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domingo, 1 de noviembre de 2015

Febrero, la diosa Brigit y la Candelaria




El mes de febrero era un importante momento de celebración para algunos pueblos de la antigüedad, asentados en territorios que comprendían, entre otros,  Galicia y Celtiberia en España, las Galias y Bretaña en Francia, Irlanda, Cornualles, Escocia, Gales y Gran Bretaña en las Islas Británicas;  pueblos luego conocidos todos ellos como celtas o galos. En el hemisferio norte, Febrero es el momento en el que el sol comienza de nuevo a recuperar su fuerza para calentar la tierra, los días se van haciendo más largos, las semillas germinan en el interior de la tierra y las ovejas están ya en condiciones para la lactancia de los futuros corderos.


Es, en definitiva, el mes en el que despierta la fertilidad en la Naturaleza, preparándose para su explosión en la primavera. Y para hacerlo sagrado había una diosa, la diosa madre por excelencia, la Tierra, bajo la denominación de Brigantia o Brigit. A esta celebración se le la denominó Imbolc o Ambiwolka. Imbolc es, pues, uno de los cuatro principales festivales del calendario celta (precristiano), asociado con el ritual de la fertilidad, que fue adoptado como el día de Santa Brígida en el periodo cristiano, y en tiempos más recientes ha sido celebrado como el festival del fuego, uno de los 8 días festivos (4 solares y 4 lunares) o sabats de las rueda del año neopagano.
Este festival se asocia principalmente, como ya hemos comentado, con la llegada del periodo de lactancia de las ovejas, que se aprestan para dar a luz en primavera. Esto puede variar hasta dos semanas antes o después del comienzo de febrero. El nombre Imbolc, en la lengua irlandesa significa “en el ombligo” (i ‘ mbolg), refiriéndose a la gestación de las ovejas, y es también un término celta para ‘primavera’. Otro nombre es Oimelc, que significa “leche de ovejas”.
Por su parte, la diosa Brigit (en gaélico escocés Brid, en galés Brigitte, en el continente e islas Británicas, Brigantia o Brigantu, en la Galia oriental Brigindu, en Galicia Bríxida), era llamada la Excelsa, o la Alta; protegía a las mujeres jóvenes y a los rebaños, importantísimos para las sociedades ganaderas y transhumantes, y se la simbolizaba con una antorcha encendida. Sea cual sea el nombre con que se la nombre, es sin duda la Gran Diosa Madre de todo el panteón pan-celta, pues su influencia llega a todos los rincones donde haya habido tribus y clanes celtas. Es el poder de la nueva Luna y de la Primavera en la Rueda cíclica de las estaciones.
Quizás en los inicios de las expansiones celtas, fuera otro de los nombres de Dana, madre de todos los Tuatha de Danaan, aunque luego con la invasión espiritual cristiana, se desvirtuó en esta acepción para convertirse en Santa Brígida. Como una de las diosas primigenias de los celtas es hija del Buen Padre, “el Dagda”. Es considerada la suprema deidad de la fertilidad y la inspiración creativa, aunque su veneración llega también a su aspecto guerrero, cuidadora de los nacimientos y de la infancia. Es una triple diosa, aunque no posee nombres diferenciados en sus aspectos, a no ser el que forma con otras deidades en su versión como Dana. Quizá sea la misma Cailleach escocesa o la Cally Berry de los irlandeses, o la Cailleach Bolus de los galeses, o la Cailleach Corca Duibhne de los córnicos, que representa el aspecto envejecido de la Tríada. Entre los celtas de Irlanda era venerada tanto por herreros, a los que protegía con sus encantamientos y artes, como por los sanadores/as a los que asistía, ayudándoles con su protección y flujo divino en los partos. Preside la Herbolaria, conociendo como diosa todas las características que se derivan de este arte. Para los poetas, era su Musa, como “banfhile”, a quienes ofrecía inspiración, abriendo los tenues velos entre los mundos.
En lo que coinciden todas las variantes célticas es que el fuego es su representante, siendo uno de sus principales atributos. El fuego de la hoguera, el fuego del sol o el fuego del interior de la Tierra, una tríada que de nuevo representa, la generación de la vida y como alegoría de la Diosa en su máximo esplendor. El fuego sagrado era una llamada al sol, para que después del período invernal, calentara con fuerza la tierra.
Con la llegada de los monjes cristianos, en las Islas Británicas se identificó a la diosa Brigit con Brígida, e Irlanda la hizo su santa patrona. Las más variadas tradiciones se tejieron en torno de Santa Brígida, que vivió -si realmente fue un personaje histórico- entre el año 450 y el 523. Su propio tío, que dicen llegó a vivir ciento ochenta años, escribió una vida de la santa, a la que, decían, la habían educado los druidas.
Las leyendas que rodean a la que se ha llamado María de Irlanda la relacionan claramente con la diosa Brigit. Por ejemplo, se cuenta que podía ordeñar a la misma vaca cuantas veces lo necesitaba para dar de comer a los hambrientos, y nunca se agotaba la leche de las ubres del animal (se la representa con una vaca a sus pies).  También cuentan que convirtió el agua en cerveza, que multiplicó el tocino para dar de comer a huéspedes inesperados y que desvió el curso de los ríos. Fundó el Monasterio de Kildare, o Cill Dara. En este lugar iniciático ardía permanentemente una antorcha, y estaba al cuidado de diecinueve vírgenes. Los hombres tenían prohibida su entrada, hasta el siglo XIII, cuando la Iglesia Católica terminó con esta situación.  La evidencia del origen pagano de Brígida hizo que el Vaticano dejara como único patrono de Irlanda a San Patricio.
