Fernando Hernández González
Crónicas del Guirre
Con mi despertar agitado,
bañado en sudor y con la sensación latente de haber estado en la cumbre, en
aquel lugar, donde suspendido en el aire, vigilaba cual dueño y señor mis pasos
por las sendas de la memoria, invitándome bajo sus alas a sentirme orgulloso de
todo aquello que nos une a nuestro pasado cargado de esa ancestralidad de la
que su vuelo nos hace libres en el tiempo; sólo entonces recordé su nombre,
"El Guirre".
lunes 19 de marzo de 2012
Orígenes paganos para un culto a la Virgen María
Las observaciones astronómicas y
las ideas religiosas relacionadas con ellas comenzaron antes de la época en el
que Tauro era la constelación del primer mes de la primavera aproximadamente
entre el 4.300 y el 2.100 antes de la era occidental actual.
El solsticio de verano de esta
época tenía lugar en la constelación de Virgo a la que los antiguos sumerios
tributaban una adoración especial, junto a la estrella más brillante de esta
constelación, la Spica
(espiga) por estar a la misma vez en el cenit de la vía láctea. Con el nombre
de Ishtar, los babilonios rindieron culto a la que consideraban reina de los
cielos a la par que madre de dioses, seres humanos, animales y plantas siendo
posteriormente el origen de los cultos a otras diosas en diferentes culturas
como la egipcia Isis, la cartaginesa Tanit o la católica Virgen María, con las
mismas connotaciones religiosas de ser madre, virgen y precursora de la
fertilidad al mismo tiempo y a la constelación de Virgo como su representación
celeste.
El culto católico no fue ajeno a
estas influencias religiosas en relación a la astronomía.
Hay distintas pruebas que
demuestran la dependencia del culto católico en general respecto a los
fenómenos que ocurren en la bóveda celeste y con el culto de María en
particular en correlación con la constelación de Virgo. En relación al culto
mariano, hace mas de mil años que los católicos celebran el 8 de septiembre
como el nacimiento de María y el 15 de agosto, la asunción a los cielos y tiene
su origen en el ocaso y el orto heliaco de la estrella Spica (Alfa Virginis) en
aquella época y por tanto su explicación debe ser buscada en los
acontecimientos astronómicos ya existentes en época anterior al cristianismo y
a la manifiesta costumbre católica de adoptar las antiguas festividades de
distintas culturas del Oriente Próximo incorporándolas a su calendario
religioso.
El 8 de septiembre del calendario
juliano era el día en que la estrella Spica, la estrella más brillante de la
constelación de Virgo, se desprendía de los rayos del Sol después de no ser
vista durante cuarenta días, por lo que aquel día tenía lugar su “nacimiento”.
El día de la Asunción
de María (el de su muerte) fue fijado en época cristiana, siguiendo el ejemplo
de la Ascensión
del Señor. El emperador bizantino Mauricio lo estableció oficialmente en el año
582 n.e. siendo más tarde adoptado por la Iglesia romana.
Aunque, casi doscientos años
antes, el Calendarium Romanae eclessiae menciona ya el 15 de agosto como día de
la asunción de María a los cielos, fijándola como festividad en la época del
concilio de Éfeso en el año 431 n.e. con lo cual, la desaparición de la
estrella Spica el 15 de agosto como día del ocaso heliaco tendría que haber
ocurrido y ser observado allá por el año 400 n.e. haciendo que esta fecha, el
15 de agosto, fuera elegida como la muerte y su asunción a los cielos de la Virgen María.
Lo que nos lleva a pensar que los
días de festividad del culto mariano, el nacimiento y ascensión a los cielos,
han sido establecidos basándose en fenómenos ocurridos en la bóveda celeste
referidos a la constelación de Virgo y a su estrella más visible Spica, de la
que los cristianos del primer milenio de nuestra Era tenían plena conciencia de
fundamentarse en fenómenos astronómicos y de un conocimiento mucho más antiguo,
al decretar su culto a la
Virgen María adaptándolo a su corpus de creencias.
