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domingo, 4 de mayo de 2014

LA DIOSA CHAXIRAXI SINCRETIZADA COMO VIRGEN DE CANDELARIA










HISTORIA DE UNA USURPACIÓN


CAPITULO VIII

Eduardo Pedro García Rodríguez

La Diosa Tanit en Canarias.-



     
    Tanit, en sus atributos como Istar, Ishtar, Astoret, Astarté, Tara, Chaxiraxi, Diosa Celeste, Moneiba, Diosa Abona, Diosa de Tajao o de La Luz, Abora, Moneiba, que como hemos dicho son diferentes nombres para una misma Diosa, entre cuyos símbolos figuran como hemos indicado la media Luna, el disco solar, el triangulo, el  octogono y una estrella de ocho puntas que además de ser el símbolo universal de la Diosa-Madre, simboliza también a Venus o estrella de la mañana que en Canarias es conocida como lucero del alba.
   Como hemos indicado Tanit en su representación de Aster, su nombre significa estrella de la mañana. Así pues como hemos indicado tanto Astarté como Istar, es la Diosa del Luna y del planeta Venus, y en la religión monoteísta y patriarcal era llamada por los profetas judíos como “Reina de los Cielos” (Melekethas-Samaïm) y esposa del Sol, o el “Rey de los Cielos” (Baal Samaïm), es decir, la verdadera soberana del mundo, la Diosa naturaleza. Así pues, de lo  que no queda ninguna duda es de que Astarté, la Diosa-Madre, es la Diosa del fuego y la luz, la señora de los astros y Diosa de la fecundidad. Astarté  crea la Dinastía de los grandes dioses antiguos, anteriores a las grandes religiones monoteístas patriarcales, y potencia la vida a través de la sabiduría (en este caso simbolizada por el delfín, otra de sus representaciones, en el caso gaditano-cartaginés por un atún) (Gitanita. 2001).
    Es probable que la casta sacerdotal de la isla de Chinech (Tenerife) conocida como Samarines, (Sacerdotes Samaras) que siempre estuvieron rodeados de un gran hermetismo estuviese dedicada al culto de la Diosa y al estudio e interpretación de los astros, así como la medicina.
   Así pues, la Diosa-Madre llegó a las Islas Canarias con las primeras arribadas exploradoras egipcios-púnicos, y posteriormente con los mazigios. Estos últimos abordaron las islas directamente desde el continente en una primera etapa y, como pueblos transportados posteriormente por gaditanos y cartagineses, en todo caso, ambos contingentes poblacionales eran portadores de un amplio substrato cultural de origen egipcio del cual quedaron en las islas huellas fehacientes como hemos visto. En las Islas, la Diosa tomó varios nombres como hemos visto, incluso los romanos de Here o Hera, o Juno, aplicado por éstos a Tanit después de que destruyeron  Cartago y asumieron su imperio como resultado de la tercera guerra púnica.
   Ahora bien, la pregunta que durante centurias se ha venido planteando por los historiadores e investigadores sobre nuestros ancestros ha sido: ¿Cuándo llegaron los primeros pobladores a las islas? Como hemos anotado, durante las últimas décadas uno reducidos grupos  de intelectuales de mentes abiertas y con verdaderos deseos de investigar objetiva y honestamente, han venido formulando hipótesis cada vez más acertadas a la luz de los últimos descubrimientos arqueológicos y mediante un estudio en profundidad de las antiguas fuentes bibliográficas. Uno de estos documentadísimos trabajos es un extenso artículo desarrollado por D. José A. Delgado Delgado, de la Universidad de La Laguna, al cual vamos a seguir en las páginas siguientes, en las que trataremos de aproximarnos a la ruta marítima seguida por la Diosa-Madre hasta su arribo a las islas en tiempos arcaicos.
   Uno de los vestigios arqueológicos mediante los cuales se suele atestiguar las navegaciones en la antigüedad, por las costas y puertos son aparte de los pecios, las ánforas que durante las operaciones de carga y descarga de los navíos suelen caer al mar, además de las que como es lógico suelen quedar en tierra con los productos que contienen. De estas vasijas anferoides de clara adscripción púnica así como otros objetos abundan en las islas, especialmente en las de Fuerteventura y Lanazarote, donde se localizan una buena muestra de ellas  así como en Tenerife.
   Una porción de estas ánforas de Tenerife de clara adscripción púnica son los cuatros ejemplares encontrados en el yacimiento de Montaña Reventada por la Dra. Arnay, así como otras dos localizadas por la misma doctora. Se trata de una cerámica nunca valorada ni ambientada de modo adecuado hasta el momento. Michel Ponsich (1970) nos proporciona una serie de noticias de vasos provistos de cuello y sin apéndices, encontrados en sepulturas púnicas de la zona de Tetúan y de factura bereber hechos a mano, y de tipología púnica, que podrían ponerse en estrecha relación con nuestros vasos. (Rodrigo de Balbín Berhman, et al 1995:14) En otro lugar de este trabajo abordamos más ampliamente este hallazgo. (José A. Delgado Delgado).