Por otra parte y para los pueblos del norte de Europa, la fiesta de febrero es en honor de las llamadas Disir, espíritus de todas las mujeres antepasadas de cada familia. En la fiesta de Disablot, en las casas se encienden todas las luces y se prenden multitud de velas. Las Disir regresan entonces del mundo de los muertos para proteger a sus familias vivas y asegurar la continuidad de la estirpe.
Pan y Fauno
En la antigua Grecia prosperó el culto de Pan. Este mítico dios de la fertilidad, mitad hombre, mitad macho cabrío, poseía un carácter fiero e impredecible que aterrorizaba a los seres humanos; de ahí el origen de la palabra ‘pánico’. Se creía que Pan cuidaba los rebaños mientras tocaba la flauta; sin embargo, se distraía con facilidad. Amó a muchas ninfas y diosas. En esculturas y en numerosas obras de arte,  se le representa bien como Pan, bien como el romano Fauno o en su personalidad de Sátiro, requiriendo de amores a Afrodita-Venus, diosa del amor, en tanto que Eros-Cupido, dios del amor, revolotea sobre ellos, muy parecido a como lo hace el ‘angelito’ que se pinta en las tarjetas de los enamorados hoy día.
Posteriormente, en Roma se tributó culto a una divinidad análoga llamada Fauno (Sátiro), a quien también se representaba mitad hombre, mitad macho cabrío. En su honor se celebraban las Lupercales, fiestas orgiásticas llevadas a cabo todos los años el 15 de febrero. Durante la celebración, grupos de hombres semidesnudos corrían alrededor de una colina blandiendo látigos de piel de cabra. Las mujeres que deseaban tener hijos se quedaban de pie cerca de la ruta de los corredores para que las flagelaran, pues creían que así se tornarían fecundas. Entre otros ritos,  los jóvenes ‘luperci’, vestidos  con pieles de cabra, bailaban y azotaban también con palos la tierra y la vegetación, en medio de desfiles de antorchas, rituales por los que aseguraban la fertilización de la naturaleza. Esto lo hacían dos semanas después del uno de febrero, en las Calendas, cuando la diosa Juno ataviada con cuernos de cabra, escudo y lanza, recibía de manos de las vírgenes panes de centeno. Era el tiempo de la purificación que anunciaba los ritos de la fertilidad de las Lupercalia. (Véase el artículo que dedicamos a las Lupercalias, origen primitivo de la celebración de San Valentín).
La Candelaria
Como ya sucedió en otros muchos casos, el carácter profano de estas fechas fue asumido (sustituido, diríamos mejor) sin reparo alguno por la Iglesia Católica, que lo ‘sacratizó’. En la actualidad y en los primeros días de febrero, se celebra la fiesta de la Purificación de la Virgen, justo cuarenta días después del nacimiento de Cristo en el solsticio invernal. Es también una fiesta en la que la luz tiene su protagonismo y por ello, la Iglesia se apresuró a dedicarla a la Virgen en su advocación de la Candelaria. Durante la Edad Media, las gentes hacían en esos días procesiones por los caminos y campos con los cirios encendidos y previamente bendecidos en las iglesias, que adquirían poder sagrado contra el demonio y las brujas. Esta vieja costumbre, condenada en Inglaterra durante la reforma luterana, permaneció durante mucho tiempo, y las procesiones y bendiciones de las velas o candelas siguen haciéndose hoy día dentro de las iglesias.
La Candelaria es la fiesta religiosa católica que sustituyó a las Lupercalias paganas. Es una de las fiestas a la Virgen que goza de mayor veneración no sólo en toda España, sino también en muchos países de Centroamérica y Sudamérica. El nombre viene de vela o candela. Como ya se ha indicado, el 2 de febrero es la festividad de la Purificación de María. En ella se celebra la recuperación de la Virgen después del parto.
Hasta no hace mucho tiempo, las mujeres, después del parto, debían esperar seis semanas antes de volver a asistir a misa o pisar una iglesia, ya que se consideraba estaban impuras. María dio a luz el 24 de diciembre; así que hasta el día 2 de febrero no recuperó su pureza virginal. Esta festividad fue instituida en el siglo V después de Cristo para que los cristianos olvidasen la Lupercalia o Fiesta de Pan, celebrada por los romanos en esas mismas fechas. Ciertamente, no lo lograron del todo, porque la diversión y los excesos que acompañaban la adoración de Pan sobrevivieron en la celebración de los Carnavales.
En relación con la coincidencia de las fiestas cristianas, recordemos que para la iglesia ortodoxa el nacimiento de Cristo se fijaba en el día seis de enero, por lo que la fiesta de la purificación correspondía a mediados de febrero. De todas formas, ahí quedan los Carnavales y el día de San Valentín como prueba inequívoca de la influencia de aquellos antiguos ritos paganos propiciadores de la fertilidad y del nacimiento de un nuevo ciclo de la vida.

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