Los vínculos que a lo
largo de los siglos se han establecido —en cualquiera de sus vertientes—
entre Canarias y la
América Hispana , son sin duda un apartado de singular
importancia para la historiografía de ambas orillas. Un simple repaso
bibliográfico ya nos ofrece un elevado número de referencias que abarcan gran
parte del espectro, en el que las relaciones artísticas son un destacado
exponente. Si bien el legado de origen indiano que atesora el Archipiélago ha
sido analizado y nutrido constantemente de nuevas aportaciones, su
correspondencia isleña en aquellas tierras no ha generado un eco recíproco,
aunque somos sabedores de su desequilibrio natural.
Dentro de este binomio nos
encontramos cómo en un extremo «el amor a la patria chica obliga al emigrante a
rubricarlo con recuerdos perennes», lo que convierte a las Islas en el mejor
emisario español de la plástica indiana, mientras que en el otro vértice
aparecen muchos de esos mismos paisanos que llevaron en su equipaje emocional el
apego hacia aquellos devotos simulacros, centro de su fervor y señas de
identidad de sus lugares de origen. Ese inculcado sentimiento, potenciado por
la añoranza y la necesidad natural de mantener los vínculos, queda patente ya
no sólo en topónimos, lengua y costumbres —estudiados en otras disciplinas—
sino que se manifiesta de manera particular en la representación votiva de
imágenes propias.
No podemos olvidar que los
orígenes de la Virgen
de Candelaria se adentran en las raíces de nuestra cultura cristiana, por lo
que ha sido siempre un referente de la piedad popular y sus necesidades. A ella
acudían y acuden los canarios, como se alude en varios apartados de este
volumen, con ruegos y plegarias en ayuda de los más dispares contratiempos, en
los que no faltaba su amparo en las otrora peligrosas travesías marinas. La
riqueza y la amplitud del tema han abierto su análisis desde múltiples puntos
de vista. Los nexos devocionales de la Virgen canaria de Candelaria en América
ya han sido centro de otros estudios, y si bien los testigos que esta
advocación tiene en aquellas tierras —ligados con los isleños emigrados— aún
demandan mayores pesquisas, nuestro interés en el presente trabajo es abordar
la relación directa de diferentes piezas con la iconografía original. Algunas
de éstas, inéditas para el Archipiélago y localizadas en dispares puntos de la América hispana, ponen de
relieve una desigual dependencia respecto de la desaparecida escultura
primigenia de la Candelaria ,
de la que sin duda debieron existir —y existen— otros ejemplos.
Virgen de la
Candelaria. Iglesia de la Compañía. Arequipa , Perú.
De Canarias a las Indias
Frente a otros testigos que, como
veremos, podemos considerar puntuales, en el caso que nos ocupa de Nuestra
Señora de Candelaria, ésta se convierte desde tempranas fechas en estandarte y
referencia de los emigrantes canarios, indistintamente de sus islas de
procedencia. El propio fray Alonso de Espinosa, estante en Guatemala en su
juventud, expresó el alcance de dicha fama al tener «de esta santa imagen noticia
(¿más dónde no se tendrá?) y oí contar prodigiosas cosas de ella»1. Esa misma fama
y la devoción perpetua del canario se verá traducida no sólo en diferentes
esculturas y lienzos que de una forma más o menos fiel —a modo de veras
efigies—, se localizan en América Latina, sino que trajo consigo la fundación
de retablos, capillas e incluso iglesias puestas bajo dicha advocación y que
aún hoy siguen siendo referencia para los isleños y sus descendientes
establecidos en esas tierras.
En este sentido el mejor
exponente corresponde con la antigua imagen de la Candelaria que presidía
su iglesia —la de los isleños— y daba nombre al barrio tradicional de
los canarios en Caracas, Venezuela, país que por sus históricos lazos con las
Islas es el que atesora el mayor número de ejemplos para nuestro estudio.