   En la isla de Tenerife, y según comunicado personal de un grupo de personas que practican submarinismo, existen ánforas de posible adscripción púnica en los siguientes lugares del litoral tinerfeño; Icod, proximidades del puerto de la Cruz, Punta de Guadamojete, costas de Arico y costas de Arona (Los Cristianos y Playa de Las Américas). (Rafael Molina Tejera, 2001).
 “Desde el hallazgo, excavación y publicación de la piedra Zanata, hemos seguido actuando hacia la búsqueda de los restos de la colonización feno-púnica de Canarias. En este sentido se siguió la prospección de las proximidades al yacimiento Zinete, en la intención de documentar y ambientar todo lo posible el hallazgo, y conocer en profundidad el comportamiento arqueológico de las zonas altas de la isla. Así fue encontrado el sitio de la Cañada de los Ovejeros, por Rafael González Antón y Antonio Vela, en Diciembre de 1993. (Rodrigo de Balbín Berhamann et al. 1995:16).
   Este yacimiento, está compuesto de un conjunto de grandes piedras formando un gran circulo al pie de la montaña de Tomás Seche, lugar donde abundaban los Cedros Canarios, y zona de abundante extracción de pez  debido a la abundancia de pinos canariensis muchos de ellos centenarios que cubren no sólo la montaña, sino todo el entorno, muchos de los cuales aún conservan huellas de las incisiones que se les hacían para extraerles la savia con la que se elaboraba la pez producto profusamente empleado entre otras aplicaciones, para calafatear barcos.
    “...Tenemos un último monumento muy llamativo, que son los enterramientos infantiles en ánfora de Cendro, Telde, en el NE de Gran Canaria. No existe aún sobre este documento ningún estudio científico, sino parcas noticias de periódico y referencias genéricas (Museo Canario. 1984.) Su expectación es tan grande como el deseo que tenemos de que su excavador publique al fin la memoria de estas excavaciones que nos pone de nuevo en relación con el mundo de las ideas feno-púnicas y de los Tophes característicos de esta cultura. En una zona de ladera se localizaron tres inhumaciones de neonatos contenidas en recipientes cerámicos y otras trece mezcladas en el sedimento con diversidad de detritus cerámicos, fauna terrestre y marina, considerándose por sus excavadores como resultado del vaciamiento de cuevas de habitación.” (Rodrigo de Balbin Berhmann et al, 1995: 18).
   El hallazgo de ánforas o vasijas con esqueletos de niños está también documentado en la isla de Tenerife, por el Doctor Bethencourt Alfonso, quien nos dice que en el Charco del Boxo, en Arico, dedicado por nuestros antepasados al bautizo de los recién nacidos, se encontraron cinco tallas de barro conteniendo un esqueleto de niño cada una. (Juan Bethencourt Alfonso, 1991:T.: 239).
   El punto de partida y núcleo del estudio que se desarrolla en las páginas siguientes es precisamente la investigación de uno de esos indicios, de una pista cuyo rastro me ha llevado hasta los fenicios de la Cádiz de la época arcaica y sus empresas marítimas en el Atlántico africano.
    Entre las noticias geográficas que Plinio el Viejo ofrece sobre la costa atlántica africana en su enciclopédica obra se encuentra referida a la existencia de unas insulae Fortunatae. Su información sobre ellas depende como reconoce expresamente, de Sebosus y Iuba. Según el texto de Plinio distinguía dos grupos de islas; en el primero se encontraban Iuniona. Pluvialia y Capraria, y en el segundo Invallis y Planasia (nat. VI, 202-203). Juba, por su parte, y siempre siguiendo el relato pliniano, incluía entre las Fortunatae las siguientes islas (las cito en el orden en el que se enumeran): Ombrion, Iunonia, Iunonia (minor), Capraria, Ninguaria y Canaria (nat. VI, 203-205).
    ...La notable excepción la constituyen “Islas de Juno”, es decir, las islas que en el pasaje de Plinio reciben el nombre de Iunonia. Su excepcionalidad proviene del hecho de que se trata de un topónimo teóforo. Los topónimos de esta índole no son demasiado frecuentes en la geografía antigua, aunque hay un ámbito en el que aparecen especialmente documentados: en puntos concretos de las costas e islas. Muchos de estos topónimos se encuentran en puertos, cabos, golfos, promontorios, montes y otros accidentes geográficos que jalonaban las costas y las rutas marítimas del Mediterráneo, apareciendo frecuentemente asociados a aras, altares, templetes o templos.
   Las características y funciones de los promontorios vinculados a construcciones sacras fueron exploradas por E. Ch. Semple hace ya más de 70 años, en un artículo de gran interés (aunque no exhaustivo)  y que todavía hoy es el único que ha tratado monográficamente este tema. Sus conclusiones proporcionan valiosas pistas para entender la naturaleza de las “islas de Juno”.
