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lunes, 2 de noviembre de 2015

Mitos de la Antigua Iberia




Toda mi vida me he guiado por una ley, una ley elemental: honra a los dioses, ama a tu mujer y defiende a tu patria.
(Héctor de Troya, David Benioff)

 Este artículo es un recopilatorio de reseñas que fui publicando en Facebook, de extensión muy variada, sobre todo sobre dioses, pero también héroes, monstruos, seres fantásticos y hechos mitológicos, en los cuales creían los habitantes de la antigua Iberia y sus islas (comencé anunciándolas como “hojas parroquiales” en broma, hasta que me percaté de podían contener cierta “calidad”). Se centra en los dos primeros milenios a.C., es decir edades del bronce y el hierro hasta las guerras púnicas y posterior conquista romana; aunque es imposible no hundirse en las raíces neolíticas de algunas de estas creencias, del mismo modo que la mayoría de ellas pervivieron durante la Hispania romana y hasta la supremacía del cristianismo.
No están todos los que son, especialmente los importados por Roma o Cartago, posteriores a mi época objetivo, pero creo que sí son todos los que están. Los hay de muy diversa naturaleza y predominantes en las distintas áreas de Iberia (“ibérica” o “céltica”), así como de distinto origen (autóctono neolítico, indoeuropeo céltico, indoeuropeo micénico, semítico, etc.).
El orden de exposición no es temático, geográfico o de alguna manera cronológico, sino que he preferido hacerlo exactamente en el orden en que fueron apareciendo mis reseñas, lo que pienso que otorga más variedad y amenidad a la lectura al artículo. Esto no es un diccionario de mitología ibérica.
Comprobaran, que la naturaleza y origen de estos dioses, héroes y seres fantásticos, son plurales y diversos a más no poder, como lo somos los actuales naturales de Iberia y sus islas, donde es frecuente encontrar personas que pasaríamos desapercibidas en El Magreb, el Levante Mediterráneo, Centroeuropa, las Islas Británicas, o por supuesto, más comúnmente, en las vecinas antigua Galia, Península Itálica e islas del Tirreno. Por ello somos tan guapos, chulos y encima, buena gente, como nuestros antiguos dioses.
Sin más preámbulo inicio este viaje con los dioses de la antigua Iberia, espero que os resulte interesante.

Epona

La Diosa caballo, o el “Caballo Divino”. Venerada en todo el mundo céltico. Contaba con devotos en la caballería del ejército romano. Vinculada al agua, la fertilidad y la muerte, es una diosa madre.
Diosa de los Caballos: Adorado(a) en Andalucía. Reinaba en el mundo de los difuntos y estaba asociado(a) a los caballos. Ente los íberos aparecían los caballos en muchos monumentos funerarios. El caballo tenía un papel primordial en los procesos célticos de heroización. Aparece en las tumbas principescas.

 

Adorada en Tartessos y en el área ibérica mediterránea. Con raíces en el neolítico, figuraba entre las divinidades principales, gran diosa de la vida y de la muerte y de la fecundidad, señora de los animales y las plantas, polifacética y omnipresente.
Venerada también según múltiples hipóstasis egipcias, fenicias o griegas. Era para los fenicios Astarté y Tanit, Deméter o Ártemis para los griegos, divinidad de los espacios salvajes, que daba consejo a los elegidos a través de una cierva blanca. Podía traducir, en estos casos, la concepción de una diosa local más antigua.
Aparece en ambientes funerarios, uno de sus dominios más propios, ejerciendo de diosa de la inmortalidad, poder sobrenatural sobre la vida y la muerte y garante de la esperanza de sus seguidores de pasar con su protección del reino de la una a la otra; del triunfo de la vida allí donde los humanos la pierden. Aparece en las más ocasiones en esta faceta, entronizada en cajas para recoger los restos de una cremación, o en figuras de mayor porte, coronando tumbas tumulares, en actitud de recibir maternalmente en el más allá a los fallecidos.
También aparece asociada a animales y plantas que simbolizan su carácter de diosa nutricia, señora de los animales –Potnia Therón en griego-; a veces asociada a animales acuáticos, como divinidad universal y señora de cualquier medio, sujetando dos airosos patos. Como expresión de su gobierno en la tierra y en el cielo, aparece alada y asociada a un disco radiado de significado solar o astral. Unida a la tierra y a la vegetación, pero también al cielo y al mundo astral, el que rige los días y las noches, las estaciones, la alternancia del calor, la luz y la vida, y del frío, la oscuridad y la muerte. Disponía de animales servidores.
Resulta familiar entre los íberos, una o múltiple, sedente en un trono con respaldo alado, con un pichón en la mano izquierda. En el mundo tartésico desnuda y en posición frontal, con tres pares de alas desplegadas, sentada con las piernas abiertas –referencia a la maternidad- en una sillita de tijera y entre elementos vegetales, que sujeta con las manos, poblados de pájaros.
GA, GE, GI, MA, DA y TA son diferentes formas con las que estas gentes denominaban a la Madre Tierra, expresión más adecuada en las lenguas tartésica e ibérica.

