roca, en el
poblado de Toto, próximo al pueblo de Pájara, y que en rigor debe denominarse
microdiorita por la finura de su grano...”(Simón Benítez Padilla, 1965: 150).
La pregunta es simple ¿Cómo llegaban las piedras de Furteventura a Gran Canaria
y La Gomera? Por otra parte, la tamusni (historia oral)
recoge que, por la punta de la rasca, en Arona (Tenerife) acostumbraban a
desembarcar los canarios y Palmeros que venían a comerciar y en ocasiones a
robar ganado, como apoyo a esta posibilidad puedo atestiguar que hace años
recogí en el poblado de la Rasca,
algunos fragmentos de una cerámica de hechura fina y color negro que algunos
entendidos adscribieron a la cerámica pre-colonial de la isla de La Palma.
En cuanto a la navegación con foles, existen varias narraciones que atestiguan navegaciones entre islas en épocas pre-coloniales y míticas. Según
Bethencourt Alfonso, los guanches de Tenerife conservaban la reminiscencia de
una pavorosa catástrofe... referida de dos maneras por sus descendientes:
“Según unos, cierto día infausto, en medio de terremotos, erupciones volcánicas, y temblores se abismó
“la isla anegada que no volverá a aparecer hasta que no se hunda otra de las
siete que habitamos”; pero según otros, los cataclismos fueron sucesivos en un
lapso de tiempo más o menos largo, quedando las islas como en la actualidad menos Tenerife y Gran Canaria que
siguieron unidas por un arrecife entre
Naga y la Isleta
en Gran Canaria que al fin desapareció también.”
Relacionadas con estos trastornos geológicos circulan algunas consejas,
de las que reproducimos las tres siguientes:
“Cuentan que una joven de la nobleza del tagoro Archaha, reino de Adeje,
llamada Guilda, en vísperas de casarse murió repentinamente su prometido y
pasado algún tiempo descubrió con horror que era madre. Desesperada, porque
según la ley la arrojarían viva al mar, confióse a un siervo pescador, y
convinieron en que la única probabilidad de salvarse era ganar la isla de La Gomera sobre una balsa de
foles o zurrones. Todo preparado, una noche de tiempo favorable embarcó con
gran sigilo por la playa de Troya, no sin ofrecer a su cómplice que haría una
gran hoguera si lograba escapar, pues creían que La Gomera, Palma y Hierro
estaban deshabitadas desde la catástrofe, porque nunca vieron fuego en ellas.
Pero lo más curioso de dicha tradición tinerfeña es que se completa con
otra que hemos recogido en La
Gomera. Existe en esta isla cerca de San Sebastián, la aún
llamada Playa de la guancha, porque en tiempos muy remotos apareció por allí
una joven de Tenerife embarcada sobre zurrones. El acontecimiento conmovió la
isla, y llevada ante el rey contó sus desventuras y la causa que le obligó a
huir de su tierra; añadiendo que no esperaba encontrar gente porque nunca
habían visto fuego. Como los indígenas ignoraban el modo de obtenerlo, les
enseñó frotando dos trozos de madera; y fue tal el entusiasmo que el príncipe
la tomó por esposa prohijando el ser que llevaba en las entrañas. Pasado algún
tiempo los esposos fueron a Tenerife, saltando por la aguja de Teno.
Una sobrina del rey Archinife de Adeje, llamada Guajara, era tan notable
por su belleza que llegó a oídos del libertino Tauco, primogénito del soberano
de la isla de Canaria, que hizo viaje a Tenerife para comprobar lo que
pregonaba la fama. La realidad superaba a cuanto le habían dicho y la solicitó
por esposa; pero aunque el rey apoyó con calor la demanda, Guajara alegó varios
pretextos para rehuir el compromiso. Después de varios viajes de Tauco,
descubrió que era rechazado porque existía un rival oculto y favorecido, el
tagorero Ucanca, gobernador de esta región y el guerrero más acreditado de su
tiempo.
Tauco juró venganza; y como se enteró que Guajara acompañada de dos
siervas iba con alguna frecuencia a recrearse de los retamales de Afonche, le
preparó una celada con algunos de sus vasallos y consiguió sorprenderla y
forzarla, huyendo seguidamente para Canaria temeroso a las consecuencias. No
retornó Guajara a la corte, sino que se encaminó al gobierno de su amante, para
revelarle lo sucedido; y Ucanca lleno de ira, después de ocultar a su prometida
en la cueva del mal país al amparo de sus hombres de guerra, marchó en
persecución de Tauco. Cuando llegó a Naga ya su enemigo había partido para
Canaria; a cuyo punto se dirigió salvando la distancia, “por foles y por otras
andando sobre los arrecifes”.
Después de matar Ucanca a Tauco en singular combate, se casó con su
prometida; pero irritados contra el rey de Adeje por haber patrocinado a Tauco,
se revelaron levantando pendones contra el soberano hasta que lograron enseñorearse
de la isla, fundando la dinastía de los Guajara tan celebrada en las
tradiciones.