   Semple constató la existencia de 175 de estos puntos a lo largo de buena parte de las costas del Mediterráneo, desde la  Península del Sinaí en oriente hasta la Península Ibérica en occidente. Descubría esta autora dos principios básicos que recogían su distribución: a) jalonan las principales rutas comerciales y b) aparecen (aisladas o en grupos) en las proximidades de puertos. El primer principio se explica por la importancia de estos promontorios como puntos de referencia para los navegantes, y el segundo por su función de señalizadores de los puntos de partida y llegada de los viajes por mar, indicando a los marineros que ya se encontraban en aguas familiares. (...) Explicaba también que las divinidades que presidían estos lugares fueron muy diversas, aunque de una forma u otra se vinculaban al mar y a las empresas marinas: Apolo, Atenea, Hermes, Hera (o Juno), Posidón o  dioses de origen semita como Baal, Melkart o Astarté. Apreciaba también una sucesión o superposición de diferentes dioses en ciertos promontorios, consecuencia de prácticas coloniales, empresas militares u otras de control de territorio.
...Queda ahora por determinar la adscripción de las “Islas de Juno”, en su condición de “lugares sacros”, a una cultura concreta. Dada la localización atlántica de esas islas y la muy probable antigüedad de las fuentes últimas del pasaje pliniano (en todo caso anterior a Juba, como se verá más adelante) hay que pensar en el mundo semita. En este punto hay que hacer constar que al igual griegos y latinos, fenicios y púnicos conocieron la tradición de “lugares sacros” costeros asociados a la navegación. Que en el texto de Plinio dichos lugares aparezcan bajo la advocación de Juno, diosa de nombre romano, puede significar únicamente que la divinidad originaria sufrió una implantación, a través de lo que se conoce como “interpretatio”, por la que el autor del texto, un latino, consideraba su equivalente. Quizás ya dicha suplantación fue promovida por el propio Juba, fuente inmediata de Plinio, que escribió su obra en griego y pudo haber conocido las islas con el nombre de “islas de Hera” (cf. Ptol. IV,6,14). En cualquier caso esta práctica está perfectamente atestiguada en muchos puertos del extremo Occidente, donde la presencia de dioses griegos o latinos se explica como una adaptación a la religiosidad grecolatina de divinidades semitas preexistentes.
    ...En cualquier caso, el abandono de Mogador en la segunda mitad del siglo VI a.e.a., que coincide con el fin de un determinado modelo económico (la “segunda fase” en el esquema de López Pardo), supuso el fin de toda exploración y reconocimiento de la costa atlántica africana en dichas latitudes extremas. Las “islas de Tanit”, “islas de Hera-Juno” de los grecos latinos, fueron olvidadas y su recuerdo reducido a los datos que de ellas quedaron registrados en la documentación conservada en Gadir (quizás también en Lixus y despues en la Cartago púnica) y tal vez también a algunas vagas referencias en las tradiciones orales que pudieron circular en el entorno marinero de la ciudad.” (José Á. Delgado Delgado, 2001: 1 y ss).
   Es evidente que los contactos de pueblos libio-púnicos con las islas contribuyeron a la expansión del culto a la Diosa Tanit, pero es más que probable que este culto ya se practicara en las islas en épocas anteriores a la arribada de estas poblaciones. Este aserto queda refrendado por el hecho de que la simbología representativa de la Diosa difundida en las islas, es mucho más arcaica que la empleada en Cartago en la época en que ésta promocionó el poblamiento de las islas con poblaciones libica-mazigias. Ello nos autoriza a creer que la población que habitaba el territorio antes de la llegada de estas nuevas expediciones, no sólo tenía un origen claramente norteafricano, sino que eran portadores de una cultura religiosa feno-púnica anterior a la cartaginesa y, como hemos indicado más arriba, con un gran substrato cultural de origen egipcio.