Tríada dios – Madre Tierra – Señor

Creencia religiosa que se repite (inscripciones siglo VIII a.C. a I d.C.) entre los tartesios, los íberos y entre los llamados celtíberos; especialmente el concepto de Dios, de la Madre Tierra y del Señor: su trinidad. Una tríada muy propia de las numerosas religiones del Mediterráneo y del Oriente Próximo.
Probablemente aquellas gentes que habitaron la Tartéside importaron el monoteísmo a Iberia desde el Oriente Próximo a bordo de sus navíos mercantes como consecuencia de sus contactos comerciales con los israelitas, quienes antiguamente habían vivido en Egipto adorando a El, padre de Bel, culto propagado por los hicsos ( Ezequiel 20.8); y lo sincretizaron con cultos ancestrales a la Diosa Madre creando una peculiar tríada formada por Dios, llamado Aquel, el Señor y la Madre Tierra que se mantendrá entre íberos y celtíberos.
A Dios le llaman de una forma indefinida y el Señor, es su hijo, Baal, un apelativo de connotaciones eminentes (“el señor, el esposo”).

Ataecina

(Ategena).
Diosa particularmente venerada en la Lusitania con dimensión principalmente infernal. Identificada a la griega Perséfone, gran diosa del mundo del Hades, de los infiernos y de la tierra, la de los famosos misterios eleusinos (ritos de iniciación anuales al culto a las diosas agrícolas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis, cerca de Atenas, en la antigua Grecia). De todos los ritos celebrados en la antigüedad éstos eran considerados los de mayor importancia. Estos mitos y misterios se extendieron posteriormente al Imperio Romano. Los ritos, así como las adoraciones y creencias del culto eran guardados en secreto, y los ritos de iniciación unían al adorador con el dios, incluyendo promesas de poder divino y recompensas en la otra vida.
Se asocia a la cabra, como atributo o animal de sacrificio, con cuya figura se hacían exvotos de bronce dedicados a la deidad. Su santuario principal estuvo en la ciudad de Turobriga (Aroche, Huelva). Su culto se extendió por la Beturia céltica y regiones próximas (a la tierras entre el río Anas y el río Betis se las llamaba Beturia, la céltica correspondía a la Sierra Morena más occidental, las cuencas pacenses hasta el río Anas y las penillanuras del Andévalo onubense y del Alentejo portugués hasta el Algarve), en Mérida se tienen numerosos testimonios de la gran devoción que se le profesaba. Tuvo también uno de sus templos importantes en Alcuéscar (entre Cáceres y Mérida), con numerosas inscripciones dedicadas a ella.
Se cree que el nombre de Ataecina puede provenir del celtíbero ate gena, la “renacida”.

Astarté

Una segunda reseña sobre mitología ibérica, que tras haber comenzado por el noroeste y centro de la península, nos sitúa en la costa mediterránea y en el área del estrecho. Pienso que esta deidad era una de las más queridas por nuestros antepasados del primer milenio a.C, y ya la he mencionado anteriormente como “advocación” de La Diosa Madre. Es posible que también os recuerde a alguien muy venerado en Iberia en los dos últimos milenios, lo que para mí no sólo no contradice sino que confirma, pero ese es otro asunto de enorme interés e importancia para mía, que no obstante queda fuera del objetivo de este artículo y es merecedor del suyo propio.
Astarté es la principal diosa fenicia, representada con alas, desnuda y sentada en un asiento sin respaldo flanqueado por esfinges con coronas egipcias. La esfinge era vista por los íberos como portadora sobre sus lomos de las almas de los difuntos al más allá y Astarté la conducía, sujetando la esfinge a la diosa con sus garras.
Es diosa del amor y de la fecundidad. Como reina de los cielos, su representación era la estrella de la mañana y sus principales devotos eran los marinos. En Babilonia era conocida como Ishtar y en Cartago como Tanit.
Fue muy aceptada por los íberos del sur y del levante, con gran abundancia de imágenes suyas en Iberia, incluso en zonas de influencia celta. Era también la Venus Marina (denominación de tiempos romanos), venerada en una isla próxima a Cádiz, donde tenía un templo con una profunda gruta y un oráculo; o la diosa infernal, que disponía de un rico templo, con cueva y oscura cripta, en un cabo hacia la desembocadura del río Iberus (Tinto), donde se sitúa el actual monasterio de Santa María de la Rábida. También era venerada en un santuario en la cueva ibicenca de Es Cuyram.
Sus figuritas se usaban en libaciones rituales, de leche u otro líquido asociado a la fecundidad; en ellas un hueco en la cabeza comunica con agujeros en los senos, bajo ellos la diosa sujeta un recipiente con las manos.