Canarias y el adoctrinamiento mariano
En muchas localidades de las
Islas Canarias, se proclaman en el mes de septiembre festividades en honor a la Virgen María en sus
distintas manifestaciones iconoclastas. A la celebración de estas ceremonias se
le pueden rastrear su origen nativo, no solo en sus múltiples demostraciones de
fervor popular, sino como indicamos anteriormente la elección de las fechas del
15 de agosto y 8 de septiembre vuelven a estar presente en mucha de ellas,
aunque como veremos más adelante, el culto católico no hizo más que revestir
bajo el calendario juliano, cultos que podrían tener una conexión lejana en
conocimientos de las cuestiones celestes.
La culminación el 15 de agosto en
las festividades del Beñesmer con la peregrinación a los santuarios nativos
para rendir culto a la fertilidad eran precedidas de otras festividades también
de carácter sagrado. En las comarcas al sur de la isla de Tenerife, la
tradición oral nos revela que justo después del Beñesmer la aparición de una
estrella bastante visible a la que llamaban “Sumsa” la cual determinaba la
costumbre de llevar a las cabras en edad fértil a ciertos lugares para darles
de beber agua que contenían ramas de
Tilo, rito que se llevaba a cabo, para predisponer a las cabras a ser
cubiertas; esta tradición se seguía realizando hasta los años 60 del pasado
siglo en el sur de la isla el 8 de septiembre.
Otra costumbre, relacionada con
esta misma fecha, nos la dio a conocer Seña María Armas de 95 años vecina del
Poris de Abona en una entrevista que le realizamos en 1998. Nos contaba Seña
María que en los años 40 del pasado siglo existía la usanza de irse desde que
ella tenía memoria, el 8 de septiembre celebración de la Virgen del Poris, las
muchachas en edad de “merecer” y que todavía eran mozas a bañarse en una fuente
donde había un machango de madera de Tilo que ellas llamaban Chamato. En esta
celebración le estaba prohibido a los varones acercarse donde ellas se bañaban
y que estos permanecían cientos de metros más abajo bañándose en los charcos que
caían desde la fuente. Desgraciadamente nos relataba nuestra entrevistada, el
cura del pueblo prohibió estas mañas por atentar contra la moralidad y ser
prácticas paganas.
Es muy plausible que
celebraciones como la que nos describía Seña María Armas fueran muy comunes en
la isla de Tenerife, en épocas más o menos recientes del pasado siglo. Hay
constancia, que en el convento de las concepcionistas-franciscanas del pueblo
de Garachico, se venera a una imagen bajo la advocación de Nuestra Señora de La Luz, que según la tradición
apareció en el Malpaís de Isora (Guía de Isora) en 1570 y que es igual a otra,
ya desaparecida, encontrada en el pueblo de Arico por las mismas fechas. Según
nuestras investigaciones, esta imagen es un palo de madera de Tilo de unos 20 cm de longitud, que
concuerda con los Chamatos que nos describía Seña María Armas.
Actualmente esta imagen hoy en
día, para todo aquel que quiera constatarlo en dicho convento, está adornada
con ropajes para borrar su “pasado” como deidad nativa.
Evidentemente los procesos
evangelizadores llevados a cabo por los frailes franciscanos no solo
consistieron en la implantación de imágenes como la de la Virgen de Candelaria en
Tenerife o como la de la Virgen
del Pino en Gran Canaria, haciendo uso del conocimiento de las divinidades
femeninas de su mundo mágico-religioso y de los cultos nativos, sino que
también, intento solapar sus festividades a la Virgen María, incluso
llegando, como comentamos más arriba, a tratar de caracterizar las
representaciones de las deidades femeninas nativas al nuevo culto tras la
conquista militar de la isla; aun así habría que preguntarse si en el resto de
las islas también se trató de cambiar los cultos y ceremonias antiguas acorde a
su Magna Mater o Virgo Coelestis, heredadas de vetustas celebraciones paganas.
Tomado de: Crónicas del Guirre
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