   En este contexto es en el que hay que insertar la noticia trasmitida por Pseudo Aristóteles (Mir. 84) y Diodoro Sículo (5.19-20) del descubrimiento accidental de una isla en el Océano por “naves fenicias” (gadiritas) que merodeaban la costa africana, que entendemos que se debe identificar con el Archipiélago Canario, muy posiblemente con Gran Canaria, donde se reconocen multitud de vestigios púnicos. Su descubrimiento dio lugar a un asentamiento, posiblemente de pobladores gadiritas, que llegó a ser conocido y codiciado por los etruscos, y que Cartago mandó destruir por temor a que se estableciera una colonia a sus espaldas. Aunque se admite que los textos se escriben en   torno al 300 a.d.n.e., los hechos que se cuentan se remontan a la época de la expansión etrusca, anterior al último tercio del siglo VI o comienzos del V a.C., entre la batalla de Alalia (540 a.d.n.e.) y las Cumas (474 ad.n.e.) en las que los etruscos ganan y pierden, respectivamente, su poder marítimo. El relato refleja, pues, el enfrentamiento entre Gadir y Cartago, el intento del cierre del Estrecho a las navegaciones no cartaginesas y muestra el cambio de orientación de las bases económicas de Gadir originado por la crisis del comercio de metales hacía la explotación de los recursos piscícolas, para cuyo propósito crea una amplia red de factorías de pescado en cuyo contexto, según demuestra R. González Antón et al. (1995), debe comenzar a insertarse la protohistoria de Canarias. Esto es lo que decididamente indican con claridad, además de lo mencionado para Gran Canaria, los datos: “piedra Zanata” (González Antón R., 1995) y anforoides en Tenerife; hipogeos en Gran Canaria (Balbín Behrman, R. et al., 1999): González Antón, R. et al. 19995); Representaciones de Tueris y Tanit (Atoche Peña, P. 1997); pozo de cámara púnico con representación de Tanit (Atoche Peña, P. et al. 1999) y escarabeos (Atoche Peña, P. Et al.1999) en Lanzarote; presencia de palmeras datileras (Santana Santana, A. y Rodríguez Toledo, J.M., 1997) en varias islas, y un largo etcétera que es difícil resumir aquí.” (Enrique Gozalbes Cravioto, 2002: 47-48) Son varios los lugares en nuestras islas que desde nuestro punto de vista tienen connotaciones feno-púnicas y que veremos en su lugar, y que están íntimamente ligados a la Diosa Tanit, Tara o Chaxiraxi.
   Es probable que la religión  de la Diosa-Madre, tal cual la practicaban los feno-púnicos se  sobrepusiera a otras formas de adoración practicada por los primitivos moradores de las islas antes de la llegada de los contingentes libios-fenicios, suponemos que sin grandes traumas ya que básicamente los respectivos panteones se componían de iguales o similares deidades, variando quizás algunos aspectos puramente formales de las prácticas rituales, ya que como es natural las prácticas religiosas al ser parte esencial de la comunidad, van evolucionando externamente es decir en sus ritos, conforme lo hace la sociedad que los practica.



   En Cartago, la epigrafía y los templos primitivos documentan el culto Melkar y Astarté junto con un dios  Baal Shamem, pero es posible que, a comienzos del siglo V a.e.a., se produjera allí una cierta reforma religiosa, en la que obtuvieron la primacía Tanit y Baal Hammón. Ellos son objeto de la mayoría de las dedicaciones conocidas, tanto en Cartago como en su área de influencia en el Mediterráneo central. Tanit, identificada a veces con Astarté, es el nombre de una Diosa fenicia de escaso relieve en su país de origen, al igual que Baal Hammón, cuyo epíteto documenta cerca de Tiro, quizás como el Baal de una pequeña ciudad llamada Hammón, o como el señor del altar de los perfumes,  que sería el significado del vocablo Hmn. Ambos adquieren una gran importancia como objeto de las más famosas actividades del culto cartaginés: los sacrificios infantiles, uno de los temas más controvertidos hoy por los investigadores (para Tenerife hay una cita como veremos más adelante), pero desde luego el acto ceremonial más destacado de la religión y la vida pública en Cartago.


   En Cádiz, junto al famoso y citado santuario de Melkar, debe señalarse otro de una Diosa llamada en época romana Venus Marina, que puede ser Astarté, y el de un Baal Hammón, como probable antecedente del templo de Cronos citado por Estrabón.
    Panteones similares, y más o menos completos los había en las restantes colonias occidentales, siendo factible determinar por ellos la importancia de la presencia cartaginesa y el origen de sus primeros fundadores. (Ramón Corzo, 1994: 54)
   Otro de los aspectos culturales guanches capaces de acercarnos cronológicamente a la época de los primeros poblamientos de las islas, lo son  sin duda los petroglifos, este arte  ampliamente difundido en todo el orbe desde tiempos inmemoriales, en nuestro caso nos puede servir de guía para ubicarnos en el tiempo. Estos petroglifos, (grabados que son realizados en la piedra)  una práctica artística realizada por todas las culturas, posiblemente desde épocas anteriores al neolítico, en el Archipiélago Canario los encontramos en todas las islas, su temática es múltiple y compleja expresando los artistas mediante ellos, diversos aspectos de la religión, mitos, mensajes sobre conocimientos de los astros o señalan lugares sacros. Generalmente, en Canarias los yacimientos de grabados rupestres suelen estar asociados a abundantes restos de cerámica. Es de notar que la mayoría de estos grabados rupestres suelen estar orientados Este a Oeste, especialmente los cruciformes que frecuentemente van asociados a espirales sencillas o complicadas y con giros hacia la izquierda o derecha, símbolos éstos que desde la antigüedad  son tenidos como representaciones de la fecundidad, del nacimiento y de la vida después de la muerte.