Sustituida a principios del siglo XX por una imagen de vestir2, recaló
posteriormente en una colección privada caraqueña, último dato del que se tuvo
referencia hasta hace algunas décadas, estando hoy en paradero desconocido, lo
que nos lleva a su análisis mediante la documentación fotográfica. Documentada
la erección del templo a principios del siglo XVIII, se ha identificado como la
pieza originaria con la que se consagró el recinto, siendo sufragada por los isleños
quienes la trajeron de las Islas como así consta en una visita pastoral del
obispo Martí;
Iglesia de La
Candelaria. Caracas , Venezuela.
«La fundación de esta Iglesia fue
hecha el año de 1708 y costeada por varios sujetos, naturales de las Islas
Canarias, que estaban avecinados en esta ciudad, los cuales con motivo de haber
traído desde allá una imagen de Nuestra Señora de la Candelaria ,
determinaron edificarle dicha Iglesia, para lo cual se les concedió por el
Cabildo secular un pedazo de tierra y las correspondientes licencias por el
Ilustrísimo señor Obispo de esta Diócesis y por el Señor Gobernador y Capitán
General de esta Provincia, y desde luego que se concluyó una parte de la
fábrica en que podía celebrase misa, se colocó la referida imagen, llevándose
en solemne procesión el día 14 de diciembre del mismo año y se encargó el
cuidado y asistencia en cuanto a lo espiritual a Don Pedro Vicuña, Clérigo
Presbítero, con el título de Capellán, según consta del testimonio de una
escritura otorgada por los referidos fundadores a 23 de julio de 1709, en que
se obligaron a dar anualmente doscientos pesos al Capellán y veinticinco al
sacristán. Hállase dicho testimonio en unos autos de cuentas, colocados en el
legajo 3 del archivo del Notario público de esta Curia, Don Antonio Fernando de
Cerezo. En el año de 1716 fue erigida dicha Iglesia en viceparroquia de la Catedral , por el
Ilustrísimo señor Don Fray Francisco del Rincón, con el acuerdo del Señor
Gobernador y Capitán General, Don Alberto Bertodano, por auto provehído a 3 de
enero del mismo año, que original se halla en un legajo de papeles denominado
de Erecciones de Iglesias, colocado también en aquél archivo; y en el año de
1750 fue erigida en parroquia distinta de la Catedral , con todas las
prerrogativas correspondientes, por el Ilustrísimo Señor Don Manuel Machado y
Luna, en virtud de Real Cédula de 25 de agosto del citado año de 50 y cuya
erección se aprobó por otra Real Cédula de 8 de octubre de 1752, que se halla
colocada al folio 234 del libro 4 de Reales Cédulas».
Virgen
de Candelaria. Museo
Diocesano
Virgen de Candelaria, antigua titular
Lucas Guillermo
Castillo. Coro,
Venezuela
de su iglesia en Caracas, Venezuela
De su análisis formal y en primer
lugar, debe destacarse que es la única hasta ahora localizada en América, tanto
imagen de talla como en lienzo, que representa de una forma más o menos fiel la
escultura original —desprovista de sus sobrevestidos—, aunque la extensión de
ambos brazos nos hacen suponer que su autor consideró la posibilidad de que
también fuera revestida. Dicha dependencia formal y su distanciamiento en
cuanto a los modelos vigentes coetáneos que se estaban dando en el país,
sumados al reconocimiento de ciertos rasgos y las formas de trabajar, nos
llevan a entender que en el afán de poseer una escultura lo más próxima al
original, sus comitentes la encargaran a Tenerife, hecho que no es casual, ya
que unas décadas más tarde encontraremos un caso similar con destino a la
capilla de los canarios de la localidad de Coro, estado de Falcón, también en
Venezuela. En este sentido cabe recordar el continuo trasiego tanto humano como
comercial que ya se había establecido entre ambos puntos geográficos, y al
igual que los comitentes insulares buscaban fuera los mejores obradores para
sus encargos, esto mismo se repetiría en el caso venezolano, insistiendo que en
el ejemplo que nos ocupa prevaleció el deseo de mímesis, por lo cual nada mejor
que un escultor que acreditada fama y conocedor del modelo a imitar.
Crucificado y Virgen de Candelaria. Ermita de San Telmo, Las Palmas de Gran
Canaria.
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