La Luna

Se trata de una rara deidad venerada tanto en la Iberia “ibérica” como en la “céltica”, de hecho quizá la única que cumple esto de manera completa. No obstante y esto es una intuición mía, creo que la forma de adorarla era distinta en un área y otra, ligada con la distinta religiosidad, más individual, intimista y “urbanita” en la ibérica y más colectiva, festiva y “naturalista” en la céltica.
La Luna, conocida como “Noctiluca, la Luz de la Noche” en el área de Málaga y como “Lux Divina” en Andalucía occidental y Extremadura. Frente a las costas de Málaga había una isla consagrada a ella. También existía hacia la desembocadura del Guadalquivir, un santuario dedicado a “Phosphoros” o la “Lux Divina”, identificado con Venus en época romana.
Adorada también en el norte, en la Hispania céltica, era una de las divinidades principales, con gran proyección astral o celeste en la esfera de las creencias funerarias. Su símbolo en las lápidas es una luna creciente. Se celebraban en su honor fiestas nocturnas en las noches de plenilunio, en que las familias enteras danzaban hasta el amanecer a las puertas de sus casas, donde se le hacían sacrificios. Se la consideraba la morada de los difuntos (luz de los muertos) y protectora sobrenatural y del ciclo lunar de las mujeres, relacionándosela con la fecundidad.
Los celtíberos adoraban por su parte a una divinidad cuyo nombre era tabú, asociada a la Luna. El culto estaba relacionado con el hecho de que estas sociedades eran matriarcales y ganaderas. En las estelas de los ambientes célticos adquieren especial desarrollo los signos astrales.

Ninfas

En mi opinión de aficionado a la mitología y la antigüedad en general, las ninfas no serían “deidades” propiamente dichas, sino “seres mágicos”, en concreto una subdivisión del pueblo feérico (hadas, elfos, duendes, sirenas…),  con referencias y variantes muy extendidas por las mitologías de todo el mundo y omnipresentes en el folklore europeo.
Las ninfas son Diosas femeninas de las fuentes, su lugar de culto eran los centros de aguas salutíferas. Eran divinidades de la salud y de la fertilidad femenina.
Conocidas como Matres en la Iberia indoeuropea en época romana, de bien ganado prestigio, con abundancia y amplia distribución de lugares de culto, diosas de la fecundidad de la tierra y de las aguas.
Referencias sobre su origen en la mitología griega:
  • Véase el apartado Hércules – El Jardín de las Hespérides, más arriba: Eran estas unas ninfas de poniente, hijas de La Noche, que las dio a luz sin yacer con nadie; cuidaban las hermosas manzanas de oro y los árboles que las producían…
  • Urano era El Cielo, hijo sin padre de Gea, a la que cubre y rodea por completo. Hogar seguro y eterno para los dioses. Padre, con Gea, de los doce titanes, los tres cíclopes y los tres hecatónquiros. La sangre de su herida engendró gigantes, ninfas y a Las Furias.
  • Tetis: Titán creador, con Océano, de las oceánides o ninfas del mar.
Una reflexión de mi cosecha: No deja de ser curioso, como a partir de la Era Cristiana, al menos en Iberia, las “apariciones” de La Virgen, tienen lugar repetitivamente en lugares apartados, a menudo en las montañas y junto a fuentes de agua (salutíferas).
Pese a lo que he oído a gente que tiene poco cariño a la iglesia católica, afirmando que este culto fue una imposición, en cuanto se informa uno mínimamente sobre el asunto, descubre que al contrario, la iglesia, muy patriarcal en su origen, tuvo que “tragar” con este nuevo fervor religioso, con sospechoso tufo pagano e “indígena”, debido a la abrumadora demanda popular. Al fin y al cabo afirmaban que se les se les aparecía la madre de Jesús… Procuro no confundir la divinidad y la trascendencia, con sus múltiples manifestaciones, cuya diversidad escapa por completo a mi entendimiento, pero no a mi aceptación.