   En cuanto a la cronología de los grabados rupestres de Canarias, los científicos no mantienen una línea de acuerdo, siendo dispares las interpretaciones conforme a los intereses que defienden cada grupo en función del grado de compromiso contraído con una u otra postura, es decir, quienes practican la investigación por la investigación y quienes investigan partiendo de las tesis emanadas desde la Metrópolis. Vemos algunos planteamientos expuestos desde el punto de vista de los primeros por el profesor de la Universidad de Alicante D. Mauro S. Hernández Pérez: “...En este periodo sólo hemos registrado el hallazgo de los yacimientos de La Erita, Tajodeque y El Calvario, los tres en La Palma (Jiménez de Cisneros, 1923), y, en el análisis teórico, la reiteración de las opiniones de R. Veneau (Hooton, 1970,64), que, asimismo, utiliza J. Pérez Barradas (1939) en su propuesta de cronología y migraciones en la que los grabados no alfabetiformes corresponderían a los contactos de la primera población canaria, los protoguanches, con Marruecos y la Península Ibérica hacia el 2000-1800 a.C., mientras las inscripciones alfabéticas, que denomina siguiendo a G. Marcy inscriptiones tifinagh, se relacionan con una segunda invasión camita situada hacía el siglo VIII-IX a.C. La aportación más significativa de este periodo es, sin lugar a dudas, G. Marcy. Sus estudios sobre las inscripciones líbicas (Marcy, 1937 y 1938) ejercen una notable influencia en los investigadores canarios. Para G. Marcy los grabados alfabéticos canarios eran análogos a los saharianos del borde atlántico, desde el Draa al Senegal, siendo sus autores los propios habitantes de Canarias que como sus parientes los bereberes de Mauritania conocían el alfabeto líbico.” (Mauro S. Hernández Pérez, 1996:31).
   “...La etapa que se inicia en 1970 coincide con la creación y primeras actuaciones del Departamento de Arqueología de la Universidad de La Laguna. Directamente implicado, no puedo ser objetivo en la valoración de aquel periodo, que ha sido considerado de “anquilosamiento” en la investigación, cuando no con otros términos más duros.”
 “En el campo de las manifestaciones rupestres se produce una excepcional aportación al menos patrimonial. En efecto, el registro de yacimientos aumentó considerablemente,  si bien los dos corpus elaborados en aquellos años permanecerían inéditos.  
   Uno de ellos sería realizado A. Beltrán y el otro por nosotros.
   Beltrán realizó en 1971 una monografía sobre el Barranco de Balos al que considera un santuario, cuyos grabados, que responden a un culto a la fecundidad y al sol, tienen una antigüedad de unos cuatro mil años –desde el Eneolítico o bronce Medio europeo hasta nuestros días.” (Mauro S. Hernández Pérez, 1996: 35).
    “...Ese aislamiento se entiende porque no hubo navegaciones regulares y masivas entre las islas. Los guanches contaban historias sobre algunas míticas travesías entre Tenerife, y La Gomera y El Hierro, usando balsas de odres inflados, y hay dudosa descripción de canoas hechas en Gran Canaria con corteza de Drago. Pero no eran navegantes,  entre otras causas porque en el Archipiélago no existían condiciones optimas para la navegación ni materiale adecuados para fabricar embarcaciones. Tampoco existen pruebas arqueológicas. En La Palma descubrimos un grabado que recuerda determinadas embarcaciones de la antigüedad, pero como es el único caso hasta el momento, no estamos seguros de que sea realmente un barco y no sólo lo parezca.” (J.F. Navarro Mederos, 2001).
   En cuanto al tan debatido tema de la navegación en las islas, dos de los  autores que nos hablan de navegaciones entre éstas, son el ingeniero cremonés Leonardo Torriani, cuya obra sobre la historia de Canarias, aunque era citada por algunos autores como Núñez de La Peña, no  fue conocida hasta que el investigador austriaco Dominik Josef Wölfel la tradujera y publicara en Leipzig, en 1940,  y el Ilustre Sabio Canario, D. Juan Bethencourt Alfonso, quien nos habla de navegaciones entre las islas usando foles y nos cuenta una sugestiva leyenda de la época mítica. “Pescaban con cuerdas de cuero y con anzuelos de huesos de cabras; y hacían las redes de yerbas y de palmas, parecidas a las que se usan en los ríos de Lombardía, que son cuadradas y cuelgan de una percha larga. También hacían barcos del árbol drago, que cavaban enteros, y después le ponían lastre de piedra, y navegaban con remos y con vela de palma alrededor de las costas de la isla; y también tenían por costumbre  pasar a la isla de Tenerife y a Fuerteventura y robar. Por esta navegación llegaron a parecerse con los demás isleños, tanto en el leguaje  como en algunas costumbres, como se dijo de Fuerteventura, los cuales imitaron a los canarios en su modo de hacer justicia.” (Leonardo Torriani, 1959: 113-14) Estas navegaciones entre islas, puede justificar la presencia en la isla de Tamarán (Gran Canaria), de las hachas de piedra pulimentadas descritas por el Doctor Chil y Naranjo, y encontradas en la ciudad de Arucas, (2) Galdar (1)  más otra procedente de La Gomera y que actualmente forman parte de los fondos del Museo Canario. Es posible que estas hachas estén elaboradas con piedras procedentes de Fuerteventura, “...aunque tampoco falte la diorita en las Islas Canarias, pero no en la Gran Canaria, sino en la de Fuerteventura, donde hemos extraído muestras de esta durísima roca, en el poblado de Toto, próximo al pueblo de Pájara, y que en rigor debe denominarse microdiorita por la finura de su grano...”(Simón Benítez Padilla, 1965: 150). La pregunta es simple ¿Cómo llegaban las piedras de Furteventura a Gran Canaria y La Gomera?  Por otra parte, la tamusni (historia oral) recoge que, por la punta de la rasca, en Arona (Tenerife) acostumbraban a desembarcar los canarios y Palmeros que venían a comerciar y en ocasiones a robar ganado, como apoyo a esta posibilidad puedo atestiguar que hace años recogí en el poblado de la Rasca, algunos fragmentos de una cerámica de hechura fina y color negro que algunos entendidos adscribieron a la cerámica pre-colonial de la isla de La Palma.