Pasadas algunas generaciones, un poderoso monarca de la dinastía de los
Guajaras tuvo un hijo llamado Binicherque, tan orgulloso que no teniendo hermanas y no encontrando
entre la nobleza de la nación mujer diga de elevarla al trono, puso los ojos en
una princesa hija del rey de Canaria; a la que iba a galantear “recorriendo el
camino partes andando y parte sobre foles”. Creemos que estos mitos ocultan
sucesos positivos. Así, por ejemplo, en el banco o arrecife entre Tenerife y
Canaria vislumbramos trastornos geológicos mas o menos grandes, [...] Claro que
estas interpretaciones no pasan de meras hipótesis, pero ya se ha convenido en
que la Mitología
es la historia del pasado exornada por la poesía de las generaciones
sucesivas.” (Juan Bethencourt Alfonso, 1991, tomo I:62-64).
Nos hemos permitido esta digresión, para dejar patente que si bien en el
Archipiélago Canario no se practicaba una navegación continuada y digamos
“reglada” no por ello, nuestros ancestros la desconocían. Siendo como eran las
sociedades isleñas mayoritariamente ganaderas, que no practicaban el comercio
especulativo y que además eran sociedades desarrolladas hacia dentro, es decir,
“encerradas” en sus islas, poco interés pusieron en desarrollar la navegación
máxime cuando la mayoría de los grandes males que les afligían, siempre
provenían de la mar. Por otra parte, es plausible que en alguna época sí
practicaron la navegación a gran escala, la propia fragilidad de los materiales
han hecho que no llegara hasta nosotros pruebas materiales de su existencia. No
compartimos el planteamiento de algún autor que afirma que en las islas no
existía materiales idóneos para la construcción naval, debemos admitir que si
se refiera a elementos metálicos lleva razón, pues en las islas no existen
metales factibles de ser transformados con medios artesanales, pero en cuanto a
las maderas que eran los materiales básicos en la construcción de buques, las
islas de Tenerife, La Palma,
La Gomera y
Gran Canaria, eran abundantes en pinos, cedros, tilos y en maderas nobles. Así
mismo, los dragos alcanzaban grandes proporciones, no siendo imposible
construir con ellos embarcaciones de considerables dimensiones, las cuales una
vez debidamente impermeabilizadas con pez o resina de pino podían transportar a
diez o doce navegantes.
En el Barranco de Balos, en Agüímes, isla de Gran Canaria existe un
yacimiento de grabados rupestres entre cuyos motivos hay uno que consta de tres
caballos con jinetes en un primer plano y unos dibujos en segundo plano que
sugieren árboles más concretamente unos pinos.
El dibujo, por sí sólo es una pieza extrañísima pues hasta el
descubrimiento de este yacimiento no se tenía noticias de que los antiguos
Canarios tuviesen conocimiento de la existencia de éstos equinos. La curiosidad
ante tan insólita representación nos obligó a
indagar en busca de manifestaciones paralelas en nuestro entorno
cultural, nuestros esfuerzos se vieron recompensados por el hallazgo de otro
grabado similar localizado en un yacimiento de la antigua Nuvia egipcia,
elaborado quizás con la misma técnica y que igualmente representa a tres
caballos con jinetes, pero en esta ocasión éstos son guerreros que portan armas
y escudos y además forma parte del conjunto un elefante. Pero, siendo
extraordinaria la similitud que muestran ambos grabados no es menos
extraordinario el hecho de que este grabado nubio, está datado nada menos que
en el 3.800 a.e.a.
Creo que esta datación nos puede aproximar la época en que se produjo el
primer poblamiento de las islas, o por lo menos a una de las primeras arribadas a la isla Tamaránt
(Gran Canaria).
La estrella de ocho puntas.-
La estrella de ocho puntas es usada desde época prehistórica por los
pueblos y culturas de todo el planeta, en Canarias es símbolo universal de La Diosa Madre Chaxiraxi
en cualquiera de sus aspectos o advocaciones.
Existen en la iconografía mundial, muchas representaciones distintas de
la estrella de ocho puntas. Desde los tiempos de Mesopotamia y Babilonia, las
gentes de Tartessos, de Grecia, de Egipto y Bizancio, los imazighen de la Península Ibérica,
los persas, y posteriormente los caballeros del Temple, de Malta, de San Juan y
Teutónicos, usaron y representaron este símbolo casi hasta la saciedad.
Esta estrella, que contiene la fuerza primordial y precisa de la Voluntad sin límites, nos
recomienda Es un entrelazado sin fin, un símbolo de la vida sin límite, aquí y
ahora.
Por tanto, la estrella de 8 puntas es uno de los distintivos más
absolutos de realización espiritual.
