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domingo, 9 de junio de 2013

LA CONSTELACION DE VIRGO Y EL CULTO A LA DIOSA MADRE




Fernando Hernández González

Crónicas del Guirre

Con mi despertar agitado, bañado en sudor y con la sensación latente de haber estado en la cumbre, en aquel lugar, donde suspendido en el aire, vigilaba cual dueño y señor mis pasos por las sendas de la memoria, invitándome bajo sus alas a sentirme orgulloso de todo aquello que nos une a nuestro pasado cargado de esa ancestralidad de la que su vuelo nos hace libres en el tiempo; sólo entonces recordé su nombre, "El Guirre".

lunes 19 de marzo de 2012



Orígenes paganos para un culto a la Virgen María

Las observaciones astronómicas y las ideas religiosas relacionadas con ellas comenzaron antes de la época en el que Tauro era la constelación del primer mes de la primavera aproximadamente entre el 4.300 y el 2.100 antes de la era occidental actual.

El solsticio de verano de esta época tenía lugar en la constelación de Virgo a la que los antiguos sumerios tributaban una adoración especial, junto a la estrella más brillante de esta constelación, la Spica (espiga) por estar a la misma vez en el cenit de la vía láctea. Con el nombre de Ishtar, los babilonios rindieron culto a la que consideraban reina de los cielos a la par que madre de dioses, seres humanos, animales y plantas siendo posteriormente el origen de los cultos a otras diosas en diferentes culturas como la egipcia Isis, la cartaginesa Tanit o la católica Virgen María, con las mismas connotaciones religiosas de ser madre, virgen y precursora de la fertilidad al mismo tiempo y a la constelación de Virgo como su representación celeste.

El culto católico no fue ajeno a estas influencias religiosas en relación a la astronomía.

Hay distintas pruebas que demuestran la dependencia del culto católico en general respecto a los fenómenos que ocurren en la bóveda celeste y con el culto de María en particular en correlación con la constelación de Virgo. En relación al culto mariano, hace mas de mil años que los católicos celebran el 8 de septiembre como el nacimiento de María y el 15 de agosto, la asunción a los cielos y tiene su origen en el ocaso y el orto heliaco de la estrella Spica (Alfa Virginis) en aquella época y por tanto su explicación debe ser buscada en los acontecimientos astronómicos ya existentes en época anterior al cristianismo y a la manifiesta costumbre católica de adoptar las antiguas festividades de distintas culturas del Oriente Próximo incorporándolas a su calendario religioso.

El 8 de septiembre del calendario juliano era el día en que la estrella Spica, la estrella más brillante de la constelación de Virgo, se desprendía de los rayos del Sol después de no ser vista durante cuarenta días, por lo que aquel día tenía lugar su “nacimiento”. El día de la Asunción de María (el de su muerte) fue fijado en época cristiana, siguiendo el ejemplo de la Ascensión del Señor. El emperador bizantino Mauricio lo estableció oficialmente en el año 582 n.e. siendo más tarde adoptado por la Iglesia romana.

Aunque, casi doscientos años antes, el Calendarium Romanae eclessiae menciona ya el 15 de agosto como día de la asunción de María a los cielos, fijándola como festividad en la época del concilio de Éfeso en el año 431 n.e. con lo cual, la desaparición de la estrella Spica el 15 de agosto como día del ocaso heliaco tendría que haber ocurrido y ser observado allá por el año 400 n.e. haciendo que esta fecha, el 15 de agosto, fuera elegida como la muerte y su asunción a los cielos de la Virgen María.

Lo que nos lleva a pensar que los días de festividad del culto mariano, el nacimiento y ascensión a los cielos, han sido establecidos basándose en fenómenos ocurridos en la bóveda celeste referidos a la constelación de Virgo y a su estrella más visible Spica, de la que los cristianos del primer milenio de nuestra Era tenían plena conciencia de fundamentarse en fenómenos astronómicos y de un conocimiento mucho más antiguo, al decretar su culto a la Virgen María adaptándolo a su corpus de creencias.