   En cuanto a la navegación con foles, existen varias narraciones que  atestiguan navegaciones entre islas  en épocas pre-coloniales y míticas. Según Bethencourt Alfonso, los guanches de Tenerife conservaban la reminiscencia de una pavorosa catástrofe... referida de dos maneras por sus descendientes: “Según unos, cierto día infausto, en medio de terremotos,  erupciones volcánicas, y temblores se abismó “la isla anegada que no volverá a aparecer hasta que no se hunda otra de las siete que habitamos”; pero según otros, los cataclismos fueron sucesivos en un lapso de tiempo más o menos largo, quedando las islas como en la  actualidad menos Tenerife y Gran Canaria que siguieron unidas por  un arrecife entre Naga y la Isleta en Gran Canaria que al fin desapareció también.”
   Relacionadas con estos trastornos geológicos circulan algunas consejas, de las que reproducimos las tres siguientes:
   “Cuentan que una joven de la nobleza del tagoro Archaha, reino de Adeje, llamada Guilda, en vísperas de casarse murió repentinamente su prometido y pasado algún tiempo descubrió con horror que era madre. Desesperada, porque según la ley la arrojarían viva al mar, confióse a un siervo pescador, y convinieron en que la única probabilidad de salvarse era ganar la isla de La Gomera sobre una balsa de foles o zurrones. Todo preparado, una noche de tiempo favorable embarcó con gran sigilo por la playa de Troya, no sin ofrecer a su cómplice que haría una gran hoguera si lograba escapar, pues creían que La Gomera, Palma y Hierro estaban deshabitadas desde la catástrofe, porque nunca vieron fuego en ellas.
   Pero lo más curioso de dicha tradición tinerfeña es que se completa con otra que hemos recogido en La Gomera. Existe en esta isla cerca de San Sebastián, la aún llamada Playa de la guancha, porque en tiempos muy remotos apareció por allí una joven de Tenerife embarcada sobre zurrones. El acontecimiento conmovió la isla, y llevada ante el rey contó sus desventuras y la causa que le obligó a huir de su tierra; añadiendo que no esperaba encontrar gente porque nunca habían visto fuego. Como los indígenas ignoraban el modo de obtenerlo, les enseñó frotando dos trozos de madera; y fue tal el entusiasmo que el príncipe la tomó por esposa prohijando el ser que llevaba en las entrañas. Pasado algún tiempo los esposos fueron a Tenerife, saltando por la aguja de Teno.
   Una sobrina del rey Archinife de Adeje, llamada Guajara, era tan notable por su belleza que llegó a oídos del libertino Tauco, primogénito del soberano de la isla de Canaria, que hizo viaje a Tenerife para comprobar lo que pregonaba la fama. La realidad superaba a cuanto le habían dicho y la solicitó por esposa; pero aunque el rey apoyó con calor la demanda, Guajara alegó varios pretextos para rehuir el compromiso. Después de varios viajes de Tauco, descubrió que era rechazado porque existía un rival oculto y favorecido, el tagorero Ucanca, gobernador de esta región y el guerrero más acreditado de su tiempo.
   Tauco juró venganza; y como se enteró que Guajara acompañada de dos siervas iba con alguna frecuencia a recrearse de los retamales de Afonche, le preparó una celada con algunos de sus vasallos y consiguió sorprenderla y forzarla, huyendo seguidamente para Canaria temeroso a las consecuencias. No retornó Guajara a la corte, sino que se encaminó al gobierno de su amante, para revelarle lo sucedido; y Ucanca lleno de ira, después de ocultar a su prometida en la cueva del mal país al amparo de sus hombres de guerra, marchó en persecución de Tauco. Cuando llegó a Naga ya su enemigo había partido para Canaria; a cuyo punto se dirigió salvando la distancia, “por foles y por otras andando sobre los arrecifes”.