Animales y lugares sagrados

Esta entrada está referida al área “ibérica” y más en concreto, a localizaciones y creencias del cuadrante sur este de la península.
Animales y lugares sagrados, reales o fantásticos, con los que los pueblos ibéricos representaban demonios, poderes y fuerzas, que estaban presentes en todo y poblaban un mundo contemplado con angustia o con temor, situado en la cara no visible del cielo o de la tierra, intuido tras la luz cegadora del sol, en las tinieblas de la noche, en el fondo del mar o en los ambientes apartados del bosque o de la montaña. Era el domino preferido de los dioses, desde donde regían la naturaleza, tanto en lo cotidiano –ciclo renovador de las especies, regularidad de los ríos y de la lluvia, curso de los astros-, como en las manifestaciones contundentes –rayo, tormenta, huracán, terremoto-, avisos del poder de los dioses.
Los animales tenían importancia para la religiosidad ibérica, como acompañantes o atributos de los dioses, o por ser directamente objeto de veneración, como el toro. Las vacas eran sagradas en Iberia, descendientes de las que Hércules había regalado a uno de sus reyes. El toro era símbolo de virtudes fecundantes en las culturas del Mediterráneo; tenía un santuario en Porcuna (Jaén), donde se le representaba con una flor en el testuz.
El caballo tenía un santuario en El Cigarralero (Murcia), aunque más bien estaría dedicado a un dios dominador o protector de los caballos, de suma importancia en la economía y la vida aristocrática.
Los iberos creían que el tránsito a la otra vida podía hacerse a través de las entrañas de un animal como el lobo. Aparece en múltiples representaciones.
Ciertos lugares naturales eran idóneos como puntos de confluencia: las cuevas, una puerta a lo oscuro, al abismo; las montañas, donde más se acercan el cielo y la tierra; todo límite o lugar de paso podía servir de tránsito con otros mundos no perceptibles. En todos ellos proliferan santuarios ibéricos. También eran espacios sagrados las necrópolis, con poderosa carga de significado familiar.
El santuario del Cerro de los Santos (Montealegre del Castillo, Albacete), asociado a manantiales y a la veneración de una divinidad salutífera, es la mejor manifestación, en la órbita de la Vía Heraclea, con sus célebres exvotos de estatuas de piedra, de la clase social más alta ibérica. La importancia de los linajes explica el añadido del nombre del dedicante a las esculturas.
El encuentro con la divinidad era privilegio de los poderosos en el área ibérica, que engalanaban las figuras de divinidades, preferentemente femeninas, con joyas y ropas. En el santuario de la Serreta de Alcoy (Alicante) predominan los exvotos de barro. Una paloma es el atributo de la diosa.
Otro gran santuario se halla en el Collado de los Jardines, en el paso de Despeñaperros (Santa Elena, Jaén). Asociado a una cueva y a los acantilados, en él se depositaron miles de pequeños exvotos de bronce, figuritas humanas, animales, miembros, carros o armas. Había ceremonias que exaltaban la virilidad y el ejercicio de la fuerza de los guerreros. La divinidad tenía caracteres salutíferos y fecundantes.
Los iberos eran más propensos a las metáforas que dieran cuenta de conceptos abstractos, que a una narrativa que compusiera una mitología a través de la cual explicar sus concepciones religiosas, como sí hacían los griegos.
En Pozo Moro (Albacete) se recordaba a un héroe fundador que robó a los inmortales el árbol de la fecundidad y lo trajo a los humanos, al estilo de Gilgamesh. Se trataba de algún rey de las primeras etapas del mundo ibérico, enterrado en el monumento.
Su lugar de culto era en un monte cerca de Olisipo (actual Lisboa), donde soplaba un fuerte viento.

Deva

Mi penúltima, pensé, reseña sobre mitología en la antigua Iberia, aunque acabó siendo la última; también perteneciente al área indoeuropea, muy cortita, pero que también ayudará a recordar las manifestaciones de La Divinidad en que creían nuestros antepasados.
Deva es una diosa celta de las aguas fecundadoras, que era adorada en la cordillera cántabra.

Parece por tanto relacionada con las ninfas en esa área ¿Tal vez su reina…?