Por los monumentos conocidos y estudiados, parece ser que fueron los
sumerios, inventores de la escritura en Mesopotamia, en el 3.500 años antes de
la era occidental actual los primeros en utilizar este símbolo religioso.
En los textos de las tablillas de Mesopotamia, la estrella de ocho ramas
o puntas adaptada a la escultura cuneiforme acompaña al nombre de la Diosa como símbolo de su
naturaleza divina.
Estrella de ocho puntas, es el símbolo de Diosa Madre en su aspecto de Inanna/Ishtar.
En Sumeria era conocida como Inanna y posteriormente en Babilonia, y en
su zona de influencia cultural en todo el Oriente Medio recibe los títulos
honoríficos de Reina del Cielo y Señora de la Tierra.
Existe documentación muy importante referida a la descripción de la
constelación de Virgo que tiene su origen en la antigua cultura
asirio-babilónica.
Se asocia al planeta Venus, estrella de la mañana y del anochecer. Su
símbolo es una estrella de ocho puntas. En su honor, los astrónomos han llamado
Ishtar Tierra a un continente de Venus. Ishtar estaba asociada al planeta Venus
como estrella de la mañana, y en las fronteras de Babilonia se la representa
mediante una estrella de ocho puntas. También se la representa de pie,
completamente desnuda, con las manos encima del vientre, o sosteniéndose los
senos, o blandiendo un arco sobre un carro tirado por siete leones.
Esta constelación siempre ha sido femenina, y ha estado especialmente
asociada con la tensión existente entre fertilidad y pureza. Los babilonios
asociaban esta constelación como queda dicho con la diosa Ishtar, también
conocida bajo el nombre de Asthtoreth o Astarte, posteriormente Tanit. La
última es la precursora de Eostre, la
Diosa sajona de la fertilidad y de la primavera, cuya
festividad, celebrada en el momento del año en que Virgo empieza a ser muy
visible en el cielo.
Para los pitagóricos, ocho es el número de la perfección. Y no es
casualidad que el ocho presente la misma forma que el signo “infinito”.
Cicerón, en el Sueño de Escipión, se refiere a este simbolismo.
Escipión el africano revela a sus nietos las relaciones entre lo temporal y lo
espiritual. Evoca a las estrellas lejanas que brillan más allá de los planetas
y que pertenecen a la esfera de ‘las estrellas fijas’. Estas representan las
regiones de la experiencia espiritual que se mantiene más allá del campo de las
vicisitudes terrestres. Más próximas, las órbitas de las siete luminarias se
sitúan en un plano geocéntrico. A cada uno de los siete planetas, le asigna una
nota, correspondiente a la vibración que éste emite en su rápido curso por el
espacio.
Es bastante conocido que, para los pitagóricos griegos, el número ocho
simbolizaba la perfección, mientras que, para los primeros cristianos,
representaba la regeneración de las almas. La estrella de ocho puntas y la
flor de ocho pétalos han adornado desde los orígenes el velo y los ropajes de
la virgen católica, tanto en los iconos bizantinos como en los griegos. Según
varios autores, el simbolismo de esta estrella tiene gran relación con el
propio del número 8 en sí, cuya forma simboliza el nudo sin fin, el Infinito.
Al margen de otros significados, la estrella de ocho puntas engloba, de
una forma matemática y simbólica, la concreción de los espíritus que, habiendo
auto reconocido su inmortalidad, habiendo regresado y vencido a la muerte
física, y habiendo transmutado sus errores, regresa al mundo con el fin de
ayudar y enseñar a sus semejantes. El espíritu Vital, una vez adquirida la “confirmación” de su
maestría, puede llevar su visión del mundo espiritual hacia abajo, sin ser
puesta en peligro. En este estado, el Espíritu Vital de nuevo recentrado en la
materia, pero esta vez en completo equilibrio (representado por la estrella de
ocho brazos).
Tanto el número ocho como el octógono tienen un valor de mediación entre
el cuadrado y el círculo, entre la tierra y el cielo, por lo que en hermetismo
se considera al ocho como el número mágico de Hermes, el dios mediador y
comunicador por excelencia, capaz de unir lo inferior con lo superior y de
armonizar los opuestos. Siendo el cuadrado representación de la tierra y el
círculo una imagen del cielo, al octógono se lo considera como una figura
intermedia capaz de unir a ambos. La figura del ocho tiene relación con las dos
serpientes enlazadas del caduceo hermético, símbolo del equilibrio activo, del
continuo movimiento de las fuerzas antagónicas que se armonizan al elevarse
enroscadas alrededor de una vara coronada con las alas de Mercurio,
convirtiéndola en un cetro de poder capaz de dominar las fuerzas inferiores de
la materia. Tumbada, la figura del ocho es el símbolo de lo infinito, del
eterno movimiento de la espiral de los cielos, ya sea hacia fuera o hacia
dentro, hacia la creación o hacia la disolución
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