   Después de matar Ucanca a Tauco en singular combate, se casó con su prometida; pero irritados contra el rey de Adeje por haber patrocinado a Tauco, se revelaron levantando pendones contra el soberano hasta que lograron enseñorearse de la isla, fundando la dinastía de los Guajara tan celebrada en las tradiciones.
   Pasadas algunas generaciones, un poderoso monarca de la dinastía de los Guajaras tuvo un hijo llamado Binicherque, tan orgulloso  que no teniendo hermanas y no encontrando entre la nobleza de la nación mujer diga de elevarla al trono, puso los ojos en una princesa hija del rey de Canaria; a la que iba a galantear “recorriendo el camino partes andando y parte sobre foles”. Creemos que estos mitos ocultan sucesos positivos. Así, por ejemplo, en el banco o arrecife entre Tenerife y Canaria vislumbramos trastornos geológicos mas o menos grandes, [...] Claro que estas interpretaciones no pasan de meras hipótesis, pero ya se ha convenido en que la Mitología es la historia del pasado exornada por la poesía de las generaciones sucesivas.” (Juan Bethencourt Alfonso, 1991, tomo I:62-64).
   Nos hemos permitido esta digresión, para dejar patente que si bien en el Archipiélago Canario no se practicaba una navegación continuada y digamos “reglada” no por ello, nuestros ancestros la desconocían. Siendo como eran las sociedades isleñas mayoritariamente ganaderas, que no practicaban el comercio especulativo y que además eran sociedades desarrolladas hacia dentro, es decir, “encerradas” en sus islas, poco interés pusieron en desarrollar la navegación máxime cuando la mayoría de los grandes males que les afligían, siempre provenían de la mar. Por otra parte, es plausible que en alguna época sí practicaron la navegación a gran escala, la propia fragilidad de los materiales han hecho que no llegara hasta nosotros pruebas materiales de su existencia. No compartimos el planteamiento de algún autor que afirma que en las islas no existía materiales idóneos para la construcción naval, debemos admitir que si se refiera a elementos metálicos lleva razón, pues en las islas no existen metales factibles de ser transformados con medios artesanales, pero en cuanto a las maderas que eran los materiales básicos en la construcción de buques, las islas de Tenerife, La Palma, La Gomera y Gran Canaria, eran abundantes en pinos, cedros, tilos y en maderas nobles. Así mismo, los dragos alcanzaban grandes proporciones, no siendo imposible construir con ellos embarcaciones de considerables dimensiones, las cuales una vez debidamente impermeabilizadas con pez o resina de pino podían transportar a diez o doce navegantes.
   En el Barranco de Balos, en Agüímes, isla de Gran Canaria existe un yacimiento de grabados rupestres entre cuyos motivos hay uno que consta de tres caballos con jinetes en un primer plano y unos dibujos en segundo plano que sugieren árboles más concretamente unos pinos.
   El dibujo, por sí sólo es una pieza extrañísima pues hasta el descubrimiento de este yacimiento no se tenía noticias de que los antiguos Canarios tuviesen conocimiento de la existencia de éstos equinos. La curiosidad ante tan insólita representación nos obligó a  indagar en busca de manifestaciones paralelas en nuestro entorno cultural, nuestros esfuerzos se vieron recompensados por el hallazgo de otro grabado similar localizado en un yacimiento de la antigua Nuvia egipcia, elaborado quizás con la misma técnica y que igualmente representa a tres caballos con jinetes, pero en esta ocasión éstos son guerreros que portan armas y escudos y además forma parte del conjunto un elefante. Pero, siendo extraordinaria la similitud que muestran ambos grabados no es menos extraordinario el hecho de que este grabado nubio, está datado nada menos que en el 3.800 a.e.a.
   Creo que esta datación nos puede aproximar la época en que se produjo el primer poblamiento de las islas, o por lo menos a una  de las primeras arribadas a la isla Tamaránt (Gran Canaria).

La estrella de ocho puntas.-
  
   La estrella de ocho puntas es usada desde época prehistórica por los pueblos y culturas de todo el planeta, en Canarias es símbolo universal de La Diosa Madre Chaxiraxi en cualquiera de sus aspectos o advocaciones. 


   Existen en la iconografía mundial, muchas representaciones distintas de la estrella de ocho puntas. Desde los tiempos de Mesopotamia y Babilonia, las gentes de Tartessos, de Grecia, de Egipto y Bizancio, los imazighen de la Península Ibérica, los persas, y posteriormente los caballeros del Temple, de Malta, de San Juan y Teutónicos, usaron y representaron este símbolo casi hasta la saciedad. Esta estrella, que contiene la fuerza primordial y precisa de la Voluntad sin límites, nos recomienda Es un entrelazado sin fin, un símbolo de la vida sin límite, aquí y ahora.