Canarias y el adoctrinamiento mariano

En muchas localidades de las Islas Canarias, se proclaman en el mes de septiembre festividades en honor a la Virgen María en sus distintas manifestaciones iconoclastas. A la celebración de estas ceremonias se le pueden rastrear su origen nativo, no solo en sus múltiples demostraciones de fervor popular, sino como indicamos anteriormente la elección de las fechas del 15 de agosto y 8 de septiembre vuelven a estar presente en mucha de ellas, aunque como veremos más adelante, el culto católico no hizo más que revestir bajo el calendario juliano, cultos que podrían tener una conexión lejana en conocimientos de las cuestiones celestes.

La culminación el 15 de agosto en las festividades del Beñesmer con la peregrinación a los santuarios nativos para rendir culto a la fertilidad eran precedidas de otras festividades también de carácter sagrado. En las comarcas al sur de la isla de Tenerife, la tradición oral nos revela que justo después del Beñesmer la aparición de una estrella bastante visible a la que llamaban “Sumsa” la cual determinaba la costumbre de llevar a las cabras en edad fértil a ciertos lugares para darles de beber agua que contenían  ramas de Tilo, rito que se llevaba a cabo, para predisponer a las cabras a ser cubiertas; esta tradición se seguía realizando hasta los años 60 del pasado siglo en el sur de la isla el 8 de septiembre.

Otra costumbre, relacionada con esta misma fecha, nos la dio a conocer Seña María Armas de 95 años vecina del Poris de Abona en una entrevista que le realizamos en 1998. Nos contaba Seña María que en los años 40 del pasado siglo existía la usanza de irse desde que ella tenía memoria, el 8 de septiembre celebración de la Virgen del Poris, las muchachas en edad de “merecer” y que todavía eran mozas a bañarse en una fuente donde había un machango de madera de Tilo que ellas llamaban Chamato. En esta celebración le estaba prohibido a los varones acercarse donde ellas se bañaban y que estos permanecían cientos de metros más abajo bañándose en los charcos que caían desde la fuente. Desgraciadamente nos relataba nuestra entrevistada, el cura del pueblo prohibió estas mañas por atentar contra la moralidad y ser prácticas paganas.

Es muy plausible que celebraciones como la que nos describía Seña María Armas fueran muy comunes en la isla de Tenerife, en épocas más o menos recientes del pasado siglo. Hay constancia, que en el convento de las concepcionistas-franciscanas del pueblo de Garachico, se venera a una imagen bajo la advocación de Nuestra Señora de La Luz, que según la tradición apareció en el Malpaís de Isora (Guía de Isora) en 1570 y que es igual a otra, ya desaparecida, encontrada en el pueblo de Arico por las mismas fechas. Según nuestras investigaciones, esta imagen es un palo de madera de Tilo de unos 20 cm de longitud, que concuerda con los Chamatos que nos describía Seña María Armas.

Actualmente esta imagen hoy en día, para todo aquel que quiera constatarlo en dicho convento, está adornada con ropajes para borrar su “pasado” como deidad nativa.

Evidentemente los procesos evangelizadores llevados a cabo por los frailes franciscanos no solo consistieron en la implantación de imágenes como la de la Virgen de Candelaria en Tenerife o como la de la Virgen del Pino en Gran Canaria, haciendo uso del conocimiento de las divinidades femeninas de su mundo mágico-religioso y de los cultos nativos, sino que también, intento solapar sus festividades a la Virgen María, incluso llegando, como comentamos más arriba, a tratar de caracterizar las representaciones de las deidades femeninas nativas al nuevo culto tras la conquista militar de la isla; aun así habría que preguntarse si en el resto de las islas también se trató de cambiar los cultos y ceremonias antiguas acorde a su Magna Mater o Virgo Coelestis, heredadas de vetustas celebraciones paganas.

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