Epílogo

Este, puede considerarse secuela de mi artículo principal, donde describo la época y el “mundo” de las gentes que creían en toda esta mitología, así como las fuentes publicadas que manejo:
https://jocilesferrer.wordpress.com/2014/11/09/iberia-en-los-tiempos-miticos-bibliografia-y-teoria/.
Donde efecto nombro los tiempos míticos, pero no hablo (casi) de su mitología, pues aquí he enmendado ese aspecto.
Y mis otros artículos, hasta la fecha, donde hablo de aquellas gentes o sus antecesores:
https://jocilesferrer.wordpress.com/2014/01/24/estelas-guerreras-de-la-edad-del-bronce-en-el-arqueologico-de-badajoz/;
https://jocilesferrer.wordpress.com/2015/03/26/los-pueblos-megaliticos-o-antiguos-europeos/;
https://jocilesferrer.wordpress.com/2015/05/21/los-primeros-indoeuropeos-e-iberia/;
https://jocilesferrer.wordpress.com/2015/04/01/emigracion-desde-el-sahara-del-pueblo-protoiberico/;
https://jocilesferrer.wordpress.com/2015/03/12/la-lengua-meridional-ibero-pirenaica/;
Quiero precisar, que habitualmente utilizo las convenciones y nomenclaturas comúnmente aceptadas “académicamente”, aunque no siempre esté de acuerdo con ellas. Y ello por dos motivos, por un lado, como aficionado y no licenciado, ni siquiera estudiante de algún grado oficial de Historia, Arqueología, Antropología, etc., no me considero en posición de cuestionar consistentemente las mismas; por otro lado, pienso que es lo más sencillo para que el público principal al que va dirigido mi blog y artículos como este, es decir, aficionados como yo, se ubiquen y comprendan fácilmente de qué estoy hablando. En ocasiones ha ocurrido que personas que conocen mucho más que yo estos temas y que manejan con gran esfuerzo hipótesis novedosas y muy valiosas, se han mostrado molestos por mi aparente adhesión a la oficialidad, pues esta aclaración va para ellos. Un ejemplo: Suelo hablar de la Iberia “indoeuropea” o “pre-céltica”, en contraposición a la “propiamente ibérica” o “mediterránea”, porque la inmensa mayoría de la bibliografía y fuentes consultadas, así lo hace, es decir, a la llegada de la edad del hierro, considera que la Iberia interior, occidental y nórdica, forma esencialmente parte de la Europa celta, es decir, típicamente indoeuropea, mientras que la franja mediterránea corresponde a un pueblo distinto, el propiamente “ibérico”, mediterráneo pero de origen incierto, sobre todo lingüísticamente; lo que no quiere decir que yo considere ambas áreas como compartimentos estancos, ni que excluya la posibilidad de que los íberos de la franja mediterránea, fuesen también de cultura indoeuropea u otra no formulada hasta ahora por la “oficialidad”. Esto es sin perjuicio de que yo exponga mis propias ideas, opiniones, hipótesis, interrogantes… Si no los tuviera, no me merecería la pena escribir estos artículos como meros “ejercicios de recopilación”.
Y otra última aclaración, mucho más trascendente que la anterior, algunas personas, interesadas como yo en estos temas, cuando leen estas reseñas mías en los diversos foros, deducen que soy neo pagano, seguidor wicca, anunnaki o algo por el estilo. Nada más lejos de la realidad, yo amo el pasado mítico de mi patria, Iberia y sus islas y por tanto siento especial cariño, por las entidades enumeradas y descritas en este artículo, pero que nadie se engañe, soy cristiano católico de metafísica y de fe (recordad que Tolkien compuso todo un cuerpo mitológico completo, siendo profundamente católico…). A quien interese mi “concepto” básico de la existencia puede consultarlo en:
https://jocilesferrer.wordpress.com/about/.
Mi teoría e hipótesis sobre la posible existencia y realidad de todos estos dioses es demasiado complicada y delirante como para resumirla en unas líneas y sería merecedora de otro artículo, porque ni siquiera yo la tengo muy clara…
Todas las fotos y figuras en este artículo están libremente disponibles en Internet.
Gracias por leerme.
Cuando vienen a mi memoria aquellos años de tribulación, sobre todo me acuerdo de nuestras canciones.
Abandonamos esta vida, derramando nuestra sangre en los campos de batalla; pero nuestras canciones sobrevivieron, junto con aquellos de nosotros que retornaron (al combate diario de la rueda de la vida…).
Y aunque ellos abandonarán esta vida una vez más, nuestras canciones sobrevivirán y serán cantadas por nuestros hijos y por los hijos de nuestros hijos.
De esta manera se nos recordará. Esto es lo que éramos: CELT-ÍBEROS.
(Eluveitie, traducción libre)

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