   Por tanto, la estrella de 8 puntas es uno de los distintivos más absolutos de realización espiritual.
   Por los monumentos conocidos y estudiados, parece ser que fueron los sumerios, inventores de la escritura en Mesopotamia, en el 3.500 años antes de la era occidental actual los primeros en utilizar este símbolo religioso.
   En los textos de las tablillas de Mesopotamia, la estrella de ocho ramas o puntas adaptada a la escultura cuneiforme acompaña al nombre de la Diosa como símbolo de su naturaleza divina.
   Estrella de ocho puntas, es el símbolo de Diosa Madre en su aspecto  de Inanna/Ishtar.
   En Sumeria era conocida como Inanna y posteriormente en Babilonia, y en su zona de influencia cultural en todo el Oriente Medio recibe los títulos honoríficos de Reina del Cielo y Señora de la Tierra.
   Existe documentación muy importante referida a la descripción de la constelación de Virgo que tiene su origen en la antigua cultura asirio-babilónica.
   Se asocia al planeta Venus, estrella de la mañana y del anochecer. Su símbolo es una estrella de ocho puntas. En su honor, los astrónomos han llamado Ishtar Tierra a un continente de Venus. Ishtar estaba asociada al planeta Venus como estrella de la mañana, y en las fronteras de Babilonia se la representa mediante una estrella de ocho puntas. También se la representa de pie, completamente desnuda, con las manos encima del vientre, o sosteniéndose los senos, o blandiendo un arco sobre un carro tirado por siete leones.
   Esta constelación siempre ha sido femenina, y ha estado especialmente asociada con la tensión existente entre fertilidad y pureza. Los babilonios asociaban esta constelación como queda dicho con la diosa Ishtar, también conocida bajo el nombre de Asthtoreth o Astarte, posteriormente Tanit. La última es la precursora de Eostre, la Diosa sajona de la fertilidad y de la primavera, cuya festividad, celebrada en el momento del año en que Virgo empieza a ser muy visible en el cielo.
   Para los pitagóricos, ocho es el número de la perfección. Y no es casualidad que el ocho presente la misma forma que el signo “infinito”.
   Cicerón, en el Sueño de Escipión, se refiere a este simbolismo. Escipión el africano revela a sus nietos las relaciones entre lo temporal y lo espiritual. Evoca a las estrellas lejanas que brillan más allá de los planetas y que pertenecen a la esfera de ‘las estrellas fijas’. Estas representan las regiones de la experiencia espiritual que se mantiene más allá del campo de las vicisitudes terrestres. Más próximas, las órbitas de las siete luminarias se sitúan en un plano geocéntrico. A cada uno de los siete planetas, le asigna una nota, correspondiente a la vibración que éste emite en su rápido curso por el espacio.
   Es bastante conocido que, para los pitagóricos griegos, el número ocho simbolizaba la perfección, mientras que, para los primeros cristianos, representaba la regeneración de las almas. La estrella de ocho puntas y la flor de ocho pétalos han adornado desde los orígenes el velo y los ropajes de la virgen católica, tanto en los iconos bizantinos como en los griegos. Según varios autores, el simbolismo de esta estrella tiene gran relación con el propio del número 8 en sí, cuya forma simboliza el nudo sin fin, el Infinito.
   Al margen de otros significados, la estrella de ocho puntas engloba, de una forma matemática y simbólica, la concreción de los espíritus que, habiendo auto reconocido su inmortalidad, habiendo regresado y vencido a la muerte física, y habiendo transmutado sus errores, regresa al mundo con el fin de ayudar y enseñar a sus semejantes. El espíritu Vital,  una vez adquirida la “confirmación” de su maestría, puede llevar su visión del mundo espiritual hacia abajo, sin ser puesta en peligro. En este estado, el Espíritu Vital de nuevo recentrado en la materia, pero esta vez en completo equilibrio (representado por la estrella de ocho brazos).
   Tanto el número ocho como el octógono tienen un valor de mediación entre el cuadrado y el círculo, entre la tierra y el cielo, por lo que en hermetismo se considera al ocho como el número mágico de Hermes, el dios mediador y comunicador por excelencia, capaz de unir lo inferior con lo superior y de armonizar los opuestos. Siendo el cuadrado representación de la tierra y el círculo una imagen del cielo, al octógono se lo considera como una figura intermedia capaz de unir a ambos. La figura del ocho tiene relación con las dos serpientes enlazadas del caduceo hermético, símbolo del equilibrio activo, del continuo movimiento de las fuerzas antagónicas que se armonizan al elevarse enroscadas alrededor de una vara coronada con las alas de Mercurio, convirtiéndola en un cetro de poder capaz de dominar las fuerzas inferiores de la materia. Tumbada, la figura del ocho es el símbolo de lo infinito, del eterno movimiento de la espiral de los cielos, ya sea hacia fuera o hacia dentro, hacia la creación o hacia la disolución

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